CAPÍTULO 29:
EL PESO DE LA CULPA
Nueva Vestroia, Ubicación Desconocida
Hace 2 años
–¡Es el Arma!
–¡Huyan ahora!
–¡Corran por sus vidas!
Gritos de horror se escucharon con claridad incluso desde la distancia, miles de sollozos fueron audibles incluso estando en el medio del crepitar de las llamas que quemaban la tierra, el pánico se podía divisar incluso desde las colinas en las que una apenada sombra presenciaba este espectáculo de horror.
Esta era una imagen que no podría olvidar nunca, ¿cómo podría? Ante sus llorosos ojos verdes se encontraba la perfecta representación del caos y la muerte, ilustrada con las siluetas de miles de soldados inocentes ardiendo en un campo de fuego, gritando por misericordia y un perdón que nunca llegaría.
Rogando por piedad a quién debía ser como un dios para ellos, pero que en realidad era tan prisionero como la sombra que lo había arrojado a este cementerio.
Imponente y poderoso, con una silueta que trascendía el concepto de la grandeza se alzó por encima de este terreno, la figura de un enorme dragón, cubierto con una gruesa armadura; se movía con frenetismo al compás de sus brutales rugidos que seguían el ritmo establecido por su cola y sus extremidades al aplastar todo lo que se encontraba en su camino.
Gigante era la silueta de King Leónidas Darkus incluso desde la distancia, poderosa era el aura caótica que transmitía a todos los sitios que tenían la desgracia de conocer su presencia, aterradora era la imagen que transmitía a sus enemigos. A simple vista, el enorme Bakugan parecía un monstruo, uno que había generado el miedo y el odio entre las filas de sus enemigos.
Y no podía culparlos, no mientras veía como Leónidas, poseído por las ambiciones de sus carceleros, convertía lo que alguna vez había sido un próspero valle verde en una roca negra y estéril. Este lugar alguna vez había albergado grandes cantidades de Bakugan vestroianos, todos ellos creciendo en una paz merecida de la que ahora eran privados, con protectores fuertes y dedicados listos para salvaguardar el sitio que se había convertido en su hogar.
Ahora, todos ellos estaban muertos y los restos quemados de sus cuerpos yacían a los pies del demonio que moraba en las pesadillas de los habitantes de este planeta. No había sangre alrededor, el fuego del Bakugan manipulado no permitía que hubiera algo en su camino que no fueran cenizas.
Leónidas se agitaba con salvajismo, masacrando la tierra para callar cualquier sonido audible que no fueran sus propios rugidos. Sus movimientos eran tan descuidados y aleatorios, que pisaba los restos de sus difuntos contrincantes sin miramientos.
Gracias a los hombres que lo habían convertido en un monstruo, solo podía existir un pensamiento en la cabeza del Bakugan en estos instantes de nula lucidez.
Muerte.
Cientos de soldados y Bakugan inocentes habían corrido con este mismo destino, y no se atrevía a intentar predecir cuántos más los seguirían.
–No desvíes la mirada –. Aconsejó una voz femenina.
Cubierta bajo la pobre protección de su gran capucha negra, se atrevió a mover ligeramente los ojos para ver a la fuente de la voz.
Cubierta por la luz de la luna llena, la sombra encapuchada pudo distinguir mejor las características de su acompañante. Una mujer joven, de cabello y ojos azules, le devolvió una mirada penetrante, respaldada por su silueta con una postura perfecta, cubierta por una capa del mismo color de su cabello. Su atuendo ceñido era de un color grisáceo que sobresalía teniendo a la vista la piel lechosa de la mujer.
La conocía desde hacía unos años y no podía decir que hubieran sido cercanas antes, pero tampoco la odiaba realmente. Al menos, no hasta que comenzó este conflicto.
Pero no podía decir que la sorprendiera. Después de todo, Mylene Farrow siempre había sido una mujer dura y distante con todo aquel que no fuera su "difunto" novio. No debería ser sorpresa su exhibición de apatía ante las pérdidas de miles de vidas inocentes, ya fueran vestal o Bakugan.
–¿Por qué? –. Cuestionó la encapuchada, batallando con el veneno que quería escapar de su voz.
–Revela debilidad, y ya sabes lo mucho que el príncipe odia eso –. Respondió Mylene con firmeza.
–¿Y se supone que debemos sentirnos bien por esto? –. Preguntó una voz más familiar de pronto.
Brevemente, la vista de la sombra se desvió para ver a una pequeña Bakugan abrirse a su lado tras saltar de su hombro.
–No deben sentir nada por esto. Como Vexos, no podemos permitirnos sentir piedad por los débiles –. Recordó la peliazul con dureza mordaz –. Ya deberían saberlo a estas alturas, Ángel.
El regaño de la peleadora ojiazul a su compañera despertó el malestar de la encapuchada, que no tardó en descartar la monstruosa visión del "Arma" devastando todo a su paso para devolver una mirada fulminante a su líder de misión.
Quiso decir algo, pero su boca se cerró con la misma velocidad con la que se abrió. Así que, en su lugar, tuvo que ser su compañera quien saliera en su defensa.
–Perdónanos por no ser tan monstruosas como tú.
Mylene pareció querer decir algo en su defensa, pues abrió ligeramente sus labios, cubiertos por una firme capa de labial carmesí, antes de enmudecer y dejando que su mirada cayera en el proceso de forma fugaz.
Al ver que la mujer no parecía tener una defensa lista para las palabras de la guerrera alada, un nuevo Bakugan en su forma de esfera se hizo presente, revelándose detrás del hombro de Mylene para tomar la palabra.
–No estás en posición de hablarnos de esa manera, mocosa –. Regañó el Bakugan con acidez.
–¿Te atreves a reprocharnos, Elico? Tú eres igual o peor que los otros. Están masacrando a tus hermanos ante tus ojos y no te importa –. Encaró Ángel las palabras del Bakugan.
Elico Aquos se quedó en silencio por unos segundos, seguramente indignado por la audacia de Ángel antes de aventurarse a responder una vez más.
–No tengo por qué tener lealtad a los débiles. Y si fueras lista, pensarías lo mismo –. Respondió el guerrero Aquos con desagrado –. Defendiendo a estos insectos no haces más que demostrar tus similitudes con ellos. Parece que eres igual de débil.
–Si preocuparme por el bienestar de los inocentes me hace débil, entonces lo soy. Pero créeme cuando te digo que prefiero eso a ser un miserable como tú –. Escupió la mujer, dejando salir todo el desagrado contenido.
–Repite eso, mocosa –. Desafió Elico con fuerza.
–Te has convertido en una desgracia para tu propio mundo, lo traicionaste por pura ambición y ahora dejas morir a nuestra especie como si nada. ¡En lo que a mí respecta, tú y los tuyos son la peor basura que ha pisado este planeta!
–¡ÁNGEL!
El regaño salió con mucha más dureza de lo que habría querido antes, pero no tenía elección. Si bien estaba de acuerdo con la Bakugan, sabía que no podía permitirle hablar así a uno de sus carceleros. Por más razón que su amiga tuviera, no podían arriesgarse a ser castigada por insubordinación sabiendo todo lo que tenían por perder.
Sin importar cuanto les doliera, tenían que tragarse su coraje compartido, ahogar las lágrimas y aceptar todo lo que recibían con un asentimiento. Era lo único que podían hacer, por el bien de su familia.
–Perdóneme, señorita. Pero sabe que tengo razón –. Se justificó Ángel conservando su determinación.
–Eso no importa ahora –. Respondió la encapuchada tratando de no ahogarse con lo que iba a decir ahora –. Ambas… nos excedimos. Les debemos… una disculpa.
La última parte salió como un murmullo, no se veía capaz de decir algo así en voz alta y más aun sabiendo que su compañera tenía razón.
Pero eso era lo malo de que otros tuvieran el poder, la razón no puede pesar tanto como él y la situación que atravesaban era la prueba.
Conteniendo un jadeo, la sombra de una joven devolvió su atención a sus acompañantes antes de hacer una pequeña reverencia con timidez.
–Nosotras… lo sentimos… Mylene –. Se disculpó la joven cerrando los puños y evitando apretar los dientes –. Nos excedimos… y les debemos una disculpa…
Contener la ira que sentía hacia estos monstruos se hacía cada vez más difícil. En circunstancias normales, jamás habrían jurado lealtad a invasores y monstruos como la corona de Vestal y sus Vexos. Si no tuvieran tanto poder sobre ellas, se habrían rebelado antes, pero la sola idea de dejarles conservar su ventaja la enfermaba.
Tenía que controlarse, sin importar cuanto odiara a aquellos que se hacían llamar sus compañeros, no podía darse el lujo de provocarlos. Pero resultaba cada vez más enfermizo ser las únicas que entendían la gravedad de todo lo que estaban haciendo y no poder hacer nada. ¿Cuántas vidas más se tendrían que perder por culpa de los Vexos? ¿Cuánto más tendrían que sufrir para obtener su libertad?
Al ver que ambas recuperaban su silencio de forma sumisa, Elico se elevó una vez más.
–Será mejor que recuerden su lugar si no quieren que las mujeres en las celdas salgan lastimadas –. Recordó Elico a las chicas –. Sería toda una tragedia si tu madre y tu hermana fueran castigadas por su insolencia.
Quisieron correr hacia el maldito y obligarlo a cerrar la boca, pero no podían darse el lujo de seguir provocando la ira de sus carceleros. De la forma más sumisa que pudieron, ambas peleadoras solo fueron capaces de asentir mientras hacían su mejor esfuerzo por esconder su propia furia.
–Sí, señor. Por favor, discúlpenos –. Asintió la encapuchada por ambas.
–Crees que son mejores que nosotros, Ángel, pero olvidas que estás tan involucrada en esto como cualquiera de nosotros. Ustedes también forman parte de esto, tienen las manos manchadas de sangre tanto como cualquiera y su amistad con ese monstruo no es más que un recordatorio de eso –. Dijo el Bakugan Aquos señalando a Leónidas.
Molesta por lo que implicaban las palabras de Elico, Ángel levantó ligeramente la cabeza para defender a su amigo, pero se calló rápidamente para no seguir provocando a sus líderes.
Mylene, que llevaba un rato en un inquietante silencio, solo observaba la conducta de sus subordinadas con atención. No sabía que debía estar pasando por la mente de la mujer, pero tampoco estaba segura de querer saberlo.
Sabía que Ángel era una detractora apasionada de todo lo que hacían como Vexos, pero su conducta era inexcusable para cualquiera y era su culpa, por permitirle tal libertad a su compañera. Estúpidamente, una parte de ella aún creía en un rayo de esperanza y libertad estando hundida en este agujero de porquería.
Elico pareció estar listo para decir algo más, pero la mano de Mylene delante de él calló cualquier oración que éste pudiera si quiera musitar.
–Ya fue suficiente, Elico.
–Pero, Mylene, ellas... –. Trató de objetar el Bakugan antes de ser interrumpido.
–Dije que fue suficiente. Tú también deberías aprender a guardar silencio –. Silenció la mujer con una mirada fulminante a su compañero antes de tomarlo en su mano.
Mylene se acercó esta vez, posicionándose a un solo paso de distancia de las chicas, mirándolas a ambas fijamente desde la superioridad que le ofrecía su altura un poco mayor.
–Sienten demasiada compasión por los débiles, niñas. Pero deberían saber que, si esos gusanos de allá tuvieran el poder y la oportunidad, nos harían exactamente lo mismo que nosotros a ellos –. Declaró la peliazul señalando la masacre que ocurría a sus espaldas.
–Vinimos a su mundo, los convertimos en el entretenimiento y ejecutamos a quiénes no están de acuerdo con ello –. Recordó la encapuchada a la mujer mayor.
–¿Y crees que ellos harían algo diferente? –. Cuestionó la peliazul con incredulidad –. Es la ley de la naturaleza: el fuerte somete al débil. Si estos Bakugan tuvieran la oportunidad de ir a nuestro mundo, te garantizo que harían exactamente lo mismo. El imperio vestal salvaguarda los mejores intereses de nuestro hogar.
–¿Aunque él precio sean miles de vidas inocentes? –. Preguntó Ángel, asombrada por el cinismo de la mujer.
–No sean tan idealistas, les garantizo que ninguno de ellos es tan bueno como ustedes quieren creer. Dale el suficiente poder a alguien sometido y se convertirá en alguien similar a aquellos que lo pusieron de rodillas.
Hablaba desde el pesimismo, no era algo ajeno a Mylene. Años de conocerla le habían enseñado que la peliazul tenía una perspectiva muy gris del mundo que la rodeaba. No tenía por qué escucharla, y no lo haría.
Quizás estaban sometidas a su voluntad, pero eso no significaba que tuvieran que dejarse influenciar por su visión deprimente del mundo.
–¿Qué creen que pasaría si cambiáramos de lugar con ellos? ¿De verdad piensan que los Bakugan nos tratarían mejor si estuvieran en nuestra posición? Así como muchos de nosotros solo los ven como mascotas, ellos solo nos verían como insectos –. Continuó la mujer con crudeza.
–Si eso fuera cierto, no trabajarían con la Resistencia –. Argumentó Ángel con cautela.
–Colaboran con los traidores porque no tienen elección, porque son los únicos que les pueden ofrecer un poco del poder que tomamos. Si la situación fuera diferente, si los controladores dimensionales no hicieran su trabajo, les garantizo que esa alianza no sería más que una fantasía.
–¿De verdad crees que todos los que tienen poder serían iguales a nosotros? –. Preguntó la encapuchada con temor oculto en sus palabras.
–No lo creo, Elisa. Lo sé.
La forma en la que pronunció su nombre contó con una frialdad abrumadora, casi tanto como el viento de esta noche carente de estrellas. Pero, de todos modos, no retrocedió ni mostró signos de debilidad visibles.
Podía ser muchas cosas, pero Elisabeth Valiant no era una cobarde y no se encogería ante la sombra de esta mujer consumida por la amargura y el dolor. Aún tenía orgullo y se permitiría conservarlo tanto como fuera posible.
Alejándose de la devastadora escena, Mylene pasó por un costado de la joven rehén, dándole la espalda antes de hablar nuevamente, sin siquiera dedicarle una mirada.
–Recuerda siempre, Elisa, qué aquellos que tienen el poder deben imponerlo. No importa el número de muertes, no importa las cabezas que deban rodar para lograrlo, solo importa el propósito que le des al poder.
–¿En verdad crees que la violencia siempre debe ir ligada al poder? ¿Por qué no pueden ser independientes del otro? ¿Por qué no es posible ser bueno y poderoso al mismo tiempo? –. Se preguntó la peleadora ojiverde mirando al gran Bakugan a la distancia.
–Así es como funciona, Elisa. Mientras más poder se tenga, más crueldad se requiere, porque siempre habrá alguien queriendo destruir todo lo que se pretende crear. Un líder siempre debe tener un lado monstruoso que lo mantenga en su posición, qué impida que los débiles se rebelen –. Explicó la peliazul.
–¿Cómo lo hace el Rey Zenoheld, señora? –. Cuestionó Elisa atenta a cualquier reacción de la Vexos.
Mylene se tomó un momento para responder, desviando la vista a un costado brevemente antes de responder con un hilo de voz saliendo de sus delicados labios.
–Sí, tal como lo hace el rey.
El sonido de sus tacones golpeando la tierra no duró mucho antes de ser reemplazado por el de una suela barriendo suavemente el piso, dando a Elisa a entender que la mujer se había dado la vuelta para agregar algo.
–Una cosa más.
–¿Sí, señora? –. Preguntó Elisa estática en su lugar.
–No quiero volver a oír una palabra de esto nunca más. Omitiré esta conducta en el reporte por esta vez, pero no quiero que se repita –. Avisó Mylene con firmeza.
–Gracias, señora.
–Eres lista, Elisabeth, o eso quiero creer. Sigue mi consejo y ahórrate problemas, no vuelvas a hablar nunca de esto y no te arriesgaras a provocar la ira de quien no debes –. Aconsejó la mayor con un poco más de delicadeza en su tono –. Toma esto como el último regalo que te daré, valóralo y asegúrate de no hablar de esto nunca más. No hagas que el príncipe o, mucho peor, el rey, te tengan en la mira. Ya tienen suficiente con los problemas que ocasionó tu padre.
Mylene no dijo nada más, desapareció en una lluvia de colores poco después de terminar su discurso, dejando a Ángel y Elisa solas para que terminaran el trabajo que habían comenzado.
Impotente y llena de frustración, Elisabeth Valiant solo pudo llorar en silencio, dejando que su compañera tratara de limpiarle las lágrimas que ahora pintaban sus mejillas enrojecidas mientras apretaba los dientes y maldecía su suerte en silencio.
¿Qué clase de castigo estaban pagando? ¿Qué clase de mal habían hecho en otra vida para sufrir esta condena? ¿Por qué, de tantos seres en el universo, tuvieron que ser ellas y su familia quienes sufrieran la desgracia de ser usadas como armas?
Leónidas era una bomba al servicio de tiranos y ella era quien debía presionar el botón, pues nadie más podría darle un uso medianamente correcto a tal poder. Estaban rodeados de monstruos, ellos mismos se habían convertido en unos por la desgracia del destino, pero seguían siendo los menos temibles de todos.
Al final, perdida en un océano de culpa y dolor, rodeada por los gritos de clemencia y el llanto de miles de almas inocentes, Elisabeth Valiant solo pudo gritar con toda la fuerza que estaba condenada a ahogar en su interior, suplicando un perdón que no merecía, pero por el cual estaría dispuesta a morir.
Su fuerza, su talento, su habilidad, todo su ser como guerrera había sido vendido y profanado para servir a unos amos monstruosos que ahora la estaban infectando a ella y a sus amigos con cada nueva batalla en la que tenían que interceder.
Esa fue una noche de gritos que Nueva Vestroia no olvidaría fácilmente, una noche en que una gran fuerza halló su punto de quiebre y un dolor punzante en el corazón de aquella sombra en las colinas la hizo derramar su corazón completo en una ola de gritos que resultaron inaudibles ante el estremecedor sonido del dolor y el llanto del demonio que había liberado una ola de horrores sobre un mundo inocente en contra de su voluntad.
Esa noche no se escuchó nada más que el canto de la muerte y el pesar de unos pobres esclavos.
La Tierra, Casa de Marucho
Hace 5 meses
–¡Eli, despierta! ¡Es solo una pesadilla!
Abrió los ojos de forma abrupta, bañada en sudor cayendo desde su melena rubia, antes de levantarse con las mejillas rojas y lágrimas saliendo de sus ojos.
En un abrir y cerrar de ojos, ya estaba levantada, con las palmas de las manos firmemente puestas en el colchón que se encontraba bajo su cuerpo y batallando para recuperar el ritmo usual de su propia respiración.
Intranquila, y con la visión ligeramente borrosa por las lágrimas acumuladas en sus orbes esmeralda, Elisa comenzó a inspeccionar la habitación en la que se encontraba en busca de cualquier cosa fuera de lo común.
Se sentía inquieta y, aún sabiendo que nadie debería correr ningún peligro en este lugar, sentía la necesidad de cerciorarse de que no había nada que temer en la zona.
Estaba vacío, no había nada a su alrededor más que un escritorio, una computadora portátil y un par de muebles alrededor de la habitación.
No había peligro, no había nada realmente, más allá de las cuatro reconfortantes presencias que la rodeaban con preocupación, en especial la de aquel muchacho que ahora la rodeaba con sus brazos mientras la mecía suavemente, dejando una serie de tiernos besos en su cabellera dorada.
–¿Estás bien, nena? –. Preguntó el chico a su lado con preocupación.
Avergonzada por su reacción, Elisa se giró suavemente a su costado para ver mejor al muchacho que había estado durmiendo junto a ella.
Nick mostró una expresión serena, pero que Elisa estaba aprendiendo a conocer muy bien y sabía que ocultaba una gran angustia por ella y su pesadilla.
–Eli, ¿ocurre algo? –. Preguntó Nick acariciando suavemente el cabello de la rubia.
–No, bebé, no te preocupes –. Respondió la joven tomando suavemente la mano de su novio.
–Señorita Valiant, no puede pedirnos eso después de ver esa reacción.
Esta vez, Eli se giró al lado opuesto al que se encontraba su novio para ver a sus compañeros, reposando en la mesa a un lado de la cama y mirándola fijamente.
Como no podía ser de otro modo, Ángel fue la primera en interceder de los Bakugan, con preocupación por su compañera y sus malos sueños.
–¿Aún tienes pesadillas, El? –. Preguntó Leónidas esta vez.
Elisa no respondió con palabras, pero sí se permitió asentir con vergüenza mientras se mordía el labio inferior y devolvía la vista a los pies de la cama.
–Oh, nena. Lo siento mucho –. Suspiró Nick envolviendo a su novia una vez más en un abrazo.
Normalmente, Elisa no se permitiría preocupar así a su familia, pero no pudo evitarlo esta vez. A pesar de sus mejores intentos de ahogar su pena y esconder sus lágrimas, la culpa por sus acciones pasadas seguía siendo demasiada y había comenzado a acosarla en sus sueños desde el fin de la guerra.
Esta vez, no había tenido la fuerza para sostener su máscara de tranquilidad y se permitió recostarse en el cálido toque gentil de su novio mientras éste le acariciaba la espalda y jugaba con su cabello.
–Tranquila, nena. Aquí estamos –. Aseguró Nick con tono amoroso.
Su querido novio no fue el único que dio un paso al frente para consolarla, Ángel y Leónidas saltaron de su lugar para posarse suavemente en su regazo mientras Wolfang Darkus acariciaba la mejilla de la rubia con su cabecita.
A veces, se sentía indigna de todo el amor que estaba recibiendo. No era justo que todas sus víctimas en Nueva Vestroia no fueran más que cenizas perdidas en la tierra y en el viento, mientras su asesina se encontraba cálidamente protegida entre los brazos de un hombre maravilloso, amigos increíbles y una familia amorosa.
Parte de ella le exigía alejarse de Nick, argumentando que no merecía su afecto e intentó hacerlo, pero parecía que su novio ya esperaba una reacción como esa y no demoró en sujetarla con más firmeza entre sus brazos, susurrando con suavidad palabras de consuelo que resultaban inaudibles ante esa maldita voz en su cabeza.
–Por favor, suéltame, Nick –. Pidió la ojiverde en un susurro.
Desde que habían comenzado a salir formalmente, Elisa había dejado de usar el nombre de su novio para referirse a él, dejándolo solo para situaciones muy específicas y reemplazándolo por un constante y amoroso "bebé".
El uso de su nombre se había convertido en una señal de que Elisa no estaba dispuesta a discutir, y Nick solía entender eso para darle su espacio sin que la ojiverde tuviera que pedírselo.
No fue el caso en esta ocasión.
–No lo haré. Puede que no sea muy bueno en estas cosas, pero sé cuándo la privacidad es buena y cuando no –. Continuó el pelinegro sin parar sus caricias.
–No lo entiendes –. Musitó Elisa ahogando un sollozo.
–Puede que Nick no estuviera presente cuando pasó, Lis, pero te garantizo que entiende el dolor que sufrimos –. Dijo Leónidas en defensa de su compañero.
–¿Qué quieren decir? –. Cuestionó la rubia confundida.
–El vínculo que Exedra creó entre Leo y yo nos ha permitido compartir algunas de nuestras pesadillas más intensas. Y no siempre soñamos con fantasmas y demonios –. Confesó Nick con pesar.
Inmediatamente, Lis dirigió una mirada estupefacta a su pareja, dedicándole un minuto para presenciar como el rostro de su novio transmitía todo el dolor que sentía, no por él, sino por ellos y todo lo que habían tenido que atravesar.
No solo lo sabía, lo había visto desde los ojos de Leónidas. Solo podía temer el número de batallas que Nick debía haber presenciado gracias a su compañero, el sinnúmero de vidas que se habían cobrado.
Esta vez, Elisa logró levantarse de la cama de su novio lo suficientemente rápido como para que éste no pudiera detenerla.
Esta noche, las estrellas danzaban en la compañía de la luna, dando paso a que su luz se asomara incluso por los vidrios de las ventanas cerradas. La iluminación ofrecida por los astros permitió que el cabello de la joven Valiant y su piel expuesta brillaran con más intensidad, gracias a sus colores claros y la capa de sudor que cubría su cuerpo.
Su camisa sin mangas se encontraba pegada a su cuerpo, dejando ver una serie de manchas de humedad por el sudor, sus pantalones cortos se sentían apretados y sus piernas desnudas temblaban con los recuerdos de las sensaciones que la habían recorrido en su sueño.
Sentía un calor sofocante recorriendo su cuerpo y subiendo su temperatura corporal, por lo que se apartó tanto como pudo de la cama, dándole la espalda mientras cruzaba los brazos y batallaba para contener las lágrimas que ahora se resbalaban de sus ojos.
No quería arriesgarse a mirar a Nick a los ojos, a ver la calidez que solo unos pocos tenían la capacidad de evocar en su mirada y derretirse en las atenciones que nadie más que ella tenía derecho a experimentar de su parte.
No quería reconocerlo, pero el terrícola tenía facilidad para meterse en su cabeza y hacerle creer que en verdad era inocente por todos sus pecados.
–Señorita Valiant, no tiene sentido culparse más por lo que pasó en Nueva Vestroia. Quedó en el pasado, Zenoheld y sus Vexos ya no existen, Nueva Vestroia es libre una vez más –. Trató de confortar Ángel a su antigua compañera.
–Es cierto, Lis. No podemos seguir lamentándonos por lo que otros nos obligaron a hacer –. Respaldó el dragón Darkus a su pareja.
–¿Cómo puedes decir eso, Leónidas? Nosotros fuimos la bala, acabamos con todos aquellos que se nos indicó solo porque peleaban por su libertad –. Recordó la rubia indignada.
–No creas que no siento culpa por mis pecados. Aunque no lo creas, recuerdo cada rostro y cada voz de todas las víctimas que Clay y su gente me obligaron a cobrar –. Respondió Leónidas con firmeza –. Yo también tengo esas batallas presentes en mis sueños, no pasa una noche en que no lo recuerde y no sabes lo mucho que me desagrada saber que mi compañero también tiene que ver eso.
Arrepentida por subestimar el peso con el que cargaba su amigo, Eli solo pudo mirarlo avergonzada. Sabía que era injusta con Leónidas, que no podía darse el lujo de demeritar el dolor que él mismo debía estar experimentando por haber sido el arma de Vestal en Nueva Vestroia.
Pero esa maldita voz en su cabeza, que insistía en recordarle todo el mal que había hecho, resultaba cada vez más y más fuerte.
–Señorita Valiant, Leo tiene razón. Los tres tuvimos una gran deuda con Nueva Vestroia y puede parecer que siempre será impagable, pero lo conseguimos. Ayudamos a exponer los crímenes de la corona, estuvimos ahí para detener el Sistema EB, para terminar con la tiranía de Zenoheld y liberar a sus prisioneros. Yo creo que todos nosotros, especialmente usted, nos hemos ganado nuestra redención y nuestro descanso –. Respaldó Ángel una vez más.
Con cuidado, Ángel se posó delante de su antigua peleadora para que ésta la sostuviera en sus manos.
–Oh, Ángel, ojalá fuera tan fácil –. Murmuró la rubia con pesar.
–¿Y por qué no podría serlo? –. Preguntó Leónidas con más suavidad.
La respuesta era simple: porque al igual que él, Eli también tenía muy presente el dolor que habían infligido y las vidas que habían arrebatado en nombre de las personas equivocadas.
Ese sería un peso del que nunca podría librarse realmente, uno que siempre la perseguiría hasta en sus sueños.
Las vidas, las muertes, el terror, el fuego. Habían creado innumerables masacres sirviendo a las personas que tanto la habían herido a ella y a su familia sin pensarlo dos veces por su propio interés.
–Porque no puedo dormir sin pensar en el hecho de que soy una asesina.
Entumecida por el dolor que ahora estrujaba su alma, Elisa solo pudo encogerse en su lugar mientras permitía que las lágrimas cayeran de sus ojos libremente.
No tenía sentido tratar de esconder más tiempo su llanto, un monstruo como ella no debería tener si quiera un orgullo que conservar. Un demonio como Elisabeth Valiant no merecía siquiera la vida.
Una parte de su ser le decía constantemente que ella debió morir con el resto de los Vexos. Era, después de todo, la séptima Vexos, la manejadora del Arma y la responsable de la muerte de miles de vestals y Bakugan inocentes que solo querían hacer lo correcto.
–Señorita, eso no es cierto –. Objetó Ángel impactada por las palabras de la joven.
–Lo es, Ángel.
¿Por qué se mostraba tan empeñada en negar lo que todos sabían en el fondo estando a la luz del día? Era un monstruo, no muy diferente a aquellos a los que había servido. Cargaba con un peso que llevaría por siempre, uno más grande que cualquier carga que pudiera arrastrar por el suelo.
Culpa.
–Lis… –. Trató de hablar Leónidas sin éxito.
–Soy un monstruo, chicos. Tengo las manos manchadas de sangre, sangre de gente buena e inocente.
La última parte finalmente salió entre sollozos y quiebres de voz constantes, ya no le quedaba voluntad alguna para pelear por mentirse a sí misma. No tenía sentido alguno, no para alguien como ella.
Rota y falta de esperanza para sí misma, Elisa Valiant se quebró una vez más, despejando sus palmas de la presencia de su compañera para tapar su rostro lloroso, importándole poco si se llenaba las manos de lágrimas, moco o saliva.
¿Realmente era merecedora de todo lo que había ganado en la guerra? ¿Aún podía decir que mereciera a su familia y amigos? Había arrebatado más vidas que cualquier otro Vexos, pero ella seguía con vida, trabajando en recuperar todo lo perdido junto a su familia recién recuperada y sus nuevos amigos.
Todo mientras sus víctimas se encontraban convertidas en cenizas.
Leónidas no dijo nada más. En su lugar, el Bakugan Darkus se quedó en silencio mientras miraba como su antigua protectora se derrumbaba ante sus ojos sin poder hacer nada para ayudarla.
–Tenemos que aceptarlo, Leo. No somos más que unos monstruos que escaparon de su castigo –. Concluyó Lis con un débil hilo de voz.
Vulnerable y llena de culpa, Elisa cayó inclinada al suelo mientras lloraba tan bajo como podía para no despertar a nadie en las habitaciones más cercanas.
Perdida en un abismo de dolor y pena, comenzó a pedir débiles y pobres disculpas ahogadas entre sollozos y quiebres de voz.
Esta era la batalla que libraba cada noche desde la caída de la corona, desde que su mente tuvo la libertad suficiente para divagar en todo el mal que había hecho y recordarle la culpa que había eludido hasta el momento.
Tan sumergida en su propio dolor como se encontraba, Elisa no se percató del momento en que un par de firmes pasos se oyeron tan cerca de su audición hasta que pudo ver los pies que los habían producido delante de sus ojos.
Con una mirada llena de determinación y pesar por su novia, Nick Takahashi se paró delante de ella con firmeza mientras le extendía las manos para que se levantara.
La rubia se negó en un renuente silencio a la petición de su novio, sintiéndose indigna de siquiera sostener las manos de alguien tan bueno y noble como Nick.
La vocecita en su mente le decía que se alejara, qué no lastimara a su novio como ya había lastimado a miles de inocentes antes, qué no merecía este tipo de atención.
Por fortuna o desgracia, Nick no estaba dispuesto a seguir la corriente establecida por sus peores pensamientos y, al ver que su novia no accedía a su petición de levantarse, no tardó en agacharse para tomarla entre sus brazos con suavidad y envolverla en un cálido abrazo.
La voz seguía susurrando en su oído, pero su tono era cada vez más débil conforme Eli pasaba más y más tiempo en los amorosos brazos de su pareja.
No sabía que era, pero Nick Takahashi tenía algo que callaba lo peor de Elisabeth Valiant, que la hacía sentirse como una princesa delante de su caballero, que le hacía pensar en lo bueno del mundo. ¿Acaso era el hecho de que éste asombroso guerrero le había dado una oportunidad cuando ni su propia hermana mayor se sentía capaz? ¿O era por el intrépido rescate en el que Nick había participado para salvar a su familia y liberar una ciudad entera? No lo sabía, pero había un hecho irrefutable detrás de todo esto y es que, sin importar cuanto mal sintiera en su ser, Nick Takahashi tenía una gran facilidad para hacerla olvidarse de todo por un momento, solo con un gesto tan sencillo como un abrazo.
Protegida por los fuertes brazos de su novio, Elisa se levantó nuevamente, sintiéndose embelesada por la capacidad del peleador para mezclar la fuerza suficiente para levantarla del suelo con la delicadeza necesaria para no lastimarla en el proceso.
Sabía que, si no fuera por Shun, Nick podría ser el más serio de los Peleadores Bakugan, mostrando su lado más relajado y bromista únicamente con sus amigos más cercanos. Sin embargo, a pesar de eso, no pudo evitar sentirse pequeña bajo la intensidad de su mirada.
No obstante, en los ojos de Nick no se asomó ni un destello de desagrado por ella ni nada parecido. En su lugar, Eli solo pudo divisar la huella de la preocupación en los ojos oscuros de su novio.
No había ningún sentimiento negativo por parte del terrícola, solo un claro afecto en su mirada, dedicada completamente a ella. Todo mientras sus manos, callosas por los entrenamientos con Shun, alcanzaban su rostro y limpiaban con suavidad las lágrimas en las mejillas de la rubia.
–Nick, no… –. Trató de comenzar la ojiverde sin éxito.
–¿Has hablado con tus padres de esto? –. Preguntó el pelinegro repentinamente.
No pudo responder, no por lo sorpresivo de la pregunta, sino porque sabía que a su novio no le gustaría la respuesta que recibiría si abría la boca.
Por supuesto, Nick no necesitó de una contestación verbal para dar con la respuesta, el silencio de la ojiverde fue la única confirmación que necesitaba para entender aquello que Elisa no quería decir.
–Nena, sabes qué no tienes por qué cargar con esto sola –. Murmuró Nick abrazándola suavemente.
Sabía que era cierto, ninguno de sus padres o hermanos dudaría en ayudarla en todo lo que necesitara con tal de sanar las heridas que los Vexos habían dejado en ella.
–Lo sé.
–Si lo sabes, ¿por qué no les dices nada? –. Cuestionó el pelinegro con suavidad.
–No lo merezco.
No lo merecía, y no podía darse el lujo de ser egoísta. Su padre había pasado por cosas mucho peores que ella siendo una de las ratas de laboratorio de Clay, su madre y Eisel habían pasado tres años encerradas en los calabozos del Palacio Real en Nueva Vestroia, Mira había tenido que presenciar la muerte de miles de sus camaradas a manos de la misma Elisa. Ninguno de ellos merecía que su dolor fuera opacado por el de una asesina.
No, ellos necesitaban y merecían la ayuda mucho más que cualquier otra persona en Vestal.
Mas que ella.
–Señorita, no tiene que sufrir en silencio –. Consoló Ángel a su amiga.
–Tengo qué, es mi carga, no de ellos –. Respondió Elisa entre sollozos.
Nuevamente, Wolf se acercó junto a Ángel para tratar de ofrecerle un consuelo silencioso.
Incluso en estos momentos, se sentía indigna y débil, egoísta frente a las personas que la rodeaban. Ángel y Leónidas habían estado junto a ella en cada masacre, pero ahí estaban ellos, tratando de ofrecerle un consuelo y calidez.
¿Por qué ellos podían sobreponerse a los demonios que los perseguían mientras ella se derrumbaba? ¿Por qué ella no podía estar a la altura del dolor que la acosaba? ¿Por qué el peso de su propia culpa tenía que ser más grande?
–Soy una asesina –. Lloró la rubia reposando su rostro en el pecho de su novio.
Esta vez, ya no le importó mantenerse lejos. Tal vez era un impulso egoísta, tal vez su necesidad de calor era más grande que su dolor o tal vez solo era su propia debilidad tomando control de su cuerpo. No sabía cómo definirlo y, honestamente, prefería no hacerlo.
Abrumada por la extrema calidez que el hombre que la sostenía en sus brazos transmitía solo para ella, Elisa solo quiso recostarse en su pecho y llorar por una absolución a los muertos, repitiendo constantemente la verdad que tenía presente en su cabeza desde la caída de Zenoheld y que salía de sus labios como un retorcido mantra.
–Soy una asesina.
–Quizás tengas razón –. Comentó Nick de pronto.
Anonadados por las palabras del pelinegro, los Bakugan no tardaron en reprenderlo con dureza por esta repentina frialdad con Elisa, incapaces de entender este cambio de conducta de parte del peleador.
Eli no podría negarlo, aunque sabía que era cierto y le resultaba un retorcido consuelo saber que Nick había aceptado la verdad detrás de su persona, no pudo evitar sentir que su corazón se agrietaba al pensar en sus palabras.
Otra parte de ella, una egoísta y que ambicionaba con tener algo que no merecía, le pedía que se aferrara a este pequeño fragmento de amor inmerecido por parte de su novio.
Era egoísta y un lado de su ser le decía que no debería desear el afecto de este asombroso guerrero, pero otro le suplicaba que lo hiciera, que no lo dejara ir, que ella también merecía amor.
No se sentía digna de tal cosa, pero tenía el deseo de seguir siendo amada. Por más egoísta que pudiera parecer en sus circunstancias, Elisabeth Valiant quería ser amada por sus amigos y familia, por Nick Takahashi.
El entendimiento de tal anhelo solo hizo que nuevos ríos de lágrimas cayeran de sus ojos para manchar la camisa del humano, oscureciendo la tela negra de la prenda.
Nick siempre había sido más alto que ella, pero la diferencia era más notoria estando ambos descalzos, lo que provocaba que la cara de Elisa estuviera a la altura de los hombros del peleador. Se sentía y era pequeña a su lado, pero se aferraba con toda su fuerza a la espalda del humano, pidiendo en silencio que no la odiara.
Lo merecía, pero no deseaba ver el odio en los ojos tranquilos del terrícola.
Sin embargo, no tuvo injerencia alguna en las acciones del pelinegro y eso se demostró cuando los dedos de éste se posaron suavemente en su barbilla para motivarla a devolverle la mirada a los ojos.
Eli se negó, moviendo la cabeza a los lados para dejar en claro su indisposición a verlo de nuevo. No quería arriesgarse a que Nick la apartara, incluso si eso no era propio de él o cualquiera de los miembros de los Peleadores Bakugan.
Su temor a perder lo que había ganado en la forma de este maravilloso joven era cada vez más grande.
–Mírame, Eli, por favor.
Esas palabras, esas simples palabras, habían sido pronunciadas con un sentimiento completamente ajeno al odio o al desagrado. Esas palabras, tan sencillas y cortas, habían evocado un sentimiento de calma impactante en el corazón de Eli, que solo pudo abrir los ojos con una mezcla de confusión y esperanza mientras permitía que los dedos en su barbilla la hicieran mirar hacia arriba.
En sus ojos, Elisa halló calma y un gran pesar, junto al claro reflejo de su propia imagen devastada.
Los orbes negros de Nick le hicieron ver que sus temores eran infundados, que el pelinegro no la odiaba y jamás podría hacerlo, pues su corazón era tan grande como para entenderla y entregarle su apoyo.
Pero eso no fue todo lo que vio. No, ante ella, también se encontraba Elisabeth Valiant, rota como un cristal frágil y dando ante alguien más la imagen que siempre había tratado de ocultar al mundo.
Siempre había tratado de verse fuerte y dura ante las adversidades, pero ahora mismo se veía vulnerable y pequeña ante la crueldad de sus amargos recuerdos. Y, sorprendentemente, no se sentía mal.
En realidad, se sentía refrescante saber que había un lugar en el universo en el cual podría mostrarse tal como era, que no tenía motivos para esconderse detrás de una máscara de fría indiferencia, que había personas que estaban ahí para ellas.
Suavemente, Nick tomó las mejillas de su novia para comenzar a limpiarle nuevamente sus lágrimas de su angelical rostro.
Habló una vez más, y los Bakugan escucharon en silencio esta vez.
–Puede que sientas que aún no estás libre de culpas, Eli, y puede que tengas razón. Pero te garantizo que te has ganado tu oportunidad de cambiar. Sabes bien lo que has hecho y lo que aún puedes hacer, así que no tienes por qué afligirte.
–Nick… –. Interrumpió Eli sin éxito.
–Nena, déjame terminar, por favor –. Pidió el pelinegro con cortesía.
Nick no era bueno para hablar con las personas, Eli lo sabía muy bien. Así que aceptó la solicitud del pelinegro, valorando el hecho de que su pareja en verdad estuviera dispuesta a tratar de enfrentar una de sus más grandes debilidades solo por ella.
–Desde el inicio supiste que lo que estaban haciendo estaba mal y cuando tuviste la oportunidad, no dudaste en dar un paso adelante para hacer lo correcto. Puede que sientas que eres una villana por lo que te obligaron a hacer, pero te recuerdo que no aceptaste por convicción o acuerdo. Tratabas de salvar a tu familia y nunca deberás sentirte mal por eso –. Dijo Nick tomando sus mejillas con un poco más de firmeza, pero sin descuidar su cuidado.
–Nick, ¿qué estás tratando de decir? –. Preguntó Leónidas deseando que su compañero fuera al grano.
Ángel y Wolf respaldaron las palabras del dragón con un asentimiento mientras se posaban a sus lados, mirando a Nick y esperando que éste fuera más directo.
–Lo que quiero decir es que tú, Eli, eres una mujer asombrosa, una mujer que estuvo dispuesta a poner en riesgo su propia alma para salvar la de tu familia, una con la suficiente compasión para entender a quién estaba encerrado contigo y la suficiente fuerza para defender a quienes más lo necesitaban sin dudar ni un solo segundo –. Continuó Nick dedicando toda su atención solamente a ella –. Un monstruo no haría ni la mitad de cosas buenas que tú hiciste para salvar tres mundos, una asesina no defendería la vida con el mismo fuego que tú demostraste. Incluso cuando el mundo amenazaba con caerse a tu alrededor, seguiste luchando por lo que era correcto. Si en verdad fueras todo lo que crees de ti misma, no estarías aquí ahora mismo, al lado de tu familia.
Esta vez, solo hubo silencio, un silencio que acompañó la misma expresión de confianza y afecto que Nick conservaba en su mirar. No había duda en sus gestos, ni un solo temblor en sus palabras. Era genuino, en verdad creía lo que había dicho y con ellas también venía una certeza que, por un insignificante momento, abrumó a Eli.
Sin importar su pasado y las acciones que se encontraran escondidas en su interior, Nick Takahashi no le temía, Nick Takahashi no la juzgaba, ni tampoco la odiaba.
Sin importar lo que hubiera hecho y sin importar lo que las voces en su cabeza trataran de hacerle pensar, Nick creía en ella y no le iba a dar nunca la espalda.
No él, no su novio, no su Nick.
–Has sufrido en silencio mucho tiempo, Lis, y ya no tiene por qué ser así. Aunque no lo creas, te ganaste el perdón que los habitantes de Nueva Vestroia te dieron, te ganaste el derecho a vivir la vida que mejor te parezca –. Dijo Leónidas esta vez, ayudando a su compañero.
–Es cierto, señorita. El Maestro Keith es la prueba de que nunca es demasiado tarde para cambiar y usted fue una de sus razones para probarlo. Él volvió a casa porque quería proteger a sus hermanas y a sus padres, porque entendió que podía hacer más bien siendo el hombre al que usted y la señorita Mira admiraban tanto de niñas –. Intercedió Ángel en esta ocasión –. Un monstruo no podría llevar al cambio de su hermano, señorita. Él estaba incluso más hundido que cualquiera de nosotros en la oscuridad y entendió que valía la pena volver por ustedes, por cualquiera de sus hermanas, incluso si dos de ellas ni siquiera comparten su sangre.
Wolf no podía decir nada, pero no fue necesario para dejar en claro su apoyo. Bastó con su intento de abrazo, carente de manos visibles, en la mejilla roja de la antigua peleadora para recordarle que, solo en esta habitación, contaba con el apoyo de cuatro seres maravillosos y tenía aún más fuera de estos cuatro muros.
Tenía una familia afuera, una familia que amaba, por la cual había dado hasta la última gota de su alma herida y lo volvería a hacer porque valían la pena.
Ser egoísta era su pecado recién descubierto, egoísta con su dolor y su sufrimiento, pero ninguno de ellos había sido en vano. Incluso si su corazón debía encontrar su propio camino a la sanación, sabía que el horror experimentado había valido la pena, porque su familia dormía tranquilamente fuera de estos muros, porque reposaban sabiendo que los demonios que los habían lastimado ya no existían y ahora estaban completos una vez más.
Dormían tranquilos sabiendo que se verían una vez más en la mañana, sin tener que sentir miedo por un nuevo día. Y aquí estaba ella, rodeada por su propia pequeña familia dentro de la principal.
Incluso si se sentía indigna de todo lo que la vida le estaba dando, sus amigos no lo veían de esa forma. Ellos veían más allá, más allá de una Vexos, más allá de una joven rota, más allá de una nueva amiga. Ellos habían visto a alguien que valía la pena salvar, una nueva incorporación a la pequeña familia que habían creado.
Eso era suyo y ni mil voces inseguras en su cabeza le permitirían creer lo contrario.
–Eres la mujer más fuerte que he conocido, nena. Y te garantizo que mereces todo lo que…
No quiso oír más, no necesitaba hacerlo. Nick quizás había dicho las palabras correctas o quizás no, pero eso no le podía importar menos ahora, pues su intención había quedado clara y no tenía por qué seguir usando palabras para explicar algo que prefería expresar con acciones.
Era amada y no tenía que sentirse mal por ello. Todo lo contrario, debería sentirse plena y dichosa de saber eso.
Ansiosa, Eli se abalanzó de un salto a los labios de su novio, besándolo en un arrebato de pura pasión y afecto.
Normalmente, sus besos siempre eran suaves y pacientes, pero este no era así. No, esta vez, Eli pegó sus labios a los de su novio tanto como pudo mientras rodeaba su cuello con sus brazos y se ponía de puntillas para no romper el contacto.
Nick no tardó mucho en avergonzarse al compartir tal momento delante de sus Bakugan y, en consecuencia, trató de alejarla con delicadeza.
Por supuesto, falló miserablemente y lo único que logró fue que Elisa aprovechara la conmoción para introducir su lengua en la boca del pelinegro, demostrando el dominio al que estaba acostumbrada en los besos que compartían.
Finalmente, hipnotizado por el calor del momento y las acciones de su novia, Nick dejó a un lado el mundo que los rodeaba para seguirle el juego.
Las manos del peleador se posaron suavemente en la cintura delgada de Elisa, dejando en claro su nueva disposición para enfrentarla en el juego de los besos, usando su propia lengua para empujar la de su novia antes de explorar la cavidad bucal de la joven.
Asombrada, Lis solo pudo gemir con emoción cuando Nick se impuso sobre ella, mostrando un lado dominante que la rubia no había visto antes de su pareja fuera del campo de batalla.
Había mejorado, eso no lo podía negar y se sentía orgullosa de su novio por aprender con tanta facilidad, pero Nick había cometido el error de recordarle quien era ella y que no podía dejarse vencer tan fácilmente.
Con una sonrisa traviesa incluso en medio del beso, Elisa pasó su pierna desnuda por la entrepierna de su novio, cubierta por su sudadera deportiva, obligándolo a soltar un gemido de excitación y sorpresa al mismo tiempo que descuidaba su posición.
Aprovechando el momento, Eli empujó al pelinegro devuelta a la cama que tenía a sus espaldas, sin despegar sus labios de los suyos ni un solo momento incluso al caer de vuelta al colchón.
–Oigan, chicos, si quieren hacerlo, al menos ábrannos la puerta para poder salir –. Pidió Leónidas con incomodidad.
–Normalmente, no me gusta cuestionarla, señorita. Pero preferiría que Wolf no viera algo indebido –. Dijo Ángel tratando de tapar los ojos de la Trampa Bakugan, que solo pudo torcer la cabeza con confusión.
Avergonzados, ambos adolescentes separaron sus labios con un fuerte sonrojo en sus mejillas al mismo tiempo que se limpiaban la saliva del otro de la boca.
–No, está bien, chicos. Igual tenemos que dormir, prometí mostrarle a tu familia todas las atracciones disponibles del parque y no puedo darme el lujo de aparecer cansado en la mañana –. Recordó Nick avergonzado –. Están de vacaciones y no quiero quedar mal frente a mi suegro.
–Sí, ya tienes suficiente con el hecho de que te odie –. Se burló Leo de su peleador con una risita.
–Papá no te odia, solo es sobreprotector y aún no te conoce lo suficiente. Es todo –. Calmó Elisa a su pareja.
–En todo caso, Maestro Nick, la forma de tratar al señor Valiant es con amor –. Aconsejó Ángel a su nuevo compañero.
–¿Amor? –. Preguntó Nick incrédulo.
–Sí, dale muchos besos y abrazos mañana cuando lo veas –. Dijo Eli con humor renovado, disfrutando de la expresión de horror de Nick –. Tal vez así te perdone por meterte al cuarto de su hija en medio de la noche.
–Vamos a dormir –. Concluyó el pelinegro tragando saliva.
Entre suaves risitas, Eli y los Bakugan siguieron las palabras de Nick y regresaron a su lugar para dormir, pero con un pequeño cambio en esta ocasión. Cuando Nick había entrado al cuarto, Eli ya se encontraba casi dormida y solo había podido sentir el brazo de su novio abrazándola antes de caer.
Esta vez, Lis no lo pensó dos veces antes de girarse para abrazar a Nick y depositar su cabeza en su hombro, pasando un brazo por su pecho hasta subir a la cabeza y así poder jugar con su cabello. Un pequeño gesto que relajaba y adormecía a su novio al mismo tiempo que a ella le traía una pequeña alegría, pues encontraba enternecedor ver las caras de gatito perezoso en el rostro de Nick.
No sabía que sentía con exactitud por su pareja, pero sabía que le importaba profundamente y que podría ser más fácil enamorarse de él de lo que el mismo terrícola podría creer. No obstante, incluso si, por algún extraño motivo, nunca llegaba a enamorarse genuinamente de Nick; esperaba que éste siguiera siendo parte de su vida por siempre.
Pero la idea original no sonaba nada mal, a pesar de lo que Nick podía pensar o no de sí mismo, Eli no tendría problema en enamorarse de él. Al final, detrás de esa gran desconfianza e inseguridad escondidas, había un buen hombre, uno que fácilmente podría ser el correcto en su vida.
En el resguardo de la luz de la luna y la firmeza de su afecto, Eli finalmente pudo reunir el coraje para murmurar unas fuertes palabras en el oído de su novio, palabras que temía que pudieran asustarlo, pero que necesitaba expresar para dormir tranquila en el abrazo de su pareja.
–Te quiero, Nick.
Vestal, Departamento de los Valiant-Fermin
En el presente
Se despertó una vez más de su cama, recordando con cariño aquella noche que había compartido con su novio y sus amigos Bakugan en la Tierra, pensando en la dulzura de sus palabras y las enternecedoras caras de Nick mientras dormía.
Por supuesto, Nick nunca había respondido a su declaración de afecto, temeroso de sentir que avanzaban demasiado rápido y del poder que las palabras tenían en su relación. No había sido una declaración de amor eterno, ni siquiera tenía que llevar una connotación romántica, pero eso sería mentirse a sí misma y a Nick en consecuencia.
Incluso si no se atrevía a decir que estuviera enamorada del pelinegro como su madre lo estaba de su padre, sabía que podría llegar a hacerlo. Nick Takahashi era bueno, eran sus virtudes lo que habían llamado la atención de Elisa y eran sus defectos visibles lo que había terminado de encantar su corazón joven.
No tenía sentido negarlo u ocultarlo, quería a Nick. Tal vez no era amor, tal vez era solo un cariño muy especial por el momento, pero lo quería y siempre podía transformarse en algo más.
Pero había dos problemas que le impedían detenerse a pensar a detalle en sus sentimientos por el Peleador Darkus de la Tierra y el primero de ellos era que Nick no se abría ni a sus propios sentimientos. Incluso después de tanto tiempo conviviendo con él, descifrar al pelinegro seguía siendo un reto en el cual persistía, pero en el que Nick se negaba a ayudar, ya fuera por timidez o renuencia a abrirse.
El segundo problema era mucho más complejo: su novio era parte de los Peleadores Bakugan que ahora se encontraban prisioneros por una raza de conquistadores y asesinos en un planeta hostil. La peor parte de todo era que no sabían nada de los chicos y solo podían hacer suposiciones del peor de los escenarios para ellos.
El solo pensamiento de ellos sufriendo despertó en ella impotencia, pena y furia. Tenían que hacer algo para salvarlos, pero la parsimonia de viejos ridículos les impedía ponerse en acción y, en consecuencia, cada día que pasaba, su familia corría más y más peligro de sufrir un fatídico destino.
Runo y Mira dormían a su lado, dormidas tan pacíficamente como podían debido a las circunstancias, por lo que Elisa solo podía lamentarse y maldecir en silencio. No iba a llorar, no quería hacerlo, y el odio que sentía era desgastante, así que no quería pensar en nada de eso.
En su lugar, llenó su cabeza con pensamientos de los chicos: las compras con Julie y Gorem, los juegos con Wolf, las batallas pasadas con Ángel, las conversaciones con Leónidas, los besos con Nick.
Sin importar donde estuvieran o lo que estuvieran atravesando, Eli solo podía pedir a cualquier entidad en el universo capaz de oírla que cuidara de su familia y les diera la fuerza para sobreponerse al peligro que ahora enfrentaban.
Qué deferencia de pensamientos con Nick, ¿no? Elisa sabe dónde está, lo que quiere y lo que podría llegar a querer, mientras que el pobre Nick no sabe ni dónde está parado con su chica xD
Sé que este capítulo puede parecer de relleno a simple vista, pero tomará importancia más adelante, especialmente por las palabras de Mylene. También debo ser sincero y reconocer que este es un tema que quería tocar en el fic pasado, pero que no pude por cuestiones de tiempo, y es que la pobre Elisa ha pasado por muchas cosas, es imposible que eso no le deje una huella. Aquí, finalmente, vimos cómo su vida con los Vexos la dejó tocada y cómo su relación Nick se desenvuelve en los momentos en sus momentos más románticos. Uno de mis tantos objetivos es que se encariñen con esta parejita, qué se sientan mal si terminan o bien si de verdad se enamoran. Será difícil teniéndolos ambos en sitios tan distantes y sin posibilidad de contacto, pero eso lo hará un reto divertido :P
No se preocupen, no vamos a quitarle mucha luz a la trama principal de Vestal, pero es necesario ahondar en esto, pues quiero que la perspectiva de Eli sea relevante para ver el cambio que sufrirá uno de los personajes. Pero, como dije antes, no nos explayaremos mucho en esto, pues el protagonista de esta parte de la historia es Marduk y no le quitaremos importancia a su búsqueda de refuerzos.
