Capítulo 9: Cáliz de Fuego


–¡Gracias a Dios, gracias a Dios!

La señora Weasley, que evidentemente los había estado aguardando en el jardín delantero, corrió hacia ellos, todavía calzada con las zapatillas que se ponía para salir de la cama, la cara pálida y tensa y un ejemplar estrujado de El Profeta en la mano.

–¡Arthur, estaba tan preocupada!

Le echó a su marido los brazos al cuello, y El Profeta se le cayó de la mano.

Al mirarlo en el suelo, Harry distinguió el titular «Escenas de terror en los Mundiales de quidditch», acompañado de una centelleante fotografía en blanco y negro que mostraba la Marca Tenebrosa sobre las copas de los árboles.

–Están todos bien —murmuraba la señora Weasley como ida, soltando al señor Weasley y mirándolos con los ojos enrojecidos–. Están vivos, niños…

Y, para sorpresa de todo el mundo, tomó a Fred y George y los abrazó con tanta fuerza que sus cabezas chocaron.

–¡Ay!, mamá… nos estás ahogando…

–¡Pensar que los regañé antes de que se fueran! –dijo la señora Weasley, comenzando a sollozar–. ¡No he pensado en otra cosa! Que si los atrapaba Ya-saben-quien, lo último que yo les había dicho era que no había sacado buenas calificaciones. Ay, Fred… George…

–Vamos, Molly, ya ves que estamos todos bien –le dijo el señor Weasley en tono tranquilizador, arrancándola de los gemelos y llevándola hacia la casa–. Bill – añadió en voz baja—, recoge el periódico. Quiero ver lo que dice.

Una vez que hubieron entrado todos, algo apretados, en la pequeña cocina y que Hermione hubo preparado una taza de té muy fuerte para la señora Weasley, en el que su marido insistió en echar unas gotas de «whisky envejecido de Ogden», Bill le entregó el periódico a su padre.

Éste echó un vistazo a la primera página mientras Percy atisbaba por encima de su hombro.

–Me lo imaginaba —dijo resoplando el señor Weasley—. «Errores garrafales del Ministerio… los culpables en libertad… falta de seguridad… magos tenebrosos yendo por ahí libremente… desgracia nacional…» ¿Quién ha escrito esto? Ah, claro… Rita Skeeter.

–¡Esa mujer está contra el Ministerio de Magia! –exclamó Percy furioso–. La semana pasada dijo que perdíamos el tiempo con nimiedades referentes al grosor de los calderos en vez de acabar con los vampiros. Como si no estuviera expresamente establecido en el parágrafo duodécimo de las Orientaciones para el trato de los seres no mágicos parcialmente humanos…

–Haznos un favor, Percy –le pidió Bill, bostezando–, cállate.

–Me mencionan –dijo el señor Weasley, abriendo los ojos tras las gafas al llegar al final del artículo de El Profeta.

–¿Dónde? —balbuceó la señora Weasley, atragantándose con el té con whisky –. ¡Si lo hubiera visto, habría sabido que estabas vivo!

–No dicen mi nombre –aclaró el señor Weasley–. Escucha: «Si los magos y brujas aterrorizados que aguardaban ansiosamente noticias del bosque esperaban algún aliento proveniente del Ministerio de Magia, quedaron tristemente decepcionados. Un oficial del Ministerio salió del bosque poco tiempo después de la aparición de la Marca Tenebrosa diciendo que nadie había resultado herido, pero negándose a dar más información. Está por ver si su declaración bastará para sofocar los rumores que hablan de varios cadáveres retirados del bosque una hora más tarde.» Vaya, francamente… –dijo el señor Weasley exasperado, pasándole el periódico a Percy–. No hubo ningún herido, ¿qué se supone que tendría que haber dicho? «Rumores que hablan de varios cadáveres retirados del bosque…» Desde luego, habrá rumores después de publicado esto.

Exhaló un profundo suspiro. –Molly, voy a tener que ir a la oficina. Habrá que hacer algo.

–Iré contigo, papá –anunció gravemente Percy–. El señor Crouch necesitará todas las manos disponibles. Y podré entregarle en persona mi informe sobre los calderos.

Salió aprisa de la cocina.

La señora Weasley parecía disgustada. –¡Arthur, te recuerdo que estás de vacaciones! Esto no tiene nada que ver con la oficina. ¿No se las pueden apañar sin ti?

–Tengo que ir, Molly –insistió el señor Weasley–. Por culpa mía están peor las cosas. Me pongo la túnica y me voy…

Harry, aun de la mano de Ginny les preguntó a Hermione y Ron si lo podían acompañar. Pronto los 4 estuvieron en el cuarto de Ron.

–¿Qué pasa, Harry? –preguntó Ron en cuanto cerraron tras ellos la puerta de la habitación de la buhardilla.

–Hay algo que no les he dicho –explicó Harry, mientras le daba a Ginny un apretón en la mano en señal de disculpa–: cuando desperté el sábado por la mañana, la cicatriz me volvía a doler.

La reacción de Ron y Hermione fue muy parecida a como se la había imaginado en su habitación de Privet Drive, así como la de Ginny quien no cambió ninguna expresión en su rostro. Hermione ahogó un grito y comenzó de inmediato a proponer cosas, mencionando varios libros de consulta y a todo el mundo al que se podía recurrir, desde Albus Dumbledore a la señora Pomfrey, la enfermera de Hogwarts. Ron se había quedado atónito.

–Pero… él no estaba allí… ¿o sí? ¿Estaba por allí Quien-tú-sabes? Quiero decir… la anterior vez que te dolió la cicatriz era porque él estaba en Hogwarts, ¿no?

–Estoy seguro de que esta vez no estaba en Privet Drive –dijo Harry–. Pero yo había estado soñando con él… con él y Peter… ya saben, Colagusano. Ahora no puedo recordar todo el sueño, pero sí me acuerdo de que hablaban de matar… a alguien.

Había vacilado un momento antes de decir «me», pero no quiso ver a Hermione aún más asustada de lo que ya estaba.

–Sólo fue un sueño –afirmó Ron para darle ánimos–. Una pesadilla nada más.

–Sí… pero ¿seguro que no fue nada más? —replicó Harry, mirando por la ventana al cielo, que iba poniéndose más brillante–. Es extraño, ¿no? Me duele la cicatriz, y tres días después los mortífagos se ponen en marcha y el símbolo de Voldemort aparece en el cielo.

–¡No…pronuncies… ese… nombre! –dijo Ron entre sus dientes apretados.

–¿Y recuerdan lo que dijo la profesora Trelawney al final de este curso? –siguió Harry, sin hacer caso a Ron.

Del rostro de Hermione desapareció la expresión de terror, y lanzó un resoplido de burla.

–Harry, ¡no irás a prestar atención a lo que dijo aquel viejo fraude!

–Ella no es un fraude. – Harry se sorprendió al escuchar cómo Ginny defendía a la profesora, sabía que no era su mayor admiradora, pero también sabía la gran animadversión que sentía por Hermione.

–Oh, bueno, no es la persona más confiable, perdón si te ofendí. – Parecía que Hermione estaba tragando la poción multijugos cuando habló.

–Tú no estabas allí – le contestó Harry–. No la oíste. Aquella vez fue diferente. Ya te lo conté, entró en trance. En un trance de verdad. Y dijo que el Señor Tenebroso se alzaría de nuevo… más grande y más terrible que nunca… y que lo lograría porque su vasallo iba a regresar con él. Y aquella misma noche escapó Colagusano.

Se hizo un silencio durante el cual Ron hurgaba, sin darse cuenta, en un agujero que había en la colcha de los Chudley Cannons.

–Le escribí a Sirius contándole lo de mi cicatriz – dijo Harry, encogiéndose de hombros–. Espero su respuesta.

Ante esta conversación, Ginny se levantó y avanzó hacia la puerta, ella seguía planeando darle su privacidad en sus planes.

–¿Tú lo sabías Ginny? – Dijo Hermione antes de pudiera salir, acababa de entender que Ginny realmente sabía lo que pasaría. –No puedo creer que permitieras que Harry fuera culpado por lo de la marca, ¡Todos estuvimos en peligro!

–Además seguramente sabe qué le está pasando a Harry. – Dijo Ron en un aparente ataque de brillantez. –Conozco esa expresión suya, mientras más seria está su cara más sabe las cosas

–No es incumbencia de ninguno de los dos los acuerdos que tengo con mi novio. –Dijo Ginny arqueando una ceja y fulminando con la mirada a Hermione, quién le devolvió una mirada que Harry no entendió. –Sin embargo, ya que Harry no les dirá y lo estarán molestando les explicaré. Harry y yo acordamos hace un año que yo no intervendría en nada de lo que le pasara y evitaría averiguar conscientemente cualquier cosa sobre su futuro. La única situación en la que intervendría sería si pusiera en riesgo la vida de él.

Posteriormente salió de la habitación.

–¡Seguro que Sirius sabe qué hay que hacer! – Dijo Ron ignorando el silencio incómodo de la habitación.

–Esperaba que respondiera enseguida –dijo Harry.

–Pero no sabemos dónde está Sirius… Podría estar en África o ve a saber dónde, ¿no? —opinó fríamente Hermione–. Hedwig no va a hacer un viaje así en pocos días.

–Sí, ya lo sé —admitió Harry –Además Hermione, por favor no le vuelvas a mencionar a Ginny nada sobre la adivinación y lo que piensas de ella.

–Ginny realmente es una adivina Hermione, ninguno de nosotros ha cuestionado nunca sus habilidades, y si ella dice que Trelawney tiene esa habilidad, le debes creer.

Hermione abandonó la habitación, murmurando algo que sonó más o menos como a: «¡Hombres!»

o-o-o-o

Molly veía pasar los días con rapidez mientras terminaba el verano y sus niños comenzaban a entusiasmarse por el regreso a Hogwarts, y ella estaba ocupada preparando todo lo que necesitaría, incluyendo la túnica de gala. A Harry le pudo comprar con dinero de su bóveda una túnica de baile elegante y moderna que le sentaría espectacularmente, sin embargo, para su pequeño Ron, sólo pudo apartar una pequeña cantidad para comprar una anticuada túnica de segunda mano.

Para Ginny, desempolvó de su baúl una preciosa túnica que ella misma había utilizado en sus tiempos mozos. Le quedaría perfecto a Ginny, ya que a su edad eran de complexión parecida. Era de un primoroso color azul grisáceo que le sentaría precioso a su cabello largo, además era de que era un material fino, seda, Molly no utilizaba nada tan costoso desde su primer embarazo, cuando su peso le impidió volver a vestir esa ropa cara almacenada en su baúl de recuerdo.

Era necesario darle esa ropa a su hija, y comenzaría con la túnica, después de todo, era seguro que ella iría como acompañante de Harry

Por su puesto que Ron no fue el más feliz con su túnica, ya que en cuanto la vio, lanzó un resoplido de disgusto.

–¿Qué se supone que es esto?

Había agarrado algo que a Harry le pareció un largo vestido de terciopelo rojo oscuro. Alrededor del cuello tenía un volante de puntilla de aspecto enmohecido, y puños de puntilla a juego.

La señora Weasley estaba entrando a la sala con unas cuantas túnicas de Hogwarts recién lavadas y planchadas.

–Aquí tienes –dijo, apilando la ropa enfrente de Ron–. Ahora querido acomoda bien tu ropa en el baúl, Harry hijo, Ginny ya se llevó la tuya.

–Mamá, me has puesto un vestido nuevo de Ginny –dijo Ron, enseñándoselo.

–Por supuesto que no te he puesto ningún vestido de Ginny –negó la señora Weasley–. En su lista de la escuela dice que en este curso necesitarán túnicas de gala... túnicas para las ocasiones solemnes.

–Tienes que estar bromeando –dijo Ron, sin dar crédito a lo que oía–. No voy a ponerme eso, de ninguna manera.

–¡Todo el mundo las lleva, Ron! –replicó enfadada la señora Weasley–. ¡Van todos así! ¡Tu padre también tiene una para las reuniones importantes!

–Antes voy desnudo que ponerme esto –declaró Ron, testarudo.

–No seas tonto –repuso la señora Weasley mientras se asomaba a las escaleras–. Tienes que tener una túnica de gala: ¡lo pone en la lista! Le compré otra a Harry...

–¡Ginny! Querida, ven un momento por favor, trae la túnica de gala de Harry.– Exclamó en voz alta hacia la habitación.

Ginny salió un momento después con un paquete entre sus brazos. Avanzó hacia Harry y se lo entregó.

–Enséñasela, hijo...

Con cierta inquietud, Harry abrió el paquete que su novia le había entregado. Pero no era tan terrible como se había temido, al menos su túnica de gala no tenía puntillas; de hecho, era más o menos igual que las de diario del colegio, salvo que era verde botella en vez de negro.

–Pensé que haría juego con tus ojos, cielo –le dijo la señora Weasley cariñosamente.

–¡Bueno, ésa está bien! –exclamó Ron, molesto, observando la túnica de Harry–. ¿Por qué no me podías traer a mí una como ésa?

–Porque... bueno, la tuya la tuve que comprar de segunda mano, ¡y no había mucho donde escoger! –explicó la señora Weasley, sonrojándose.

Harry apartó la vista. De buena gana les hubiera dado a los Weasley la mitad de lo que tenía en su cámara acorazada de Gringotts, pero sabía que jamás lo aceptarían.

–No pienso ponérmela nunca –repitió Ron testarudamente– Nunca.

–Bien –contestó su madre con brusquedad– Ve desnudo. Y, Harry, por favor, hazle una foto. No me vendrá mal reírme un rato.

Salió de la habitación con furia. Oyeron detrás de ellos un curioso resoplido. Pigwidgeon se acababa de atragantar con una chuchería lechucil demasiado grande.

–¿Por qué ninguna de mis cosas vale para nada? –dijo Ron furioso, cruzando la habitación para quitársela del pico.

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Cuando Harry despertó a la mañana siguiente, había en el ambiente una definida tristeza de fin de vacaciones. La copiosa lluvia seguía salpicando contra la ventana mientras él se ponía los vaqueros y una sudadera. Se vestirían con las túnicas del colegio cuando estuvieran en el expreso de Hogwarts. Ginny ya no estaba a su lado, debía estar cambiándose en el baño.

Acababan de llegar al primer piso, cuando la señora Weasley apareció al pie de la escalera, con expresión preocupada.

–¡Arthur! –llamó mirando hacia arriba–. ¡Arthur! ¡Mensaje urgente del Ministerio!

Harry se echó contra la pared cuando el señor Weasley pasó metiendo mucho ruido, con la túnica puesta del revés, y desapareció de la vista a toda prisa. Cuando Harry y los demás entraron en la cocina, vieron a la señora Weasley buscando nerviosa por los cajones del aparador («¡Tengo una pluma en algún sitio!», murmuraba) y al señor Weasley inclinado sobre el fuego, hablando con Amos Diggory por la chimenea.

—...Los vecinos muggles oyeron explosiones y gritos, y por eso llamaron a esos... ¿cómo los llaman...?, «pocresías». Arthur, tienes que ir para allá...

Cuando la señora Weasley regresó comenzó a arrear a todos, y mientras desayunaban Harry se enteró de todo sobre Ojoloco Moody. El señor Weasley tuvo que partir y sólo quedó la señora Weasley para llevarlos junto a los hermanos mayores

El viaje resultó muy incómodo porque iban apretujados en la parte de atrás de un taxi con los baúles, a pesar de haberse dividido en dos, yendo Harry, Ron y Hermione con la señora Weasley y Ginny en otro taxi con sus hermanos. Fue un alivio llegar a King's Cross, el expreso de Hogwarts, una reluciente máquina de vapor de color escarlata, ya estaba allí, y de él salían nubes de vapor que convertían en oscuros fantasmas a los numerosos alumnos de Hogwarts y sus padres, reunidos en el andén.

Harry, Ron y Hermione entraron a coger sitio, y no tardaron en colocar su equipaje en un compartimiento de uno de los vagones centrales del tren. Luego bajaron de un salto otra vez al andén para despedirse de la señora Weasley, de Bill y de Charlie.

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El viaje de Ginny fue agradable, el dia anterior se había despedido de Percy, a quien afortunadamente seguiría viendo cuando comenzara el Torneo. Ahora iba en compañía de sus hermanos mayores, iba entre Charlie y Bill, aún se sentía demasiado incómoda junto a su hermano mayor, así que se inclinaba hacía Charlie yendo prácticamente debajo de su brazo.

–Nena no me había dicho que salías con alguien.– Dijo Charlie de pronto, con un tono quejumbroso que hizo reír a Ginny.

–Apenas llevamos un año, hermano, pensé que te lo habían dicho Fred y George, sé que acostumbran enviarte informes sobre mí. – Le contestó mientras les lanzaba una mirada de reojo a los gemelos.

–Le dijimos, pero no nos creyó, queríamos que fuera a defender tu honor en cuanto supimos que dormías en la habitación de chicos. – Le contestó George mirando a Charlie con ojos entrecerrados.

–¿y por qué no defendieron mi honor ustedes? – Preguntó Ginny riéndose.

–Es que Harry nos cae bien, y es nuestro buscador, no lo podríamos golpear. – Contestó Fred y todos comenzaron a reír.

–A mí no me parece que estés saliendo con alguien Ginny, eres demasiado joven. – Interrumpió Bill, con una seriedad impropia de él, mientras acariciaba la cabeza de su hermana con cariño.

–Bueno es una fortuna entonces que no sea asunto tuyo, sabes mejor que nadie que no podría pasar nada entre nosotros ¿no? – Dijo Ginny de manera fría mientras se quitaba la mano de su hermano encima como si fuera una cucaracha. Bill tuvo una expresión herida en su cara y la miró con tristeza, el ambiente del taxi, que había sido cálido y animado se tornó frío e incómodo.

Ningún hermano se atrevió a romper el hielo, ya que todos sabían del ritual. Una vez llegados a los quince años, edad legal para que un hombre en el mundo mágico se casara, era costumbre que las familias sangre pura transmitieran los conocimientos sobre el ritual. Así que todos en ese vehículo sabían lo que le habían hecho a Ginny y también quién lo había hecho.

Pronto llegaron a la estación y avanzaron hacía la salida del tren. Cuando llegaron al tren, se pararon junto a su madre y comenzaron a despedirse.

Ginny se obligó a despedirse con una sonrisa de su madre, mientras se dejaba abrazar y besar, madre lloraba cuando la dejó ir. Después empezó a estrujar a los gemelos. Bill se acercó a su hermana y la abrazó con fuerza besando su cabeza, a pesar de que ella se había puesto rígida, y no la soltó hasta que ella le devolvió el abrazo. Ron se unió al grupo acompañado de Harry y Hermione.

–Quizá nos veamos antes de lo que piensas –le dijo Charlie a Ginny, sonriendo, al abrazarla.

–¿Por qué? –le preguntó Fred muy interesado, mientras se desembarazaba de su madre.

–Lo verás hoy en la noche —respondió Ginny mientras le devolvía el abrazo a su hermano y le daba un beso en la mejilla.

–Así que ya lo sabes ¿no? nena– Respondió Charlie con un resoplido mientras él le daba un beso en la frente. –Pero no le digas a Percy que he dicho nada, porque, al fin y al cabo, es «información reservada, hasta que el ministro juzgue conveniente levantar el secreto».

–Sí, ya me gustaría volver a Hogwarts este año –dijo Bill con las manos en los bolsillos, mirando el tren con nostalgia.

–¿Por qué? –quiso saber George, intrigado.

–Porque tendrán un año escolar muy interesante –explicó Bill, parpadeando–. Quizá podría hacer algo de tiempo para ir y echar un vistazo a...

–¿A qué?

Pero en aquel momento sonó el silbato, y su madre los empujó hacia las puertas de los vagones. Harry de inmediato tomó el baúl que sostenía Charlie y lo subió al tren.

—Gracias por la estancia, señora Weasley —dijo Hermione después de que subieron al tren, cerraron la puerta y se asomaron por la ventanilla para hablar con ella.

–Sí, gracias por todo, señora Weasley –dijo Harry.

–El placer ha sido mío –respondió ella–. Los invitaría también a pasar la Navidad, pero... bueno, creo que preferirán quedarse en Hogwarts, porque con una cosa y otra...

–¡Mamá! –exclamó Ron enfadado–. ¿Qué es lo que todos ustedes saben y nosotros no?

–Esta noche se enterarán, espero –contestó la señora Weasley con una sonrisa mientras miraba a su hija para confirmar sus palabras, ante lo que ella sintió–. Va a ser muy emocionante... Desde luego, estoy muy contenta de que hayan cambiado las normas...

–¿Qué normas? –preguntaron Harry, Ron, Fred y George al mismo tiempo.

–Seguro que el profesor Dumbledore les explicará... Ahora, pórtense bien, ¿eh? ¿Eh, Fred? ¿Eh, George?

El tren silbó muy fuerte y comenzó a moverse.

–¡Ginny nos dirá lo que va a ocurrir en Hogwarts! –gritó Fred desde la ventanilla cuando ya las figuras de la señora Weasley, de Bill y de Charlie empezaban a alejarse –. ¿Qué normas van a cambiar?

Pero la señora Weasley tan sólo sonreía y les decía adiós con la mano. Antes de que el tren hubiera doblado la curva, ella, Bill y Charlie habían desaparecido.

Intentaron convencerla para que hablara, pero ella se negó a pesar de sus ruegos y amenazas. Harry cargó con su baúl y lo llevó al vagón que ella le dijo, se sentaría en el viaje junto a Luna y Colin.

Harry, Ron y Hermione se sentaron un rato con ella y Luna, mientras esperaban a Colin.

–¿Cómo estuvieron los mortifagos Ginny? ¿Son tan estúpidos como dijiste que serían? – Le preguntó Luna con ojos somnolientos –Quería verlos contigo, pero mi padre no pudo conseguir boletos, dijo que no quería sacrificar el viaje que tenemos planeado.

–¿Sabías que nos atacarían? – Hermione se exaltó ante esto, incapaz de reprimirse ante esta información que cada vez ponía bajo peor luz a la hermana de Ron, había llegado a reconciliarse con la idea de que la adivinación en verdad existía, pero algo que no podía aceptar era la completa indiferencia que mostraba esa mujer frente a todos los problemas que enfrentaban. No podía aceptar que alguien tan bueno como Harry estuviera con alguien tan malévola. –¡Y NO LE DIJISTE A NADIE! Cómo es posible que exista alguien como…

–Hermione basta, – La chica se detuvo ante el tono tan enojado de Harry, él nunca le había hablado así, incluso le dieron ganas de llorar. –No voy a permitir que le hables así, ni tú ni nadie, ya habíamos hablado esto, ella no tiene porqué informarte nada, si tuviera que decir todo lo que pasará nunca pararía de hablar.

Harry estaba un poco molesto porque no le hubiera dicho nada, pero su comportamiento durante todo el mundial concordaba, estuvo llena de miedo e inquietud, aun así, no había resultado dañado y ella respetó el acuerdo que habían hecho.

–Ginny no puede intervenir en hechos tan importantes, sería un desastre si sólo se lanzara a evitar eventos. –Dijo Colin en la puerta del vagón, entró y cerró, estaba acompañado de un niño muy parecido a él –Hay eventos canónicos que no se pueden modificar, hacerlo sería un desastre para el desarrollo de todo.

–Eso es una tontería Colin, has leído demasiadas historietas. –Contestó Hermione con condescendencia.

–Tú no sabes todo lo que ha visto Ginny y cómo hemos debatido qué es evento es canon y cuál no, qué se puede modificar, y que nunca de modificarse. –Dijo Colin sin amedrentarse, no era la primera vez que alguien se burlaba de su gusto por las historietas y las historias de superhéroes. Al contrario, con Ginny y Luna era la primera vez que alguien lo escuchaba con interés y tomaba sus opiniones con seriedad, y ellas, después de escucharlo, le habían designado la tarea de decidir qué podían decir y qué no. Algo que lo enorgullecía, y él nunca permitiría que criticaran a sus amigas en su presencia. –Hay hecho que nos hacen ser quienes somos y determinan nuestra vida, hay eventos que no tenemos derecho a modificar.

—¡Shh! —susurró de pronto Hermione, poniéndose un dedo en los labios y señalando el compartimiento de al lado. Los siete aguzaron el oído y, a través de la puerta entreabierta, oyeron una voz familiar que arrastraba las palabras.

—...Mi padre pensó en enviarme a Durmstrang antes que a Hogwarts. Conoce al director. Bueno, ya saben lo que piensa de Dumbledore: a ése le gustan demasiado los sangre sucia... En cambio, en el Instituto Durmstrang no admiten a ese tipo de chusma. Pero a mi madre no le gustaba la idea de que yo fuera al colegio tan lejos. Mi padre dice que en Durmstrang tienen una actitud mucho más sensata que en Hogwarts con respecto a las Artes Oscuras. Los alumnos de Durmstrang las aprenden de verdad: no tienen únicamente esa porquería de defensa contra ellas que tenemos nosotros...

Hermione se levantó, fue de puntillas hasta la puerta del compartimiento y la cerró para no dejar pasar la voz de Malfoy.

–Así que piensa que Durmstrang le hubiera venido mejor, ¿no? –dijo irritada–. Me gustaría que lo hubieran llevado allí. De esa forma no tendríamos que aguantarlo.

–¿Durmstrang es otra escuela de magia? –preguntó Colin con curiosidad.

–Sí –dijo Hermione desdeñosamente–, y tiene una reputación horrible. Según el libro Evaluación de la educación mágica en Europa, da muchísima importancia a las Artes Oscuras.

–Creo que he oído algo sobre ella –comentó Ron pensativamente–. ¿Dónde está? ¿En qué país?

–Bueno, nadie lo sabe –repuso Hermione, levantando las cejas.

–Eh... ¿por qué no? –se extrañó Harry.

–Hay una rivalidad tradicional entre todas las escuelas de magia, mi amor. A las de Durmstrang y Beauxbatons les gusta ocultar su paradero para que nadie les pueda robar los secretos –explicó Ginny con naturalidad. –Igual que la ubicación de Hogwarts está escondida, las otras escuelas de magia ocultan la propia

Después de eso, los ánimos se calmaron y el trío regresó a su vagón. Dejando a Ginny con sus propios amigos, conociendo también al hermanito de Colin, Dennis.

o-o-o-o

Harry se sentó en el comedor en su lugar usual, con Ginny junto a él, y Ron y Hermione enfrente de ellos, Ginny le sonreía y reía con las ideas de Harry sobre el gran evento que pasaría. En un momento dado, Hermione comenzó a alborotarse al enterar de existencia de elfos domésticos en Hogwarts, al parecer su contacto con la elfina Winky la había afectado mucho.

Finalmente, la cena terminó y Dumbledore se levantó para dirigirles unas palabras.

–Como cada año, quiero recordarles que el bosque que está dentro de los terrenos del castillo es una zona prohibida a los estudiantes. Otro tanto ocurre con el pueblo de Hogsmeade para todos los alumnos de primero y de segundo. Es también mi doloroso deber informar de que la Copa de quidditch no se celebrará este curso.

–¿Qué? –dijo Harry sin aliento. Miró a Fred y George, sus compañeros del equipo de quidditch. Le decían algo a Dumbledore moviendo sólo los labios, sin pronunciar ningún sonido, porque debían de estar demasiado consternados para poder hablar.

Dumbledore continuó: –Esto se debe a un acontecimiento que dará comienzo en octubre y continuará a lo largo de todo el curso, acaparando una gran parte del tiempo y la energía de los profesores... pero estoy seguro de que lo disfrutarán enormemente. Tengo el gran placer de anunciar que este año en Hogwarts...

Pero en aquel momento se escuchó un trueno ensordecedor, y las puertas del Gran Comedor se abrieron de golpe. Irrumpió en el comedor un hombre tétrico con el rostro desfigurado por cicatrices y un ojo falso bastante terrorífico. Todos lo siguieron con la mirada y lo vieron dirigirse hacia Dumbledore, quien lo saludó y lo invitó a sentarse en una silla vacía que había junto a el.

–Les presento a nuestro nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras– dijo animadamente Dumbledore, ante el silencio de la sala–: el profesor Moody.

Lo normal era que los nuevos profesores fueran recibidos con saludos y aplausos, pero nadie aplaudió aquella vez, ni entre los profesores ni entre los alumnos, a excepción de Hagrid y Dumbledore. El sonido de las palmadas de ambos resonó tan tristemente en medio del silencio que enseguida dejaron de aplaudir. Todos los demás parecían demasiado impresionados por la extraña apariencia de Moody para hacer algo más que mirarlo.

–¿Moody? –le susurró Harry a Ron–. ¿Ojoloco Moody? ¿Al que tu padre ha ido a ayudar esta mañana?

–Debe de ser él –dijo Ron, con voz asustada.

–¿Qué le ha ocurrido? –preguntó Hermione en voz muy baja–. ¿Qué le pasó en la cara?

–No lo sé –contestó Ron, observando a Moody con fascinación.

–Son heridas de sus batallas contra los mortígados. – Dijo Ginny en voz baja, ella misma bastante impresionada por la apariencia del hombre.

Dumbledore volvió a aclararse la garganta. –Como iba diciendo –siguió, sonriendo a la multitud de estudiantes que tenía delante, todos los cuales seguían con la mirada fija en Ojoloco Moody–, tenemos el honor de ser la sede de un emocionante evento que tendrá lugar durante los próximos meses, un evento que no se celebraba desde hacía más de un siglo. Es un gran placer para mí informaros de que este curso tendrá lugar en Hogwarts el Torneo de los tres magos.

–¡Se está burlando de nosotros! —dijo Fred en voz alta. Repentinamente se quebró la tensión que se había apoderado del Gran Comedor desde la entrada de Moody. Casi todo el mundo se rió, y Dumbledore también, como apreciando la intervención de Fred.

–No me estoy burlando de nadie, señor Weasley –repuso–, aunque, hablando de humor, este verano me han contado un chiste buenísimo sobre un trol, una bruja y un leprechaun que entran en un bar...

La profesora McGonagall se aclaró ruidosamente la garganta.

–Eh... bueno, quizá no sea éste el momento más apropiado... No, es verdad –dijo Dumbledore–. ¿Dónde estaba? ¡Ah, sí, el Torneo de los tres magos! Bien, algunos de ustedes seguramente no saben qué es el Torneo de los tres magos, así que espero que los que lo saben me perdonen por dar una breve explicación mientras piensan en otra cosa.

"EI Torneo de los tres magos tuvo su origen hace unos setecientos años, y fue creado como una competición amistosa entre las tres escuelas de magia más importantes de Europa: Hogwarts, Beauxbatons y Durmstrang. Para representar a cada una de estas escuelas se elegía un campeón, y los tres campeones participaban en tres pruebas mágicas. Las escuelas se turnaban para ser la sede del Torneo, que tenía lugar cada cinco años, y se consideraba un medio excelente de establecer lazos entre jóvenes magos y brujas de diferentes nacionalidades... hasta que el número de muertes creció tanto que decidieron interrumpir la celebración del Torneo.

–¿El número de muertes? –susurró Hermione, algo asustada. Pero la mayoría de los alumnos que había en el Gran Comedor no parecían compartir aquel miedo: muchos de ellos cuchicheaban emocionados, y el mismo Harry estaba más interesado en seguir oyendo detalles sobre el Torneo que en preocuparse por unas muertes que habían ocurrido hacía más de cien años.

–En todo este tiempo ha habido varios intentos de volver a celebrar el Torneo –prosiguió Dumbledore–, ninguno de los cuales tuvo mucho éxito. Sin embargo, nuestros departamentos de Cooperación Mágica Internacional y de Deportes y Juegos Mágicos han decidido que éste es un buen momento para volver a intentarlo. Hemos trabajado a fondo este verano para asegurarnos de que esta vez ningún campeón se encuentre en peligro mortal.

"En octubre llegarán los directores de Beauxbatons y de Durmstrang con su lista de candidatos, y la selección de los tres campeones tendrá lugar en Halloween. Un juez imparcial decidirá qué estudiantes reúnen más méritos para competir por la Copa de los tres magos, la gloria de su colegio y el premio en metálico de mil galeones.

–¡Yo voy a intentarlo! –dijo entre dientes Fred Weasley, con la cara iluminada de entusiasmo ante la perspectiva de semejante gloria y riqueza.

No debía de ser el único que se estaba imaginando a sí mismo como campeón de Hogwarts. En cada una de las mesas, Harry veía a estudiantes que miraban a Dumbledore con expresión de arrebato, o que cuchicheaban con los vecinos completamente emocionados.

Pero Dumbledore volvió a hablar, y en el Gran Comedor se hizo otra vez el silencio. –Aunque me imagino que todos desean ganar la Copa del Torneo de los tres magos –dijo–, los directores de los tres colegios participantes, de común acuerdo con el Ministerio de Magia, hemos decidido establecer una restricción de edad para los contendientes de este año. Sólo los estudiantes que tengan la edad requerida (es decir, diecisiete años o más) podrán proponerse a consideración. Ésta – Dumbledore levantó ligeramente la voz debido a que algunos hacían ruidos de protesta en respuesta a sus últimas palabras, especialmente los gemelos Weasley, que parecían de repente furiosos– es una medida que estimamos necesaria dado que las tareas del Torneo serán difíciles y peligrosas, por muchas precauciones que tomemos, y resulta muy improbable que los alumnos de cursos inferiores a sexto y séptimo sean capaces de enfrentarse a ellas.

–Me aseguraré personalmente de que ningún estudiante menor de esa edad engañe a nuestro juez imparcial para convertirse en campeón de Hogwarts. –Sus ojos de color azul claro brillaron especialmente cuando los guiñó hacia los rostros de Fred y George, que mostraban una expresión de desafío–. Así pues, les pido que no pierdan el tiempo.

Todos se estaban retirando a sus casas, caminando mientras platicaban.

–No me van a impedir que entre –aseguró Fred con testarudez, mirando a la mesa de profesores con el entrecejo fruncido–. Los campeones tendrán que hacer un montón de cosas que en condiciones normales nunca nos permitirían. ¡Y hay mil galeones de premio!

–Sí –asintió Ron, con expresión soñadora–. Sí, mil galeones...

–Ninguno de ustedes entrará hermanos, y les aconsejo que no lo intenten, sólo se lastimarán y harán el ridículo. – Les dijo Ginny sonriendo, despidiéndose de Luna a lo lejos con una seña y después tomando la mano de Harry, quien le sonrió. Todos comenzaron a protestar y reclamarle el que les hubiera dicho eso.

–¿Quién es ese juez imparcial que va a decidir quiénes serán los campeones? –preguntó Harry.

–No lo sé –respondió Fred–, pero es a él a quien tenemos que engañar. Supongo que un par de gotas de poción envejecedora podrían bastar, George...

–Pero Dumbledore sabe que no tienes la edad –dijo Ron.

–Ya, pero él no es el que decide quién será el campeón, ¿no? –dijo Fred astutamente–. Me da la impresión de que cuando ese juez sepa quién quiere participar escogerá al mejor de cada colegio y no le importará mucho la edad. Dumbledore pretende que no lleguemos a presentarnos.

–¡Pero ha habido muertos! –señaló Hermione con voz preocupada mientras atravesaban una puerta oculta tras un tapiz y comenzaban a subir otra escalera más estrecha.

–Sí –admitió Fred, sin darle importancia–, pero eso fue hace años, ¿no? Además, ¿es que puede haber diversión sin un poco de riesgo? ¡Eh, Ron!, y si averiguamos cómo engañar a Dumbledore, ¿no te gustaría participar?

–¿Qué te parece? –le preguntó Ron a Harry–. Estaría bien participar, ¿no? Pero supongo que elegirán a alguien mayor... No sé si estamos preparados...

–Ninguno de ustedes hará tal tontería– Dijo Ginny perdiendo su humor, sin soportar la idea de que uno de ellos fuera elegido en lugar de Cedric y tomara su lugar en la resurrección de Voldemort. –El campeón de Hogwarts morirá durante la competencia y no permitiré que sea ninguno de ustedes.

Ante esta frase hubo un silencio, en su exaltación no se había dado cuenta que había elevado la voz y a su alrededor la habían escuchado todos, incluso de otras casas la veían con horror ante lo que había dicho.

–Ginny, no se supone que debías hablar de ello. – Masculló Colin mientras tomaba la mano que tenía libre y la arrastraba del comedor para que nadie tuviera la oportunidad de acercarse. Cuando ellos salieron, los rumores comenzaron, incluso los profesores terminaron enterándose esa misma noche de la predicción de Ginny.

Ella tenía una sólida reputación desde antes de ingresar a Hogwarts, por lo menos entre las familias sangre pura, quienes sabían lo de su don, pero, a raíz de su negocio para adivinar el futuro (generalmente amoroso) que había iniciado hace un par de años, esa reputación se había extendido incluso entre las chicas nacidas de muggles de último año. Ginny nunca antes había hecho ese tipo de declaraciones, y todas las jóvenes brujas mayores de 17 años, (todas alguna vez la habían consultado en asuntos amoroso, familiares o académicos) le creyeron firmemente y se negaron a siquiera pensar en participar.

Los chicos en cambio, a cierto nivel le creían, pero también estaban demasiado impacientes por demostrar que no tenían miedo y todo joven mayor de 17 años estaba decidido a inscribirse.

En el transcurso de los días fue llamada al salón de la profesora Trelawney quien la regañó por haber dicho eso e interferir en el destino de morir de alguien, cosa que Ginny ignoró. Sin embargo, también fue llamada a la oficina de Dumbledore, quien intentó sonsacarle más información y ante su negativa se tuvo que resignar. Ella estaba protegida por el mismo ritual y afortunadamente nadie podía acceder a sus pensamientos sin consentimiento suyo, sabía que no sería rival para el anciano si decidiera utilizar oclumancia en ella. Pero esa intención mental era una violación, lo que había matado al diario de Tom Riddle.

Incluso se tomó la molestia de mandarle una carta a su madre para decirle en forma contundente sobre el destino que tendría quien fuera campeón de Hogwarts. Madre por supuesto armó un alboroto, y mandó furiosas cartas a sus hijos prohibiéndoles expresamente siquiera intentar entrar a la competencia "si se atreven a hacerlo los mataré más rápido que el torneo" dijo en las tres cartas que envió. Sus hermanos se enfurecieron, pero no le reclamaron nada, ya que después de lo que había dicho, se habían resignado a intentarlo.

Harry tenía demasiada curiosidad, pero Ginny le recordó secamente el trato que había hecho y dejó de preguntar. Así que ambos continuaron con la misma rutina anterior, con ella yendo cada noche a su cama, haciendo todas sus comidas juntos, y por fin ese año ambos podrían tener una cita en toda regla ya que a Ginny le permitirían ir a Hogsmeade por primera vez.

Usualmente Harry era muy observador, una triste habilidad que todo niño maltratado desarrollaba para sobrevivir, pero con Ginny esa habilidad caía, sin embargo, a partir de las palabras de Hermione llenas de sospecha, él decidió prestar más atención, confiaba en Ginny con su vida, pero había cosas que ella sabía y se negaba a decir.

Notó así, que casi no preguntaba sobre el nuevo profesor, ni comentaba nada a menos que el preguntara, lo cual era muy raro porque ella nunca se callaba sobre nada ni nadie y ni siquiera había emitido una opinión ni se había enfurecido por él cuando le platicó sobre las maldiciones imperdonables. Así mismo ella nunca preguntaba sobre Sirius, así se había dado cuenta de que a ella le desagradaba, algo que lo puso triste, ya que esperaba que ellos llegaran a quererse, no quería tener que elegir entre ellos.


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