Atención: Pokémon no me pertenece.
Norberto estaba ingresando a su casa como si nada pasara, su mochila colgando con pesadez en un hombro mientras cerraba la puerta detrás de él, de repente le llego como un salto hacia lo desconocido cuando lo recordó. La monotonía de la jornada escolar aún fresca en su mente, y apenas había tenido tiempo para relajarse cuando escuchó el bullicio proveniente del comedor, que estaban ocupados organizando y empacando para el viaje. La sala estaba llena de maletas abiertas y ropa cuidadosamente doblada.
—¡Norberto! —Exclamó ella con entusiasmo—. ¡Perfecto! —dijo Marta con una sonrisa, mientras terminaba de cerrar una maleta—.¡Qué bueno que llegas! Tenemos que organizarnos rápido, salimos a la de ya. Necesitas arreglarte rápido, salimos en cualquier momento. Tenemos que llegar a Jalisco para la boda.
Parpadeó incrédulo, recordando enseguida que el gran evento era al día siguiente. Había estado tan envuelto en sus dilemas que casi lo había olvidado.
—Ah, claro, la boda —Dijo, tratando de sonar más emocionado de lo que en verdad estaba.
—¿Listo? —preguntó Eric, levantando una ceja y con una sonrisa amistosa.
—Sí, listo —respondió Norberto.
Eric, un hombre alto y de apariencia amable, saludo mientras guardaba unos trajes en una maleta.
—Sí, chico, es hora de arreglarse. Tenemos que salir pronto si queremos llegar a tiempo. Es un viaje largo.
—Claro… Está bien.
Devolvió el gestó, dejando su mochila en el suelo y dirigiéndose a su habitación. Abrió su armario, sacando la ropa que había preparado para la ocasión. Aunque la idea de viajar y asistir a una boda no era su plan ideal para el fin de semana, sabía que esto era importante para su madre. Todavía sintiendo el peso de la monotonía escolar, y se dispuso a comenzar a empacar. En cuestión de minutos, estaba listo, con su mochila a cuestas y una muda de ropa formal para la ocasión. Salió de su habitación y se unió a su madre y a Eric en la sala.
Mientras se cambiaba, podía escuchar a Martha y Eric hablando animados sobre los detalles de la ceremonia. Norberto terminó de arreglarse, mirando su reflejo en el espejo. El traje le quedaba bien, aunque se sentía un poco extraño al llevar algo tan formal.
Regresó a la sala, donde su madre lo recibió con una mirada de aprobación.
Pronto, los tres estaban en la camioneta, con Eric al volante y Marta a su lado, revisando los últimos detalles del itinerario. Norberto se sentó en el asiento trasero, mirando por la ventana mientras el paisaje urbano comenzaba a desvanecerse en la distancia.
—Te ves muy bien, Norberto —Dijo Marta, abrazándolo con cariño—. Estoy tan feliz de que vengas con nosotros.
Eric también sonrió, dándole una palmada en el hombro.
—Sí, vas a estar genial. Ahora, tomemos nuestras cosas y vayamos al auto.
Con las maletas listas y todo el mundo vestido para la ocasión, salieron de la casa y se dirigieron al coche. El sol empezaba a bajar en el horizonte, pintando el cielo con tonos cálidos de naranja y rosa, mientras iniciaban el viaje hacia lo que prometía ser un evento memorable.
El viaje fue tranquilo al principio, con el crepúsculo transformándose en una noche estrellada. Pasaron por varias ciudades pequeñas, cada una con su encanto único, mientras las luces de la carretera iluminaban su camino. La conversación en el auto giraba en torno a los planes para la boda y los detalles finales.
—Llegaremos a Guadalajara para hacer una breve parada —Dijo Eric, señalando en el mapa que Marta sostenía—. Podemos descansar un poco y luego seguir hasta mi tierra.
Norberto observaba el cambio de paisajes: de las luces de la ciudad a los campos abiertos y las montañas a lo lejos. Se sentía una mezcla de emoción y nerviosismo, un viaje que parecía ser más que solo una boda, sino una nueva etapa en sus vidas.
Al día siguiente luego de haber descansado en un hotel barato paso, las luces de Guadalajara comenzaron a vislumbrarse en el horizonte. La ciudad, vibrante y llena de vida incluso a esas horas de la noche, los recibió con sus calles bulliciosas y su arquitectura colonial. Eric condujo con destreza a través del tráfico, encontrando un lugar adecuado para que pudieran estirar las piernas y tal vez tomar un refrigerio.
—¿Por qué no tomamos algo antes de seguir? —Sugirió Marta, mirando a Norberto—. Necesitamos un pequeño descanso.
Norberto, bajando de la camioneta y sintiendo el aire fresco de la noche. Caminó con su madre y Eric por las calles de Guadalajara, disfrutando de la pausa en su viaje. Pronto, volvieron al auto y reanudaron su viaje por Jalisco, con la expectativa y la emoción creciendo con cada kilómetro que dejaban atrás.
Finalmente, después de varias horas de viaje, llegaron a su destino en Jalisco. El lugar de la boda estaba bellamente decorado, iluminado por las suaves luces que resaltaban la belleza natural del viñedo donde se celebraría el evento. Norberto, aunque cansado del viaje, sintió una oleada de emoción y alivio al saber que estaban listos para el gran día.
—Bienvenidos a Zapotlán el Grande —Dijo Eric con una sonrisa, mientras ayudaba a Marta a bajar del auto—. Mañana será un día memorable.
Norberto sonrió, sintiendo que, a pesar de todo, esta travesía tenía algo especial reservado para él y su familia.
Después de dejar Ciudad Guzmán atrás, la familia continuó su viaje hacia una gran hacienda de aguacates, el lugar donde Eric había crecido. La carretera serpenteaba entre colinas verdes y campos de cultivo, cada kilómetro acercándolos a su destino final. A medida que se aproximaban, el imponente volcán de Colima se hacía cada vez más visible, dominando el horizonte con su majestuosa presencia.
—Estamos llegando —Anunció Eric con una sonrisa nostálgica en su rostro—. Esta hacienda es muy especial para mí. Aquí pasé gran parte de mi infancia.
Norberto observó con interés el paisaje que los rodeaba. Las hileras de aguacates se extendían a lo largo de la tierra, los árboles cargados de frutos maduros. La hacienda se encontraba en una elevación, proporcionando una vista espectacular del volcán de Colima. Era un lugar que irradiaba paz y belleza natural.
Al llegar a la entrada de la hacienda, Eric bajó del auto y abrió el portón de hierro forjado, que crujió con suavidad al moverse. Condujo el vehículo por el camino de grava que llevaba a la casa principal, una estructura de estilo colonial con amplios porches y tejados de teja roja.
Esperándolos en la entrada estaba el hermano de Eric, un hombre robusto con una sonrisa cálida.
—¡Eric! —Exclamó, abrazando a su hermano con fuerza—. ¡Qué alegría verte!
—Igualmente, Francisco —Respondió Eric—. Esta es Marta, y él es Norberto.
—Bienvenidos a nuestra casa —Dijo Francisco, estrechando las manos de Marta y Norberto—. Mi esposa, Vanesa, y nuestros hijos están ansiosos por conocerte.
Vanesa, una mujer amable de ojos brillantes, se unió a la bienvenida junto con sus dos hijos, una niña y un niño pequeños que corrían a jugar entre los árboles de aguacate.
—Es un placer conocerte, Marta —dijo Vanesa—. Y tú debes ser Norberto. Bienvenido. Espero que te sientas como en casa.
Norberto sonrió, sintiéndose inmediatamente cómodo con la cálida recepción. Mientras descargaban el equipaje, Francisco los condujo hasta la casa, mostrando las habitaciones y las áreas comunes. Las ventanas ofrecían vistas impresionantes del volcán y los campos de aguacate, un espectáculo que parecía sacado de un sueño.
—Esta vista siempre me hace sentir en paz —Comentó Eric mientras observaba el volcán desde el porche trasero—. No hay nada como esto.
—Es verdaderamente hermoso —Asintió Marta, tomando la mano de Eric.
Norberto se dejó llevar por la atmósfera tranquila de la hacienda. Aunque había sido un largo día de viaje, sentía una profunda sensación de calma y conexión con este lugar. Mientras Vanesa y Marta charlaban sobre los preparativos para la boda, Francisco y Eric compartían historias de su infancia, riendo y recordando viejos tiempos.
Los niños corrían y jugaban alrededor de los árboles, y Norberto se unió a ellos por un momento, disfrutando de la libertad del campo abierto. Sentía que, a pesar de los cambios y desafíos recientes, este viaje les había brindado una oportunidad única de acercarse más como familia.
Con el atardecer pintando el cielo de tonos anaranjados y rosados, la familia se reunió para una cena en el porche, compartiendo una comida sencilla pero deliciosa. Las risas y las conversaciones se mezclaban con el sonido de la naturaleza, creando un ambiente de calidez y camaradería.
La mañana de la boda amaneció con un cielo despejado y el aire fresco y limpio. La hacienda de aguacates estaba llena de actividad mientras todos se preparaban para el gran evento. Francisco y Vanesa habían coordinado con un equipo de ayudantes para asegurarse de que todo estuviera perfecto. Mesas largas y elegantes se colocaron en el patio, decoradas con flores silvestres y manteles blancos. Un arco floral se erigió como el lugar donde se celebraría la ceremonia, con el majestuoso volcán de Colima como telón de fondo.
Marta y Vanesa se encargaron de los últimos toques en la decoración, mientras que Eric y Francisco supervisaban la disposición de las sillas y las áreas para los invitados. Los niños corrían de un lado a otro, ayudando a su manera y añadiendo una energía alegre a los preparativos.
Poco a poco, los invitados comenzaron a llegar. Los primeros en llegar fueron familiares y amigos cercanos de Eric y Marta. La casa se llenó de abrazos, risas y conversaciones animadas mientras todos se reencontraban y compartían su entusiasmo por la boda.
Entre los invitados, Norberto se sorprendió con gratitud al ver a Elizabeth y su madre. Elizabeth su amiga de toda la vida, alguien con quien siempre había disfrutado pasar tiempo. Su madre, una mujer elegante y simpática, saludó a Norberto y Marta con calidez.
—Norberto, ¡Qué sorpresa verte aquí! —Exclamó Elizabeth con una sonrisa radiante—. No sabía que estarías en la boda.
—Sí, tampoco lo esperaba… me hubiera gustado quedarme —Respondió Norberto, sintiéndose aliviado de ver a una cara amiga—. Mi madre y Eric decidieron casarse aquí en la hacienda de su infancia.
Las dos familias se unieron en una conversación animada, compartiendo historias y poniéndose al día. Norberto se sentía cada vez más cómodo con la compañía de Elizabeth y su madre.
Justo cuando pensaba que no podría haber más sorpresas, apareció Armando, otro amigo cercano de la escuela. Armando era de Queserías, un pueblo con relativa cercanía, y había decidido hacer el viaje para asistir a la boda.
—¡Armando! —Gritó Norberto, corriendo hacia él para darle un abrazo—. ¡No esperaba verte aquí!
—¡Ni yo! —Respondió Armando, riendo—. Pero cuando escuché que la boda sería aquí, cortesía de pertenecer al club de los chismosos… digo al periódico escolar, supe que tenía que venir. Además, me encanta la vista del volcán.
Los amigos pasaron un buen rato poniéndose al día y compartiendo su entusiasmo por la boda. Armando y Elizabeth se integraron con rapidez con los demás invitados, disfrutando de la atmósfera festiva y ayudando con los preparativos finales.
Conforme se acercaba la hora de la ceremonia, todos se reunieron en el patio principal. Los invitados se acomodaron en sus sillas, esperando con expectación. La música suave comenzó a sonar, y el ambiente se llenó de una sensación de anticipación y alegría.
Marta, vestida con un elegante vestido de novia, apareció al final del pasillo, radiante y emocionada. Eric de un elegante traje negro, la esperaba junto al arco floral, con una sonrisa llena de amor y felicidad. Norberto, viendo a su madre tan feliz, sintió una calidez en su corazón.
El jardín de la hacienda estaba decorado con un encanto rústico y elegante. Reinada de luces blancas colgaban entre los árboles, iluminando con un toque sutil el entorno con un brillo cálido. Centros de mesa hechos con jarrones de cristal contenían arreglos de flores frescas, predominando los colores blancos y verdes, complementados con pequeñas velas que añadían un toque romántico al ambiente.
El altar estaba dispuesto bajo un gran arco de madera adornado con hiedra y flores blancas, ofreciendo una vista impresionante del volcán de Colima en la distancia. Sillas de madera blanca, adornadas con lazos de seda, estaban dispuestas en filas ordenadas para los invitados, quienes conversaban animadamente mientras esperaban el inicio de la ceremonia.
La música comenzó a sonar, una melodía suave y emotiva que captó la atención de todos. Marta, la madre de Norberto, apareció al final del pasillo, luciendo un elegante vestido blanco que realzaba su belleza natural. Su rostro reflejaba una mezcla de alegría y nerviosismo mientras avanzaba hacia el altar, acompañada por su hermano, quien la entregaría en matrimonio.
Eric, el novio, la esperaba con una sonrisa radiante. Vestido con un traje negro impecable, sus ojos brillaban con amor y emoción al ver a Marta acercarse. Cuando ella llegó al altar, se tomaron de las manos y se miraron con ternura, preparados para iniciar una nueva etapa juntos.
El oficiante de la ceremonia, un amigo cercano de la familia, comenzó a hablar con una voz cálida y sincera, recordando la historia de amor de Marta y Eric, sus desafíos y sus alegrías, y cómo habían decidido unir sus vidas en matrimonio. Sus palabras resonaron en el aire, tocando el corazón de todos los presentes.
—Hoy, estamos aquí para celebrar el amor de Marta y Eric —Dijo el oficiante—. Su amor es un testimonio de paciencia, perseverancia y la profunda conexión que comparten.
Después de los votos, en los que ambos expresaron sus promesas de amor y compromiso eterno, el oficiante los declaró marido y mujer.
—Puede besar a la novia —anunció con una sonrisa.
Eric inclinó suavemente a Marta y le dio un beso tierno, sellando su unión mientras los invitados estallaban en aplausos y vítores. Norberto, observando a su madre, sintió una mezcla de felicidad y orgullo. Este era un momento especial que marcaría el comienzo de una nueva y emocionante etapa en sus vidas.
La ceremonia fue hermosa y emotiva. Las palabras de los votos resonaron con sinceridad y compromiso, y no hubo un solo ojo seco entre los invitados. Mientras Marta y Eric intercambiaban anillos y sellaban su amor con un beso, los aplausos y vítores llenaron el aire.
Después de la ceremonia, la celebración continuó con una recepción llena de buena comida, música y baile. Norberto, Elizabeth, Armando y los demás invitados disfrutaron de cada momento, creando recuerdos que durarían para siempre.
A medida que la tarde avanzaba, las luces se encendieron alrededor de la hacienda, iluminando el lugar con un brillo cálido y acogedor. El volcán de Colima se alzaba majestuoso en la distancia, observando silencioso la alegría y el amor que llenaban la hacienda.
Norberto, Armando y Elizabeth se encontraron en una esquina del jardín de la hacienda, disfrutando de la suave brisa de la tarde. Las luces centelleaban alrededor del patio, creando un ambiente mágico mientras la música de fondo añadía un toque especial a la noche. Los tres amigos sostuvieron sus copas de jugo, brindando por el feliz acontecimiento.
—No puedo creer que estés aquí, Armando —Dijo Norberto, sonriendo—. ¿Qué te hizo decidir venir?
Armando se encogió de hombros, riendo.
—Bueno, cuando supe que era la boda de tu madre, pensé que sería una excelente oportunidad para pasar un buen rato con amigos y conocer un lugar nuevo. Además, ¿quién puede resistirse a una vista como esta? —Señaló el majestuoso volcán de Colima que se alzaba en la distancia, iluminado por la luz del atardecer—. Por lo general, siempre lo veo del otro lado.
Elizabeth asintió, admirando el paisaje.
—Definitivamente es impresionante. Y la hacienda es hermosa. Me encanta cómo han decorado todo. —Miró a Norberto con una sonrisa—. Debes estar muy orgulloso de tu madre. Ella se ve tan feliz.
Norberto alagado, sintiendo una calidez en su pecho.
—Sí, lo estoy. Eric es un buen tipo. Hace feliz a mi mamá, y eso es lo que más importa.
—¿Cómo te sientes respecto a tener un padrastro? —Preguntó Armando, con una mezcla de curiosidad y empatía.
Norberto se tomó un momento para pensar.
—Es un poco raro, para ser honesto. Pero Eric ha sido muy amable conmigo. Creo que será una buena adición a nuestra familia. Además, parece que su familia también es genial. —Sonrió—. Y tener más primos es siempre divertido.
Elizabeth se rio.
—Bueno, al menos parece que todo está saliendo bien. Y estoy segura de que tu mamá y Eric estarán muy felices juntos. —Levantó su copa—. Un brindis por la felicidad de Marta y Eric.
Armando y Norberto levantaron sus copas en señal de acuerdo.
—¡Por Marta y Eric! —Repitieron, chocando sus copas con la de Elizabeth.
Después de tomar un sorbo, Armando cambió de tema.
—Entonces, ¿qué tal fue la semana en la escuela? ¿Alguna novedad emocionante?
Norberto se encogió de hombros.
—Nada fuera de lo común. Tuvimos un ensayo difícil en la clase de física, y el profesor Sánchez se aseguró de hacernos sufrir. Pero aparte de eso, ha sido bastante normal.
Elizabeth asintió.
—Sí, lo mismo aquí. Aunque, fue genial ver a todos en el club de periodismo. Creo que tenemos algunos artículos interesantes en camino.
—Hablando de eso —Dijo Armando, mirando a Norberto—, ¿qué tal tu artículo sobre el espacio? ¿Has avanzado algo?
Norberto suspiró, con una mezcla de frustración y determinación en su rostro.
—He estado trabajando en ello, pero todavía no estoy completamente satisfecho. Hay tanto que quiero incluir y no quiero dejar nada importante fuera.
Elizabeth le dio una palmadita en el hombro.
—Tómate tu tiempo. Sé que será un artículo increíble cuando lo termines. Tienes una manera especial de explicar las cosas.
Armando estuvo de acuerdo, luego de haber dado un sorbo a su vaso con ponche que estaba tomando.
—Sí, estoy seguro de que será genial. Solo recuerda no estresarte demasiado. Estamos en esto juntos, y siempre puedes contar con nuestra ayuda.
Norberto sonrió, sintiéndose agradecido por tener amigos tan solidarios.
—Gracias, chicos. Significa mucho para mí.
Mientras seguían conversando y disfrutando de la celebración, la música cambió a una melodía más animada. Armando, con una sonrisa traviesa, miró a Elizabeth y Norberto.
—¿Qué dicen? ¿Nos unimos a la pista de baile?
Elizabeth rio otra vez.
—¡Claro! Vamos, Norberto. Es hora de divertirse un poco.
Norberto dudó por un momento, pero luego sonrió y asintió.
—Está bien, vamos.
Los tres amigos se dirigieron a la pista de baile, riendo y disfrutando del momento. La boda de Marta y Eric se convirtió en una noche inolvidable, no solo para los novios, sino también para todos los que tuvieron la suerte de estar allí, creando recuerdos especiales que atesorarían para siempre.
Los recién casados caminaron por el pasillo bajo una lluvia de pétalos de rosa lanzados por los invitados, sus sonrisas brillando tanto como las luces que decoraban el jardín. La ceremonia había sido hermosa y emotiva, un perfecto reflejo del amor y la dedicación que Marta y Eric sentían el uno por el otro.
Mientras los invitados se dirigían a la recepción, Norberto se reunió con sus amigos Armando y Elizabeth, quienes lo felicitaron por el hermoso evento.
—Fue una ceremonia increíble —dijo Elizabeth, con una sonrisa—. Tu mamá y Eric se ven tan felices juntos.
Norberto, sintiendo una profunda satisfacción.
—Sí, fue realmente especial. Estoy muy contento por ellos.
Armando, siempre el bromista, agregó:
—Y ahora, ¡a disfrutar de la fiesta!
Los tres amigos rieron y se dirigieron hacia la zona de la recepción, listos para celebrar el amor y la felicidad de Marta y Eric en una noche que recordarían para siempre.
Después de la emotiva ceremonia, la celebración de la boda se trasladó a la zona de la recepción, donde una elegante carpa blanca albergaba mesas decoradas con manteles de encaje y centros de mesa florales. Un gran candelabro colgaba en el centro, bañando el lugar con una cálida luz dorada. La pista de baile estaba en el centro, ya animada con los primeros invitados moviéndose al ritmo de la música.
Norberto, Elizabeth y Armando se unieron a la diversión. Los tres amigos, vestidos para la ocasión, se acercaron a la pista de baile, donde la música alegre y contagiosa hacía imposible resistirse a moverse. Norberto, aunque más reservado, se dejó llevar por el entusiasmo de sus amigos.
—Vamos, Norberto, ¡muévete! —Dijo Armando con una gran sonrisa, animándolo mientras hacía algunos pasos de baile exagerados que provocaron las risas de todos.
Elizabeth, siempre elegante y con una sonrisa contagiosa, comenzó a bailar junto a Norberto, animándolo con su energía y gracia. Norberto, riendo, después se unió al ritmo de la música, olvidando momentáneamente todas sus preocupaciones y disfrutando del momento.
A pocos metros de la pista de baile, Marta, la madre de Norberto, conversaba con júbilo con la madre de Elizabeth, quien también era la directora del bachillerato. Ambas mujeres se conocían desde hacía años y compartían una profunda amistad.
—Fue una ceremonia preciosa, Marta —Comentó la madre de Elizabeth, levantando una copa de champán—. Eric y tú se ven tan felices.
Marta, con una sonrisa radiante, asintió.
—Gracias, Clara. Ha sido un día muy especial para nosotros. Y ver a Norberto tan feliz también me llena de alegría.
—Debes estar muy orgullosa de él —Respondió—. Es un buen chico, inteligente y amable. Y tiene grandes amigos.
Martha miró hacia la pista de baile, donde Norberto estaba riendo y disfrutando con Elizabeth y Armando.
—Sí, estoy muy orgullosa de él. Ha sido un gran apoyo para mí. Y sus amigos... bueno, no podría haber pedido mejores compañeros para él.
Mientras las dos mujeres conversaban, en la pista de baile, la música cambió a una melodía más rápida, y Armando aprovechó para mostrar algunos movimientos de baile cómicos que provocaron risas entre los amigos. Elizabeth se unió, tratando de imitar sus movimientos con un toque de gracia, mientras Norberto seguía disfrutando del momento, dejándose llevar por la energía de la celebración.
La noche avanzaba y el ambiente se llenaba de risas y alegría. Los amigos se tomaron un descanso del baile y se dirigieron a la mesa de aperitivos, donde probaron una variedad de deliciosos platos preparados para la ocasión. Armando, con su insaciable apetito, llenó un plato con todo lo que pudo encontrar, mientras Elizabeth y Norberto optaron por porciones más moderadas.
—Esta fiesta es increíble —Dijo Armando, saboreando un trozo de pastel—. ¡Y la comida es deliciosa!
—Sí, todo ha sido perfecto —añadió Elizabeth—. Tu mamá y Eric hicieron un gran trabajo organizando todo esto, Norberto.
Norberto sonrió, sintiendo una calidez en su corazón.
—Gracias, chicos. Estoy muy feliz de que estén aquí para compartir este día con nosotros.
La fiesta continuó con más música, baile y momentos inolvidables. Los amigos disfrutaron de cada segundo, creando recuerdos que atesorarían para siempre. Mientras tanto, su amiga y Martha seguían disfrutando de su conversación, observando con cariño a sus hijos y a la maravillosa celebración que unía a todos en un día tan especial.
La música seguía animando la fiesta, y el trio de amigos se encontraban en la pista de baile, riendo y disfrutando del momento. La alegría del ambiente era contagiosa, y los tres amigos no podían dejar de sonreír. Elizabeth, con su elegante vestido de noche, se movía con gracia al ritmo de la música, mientras Norberto y Armando intentaban seguirle el paso, a veces con torpeza, pero siempre con entusiasmo.
Después de un par de canciones más, decidieron tomar un descanso y se dirigieron a la mesa de aperitivos nuevamente. Elizabeth llenó un pequeño plato con algunas frutas frescas y quesos, mientras Norberto y Armando optaron por probar más de los deliciosos bocados que se ofrecían.
—¿Has probado estos canapés? Ppreguntó Armando, señalando un plato lleno de pequeñas delicias gourmet—. Son increíbles.
Norberto tomó uno y asintió, disfrutando del sabor.
—Tienes razón, están deliciosos. Toda la comida ha sido fantástica.
Elizabeth sonrió, disfrutando de la compañía de sus amigos.
—Sí, todo ha sido perfecto. Tu mamá y Eric realmente se esforzaron para que esto fuera especial.
Mientras conversaban y saboreaban la comida, Norberto notó a lo lejos a Elías, el sobrino de Eric, comiendo con entusiasmo. El joven, de unos diez años, estaba disfrutando de todo lo que la fiesta tenía para ofrecer. Con un plato lleno de golosinas, Elías se movía entre las mesas, probando un poco de todo y charlando con los invitados.
—Mira a Elías —Dijo Norberto, señalándolo—. Parece que también está disfrutando mucho de la fiesta.
Elizabeth y Armando miraron hacia donde Norberto señalaba y rieron.
—Es adorable —Comentó Elizabeth—. Me alegra que también lo esté pasando bien.
—Sí, parece que no quiere perderse nada —Agregó Armando, riendo—. Es bueno ver que todos están disfrutando.
La música cambió a una melodía más tranquila, y los tres amigos decidieron volver a la pista de baile. Esta vez, se movían con más calma, disfrutando del momento y la compañía. Elizabeth cerró los ojos por un momento, dejando que la música la envolviera, mientras Norberto y Armando seguían el ritmo con pasos más lentos y relajados.
A medida que avanzaba la tarde, la fiesta seguía llena de energía. Los invitados reían, conversaban y bailaban, creando un ambiente de felicidad y celebración. Norberto, Elizabeth y Armando se unieron a varios de los juegos y actividades organizadas, como la competencia de baile y la búsqueda del tesoro, disfrutando de cada momento.
En un rincón de la pista, Marta y su amiga observaban a los jóvenes con sonrisas de orgullo.
—Mira lo felices que están —dijo—. Es maravilloso verlos así.
—Sí —Respondió Martha—. Son buenos chicos, y esta fiesta ha sido una oportunidad perfecta para que todos se diviertan y creen recuerdos inolvidables.
La tarde continuó, y los amigos siguieron disfrutando de la fiesta. Cada risa, cada paso de baile y cada conversación se sumaron a la alegría del momento, creando una atmósfera mágica y especial que todos recordarían por mucho tiempo.
La fiesta estaba en pleno apogeo cuando, de repente, el aire se volvió eléctrico y un extraño zumbido resonó en el ambiente. Los invitados miraron a su alrededor, confusos y preocupados, buscando el origen del sonido. De pronto, el cielo se rasgó con un estallido de luz cegadora y una ruptura de espacio-tiempo impresionante apareció en el centro de la pista de baile.
Desde esa grieta dimensional surgió el majestuoso Ho-Oh, con sus plumas resplandecientes y colores iridiscentes. El legendario Pokémon, con su aura majestuosa, flotaba en el aire, irradiando poder y magnificencia. Norberto, paralizado por el asombro, apenas podía creer lo que veía. Su corazón latía con fuerza, y una sensación de incredulidad se apoderó de él.
Justo cuando trataba de procesar lo que estaba ocurriendo, un destello de luz envolvió a todos los presentes. Norberto cerró los ojos instintivamente y, al abrirlos de nuevo, se encontró en la misma hacienda de aguacates, pero algo era diferente. Los invitados seguían allí, pero todo parecía distante y borroso, como si él estuviera separado de la realidad por un velo invisible.
Miró a su alrededor, buscando a sus amigos y familiares, pero nadie parecía notar su presencia. Intentó gritar, pero lo único que salió de su boca fue un sonido que no reconoció. Bajó la mirada y se quedó sin aliento al ver sus propias manos: ahora eran patas. Sus piernas también habían cambiado, y su cuerpo entero era azul con un pelaje corto.
—¿Qué está pasando? —Pensó, completamente confundido y asustado.
Se tocó la cara, sintiendo sus nuevas orejas y hocico. Ya no era humano; se había transformado en un Riolu, tal como en sus sueños. Pero esta vez no estaba soñando. Todo se sentía increíblemente real: el viento que soplaba suavemente, el calor del sol sobre su pelaje, y la textura del suelo bajo sus patas.
La confusión y el miedo se apoderaron de él mientras intentaba entender lo que había sucedido. Todo había cambiado en un abrir y cerrar de ojos, y ahora estaba solo en su mundo, en el cuerpo de un Pokémon. Recordó los sueños que había tenido, donde era un Riolu en el mundo Pokémon, pero nunca imaginó que algo así pudiera ocurrir en la realidad.
Desesperado por respuestas, empezó a caminar por la hacienda, esperando encontrar alguna señal de lo que había sucedido o de cómo regresar a su vida normal. A cada paso, el entorno le resultaba más familiar y, al mismo tiempo, al nuevo por completo. Sentía el peso de la incertidumbre en su pecho, pero sabía que debía seguir adelante.
Al levantar la vista, vio al Ho-Oh en el cielo, volando majestuosa hacia el horizonte. Aunque no entendía el significado de su aparición, intuía que el legendario Pokémon tenía algo que ver con su transformación y con lo que estaba ocurriendo. Determinado a encontrar respuestas, Norberto decidió seguir el rastro de Ho-Oh, con la esperanza de descubrir el motivo de su cambio y, quizás, la forma de volver a su mundo original.
Mientras avanzaba, notó que los aguacateros se extendían a su alrededor, el paisaje tan conocido, pero ahora visto desde una perspectiva diferente. Cada paso lo llenaba de dudas, pero también de una extraña sensación de aventura y determinación. Sabía que su vida nunca sería la misma, y estaba dispuesto a enfrentar lo que viniera para encontrar su camino de regreso.
Norberto avanzaba, sus patas de Riolu dejando pequeñas huellas en la tierra de la hacienda. El sol comenzaba a descender, bañando el paisaje en tonos dorados y alargando las sombras de los aguacateros. A pesar de la transformación, el entorno le resultaba familiar, aunque ahora todo parecía más grande y distinto desde su nueva perspectiva.
Caminó entre los árboles, sus hojas susurrando con la brisa suave. Los frutos verdes y oscuros colgaban de las ramas, y el aire estaba impregnado del aroma terroso y fresco de la tierra y los aguacates. La hacienda era extensa, con campos bien cuidados que se extendían hasta donde alcanzaba la vista. Al fondo, el imponente volcán de Colima dominaba el horizonte, añadiendo un toque majestuoso al paisaje.
Norberto se detuvo un momento para observar su entorno, tratando de calmar la confusión en su mente. De repente, un sonido familiar lo sacó de sus pensamientos. Giró hacia la dirección del ruido y vio a una pequeña figura azul y blanca que se acercaba rápidamente.
—¡Elizabeth! —Intentó llamar, pero su voz era ahora un suave ladrido.
La figura se detuvo a pocos metros de él, y Norberto se dio cuenta de que también había cambiado. Elizabeth, su amiga de la escuela, ahora era un Oshawott. Sus grandes ojos azules parpadearon con sorpresa al verlo, y por un momento, ambos se quedaron en silencio, tratando de procesar lo que estaba ocurriendo.
—¿Norberto? —Preguntó Elizabeth, su voz sonando extraña pero reconocible.
—Sí, soy yo —Respondió él, sintiéndose un poco aliviado de que ella también pudiera hablar—. ¿Qué nos está pasando?
Elizabeth miró sus nuevas patas y su caparazón, todavía asimilando su transformación.
—No lo sé. Estaba en la boda, y de repente, todo cambió. Vi a Ho-Oh... ¿Lo viste tú también?
Norberto asintió, recordando la impresionante aparición del legendario Pokémon.
—Sí, y ahora estamos así. No tengo idea de cómo volver a la normalidad.
Elizabeth suspiró, sus ojos reflejando tanto miedo como determinación.
—Bueno, al menos no estamos solos en esto. ¿Alguna idea de qué hacer?
Norberto miró a su alrededor, observando los familiares campos de aguacates y la imponente figura del volcán a lo lejos.
—Creo que debemos buscar respuestas. Ho-Oh voló hacia el horizonte... tal vez si lo seguimos, podamos encontrar alguna pista.
Elizabeth asintió, su expresión decidida.
—Entonces, vamos. No tenemos nada que perder.
Juntos, Norberto y Elizabeth comenzaron a recorrer la hacienda, sus pequeñas patas moviéndose rápidez sobre la tierra. A medida que avanzaban, la realidad de su situación se volvía más tangible, pero también sentían una creciente determinación. La transformación era un misterio, pero juntos, sabían que podrían enfrentar cualquier desafío que les aguardara.
Mientras Norberto y Elizabeth avanzaban entre los árboles de aguacate, un ruido en la maleza los alertó. Antes de que pudieran reaccionar, un pequeño y enérgico Pichu saltó frente a ellos, chisporroteando electricidad y mostrando una mirada desafiante.
—¿Quiénes son ustedes? ¡Este es mi territorio! —Exclamó el Pichu, sin darles tiempo a responder antes de lanzarse al ataque.
El pequeño Pokémon eléctrico se movía con una rapidez sorprendente, enviando chispas de electricidad hacia Norberto y Elizabeth. El Riolu esquivó por poco un rayo que impactó contra el tronco de un aguacatero, mientras Elizabeth saltaba hacia un lado para evitar otro ataque.
—¡No tenemos tiempo para esto! —Gritó Norberto, sus ojos reflejando determinación mientras adoptaba una postura de lucha.
Elizabeth, aun adaptándose a su nuevo cuerpo de Oshawott, asintió. No tenían otra opción más que defenderse. El Pichu se lanzó de nuevo hacia ellos, pero esta vez, Norberto estaba listo. Usó Palmeo, golpeando al Pichu con fuerza y enviándolo rodando por el suelo. El pequeño Pokémon se levantó al toque, sacudiéndose y preparándose para contraatacar.
—¡Elizabeth, usa tus ataques! —Ordeno Norberto mientras esquivaba otro rayo.
La tipo agua se concentró, su cuerpo brillando con una suave luz mientras usaba su Concha filo para agredir a su oponente. Luego, con un movimiento rápido, lanzó su ataque, dirigiendo una tajada con su arma característica hacia el Pichu. El ataque golpeó al pequeño Pokémon, que chilló y retrocedió, pero no se dio por vencido.
—¡No me derrotarán tan fácilmente! —Gritó el Pichu, lanzando una nueva descarga eléctrica.
Norberto vio venir el ataque y, en el último momento, usó Copión para replicar el ataque eléctrico, enviando su propia descarga de vuelta al Pichu. La energía eléctrica se encontró en el aire, creando una chispa brillante que iluminó brevemente la escena.
Elizabeth aprovechó la distracción para lanzar otro ataque igual, corriendo hacia su objetivo con su arma. El Pichu, sorprendido por el feroz combate, titubeo y se tambaleó, dejándolo vulnerable. Norberto vio su oportunidad.
—Elizabeth golpéame.
—¡¿Qué enloqueciste?! —La oshawatt no entendía que era lo que planeaba.
—Solo confía en mi —Fue su respuesta, tratando de sonar convincente.
—Está bien… —Aun sin entender, pero viendo la seguridad en su compañero, lo hizo.
El tipo lucha cargando un letal Contrataque luego de recibir el ataque de esa caparaconcha afilada, golpeo al Pichu con toda su fuerza. El impacto envió al pequeño Pokémon volando, aterrizando pesadez entre las hojas de aguacate.
El Pichu intentó levantarse, pero estaba por supuesto debilitado. Miró a Norberto y Elizabeth con una mezcla de sorpresa y respeto.
—¿Quiénes son ustedes? —Preguntó, su voz más débil pero curiosa.
Norberto se acercó con cautela, extendiendo una pata en señal de tregua.
—Somos Norberto y Elizabeth. No queremos hacerte daño. Solo estamos tratando de entender qué nos está pasando y encontrar una manera de revertirlo.
El Pichu, aun jadeando por la batalla, se les quedo mirando con extrañeza.
—Lo siento... estaba protegiendo mi hogar. No sabía que estaban buscando ayuda.
Elizabeth se acercó, sonriendo queriendo ser amistosa.
—Está bien. Tal vez podamos ayudarnos mutuamente. ¿Sabes algo sobre Ho-Oh?
El Pichu se levantó con dificultad, sus ojos brillando con interés.
—He oído leyendas sobre Ho-Oh, pero no sé mucho. Quizás haya alguien en el bosque que pueda ayudar. Puedo llevarlos.
Norberto y Elizabeth apenas habían recuperado el aliento tras repeler el ataque del Pichu cuando una figura conocida apareció entre los árboles de aguacate. Era Edgar, el Totodile, con su característica sonrisa ancha y dientes afilados.
—¡Hey! ¡Hola, amigos! —Gritó Edgar, corriendo hacia ellos con entusiasmo.
Norberto frunció el ceño, confuso por la aparición repentina de Edgar. Elizabeth, aun tratando de adaptarse a su nueva forma de Oshawott, se preparó para lo peor.
—¿Te conozco? —Preguntó Norberto, manteniendo su postura defensiva.
—Vengo a hablar con ustedes sobre algo importante, pero primero... —Edgar se detuvo, mirando alrededor con curiosidad—, ¿dónde está Elías?
De pronto, del otro lado de un árbol cercano, salió Elías, el sobrino de Eric, ahora convertido en un Pichu. Se frotaba la cabeza después de la caída, pero sus ojos brillaban con energía.
—¡Aquí estoy! —Dijo Elías, acercándose a ellos con una sonrisa.
Edgar se acercó a Elizabeth, Norberto y Elías, comenzando a hablar sobre algo incomprensible para ellos. Los tres Pokémon se miraron entre sí, perplejos por la ráfaga de palabras de Edgar.
—¿Alguien entiende lo que está diciendo? —Murmuró Elizabeth, mirando a Norberto.
—No, ni idea —Respondió Norberto, sacudiendo la cabeza.
Edgar, al darse cuenta de que no lo entendían, suspiró luego de una profunda respiración. Sin previo aviso, levantó sus patas y un aura mística comenzó a rodearlo. Norberto apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que una luz cegadora los envolviera.
—¡¿Con que todavía no lo entiendes?! No te preocupes "amigo" no te puedo dar tiempo, pero si te puedo dar un aventón —Sentenció el lacayo de Palkia ante su futuro rival.
En un instante, se encontraron transportados a un lugar desconocido, con Edgar a su lado. Norberto parpadeó, intentando adaptarse a la nueva realidad que se desplegaba ante él.
Ambos, al aterrizar en medio de la plaza central de Ciudad Guzmán, se encontraron en un escenario inquietante. La plaza, que suele estar llena de vida y bullicio, estaba ahora desolada, sin un solo humano a la vista. Los puestos de los vendedores ambulantes estaban abandonados, con frutas y verduras esparcidas por el suelo y mercancías diversas dejadas a medio vender.
El cielo, de un azul brillante, tenía un tono extraño, casi ominoso, con nubes grises y rojizas que daban al ambiente una sensación de peligro inminente. Parecía como si el mundo entero estuviera teñido por una paleta de colores apagados y sombríos, reflejando la gravedad de la situación.
La fuente central de la plaza, que solía ser un punto de encuentro popular, seguía fluyendo, pero el agua parecía turbia, reflejando el cielo teñido. Las bancas alrededor de la fuente estaban vacías, y los árboles que daban sombra a la plaza se mecían con suavidad con un viento que parecía traer consigo la promesa de caos.
Norberto observó a su alrededor, notando la falta total de actividad humana. Las calles que desembocaban en la plaza estaban vacías, y las ventanas de las tiendas y edificios cercanos parecían mirarlo con ojos vacíos. Era como si la ciudad entera hubiera sido abandonada en un instante, dejando solo un eco de lo que alguna vez fue.
—Esto es muy extraño —Murmuró Norberto, mirando a Edgar—. ¿Dónde están todos?
Edgar, el Totodile, también parecía desconcertado. —No tengo idea, pero debemos mantenernos alertas. Algo raro está pasando aquí.
Mientras caminaban cautelosamente por la plaza, Norberto notó que no solo estaban solos, sino que el ambiente parecía cargado de una energía extraña, casi palpable. El rugido del Nevado de Colima en la distancia solo añadía una capa más de tensión a la ya inquietante atmósfera.
—Tenemos que encontrar una manera de entender qué está pasando —Dijo Norberto, decidido—. Y debemos estar preparados para cualquier cosa.
Con esa resolución, ambos Pokémon continuaron su camino, conscientes de que estaban en un mundo cambiado, lleno de misterios y peligros que aún no comprendían.
Norberto y Edgar caminaban tenemosos por la plaza central desierta de Ciudad Guzmán, con el aire tenso y el paisaje desolado a su alrededor. El silencio solo era roto por sus pasos sobre el pavimento y el ocasional rugido distante del Nevado de Colima. Norberto no podía dejar de sentir una creciente sensación de inquietud.
—Esto es demasiado extraño —Dijo el Riolu, mirando a su alrededor con desconfianza—. Algo muy grave está pasando aquí. —Mirandolo con preocupación, su aura marcaba una clara bandera roja— ¿Cómo es que me hizo aparecer aquí de la nada, no entiendo —Se decía para sí mismo una y otra vez?
Edgar se detuvo, girándose hacia Norberto con una expresión seria. —Es hora de que te diga la verdad, Norberto.
Norberto lo miró con curiosidad y un poco de preocupación. —¿Qué quieres decir, Edgar?
—No soy solo un Totodile común —Comenzó Edgar, su voz tomando un tono más grave—. Soy el lacayo de Palkia, el controlador del espacio. Palkia me ha dado la habilidad de manipular el espacio a mi voluntad.
Norberto parpadeó, intentando procesar la revelación. —¿Qué estás diciendo? ¿Palkia? ¿El legendario Pokémon del espacio?
Edgar asintió, sus ojos brillando con determinación. —Así es. Y hay algo más que necesitas saber. Estamos predestinados a luchar, Norberto. Este mundo, este cambio que estamos viendo, todo esto es parte del gran plan de Palkia. Solo uno de nosotros puede quedar en pie al final.
Norberto sintió un escalofrío recorrer su columna. —¿Luchar hasta que uno de nosotros caiga? Eso no tiene sentido, Edgar. No necesitamos pelear. Podemos encontrar otra manera de resolver esto.
—No entiendes, Norberto —Respondió Edgar, su voz firme—. Este es nuestro destino. Palkia me ha enviado aquí con una misión, y esa misión es enfrentarme a ti. No podemos escapar de esto.
Norberto dio un paso atrás, sacudiendo la cabeza. —No puedo aceptar eso. No puedo luchar contra ti sin una razón real. Debemos encontrar una manera de detener esto sin recurrir a la violencia.
Edgar suspiró, mirando a Norberto con una mezcla de tristeza y determinación. —Lo lamento, Norberto, pero no tenemos opción. El destino nos ha puesto en este camino, y debemos seguirlo hasta el final.
Norberto sintió la presión de la situación aplastándolo, pero también una chispa de resolución en su interior. —Si es así, entonces lucharé, pero no porque lo desee, sino porque debo proteger a quienes amo y a este mundo. Pero te prometo que encontraré una manera de detener esto, de alguna manera.
Edgar rodo los ojos, los cuales brillaban con una mezcla de respeto y resignación. —Entonces, que comience nuestra batalla. Que gane el más fuerte.
Con esas palabras, ambos Pokémon se prepararon para lo que estaba por venir, conscientes de que su enfrentamiento no solo definiría su destino, sino también el destino de todo lo que conocían.
Enseguida comenzó la primera pelea entre estos dos: Totodile, Edgar contra Riolu, Norberto.
Esta historia continuará…
Nota final: Espero que les haya gustado, y nos leemos otro día.
