Cat Noir abrió lentamente los ojos. Había tenido un extraño sueño que tenía que ver con los anillos de boda de sus padres… y el prodigio del pavo real. Inquieto, alzó la mano para comprobar que todavía los llevaba puestos. Vio sus guantes negros con garras y cayó en la cuenta de que estaba transformado. Al mirar a su alrededor, descubrió que se encontraba en la habitación de Marinette, que dormía acurrucada junto a él. El corazón se le detuvo un breve instante.
No había sido un sueño.
Y eso quería decir que él era un sentiser creado por sus padres mediante la magia del prodigio del pavo real… de verdad. Que el amok del que dependían su vida y su libertad estaba en aquellos anillos gemelos… que ahora se encontraban en poder de Lila.
Se estremeció. Más que un sueño, parecía una pesadilla. Recordó entonces las visiones con las que lo había torturado Nightormentor…, su propio padre…, y pensó que, de hecho, había cosas peores que ser un sentihumano. Como, por ejemplo, perder el control de su poder y provocar catastróficamente el fin del mundo y la muerte de sus seres queridos…, como Ladybug.
Volvió la cabeza para contemplar en silencio a Marinette. Aquello sí era una buena noticia, pensó. El hecho de que ella fuese Ladybug… y que estuviese enamorada de él, con máscara o sin ella. Después de todo lo que habían hablado la noche anterior, de todo lo que ella estaba dispuesta a hacer para salvar la vida de Adrián Agreste…, el chico estaba bastante seguro de que reaccionaría bien cuando descubriese su verdadera identidad. O, al menos, eso quería creer.
Marinette se había dormido con la cabeza apoyada sobre el hombro de Cat Noir. Él tenía el brazo un poco entumecido, pero no lo apartó. Por el contrario, la rodeó con el otro brazo para acercarla más. Marinette suspiró en sueños y se acomodó contra él.
Cat Noir evocó entonces una visión que los había llenado de felicidad a ambos para después sumirlos en la desesperación: un sueño compartido de un futuro en común, repleto de amor y de paz…, que luego se había disuelto como una acuarela bajo la lluvia. Contempló a Marinette con profundo afecto y, por primera vez desde entonces, se atrevió a fantasear con la idea de que pudiese hacerse realidad. Porque Marinette había resultado ser Ladybug…, y porque ella no solo amaba a Adrián, sino también a Cat Noir.
Entonces la chica abrió los ojos, parpadeando a la luz de la mañana. Cat Noir siguió contemplándola hasta que su mirada azul se clavó en las pupilas felinas de él.
—Buenos días —la saludó con una sonrisa.
Ella se mostró confundida un momento.
—Cat Noir —murmuró. Recordó entonces todo lo sucedido la noche anterior—. ¿Te has… quedado?
—Sí, porque tú me lo pediste. —El superhéroe frunció el ceño, preocupado—. ¿Te parece mal? ¿Debería haberme ido?
—No, no. Está bien. Solo… ¿qué hora es? —Abrió mucho los ojos, alarmada—. Oh, no… La reunión con Narcisa…, Félix…, los anillos…
—Es muy pronto todavía, no te preocupes —la tranquilizó él—. Ni siquiera ha terminado de salir el sol. Pero llamaremos a Félix para controlar cómo va todo, ¿de acuerdo?
Ella asintió y se incorporó un poco, liberándose del abrazo de su compañero. Él lamentó para sus adentros que aquel momento hubiese pasado, pero Marinette tenía razón: debían concentrarse en la misión que tenían por delante, y él mismo era el primer interesado en que aquello saliese bien.
De modo que, reprimiendo un suspiro, abrió el bastón y marcó el número de Félix.
Su primo respondió de inmediato a la videollamada. Cat Noir contempló la imagen con curiosidad: Félix estaba en la habitación de Adrián Agreste, vestido con su pijama. Tenía el cabello un poco revuelto porque acababa de levantarse, pero aún no se había peinado como Adrián y el resultado era extraño, como una mezcla de los dos chicos que no terminaba de ser ninguno de ellos.
—Buenos días —saludó él—. Sin novedad por aquí.
—¿Seguro? —preguntó Marinette—. ¿Y Adrián?
—A salvo —respondió Félix—. Por otro lado, he pasado la noche en la casa y no ha venido nadie a buscar a Adrián. Ninguna supervillana con alas de mariposa, quiero decir.
Marinette tomó aire.
—¿Eso es… una buena noticia? —aventuró.
—Puede que sí y puede que no. Tal vez Kallima se haya atrincherado en su guarida con los prodigios y no tenga intención de salir de ella hasta la hora de su cita con Ladybug.
—Aun así, es bastante probable que acuda a la reunión con Nathalie —se apresuró a añadir Cat Noir.
—Pero, si sospecha que nosotros sospechamos de ella… como Narcisa, quiero decir —objetó Marinette—, ¿no se lo pensará dos veces antes de ir a casa de Adrián?
—¿Sospecha que sospecháis de ella? —preguntó Félix a su vez.
—La akumatización del otro día en el Grand Palais no fue casual —explicó Cat Noir—. Marinette le tendió una trampa a la nueva Mariposa para comprobar si se encontraba presente. Gracias a eso pudimos reducir nuestra lista de sospechosos a solo tres personas, y Narcisa era una de ellas. Justo al día siguiente, Cérise robó los anillos de Adrián.
—Hum —murmuró Félix—. Entiendo. Gracias por la información, Cat Noir. Tendré en cuenta todo esto. Si Narcisa no se presenta por cualquier motivo, os llamaré de inmediato para pensar en otro plan.
Marinette asintió, conforme. Félix se despidió de ellos y cortó la comunicación.
Ella suspiró, preocupada.
—Ojalá pudiese hacer algo —murmuró—. No se me da nada bien esperar.
—A mí tampoco —reconoció Cat Noir—, pero no tenemos otra alternativa. Ya verás como todo sale bien —la consoló—. Félix resuperará esos anillos y nosotros derrotaremos a Lila de una vez por todas.
Marinette alzó la cabeza para mirarlo y él le acarició una mejilla con ternura.
—Tiene que ser… complicado para ti —murmuró ella entonces—. Descubrir que yo sería capaz de abandonarlo todo y de traicionar a todo el mundo… para salvar a Adrián.
La mirada de él se suavizó.
—Forma parte de tu encanto —se limitó a responder.
Pero Marinette negó con la cabeza, mortificada.
—Si después de todo esto…, decides que ya no quieres seguir conmigo…, lo entenderé.
Él la miró sin comprender.
—¿Por qué no querría seguir contigo? ¿Estás pensando en volver con Adrián, tal vez?
—No, no…, pero quizá tú prefieras retomar lo tuyo con tu ex novia, al fin y al cabo.
—¿Mi… ex novia?
—La chica con la que rompiste para poder centrarte en tu misión —le recordó Marinette, un poco extrañada—. ¿La has… olvidado?
—En absoluto —respondió él, mirándola intensamente—. Sucede que… —Se detuvo un momento a pensar en cómo continuar—. ¿Te acuerdas de la noche en la que fuimos juntos a tomar un helado? ¿Como Cat Noir… y Marinette?
Ella se ruborizó.
—¿Cómo no acordarme? Lamento que terminara tan mal. Supongo que no era lo que esperábamos ninguno de los dos.
—Pero empezó por una razón: porque los dos nos gustábamos, ¿verdad? —Ella asintió, sin comprender a dónde quería ir a parar—. Lo que intento decir es que no te llevé a tomar helado por capricho, ni te besé solo porque me dejara llevar. Lo hice porque me gustabas de verdad, Marinette. Muchísimo. Creo que solo me he fijado en tres chicas en toda mi vida, y dos de ellas han resultado ser… la misma: tú. Me parece que no eres consciente de lo afortunado que me siento ahora mismo. Y, si tú me aceptaras…, estaría encantado de seguir a tu lado —concluyó con sencillez.
A Marinette se le humedecieron los ojos de emoción.
—Gatito… —murmuró.
Le echó los brazos al cuello y él le rodeó la cintura con los brazos y la atrajo hacia sí.
—¿Eso es… que me quieres? —se atrevió a preguntar.
—Claro que te quiero —respondió ella—. Si a ti no te molesta que Adrián…
—¿Sabes una cosa? —cortó él, alzando una ceja con picardía—, estoy bastante seguro de que conmigo no echarás de menos a Adrián.
Ella se rió.
—Gato presuntuoso…
—El tiempo me dará la razón, ya lo verás —insistió Cat Noir, sonriendo, antes de inclinarse para besarla.
Ya vestido como Adrián, Félix bajó las escaleras para reunirse con Nathalie en la cocina. La encontró sentada ante la mesa, tomando un café mientras leía las noticias del día en su tableta.
—Buenos días, Nathalie —la saludó, tomando asiento a su vez.
Dado que él y su madre habían pasado el verano en la mansión Agreste, sabía dónde solía situarse su primo y conocía bastante bien sus rutinas.
Nathalie le sonrió.
—Buenos días, Adrián. ¿Has dormido bien?
Félix apenas había pegado ojo, pero asintió de todos modos. Esperó a que el enorme guardaespaldas le sirviese el desayuno y entonces dejó caer:
—Hoy es el gran día, ¿verdad? ¿Cómo van los preparativos?
—Parece que todo está listo —respondió ella—. El evento es por la noche, ya lo sabes, pero yo estaré ocupada todo el día. Me temo que no podremos comer juntos —añadió, dirigiéndole una mirada de disculpa.
—No te preocupes, Nathalie, lo entiendo. Sé que hoy tienes una agenda complicada y me alegro de que al menos hayamos podido vernos a la hora del desayuno. ¿Te marchas ya al Grand Palais?
—No, aún tardaré un poco. —Consultó la hora en la tableta—. Tengo una reunión con Narcisa dentro de un rato, pero hemos quedado aquí.
—Ah, Narcisa —murmuró él—. No pude hablar mucho con ella el otro día, durante el ensayo. ¿Podré saludarla cuando llegue o estaréis muy ocupadas?
—Claro, pásate a saludar. Estaremos en el estudio. Solamente vamos a repasar el orden del día y a asegurarnos de que hemos cerrado todos los asuntos pendientes.
Félix asintió, satisfecho al comprobar que Narcisa no parecía haber cancelado la cita, después de todo.
Cuando, un rato más tarde, sonó el timbre en la puerta principal, Félix compuso una expresión entre inocente y amistosa, similar a las que solía mostrar su primo, y salió de su cuarto.
Desde lo alto de la escalera vio a Nathalie recibiendo a Narcisa en el hall. La chica detectó su presencia y alzó la mirada hacia él.
—¡Adrián! —exclamó—. Me alegro de verte. ¿Cómo va todo?
Félix bajó unos peldaños.
—Muy bien, muchas gracias. ¿Estás nerviosa por lo de esta tarde?
Ella dejó escapar una risita que Félix encontró muy poco natural.
—Sí, por supuesto, pero estoy segura de que todo saldrá bien. Los diseños de Marinette son magníficos y la señorita Nathalie lo tiene todo controlado. Pero no te quedes ahí, bobo. ¡Baja a saludar!
Félix estuvo tentado de excusarse, pero recordó a tiempo que se suponía que aquella farsante tenía en su poder el amok de Adrián. De modo que se apresuró a obedecer, como si no tuviese opción. Mientras descendía por la escalera, se fijó en la expresión de Narcisa y no se le escapó la sonrisa satisfecha que le dedicó.
—Me encantaría quedarme a charlar contigo, pero seguro que tú y Nathalie tenéis muchas cosas que hacer hoy —dijo, sin embargo.
—Eso es verdad —murmuró Nathalie, mirando su tableta con preocupación—. No quiero meterte prisa, Narcisa, pero ya vamos con retraso.
—Podemos hablar después de vuestra reunión, si quieres —se ofreció Félix—. Es decir…, si tienes tiempo, claro.
—¡Por supuesto! —exclamó ella—. Además, hay un par de cosas que me gustaría contarte. ¡Hace tanto tiempo que no charlamos…!
—Perfecto, pues avísame cuando termines, ¿vale? —respondió Félix, tratando de disimular su satisfacción.
Narcisa había caído en la trampa. Quizá tenía intención de secuestrar a Adrián para presionar todavía más a Ladybug o tal vez solo pretendiera comprobar por sí misma hasta dónde llegaba su poder sobre él. En cualquier caso, parecía que no había sido capaz de resistir la tentación de acercarse a él.
La reunión no fue demasiado larga. Félix aguardó en la cocina, tomando un té mientras intercambiaba mensajes de texto con Marinette, que no había podido evitar escribirle para preguntarle cómo iba todo.
«Está aquí», respondió él. «Y creo que ha picado el anzuelo. No os preocupéis: tengo un plan».
«Por favor, no cometas ninguna imprudencia», le advirtió ella. «Si esto sale mal, no tendremos una segunda oportunidad. Y si ella se da cuenta de lo que pretendes…»
«Lo sé».
«Podría utilizar los anillos para hacer daño a Adrián. Al de verdad».
«Soy consciente, Marinette. Confía en mí».
Poco después recibió un mensaje de Narcisa anunciándole que ya estaba libre. Salió de nuevo al recibidor y se reunió con ella al pie de la escalera.
Félix miró a su alrededor en busca de Nathalie.
—Ha recibido una llamada que no podía dejar de atender —aclaró Narcisa—. Le he dicho que me acompañarías tú, aunque de todos modos sé llegar a la puerta sola —concluyó con una sonrisa engañosamente inocente.
—Claro, no hay problema. Dime, ¿de qué querías hablar?
—Oh, de nada importante. O tal vez sí, no lo sé. —Narcisa adoptó una expresión preocupada—. He oído ciertas cosas…, y supongo que no son verdad, pero pensé que deberías saberlas. Es sobre… Marinette —añadió en voz baja.
—¿Marinette? —repitió Félix, fingiendo sorpresa.
—Sé que ya no sois pareja, porque ella me lo ha contado —prosiguió Narcisa en el mismo tono. Félix reprimió en el último momento un gesto de extrañeza—. Pero aún estáis muy unidos, ¿verdad? O eso me pareció ver en el ensayo.
—Sí, somos buenos amigos —replicó él—. ¿Qué es lo que pasa con Marinette?
Narcisa miró a su alrededor. Estaban solos, pero bajó aún más el tono, de todas maneras.
—Es delicado. ¿Podemos hablar de esto en privado?
—Claro. ¿Me acompañas a mi habitación?
—Por supuesto —respondió Narcisa, encantada.
Félix la condujo hasta el cuarto de Adrián. Por la forma en que ella miró a su alrededor cuando entraron, el chico tuvo la sensación de que no era la primera vez que se hallaba en aquel lugar. Se volvió hacia su invitada.
—¿Y bien? ¿Qué era lo que querías contarme?
—Me gustaría saber si todavía estás enamorado de Marinette. Porque la he visto tonteando con otro chico, ¿sabes?
—¿Ah, sí? —Félix le dirigió una mirada reflexiva—. Bueno, ella puede hacer lo que quiera. Ya no somos novios, ¿recuerdas?
Narcisa entornó los ojos. Quizá no era esa la reacción que esperaba.
—Pero todavía te gusta, ¿no es verdad? No me mientas —le advirtió.
Sonreía con dulzura y su voz mantenía un tono juguetón, pero Félix advirtió un brillo calculador en su mirada. Y se dio cuenta también de que había metido las manos en los bolsillos de la chaqueta en un gesto un tanto forzado.
La observó, pensativo, antes de responder. Ya se había dado cuenta de que Narcisa no llevaba anillos en los dedos, lo cual no era de extrañar; si se hubiese presentado en la mansión Agreste luciendo los anillos Graham de Vanilly, Nathalie los habría reconocido de inmediato. Félix había advertido una fina cadena dorada que pendía del cuello de Narcisa, pero lo que quiera que colgara de ella quedaba oculto bajo su camisa. El chico había dado por sentado que tenían que ser los anillos. No obstante, ahora que lo pensaba, Narcisa no podría utilizarlos sin sacarlos de su escondite y mostrarlos al mundo.
No; tenían que estar en uno de sus bolsillos… o quizá repartidos entre los dos. Si este era el caso, serían más difíciles de recuperar.
—¿No tienes nada que decir? —insistió ella—. Contéstame.
Félix fingió que volvía a la realidad.
—¿Cómo…? Sí, sí, perdona. —Fingió que luchaba momentáneamente contra el impulso de obedecer la orden y por fin respondió con voz ronca—. Sí, todavía me gusta Marinette. Estoy enamorado de ella.
Narcisa esbozó una media sonrisa. Parecía disgustada por la confesión de Félix y complacida al mismo tiempo porque lo tenía a su merced.
—Pero a ella ya no le gustas tú —le dijo—. Qué lástima, ¿verdad? Con todo lo que has luchado por ella. Siento ser yo la portadora de malas noticias, pero lo cierto es que te ha utilizado para medrar en el mundo de la moda. La verdad es que no le importas nada, y la prueba es que ha roto contigo en cuanto ha conseguido lo que quería. Todo el mundo lo sabe —añadió, encogiéndose de hombros—. Todo el mundo la ha visto tonteando con uno de los modelos del desfile. Ahora que tú ya no te dedicas a esto, por otro lado, imagino que tampoco puede presumir de tener como novio a un modelo famoso y por eso te ha sustituido. Lo siento tanto, Adrián… —añadió, fingiendo una preocupación que estaba lejos de sentir.
Félix sacudió la cabeza, como si no quisiese creer en sus palabras, pero estuviese dudando en el fondo. Narcisa sonrió, satisfecha.
—Ahora dime que no la quieres —ordenó—. Aunque no sea verdad.
Seguía con las manos metidas en los bolsillos, y Félix murmuró:
—Ya no… ya no la quiero.
—Y se lo dirás a ella —prosiguió Narcisa—. Le dirás a Marinette a la cara que la odias y la desprecias. Delante de todo el mundo.
Félix cerró los ojos con fuerza y negó con la cabeza, apretando los puños.
—No… no…, eso no es verdad.
—Pero se lo dirás, porque ella te ha hecho mucho daño, ¿verdad? Harás que pague su traición.
Félix inspiró hondo y alzó la cabeza para mirar a Narcisa con expresión vacía.
—Sí, se lo diré —repitió como un autómata—. Porque ella me ha hecho mucho daño y haré que pague su traición.
Ella asintió, sonriendo.
—Buen chico. Y ahora que estamos manteniendo esta amigable conversación…, supongo que no te importará hablarme de Ladybug, ¿verdad?
—¿Ladybug? —repitió él, aún con gesto inexpresivo.
—Ella ha mentido a todo el mundo sobre lo que sucedió el día que cayó Monarca. Y lo ha hecho por ti, para ocultarte la verdad. Para que no sufrieras. Dime, ¿por qué?
Félix recordó entonces que, oficialmente, su primo no sabía nada de todo aquello. Compuso una expresión de absoluta confusión.
—¿Monarca? No lo sé… No entiendo…
Narcisa resopló con irritación.
—¿Qué relación tienes con Ladybug? ¿Por qué te protege? ¡Responde!
—No lo sé… Es una superheroína, ¿no se supone que tiene que proteger a todo el mundo?
Félix logró a duras penas disimular un tono irritado en su voz. Cuando Narcisa había comenzado a intentar manipularlo, había utilizado un tono de voz suave y persuasivo, al estilo de Gabriel cuando mantenía el control sobre Adrián. Pero ahora, a medida que se convencía de que, en efecto, tenía poder sobre él, sus órdenes se volvían más directas e impacientes. A Félix le recordó la forma en que su propio padre solía relacionarse con él, y eso lo molestó.
Trató de calmarse. No podía permitir que su rabia echase a perder aquella misión. Se recordó a sí mismo, además, que Narcisa poseía el prodigio de la mariposa y, por tanto, podía utilizar sus emociones contra él.
Pero empezaba a ponerse nervioso, porque aún no había deducido en cuál de los dos bolsillos se encontraban los anillos. Narcisa mantenía las manos bien ocultas en ambos.
—Es posible que… sea una fan —se apresuró a añadir, en tono más calmado.
Narcisa entornó los ojos.
—¿Una… fan?
Félix se encogió de hombros.
—Tengo muchas fans —se limitó a contestar—. De cuando era un modelo famoso, ya sabes.
Recordó oportunamente que su primo nunca se había sentido cómodo con aquel aspecto de su vida. Esbozó una sonrisa de disculpa y se frotó la nuca, azorado.
Narcisa le dirigió tal mirada de desprecio que Félix se quedó sin respiración un momento. Cerró los puños con fuerza y se obligó a sí mismo a mantenerse inmóvil, sumiso.
—¿Me estás diciendo que Ladybug ha mentido a todo el mundo y ha entregado casi todos los prodigios a su enemiga para salvarte a ti, sabiendo quién eres…, sabiendo… lo que eres…, solo porque es una fan? —Sacudió la cabeza—. No te creo.
Félix desvió la mirada, turbado.
—No… no sé de qué me hablas —tartamudeó—. Yo… yo no tengo nada que ver con Ladybug. No más que el resto de la gente en París.
—Dime la verdad —ordenó ella, aún con las manos en los bolsillos.
—Es la verdad —respondió Félix.
Narcisa permaneció unos instantes en silencio, observándolo, valorando lo que iba a hacer con él. Tenía muchas opciones, desde luego; podía revelarle todo lo que sabía acerca de su padre y de su propia existencia, en primer lugar. Si era cierto que a él no le habían contado nada, como parecía, aquella información lo turbaría hasta el punto de que akumatizarlo sería para ella un juego de niños. Entonces Ladybug se vería obligada a luchar contra él. Quizá lograra salvarlo, pero no serviría de gran cosa, porque la voluntad de Adrián seguiría estando en su poder de todos modos.
Trató de centrarse. En cuanto lograra los prodigios de Ladybug y Cat Noir, recrearía el mundo tal y como había soñado; devolvería a Gabriel y Émilie a la vida y borraría a Adrián de la existencia para que ella pudiese convertirse en la única hija y heredera de los Agreste, tal como debería haber sido desde el principio. Entonces ya no importaría si Ladybug lograba o no salvar a su… ídolo, o lo que fuera.
Pero, antes, Narcisa jugaría un poco con él. Hasta que llegara la hora de su cita con Ladybug (y aún no había decidido si iba a devolverle o no los anillos, al fin y al cabo), había tiempo de sobra para que Adrián se reuniese con Marinette y le dijese todas aquellas cosas horribles.
Sonrió para sí. Eso era exactamente lo que iba a hacer, decidió. Ordenaría a Adrián que buscase a Marinette y le escupiese a la cara todo el odio que Narcisa había implantado en él. Después podría akumatizar a Marinette. Sería muy divertido, desde luego. Cuando Ladybug la salvara, Narcisa procedería entonces a contarle a Adrián toda la verdad sobre su origen, las actividades de su padre y la muerte de su madre. Y entonces lo akumatizaría a él.
Ladybug estaría tan desesperada viendo cómo Kallima manipulada a su adorado Adrián Agreste que no se le pasaría por la cabeza intentar engañarla. Y entonces le entregaría los prodigios y ella recuperaría la vida perfecta que Adrián le había arrebatado.
—Muy bien —dijo por fin—, esto es lo que vamos a hacer: vas a llamar a Marinette y vas a decirle que quieres encontrarte con ella en…
La interrumpieron de pronto unos golpes en la puerta y la voz de Nathalie al otro lado.
—¿Adrián? ¿Se ha ido ya Narcisa?
Ella retrocedió, alarmada, hasta situarse junto al chico, y lo arrastró tras la rampa de skateboard para que Nathalie no la viera si se le ocurría abrir la puerta.
—Dile que no estoy aquí —le ordenó en un susurro—. Dile que estás solo en la habitación, que vas a entrar en la ducha y que te habías dejado la televisión encendida.
Félix observó con el rabillo del ojo que Narcisa lo sujetaba con la mano izquierda… mientras mantenía la derecha en el interior del bolsillo. Repitió en voz alta sus instrucciones, punto por punto, y Nathalie pareció conformarse.
—Me voy al Grand Palais para la rueda de prensa —anunció desde fuera—. Si cambias de idea a lo largo del día y decides venir al evento, mándame un mensaje, ¿de acuerdo?
—¡De acuerdo! —respondió Félix.
Aguardaron en tensión mientras escuchaban el sonido de los tacones de Nathalie bajando por la escalera. Cuando la casa quedó por fin en silencio, Narcisa se relajó un poco.
—Muy bien —murmuró—. Ahora vamos a…
No llegó a terminar la frase. Félix se volvió rápidamente hacia ella y la empujó contra la pared.
—¡Quieto! ¡Quieto! —gritó Narcisa, alarmada—. ¡Quítame las manos de encima!
Félix no le hizo caso. La agarró por la muñeca y la obligó a sacar la mano del bolsillo, donde encontró los anillos gemelos de los Agreste. Narcisa, una vez superada la sorpresa inicial, comprendió al ver el gesto de calculada satisfacción de Félix que algo iba muy mal.
—¡Nooroo…! —empezó, alarmada.
Pero Félix le tapó la boca con la mano mientras se metía los anillos en el bolsillo.
—Creo que no, Kallima —le dijo, con una sonrisa de tiburón—. Duusu, despliega mis plumas.
El kwami acató la orden de inmediato; salió de su escondite en el interior de su camisa y lo transformó en Argos. Narcisa frunció el ceño, comprendiendo al fin el engaño. Argos alargó la mano para buscar el broche que sabía que ella ocultaba bajo la chaqueta; pero no podía hacer eso, sujetarla y cubrirle la boca al mismo tiempo, así que Narcisa aprovechó el momento para apartarlo de un empujón.
—¡Nooroo! ¡Alzaos, alas negras!
Se transformó en Kallima y miró a Argos con el ceño fruncido.
—Tú no eres Adrián.
—Muy lista —sonrió él—. Pero tú sí eres la nueva Polilla. ¿Cómo te las arreglaste para robar los anillos de Adrián? ¿Lo hiciste durante el ensayo en el Grand Palais?
Argos detectó un brillo de complacencia en la mirada de Kallima y comprendió que había picado el anzuelo. Si Lila pensaba que solo su identidad como Narcisa estaba comprometida, bajaría la guardia como Cérise.
—No te lo voy a contar —replicó—. Me has engañado y he hablado más de la cuenta, pero no volveré a cometer ese error. Nooroo, Pollen… ¡unificaos! —exclamó.
Pollen salió de su bolso y se fundió con la pequeña peineta que recogía el cabello de Kallima. Mientras ella enarbolaba la peonza en la mano, desafiante, Argos la recorrió con la mirada, buscando más prodigios; pero su antagonista no llevaba tantos como había imaginado, probablemente para no llamar la atención. Identificó la pulsera con el poder de la tortuga y comprendió también que las gafas que llevaba como Narcisa, y que ahora conservaba al transformarse, no eran las suyas de siempre, sino el prodigio del caballo camuflado. Cuando vio la gargantilla del dragón rodeando el cuello de Kallima, apretó los dientes. Se prometió a sí mismo que se aseguraría de que Kagami la resuperase cuanto antes.
También se atisbaba una cadena dorada cuyo colgante quedaba en el interior del traje de Kallima, y Argos se preguntó si sería el prodigio del zorro. Por lo que tenía entendido, a Lila le gustaba especialmente aquel poder.
«Muy bien», pensó Argos. «Nada que no pueda manejar». Kallima solo tenía los prodigios desde el día anterior, lo cual significaba que no había tenido mucho tiempo para practicar con ellos. De ahí que hubiese elegido solo los que pensaba que podría necesitar y al mismo tiempo no llamarían mucho la atención en su identidad civil.
Sería una oponente formidable de todos modos, pero Argos no tenía intención de derrotarla. Su prioridad era escapar de allí con los anillos de Adrián para devolvérselos lo antes posible.
—¿Quieres pelea? —lo desafió Kallima—. Adelante. Atrévete a atacarme.
—No voy a hacerlo, en realidad —replicó Argos con una sonrisa de suficiencia. Arrancó una pluma de su abanico y se la mostró—. Estoy muy enfadado por todo lo que has intentado hacerle a mi primo —le informó—. Así que solo tengo que proyectar esos sentimientos de ira en un sentimonstruo que luchará contra ti mientras yo pongo a salvo los anillos. Puedes perder el tiempo peleando contra él o puedes escapar ahora, no me importa. Tarde o temprano, Ladybug y Cat Noir te encontrarán y recuperarán los prodigios que les has quitado.
Con los ojos entornados, Kallima observó la pluma cargada de energía. Después dijo:
—Pollen, Nooroo… ¡dividíos! —Pollen salió disparada de la peineta, y Kallima añadió—: Nooroo, Kaalki… ¡unificaos!
A los poderes de la mariposa sumó entonces los del caballo. Argos no le quitó ojo mientras lo hacía, notando que había aprendido a fusionar dos prodigios al mismo tiempo, pero al parecer no sabía aún cómo unificar tres a la vez.
—¡Teletransporte! —exclamó ella entonces, y un portal espacial apareció a su espalda—. Pagarás por esto —siseó, antes de desaparecer a través de él.
Argos no se inmutó. Cuando se quedó a solas en la habitación de Adrián, respiró hondo y abrió la mano para contemplar los anillos gemelos que acababa de recuperer. Eran los originales, en efecto. Sonrió y usó el comunicador del abanico para llamar a Marinette. Ella no respondió, por lo que marcó el icono de Ladybug.
La superheroína le respondió de inmediato. Argos la vio en la pantalla, sentada sobre un tejado junto a Cat Noir, que alzó las orejas con interés.
—¿Félix? —dijo Ladybug, devorada por la ansiedad—. ¿Cómo ha ido todo?
Argos alzó la mano con una media sonrisa ante la cámara para mostrarles los anillos. Ladybug dejó escapar un profundo suspiro de alivio.
—Gracias —susurró, con la voz quebrada por la emoción—. Gracias.
Parpadeó, porque tenía los ojos llenos de lágrimas.
—Los guardaré a buen recaudo hasta que se los pueda dar a Adrián —continuó Argos—. Cuando todo esto termine, tendrás que tomar una decisión con respecto a lo que debes contarle.
Ladybug asintió, pero fue incapaz de responder, porque tenía un nudo en la garganta. Cat Noir la abrazó y ella enterró el rostro en su pecho, ahogando un sollozo. Por encima de su hombro, él dirigió a Argos una mirada de agradecimiento. Su primo asintió en silencio al otro lado de la pantalla.
—Ahora es vuestro turno —dijo—. Cazad a esa polilla y arrancadle las alas para que nunca más pueda volver a confundirnos.
Ladybug alzó la cabeza para mirarlo. Sus ojos azules tenían un brillo feroz.
—Cuenta con ello —le prometió.
