Pasaron varias horas, el sol se ocultaba dejando constancia del paso de otro día más en el pueblo.

Dalila acababa de ducharse para después vestirse con un mono de ropa interior antes de prepararse para pasar otra noche en esa celda bajo tierra en la que se había convertido ese sótano viejo y frío cuando alguien llamó a la puerta.

-¿Juan, eres tú?-

-Sí.- dijo desde el otro lado de la puerta.- traigo la cena.-

-Un momento, déjame cambiarme.- pidió dirigiéndose al armario para ponerse un vestido amarillo de mangas abombadas largas y falda larga.

Deslizó sus manos para alisar la tela que cubría sus piernas.

-Ya puedes pasar.-

-El zorro cayó junto al gato con la bandeja que contenía la cena.-

-Buenas noches, señorita.- dijo Juan educadamente.

-Creo que hemos pasado el tiempo suficiente jugando al póquer Juan, puedes llamarme por mi nombre.-

-Me alegra que tengas tanta confianza conmigo.-

En respuesta, Dalila sonrió y se sentó en la mesa para comer la cena que el zorro había traído, un poco de queso con pan y agua.

-¿Sabes algo de mi padre?- preguntó ella pasando de nuevo sus dedos por la zona de su cabeza en donde el coche había cortado un mechón de su pelo.

-No, supongo que hasta mañana no sabremos nada, pero no habrá que esperar mucho.-

-Echo de menos mi casa, a mi padre, lo debe de estar pasando fatal sin mí a su lado, sin saber dónde estoy...¿Crees que mi padre lo conoce a él?¿Que sabe quién me ha secuestrado?-

-Lo dudo, es discreto, actúa en la sombra, no quiere ser visto por nadie a quien no pueda controlar.- Dalila pensó en algo, él estaba con ella, tenía la llave en algún sitio, no había cerrado la puerta y parecía no habiendo dado cuenta.

No podía precipitarse, puede que solamente tuviera una oportunidad de escapar, tenía que evitar que Juan se acercara a la puerta y descubriría que no la había asegurado con llave antes de cerrarla.

Terminó de cenar antes de lo que pensaban, debía hacer algo rápido antes de que ese zorro se percatase de lo que ella intentaba.

-Oye Juan, antes de irte… Me harías un favor.-

-¿Qué necesitas?-

-Bueno...- dijo fingiendo timidez.- te parecerá estúpido, pero... hay una araña en el baño y me da miedo.- se golpeó mentalmente, podría haber encontrado una excusa mejor que esa. El zorro se carcajeó de su explicación.

-¿Tienes miedo de unas arañas?-

-Tengo malas experiencias con los insectos de cuando era pequeña.-

-Como todos.-

-¿Puedes ocuparte, por favor?- pidió ella con ojos de súplica.

-Ya sé que preguntarte la próxima vez que juguemos al póquer.-

-¿Oh yes?-

-Sí, te preguntaré qué te daba más miedo cuando eras niña.-

-Bueno, para ello antes tendría que seguir aquí para jugar contigo.- ante esas palabras el zorro se dio la vuelta viendo como Dalila abría la puerta con las llaves que el cochero le había dado.

Rápidamente anotó los bolsillos de su abrigo para darse cuenta de que estaban vacíos.

-¡NO!- ella cerró la puerta delante de sus narices antes de dirigirse a la puerta principal y correr solo para encontrarla cerrada. Entonces recordó que Juan la había dicho que el cochero también les tenía encerrados a ellos.

Miró a su alrededor mientras desde el fondo oía a Juan llamar a su compañero felino con urgencia, dio media vuelta y corrió por el pasillo encontrándose con el gato de pelaje castaño quien en un primer momento la saludó al verla corriendo, pero que después abrió los ojos con preocupación al ver que ella estaba fuera del sótano y corrió hacia el sótano encontrando la puerta cerrada, intentó abrirla, pero fue inútil, miró a su alrededor, debía haber algo con lo que abrirla, sacó su martillo y golpeó el picaporte, pero solo consiguió que en el rebote el objeto de madera diera justo en su frente tirándolo al suelo, aunque no fue del todo improductivo, pues encontró la llave del sótano que a Dalila se la había caído en su huida por el pasillo.

-¡¿Por dónde ha huido?!- dijo Juan con sudor recorriendo todo su cuerpo.

Gideon rápidamente señaló la dirección y el zorro corrió como alma que lleva el diablo para ver una ventana rota y un atizador de un chispero metálico tirado en el suelo, rodeado de cristales de los ventanales rotos en fragmentos quebradizos encima de una alfombra verde y polvorienta.

-Rápido vamos, antes de que se aleje demasiado.-

Ambos animales salieron por el mismo lugar que la chica había utilizado para escapar y correr a toda prisa a través de un descampado oscuro y frío por la noche con la esperanza de atraparla para no sufrir las consecuencias del error de haber dejado la puerta de su libertad. abierta y manteniendo la cabeza sobre los hombros. Dalila corría sorprendentemente rápido, el miedo y la adrenalina eran de gran ayuda, por desgracia no sabía hacia dónde se dirigía, la oscuridad y la desorientación por haber quedado encerrada en un mismo lugar tanto tiempo no eran buenas condiciones para su escape, pero, tal vez, si encontraba un camino o una carretera podría seguir su recorrido hasta un pueblo y pedir ayuda allí, la hierba rozaba su piel por debajo de las rodillas causando leves enrojecimientos en la piel, sus pulmones ardían por el esfuerzo y su pelo bailaba con la leve brisa veraniega nocturna.

Cuando parecía que se encontraba lo bastante lejos, pues no veía ni escuchaba a ninguno de los dos secuaces que la retenían, se detuvo a echar un rápido vistazo a su alrededor, vio un camino a lo lejos, oculto en la distancia y corrió hacia él. , se tropezó al llegar a un costado de lo que era una carretera de tierra algo pedregosa y se levantó rápidamente, miró a los lados, confusa...¿hacia dónde ir? El camino estaba desierto y no había ninguna indicación ni cartel que señalara la dirección hacia ningún pueblo, casi como si alguien respondiera a sus preguntas empezó a escuchar algo a la distancia, por cautela se agachó entre las hierbas altas a la espera de divisar si venía. un carruaje. Sin pensarlo mucho salió su escondite para posicionarse en medio de la ruta haciendo señas para que el carruaje se detuviera, seis burros pequeños que dirigieron el vehículo frenaron en seco al ver a la joven en medio del camino y el hombre que los guiaba empujó de las bridas para calmarlo haciendo que los animales bajasen las orejas en un gesto de rendición.

-¡Por favor ayúdeme!- dijo el joven desesperada sin poder ver claramente al conductor del carruaje por la escasa iluminación de apenas un par de farolillos con luz anaranjada en sus laterales.- Le prometo que soy inofensiva, soy la hija del alcalde de Collodi , si fuera usted tan amable de llevarme al pueblo, a casa.-

-Sé quien eres.- dijo con voz inexpresiva antes de fijar sus ojos verdes en ella y enseñarla un panfleto de desaparición que contenía el rostro de la muchacha, su nombre, edad y estatura.-Tu padre te está buscando. Sube, te llevaré a casa.-

-Oh, gracias, gracias.- dijo ella mientras el hombre se bajaba del asiento del conductor para ayudarla.

-Toma un poco de agua.- él mientras agarraba una bota de vino llena de agua que abrió previamente echando algo en su contenido.- Pareces cansada, te sentará bien.- el desconocido la cedió el objeto que ella usó de inmediato dando un largo trago al contenido.- ¿Has dicho que eras de Collodi?-

Dalila sintió un leve pinchazo en las sienes cuando escuchaba la voz del hombre, como si su cabeza la advirtiera de algo, intentaba ver al cochero por la ventana de la puerta, pero las cortinas se lo impedían.

-Sí... por favor dese prisa...- pidió antes de darle otro sorbo al agua antes de devolvérsela al hombre sin prestar mucha atención por su repentino cansancio, aunque después de su huida, el agotamiento no la sorprendía.

Notó cómo el carruaje se ponía de nuevo en marcha lo que la hizo desorientarse más, estaba tan cansada… sus piernas ardían por la carrera apresurada, todo su cuerpo tenía un agotamiento extremo… se recostó en los asientos de cuero para descansar, su visión se hacía cada vez más borrosa hasta que no pudo ver nada más que negro a su alrededor antes de caer en un sueño profundo.