Durante algunos días Orquídea estuvo asediada por la culpa, el sacar las alas de Edwyn en la forma en que lo hizo trajo consecuencias no muy positivas para el pequeño. Ya no fue solo el dolor y la inflamación el problema, una fiebre muy alta lo aquejó durante tres días en los cuáles la mantis no se separó de su lado. Utilizó todos sus conocimientos básicos de medicina, más los que habían registrados en sus libros para tratarlo, hizo numerosas pastas antibióticas, unguentos para la inflamación y el dolor, brebajes para la fiebre y lo vigiló constantemente colocando compresas frías en su frente, incluso le cedió su propia hamaca para que durmiera mientras se recuperaba, fueron interminables noches en vela, pero finalmente el tercer día Edwyn abrió los ojos.
Al inicio estaba aturdido, recordaba vagamente retazos de realidad mezclados con delirios causados por la fiebre donde veía a un extraño murciélago rojo y a una pequeña polilla blanca que emitía una luz anaranjada ¿Qué era sueño y qué fantasía? El ver a la mantis recostada en el suelo junto a la hamaca le hacía dudarlo.
Entre las alucinaciones febriles cada tanto distinguía la figura de la mantis, solo como una silueta lejana que le hablaba, pero cuya voz de alguna manera lo tranquilizaba, con lo que veía ahora sacaba la conclusión de que ella lo había estado cuidando. Un sentimiento cálido creció en su pecho, el saber que esa mantis salvaje se preocupaba por él lo hacía sentir querido y apreciado, estaba muy feliz.
—Señorita Orquídea ¡Señorita Orquídea! Despierte por favor.
La mantis se removió entre sueños, estaba muy cansada, de verdad necesitaba dormir, pero esa voz infantil la despertó de golpe, había ansiado tanto escucharla. Se incorporó en un segundo y observó maravillada al gusanito que estaba recostado en su cama y la vigilaba con preocupación.
—Señorita Orquídea... Me ale... ¡Ah!
Antes de poder terminar la oración Orquídea lo tomó y lo estrechó contra su pecho mientras refregaba su cabeza contra la frente del niño.
—Estás bien, estás sano ¡Oh Patatita! —Lo alzó en brazos y lo colocó sobre su cabeza para verlo bien— Estoy tan feliz.
—Oh vaya... —Edwyn no sabía qué decir, hasta se sentía avergonzado de recibir tantos mimos de la mantis.
Orquídea lo bajó y lo dejó en la hamaca.
—Patatita, quería pedirte disculpas, no debí forzar la salida de tus alas a esta edad, sacarlas en una mantis recién nacida es algo sencillo y no causa mucho problema, pero parece que en un bicho más grande es peligroso, no lo sabía y ahora me aseguré de dejarlo registrado en los libros para que nadie vuelva a cometer un horror como ese ¡De verdad lo lamento!
Para Edwyn era una novedad que un adulto le pidiera disculpas y por supuesto que las aceptaba, le entusiasmaba toda la preocupación que la mantis demostraba, de hecho era mucho más de lo que esperaba de parte de una mantis salvaje e incivilizada que supuestamente no tenía corazón.
—Bueno ¿Quieres comer algo? En tus tres días de fiebre solo tomaste agua, te traeré algo.
La mantis de inmediato salió de la habitación para buscar algo de comer, tanto para Edwyn como para ella misma, pero con el sueño que tenía, por primera vez olvidó una precaución que hasta ese momento siempre había tomado, no cerró la puerta de su cuarto.
El gusano alado se quedó recostado en la hamaca esperando por la comida, poco a poco su hambre aparecía pero se sentía débil, así que lo mejor era esperar a que lo atendieran.
De pronto un ruido captó su atención y se puso en alerta, pero su cuerpo no respondió tan bien como hubiera querido, sus músculos estaban entumecidos, solo pudo enroscarse y temblar asustado, por un momento se había sentido a salvo por los cuidados de la mantis, pero debía recordar que ella era la única que lo quería, para todos los demás era solo una presa, comida fácil.
Y entonces una sombra apareció frente a él y gritó de miedo.
—¡Eso gusano! ¡Tenme miedo! ¡Tu verdugo ha llegado!
—¿Rosa? —Edwyn estaba asustado, no estaba en condiciones de hacerle frente a la cría de mantis.
La niña lo miró con gravedad por unos momentos luego de lo cuál hizo un puchero.
—¡Así no se vale! No tiene gracia atacar a una presa débil, eso no es un reto ¿Este es otro plan para que no te mate? ¿Te enfermaste a propósito para volverte débil y que yo perdiera interés en ti?
—Eh... Pero si yo no...
—¡Que conste que eso no funcionará! ¡Te seguiré acechando y te daré muerte! Pero lo haré cuando te sientas mejor... —Sacó unas pequeñas setas amarillas y las arrojó sobre la hamaca— Cómete eso, tienen muchas vitaminas y son ideales para recuperarse luego de una enfermedad.
—Oh... ¿Gracias?
—No hay de qué, deberías estar feliz de tener una cazadora tan considerada como yo.
—Rosa ¿Te das cuenta de la incongruencia que hay aquí?
—No sé que es incongruencia pero si no se come no es algo importante, bueno, me voy, debo cumplir con mis cuotas de cacería, adiós.
No se molestó en escuchar a Edwyn y salió volando. El gusano se quedó unos instantes en silencio tratando de procesar lo que había pasado, entonces tomó uno de los hongos y lo olió con desconfianza.
—No te preocupes, no son venenosos —dijo una voz familiar.
Edwyn miró hacia todos lados buscando a la persona que había hablado, pero no vio a nadie, entonces recordando una experiencia anterior miró hacia el techo donde vio a Clavel colgado.
—Ah, eres tú.
—Sí, yo, Clavel, lo lamento si no tengo títulos grandes como verdugo o cría prodigio —Bajó y aterrizó en la hamaca donde cogió uno de los hongos amarillos y se lo comió— Si tú no los quieres los tomo yo, son muy sabrosos.
Edwyn se apresuró a comerse los hongos que estaban cerca, no iba a dejar que le arrebataran una comida que era para él. Tras probarlo comprobó que no estaban tan mal, un poco ácidos para su gusto pero perfectamente comestibles.
—¿Tú sabes por qué Rosa me trajo esto?
—Pues... Conociéndola... Creo que te tiene aprecio.
—Debe ser una broma.
—Ojalá lo fuera —suspiró apesadumbrado— Ella no debería sentir cariño por alguien como tú, eso va contra el código de una mantis, por eso no lo puede admitir abiertamente. Sólo síguele el juego ¿De acuerdo? Quizás sea un dolor de cabeza pero es mi hermana y no quiero que le pase algo malo.
—Pensé que odiabas a tu hermana y querías humillarla.
—No me agrada del todo, pero una cosa es humillarla y otra muy distinta el querer que se muera, no soy tan despiadado.
—¿La van a matar si me me llega a querer? No te preocupes, yo no me enamoraría de una mantis.
—No hace falta que se enamoren para que ella se meta en problemas, basta con que te quiera como amigo para que todos la rechacen, una mantis que se precie no debería trabar amistad con un bicho inferior como un gusano, la misma tía Orquídea ya está en bastantes problemas por tu culpa.
Esta noticia le sentó muy mal a Edwyn, no quería que esa mantis luego de ser tan buena con él terminara perjudicada, además, no entendía qué tenía de malo que una mantis le tuviera afecto ¿Cuál era el problema? La culpa y la pena se tornaron en rabia y frustración.
—¿Y cuál es el problema si una mantis me quiere? ¡Eso no le causa daño a nadie!
—No, no lo hace y en realidad no hay mucho problema.
—¿Entonces porqué castigarían a Rosa por ser mi amiga?
—No todos piensan como nosotros...
Nosotros... Esa palabra retumbó en su mente. Debido a lo poco que había socializado con Clavel no lo conocía mucho, pero de a poco se daba cuenta de que era algo distinto a las mantis comunes, al igual que Orquídea.
—¿Hay otras mantis que piensen como tú o la señorita Orquídea?
—Las hay, se podría decir que son opositoras al gobierno actual, tienen algunas ideas contrarias a las tradiciones que hemos tenido por años, pero siguen siendo una minoría, así que actúan en secreto, Orquídea es la líder de este movimiento y poco a poco junta seguidores, tiene la idea de que algún día logrará cambiar a todas las mantis y la tribu finalmente se abrirá al progreso.
Edwyn estaba impactado, la sociedad mantis era más compleja de lo que pensaba, su situación actual parecía ser una especie de revolución oculta o una guerra ideológica, donde la piedad y el amor se enfrentaban a la fuerza y las tradiciones, pero había un detalle aún más interesante, Clavel era solo un niño y ya estaba involucrado en estas cuestiones, logró adivinar que se trataba de un mantis muy maduro para su edad, quizás por eso pasaba el tiempo solo y trataba de mantener un bajo perfil, a diferencia de su hermana que era fuerte, pero sumamente inmadura. Pero si había lago que Edwyn sabía, tanto por haber leído libros como por relatos de su tío, es que con la gente astuta hay que tener cuidado, a menudo buscaban obtener algo.
—¿Por qué me dices todo esto?
—¡Para que dejes de meterte en problemas y molestar a la tía Orquídea! ¿Tienes idea de todas las peleas que tuvo con sus hermanas por tu culpa? ¡Cómo es posible que la Lord pase tanto tiempo encerrada por culpa de un estúpido gusano mascota! ¿Acaso se volvió loca?
El sonido de los pasos de Orquídea lo alertó de que se acercaba, así que emprendió el vuelo para escapar por una ventana, pero antes de irse dijo:
—No te metas en problemas y mantén un bajo perfil, puedo tener simpatía por ti, pero si resultas ser algún impedimento para la tía Orquídea y la expansión de sus ideales, me las arreglaré para eliminarte ¿Me oíste?
Edwyn se estremeció, Clavel le parecía por lejos un enemigo más temible que Rosa, Clavel no tendría problemas en matarlo mientras dormía o envenenarlo, a él no le interesaban los retos, solo sacar de su camino aquellos elementos que eran un impedimento para sus objetivos. Suspiró preocupado, debía apresurarse y terminar de leer esos libros, o quizás sería mejor considerar no leerlos y escapar de una vez, de momento vigilaría la situación y según se dieran las cosas adelantaría su huida, aún así trataría de dilatarla lo más posible.
Debido a que estaba débil, Orquídea no insistió en sacarlo de paseo otra vez, así que pudo quedarse en casa leyendo tranquilo sus libros, pero lentamente se habían producido cambios en él, cambios a duras penas perceptibles. Antes era capaz de pasar todo un día leyendo sin problemas y lo disfrutaba, pero ahora tanta lectura se le hacía agotadora, tenía la necesidad de mover las patas y hacer ejercicio, así que cada tanto se detenía para descansar y estirarse y en medio de estas maniobras fue que se hizo consciente de sus alas.
Odió que no hubiera un espejo cerca para ver su reflejo y sus nuevas extremidades, pero dentro de lo que pudo apreciar vio las puntas de unas alas delgadas y blancas con un brillo tenue. Trató de moverlas pero era extraño controlar algo que hasta hace un tiempo no tenía, básicamente no sabía cómo moverlas, qué pensar para que reaccionaran a sus órdenes, pero eso no lo detuvo, era creativo y tenía imaginación, además de que Orquídea le brindó ayuda... Dentro de lo posible cuando podía.
Los días siguientes vio muy poco a Orquídea, llegaba cansada e incluso algo herida, cuando preguntó qué pasaba solo respondió "cuotas de cacería".
La sociedad mantis a pesar de su rigidez, era muy justa, cada miembro tenía deberes que cumplir, incluso las Lords debían cazar, tanto para reafirmar su estatus y demostrar su fuerza, como para mostrarse ante sus súbditos como iguales. Y Orquídea luego de tres días ausente por cuidarlo estaba muy atrasada con sus deberes, y eso incluía solo la cacería, no sabía exactamente que otras cosas debía hacer un Lord, pero suponía que al igual que un rey también tenía labores administrativas, reuniones y esas cosas.
Pero aún así a pesar de su cansancio y del dolor, se preocupaba por dejarle un plato de comida y hablar un poco con él, sabía que estaba todo el día solo y ella era su único contacto con el mundo exterior, la falta de trato con otros bichos podría deprimirlo, por eso aunque estuviera muerta de cansancio, en lugar de descansar y dormir se dedicaba a atenderlo, escucharlo y sobre todo ejercitar sus alas.
Sabiendo que estaban atrofiadas, combatía eso moviéndolas ella misma con cuidado, esto causaba algo de dolor en el pequeño, pero la mantis era cuidadosa de no exceder su aguante. Además, el hecho de que quedara adolorido hasta el día siguiente era prueba de que aún había músculo y que este estaba trabajando.
Los cuidados de Orquídea hicieron que en cosa de pocos días días Edwyn fuera capaz de mover sus alas por sí mismo, en realidad no era tan difícil, pero por supuesto estaba lejos de volar, aún así el gusano hizo un logro que para él era algo extraordinario, saltar.
Ahora era como su padre, que luego de un salto podía dar un segundo salto extendiendo unas alas mágicas hechas de alma, solo que las suyas eran parte de su cuerpo y permanentes, o al menos esperaba que le duraran un par de años, no sabía si las conservaría hasta adulto o las perdería al crecer como ocurría con las mantis. Pero aún si las conservaba por poco tiempo, con eso le bastaba, ahora tenía más movilidad y escapar se le haría más sencillo, se le abrían nuevas posibilidades de planes para largarse de Páramos Fúngicos de una vez por todas, ahora si adquiría habilidad podría escalar a través de los hongos para alcanzar la salida superior.
Pero todas sus fantasías tendrían que esperar de momento, ya le faltaba poco para terminar de leer sus libros y por otro lado, tenía otra preocupación, Orquídea. Esa mantis loca fanática de los trepasetas y de agarrarlo por la cola no estaba bien, cada vez que la veía estaba cansada, sabía que era por su causa y esto lo hacía sentir culpable. Sería muy malagradecido de su parte largarse sin siquiera decir adiós luego de todo lo que lo cuidó, era verdad que casi lo mata con su brillante idea de sacar sus alas, pero fue sin intención, además de que a la larga el tener alas le resultaría útil.
Cada noche tenía algunos cuestionamientos sobre que hacer, debía irse, ese no era su hogar y tampoco era feliz ahí, quería volver a sus lujos y ver a su familia, pero por otro lado se estaba encariñando con esa mantis y no la quería dejar sola, algo en su interior le decía que la lastimaría mucho si la abandonaba. Aquello que decían de sus deseos de madre insatisfecha quizás era verdad y en cierta forma él los estaba supliendo, Edwyn ya se había dado cuenta de que para ella era más que una mascota, hablaba con él, lo escuchaba, a veces hasta le daba en el gusto sobre qué cenar, quizás lo mantenía encerrado pero era la forma que tenía de protegerlo, si fuera más fuerte seguro que tendría más libertad.
Ahora como tantas noches miró a esa mantis dormida en el suelo, no alcanzó a subir a su hamaca antes de sucumbir al sueño. Pobre Orquídea, ojalá pudiera ayudarla, pero hizo lo único que podía con su pequeño cuerpo, fue por una manta y la cubrió con ella. La mantis se acurrucó bajo la tela sin abrir los ojos y Edwyn suspiró.
—En serio... Eres una bruta, una salvaje incivilizada, sin elegancia ni clase pero... Si tuviera una mamá... Aún así me gustaría que fuera como tú.
Dejándose llevar por sus deseos se acurrucó junto a ella y se durmió tranquilamente.
...
El sueño de Edwyn se vio interrumpido antes de tiempo, despertó sobresaltado por un golpe que lo mandó a volar y lo hizo aterrizar sobre la hamaca, la cuál con el impacto se giró enrrollándose y dejándolo atrapado, le tomó un buen rato salir de ahí.
Cuando finalmente quedó libre, se acercó malhumorado a donde estaba la mantis tratando de contener la rabia, sabía que ella no tenía la culpa, lo golpeó mientras estaba dormida, pero aún así tenía ganas de quejarse, estaba considerando despertarla cuando se dio cuenta de que estaba muy inquieta, había dormido en la misma habitación que ella muchas veces y nunca se movió así.
El rostro de Orquídea reflejaba angustia y miedo, además de presentar un color extraño. El gusano se acercó con precaución, temía recibir otro manotazo en algún momento inesperado, pero afortunadamente no ocurrió y logró tocar la frente de la mantis, solo para descubrir que estaba ardiendo en fiebre.
—¡Ay no!¡Señorita Orquídea! —Exclamó, luego de lo cual se paseó nervioso por el cuarto mientras pensaba en voz alta— Qué hago, qué hago... Está enferma, esto no es bueno ¿Y si se muere? Es una Lord, sería grave, sus ideales de amor y fraternidad se perderían, además ¿Quién me cuidaría? No no no no no no, esto no puede ser... Necesito quitarle la fiebre... Vamos... Creo que en el libro de medicina elemental había un remedio para la fiebre.
Antes de correr a ver el texto trató de recordar por sí mismo el medicamento, al fin y al cabo su objetivo era memorizar esos libros, para su deleite fue capaz de recordar todo. Había un hongo azul de bordes rojos que era muy amargo pero cuyo jugo era un remedio efectivo contra la fiebre, pero ¿Dónde iba a encontrar algo así? ¿Quizás tendrían un poco de eso en la casa?
Sería algo sensato, muchos hogares tenían botiquines con implementos para tratar afecciones simples, quizás las mantis aún dentro de su salvajismo hacían lo mismo. El problema ahora era salir del cuarto, como siempre Orquídea se encerraba dentro para que nadie entrara a lastimarlo o se dirigiera al patio de las mascotas, según le dijo, un par de veces Lirio cocinó a una de sus mascotas cuando no tenía ganas de ir a cazar.
Pero aquello que originalmente era para protegerlo ahora era un problema, si Orquídea enfermaba ¿Cómo la ayudarían sus hermanas si estaba encerrada? La puerta estaba trancada por dentro.
Caminó hasta la entrada y la miró con detenimiento, era un mecanismo sencillo, bastaba mover una palanca y la puerta se abría automáticamente ¿El problema? La palanca estaba muy alto para él... O quizás ya no, ahora tenía alas y podía saltar a gran altura.
Su corazón latió de la emoción, por fin haría uso efectivo de sus alas, hasta ahora solo se había dedicado a practicar revoloteando por la habitación dando saltos de poca altura para no lastimarse, pero la palanca estaba más alto de lo que jamás había saltado pero... Había aprendido a a cavar, a encender fuego, a cazar, comparado a todo eso saltar no era la gran cosa.
Agitó sus alas, se enroscó para tomar impulso y brincó. En su primer intento le faltó altura, en el segundo se desvió sin alcanzar la palanca y en el tercero logró agarrarse a su objetivo. Un escalofrío le recorrió la espalda al agarrar la palanca, tenía forma de garra de mantis, antes pensaba que era solo algún tipo de decoración tétrica, pero al tocarla supo que era real.
Tragó espeso y se sobrepuso, no era momento para sentir asco. Contoneó su cuerpo de forma muy graciosa buscando hacer presión, hasta que finalmente logró abrir la puerta. Aterrizó suavemente amortiguando su caída con la fuerza de sus alas y luego se dio un momento para admirar su logro, había abierto la puerta por sí solo, ahora ya estaba listo para escapar, no tenía que idear planes raros ni investigar horarios, podía abrir la puerta y simplemente salir.
Pero rápidamente despertó de sus ensoñaciones, eso podía esperar, Orquídea necesitaba su ayuda y sólo él podía brindarla, en cierta forma esto lo hizo sentir feliz e importante, siempre había sido él la criatura que necesitaba ser atendida y ayudada, sentía una calidez especial al hacer algo por alguien más.
Se arrastró con cautela hasta la cocina, a pesar de que hacía bastante que no iba allí recordaba su ubicación gracias a su memoria privilegiada. Una vez dentro inspeccionó con cuidado toda la despensa, cualquier cosa que estuviera muy alto ya no era un problema. Se tomó su tiempo para revisar la cocina, no quería cometer algún error y provocar algún ruido que atrajera a las mantis mayores.
Todo iba bien hasta que se le erizó la cola. Su tiempo viviendo en territorio salvaje había agudizado sus sentidos y ahora podía percibir cosas que antes no, sus instintos de presa lo alertaron de que algo andaba mal, ya iba a correr a esconderse cuando justo encontró un frasco que contenía lo que buscaba, el tiempo que tardó en coger el frasco, sacar un par de setas y salir de la alacena le costaron caro, a penas la punta de su cola se asomó fuera del mueble su cuerpo se contrajo para evitar que una lanza lo partiera en dos, lleno de miedo se metió al fondo del mueble buscando cobijo.
—Sé que estás ahí alimaña, ugg... Una plaga que se come nuestra comida... Creo que Lirio no ha estado haciendo una buena labor de limpieza —Se quejó Lavanda.
El gusano tembló en su sitio y apretó los hongos contra su pecho, ojalá Orquídea apareciera y lo salvara, o que apareciera cualquier persona a ayudarlo, él solo era un pobre gusano indefenso que requería cuidados, al menos eso pensó en su momento, pero luego cambió por completo su actitud. Ya no era el gusano débil que antes vivía mimado en el palacio, ahora era un ser salvaje y capaz de defenderse, además esto no era el territorio de Corazón de Hallownest, esto era Páramos Fúngicos, donde era comer o ser comido y donde la vida se peleaba hasta el final.
Buscó que tenía a mano en la alacena para usar y encontró unos polvos picantes, no lo pensó dos veces y se lo arrojó en la cara a la mantis. La Lord se llevó las manos al rostro mientras le lloraban los ojos y Edwyn aprovechó la distración para correr fuera del mueble. Pero ahora estaba privilegiando la velocidad por sobre la cautela, su aleteo y sus patas sobre el suelo fueron muy ruidosas y Lavanda aún cegada trató de atravesar su cuerpo con su arma.
Edwyn corrió tratando de esquivar y perder a la Lord pero era algo imposible en un espacio cerrado y pequeño como una cocina. Los golpes de la mantis cada vez eran más certeros, estaba agudizando sus sentidos y afinando su puntería. Corrió desesperado creyendo su muerte cercana, pero entonces vio algo por el rabillo del ojo y se encaramó encima de la mesa. Lavanda por supuesto arremetió contra él y enterró la lanza en la mesa pero otra vez solo apuñaló el aire, sin embargo estaba vez escuchó algo que no esperaba.
—Mamá ¿Qué haces?
—¿Rosa?
—¿No me ves?
Lavanda no contestó, fue a tientas a buscar un cuenco que llenó con agua de una botella y procedió a lavarse la cara, finalmente obtuvo el alivio y recuperó la vista, durante todo ese rato en su frenesí de caza había aguantado el ardor que tenía en el rostro. Ahora ya recompuesta encaró a su hija.
—Rosa ¿Qué haces aquí? Deberías estar durmiendo.
—Escuché ruidos en la cocina y vine a ver.
—Ajá ¿Y qué viste?
—A ti peleando con la cocina, y la cocina iba ganando.
—Jaja, muy graciosa, estaba tratando de cazar a una alimaña que se metió aquí, seguro la viste.
—Eh... —La niña dudó un momento— No la vi muy bien, no sé que era, pero volaba, o eso parecía, era muy rápida. Si quieres te ayudo a cazarla, será un buen reto.
—No, los niños a esta hora deben dormir, así que regresa a tu habitación.
—Sí mamá —contestó desanimada.
Edwyn estaba fuera de la cocina escondido detrás de un jarrón de barro con su hongo entre los brazos, escuchó la conversación de la madre y la hija y aguantó la respiración en todo momento temiendo ser descubierto, por eso sintió tanto alivio cuando ambas mantis se retiraron para dirigirse a los dormitorios, de momento estaba a salvo, o al menos eso creía.
En cuanto las hembras se retiraron, el gusano salió de su escondite y fue atacado, una cría de mantis se le arrojó encima inmovilizándolo contra el suelo. Edwyn tenía a un chico mantis encima, con una de sus garras le inmovilizó su brazo y con la otra apretó su cuello de forma muy peligrosa.
—¡Te dije que no te metieras en problemas! ¡Que no metieras en problemas a mi familia! ¿Tienes idea del castigo que le caerá a mi hermana si descubren que te ayudó? ¡Eres una amenaza! ¡Mira todo el lío que causas solo porque tenías hambre! —Susurró Clavel conteniendo la furia para no gritar.
—No... No es para mí... Orquídea tiene fiebre... —Jadeó Edwyn.
Fue entonces que la cría miró con más atención el hongo que el gusano llevaba consigo y que no soltó en ningún momento, conocía esas setas, eran horriblemente amargas, pero recordaba que su mamá alguna vez le obligó a beber su jugo para quitarle la fiebre. Lo meditó un momento antes de actuar.
—Lárgate gusano —dijo liberando a su presa—. Dale eso a la tía Orquídea, pero que sepas que esta es la última vez que te perdono, a la próxima sin importar la razón acabaré contigo.
No se lo tuvieron que decir dos veces, Edwyn corrió hasta el cuarto de Orquídea temblando de pies a cabeza, una vez dentro saltó y cerró la puerta otra vez. Estaba aterrado, las mantis eran terribles, incluso le tomó un par de minutos calmarse y recuperar el aliento, pero no duró mucho en ese estado, un quejido de Orquídea lo hizo reaccionar. Así que corrió al lado de ella, levantó su cabeza y exprimió el hongo haciendo que las gotas de su líquido cayeran en su boca.
La mantis se quejó entre medio de sus sueños febriles, ese juego era en verdad amargo, pero también muy efectivo. Luego de un poco más de tres cuartos de hora, finalmente se quedó quieta y algo de alivio se pudo apreciar en su cara, cuando esto ocurrió Edwyn suspiró aliviado, a la vez que un cierto orgullo creía en su interior.
—Lo hice... Me enfrenté a dos mantis para obtener la medicina especial para ayudar a mi amiga, es como la novela de Wirlum... ¡Soy como un héroe!
Regocijándose en ese pensamiento, el pequeño se acurrucó junto a Orquídea y se durmió hasta el otro día.
