Departamento de Policía de Raccoon City 15:00 PM Jueves 1 de Mayo de 1997

Me adentré en el baño para agregar más maquillaje y así disimular el chupón en mi cuello. Mientras buscaba en mi bolso el corrector adecuado, unos extraños ruidos salían de uno de los cubículos. Llamaron mi atención.

Intrigada por los misteriosos sonidos, me acerqué sigilosamente al cubículo. Al asomarme, quedé atónita al descubrir a Richard, en una situación comprometedora con la secretaria del jefe Irons.

Estaba de espaldas a mí completamente desnudo mientras embestía con fuerza a la secretaria del jefe Irons.

No podía creer lo que estaba viendo, tanto que parpadeé varias veces para ver si la imagen cambiaba pero no fue así. No pude evitar sonrojarme ante tal escena, todo parecía tan surrealista.

Ella estaba completamente desnuda y de pie con las manos apoyadas a los extremos del cubículo para darse soporte ante las embestidas de Richard y parecía contenerse para no soltar ningún gemido.

Debía retirarme antes que se dieran cuenta que también estaba en el baño, había descubierto algo de lo que no tenía idea y no pretendo ser descubierta, pero antes de salir tropiezo por accidente con un balde de agua que seguramente dejo olvidado el de mantenimiento.

Ante el ruido salió Richard de inmediato para ver qué ocurría no se esforzó por cubrirse seguía desnudo, pero esta vez lo vi de frente, tenía una notable erección, ya que no logro terminar su "asunto" con la secretaria de Irons.

La sorpresa en mi rostro alcanzó un nuevo nivel al notar la situación incómoda en la que Richard me había metido. Volteando la cara hacia otro lado con un sonrojo evidente. La incomodidad flotaba en el aire mientras nuestros ojos se encontraban, él intentando ocultar su desnudez con las manos, y yo lidiando con la intensidad del momento.

La tensión se volvía casi tangible, y mi mente se debatía entre la necesidad de abordar la situación con seriedad o dejar que la vergüenza mutua se disolviera en el incómodo silencio del baño.

El silencio se volvió más palpable mientras ambos intentábamos procesar la situación. Sus ojos buscaron desesperadamente alguna excusa en los míos. Y cuando creímos que las cosas no podían ponerse peor salió la secretaria de Irons en igualdad de condiciones que Richard.

-¿Que ocurre Richard? ¿Que fue ese ruido? Al verme quedó atónita mientras se cubrió tras el cuerpo de Richard.

El aire cargado de un pesado silencio, fue roto solo por el eco de la pregunta de la secretaria. Richard, aún desnudo y visiblemente incómodo, titubeó en busca de una explicación que pudiera aliviar la vergüenza que flotaba en el aire.

La secretaria, con ojos llenos de asombro y desconcierto, miró alternativamente entre Richard y yo, intentando entender la escena surrealista que se desarrollaba en el baño.

Tratando de desviar la atención, Richard balbuceó una disculpa tartamuda, mientras yo, con la frente arrugada por la incomodidad, intentaba recobrar la compostura. La secretaria, envuelta en una mezcla de sorpresa y desconcierto, finalmente preguntó: -¿Qué está pasando aquí? ¿Que hace ella aquí? ¿No se supone que habías cerrado la puerta?

Richard, con la mirada fija en el suelo, intentó articular palabras para explicar la situación embarazosa en la que nos encontrábamos. -Fue un malentendido, murmuró, con voz temblorosa, mientras sus manos intentaban cubrir su desnudez de manera torpe.

Mis ojos se posaron en él, tratando de entender la trama confusa que se desarrollaba. -¿Un malentendido? Repetí con incredulidad, pero Richard no podía sostener mi mirada.

Richard, nervioso, intentó explicar rápidamente la situación: -Lo siento, fue un malentendido. Yo creí que había cerrado la puerta. Lo siento creo que no cerré bien.

La secretaria, con la paciencia disminuyendo rápidamente, frunció el ceño y exclamó: -¡Richard, por favor! ¡Cierra la puerta la próxima vez! ¿Cómo puedes ser tan descuidado?

La secretaria, sin esperar más, se cubrió con una toalla que encontró en el cubículo y comenzó a vestirse rápidamente. Mientras hacía esto, no dejaba de lanzar miradas furiosas a Richard, quien trataba de articular una explicación coherente entre disculpas nerviosas.

-Richard, esto es inaceptable, espetó la secretaria mientras ajustaba la ropa con indignación. -No solo dejas la puerta abierta, sino que también permites que alguien más entre y nos descubra en este estado. ¿Cómo puedes ser tan negligente?

Richard, con la cabeza baja y aún sin ropa, intentaba disculparse nuevamente, pero sus palabras se perdían en el aire cargado de tensión. La secretaria, ahora vestida pero claramente molesta, se acercó a la puerta del cubículo, listo para salir.

-No quiero excusas, Richard. Esto es inaceptable, dijo mientras me lanzaba una mirada acusadora. -Y tú, ¿cómo te metiste en esto? ¿Por qué estabas aquí?

Mi intento de explicar la situación se vio interrumpido por un suspiro frustrado de la secretaria. -No importa. Este es un asunto interno y lo resolveremos en privado. Pero, por favor Richard asegúrate que este incidente no salga de estas paredes, concluyó antes de salir del baño, dejándonos atrás en un incómodo silencio.

Richard, visiblemente avergonzado y aún desnudo, se volvió hacia mí con una expresión desesperada. -Jill, lo siento mucho. Esto no debería haber pasado, dijo, tratando de encontrar las palabras adecuadas.

Traté de mantener la compostura, pero la vergüenza era palpable. -Lo siento, no quería interrumpir, Richard, solo pasaba por aquí nunca me imaginé encontrarlos en esa situación, le respondí, evitando su mirada y sintiéndome incómoda en la situación.

Mientras él continuaba disculpándose, sentí el impulso de abandonar el baño, alejarme de esa escena. Con una mirada avergonzada, me dirigí hacia la puerta. Richard al darse cuenta que saldría del lugar corrió para detenerme sujetándome con ambas manos.

-Jill, por favor, necesito que entiendas... esto no era lo que parecía. No te dejaré salir hasta que me dejes explicarte lo ocurrido.

Ante su desnudez mire hacia otro lado. -Richard, vístete, le dije con firmeza, evitando contacto visual. -No necesito más explicaciones en este momento.

Él asintió, avergonzado, tratando de cubrirse nuevamente con las manos mientras se dirigía hacia su ropa, comenzó a vestirse rápidamente. Mientras lo hacía, continuó disculpándose: -Lo siento, Jill. No sé cómo esto se salió de control. No era mi intención...

-No quiero escuchar más, Richard, le interrumpí, dando un paso hacia atrás. -Solo asegúrate de que algo así no vuelva a suceder. Con esas palabras, dejé a Richard en el baño.

Salí del baño con rapidez, tratando de dejar atrás la escena. Mientras caminaba hacia mi escritorio, intenté procesar lo que acababa de presenciar y cómo manejar la situación con Richard.

De regreso a mi escritorio, intenté concentrarme en mi trabajo, pero la imagen de lo ocurrido seguía fresca en mi mente. Antes de que pudiera sumergirme en mis pensamientos, Richard se acercó tímidamente.

-Jill, necesitamos hablar sobre lo que sucedió. Déjame explicarte lo que viste, todo fue un desafortunado encuentro, no te quitaré mucho tiempo, te lo prometo -dijo Richard desesperado.

Manteniendo la compostura, respondí con seriedad: -Richard, lo que hagas en tu vida personal no es asunto mío. No tienes porque darme explicaciones. Solo asegúrate de que no afecte nuestro trabajo.

-Jill, por favor. ¿Podemos hablar afuera por un momento? Necesito explicarte algunas cosas sobre Verónica y yo.

Aunque inicialmente dudé, accedí con una breve inclinación de cabeza. Ambos nos dirigimos a la salida de la comisaría.

Estando lo suficientemente lejos Richard comenzó a explicar con urgencia: -Jill, quiero que sepas que lo que viste, no es una aventura, ni una calentura, todo lo contrario Verónica y yo tenemos una relación y lamento profundamente que te hayas visto involucrada.

-Me alegra escuchar que están en una relación, Richard. ¿Desde cuándo están juntos? Pregunte con curiosidad.

Richard miró a su alrededor, asegurándose de que nadie más estuviera escuchando, y luego respondió con sinceridad: -No somos novios formalmente, Jill. Esto comenzó hace unos meses, pero es algo que preferimos mantener discreto por ahora. Estoy realmente ilusionado con Verónica, y sé que ella también siente lo mismo.

Antes de que pudiera evitarlo, la pregunta salió de mis labios: -¿Siempre tienen este tipo de encuentros en los baños, Richard?

Richard suspiró, revelando cierta incomodidad en su expresión. -No siempre, Jill. Hemos tenido algunos encuentros de este tipo, pero generalmente tratamos de ser más discretos. Esta es la primera vez que somos descubiertos, y lamento que hayas sido testigo de ello.

Asentí, comprendiendo la naturaleza complicada de las relaciones secretas. -Entiendo, Richard. Solo asegúrate de ser más cuidadoso en el futuro para evitar situaciones incómodas, especialmente aquí en el trabajo.

Richard asintió con seriedad. -Lo sé, Jill. Esto no debería haber sucedido. Trataré de ser más cauteloso. Gracias por tu comprensión en este asunto.

-Richard, más te vale ser cauteloso. Sabes cómo es el jefe Irons; no sería bueno que se enterara de este tipo de asuntos personales. Podría causar problemas para ambos, le advertí.

Richard asintió. -Tienes razón, Jill. Haré lo posible para evitar que esto afecte nuestro trabajo y que llegue a oídos equivocados, especialmente los de Irons. Jill, te pido que guardes nuestro secreto. No quiero que esto se convierta en un problema mayor de lo que ya es, expresó Richard, mirándome con seriedad y cierta preocupación.

Asentí comprensivamente. -Lo entiendo, Richard. Guardaré discreción al respecto.

-Gracias, Jill. Significa mucho para mí que puedas guardar este secreto. Agradeció Richard, mostrando un destello de alivio en sus ojos.

-Richard, volvamos a la comisaría y dejemos esto atrás. Todo queda olvidado, le dije con calma.

Él asintió sin decir palabra aunque en el camino con una sonrisa traviesa, no pudo resistir molestar un poco: -Por cierto Jill ¿Te gustó lo que viste? ¿O fue solo la sorpresa lo que te dejó tan sonrojada?

Mi rostro se tornó aún más colorado, y respondí rápidamente: -¡Por supuesto que no, Richard! Fue una situación incómoda y nada más. No vuelvas a ponerme en esa posición.

Richard, con una mirada atrevida, añadió: -Pero en serio, Jill, ¿qué te pareció? ¿Cumplí con tus expectativas o te llevaste alguna sorpresa desagradable?

Mi expresión se volvió más seria mientras pensaba rápidamente en cómo responder sin comprometer la profesionalidad. -Richard, por favor, no hagamos esto más incómodo de lo que ya es. Necesitamos centrarnos en nuestro trabajo.

Él rió de nuevo, pero esta vez de manera más comprensiva. -Tienes razón, Jill. Me pasé de la raya. Lo siento. No pude resistir la oportunidad de bromear. Hagamos como si esto nunca hubiera pasado y sigamos con nuestras responsabilidades.

Mientras Richard cambiaba de tema, no pude evitar que mi mente divagara. Aunque intenté dejar atrás la situación, la comparación surgió en mi cabeza.

Antes de Richard al único chico que había visto desnudó era a Chris y vaya que hay una gran diferencia entre ellos. Chris está mucho más dotado. Richard no se compara con él en ese aspecto, reflexioné, sintiéndome incómoda por permitir que esos pensamientos ocuparan mi mente.

Sacudí la cabeza, decidida a dejar de lado cualquier tipo de comparación personal y concentrarme en la realidad. La voz de Richard llama mi atención.

-¿Qué tienes en el cuello? Pregunto mirándome de forma inquisitiva.

Sentí cómo la sangre subía a mis mejillas, tratando de disimular mi nerviosismo. -Oh, esto, no es nada, respondí, intentando sonar casual mientras tocaba inconscientemente el lugar donde el chupetón adornaba mi cuello.

Richard arqueó una ceja, notando mi reacción. -No parece nada, comentó con un tono de complicidad. -¿Segura que no es nada, Jill? Porque eso parece ser... bastante evidente.

Traté de mantener la compostura, pero la incomodidad se apoderaba de mí. -Es solo un rasguño, nada importante, respondí, esquivando su mirada directa. -Cosas que suceden en el trabajo, ya sabes.

Richard, con una sonrisa juguetona, continuó indagando: -¿Un rasguño en forma de chupetón, Jill? ¿Estás segura de que no hay algo más que debería saber?

Mi mente buscaba desesperadamente una respuesta convincente. -Es solo... un pequeño incidente. Nada de lo que preocuparse, balbuceé, consciente de que mis intentos de ocultar la verdad estaban fallando.

Richard, sin perder su tono bromista, insistió: -Jill, no soy ciego. Eso claramente no es un rasguño común. ¿Hay algo de lo que no estoy enterado?

Mi nerviosismo aumentaba, y me esforzaba por mantener la calma. -Es solo... una marca sin importancia, Richard. Simplemente olvídalo, le pedí, esperando que aceptara mi explicación vaga.

-Jill, en serio, ¿quién te hizo ese chupetón? No puedo dejar de preguntarme quién es el afortunado.

Traté de mantener la calma, evitando su mirada directa. -Richard, en serio, no es nada, respondí, intentando restarle importancia al asunto.

Él arqueó una ceja con incredulidad. -No creo de la nada te salgan chupetones en el cuello, Jill. ¿Fue Chris, verdad? ¿Te hizo ese chupetón Chris Redfield?

La mención de Chris hizo que mi corazón latiera con fuerza, pero no podía permitir que Richard supiera la verdad, no podía dejarnos en evidencia. -No, Richard, no fue Chris. No hay necesidad de especulaciones. Fue solo un incidente sin importancia, insistí, esperando que mi respuesta fuera suficiente.

Richard, sin embargo, no parecía dispuesto a dejarlo pasar. -Vamos, Jill, no te creo. Ese chupetón no apareció por arte de magia.

-Richard, te aseguro que no fue Chris. Esta conversación se está volviendo demasiado personal, y preferiría dejarla atrás, le pedí, buscando poner fin al interrogatorio.

Él suspiró, pero no parecía dispuesto a ceder. -Jill, si realmente no fue Chris, ¿por qué te pones tan nerviosa?

Mi mente trabajaba a toda velocidad, buscando una manera de salir de esa situación sin revelar la verdad. -Richard, simplemente prefiero mantener mi vida personal separada del trabajo. No hay más que eso, respondí, con la esperanza de que aceptara mi explicación y dejara el tema.

Él me observó durante un momento más, evaluando mis palabras. Finalmente, asintió con una expresión pensativa. -Está bien, Jill. No insistiré más. Pero si alguna vez decides contarme lo que realmente pasó, estaré aquí para escucharte.

Asentí agradecida, esperando que la insistencia de Richard disminuyera. Por cierto si lo hizo y ambos nos dirigimos a la comisaría en silencio.

Decidí abordar la situación del chupetón de manera más práctica, así que busqué discretamente un corrector que pudiera ayudarme a disimularlo. Con habilidad, intenté cubrir el chupetón con maquillaje, esperando que fuera lo suficientemente efectivo para pasar desapercibido.

Al llegar a mi escritorio, me sentí aliviada al notar que el maquillaje había logrado ocultar el chupetón de manera aceptable. No obstante, mi alivio se vio interrumpido cuando Forest, se acercó con una expresión seria.

-Jill, te están esperando en la sala de juntas. Parece algo importante, anunció Forest, sin hacer comentarios sobre mi ausencia, pero su mirada sugería que algo no pasaba desapercibido.

Agradecí la información y me dirigí hacia la sala de juntas, tratando de mantener la compostura. Al entrar, noté que el resto del equipo A.L.P.H.A. Estaban reunidos y por su expresión parecía que tenían un buen rato en reunión.

La puerta de la sala de juntas se cerró tras de mí, y mis ojos se encontraron con la figura imponente de Albert Wesker. Su tono irónico resonó en la sala mientras comentaba: -Jill, es un gusto tenerte finalmente con nosotros. Te mandé a llamar hace un rato, y no parecías estar disponible.

Traté de mantener la calma, aunque la presión en la sala aumentaba. -Lo siento, Wesker. Estaba ocupada con algunas tareas urgentes, respondí, manteniendo su mirada intensa.

Wesker, con una sonrisa sutil, continuó: -Entiendo, Jill. Pero aquí en la comisaría, la puntualidad es crucial. Ahora, no perdamos más tiempo. Tenemos asuntos importantes que discutir.

Mientras Wesker continuaba con la reunión, noté que Chris me miraba con una expresión de curiosidad, tratando de preguntar silenciosamente qué fue lo que me retrasó. Nuestros ojos se encontraron, y en un gesto sutil, le hice un ademán indicando que después le explicaría. Le guiñé el ojo, buscando transmitirle que todo estaba bien.

Chris, con cuidado de que nadie más notara la interacción, respondió guiñándome el ojo también. La conexión silenciosa entre nosotros parecía un pequeño refugio de normalidad en medio de la tensión de la sala de juntas.