Detroit, Michigan 13:00 P.M. Miércoles 16 de Julio de 1997
Las calles de Detroit, Michigan, nos recibieron con la tibia caricia del sol, tiñendo el cielo con tonos cálidos mientras Chris y yo explorábamos su encanto. Una brisa suave jugueteaba con nuestras prendas, y en cada paso, sentía la serenidad de este rincón tranquilo de la ciudad.
Explorar las calles de Detroit se convirtió en una experiencia encantadora. Chris y yo nos dejamos llevar por la arquitectura diversa y los rincones pintorescos de la ciudad. Descubrimos pequeñas tiendas con encanto, donde el bullicio urbano cedía paso a la autenticidad de sus habitantes.
Caminamos por avenidas arboladas, disfrutando del contraste entre la naturaleza y la arquitectura urbana. Mientras nos sumergíamos en la atmósfera relajada de la ciudad, las risas espontáneas y las miradas cómplices entre Chris y yo sellaban la conexión especial que compartíamos.
Al doblar esquinas y cruzar plazas, descubrimos murales coloridos que contaban historias de la comunidad y grafitis que expresaban la creatividad de artistas locales. Chris compartía anécdotas de sus experiencias en distintas ciudades.
Compartió una historia vibrante sobre una misión en Nueva York, donde se encontraron con un misterioso ladrón de arte. Su relato estaba lleno de giros emocionantes, con Chris persiguiendo al astuto delincuente por los tejados de la Gran Manzana. Mientras hablaba, sus ojos reflejaban la pasión por su trabajo y la emoción de esos momentos.
Otra anécdota divertida involucraba a Barry y a él atrapados en una situación embarazosa durante una misión en Arizona. Intentaron infiltrarse en un edificio y, por error, ingresaron a una sala donde se celebraba una reunión de negocios formal. Chris no podía contener la risa mientras describía sus esfuerzos para salir de esa situación incómoda sin alertar a los presentes.
En medio de la acción, se revelaba un Chris que apreciaba las pequeñas cosas de la vida. Contaba cómo encontró un refugio temporal en un café de Chicago durante una lluvia torrencial, o cómo disfrutaba explorar los barrios menos conocidos de ciudades como Boston, descubriendo tesoros escondidos y sabores auténticos.
Finalmente, llegamos a la orilla de un hermoso lago, donde la vegetación se entrelazaba con el horizonte, creando un paisaje que inspiraba paz y quietud. Un camino empedrado nos guió hacia el agua, y allí, nos sumergimos en la magia del lugar.
El lago se extendía majestuosamente. Una brisa suave acariciaba la superficie del agua, formando delicadas ondas que se deslizaban hacia la orilla. En la penumbra, los contornos de pequeñas islas emergían misteriosamente, dotando al lago de un encanto adicional. Las luces lejanas de la ciudad destellaban en la distancia, pero aquí, en este rincón de serenidad, todo era calma.
Las sombras de los árboles se proyectaban en la orilla, creando un juego de luces y sombras que resaltaba la belleza natural del lugar. A medida que avanzábamos, el suelo empedrado se volvía más suave, cediendo paso a la arena fina que se deslizaba entre nuestros dedos. La melodía de grillos y ranas acompañaba nuestros pasos, como si la naturaleza misma celebrara nuestra presencia.
Encontramos unas pequeñas gradas en forma de puente que se extendían sobre las aguas, ofreciéndonos un lugar pintoresco para disfrutar de la serenidad del momento.
Chris me tomó en sus brazos con gentileza, y juntos comenzamos a dar una vuelta en el aire para luego bajarme y quedar frente a frente. El aire fresco se mezclaba con risas, creando una atmósfera llena de amor. Las gradas vibraban con la alegría de nuestro pequeño baile improvisado.
En un instante lleno de gracia, Chris me sostuvo el rostro con ambas manos, nuestros ojos se encontraron con una conexión que trascendía las palabras. La brisa acariciaba nuestros rostros mientras la risa se deslizaba en el viento, llevándose consigo cualquier preocupación o tensión.
Chris selló el momento con un tierno beso. Fue como si el mundo se detuviera por un instante, dejándonos atrapados en el amor único que compartíamos. La luz del día se volvió más cálida, reflejando la felicidad que irradiaba nuestro amor.
Chris dándome otro beso susurro -Ven conmigo, mientras me tomaba de la mano para guiarme.
-Sorprendida le pregunte: ¿A dónde?
Chris sonrió con picardía ante mi pregunta.
-Un lugar cercano, un rincón escondido que conozco..
Bromeando, le dije que solo iría si me daba un beso antes de partir. Sin dudar, se acercó y sus labios encontraron los míos en un beso apasionado.
-Parece que me estás convenciendo. ¿Hacia dónde nos dirigimos? Pregunté con una mirada juguetona.
Chris guiñó un ojo y entrelazamos nuestras manos, caminando hacia el próximo destino.
-Eso es un secreto, pero te aseguro que te encantará el lugar. Está escondido, como nuestro propio refugio privado. Respondió, sumiéndonos en el misterio de ese rincón especial que solo nosotros dos conoceríamos.
Chris, con una sonrisa traviesa, se acercó y suavemente cubrió mis ojos con sus manos.
-No quiero arruinar la sorpresa, bromeó mientras yo reía por su gesto juguetón.
Bajo la guía de Chris, dejé que me llevara, confiando plenamente en él. Mis sentidos se agudizaron al no poder ver, y escuché los sonidos suaves del entorno mientras avanzábamos.
- ¿Estamos cerca? Pregunté con emoción contenida.
Chris, con voz juguetona, respondió - ¡Casi llegamos, solo un poco más!
Seguimos caminando, sintiendo la anticipación crecer con cada paso.
Finalmente, Chris retiró sus manos, revelando el lugar sorpresa. Ante nosotros se desplegaba un pequeño paraíso escondido: un río rodeado de exuberante vegetación, con una cascada majestuosa que caía en una piscina natural.
-Bienvenida a nuestro rincón secreto. Anunció Chris con una sonrisa.
Mis ojos se iluminaron al descubrir la belleza del lugar. El sonido suave del agua y el canto de los pájaros creaban una sinfonía natural. Chris, con gesto caballeroso, extendió su mano hacia el río.
- ¿Qué te parece? Preguntó Chris, mirándome con expectación.
Mi corazón latía con felicidad. -Es asombroso, Chris. No puedo creer que exista un lugar así.
Chris me tomó de la mano. -Este es nuestro rincón secreto. Un lugar donde podamos olvidarnos de todo y disfrutar del momento.
Su dulce confesión fue acompañada por otro tierno beso, sellando el pacto de apreciar la belleza de aquel oasis juntos.
Chris me envolvió con sus brazos fuertes, creando un abrazo reconfortante que me hacía sentir segura y amada. Volteé hacia él y le dije, con una sonrisa radiante:
-En tus brazos, Chris, me siento como la mujer más feliz del mundo. Puedo sentir tu fuerza, y eso me hace sentir protegida.
Chris me miró con ternura, sosteniendo mi mirada. -Jill, quédate en mis brazos siempre. Voy a protegerte, cuidarte y, sobre todo, amarte.
Sus palabras resonaron en mi corazón, creando un lazo profundo entre nosotros. Le miré con ojos llenos de amor y le confesé:
- Chris, te amo más de lo que las palabras pueden expresar.
Chris respondió con un beso apasionado, uniendo nuestras almas en un momento mágico. Después, me acarició la mejilla y me dijo con sinceridad:
- Jill, tus labios, tu olor, todo en ti me fascina. Eres mi amor, mi fuerza y mi refugio.
En ese momento de intimidad. Le dije con convicción:
-Chris, soy tuya, completamente tuya. Nunca dudes de eso. Porque siempre seré tuya.
Chris, con una mirada llena de amor respondió: -Para siempre. ¿Lo prometes? Susurro mientras levantaba su mano esperando mi respuesta para sellar nuestra promesa.
-Prometido. Conteste mientras colocaba mi mano sobre la suya, sintiendo la calidez de su piel y la fuerza de nuestro compromiso.
Chris, con sus ojos sinceros, buscó los míos, y supe que estábamos sellando algo más que un simple momento. Sus labios encontraron los míos, y mientras nos abrazábamos, susurró unas palabras:
-Jill, eres mi vida. Nunca dejaré que te vayas, siempre serás mi prioridad, dijo Chris mientras nuestras miradas se encontraban.
-Eres mío, Chris Redfield. No quiero que lo olvides nunca - dije con una sonrisa traviesa, pero en mis ojos se revelaba la seriedad de mis palabras.
Chris me sostuvo con firmeza, su mirada intensa clavada en la mía. Con un susurro apasionado, me dijo: -Jill, quiero que sepas que soy tuyo. En cuerpo y alma, jamás seré de nadie más. Tú me perteneces a mí, y yo te pertenezco a ti.
La seriedad de sus palabras se mezcló con un amor profundo, y su expresión reflejaba un compromiso. Le miré a los ojos, sintiendo la fuerza de sus palabras resonar en mi corazón.
- Chris, siempre seré tuya. - Respondí con sinceridad.
Él sonrió, una mezcla de ternura y determinación. - Y yo siempre seré tuyo, Jill. Nadie más tiene tu lugar en mi corazón.
Bajo el cielo azul de Detroit, con la naturaleza como testigo y el murmullo del río como fondo, Chris y yo compartimos un beso apasionado. Fue un encuentro de labios que selló no solo nuestras promesas, sino también la magia de ese momento especial. El mundo se desvaneció a nuestro alrededor, dejándonos perdernos en la conexión que compartíamos.
Sus labios suaves y cálidos se movían en armonía con los míos, transmitiendo emociones que las palabras no podrían expresar. Cerramos los ojos, sumergiéndonos en la intensidad del beso, mientras el tiempo parecía detenerse. La brisa jugueteaba con nuestros cabellos, como si la naturaleza misma aplaudiera nuestra unión.
Cuando nos separamos, una sonrisa juguetona iluminó el rostro de Chris. Su mirada reflejaba el amor que compartíamos, creando un instante mágico en ese rincón secreto de Detroit. Con un gesto suave, acarició mi mejilla, y yo le devolví la sonrisa, agradecida por cada momento compartido en nuestro refugio privado.
- ¿Te gustaría sumergirte un poco en la frescura del agua? - sugirió.
Mi rostro se iluminó con entusiasmo al aceptar su propuesta. - ¡Claro! Será divertido.
Nos dirigimos hacia la orilla del río, donde el agua reflejaba destellos de sol. Chris, siendo un caballero, me ofreció su mano mientras avanzábamos hacia la frescura del agua. Al llegar a la orilla, dejamos que nuestros pies se sumergieran, sintiendo la corriente suave acariciar nuestras piernas.
Seguíamos con nuestros uniformes de S.T.A.R.S. Y ante la falta de traje de baño tuvimos que desvestirnos para entrar al río.
Chris se estaba quitando el chaleco cuando me acerqué a él y con un gesto coqueto, me ofrecí a ayudarlo a quitarse la camisa.
Con suavidad, desabroché los primeros botones de su camisa, revelando su suave piel, la cual acariciaba con ternura mientras besaba dulcemente su frente. Chris contribuyó con una sonrisa, dejándome apreciar la fortaleza de sus hombros y su definido cuerpo mientras la camisa caía al suelo.
Él también despojaba mis prendas y acariciaba tiernamente mi piel, dejando tiernos besos alrededor de mi cuello.
Quedando en ropa interior listos para sumergirnos en ese hermoso río. Chris acarició suavemente mi mejilla, acercando nuestros rostros con ternura. El murmullo del río proporcionaba la banda sonora perfecta para el momento que se avecinaba.
Sin decir una palabra Chris se inclinó hacia mí, y nuestros labios se encontraron en un beso apasionado. Fue un encuentro suave y lleno de emoción. El beso selló el instante con una intensidad que resonaba en nuestros corazones.
La sensación del agua fresca era revitalizante, y Chris y yo nos sumergimos lentamente, disfrutando de la conexión con la naturaleza y el momento compartido.
Nuestros cuerpos se deslizaron suavemente en el agua, creando ondas que se extendían en círculos. La serenidad del entorno se mezclaba con la alegría de estar juntos, formando un cuadro perfecto.
El agua envolvía nuestros cuerpos, y las risas surgieron naturalmente mientras nos acostumbrábamos a la temperatura. Jugamos con el agua, salpicándonos mutuamente y sumergiéndonos en juegos traviesos. La alegría se reflejaba en nuestros rostros.
Chris me tomó de la mano, y juntos nos aventuramos más profundo en el río, dejando que la corriente suave nos llevara. Las sensaciones del agua y la cercanía con Chris creaban un escenario perfecto.
Decidimos explorar las orillas del río, donde la arena fina se mezclaba con el agua, creando un lecho suave bajo nuestros pies. Chris, con una mirada traviesa, comenzó a salpicarme con pequeñas gotas de agua.
En un acto de jugueteo, le devolví la broma y pronto nos encontramos inmersos en una guerra de salpicaduras. Las risas se intensificaban, y el aire se llenaba con la melodía alegre de nuestros juegos acuáticos.
Chris, con una sonrisa encantadora, me tomó en brazos y giró en el agua. Nos sumergimos y emergimos, abrazados por la diversión y la frescura del río.
Nos reímos y jugamos como niños, disfrutando de la libertad que nos brindaba ese lugar especial. Chris nadó a mí alrededor, desafiándome a pequeñas carreras bajo el agua.
Decidimos dejarnos llevar por la corriente, flotando de la mano mientras disfrutábamos del suave balanceo del agua.
Chris me atrajo hacia él, y nuestros labios se encontraron en un beso tierno.
Seguíamos nadando, hasta que Chris me miró con ojos llenos de amor, y en ese momento, nos sumergimos juntos en un abrazo apasionado.
Chris y yo, entrelazados en nuestro abrazo acuático, nos dejamos llevar hasta llegar justo debajo de la cascada. El rugido del agua creaba una sinfonía potente que añadía un toque de emoción al momento. Las gotas de agua caían a nuestro alrededor como confeti líquido.
Sin decir una palabra, nuestros labios se encontraron en un beso apasionado. La frescura del agua de la cascada se mezclaba con la calidez de nuestro abrazo, creando una sensación única de entrega total. La intensidad del beso reflejaba el poder de nuestro amor.
Cada caricia bajo la cascada era un eco de nuestra pasión, y las gotas que se deslizaban por nuestros cuerpos desnudos eran como testigos silenciosos de un amor que fluía tan libremente como el agua que nos rodeaba. Chris sostenía mi rostro con suavidad, y en sus ojos encontraba la chispa que iluminaba nuestra complicidad.
La cascada, con su torrente continuo, parecía emular la intensidad de nuestras emociones. Chris y yo nos sumergimos en un beso tras otro, como si cada encuentro labial sellara nuestro compromiso de amor eterno.
El sonido de la cascada se entrelazaba con nuestros susurros y risas, creando una melodía que resonaba. El agua caía en cascada a nuestro alrededor, y el beso apasionado bajo su abrazo se volvía un tributo a la pasión que compartíamos.
