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Valirya
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Cuando Valirya nació, fue el día más feliz en la vida de su padre, Letzer, quien no conocía el significado de esa palabra en su familia desde que tenía memoria.
Ella no lo sabía, pero su futuro estaba escrito desde antes de que existiera en el vientre de su madre. Su padre era un soldado de clase baja, proveniente de una familia de guerreros de la misma clase, que no conocía mayores logros que la conquista de planetas insignificantes de habitantes débiles; peleas con remanentes rebeldes de planetas ya conquistados por saiyajin poderosos; o ser objeto de los entrenamientos de los infantes príncipes del planeta y sus escoltas.
Letzer no quería más misiones vergonzosas. No.
La única forma de ascender en un planeta de guerreros tan competitivos como el suyo, era volviéndose más fuerte. Y aunque, le tomo años lograrlo, asi lo hizo.
Las competencias de fuerza que servían de entretenimiento a saiyajin, eran ganados por él. Conquistó tantas veces el primer lugar que había perdido la cuenta. Y le encantaba la sensación ser más fuerte que cualquier clase baja y estar al nivel de cualquier soldado poderoso; pero quería más.
Ni su ascenso a la guardia del castillo real logró apaciguar sus ansias de ser reconocido a los ojos de los plebeyos. No cuando el rey viajaba a reuniones importantes con un escolta detrás suyo. Quería estar cerca del poder. Muchas veces se imaginaba en el grupo de guerreros que servían de protección al rey Vegeta ante cualquier ataque.
Sabía que el monarca no requería de otras escoltas, así que ideó un plan para ascender. Un plan ruin a los ojos del resto, pero que era su única alternativa a sus ojos. Entonces, siguió al guerrero escolta más débil, según creía, hasta sus aposentos; y en la oscuridad, le atravesó el pecho de un golpe.
Nadie osaría decir que no fue compasivo de su parte asesinarlo rápidamente.
Los guardias de seguridad del castillo solicitaron al rey investigar el asesinato, pero nunca se hizo nada. En cambio, el monarca pensó en reemplazar rápidamente a tan débil guardia, que, a sus ojos, no era tan digno de protegerlo si no pudo evitar su propia muerte.
Sin embargo, con los años, ser escolta del rey Vegeta no era suficiente para Letzer, así que cuando supo que era padre de una niña saiyajin, en su mirada negra y afilada, bramó el deseo de ser parte del poder y no servir al poder de la forma más mezquina que encontró: Valirya. Ella era mencionada en cada reunión con los guardias reales, en las tabernas, en el castillo, en los viajes. Se lo dijo a todo aquel que lo conocía. Hasta a las escoltas de la reina; pero nunca decía nada delante del rey.
Un tiempo después, sorprendió a los reyes hablando de la hija de su soldado de clase alta más fuerte del planeta.
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Cuando Valirya conoció a Vegeta tenía 5 años y era a penas más pequeña que el príncipe, mientras, su padre, Letzer, se reunía con el rey y su numerosa escolta a planear el siguiente ataque a un planeta. Y nadie, salvo su padre, sabía que ella estaba allí para algo más que jugar con Vegeta, Nappa y Raditz; presa de una maraña de estrategias tejidas por su propio padre.
A medida que pasaban los años, los pasos de la pequeña saiyajin, eran más firmes en los pasillos del palacio, de la mano de su padre, la única consigna era agradarle al príncipe y ser su amiga cercana, mientras permanecían juntos en los salones de entrenamiento, aunque él se mostrara indiferente a su cercanía. Y, aunque ella no lo entendiera por ser una niña, debía obedecer.
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El día de su cumpleaños numero doce y de la mano de su padre, en dirección hacia su casa, recibió las instrucciones más precisas que había recibido antes: "…serás la esposa de Vegeta un día.", sentenció su padre, entregándole un mezquino regalo de cumpleaños.
Sus afilados ojos negros se posaron en su padre, sorprendida. No obtuvo más palabras de él hasta la cena.
No tenia idea de lo que significaba ser la esposa de un rey, y, por tanto, una reina… lo único que deseaba en ese momento era entrenar duro para escapar del destino de todas las mujeres saiyajin de clase baja que conocía: las labores domésticas. Las había visto en el mercado y no le gustó lo que vio. ¿Por qué ser una mujer que se conforme con ello si podía ser enviada a las misiones con los hombres? Y, aunque fuese a conquistar un planeta con habitantes débiles, ella quería hacerlo.
Letzer no estuvo en desacuerdo con sus ideas, de momento, pues ella necesitaba entrenar duro para ser la esposa del príncipe, algo que no era para mujeres débiles. Asi que dedico sus dias libres a entrenarla en cuerpo y alma.
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El cabello negro de Valirya llegaba hasta sus hombros, con mechones puntiagudos formándose y rozando su armadura sobre sus hombros. Realmente odiaba tener el cabello largo, pero no tenia tiempo de pensar en cortárselo cuando veía a las naves circulares partir a través del cielo oscuro del planeta, mientras ella, de 18 años, se dirigía a un enfrentamiento en el torneo que le pondría fin a la soltería del príncipe Vegeta.
Sabía de su inclusión al pequeño grupo de chicas -prospectos de princesas-, cuando vio a su padre entrar a su padre sonriente. Y es que, con el paso de los años, las palabras de su padre y sus viajes al palacio de del rey saiyajin, supo también, que deseaba estar allí tanto como su padre: del lado del poder y no sirviendo al poder.
Ese lugar era suyo por derecho… El derecho que le daba ser la hija de uno de los guardias más respetados del rey.
Valirya estaba lista para competir en el torneo que buscaba a la mujer más fuerte para ser una de las esposas reales, pero esto no se llegó a realizar, pues el príncipe Vegeta tomó la decisión de irse a un planeta lejano y conquistarlo, como parte de su entrenamiento.
Mientras mastica su molestia ante los acontecimientos provocados por el caprichoso principe, planeaba con su leal amigo Brenn, quien solía acompañarla a las orillas de las oscuras aguas del río negro del planeta.
Río que comprobaba de tan infértil como el planeta al no tener a ningún ser vivo en sus entrañas.
–Brenn, ¿crees que el príncipe regrese pronto? –preguntó Valirya, sentada sobre una roca, mientras observa el cielo, apoyada sobre sus brazos extendidos.
–Fo lo cleo. El flanesa esfá a files fe...
–¿Quieres dejar de comer y prestar atención? ¡Esto es importante! –puntualizó alzando su dedo índice.
–Lo siento –se apresura a decir, mientras arrojaba una pierna a medio comer de algún animal verde que había cazado.
El estío se apodera de ella, suspirando larga y amargamente:
–Maldito Vegeta. Me prepare día y noche para este día, y el imbécil solo se fue.
–Ojalá hubiese ido con él en ese viaje. Estar aquí, sin ninguna misión es tan aburrido…
–Es cierto. Tampoco he recibido órdenes de ir en ninguna misión y me habría gustado ir con él.
Brenn endurece su mirada y la fija en ella:
–¿Ah, sí? -masculla irritado.
–Vamos, no te enojes. De todos modos, seguiré soltera un tiempo más.
–Un tiempo más...
–Sí –atajó, poniéndose en pie y acercándose a él–. Sabes que eso es lo que quiero y mi padre espera de mí.
Lentamente puso sus dedos sobre el hombro moreno y esculpido del guerrero.
Brenn también se puso de pie, rompiendo el contacto brevemente, para luego tomar la mano de ella, antes de que regrese al lado de su cintura, logrando que sus miradas decididas se encontraran, mientras el viento frío se hace notar, formando tímidas olas en el río negro, acercándose a los pies de los saiyajin.
–Voy a necesitar tu ayuda para lograrlo.
Y, aunque los fríos vientos de Vegeta no eran nada comparados con el invierno de ciertos planetas, empezó a sentir el frío recorrer su cuerpo.
Apretó los labios, pero cambió de expresión rápidamente al recordar sus anteriores conversaciones:
–Sabes que siempre te seré leal.
–Bien –ella rompió el contacto, haciendo que el ambiente sea aún más insoportable para Brenn.
Como ningún planeta y sus inviernos polares lo hacían sentir.
Apretó los puños, molesto, pero sin cambiar su expresión neutral.
–Mira, no puedo permitirme perder ante nadie, lo sabes.
Los labios agrietados de saiyajin se despegaron dolorosamente para hablar, pero ninguna palabra suya se oyó por unos segundos, procesando lo que acababa de oír.
Conocía a Valirya muy bien.
–Te refieres...
Ella levantó una de sus manos hasta quedar en simetría con su propio mentón, y, sin dejar de mirarlo, lo incitó con uno de sus dedos a ponerse a su altura, pues Brenn media casi dos metros.
Unos cuantos centímetros se paraban sus rostros.
Las aguas negras acariciaba las botas de ambos.
Ella giro ligeramente su rostro, acercándose a la oreja de él.
–Hasta las piedras tienen oídos en este planeta, así que escúchame bien –le susurró cerca.
Y, mientras escuchaba su plan y aspiraba el aroma de ella -una vez más-, los ojos de Brenn y su boca se tensaban, y las turbias aguas del río negro saiyajin alcanzaban las botas de ambos, irremediablemente.
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A nadie le sorprendió que por tercer año consecutivo Vegeta postergara el inicio del torneo que buscaba una esposa para él, debido a otro viaje a un planeta que estaba en la mira de su padre, de quien prefería huir así: viajando inesperadamente.
El cumpleaños 24 del príncipe Vegeta preocupaba al rey, pues el tiempo avanzaba implacable e inexorablemente para él: sin matrimonio a la vista para su hijo y, por tanto, sin un heredero para su planeta y su linaje. Sus consejeros reales no dudaron en reunirse con el angustiado rey para sugerir a su majestad posibles soluciones y continuar con las actividades del torneo a pesar de la ausencia del joven heredero.
Y así lo hizo: convocó a una reunión extraordinaria para iniciar el torneo cuánto antes. Ya vería la forma de comunicarle a su hijo de su compromiso y su obligación de conocer a su prometida; lo quisiera o no.
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El día del torneo, cinco fueron las elegidas a batirse en duelo en un coliseo construido especialmente para combates similares, cerca de castillo y con un numeroso grupo de asistentes.
Vegeta era un planeta sin luz solar, un planeta sombrío, nublado: una roca sin vida, como la llaman en el universo. Sin embargo, cuando se organiza eventos de combate adquiría el brillo y la alegría que nunca tenía durante el día.
El torneo estaba a punto de empezar en presencia del monarca y su mano derecha, Letzer; pero, para sorpresa de los presentes solo tres mujeres se presentaron al desafío, en medio de rumores de trágicos accidentes entre las razones de la ausencia de dos participantes.
Al rey Vegeta no le importo las ausencias y sus rumores, aunque los comentarios aludían a una extraña suerte de las tres participantes restantes, pues las ellas eran, en opinión de algunos guerreros experimentados, las candidatas más fuertes. Todo continuo sin mayores contratiempos.
Valirya sonreía sutilmente ante las acusaciones de la gente que creía saber algo, pero que no saben nada de lo que es esperar toda una vida para ver sus sueños realizarse.
Así tampoco vio inconveniente que los duelos fueran a muerte cuando Valirya mató a su oponente de un golpe en el pecho. "Se debía hacer lo necesario para "limpiar" la ineptitud del planeta", había dicho el monarca ante la sorpresa de los presentes por la violencia de la mujer. Y, aquello, solo encendió los gritos de alegría de los saiyajin ante tan grandioso despliegue de poder.
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La ganadora del torneo ascendió al grado de princesa del planeta Vegeta en una ceremonia corta presenciada por el rey, el príncipe Tarble, el padre de la novia, el consejo real y el pueblo. Guerreros que contaron por en las calles y rincones como el príncipe fue obligado a asistir a su propia boda bajo la amenaza de unirse a los ejércitos del Gran Freezer.
Y es la razón de su evidente enojo, mismo que no opacó en absoluto la sonrisa de Valirya y Letzer.
–Debes prepararte para gobernar –le había dicho su padre, a penas la encontró en la habitación matrimonial, sola, pues Vegeta se reusaba a acompañarla.
–¿Qué quieres decir? –respondió, retirándose la capa roja.
–El rey no vivirá tanto tiempo como cree.
–¿Cómo sabes eso? –dijo, sorprendida de la inquietante seguridad con la que hablaba su padre, pero convencida de que sus palabras eran una verdad innegable.
–¿Has oído del Gran Freezer, cierto?
–Quién no... Pero sabes que el rey se lleva bien con él.
–Valirya, nos llevamos bien, pero en cualquier momento el gran Freezer puede querer deshacerse de un potencial peligro.
Ella abrió la boca para refutar, pero recordó que alguna vez el rey y Freezer casi pelearon por un planeta, que finalmente obtuvo este último, pues se sabe del poder destructor de Freezer, que es capaz de eliminarlos sin mayores inconvenientes.
–Exacto –señaló rápidamente con su dedo índice hacia la expresión de duda -por algún recuerdo-, sacando a Valirya de sus cavilaciones–. A eso me refiero: esos conflictos nos pueden matar. Lo mejor es que pienses en afianzar tu posición con un heredero y convencer a tu esposo que le jure lealtad a Freezer.
Convencer a su esposo de ser sumiso y tener un hijo suyo, cuando no puede ni conseguir que la acompañe en su noche de bodas, o que siquiera la mire cuando están cerca el uno del otro. Esa era su influencia en él: lograr que se alejara tanto como ella lo quería cerca.
Creyó que el matrimonio era todo lo contrario a esto.
–Puedes empezar por lograr que tu esposo este aquí ahora –le dijo Letzer antes de salir de la habitación.
La soledad del espacio era deprimente, pero Valirya había decidido que eso no la amilanaría.
Cada vez que lograba alcanzar sus objetivos, por mínimos que fueran, siempre llegaban acompañados de la mayor de las satisfacciones, eso es lo que conoció desde que era una niña. Pero esto era insoportable e insostenible. No había luchado tanto para lograr estar en el poder y sentirse miserable por ello gracias a un saiyajin caprichoso.
Abandonó la comodidad de la cama matrimonial y se puso en pie, salió de la habitación en busca de su marido para obligarlo, de ser necesario, a cumplir con sus obligaciones.
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Suspiró mientras recordaba que habían pasado dos meses desde que había intentado acostarse con Vegeta sin éxito, y veía que, al mismo tiempo, se acercaban las inseguridades en forma de una exótica mujer de cabellos azules y piel tan blanca como el papel, proveniente de un planeta del que no recordaba su nombre, pero del que definitivamente debía ser tan insignificante como ella.
Y para Valirya era insignificante. Sin embargo, los saiyajin discrepaban con ella implícitamente al voltear a observarla mientras caminaba por los pasillos del palacio con el aire de quien se sabe hermosa e inteligente.
Y lo era, maldita sea, lo era. Tan brillante en el laboratorio, que no recordaba a nadie más con ese talento. Y tan bella como para lograr que el rey la observarla durante sus peroratas sobre mejorar las armaduras y construir una sala de entrenamientos para él y Vegeta, sin decir nada estrictamente necesario con tal de seguir mirando su cara. Pero, a su vez, camuflado con pequeños comentarios, su interés en esa mujer. Estaba segura, pues nunca lo había visto mostrarse así, desde que murió la reina hace muchos años ya.
Su mirada viajaba de reojo, de padre a hijo, y viceversa. Valirya estaba a la diestra de su esposo, observando toda la escena.
Vegeta... De él podía decir algo más certero, pues se conocían desde niños. Estaba acostumbrada a su cara de póker mezclada con su característica expresión de endurecida seriedad, pero, por algunos segundos, vio la sorpresa asomarse en sus cejas y sus brazos cruzados separarse de su pecho y volver a los lados en su cuerpo. Incluso hizo algunas preguntas sobre la cantidad de gravedad qué tendría la habitación que pensaba construir.
Su brazo se posó sobre su cintura, formando un triángulo, y su mano sostenía su barbilla, mientras la observaba con el interés que solo le había visto cuando hablaba de estrategias y peleas al joven príncipe.
El rey y su hijo tenían fama de sanguinarios y poco tolerantes a cualquier ineptitud o atisbo de desafío a su autoridad. Prueba de ello eran los restos carbonizados que cada día los limpiadores acopiaban de la sala donde estaba el trono. La misma en la que estaba ahora.
Pero eso había pasado a segundo plano.
Aunque, debía reconocerles no haberle permitido a esa terrícola una falta de respeto tan grande como lo es no hacer la reverencia respectiva al estar frente a ellos nada más entrar. Y, por supuesto, ella pidió entusiasmada ser quién pusiera en su sitio a la insolente mujer; así que se acercó a la científica y la golpeó en el estómago -con todo el control de su fuerza de la que fue capaz-, provocando que cayera de rodillas ante los Vegetas.
Pero luego, le sorprendió verla ponerse en pie al poco tiempo para iniciar a las explicaciones de sus avances en el laboratorio. Sin duda estaba hecha de un material duro.
Pero ella estaba hecha de un material aún más recio. Valirya estaba dispuesta a cuidar su nuevo lugar en el reino a costa de lo que sea y de quien sea, tal y como su padre se lo enseñó.
Inmediatamente, pensó en Brann, quien estaba a la siniestra de rey y con quien cruzó miradas nada más girar su rostro hacia él. El flamante nuevo escolta real después de que su padre dejara la guardia debido a su edad.
Una amistad y lealtad que, probablemente necesitaría nuevamente.
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Notas de autor: ¡Hola! Sé que no comento hace varios capítulos, pero no tenía mucho tiempo para esto.
Les quería decir que cambié el rated de este fic a "M", porque se vienen cositas, jaja. Es que se viene algo de acción explicita y otros eventos que son para adultos, así que es por esa razón.
También quería comentarles que un par de nombres en esta historia están inspirados en la serie Game of Thrones, y por ahí un nombre que me inventé, por si alguien se lo preguntó -y si no, pues se los comento igual-. Y cuando digo que están inspirados, es porque cambié algunas letras en cada nombre para que no quedaran igual a los que se mencionan en esa serie.
Y, para quien me comentó hace un tiempo si iba a continuar este fic, le respondo: Sí, voy a continuar con esta historia mientras tenga ideas.
Bueno, si quieren me pueden comentar algo que siempre los leo. Gracias por leer.
