Disclaimer: Los personajes y el universo le pertenecen a JK Rowling.
Solo la trama es mía.
No obtengo ningún beneficio económico ni lucrativo de algún tipo al escribir este fic.
Aviso: Este fic forma parte del juego Drabble tag del foro Hogwarts a través de los años.
Elegí la condición Arthur Weasley.
Una noche de trabajo.
Arthur revisó dos veces que lo tenía todo y salió de casa. Le habían llamado para una urgencia en mitad de la noche. Eran un incordio pero también era cuando mejor se pagaba. Y con tantos hijos, no iba a hacerle ascos al dinero aunque fuese enero y prefiriera estar acurrucado en la cama con su esposa.
Les había costado mucho ser novios. Bueno, a él le había costado. Ella era tan impresionante, tan hermosa a sus ojos, tan... Era la elegida para él. Pero siempre que hablaban se la quedaba mirando y tartamudeaba como un tonto.
Lo peor fue cuando salió corriendo debido a la timidez y su pierna se metió en el hueco del escalón faltante y Molly tuvo que ayudarle a salir. Todo el mundo había estado mirando y Arthur habría querido ser un animago pequeño para transformarse y esconderse en el lugar más oscuro y privado.
Weasley le dio un beso suave a su esposa antes de irse. Siempre que se iba a trabajar lo hacía. Su Molly siempre debía saber que la quería. No importaba qué hora fuera.
Llegó a las coordenadas que se le habían dado y allí se encontró con Perkins.
-¿Sabes qué pasa? -Arthur preguntó.
-Algo sobre un retrete que se traga a gente y unas toallas que estrangulan a quienes las dejan tiradas en el suelo.
-Esto va a ser difícil. -Suspiró.
Los muggles eran tan agradables y estaban tan indefensos... No podían hacer nada contra la magia y Arthur estaba dispuesto a ayudar como pudiera. Y si en el proceso aprendía más sobre su tecnología, mejor.
Le fascinaba la imaginación de los muggles. Como ellos no podían facilitarse la vida con magia, creaban cosas que hicieran sus tareas más fáciles.
Su proyecto más reciente era un coche que volaba. Él había sido muy astuto creando lagunas en las leyes para poder seguir trasteando con los aparatos muggles. No iba a decírselo a Molly, por supuesto. Ella le regañaría hasta el fin de los tiempos.
Ambos magos entraron a la casa en la que había problemas.
Una señora de su edad estaba gritándole a la toalla que se enrollaba en el cuello de otra mujer mientras daba escobazos.
-Hola, buenas noches. Nos han llamado por un altercado... -Arthur comenzó.
-¿Un altercado? -La señora de la escoba se acercó furiosa a él. -Esta es una broma de muy mal gusto. Y cuando mi hermano venga mañana, se va a enterar. Él tiene algo que ver. Solo lo sé.
Tranquilizar a la mujer fue difícil. Ella le había dado varios escobazos y gritaba mucho.
Perkins estaba lidiando con la toalla y un perrito que no dejaba de ladrar y le mordía los tobillos.
Y después estaba el hombre que gritaba desde el baño. Arthur esperaba que no hubiera nada más encantado.
No quería que los muggles se angustiaran más.
