INUYASHA NO ME PERTENECE, PERO LA HISTORIA SÍ

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UN TRATO AUDAZ

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CAPITULO 7

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DEDICADO A LUCYP0411

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― ¿Cómo piensa sorprender a un ciego? No podré apreciar los supuestos cambios ―rezongó Bankotsu chirriando el bastón.

A su lado, el mayordomo se encontraba atento para cuidar que el conde no tropezara.

Al tener uso de todos los criados, Kagome se limitó a dirigir la limpieza de la habitación así que no se encontraba cansada en absoluto.

Toda la ropa de cama fue cambiada. Las cortinas desechadas y también mandó tirar las sillas viejas, pero mantuvo la mesa y dos sillas nuevas que hizo traer del estudio.

Las ventanas estaban abiertas y entraba mucha luz natural.

La habitación ya no olía a enfermedad ni a humedad sino a aire fresco y a esencia de bergamota que Kagome hizo conseguir en el pueblo.

La joven vio a su esposo moverse por la habitación y aunque no lo dijese se percataba de los cambios.

― ¿Por qué no siento la mesa donde debería estar?

―Lo hemos cambiado junto a la ventana así los olores de la comida no volverán a impregnarse por la cama o las ropas ―razonó Kagome.

―No me gustan los perfumes ¿Qué demonios es ese olor?

―Es una mezcla de té y bergamota ¿no le agrada? ―preguntó Kagome―. Me vi tentada de rociar mi perfume de ciruelo blanco, pero supongo que no le hará nada de gracia ―comentó sarcástica.

El conde estiraba el bastón para palpar los cambios.

―Supongo que se deshizo de mis sillas…

―No supone mal, milord…además de horribles, estaban raídas y a punto de romperse.

Bankotsu iba rezongando, pero seguía recorriendo la habitación. Palpó la cama.

―Me tomé la libertad de pasar a mejor vida toda esa horrenda ropa de cama ya que no estamos en un hospital de campaña, sino en la casa de un conde ―agregó Kagome quitándose los guantes y sentándose en una de las nuevas sillas. Se encontraba profundamente satisfecha con el cambio que pasó a ser más ostensiblemente agradable a la vista.

Bankotsu, siempre guiado por el señor Patrick palpó con el bastón un área recién arreglada del suelo.

―Parece que también se deshizo del montículo de madera que estaba en esta zona ―Bankotsu sonrió―. Era el favorito de mi madrastra, supongo que esperaba que tropezara y muriera antes del plazo previsto. Pero parece que la que va a matarme antes de tiempo es usted y sus berrinches.

Pero Kagome estaba demasiado contenta como para replicar a su esposo.

Tenía otra novedad.

―Pero espero que no necesite volver a cenar aquí, milord.

― ¿Planea empujarme por la ventana acaso? ―preguntó Bankotsu sentándose con ayuda de Patrick.

―He diseñado un sistema de agarre para las escaleras, para ayudar a su descenso.

Bankotsu no esperaba aquello.

―Espero que pueda hacer sus comidas principales en el salón, milord.

Kagome estaba muy feliz de anunciar eso, pero el rostro del conde no cambió. Quizá había tirado demasiado la cuerda.

―Parece que es muy lista para diseñar artefactos novedosos, mi señora, pero no para recordar que mis pulmones colapsaran cuando haga menos de cinco escalones. Ya le dije que, si desea matarme, intente utilizar métodos menos acuciantes. Tráiganme la comida ―ordenó por ultimo.

Era cierto, el diagnóstico del conde era una tuberculosis contundente y esperaban la visita del joven médico la siguiente semana.

Kagome vio como Patrick ordenaba a los criados que trajeran la comida.

Igual no estaba desanimada.

―Traigan un plato para mí también. Comeré aquí ―ordenó

―Ya empiezo a creer que usted tiene algún fetiche viendo comer a un hombre ciego ―comentó Bankotsu.

―No se haga ilusiones, milord ―sonrió la joven notando que el conde quedaba pensativo. Probablemente era la primera vez en su vida que encontraba alguien que le diera tanta camorra.

Él siguió rezongando, pero al menos terminó gran parte de su plato. Parecía tener dificultad para tragar, pero se esforzaba.

Kagome acabó con su plato enseguida. Realmente disfrutaba tener sus charlas con el conde, quien seguía sin confiar en ella, pero a Kagome se le había metido una idea a la cabeza en los últimos días y no iba a parar hasta descubrirlo.

Se retiró a su habitación apenas acabada la cena para poder escribir unas cartas.

Llevaba semanas viviendo en una casa llena de intrigas, conocido al medio hermano de su marido que parecía feliz de verlo a un paso de la tumba y tenía por suegra a una mujer que dominaba prácticamente Trioval.

Le parecía extraño que, siendo su esposo, un hombre tan condecorado y tan bien ponderado entre los militares, no recibiera visitas de sus camaradas o de algún amigo.

El único extraño que venía era ese joven médico.

Era claro que era parte de los esfuerzos de la duquesa por bloquear el contacto exterior de Bankotsu.

Quizá verdaderamente el conde tenía un diagnostico final pero que un simple galeno lo visitara cada tanto era demasiado poco para alguien de su posición.

Se le ocurrió escribirle a su viejo maestro de academia.

Y pedirle ayuda con buscar algunos médicos experimentados para un segundo diagnóstico del conde.

Al escribir la carta, Kagome sonreía nostálgica recordando las clases con el señor Bleinman en la pequeña academia que se montó en la casa del marqués de Romsday.

Kagome en todo momento estuvo acompañada de su institutriz y su doncella, pero la pequeña academia que se formó en los jardines del marques albergó a varios jóvenes, vecinos de la mansión ávidos de aprender de la enseñanza variada en filosofía, artes y humanidades que impartía el culto señor Bleinman.

El marques pagaba por todo ello para que su hija menor se viera beneficiada del conocimiento y además que en el último tiempo relucía una clara inclinación hacia artes manuales.

Así que Kagome decidió enviarle la consulta al hombre más culto que conocía que era su antiguo maestro. Él conocería médicos competentes con toda seguridad.

Además, el señor Bleinman era alguien discreto y confiable, a Kagome no le costaría pedirle absoluta reserva en aquel asunto.

Sumado a que era urgente porque el conde parecía deteriorarse cada día. Se sentiría muy culpable de no hacer algo por él, aunque no lo mereciera.

Pero aun cuando tuviera las cartas preparadas, Kagome tropezaba con la otra dificultad.

Era difícil enviar correo sin que la duquesa no se enterase.

La única forma era enviar a Yura a Londres, pero necesitaban inventar una excusa para que la doncella viajase.

Decidieron inventar una enfermedad de una familiar de Yura y que la condesa, en un acto de caridad hacia su doncella la enviaría a visitarlos llevándoles dinero y algunos obsequios.

Kagome y Yura se vieron en algunos apuros inventando las escenas y que fueran lo suficientemente creíbles.

Kagome decidió que tampoco le informaría al conde.

Más que nada por temor a no desilusionarlo en caso de que la empresa fallase.

Era un plan que fue minuciosamente pensado y sólo la creación de un escenario creíble le tomó más de una semana.

Es que nada se le escapaba a la señora Loren.

Cuando finalmente Yura viajó a Londres, fue como si un pequeño rayo de esperanza destilara en el corazón de Kagome.

Mientras Kagome veía el coche marchar, el señor Patrick vino corriendo junto a ella.

Se veía agitado y preocupado.

― ¡Milady!

― ¿Qué pasa? ―preguntó la joven.

Los ojos vidriosos que denotaba el señor Patrick ya le dieron una idea a Kagome y un nudo comenzó a nacer en la garganta de la joven.

―El conde tiene una recaída.

Sin dudarlo, Kagome corrió a las habitaciones de su marido. Esa mañana estaba bien e incluso bromearon en el desayuno, luego ella estuvo muy ocupada despachando a Yura y despistando a la señora Loren que ya no tuvo tiempo de ir a verlo.

Al entrar y verlo en la cama, el nudo en la garganta de Kagome se recrudeció.

Fue como si una extraña desesperación subiera por su espina dorsal haciéndose eco en su pecho de forma incontrolable.

Bankotsu yacía acostado y deliraba.

Se acercó tan rápido y en un impulso tomó una de las manos dolientes de él. Estaba muy caliente lo cual delataba que su esposo ardía en fiebre.

Su hermoso rostro mantenía los ojos cerrados como si estuvieran encerrados en una estela caliente de pesadilla.

Verlo así era desesperanzador y Kagome se sintió tan angustiada.

― ¡Buscad a un médico enseguida!

―Ya el médico de cabecera del conde nos avisó de estos ataques, Milady― la impávida voz de la señora Loren que observaba en una esquina la detuvo―. Intente controlar sus impulsos, Milady. Conténgase por el honor de la casa del duque de Saint Owen.

Kagome se incorporó dispuesta a darle una buena bofetada a esa mujer, pero oyó los gemidos de su esposo y volvió a acercarse a la cama.

No le importaba que los criados la estuvieran viendo, volvió a cogerle la mano caliente.

Él murmuraba palabras, inentendibles para los demás, pero ella los oía.

Almirante…Fuego…debéis ocultaros…proteged la vida del Almirante…

Todas eran palabras y parecían dichas con angustia.

Kagome sólo había leído sobre las guerras napoleónicas, pero nunca estado tan cerca de alguien que la hubiera vivido.

Bankotsu, en su fiebre deliraba no tonterías, sino sus recuerdos de aquella guerra que cercenó familias y destruyó vidas.

Vidas como la de Bankotsu.

Kagome no pudo evitar llorar con aquello.

Sentirlo tan de cerca era tan diferente a saberlo. Pero tocando aquella mano del conde es como si sus sentimientos y dolores comenzaran a traspasarla también a ella.

Era la primera vez que veía aquella faceta del conde y se sentía profundamente conmovida, pero en ese momento lo único que deseaba es que él despertara.

―Despierte y vuelva a ser el mismo hombre grosero de siempre…―le susurró―. Haga lo que quiera, pero despierte…

Kagome se incorporó, se limpió una lagrima y notó que la señora Loren ya no se encontraba en la habitación. Probablemente había salido cuando ella no se dio cuenta.

―Señor Patrick, usted se quedará con el conde y yo misma irá a buscarle otro médico ―miró a las dos criadas que estaban en la puerta―. Hagan preparar el carruaje que saldremos de inmediato.

Kagome miró una última vez a su esposo antes de salir y dirigirse a su habitación a buscar su sombrero.

Debía tratar de mantener la compostura, pero nada la detendría de buscar un médico para el conde y ninguno de esos criados traidores la detendría.

Bajó las escaleras de prisa, pero su rostro se heló al encontrarse con una escena inesperada.

En el salón principal, una mujer acababa de llegar con parsimonia.

Todavía se escuchaba el sonido de los caballos del carruaje que la había traído.

La señora Loren la rodeaba para ayudarla a quitarle la capa.

Kagome no la había visto mucho, pero era capaz de reconocerla donde sea.

La duquesa de Saint Owen, su suegra acababa de llegar a Trioval.


CONTINUARÁ.

Hermanitas, aquí apareciendo, pero vengo con unas recomendaciones que anduve viendo y me tuvieron off.

Acabo de terminar un drama chino llamada Nirvana de Fuego, y es lo mejor que vi este año. Estuve pegada al celular viendo capítulos en Viki, se los recomiendo. Si no la terminaba, no iba a poder seguir aquí.

Por supuesto, dejaré mis agradecimientos a las hermanas que son tan lindas para seguir comentando esta irresponsable historia de alguien que anda in love con dramas chinos que me gustan más que los coreanos.

BESOTES PAULITA, YULI, IMAG04, LUCYP0411, LIN LU LO LI, BENANI0125, ANNIE PEREZ, VALENTINE HIGURASHI, CONEJA y las hermanitas que comentan en CIRCULO MERCENARIO.

Besos y nos vemos enseguida, lo prometo.

PAOLA.