El primer movimiento.
Las sombras se extendían desde cada rincón, bailando al ritmo de las titilantes llamas, cubriendo la habitación de una atmosférica penumbra. Allí abajo, a tanta profundidad, la luz artificial no alcanzaba, era uno de los pocos lugares de todo Atlas donde no se había extendido la red de progreso, todo por preservar su memoria. Atlas, además de ser una academia, era un templo, un templo dedicado al conocimiento y a los dioses antiguos, un lugar que era mejor no profanar con los avances de la tecnología moderna. Gracias a esto, era el lugar ideal para llevar a cabo la invocación.
Una sala excavada en la propia tierra, un santuario dedicado a la diosa Isis por aquellos que en la Era de los Dioses habían sido devotos de esta deidad, acogidos bajo su ala para explorar los misterios del mundo a través de la alquimia, la verdadera alquimia. Un santuario donde aquellos que carecían de circuitos mágicos habían alzado un culto que les permitía ser parte de este mundo cuando, en cualquier otro contexto, hubieran sido rechazados.
Tras repasar mentalmente el diseño trazado en el suelo, confirmando su exactitud, posó el fragmento de cuerda, perfectamente conservado en una pequeña caja, sobre el pequeño altar al lado opuesto. Una de las múltiples reliquias conservadas en los almacenes del Instituto Atlas, un fragmento de un pasado mítico, el registro material de una de los más antiguos y grandes héroes en la historia de la humanidad. Ya que iba a tener que pasar por aquel trámite, que menos que emplear el mayor as; que el propio legado de la humanidad y su pasado mítico fuera quien salvaguardase su futuro. Las palabras del Grial aún resonaban en su mente: "Demuestra que tu deseo merece ser cumplido". Pues eso iba a hacer. Su determinación se había tornado en acero en el mismo momento que el puesto de directora le había sido entregado.
— Rani, vamos a empezar.
- De acuerdo. Estoy lista.
Asintió y se situó a su lado. Una vez más, Rani resultaba indispensable.
Tal y como había vaticinado, todos los grandes jugadores se habían hecho eco de la singularidad y habían comenzado a tomar cartas en el asunto inmediatamente. La Torre del Reloj, la Santa Iglesia, incluso magos del lejano oriente… La noticia se había extendido como la pólvora y nadie quería quedarse fuera. Todos querían, ya no un fragmento, si el pastel completo. Por eso mismo, estaba actuando con presteza, aprovechando la ventaja que le brindaba ser la anfitriona, aquella que había puesto ese conflicto sin sentido en marcha.
Extendió su mano al frente. Allí, como un tatuaje, tres símbolos que componían uno solo se dibujaban con un color rojo intenso sobre el dorso: Sellos de Comando. Era la prueba de aquellos seleccionados por el Grial, pero no era algo nacido del propio artefacto. No, era la propia Sialim quién había determinado aquellos símbolos una necesidad, y no solo por la aparentemente obvia utilidad para reconocer a aquellos tras el poder del Grial y que habían sido escogidos por él mismo; su verdadera razón de ser era el mismo motivo por el que estaba en aquella habitación. La Tercera Magia, Heaven's Feel, otorgaba el control sobre las almas humanas, y el mágico artefacto era capaz de conectarse con la Raíz. Si juntabas estas dos cosas, cualquiera con suficiente conocimiento sobre las fuerzas que gobernaban el mundo llegaría a la misma conclusión: las almas de cualquier figura importante de la historia grabada en los registros akáshicos podría ser traída de vuelta como un familiar, un Servant. La verdadera razón de los Sellos de Comando era proporcionar control sobre estos familiares que sin duda serían más fuertes que cualquiera que los invocase. Estos seres, los Servants, serían la herramienta para batallar por el deseo del Grial.
Ser la primera en llamar uno a este mundo le brindaría una gran ventaja estratégica. Podrían comenzar a sincronizarse y planear para la batalla que estaba por venir antes que el resto.
Rani le había cuestionado sobre su decisión en una primera instancia, confusa sobre qué proceso lógico la había llevado a decidir que una batalla contra otros seis magos era el curso correcto de acción en vez de un monopolio unilateral del artefacto, forzando una situación donde todos miembros de la academia invocasen sus respectivos familiares y se dejasen derrotar. Era una conclusión natural, por supuesto, pero Sialim estaba segura de que eso no habría funcionado. El Grial había hecho hincapié en la necesidad de mostrarle porque era el deseo de una el que debía ser cumplido. Un sacrificio múltiple en pos de una única persona no demostraría nada, más allá de una ciega devoción. Por eso, era necesario una confrontación, y de ser así, mejor que otros sacrificasen su vida. Era una idea cruel, pero no quedaba de otra si quería poder cumplir con su objetivo; necesitaba seguir viva para eso. Cualquier coste era poco si eso significaba evitar la extinción.
Cerró los ojos un instante, respirando profundamente, centrando su mente. Entonces, comenzó a recitar.
— Hierro y Plata como base. Piedras y el Archiduque de Pactos como cimientos. El nombre de Atlasia es mi legado.
En medio de un solemne silencio, su voz resonó como un trueno, haciendo eco entre las paredes de piedra. La energía procedente de Rani comenzó a fluir a través de ella, un enlace formado entre ambas, la homúnculo actuando como sus circuitos mágicos.
— Las puertas cardinales se cierran. Comienza desde la corona, y sigue el camino bifurcado que te lleva al reino.
La energía fluía como un río hacia el círculo mágico, un torrente continuo que la inundaba con una sensación que le era completamente desconocida. A cada segundo, podía sentir cómo su cuerpo ardía por dentro. Aún así, no iba a ceder.
— Llena, llena, llena, llena, llena. Repítelo cinco veces. Pero cuando cada uno esté lleno, destrúyelo.
Las líneas de color rojo empezaron a brillar con intensidad. Su luz opacaba aquella de las antorchas, tiñendo de carmesí todo a su alrededor. Al tiempo, una corriente de aire comenzó a alzarse desde el centro, haciendo que las ropas y el cabello de Sialim ondulasen.
— Te lo ordeno, ven a mí. Tu espada controlará mi destino. Siguiendo las normas del Santo Grial, responde si aceptas mi voluntad y razón.
La luz cambió, tornándose de un azul casi blanco. Su cuerpo ardía con la intensidad del magma hirviente, y sentía punzadas de dolor por cada uno de sus nervios, igual que descargas eléctricas sin ningún rastro de piedad. Cerró el puño con fuerza, ignorando por completo la insoportable sensación. Solo un poco más.
— Juro aquí que seré todo lo bueno del mundo eterno. Que expondré todo el mal del mundo eterno. Por los siete cielos que acogen tres poderosas palabras, ven a mi desde el círculo del balance. ¡Protector del Equilibrio!
Su voz se alzó en un grito. Todo su sufrimiento se concentró en fuerza, en fiereza. Con eso,con su último empujón, la erupción final de prana atravesó su cuerpo y se fundió con el torrente de poder frente a ella. El brillo alcanzó el pico de su intensidad, y los vientos la golpearon con fuerza que amenazó con tirarla al suelo, un clímax que parecía infinito en apenas un instante. Tras ese momento, fue capaz de reconocer una silueta que se dibujaba entre el fulgor, una sombra que asemejaba la apariencia de un hombre. Allí estaba.
Tras disiparse la luz y sus ojos acostumbrarse de nuevo a la penumbra previa, la oscuridad tan solo rota por el baile anaranjado de las llamas, y pudo verlo. Era, sin duda alguna, su Servant. De cabellos de la misma tonalidad que las llamas que alumbraban la estancia, con facciones perfectas y juveniles, demasiado hermosas como para tratarse de las de un simple mortal. Ataviado con ropas sencillas al tiempo que elegantes, y con el porte digno de quien una vez había sido rey. Si todo había salido tal y como debía, Rani y Sialim debían encontrarse frente a una de las reencarnaciones del mismísimo dios Vishnu, el protagonista de la épica hindú Ramayana, Rághava Rama.
- - Servant, Archer. He acudido en respuesta a tus plegarias. Así que dime. ¿Eres tú mi Master?
Con imponente dignidad, el recién invocado dirigió hacia la directora su pregunta y su mirada. Llevando la diestra al pecho, esta se inclinó levemente al frente en una reverencia, incitada en gran medida por el aura que exudaba la figura.
Al ver esto, Rani hizo lo mismo, inclinándose un tanto más.
En ese insignificante espacio de tiempo, la alquimista lo analizó por completo. Fluyendo directamente a su mente llegaba información detallada de una manera muy particular, esquematizada para una fácil comprensión de cualquiera. Fuerza, resistencia, agilidad... Incluso elementos tan intangibles como la suerte se valoraban en un sistema de letras. Todos los parámetros que se mostraban eran, sin duda alguna, de primera categoría, el más bajo de todos ellos siendo una B. Y todo esto sin contar con el abanico de habilidades que el mismo poseería, que sin duda lo convertirían en un guerrero aún más formidable.
— Así es. Yo he sido quien te ha invocado. Me llamo Sialim Eltnam Re-Atlasia, última directora de la prestigiosa Academia Atlas, y soy tu Master.
Hablando con todo el debido respeto, se presentó sin por ello dejar de lado su estatus y dignidad. Cerró ligeramente el puño al final de sus palabras, enfatizando los glifos carmesí presentes en esta.
El Servant los observó, en silencio, y tras lo que pareció ser mediar la situación, asintió.
- - Qué así sea. Nuestro contrato está claro. De aquí en adelante, me aseguraré de luchar en tu nombre y traer gloria al que sea tu objetivo en esta guerra.
Una ligera sonrisa se posó en los labios del Espíritu Heróico, dejando ver por primera vez los rasgos juveniles presentes en su rostro. Este aspecto llamó inmediatamente la atención de la Atlasia, que empezó a examinar todas las posibilidades en cuestión de un segundo.
La conclusión más lógica en la que acabó aterrizando fue que, a fin de cuentas, durante la historia del Ramayana, incluso en el mito del rescate de su amada esposa, Rama aún era un hombre joven. ¿Tal vez esto causaba que, al manifestarse, lo hiciera bajo el aspecto por el que era más recordado? Aunque eso no explicaba entonces la tonalidad clara de su piel, en vez del azul intenso con el que siempre era representado.
Para salir de dudas lo mejor era preguntar. De hecho, aún no le había preguntado su identidad. Siempre cabía la posibilidad de que algo hubiera salido mal con el ritual y la figura frente a sí no
se tratase de quien esperaba.
— Excelente. Me alegra que esa sea tu respuesta. Encontrarás que en mi deseo hay mucho por lo que merece la pena luchar. Pero, antes de nada, tengo una pregunta para tí.
¿Cuál es tu verdadero nombre? Tan solo quiero asegurarme de que quien se haya frente a mis ojos es aquel a quien quise invocar.
- - Si esa es tu pregunta, me parece una pregunta justa. Soy el gran rey de Kosala, el séptimo avatar de Vishnu. Rama.
Perfecto, justo lo que quería escuchar. Al confirmar que se trataba, en efecto, de Rama, se le quitaba un peso de encima. Sus cálculos habían sido correctos, como cabía esperar. El emplear un catalizador garantizaba conseguir al Servant deseado, al menos si este era lo suficientemente cercano al Espíritu Heroico. En este caso, habiendo usado fragmente del arco del dios Shiva que el semidiós había roto en el concurso por la mano de la que sería su esposa, las posibilidades eran lo más cercanas al cien por ciento que se podía. No debería haber dudado ni por un milisegundo.
— Bien. En efecto, eras a quien esperaba. Contigo a nuestro lado, estoy segura de que nadie podrá derrotarnos. Ahora, deberíamos movernos. Permíteme que te enseñe el lugar al que has sido llamado. Imagino que tendrás gran cantidad de dudas, te las iré respondiendo mientras nos movemos.
Y tal como dijo, comenzó a caminar dándole la espalda sin perder un solo segundo. Confiaba en que este fuera a seguirla sin poner pegas.
Rani y Rama cruzaron por fin miradas en ese momento. Fue un intercambio corto, con la homúnculo inclinándose nuevamente en una reverencia, sin pronunciar una sola palabra. El rey esperó a que esta caminase frente a él, pero al ver que dicha acción no era tomada, optó por adelantarse y ocupar un lugar cercano al de su Master.
Atravesaron lo que parecían ser unas pesadas puertas de piedra. Al otro lado había un pasillo de piedra con las paredes decoradas con antiguos jeroglíficos, iluminado por antorchas que ardían con un fuego mágico; habían sido encantadas para encenderse y apagarse solas como si se tratase de uno de los modernos sistemas de iluminación por sensor de movimiento.
Ese largo pasillo se extendía en línea recta hasta unas escaleras que terminaban en otra pesada puerta que se encontraba camuflada con una barrera para parecer parte de la pared. El camuflaje era aún más efectivo al ir a parar a uno de los pasillos más modernos que mostraban las instalaciones actuales, que nada tenían que ver en su apariencia. En contrastar con la paleta de colores marrones, tanto suelos como paredes eran de un impecable color blanco, con apenas algún rastro de color gris o azul marino en marcos o juntas.
- - Veo que se trata de un lugar la mar de peculiar. Por donde hemos pasado era muy cercano a algo que podría verse en mi época. Esto, sin embargo… ¿Es normal en la actualidad?
Parecía desencantado con lo que veía, o tal vez abrumado por la perpetua e inmutable pulcritud. Hasta donde alcanzaba la vista, todo era exactamente igual. Para quienes llevaban recorriendo esos pasillos toda su vida, resultaba natural. Pero para quienes no estaban familiarizados, era razonable que resultase extraño, hasta desagradable.
— Depende, pero me atrevería a decir que no. Habrá más sitios como este, sin duda, pero este tipo de instalaciones son algo propio. Descuida, cuando lleguemos a las estancias principales la vista será menos monótona.
Pero para eso, aún quedaba bastante. El tamaño de la red de túneles que componían gran parte de la Academia Atlas era de kilómetros, kilómetros que se extendían por las entrañas del monte que compartía su mismo nombre, y su localización exacta distaba significativamente del núcleo.
- - Menos mal. No creo que vaya a poder acostumbrarme a esto. En cualquier caso, hay algo más importante que me gustaría saber. ¿Por qué siento que mi energía mágica no viene de ti, sino de ella? A pesar de que tú eres quien posee los Sellos de Comando.
Eventualmente, esa pregunta iba a llegar, Sialim contaba con ello. De hecho, era un tema que planeaba compartir con él, fuera antes o después. Que sacase él mismo el tema aligeraba las cosas. Era de suponer que el joven guerrero estaba juzgando a quien debía su lealtad en aquel conflicto, dado lo particular de su situación.
— La respuesta a eso es sencilla: yo carezco de circuitos mágicos. Como tal, no estaría calificada normalmente para ser una Master al carecer del mínimo indispensable para poder atarte a este mundo. Incluso un mago incompetente con unos circuitos atrofiados podría cumplir esa función mucho mejor que yo. Por eso tuve que recurrir a una alternativa, formando un pacto especial.
Ella es Rani VII, es mi fiel sirviente, y a la contra de mi, posee una inmensa cantidad de circuitos, casi todo su cuerpo está cubierto de los mismos en alta densidad. Y además de esto, son de primerísima calidad. Por eso mismo que sea ella quien te proporcione maná ya no es solo lo más óptimo, sería la mejor de las opciones incluso si yo fuera una hechicera de primera categoría bajo los estándares tradicionales.
Rama dirigió una vez más sus ojos a la silenciosa presencia que les seguía. Una mueca de curiosidad se fue tornando en aprobación y asombro a partes iguales, como si la reconociera como alguien de gran valía, más del crédito que le había dado originalmente.
- Mucho gusto. Tal como mi señora Sialim ha dicho, me llamo Rani VII, y soy una homúnculo a su servicio, y ahora también al tuyo.
- - El gusto es mío, Rani. Gracias a ti siento como si mi fuerza no fuera tan distante a la que tuve en vida, aún con las limitaciones de este recipiente.
Abrió y cerró sus puños, la vista posada ahora en ellos, antes de posarla de nuevo en ella y de regreso a la directora.
— Me alegra mucho escuchar eso. Cuento precisamente con esa fuerza y destreza míticas para poder derrotar a todos nuestros rivales sin mayor esfuerzo.
- - Por supuesto. No negaré que me emociona la idea de batirme en duelo con héroes de todas las épocas, pero sin duda los derrotaré a todos. Como aquel que acabó con decenas de males y que libró al mundo del vil Ravana, puedo prometerlo.
Siempre y cuando -puntualizó tras un instante- tus intenciones sean justas. No prestaré mi poder a alguien que no luche por el bien.
Tras hacer ese comentario se detuvo, dejando clara la gravedad de su declaración.
Tanto la Atlasia como la homúnculo se detuvieron junto a él. Fuera casualidad o destino, justo habían ido a detenerse frente a una intersección, un cruce de caminos que formaba una "Y", dejando una sección algo más amplia.
Alguna de las luces blancas de tubo parpadearon justo en ese momento, generando una atmósfera tenebrosa, haciendo la tensión que se estaba construyendo más palpable.
Sialim buscó la mirada de ardiente ámbar del semidiós, cruzando con ella la de sus gélidos orbes amatista.
— Ni una sola persona sobre la faz de este mundo lucha por una causa más noble y justa que la mía. Puedo jurarlo por el título que me ha sido otorgado, por mi orgullo, y por mi misma vida. Mi objetivo no es otro qué salvaguardar el futuro, evitar la inevitable catástrofe que traerá el fin de los tiempos.
Habló con absoluta determinación, ni un solo atisbo de duda, ni el más mínimo temblor en su voz. Si alguien más los estuviera viendo, un observador imparcial, podría llegar hasta a darle la impresión de que la directora tan solo estaba estableciendo hechos de lo más obvios por la forma en que lo estaba expresando.
Los fluorescentes parpadearon un par de veces más, el eco de su voz desvaneciéndose lentamente hasta caer en un completo silencio. El ceño del hombre que la contemplaba fijaba se hallaba fruncido, como sumido en profundo pensamiento. Pasaron varios segundos así, hasta que su expresión finalmente se suavizó, dando paso a una amplia sonrisa.
- - No siento mentira en tus palabras. Al contrario, parece que, a pesar de tu frío exterior, tienes una auténtica hoguera ardiendo por dentro.
Si ese es tu objetivo, si ese es el deseo que quieres obtener al conseguir el grial, he de decir que eres una digna Master. Mi poder será todo tuyo para usar a discreción. Aunque, no por ello me postraré ante ti. Soy un rey después de todo, así es como son las cosas.
Es decir, que estaría dispuesto a escucharla, a luchar en su nombre, pero no a obedecerla ciegamente ni a dejarse tratar como una herramienta o un esclavo. Eran elementos que Sialim estaba dispuesta a aceptar. No ganaba nada poniéndose su Servant en contra por querer tener un control más meticuloso de todos los eventos. Sí, podría gastar un Sello de Comando para reforzar su obediencia, pero eso solo empeoraría la relación que mantendrían en adelante en todos los demás aspectos. Sería una estupidez. Mantenerse en buenos términos con él, más ahora que estaba decidido a colaborar de manera voluntaria y con su corazón puesto en ello, era mucho mejor.
— Desde luego. A todos los efectos, somos socios colaborando por un fin común. No forzaré mis decisiones sobre ti si no son lo que consideráis correcto. Hablando de lo cual. Ahora que ya sabes cuál es mi deseo, me gustaría conocer el tuyo.
Tras decir aquello, reanudó la marcha, entrando en el desvío de la derecha. Aquel camino les llevaría cuesta arriba, en dirección a uno de los múltiples ascensores que facilitaban el desplazamiento por las instalaciones.
- - Cierto, es justo que lo sepas. Mi deseo… -Archer hizo una ligera pausa, desviando un momento el rostro-. Mi deseo es romper la maldición que me aflige y ser capaz de reunirme con mi esposa una vez más.
Lo sé, comparada con tu ambición, la mía es egoísta. Pero qué le puedo hacer, es el amor de mi vida, mi alma gemela. No puedo soportar seguir una eternidad sin ella a mi lado.
— Si, ese es sin duda un deseo egoísta, pero no hay nada de malo o vergonzoso en ello. Otro contexto tal vez te hubiera juzgado por ello, pero eres un héroe que por ese mismo amor ya luchó una vez y derrotó a un mal que incluso se sobrepuso a los mismos dioses. En este caso, que ese sea el combustible que te mueve solo hace que mi confianza en ti crezca.
Los ojos de Rama se abrieron de par en par, su expresión iluminándose mucho más que hacía un minuto, cuando había escuchado el deseo de ella. Era como si no hubiera esperado recibir ese grado de aprobación, y el hacerlo le había alcanzado profundamente.
En ese momento, el avatar de Vishnu hizo un juramento para sí mismo: lucharía hasta la última gota de sangre, hasta que el último fragmento de su ser no diera más por ganar aquella guerra. Esa ya era su intención desde un principio, pero ahora tenía un motivo más para lograrlo. Sialim había conseguido ganarse mucho más que su lealtad con aquel gesto.
Tras aquello, continuaron recorriendo el laberinto subterráneo hasta alcanzar las instalaciones principales, discutiendo acerca del propio instituto, de cómo organizarían sus días allí hasta que los diferentes candidatos a Master comenzasen a aparecer en Alejandría, y de los diversos planes que la Altlasia tenía para el transcurso de la batalla. Eso incluía la forma en que planeaba involucrarse.
— Rani será quien te acompañe al frente. Como ya hemos discutido antes, ella es una maga mucho más capaz que yo, y es más adepta al combate. Yo permaneceré aquí, a resguardo, monitorizando todo lo que ocurra y dándoos indicaciones. Tengo un dispositivo con el que podré hablar con ella, y tú y yo podemos contactarnos de manera telepática, probablemente. Me gustaría experimentar cuánto es el rango de esa conexión antes de que todo empiece, solo por estar segura.
- - Me parece correcto. Sería una desgracia que por accidente o por las nefarias intenciones de nuestros enemigos, acabases muriendo. Puedo asumir que mi conexión de maná con Rani se romperá en ese caso y, aunque posea la habilidad de Acción Independiente, lo que pueda lograr solo con mis propias reservas de maná en esos días sería mucho más limitado. Si tuvieras la capacidad de luchar y defenderte otro gallo cantaría, pero dadas tus circunstancias particulares, puedo aceptar que no sea mi Master quien me acompañe.
Bien. Hubiera supuesto un problema que hubiera insistido en que ella acudiera junto a él. Daba gracias de que su Servant no fuera uno que la arrastrase a todas partes, poniéndola en peligro directo por algún ego estúpido o una incoherente y delirante idea del honor.
— En ese caso, hemos finalizado por hoy. Puedes ponerte cómodo donde gustes. Tenemos habitaciones disponibles más que de sobra para que puedas escoger. Si gustas, aunque no sea algo necesario para un Espíritu Heroico, puedo proporcionarte también comida o aseo. Mis asistentes se harán cargo de ello.
Dos jóvenes, un hombre y una mujer, ambos ataviados con el característico uniforme de la academia, asintieron. Los había hecho llamar antes, para que fueran hasta su despacho.
Sialim rodeó la gran mesa y terminó por tomar asiento su silla, sintiendo una agradable sensación de alivio tras todo lo que había tenido que caminar ese día.
- - Algo de comer no estaría mal. Es verdad que no lo necesito, pero siento curiosidad por la comida de esta época. Tengo referencias de ella en mi memoria gracias a la información del Grial, y me gustaría poder comprobar el sabor de muchos de esos platos.
— Así sea. Ya le habéis escuchado, acompañadle hasta el comedor y que alguien le prepare una cena digna con las provisiones que tenemos. Que hagan lo posible por servirle exactamente lo que pida, siempre y cuando tengamos los ingredientes para ello.
Nuevamente, los dos eruditos que actuaban a la vez como ayudantes de la directora, asintieron e hicieron un gesto al guerrero de cabellera naranja para que les acompañase. Él se despidió con un gesto, agradeciéndole, y los siguió, ocultando bajo un porte digno y serio, propio de su estatus, lo entusiasmado que estaba en realidad.
— Rani, tú puedes retirarte también por hoy. Ya has hecho suficiente. Mañana nos veremos a la hora acordada.
- Sí. Tenga una buena noche, señora Sialim.
— Igualmente.
Una vez que la Atlasia estuvo a solas, se estiró, dejando ver el cansancio que sentía. El proceso de invocar al Servant había sido agotador, tanto como jamás hubiera imaginado. Aún cuando no había sido su maná el empleado para el ritual, aquel punzante dolor todavía seguía presente. Había tenido que emplear la Etherlite para apagar algunos de sus receptores nerviosos solo para poder aliviarlo lo justo como para poder seguirse moviendo sin afectar a sus funciones corporales. ¿Cómo sería la experiencia para un hechicero normal? Podía asumir que el dolor no estaría presente, ya que era el resultado de utilizar su sistema nervioso como un sustituto para los circuitos mágicos de los que carecía. En su lugar, era razonable asumir que se sentirían exhaustos, como si toda su estamina hubiera sido drenada con el chasquear de los dedos, ¿no? Difícil de saber exactamente para alguien como ella, y Rani no era un buen ejemplo por el hecho de ser un tanque de prana, además de su estoicidad.
Con un par de movimientos de sus manos, hizo que múltiples pantallas holográficas se manifestasen desde su mesa, mostrando desde gráficas detalladas, hasta imágenes transmitidas por los familiares desplegados por toda Alejandría, pasando por artículos e informes de sus subalternos. Dejó salir un leve suspiro, sacudiéndose de encima esos pensamientos. Por muy cansada y dolorida que estuviera, aún tenía más trabajo que atender.
