Disclaimer: Los personajes de Candy no me pertenecen sino le pertenecen a Kioko Mishuki y Yumiko Igarashi, y la historia Corazón Salvaje no me pertenece sino a la escritora mexicana Caridad Bravo Adams. Este fic es hecho con fines recreativos no pretendo buscar ningún tipo de remuneración o reconocimiento, simplemente lo comparto con ustedes porque realmente me gusta la historia y los personajes de Candy.


¡Holaaaa! Yo de nuevo por aquí meus amores, por lo que veo tuvo buena aceptación el fic ¡Yupiiii! —Brinca de felicidad porque de verdad le gusta esta historia— Estoy muy feliz porque les guste.

Bueno en este capítulo veremos la continuación del anterior y sucesos posteriores de Corazón Salvaje con Candy y Terry. Me baso a la Telenovela, pero también al Libreto original…

La historia tendrá tres partes como la trilogía original, " Eliza (Aimé) Terry (Juan)", de ahí viene la parte más romántica "Candy (Mónica) y Terry (Juan)" y la última el desenlace y final de "Terry (Juan del diablo)" versión (Terry Pirata).

Solo para adultos... lleva contenido lemon… algunas partes.

Disfruten el capítulo… ¡yeeeee!

Primera parte.

Terry (Juan) Y Eliza (Aimé).

Capítulo 6

Pasaron los días y en La vieja casa de los Andrew se alza solitaria y aislada al final de una de las anchas calles de los arrabales, de Sant Pierre. termina en el mar. Sus sólidos muros; pintados de cal, abren amplias estancias frescas y ventiladas, amuebladas con lujo un poco anticuado. Es una de esas casas en las que se sostiene con esfuerzo la apariencia de una posición que fue mejor, en que se remiendan las cortinas y se lavan los viejos pisos hasta hacerlos brillar. Tiene muchos cuartos desocupados, y la rodea un jardín, descuidado y selvático, en cuyo fondo se agrupa una espesa arboleda… Detrás de ésta se encuentran los acantilados, y luego el mar… el mar imponente y bravío de aquellas costas siempre castigadas por vientos y huracanes, siempre destrozadas, y renovadas siempre por el soplo vital de una tierra feroz.-.

Terry, ha cruzado una habitación sin muebles, ha abierto una ventana que da sobre el fondo del jardín, y ha quedado aguardando, tensa, ardiente, indiferente a las ráfagas de viento, a las gotas de lluvia que de cuando en cuando golpean con violencia sus cabellos rosados, su frente despejada, sus mejillas sonrojadas, ahora pálidas de deseo, sus labios ávidos y sensuales, que se crispan en gesto de impaciencia cuando entre los ruidos de la tormenta destaca un ruido más: el de unos pasos firmes. Alguien llega hasta aquella ventana, chapoteando en el fango, indiferente a la furia del huracán… Como ella, tenso y ávido. Alguien llega para estrecharla en un abrazo brutal, para besarla en los labios, trémulo y anhelante…

— ¡Al fin! Llegue del viaje, Eliza.

- ¿Qué hacías? ¿Dónde estabas? —indaga Eliza.

—En el mar… Llegué, contra todos los vientos. Estuve cien veces a punto de estrellar el barco por entrar esta noche… ¿Y todavía vas a quejarte?

— ¡Es que no puedo vivir sin ti! ¿No lo comprendes? Cuando faltas a tu palabra, pienso que estás con otra y me vuelvo loca. ¡Y quisiera destrozarte, matarte…! ¿Y tú?

— ¡Fiera…! —reconviene Terry, satisfecho y sonriente—. ¡Yo también, a veces, quisiera matarte! Sal, ven conmigo…

— ¿Estás loco? ¿Esta noche?

—Mejor… así no habrán de espiarnos. Sal o me voy…

—No… no te vayas… Saldré… Tirano….

Satisfecho, Terry ha vuelto a besar a Eliza, a sujetarla, abrazándola a través de los barrotes que se le clavan en el pecho duro y ancho. Luego la empuja, ardiente la mirada de pasión y dominio:

—Ven… Ven pronto… Te espero en mi casa, Si tardas demasiado, no me encontrarás…

La hora de amor ha pasado, y también amainó la tempestad. El viento ha empujado las nubes, desgarrándolas, y en los trozos oscuros, como jirones de celeste terciopelo, titilan las estrellas cual claros diamantes.

La honda gruta abre a la estrecha playa la ancha boca erizada de cuchillos cortantes. Sobre la blanca arena que cubre el piso de la playa, reclinada en el hombretón que está a su lado, todavía se estremece Eliza por la dulzura del instante pasado. Los rosados cabellos destrenzados le caen sobre los hombros, arde su boca sensual y húmeda y son sus ojos, en la oscuridad, como otras dos estrellas que brillaran en las sombras… Y es el aroma de su cuerpo joven, como el rugido de aquel mar áspero, incitante, que en festones de espuma se extiende por la playa…

—Me vuelves loco, Eliza, Eres como esta tierra, ¿sabes? Siempre hay que ganarla en una batalla, pero no hay otra más linda, que huele más a flores, que dé frutos más dulces… Como tú… como tu boca. —Ha vuelto a besarla. Luego, bruscamente, la separa para mirarla muy fijo, el rostro endurecido—. ¿Por qué me hiciste esperar tanto?

— ¡Mi Terry… ¡Mi Terry…! — vibrante de pasión—. ¿Te digo la verdad? Quise ver si era cierto que te ibas si tardaba…

— ¿Ah, ¿sí? ¿De veras tardaste por desesperarme? —Le reprochó apretándola fuerte de la cintura.

— ¡Ay, salvaje! No me aprietes así, me haces daño… ¡Qué tonto eres! —ríe satisfecha—. Tardé porque mamá empezó a hablarme.

—Cuando tú quieres, bien sabes cortar una conversación.

—Claro… Pero no quise: me hablaba de mi hermana.

— ¿La monja? —Preguntó con desdén.

—No tengo otra hermana. Pero, además, todavía no es monja. Novicia nada más. Mamá no quiere que profese.

—Pero ella sí, y lo hará.

—Claro. Es terca como yo, nos parecemos en muchas cosas, y en eso más que en nada.

— ¿Parecerse…?, jejeje- Terry estalla en una burlona risotada—. ¡Habría que verte a ti con habito, tú no te pareces nada a la santa, tú eres una diabla como yo!

—Puede que de pronto me dé la ventolera, como le dio a ella.

— ¿Y te iban a aceptar?

— ¿Por qué no? ¿Qué te crees? ¿Piensas que soy cualquier cosa, que no valgo nada? ¿Piensas que solo sirvo para ser una buena amante de un pirata?

—Algo más que mirarme… —insinúa burlón

— ¿Y por eso? Los hombres no agradecen nada…

—Yo te agradezco por ser hermosa, tener la piel de raso y el corazón malvado. Así eres y por eso me gustas. Se ríe…

—Así, me agradeces por eso Terry, jejejeje, te deseo ardientemente

Eliza besa a Terry.

_Mi hermanita siempre me da clases de religión. – dijo riéndose.

- No me interesan sus clases de religión.

- Es aburrida la tonta religión y ven aquí Terry… olvidemos quienes somos, por un momento, por una noche, solo soy un cuerpo sediento de placer, estoy ardiendo en deseo por ti… regálame tu mejor papel, quiero tu mejor actuación, no tienes ideas de las veces que te imagine en mi cuerpo... terminaron completamente desnudos...

Terry le brindo a ella el placer en estado puro, mientras que ella se lo brindaba a él, esta vez lo había gozado aún más hasta que sintió un grito de placer y dolor... Y Eliza lo disfrutaba y cada vez más...

Elisa beso todo el cuerpo de Terry, Terry le brindo a ella el placer en estado puro, mientras que ella se lo brindaba a él, esta vez lo había gozado aún más, porque nunca había sentido miedo a los cambios en su vida.

Terry, se volvía loco por Eliza y Dijo:

- Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. – Susurro Terry mirándola a los ojos, citando a romanos capítulo 7 versículo 15.

- Pensé que eras ateo. – Fue su respuesta sonriendo con descaro… Nunca había visto a Terry tan salvaje y tan sexual, sus ojos más oscuros de lo normal y así se quedaron varias horas haciendo la pasión...

Después Terry, le enseña un collar de perlas y Eliza se asombra, porque le dio un lujoso collar de perlas.

- ¿Te lo compraste?

-Por supuesto, querida, además quiero hacerte una pregunta.

-Dime...

- ¿Cómo estas tomando lo nuestro?

-Yo… jejejee – se ríe.

-Te advierto que no es asunto de broma, siento que me estoy enamorando.

-Yo también solo que… somos tan distintos

-Claro tu eres mujer y yo hombre- ríe

Eliza, no responde nada y Terry se ríe…

- ¿Si te refieres a que tú eres una condesa y yo un paria?, te recuerdo que Fuiste tú la que me enamoró, querida. ¿No te acuerdas ya? Y fue en esa playa. Tú pasabas con tu sombrilla de encaje; y yo estaba bañándome en el mar desnudo Te quedaste mirándome… Sin duda pensaste en este hermoso animal.

-Te deseo, exclama—: Te quiero, Terry, Te quiero y Te amo y me gustas más que nada, más que nadie… ¡Bésame, Terry! Bésame y dime que tú también me amas… Dímelo muchas veces, ¡aunque no sea verdad…!

No respondió la palabra, amar, porque él no sabía si la amaba, pero si le gustaba y la deseaba, la besa loco y apasionado y luego le dice:

- Tú me perteneces y no voy a dejar que nadie me quite lo que es mío… Vuelve a besarla, loco, apasionado, mientras los párpados de ella se entornan cubriendo las pupilas ardientes, y, en la línea imprecisa del horizonte, - le dice: Eres mía Eliza, solo mía, mataría al hombre que pone sus ojos en ti.

_Para mí no existe otro hombre en mi corazón, Yo te quiero mi hermoso pirata... Nunca te dejaría ir, ni mucho menos para que seas de otra, antes prefiero verte muerto que seas de otra...

Terry la besa apasionado y así se divertían con su extremada pasión.

….

En la casa de los Andrey se encontraba Candy sufriendo por Anthony en brazos de su madre.

—Candy, hija mía, recuerda que los hábitos no son juegos…

_Por favor madre, no empieces

—Yo te ruego que dejes el habito

—No madre, yo quiero profesar, más adelante pueda ser que olvide a mi amado Anthony cuando mi hermana esté ya casada…

La novicia se ha mordido los labios, no podía soportar que su amado le perteneciera a su propia hermana.

_Madre ¿Puedo regresar al convento?

—No hija estoy enferma

— No seas mentirosa madre, no estás enferma, solo que no puedes vivir sin mí además ¿Desde cuándo está enferma mamá?

_Estoy enferma de soledad, hija, no me dejes…

-Por favor madre, compréndeme, tengo que regresar al convento.

—Candy, hija mía, recuerda que es la obediencia el primer voto que ha hecho usted al vestir esos hábitos.

—Quiero llevarlos toda la vida, Madre abadesa. Quiero obedecer siempre y para siempre, pero…

—Si, pero está de más. Nuestro camino es renunciar y sacrificio. ¿Cómo puede seguirlo, rebelándose a la primera orden que le desagrada?

—No es que me rebele, es que pido, ruego, suplico…

— ¿Suplica no tener que obedecer? Sus súplicas son vanas.

—Es que sólo en este refugio he hallado algo parecido a la paz.

—Para que esa paz sea duradera, necesitamos una seguridad absoluta, total, de tu vocación religiosa. Tú has salido victoriosa de todas las pruebas del claustro. Ha de pasar por la prueba del mundo, eso no es asunto de juego, esa no es tu vocación, ya habrá un hombre para ti.

-No madre, me estoy muriendo de amor, estoy enferma

_Enferma, por un hombre que no te quiere, no es el único hombre que existe en el mundo.

— No importa madre, busco la paz de mi alma.

—Hija, esa no es la razón para meterse a un convento, pero si es tu decisión la respeto y vete al convento ahora mismo.

—Está bien, Madre —acepta Candy, ahogando un suspiro—. ¿Cuándo podré volver a la casa?

— Ya vez esta no es tu vocación

_ Es que aún no puedo creer que mi amado Anthony, me traiciono con mi propia hermana, necesito mi refugio.

_ Hija, la iglesia, es la casa de Dios, y no es asunto de juego.

—Si, madre tomare en cuenta las palabras que siempre me dices

—Piensa antes de ser llamada como monja, porque esto es una vocación, si aun tienes la esperanza de reflexionar y darte cuenta que no es asunto de juego.

—Así lo haré, Madre. …. ¿Dónde está Eliza?, que nunca la veo por aquí.

—Salió con unas amigas desde por la mañana. Ni ella ni yo podíamos sospechar que iban a llamarme para permitir que dejaras el convento. Ya verás qué contenta se pone cuando vuelva y te encuentre aquí. Tu hermana es alocada, pero muy buena. Y te quiere mucho, hija, créeme.

—Así lo creo, mamá, pero no me parece que este andando con amigas por todas partes, ya es una mujer comprometida.

—Hija, hablando de tu hermana, yo creo que aún hay esperanza...

_ ¿A qué te refieres madre?

_Aprovechar conquistar al amigo de Anthony, Neal Leagan me cae bien

—Madre, ya hemos hablado de eso, no podre amar a nadie que no sea a mi amado Anthony, prefiero conservar el habito.

—Está bien… —acepta la madre con gesto de resignación.

Eliza se aparece en la sala.

-Vaya, por fin te apareces hermanita, ¿Dónde paras?

-En la playa y ya te dije que no me molestes, sé que te duele que tu amado Anthony rompió contigo por mí, yo no tengo la culpa de que Anthony, me prefirió a mi

-Y tú eres una descarada que andas coqueteando a todo el mundo, pero eso si te digo a Anthony lo vas a ser feliz, porque si no lo haces soy capaz de quitártelo.

- ¡Hija!, no hables así, recuerda que eres novicia- exclama Eloy.

-Disculpa madre, pero no permitiré que nadie haga daño a mi Anthony ahora a dormir

…..

Un hombre cruza las anchas tierras fértiles. Monta en el más arrogante caballo árabe que pisara la tierra americana, y viste finas ropas de caballero. Altivo y gallardo, con la fina mano sostiene las riendas, mientras la espuela de plata se clava en los ijares del bruto. Sus cabellos son rubios y lacios, sus grandes ojos claros abarcan en una mirada de dominio toda la tierra hasta donde alcanzan: tierra de la que es amo y señor óseo su padre. A su paso se inclinan las espaldas, se descubren las cabezas humildes de los trabajadores, se deshojan, como azahares, las flores blancas de los cafetales… Pero él no sonríe… su mirada es inquieta, convulso el pliegue que aprieta sus labios. Es un hombre que busca… que busca sin encontrar jamás…en otras palabras el bondadoso Anthony se da cuenta que los trabajadores están muy maltratados desde que su padre murió porque el administrador George era un déspota y los maltrataba de una manera inhumana.
—¡George! ¡George!
—Aquí estoy, niño Anthony. ¿Qué le pasa?
—Vengo de los cafetales, y ya te hablé de eso el mismo día que llegué —le reprocha Anthony Grandchéster, disgustado, conteniendo a duras penas la cólera que le atosiga—. No es posible que esa gente siga trabajando en la forma en que lo hace. Es absurdo, inhumano… La jornada de catorce horas no es para hombres, no es para seres humanos y tú tienes ahí niños y mujeres. ¿Por qué?
—Sale más barato… Además, así llevan quince años y no ha pasado nada…
—Y también presos de la cárcel de Saint-Pierre, que trabajan encadenados. ¿Cómo es posible?
—¡Ay, ay, niño Anthony! Usted trae la cabeza oliendo a Europa. Ya no sabe cómo son las cosas por acá. En tiempos de su señor padre…
—Mi padre era severo, no inhumano —le ataja Anthony, francamente molesto.
—Las haciendas han rendido el doble desde que yo las administro —afirma George, en forma por demás insolente.
—¡No me interesa acumular más dinero! Quiero que trates a los que trabajan para mí, con justicia y bondad.
—La señora está conforme con cuanto yo hago…
—Es justamente lo que voy a averiguar. Pero esté o no conforme mi madre, yo no estoy de acuerdo que trates así a mi gente, y he de remediarlo —rezonga Anthony, alejándose.

Una mujer sonríe al vaivén de la hamaca. Se mece suave, bajo el beso de fuego del mediodía tropical. Del arroyo cercano llega un murmullo de agua, y no es de flor, sino de fruto dulce y maduro, el aroma que en torno suyo exhala. Parece descansar, pero no descansa: tiembla, arde, siente rugir pecho adentro, como el volcán enorme, sus pasiones inconfesables. Es una mujer que espera, que aguarda, como puede aguardar la pantera en acecho, como lentamente, a través de la tierra, crece la lava que ha de desbordarse…
—¡Eliza! ¿Pero qué es eso? ¡Deja ese piano! ¡Basta! ¡Basta! ¿Cómo te atreves…? —reprende Elroy Andrew a su hija.
—¿A tocar un can cán? Deja que me veas bailarlo… Es la última moda en París. Mira esta revista…
—¡Quítame de delante ese papelucho! Si llegara tu novio… Si te viera Anthony leyendo una cosa semejante.
—Por favor, mamá —protesta Eliza en tono burlón—. Yo, con Anthony o sin Anthony, haré siempre lo que me dé la gana.
—Muy mal camino para una futura esposa… y para una novia, mucho más. Si Anthony te viera con ese comportamiento…
—¡Basta, mamá! —le ataja Eliza con brusquedad—. No sabrá nada si tú no se lo cuentas, y espero que no vas a contárselo. Anthony está en su trabajo, lejos de mi… Gracias a Dios, está lejos por ahora, lo bastante lejos para dejarme en paz mientras no nos casemos.

_Que mal comportamiento tienes hija.

_Como siempre me criticas en todo, que no se te olvide que la única culpable de ser así como soy, eres tú, por preferir siempre a Candy, toda tu atención es con ella, todo tu amor es para ella, Y ¿Qué hay de mi mamá? , desde niña me mandaste lejos porque no me soportabas, siempre para ti, era la niña problemática, no te das cuenta que ni me criaste, que ni me distes tu amor de madre, yo prácticamente he vivido en Londres, rodeada de amigas, de maestras y la única mujer que me quiso como madre es mi nana Dorothi, porque fue la que siempre se acordó de mí, venía a visitarme cada vez que salía de descanso en el colegio, pero tu solo ibas a criticarme por ser como soy.

_Pero ¿Qué estás hablando Eliza? - exclamo Eloy con tristeza- Yo amo a mis dos hijas por iguales, lo que pasa es que tu carácter es incontrolable.

_Mientras Candy, tiene el carácter dulce y noble ¿No?, pero solo quiero decirte algo, si me quieres, quiéreme como soy, porque yo no voy a cambiar nunca, yo soy alegre, amigable, coqueta, me gusta ser libre y eso no es malo.

-Hija tú sabes las normas de las mujeres, lastimosamente no somos como los hombres.

_Pueda ser que tengas razón, lamentablemente nunca comprendí porque solo los hombres tienen derecho a todo, mientras las mujeres solo servimos para ser ama de casa, una simple maestra, una esposa para obedecer al marido, porque no se puede opinar o contradecir, o una monja como mi santa hermanita, ¿Por qué no podemos ser alegres, no podemos ser libres, salir, disfrutar de la vida?

_Calla la boca hija quien te entiende, deja de hablar semejante barbaridad, pero a pesar de todo te quiero.

_ Está bien madre, quiéreme como soy.

_Está bien hija, solo te pido una cosa, cuídate mucho, no quiero que seas criticada por la sociedad.

_Tomare en cuenta tus palabras, madre, con permiso y se retira. Mientras la condesa Elroy queda preocupada por el comportamiento de Eliza, pero comprende que su hija siempre ha tenido un carácter difícil, si más lo prohíbe hacer su gana, más terca se pone, por eso le deja ser lo que ella quiere, porque nadie la puede controlar.

…..

Al día siguiente Eliza, se la pasaba con las amigas todo el día, Candy no comprendía porque su hermana tenía ese carácter, Terry no podía vivir sin las pasiones de Eliza.

En la noche Candy ha quedado sola, en la habitación de su hermana, arreglando su ropa, hasta que Terry se mete por la ventana en el cuarto de Eliza, Luego, una mano audaz que, dándoles un empujón violento, las hace abrirse de par en par, y una voz masculina que exclama:

— ¡Eliza… por fin…!, no puedo vivir sin ti.

Candy asustada ha retrocedido estremecida, temblando, porque un rudo rostro varonil ha asomado tras las rejas de aquella ventana. Por un momento, como dos aceros han chocado en el aire las dos miradas; después, las pupilas de Candy se dilatan para hacerse más duras, más fijas, más altivas… Por primera vez en su vida, Candy está mirando a Terry.

Terry no ha retrocedido, no ha tratado de disimular su sorpresa. Lleva un pantalón descuidado, arremangado hasta debajo de la rodilla, y una tosca camiseta a rayas. Podría ser el último marino de cualquier barco de cabotaje; pero su gesto es demasiado altanero, su porte demasiado arrogante, pisan con demasiada firmeza sus anchos pies descalzos, está demasiado seguro de sí mismo… y sonríe… sonríe con leve y fina sonrisa burlona, mientras examina con calma el bellísimo rostro de mujer que enmarcan las tocas almidonadas, y exclama, disculpándose:

— ¡Caramba! No se asuste tanto… No está frente al demonio.

—No me asusto —responde Candy, serenándose a medias.

—Ya lo veo… Ni siquiera se ha persignado al oír el nombre del enemigo, Terry del diablo, lo cual es raro en la gente de su clase.

— ¿Puedo saber qué desea usted, señor? —indaga Candy visiblemente molesta.

—Con usted, nada —expresa Terry con cierta insolencia burlona, pero sin un asomo de aspereza en la voz.

— ¿Con quién, entonces? —

—Busco a su hermana….

— ¿Eliza? ¿Busca usted a mi hermana? —se asombra Candy sin ocultar su disgusto.

—Sí, ¿Dónde está?

— ¡No tengo por qué informarle, será mejor que se vaya! —se encrespa Candy ya sin poder dominarse.

—¿Salió con su mamá?, pregunto celoso.

— No, lo sé, no tengo porque informarle

_No sabía que las monjas fueran tan enojonas además nunca había visto a una tan bonita y tan pecosa, eres hermosa pequeña pecosa.

—No estoy dispuesta a tolerar sus estúpidas burlas.

— ¡Caramba! Habla fuerte Santa Pecas… ¿No es ése su nombre? ¡No… no se vaya a enojar! Me está usted dando una gran sorpresa. Yo pensé que las monjas eran más amables y… menos bonitas… ¡Oh!, no se ofenda tanto. En cierto modo, es un halago. Además, no estoy diciendo más que la verdad…

— ¡Voy a llamar a los criados para que le obligue a retirarse!

— ¡Criados! —ríe Terry, realmente divertido—. No ponga en ese compromiso a nadie, ni quiera aparentar conmigo lo que no es… En su casa no hay criados, solo hay una criada llamada Dorothi.

— ¡Es el colmo! —se exaspera Candy miedosa

_Oh, veo que usted me tiene miedo, pero si pongo mis hermosos labios en el tuyo, cambiaria de opinión, seria lindo, algún día tenerla en mis brazos, es usted muy hermosa ¡Santa Candy, pecosa, porque tiene la cara llena de pecas!, Se acerca Terry y la toca en su hombro.

Ella le lanza un empujón.

_Vete de la habitación, adiós….

_Por eso se metió de monja, porque no soporta que la toque un hombre. – se ríe...

_Lárgate- grito Candy desesperada.

_Está bien me voy, pero dígale a Eliza que vine y que me busque y que Dios la guarde Santa Pecas… Terrible cuñada.

Terry se ríe y se retira

Candy se queda asustada, Eloy aparece y la mira asustada….

—Candy, hija, ¿qué te pasa? ¿Te sientes mal? Estás demudada. ¿Por qué?

—Por nada, mamá… ¿Dónde está Eliza? —indaga Candy. Se ha sentado, ahogándose casi: tan bruscamente late su corazón, tan apresuradamente corre por las venas su sangre, subiendo a su garganta en borbotón de ira incontenible.

—Ha salido con unas amigas desde la mañana…tú sabes que tu hermana anda saliendo a cada rato, se aburre estar en este casaron.

— ¿Y dónde ha ido? — exclamo Candy. —. ¿Qué amigas son ésas?

—Bueno, hija, de los nombres no me acuerdo muy bien. Son muchachas que han estudiado en el internado con tu hermana, amigas de la infancia… Tu hermana ha reanudado algunas gratas amistades… Se aburre sola en este caserón y, naturalmente, entra y sale…

— ¡Mi hermana está comprometida para casarse con un hombre dignísimo!

—Ya lo sé; pero no creo que tenga nada de particular…

— ¡Nunca ves nada de particular en lo que Eliza hace! Con tu excesiva indulgencia, fomentaste siempre todas sus locuras, todos sus caprichos… —reprocha Candy a su madre, sin poder disimular su indignación.

—Pero, hijita… ¿Por qué me hablas así? — exclama Eloy.

—No es el tono que debo emplear contigo, mamá. Lo sé demasiado —se suaviza Candy arrepentida de su arrebato—. Pero a veces no es una capaz de contenerse, y en este caso… Bueno, manda a buscar a Eliza en seguida. Que le digan que yo la llamo, que la necesito… que venga…

_ ¿Dónde, voy a buscar a tu hermana?, Dorothi está descansando, pobre muchacha, lava, plancha….

_Madre, Eliza hace su capricho; entra y sale sin que tú sepas a dónde va ni con quién anda. Y, sin embargo, la has dado en compromiso, has permitido que este con un hombre como Anthony…

Candy se ha mordido los labios furiosamente, hasta que el violento dolor la hace reaccionar y calma el arrebato de cólera que la sacudió como una descarga… hasta que baja la cabeza juntando las manos, en aquel gesto con que se fuerza a la oración, mientras solícita, la madre pregunta:

—Hijita, ¿qué te ha pasado? ¿Por qué te has puesto así de repente?

—Nada, mamá —intenta disculparse Candy—. Los nervios… Estoy fuera de mí… Ésa es mi enfermedad…

— ¡Vaya, por Dios! La Priora me habló de tristeza y debilidad, no de tus nervios. Pero, en fin, todo irá remediándose. En el fondo, creo que tienes razón, un poco de razón al menos. Tu hermana es caprichosa, alocada… No me obedece… Nos hace mucha falta tu pobre padre…

—De él también se burlaba —se queja con amargura Candy—. De él y de todos; pero no va a burlarse de Anthony… Ella prometió hacerlo feliz.

—Y lo hará. Claro que lo hará… Si el pobre muchacho está más enamorado de tu hermana… Cada día recibe tu hermana sus atenciones y sus regalos, y en cualquier momento lo verás por aquí…

— ¿Cómo? —Se alarma Candy—. ¿No está en Máyame?

_No lo sé parece que se regresó a Europa, pero volverá pronto.

—Me temo que la coquetería de Eliza puede ejercitarse en cualquier parte y hasta con el hombre más repugnante. La creo capaz de mirar a un gañán, a un mendigo…

— ¡Calla!, hija —. Ahora sí estás ofendiendo gratuitamente a tu pobre hermana. Parece mentira, Candy.

Desde fuera llega el ruido característico de un coche que se detiene, y un estallar de voces y risas juveniles.

—Creo que ahí está tu hermana —informa Eloy. —. Ya verás qué contenta se pone al encontrar su cuarto todo limpio, tu hermana te quiere.

— ¿Crees eso? —observa Candy con un matiz de amargura en la voz.

—Me lo estabas demostrando con tus palabras de hace un momento. Ella no te critica nunca… siempre está de tu parte. Tu hermana, te quiere, no puedes hablar así.

Candy mira a su hermana por la ventana, mira a la ventana y se da cuenta que Eliza esta con chicos.

— ¿Son esas sus amigas? —inquiere Candy.

—Amigas vinieron a buscarla —asegura, —. Estaban en un grupo… Ahora han venido a dejarla los muchachos… No creo que tenga nada de particular.

— ¡Qué ciega estás!, madre, Eliza es una mujer demasiada coqueta, por favor dile que la espero aquí…

— ¡Quieta, hija!, ya lo diré….

— ¡Oh…! —Se asusta Eliza, presentándose en la casa. ¿Qué pasa hermanita porque me miras así?

—Tenemos que hablar tu y yo, ven a mi cuarto….

_Está bien, ¿Qué pasa?

-Con permiso, madre…

Eloy, no comprendía nada, la dejo sola, Candy se lleva a la fuerza a su hermana.

-Ay, me estas apretando ¿Qué Pasa?

_ ¿Qué pasa?, ¿Qué tienes que ver tú, con ese pirata salvaje?

— ¡Pirata… salvaje…! ¿Qué manera de tratarme es ésa? ¡Ay! ¡Suéltame! Y no levantes la voz. Pueden oírte todo el mundo.

—No lo creo. ¿Qué te pasa hermanita? Te fabricaste un buen amante, vino a buscarte un pirata, salvaje de lo peor.

— ¡Esta noche no puede ser! —niega Eliza.

—¿Crees que soy tonta hermanita?, en Londres, te has acostumbrado a coquetear hasta con las piedras, aquí no se te va permitir.

—Cálmate hermana, él es solo un pescador loco con el que me había cruzado dos o tres palabras, ¿Acaso no puedo hablar con la gente?

_ ¿Crees que soy tonta?, Tuvo que haber pasado más de tres palabras, para que este individuo se atreve a entrar a tu habitación y todavía diciendo dígale a Eliza que me busque…

— ¡Candy! —exclama Eliza, sofocada, yo soy jovial, soy alegre, me gusta tener amigos, eso no es malo

_Para ti, nada es malo… Escúchame hermana, no vas a dar el disgusto a mi madre, siendo la amante de este contrabandista, ni mucho menos ensuciar el nombre de la familia.

_El nombre de la Familia… jejejee, que cínica eres hermana, yo no tengo la culpa que tu amado Anthony se haya enamorado de mí, eres una hipócrita disfrazada de Santa, porque juegas con la religión.

Candy, lanza una cacheta a su hermana…

— A mí no me hables así, ¿De dónde vienes? —indaga Candy molesta.

Eliza estaba llorando, nunca antes le había dado una cachetada...

—Otro día no me golpees… Y ¿De dónde he de venir? De la casa de una amiga … ¿No lo ves? ¿Por qué no te quitas los hábitos? No sé cómo los resistes con el calor que está haciendo… ¿Por qué me miras de ese modo? ¿Qué te pasa?

—No has contestado a mi pregunta, Eliza, ¿De dónde vienes?

—Ya te dije que de la casa de una amiga ¿Qué más quieres que te diga? Si vas a empezar como antes, a regañarme apenas llegas, además tu estas peor que yo, porque tomas a la religión como juego, ¿Acaso el convento te va ayudar a olvidar el amor que sientes por Anthony?, no te metas en mi vida.

—Cállate, Tengo que meterme, Eliza. Entre nosotras hay un pacto… un pacto solemne. Juraste, Eliza… Juraste que ibas hacerlo feliz a Anthony y has de cumplir tu juramento.

—No estoy haciendo nada de particular…

— ¿De veras? Con la mano en el corazón, sinceramente, ¿crees estar cumpliendo tus deberes de prometida de Anthony?

— ¡Ya salió Anthony, otra vez?

—Tiene que salir, puesto que vas a casarte con él, puesto que prometiste hacerle dichoso…

—Que lo sea… Yo no le estoy haciendo nada en particular. Pero ya ves… En diez días lo he visto una vez. Eso, después se regresó a Europa… después metida en este caserón que es una tumba.

—Una tumba muy frecuentada… Llegaste con amigos, sales a todas horas, te vienen a buscar y te conocen por tu nombre tipos que…

— ¿Qué? ¿Qué estás diciendo? —ataja Eliza francamente alarmada.

—Del hombre ese que es un malcriado, del hombre repugnante, insolente. Una especie de marinero…

— ¡Ah! El pobre Terry… —comenta hipócrita y ladina Eliza —. ¿Hablaste con él? ¿Qué te dijo? Te advierto que no anda muy bien de la cabeza. Es un infeliz, pero muy guapo

-Cállate, tú eres la prometida de Anthony y no vas a traicionarlo con ese canalla.

— Tranquila hermanita, Terry…. Es un pescador. Tiene un barco y se va lejos… A veces trae muy buen pescado. Yo se lo compro, y en esta soledad, en este absoluto aburrimiento, he tenido la debilidad de hablar con él… sobre detalles de su oficio. Aquí no se guardan las distancias, que. ¿No puedo interesarme en lo que hace un pescador? ¿No puedo ni siquiera hablar con la gente? ¿Vas a convertirte en mi cancerbero? ¿Vas a hacerme la vida imposible por…?

— ¡Calla, Eliza!

—Está bien. Nos callaremos las dos… Comprenderás que no voy a ser yo la que se calle siempre para que tú digas lo que te dé la gana. Si hablas tú, hablaré yo también, y le diré a Anthony que estas locamente enamorada de él y que tu vocación no es real.

—No dirás una sola palabra —exclama Candy con violenta ira apenas contenida—. ¡No dirás nada a nadie! ¿Entiendes? Te olvidarás de lo que, por desgracia, sabes. Callarás para siempre, porque como te atrevas…

— ¡Candy, me haces daño! ¡Ay…! —se queja …

En ese momento Eloy, llama a sus hijas, pues Anthony no se había ido a ninguna parte, se había quedado ver a su amada Eliza.

—Mamá nos está llamando —indica Eliza; —. ¡Por favor, Candy, no te pongas de esa manera! No tomes así las cosas… No pasa nada… No te van bien esos arrebatos con el traje que llevas… Todo lo tomas por la tremenda… No sabes vivir en el mundo, hermana.

— ¡Eliza, hijita! ¡Aquí está Anthony! ¡Ven, ya llego de viaje…! —es la voz de la señora Eloy que se va acercando en busca de su hija.

Anthony, Anthony, ahora. ¿Oíste eso, hermanita? —indaga en tono burlón—. Cálmate, serénate. Anthony siempre tuvo el don de llegar a tiempo. ¿No te parece?

Candy no responde. Inmóvil, apretados los labios, blancas las mejillas, parece repentinamente una estatua de cera bajo las tocas inmaculadas. Eliza la contempla un momento, sonríe forzada, y sacude el brazo de su hermana con gesto afectuoso:

—Cálmate y ponle buena cara a Anthony, se amable con él, No seré egoísta y te lo prestaré un buen rato para que arreglen el mundo en teoría, como tienen por costumbre hacerlo. Y no te preocupes, que Anthony es feliz y lo será mientras me quiera.

-Tratare de ser su amiga y demostrarle que estoy feliz porque te casaras con él y que no me interesa como hombre sino como amigo.

Eliza y Candy, salen juntas de la habitación, ellas saludan cordialmente a Anthony.

— ¡Eliza… mi amor, mi gloria, mi vida…! —exclama Anthony, apasionado.

—Cálmate… No te acerques tanto… Mamá nos observa… —coquetea Eliza riendo

—Perdóname. Te adoro, Eliza ¡te adoro y no veo el momento en que por fin seas mi esposa!

—Para eso falta mucho tiempo…

—Sólo el que tú quieras. Por mi parte, todo está dispuesto. Yo quiero casarme contigo lo más pronto posible, aunque mi madre no esté de acuerdo.

_A tu madre, nunca le caí bien, pero no te preocupes, me tratare de esforzarme ser una buena nuera.

— ¡Mi vida, gracias…!, ¿Te puedo darte un beso?, Cuando estamos enamorados siempre se demuestran su cariño.

Eliza, recuerda la pasión que llevo con Terry.

_ ¿Qué pasa Eliza? ¿No sientes lo mismo por mí?

_Si, puedes darme, solo que me aburre esos arrebatos.

_Te adoro Eliza, sueño que eres mi esposa ya.

Anthony besa a Eliza con ternura, conteniendo sus ansias, sujetando la pasión que arde en sus venas, haciendo dulzura y rendimiento de aquella llamarada de deseo que provocan los labios sensuales, la piel aterciopelada, los ojos profundos, el perfume exuberante de flor tropical que emana de la carne de aquella mujer.

—Ahora, estate quieto. Candy va a salir de un momento a otro…

_ Será muy grato saludarla. Aunque no sé… De algún tiempo a esta parte, tu hermana me ha retirado toda su amistad, todo su afecto. Me siento mal porque tu hermana aún me ama, pero yo te amo a ti, no me gustaría no perder su amistad, desde niños fuimos muy buenos amigos, me gustaría que fuera mi amiga y que no estuviera molesta conmigo.

— ¡Qué tontería! —Le interrumpe Eliza —. eso no es cierto la vocación de Candy es real, pero no está molesta con nadie, además ella me dijo que no le interesas como hombre, que su vocación es ser religiosa. Es forma parte de su vocación religiosa y del estado de sus nervios. Candy se ha vuelto tan extraña… Está muy mal de salud. Delicada, nerviosa, excitable… Por cualquier tontería hace una tragedia. En el propio convento no saben qué hacer con ella. Por eso se empeñaron en que saliera un par de meses. A veces me pregunto si no estará un poquito trastornada…

_Oh, mi amor yo no sabía que se había puesto así por mi culpa, Candy es una criatura excepcionalmente inteligente, equilibrada, entera… Una mujer admirable por todos conceptos, por algo me hice su mejor amigo cuando era niño.

— Parece que estas enamorado de ella, ¿Por qué no te casas con ella?

_No la amo, te amo a ti, … cualquier hombre puede enamorarse de una criatura encantadora como ella, pero estabas tú y fue de ti de quien me enamoré, y es a ti a quien adoro, a quien querré siempre… definitivamente… ¡hasta el día de mi muerte!, Te adoro Eliza mía, Te adoro.

—¿Por eso llegaste tan rápido?...

— Si mi amor ¡Te amo, Eliza! —Afirma Anthony, arrebatado de pasión—. ¡Te amo tanto, tan total, tan profundamente, que si un día… lo que es locura pensar, claro está… que si un día fueras indigna con otro hombre…!

— ¿Me perdonarías?

— ¡No, Eliza! No podría perdonarte nunca una traición, pero tampoco podría dejarte vivir para que fueras de otro. ¡Te mataría, sí! ¡Te mataría con estas mismas manos que te adoran, que tiemblan al estrechar las tuyas! ¡Te mataría, aunque con el dolor de matarte se acabara mi vida también!

Anthony, besa a Eliza de manera tierna, ya que las jovencitas no podían besarse fuera del matrimonio.

_No hagas eso, todavía no estamos casados...

_ Disculpa, es que te adoro…

… Candy aparece y ve al gran amor de su vida enamorado de otra, que es su propia hermana, ella contiene las lágrimas y los aplaude.

_Bravo, dijo Candy sonriendo.

—A sus pies, Candy ¡Cuánto gusto de verla! ¿Cómo está usted?

—Bien. ¿Y usted, Anthony? —corresponde Candy, en forma amable, pero fría.

—Bien

— Que bueno, hacen una hermosa pareja.

—Gracias- dijo Anthony algo incómodo.

_ ¿Como esta mi tía Rosemary?

_Está bien.

_Puedo ir a visitar a la tía Rosemary.

—De ninguna manera, hija. Saliste del convento por tu salud. Justamente, tanto tu confesor como la abadesa me dijeron que no puedes salir a ningún lado.

—Si, tienes razón madre.

_Pero para nuestra boda tienes que estar…

—Necesitaría el permiso de mis superiores, para estar presente en su boda.

Candy tenía que aceptar que perdió al amor de su vida.

Y para demostrarle que no le importaba Anthony, enseño un pastel que había preparado a la familia.

—Es un postre exquisito, ¿lo has hecho tú, Candy? - pregunto asombrado Anthony.

—Sí, claro… con una receta de mi madre, he aprendido a hacer maravillas en la repostería y ayudada un poquito también por mamá.

Anthony, se acerca a Candy y le da un beso en las manos…

_Tus manos son hermosas- dijo Anthony sonreído mirando a Candy que le devuelve la sonrisa con esfuerzo, tensos los nervios, fija toda su atención no en aquella mesa familiar, sobre cuyo mantel blanquísimo refulgen los últimos restos de la vajilla de plata

—Este postre es lo único especial que pudimos hacer para ti, hijo —explica Eloy, te damos la bienvenida a nuestra casa.

_Gracias...

El viejo reloj del comedor lanza al espacio el sonido vibrante de sus campanadas, y Eliza se alarma:

— ¡Oh…!

— ¿Qué tienes, Eliza? —indaga Anthony, solícito.

— ¡Uf! Nada… ¿Qué quieres que tenga? Calor… hace un calor terrible aquí adentro —se queja Eliza.

— ¿Quieren que pasemos a la sala a tomar el café? —propone su madre.

—No puedo entretener mucho a Anthony, mamá —reprende Eliza echando una mirada al reloj—. Ya oíste tengo calor, eso es todo.

_ Cuanto más pronto me vaya, más pronto vuelvo por ustedes. ¿Cuándo podrán estar listas? ¿El viernes? ¿El sábado?, además debo irme para regresar lo más pronto posible.

—Yo creo que el viernes, ¿verdad, muchachas? — dijo Eloy.

—Yo estoy preparada en cualquier momento —asegura Candy.

Anthony, sintió algo de amor por Candy, pero la pasión y el amor que lleva por Eliza, es más fuerte.

— ¿Y tú? —Pregunta a su novia; pero al no recibir contestación de ésta, insiste—: Eliza… ¿no me oyes?

— ¡Oh!, sí, sí, naturalmente… ¿Qué decías? —exclama Eliza, vacilando y como saliendo de un letargo.

—Anthony hablaba de volver por nosotras el viernes, pero tú estás como en las nubes… —explica Candy, con un velado reproche en la voz.

—Es que estoy asfixiándome de calor. ¿Cuándo acaban de traer ese café?

—En cualquier parte es igual —acepta Anthony—. Hace mucho calor.

Ha vuelto a sonreír mirando Eliza, cuya sonrisa es ahora casi una mueca. No puede más, está desesperada, y al mismo tiempo tiembla, teme, recuerda la amenaza de Terry: ir por ella si no acude a la cita.

Todos se despiden de Anthony, él se marcha, pero Eloy se da cuenta que Eliza no está en la casa.

— ¿Dónde fue tu hermana?

—No sé. Tenía calor… al jardín seguramente.

—Qué encantador es Anthony, ¿verdad? - dijo Eloy para ver el corazón de su hija.

Candy no contesta; baja la cabeza como si hundiese sus pensamientos en el agitado mar de su alma en tormento.

La señora Eloy, le dice; Hija eres hermosa, no es el único hombre que existe en el mundo… y le abraza a su hija: Esto pasara hija, ya llegara tu momento, llegara un hombre que te ame… mientras tanto Candy no dice nada.

Por otro lado, Eliza en la habitación de su hermana. Sobre una silla está el manto blanco con que, para salir cubre su hábito de novicia Candy. Sin detenerse se apodera de él y sigue su camino cada vez más de prisa. Al llegar al jardín se envuelve de pies a cabeza en la oscura tela, y como una sombra se desliza hacia los árboles, hundiéndose en ellos rumbo al camino de la playa.

—Candy… ¡Qué raro! ¡Qué extraño que salga así! Qué raro es todo en ella.

Anthony Grandchester piensa en voz alta, a fuerza de desconcierto, de sorpresa. Está de pie, a cincuenta metros escasos de la casa de los Andrew, cuyas blancas paredes ilumina con su luz clarísima la luna llena. Se ha detenido en aquella esquina, por la que debe doblar perdiendo de vista la vetusta residencia. Se ha detenido con ese impulso irresistible de los enamorados, de mirar una vez más, aunque sólo sean las paredes del sitio en que vive el objeto de su amor. Se ha detenido ansiosamente, esperando ver la figura de Eliza recortarse tras las rejas de la ventana, pero nadie hay en la ventana ni en la puerta. Sólo ha visto cruzar a una sombra… Se siente extrañamente inquieto. Paso a paso ha vuelto a la casa y da una vuelta en torno a la misma. Hay luz en dos habitaciones. Dos de las tres mujeres que habitan esa casa están despiertas, piensa Anthony. Como si cometiese un sacrilegio, penetra en el jardín de sombras.

Eliza ha llegado a la hermosa casa de la playa y Terry con una risa que invade su voz, susurra:

—Eliza … mi vida… ¿Qué haces vestida así? – le dijo en forma burlón.

Eliza se saca el habito, y se veía atractiva con su vestido de ceda color celeste y su collar de perlas que él había regalado, sin duda se veía sensual y hermosa.

_Pensé que esta noche, no ibas a venir y que no iba hacerte mía, muero por tenerte en mis brazos siempre.

—Bésame Terry, bésame, no puedo estar sin ti, te deseo, - Ven aquí Terry… olvidemos que tú eres un paria y yo una condesa por un momento, por una noche, olvida, estoy ardiendo en deseo por ti… regálame tu mejor papel, quiero tu mejor placer.

Terry la besa y avanzaban sin él poder hacer nada, lo tenía bajo una especie de hechizo, se acercó al diván y subió a este arrodillándose en medio de los muslos femeninos, la mirada zafiro se posó en la flor de fuego que derretía el hielo.

Elisa retiro el hielo y lo llevo hasta la mandíbula de Terry quien al primer contacto acaricio la línea hasta llegar a los labios del joven. Y así rendieron su pasión.

- Siempre tu sonrisa me éxito Terry, no tienes ideas de las veces que te imagine que eras mío, en esta historia por fin eres mío, Terry, mío y de nadie más…

- Tu también eres mía, mi hermosa Eliza.

_Gracias por esta pasión, que me gusta, pero te tengo que regañar.

- ¿Te refieres a tu hermana? – pregunto burlón.

_Si, estaba furiosa, tuve que inventar que eras un pescador con el que había hablado de vez en cuando...

Terry se ríe, en forma burlona.

_No te rías…

_Y ¿te lo creyó? - dijo riéndose.

_No sé, pero mi hermana puede ser…

_ ¿Qué va ser tiene influencias ahí arriba o va rezar para que el mar se trague mi barrio?

_No lo sé, pero me puedo meter en problemas, por culpa de la odiosa de mi hermana… - dijo Eliza, traviesa y lo besa apasionadamente sus labios.

_ Si, te metes en problemas, es tu culpa querida, tú te lo buscaste y conseguiste lo que querías ¿No?, Ahora te aguantas y recuerda que lo nuestro no es asunto de broma, porque yo siento que me estoy enamorando y como te dije un día tú me perteneces y nadie me quita lo que es mío y tú eres mía Eliza, solo mía… y el la coge de la mano y le besa en sus brazos…

Terry fondeo todo el cuerpo de la pelirroja, Eliza lo disfrutaba porque era de una belleza inhumana que siempre la cautivo, que la atrapo desde el instante en que lo vio por primera vez.

- Qué bueno que te vuelvo loco con mi belleza y pasión, yo soy única de belleza, no hay otra mujer más bella que yo – dijo riéndose. - Y Adiós, mañana no puedo venir... Eliza se levantó de la cama y se cambió su vestido frente a Terry para que gozara más su desnudez.

Y luego con una sonrisa de descaró, se fue de la habitación dejado a Terry vibrante de pasión.

Terry, no puede vivir sin ella, la siguió diciendo

- Gracias por esta pasión, creo que no voy a poder vivir sin ti, mañana vienes – Susurro, ya que la voz se le ahogo en emoción que experimentaba.

- Mañana tengo cosas que hace

-Por la tardecita...

-Está bien, te adoro mi hermoso Pirata, mañana te busco por la tardecita.

_Saludos a la Santa Pecas.

_Que nombre tan feo, ¿Por qué Santa Pecas? - pregunto en tono burlón.

_Tiene la cara llena de Pecas y la mandas saludos a mi cuñadita. – dijo en tono burlón.

_Mejor Cállate, adiós.

Eliza sale de la habitación. Mientras Terry se sentía cada vez más bruto y no dejaba de embriagarse con el olor femenino, no sabía si era amor, pero si sabía que la deseaba, necesitaba en sus brazos para siempre...

Candy, se encontraba en su habitación orando a Dios…

—Cristo óyeme… Cristo, ampárame… Señor, sostenme, dame tu fuerza en la agonía, dame tu luz en las tinieblas…

De rodillas, frente a la imagen del Crucificado que preside la alcoba en la que corrieron los años puros de su infancia, Candy reza… Reza con las manos juntas, enclavijadas, con los abiertos ojos fijos en Aquél de quien todo lo espera, con los pálidos labios trémulos, con el apasionado corazón golpeándole sordamente el pecho…

— ¿Por qué llevarme hasta el último extremo Señor? ¿Por qué ponerme de nuevo frente a él? ¿Por qué arrastrarme a la tentación? ¿Por qué hacer que despierten los recuerdos mal dormidos apenas? ¿Por qué, Señor? ¿Por qué es tan dura la prueba?, cristo mío ayúdame olvidar a Anthony.

Candy llora por el amor de Anthony

Hola querida hermana ¿Qué haces llorando?

-Por nada, ¿De dónde vienes así?

-Del jardín...

-Eso espero hermanita, recuerda que me prometiste hacer feliz a Anthony

-No te preocupes, yo no vuelvo a ver a Terry, el es solo un pescador loco.

. -Eso espero porque ese arrogante, salvaje me falto el respeto

- ¿Qué te hizo?

-Nada, porque yo no se lo permití, ahora te comportas como eres, una chica comprometida, porque si yo me entero que tú eres la amante de ese pirata soy capaz de destruirte…

- Hermana, ¿Amas tanto a Anthony?

-Tú sabes bien que lo amo, pero eso no quiere decir que me quedo sin hacer nada, yo seré feliz con mi vocación religiosa.

Candy con lágrimas en los ojos se acuesta a dormir y sueña de nuevo como la esposa de Anthony, el hombre que la traiciono.

Al día siguiente amanece con fiebre...

Su madre, le dice:

-Hija tú estás enferma de amor, no es justo que te castigues tanto solo porque un hombre que no te valoro.

-Ya te dije, que Anthony no tiene nada que ver, mi vocación siempre fue ser religiosa.

-Lo hubiera aceptado si desde niña, hubieras tenido esa vocación… pero estabas tan ilusionada con el matrimonio, soñabas con tu esposo, no lo niegues Candy.

-Si, pero todo lo perdí por culpa de mi hermana...

-No es verdad, hija, tu tía Rosemary está dispuesta a buscarte otro partido.

-Yo no quiero, no podría amar a nadie más que Anthony, solo lo amo el, solo a él y no sigas insistiendo madre mía, te juro que seré la mejor religiosa del mundo, no los soporto, aborrezco a los hombres, son frívolos, no merecen tener a una chica buena como yo - dijo Candy llorada.

Su madre no sabía qué hacer, con esa decisión de su hija.

Anthony se encontraba discutiendo con su madre

- ¿Para qué quieres ir a buscar a ese arrogante que le llaman Terry del diablo?, es un pirata, insolente que no sirve para nada, del mal vivir.

-Por favor madre, es una promesa que le hice a mi padre y quiero cumplirlo, así que iré a hablar con Albert.

Anthony deja sola a su madre, ella queda molesta, no quiere que se uniera a Terry y que sepa que es su hermano.

Anthony se dirige a la casa de Don William Albert

Albert lo saluda con cortesía.

— ¡Anthony! ¿Pero es usted realmente? —Exclama Albert acercándose con alegría conmovida—. Que sorpresa eres ya un joven

—Gracias, usted también se ve como siempre…

—. Deme usted un abrazo, hijo mío. ¡Qué alegría verle! ¡Qué maravillosamente se ha transformado! Es usted un real mozo, caramba. Bastante parecido a su señora madre, pero con todo el aire, Dichoso el que no desmiente la casta… Pero siéntese… siéntese. Tomaremos algo. ¿Qué le apetece? ¿vino?

—Por supuesto es mi bebida favorita.

Albert sirve vino… Anthony lo recibe.

- ¿Qué sorpresa? ¿Cuál es tu visita?

- Vine sólo a charlar un rato, preguntar por Terry

-Ah era eso.

-Claro, yo hice una promesa a mi padre y quiero cumplirla.

- ¿Tu madre está de acuerdo?

-No, pero yo ya soy mayor, quiero cumplir la promesa de mi padre, mi madre dice que es un arrogante, marinero, delincuente, abusador de mujeres ¿Es cierto eso?

_No, tu madre habla mal de Terry, porque nunca le cayó bien, es un pirata, pero bueno y generoso, solo que por desgracia, Terry se hace cargo de negocios poco limpio, le ha hecho honor a su mote, que hoy es tristemente célebre en los barrios bajos de la ciudad, te podría decir que trabaja en una cantina, pero eso no quiere decir que abusa mujeres porque no es cierto solo son vedet que trabajan en su cantina, pero él siempre las respeta.

—Increíble —murmura Anthony, pensativo—. Terry… Terry cambiare tu vida… porque le hice una promesa a mi padre…...

_Usted sabe, ¿Dónde vive?

-Para ¿Qué quieres saber?

-Me gustaría verlo y ayudarlo.

_Él no va aceptar tu ayuda, porque no está acostumbrado a obedecer, sino a mandar, además piensa mal de la gente de tu clase. no tiene buena opinión los de tu clase.

_Me lo imagino, pero déjame intentarlo, seré fuerte, si usted no me dice donde lo puedo encontrar, me iré a averiguarlo en otro lado.

_Está bien, Albert le da dirección.

Pero antes de ir a buscar a Terry, se va en busca de su novia Eliza, estaba tan enamorado de ella, que no podía vivir sin ella.

El sonido de la puerta se escucha

Eliza, sale y se impresiona al ver a Anthony.

- ¿No me dijiste que ibas a venir el viernes?

-No, mi amor, muero por verte.

-No puedo atenderte, mi hermana amaneció mal.

_ ¿Qué tiene Candy?

-Ella siempre es delicada, seguro le ha hecho mal algo que ha comido, quiero acompañar a mi hermana.

-Está bien, pero antes que me vaya, dame un beso

Eliza le dice: -No puedo, recuerda que no es bueno que una mujer bese a un hombre que no es su esposo, por lo más comprometido que estamos, una mujer besa a su prometido cuando está casada… - dijo de manera cínica, porque con el contrabandista Terry se revolcaba donde sea y como sea.

_ Tienes razón, Anthony le da un beso en la mano, y se retira.

Terry deja a su protegida Sandra en la casa de Albert.

Sandra llorosa abraza a Terry y le dice:

_No quiero separarme de ti, te extrañare mucho...

_Yo también te extrañare Sandrita, pero Don Albert es un gran hombre, el te cuidara…

-Bueno ya me voy

-No hijo espera...

- ¿Qué pasa?

-En la mañana, recibí una visita. De tu hermano Anthony Grandchester… Y pregunto por ti.

-Así ¿Por qué? - dijo resentido, ¿Sabe que soy su medio hermano?

-No lo sabe.

-Entonces para que vino.

-Vino porque te quiere como un hermano, porque está dispuesto a ayudarte para que cambies de vida, además vino porque desea cumplir la promesa de tu padre en no desampararte.

. Yo no necesito de su ayuda, ni tampoco me interesa su amistad.

-Anthony es un buen muchacho, es tu hermano y te ama…

. -Pero no me interesa. Y se retira.

Por otro lado, Candy, estaba enferma, descansando en su cama y murmurando…

—Ese hombre… ese hombre horrible… ¿Para qué vino ese hombre a esta casa? ¿Para qué buscaba a mi hermana? ¿Para qué, Dios Santo?

-Tranquila hermana, ese hombre es solo un pescador nada más,

- Eso espero porque ese insolente se atrevió a tocarme

- ¿Enserio?

_Pero yo no lo permití, porque se darme mi lugar, por eso te digo que quiero que nunca lo vuelvas a ver.

-Está bien hermana, tú no te preocupes, Terry es un pescador con el que había cruzado una o dos palabras, yo te juro que hare feliz a Anthony, te prometo que no lo volveré a ver.

-Está bien…

Anthony busca a su amigo de la infancia en la cantina donde trabaja, queda cerca del cabo del diablo. Pero cuando Terry lo atiende se hace el que no lo reconoce.

Terry trata de esforzarse que no lo recuerda y odia a su hermano.

—Soy Anthony - manteniendo su serenidad—. ¿Tampoco mi nombre te dice nada? Fuimos amigos, fuimos hermanos, eres mi mejor amigo, el único amigo que he tenido

—No tengo tiempo para esas niñerías. Anthony, yo no soy tu amigo, porque tu nunca te escapaste conmigo.

-Tu no quisiste esperarme, yo quería vivir contigo… era demasiado joven, casi un niño

_Sabes ahora que te recuerdo, ¿Vienes por tu dinero? ¿Verdad? –

_No, quiero saber ¿Cómo estás amigo?

_Yo no soy tu amigo- le tira la plata- llévatelo, adiós.

_Espera Terry- dice Anthony deteniéndole.

_A mí nadie me toca… dijo con carácter fuerte.

Terry ha huido de Anthony, esquivándole, saltando hacia el lado en que los farallones terminan en una estrecha playa.

Anthony, se acerca a Tom, su sirviente y le dice:

_Bien arrogante, el tipo.

_El, es así, señor Grandchester.

_Toma ese dinero, te lo regalo, me retiro.

Anthony se retira un poco apenado. porque su amigo de la infancia no lo quiere reconocer y como antes de niño, frente al arrollo herviente, Anthony Grandchester lo ve hundirse en las sombras, como si la oscuridad se lo tragara.

Esta historia continuara….

Espero que hayan disfrutado ese capítulo de Corazón Salvaje... Por lo menos Candy (Mónica), Terry (Juan) ya se conocieron… jijiji.

….

Y bien hasta aquí llegamos hoy. Tratare de hacer todo lo posible para bajar, se me hace difícil porque tengo otras cosas que hacer, pero tratare de bajar la novela lo más pronto posible, esta novela es una adaptación de la obra de Caridad Bravo Adams, bueno también incluye mis ideas, disculpa si tuve algún problema en la redacción, ya que no veo bien.

jajaja bueno, ya dejo la euforia para después, que bastante falta nos hará. Ahora responderé sus Reviews en mi sección favorita.

RESPONDIENDO LOS REVIEWS

Australia77: Gracias por acompañarme en esta aventura de ver a mi hermoso Terry como el valiente pirata Juan del Diablo, para mi Eliza es más hermosa que Gusana, porque por lo menos es más directa con sus maldades y me la puedo imaginar las escenas de Aimé y Juan con Eliza y Terry, en cambio a Susana no me la imaginaria así nunca es muy mosquita muerta, frentona y mojigata, en cambio Eliza es cínica pero sensual, bella y coqueta, más directa con sus maldades, por eso me la imagino como Aimé. Gracias

Guest : Si Terry (Juan), se encapricha con Eliza (Aimé), pero según mi criterio no es amor lo que Terry (Juan) siente por ella, sino atracción, pasión, porque Eliza (Aimé), en el libro era una mujer muy bella, inusual, por eso es que se encapricha con ella, además en esos tiempos para un ignorante era prohibido tocar ese tipo de belleza y como siempre Terry (Juan), ha estado rodeado de mujeres pero no de buena familia, ni bonita, es por eso que se encapricha con Eliza (Aimé), te podría decirte que quizás la quería, pero con ella no conoce el significado del verdadero amor lo conoce con Candy (Mónica).

Blanca G: Si, me baso en el libro, pero también en la Telenovela de 1994. sí Eliza (Aimé), es muy zorrita, pero según mis análisis si se enamora de Terry (Juan), pero al ver que no tiene apellido y comunidades de la que ella esta acostumbrada le traiciona con Anthony (Renato), pero no vive feliz.

Dulce Graham: no es raro que Terry (Juan), se haya encaprichado con Eliza (Aimé), lo que pasa es que para Terry (Juan), era algo nuevo tener una amante, bonita y de buena familia, el cree sentir amor por ella, pero luego cuando se acerca a Candy (Mónica) y al ver esa dulzura, se da cuenta que el amor no solo se da en pasión y cama, sino que el verdadero amor se forma en palabras, dulzura , pues ni yo misma entendí es que como Anthony (Renato), se encapricha y enamora de Eliza (Aimé), ya que siempre vivió en Paris rodeado de mujeres bonitas, educadas y dejando ir a la mejor mujer que pudo tener para casarse con la primera zorrita que encontró, él es el único culpable de la desgracia que vivirá después.

Graciela Busemi: Si fue la mejor Novela que he visto y que he leído, me da gusto saber que te esta gustando ya que te sabes la novela, espero que lo sigas disfrutando, solo que me baso en los dos la Telenovela que conocemos y el libreto original, espero que lo disfrutes.

Grace: Yo te recomiendo que no te dejes llevar por la última versión, la verdad fue un error esa versión, hay muchos errores que echaron a perder, fue un horror, tendrías que ver la versión de Angelica María y Martin Cortez, esta novela si esta como el libro, la verdad me encanto esa versión, es muy linda pero es difícil encontrar, porque es muy antigua, yo vi algunas escenas, con mi abuelita ya que tenía guardo en un cidi viejo.

La versión de Eduardo Palomo y Edit. Gonzales, hubo muchos cambios, pero sin duda es mi versión favorita, porque quede encantada y definitivamente me quedo con esa versión me quedo hasta el final. Solo que me baso en las dos ya que leí el libreto original.

Juniper2019: Al principio Candy (Mónica) es bastante ingenua, pero cuando se casa con Terry (Juan) se vuelve fuerte, pero sin cambiar esa dulzura que tiene, además así eran criadas las jovencitas de la aristocracia en ese tiempo, si pues Eliza (Aimé), es horrible de mujer, hacia todo lo que en ese tiempo estaba prohibido, se convirtió en una mujerzuela solo porque se encapricho y hasta se enamoró de Terry ( Juan ), lo peor es que a Anthony (Renato), es un ciego que no se da cuenta, al principió Terry (Juan), también es un ciego por su belleza y pasión, pero lo bueno es que Terry (Juan), se dará cuenta la clase de arpía que es y la sacara de su corazón para siempre. Gracias por tu bello comentario.

Coneja: Bienvenida a Corazón Salvaje con Candy y Terry, al igual que tu amo la versión de 1994, sin duda, no hay otro Juan del Diablo como Palomo, a mi Terry me lo imagino como mi Juan del Diablo, porque era su personalidad, fuerte, arrogante, rebelde, sabia salir adelante a pesar de todo lo que sufrió injustamente. Espero que mi versión también te guste y me acompañes en esa aventura...

….

Le informare que el siguiente episodio será publicado de acá cuatro semanas, primero porque los sábados es el único día que puedo publicar y tengo que publicar mi historia Secreto por Amor, hay gente que lo sigue, pero prometo que de acá cuatro semanas sigo bajando esta hermosa novela.

Al día siguiente Eliza, se la pasaba con las amigas todo el día, Candy no comprendía porque su hermana tenía ese carácter, Terry no podía vivir sin las pasiones de Eliza.

En la noche Candy ha quedado sola, en la habitación de su hermana, arreglando su ropa, hasta que Terry se mete por la ventana en el cuarto de Eliza, Luego, una mano audaz que, dándoles un empujón violento, las hace abrirse de par en par, y una voz masculina que exclama:

— ¡Eliza… por fin…!, no puedo vivir sin ti.

Candy asustada ha retrocedido estremecida, temblando, porque un rudo rostro varonil ha asomado tras las rejas de aquella ventana. Por un momento, como dos aceros han chocado en el aire las dos miradas; después, las pupilas de Candy se dilatan para hacerse más duras, más fijas, más altivas… Por primera vez en su vida, Candy está mirando a Terry.

Terry no ha retrocedido, no ha tratado de disimular su sorpresa. Lleva un pantalón descuidado, arremangado hasta debajo de la rodilla, y una tosca camiseta a rayas. Podría ser el último marino de cualquier barco de cabotaje; pero su gesto es demasiado altanero, su porte demasiado arrogante, pisan con demasiada firmeza sus anchos pies descalzos, está demasiado seguro de sí mismo… y sonríe… sonríe con leve y fina sonrisa burlona, mientras examina con calma el bellísimo rostro de mujer que enmarcan las tocas almidonadas, y exclama, disculpándose:

— ¡Caramba! No se asuste tanto… No está frente al demonio.

—No me asusto —responde Candy, serenándose a medias.

—Ya lo veo… Ni siquiera se ha persignado al oír el nombre del enemigo, Terry del diablo, lo cual es raro en la gente de su clase.

— ¿Puedo saber qué desea usted, señor? —indaga Candy visiblemente molesta.

—Con usted, nada —expresa Terry con cierta insolencia burlona, pero sin un asomo de aspereza en la voz.

— ¿Con quién, entonces? —

—Busco a su hermana….

— ¿Eliza? ¿Busca usted a mi hermana? —se asombra Candy sin ocultar su disgusto.

—Sí, ¿Dónde está?

— ¡No tengo por qué informarle, será mejor que se vaya! —se encrespa Candy ya sin poder dominarse.

—¿Salió con su mamá?, pregunto celoso.

— No, lo sé, no tengo porque informarle

_No sabía que las monjas fueran tan enojonas además nunca había visto a una tan bonita y tan pecosa, eres hermosa pequeña pecosa.

—No estoy dispuesta a tolerar sus estúpidas burlas.

— ¡Caramba! Habla fuerte Santa Pecas… ¿No es ése su nombre? ¡No… no se vaya a enojar! Me está usted dando una gran sorpresa. Yo pensé que las monjas eran más amables y… menos bonitas… ¡Oh!, no se ofenda tanto. En cierto modo, es un halago. Además, no estoy diciendo más que la verdad…

— ¡Voy a llamar a los criados para que le obligue a retirarse!

— ¡Criados! —ríe Terry, realmente divertido—. No ponga en ese compromiso a nadie, ni quiera aparentar conmigo lo que no es… En su casa no hay criados, solo hay una criada llamada Dorothi.

— ¡Es el colmo! —se exaspera Candy miedosa

_Oh, veo que usted me tiene miedo, pero si pongo mis hermosos labios en el tuyo, cambiaria de opinión, seria lindo, algún día tenerla en mis brazos, es usted muy hermosa ¡Santa Candy, pecosa, porque tiene la cara llena de pecas!, Se acerca Terry y la toca en su hombro.

Ella le lanza un empujón.

_Vete de la habitación, adiós….

_Por eso se metió de monja, porque no soporta que la toque un hombre. – se ríe...

_Lárgate- grito Candy desesperada.

_Está bien me voy, pero dígale a Eliza que vine y que me busque y que Dios la guarde Santa Pecas… Terrible cuñada.

Terry se ríe y se retira

Candy se queda asustada, Eloy aparece y la mira asustada….

—Candy, hija, ¿qué te pasa? ¿Te sientes mal? Estás demudada. ¿Por qué?

—Por nada, mamá… ¿Dónde está Eliza? —indaga Candy. Se ha sentado, ahogándose casi: tan bruscamente late su corazón, tan apresuradamente corre por las venas su sangre, subiendo a su garganta en borbotón de ira incontenible.

—Ha salido con unas amigas desde la mañana…tú sabes que tu hermana anda saliendo a cada rato, se aburre estar en este casaron.

— ¿Y dónde ha ido? — exclamo Candy. —. ¿Qué amigas son ésas?

—Bueno, hija, de los nombres no me acuerdo muy bien. Son muchachas que han estudiado en el internado con tu hermana, amigas de la infancia… Tu hermana ha reanudado algunas gratas amistades… Se aburre sola en este caserón y, naturalmente, entra y sale…

— ¡Mi hermana está comprometida para casarse con un hombre dignísimo!

—Ya lo sé; pero no creo que tenga nada de particular…

— ¡Nunca ves nada de particular en lo que Eliza hace! Con tu excesiva indulgencia, fomentaste siempre todas sus locuras, todos sus caprichos… —reprocha Candy a su madre, sin poder disimular su indignación.

—Pero, hijita… ¿Por qué me hablas así? — exclama Eloy.

—No es el tono que debo emplear contigo, mamá. Lo sé demasiado —se suaviza Candy arrepentida de su arrebato—. Pero a veces no es una capaz de contenerse, y en este caso… Bueno, manda a buscar a Eliza en seguida. Que le digan que yo la llamo, que la necesito… que venga…

_ ¿Dónde, voy a buscar a tu hermana?, Dorothi está descansando, pobre muchacha, lava, plancha….

_Madre, Eliza hace su capricho; entra y sale sin que tú sepas a dónde va ni con quién anda. Y, sin embargo, la has dado en compromiso, has permitido que este con un hombre como Anthony…

Candy se ha mordido los labios furiosamente, hasta que el violento dolor la hace reaccionar y calma el arrebato de cólera que la sacudió como una descarga… hasta que baja la cabeza juntando las manos, en aquel gesto con que se fuerza a la oración, mientras solícita, la madre pregunta:

—Hijita, ¿qué te ha pasado? ¿Por qué te has puesto así de repente?

—Nada, mamá —intenta disculparse Candy—. Los nervios… Estoy fuera de mí… Ésa es mi enfermedad…

— ¡Vaya, por Dios! La Priora me habló de tristeza y debilidad, no de tus nervios. Pero, en fin, todo irá remediándose. En el fondo, creo que tienes razón, un poco de razón al menos. Tu hermana es caprichosa, alocada… No me obedece… Nos hace mucha falta tu pobre padre…

—De él también se burlaba —se queja con amargura Candy—. De él y de todos; pero no va a burlarse de Anthony… Ella prometió hacerlo feliz.

—Y lo hará. Claro que lo hará… Si el pobre muchacho está más enamorado de tu hermana… Cada día recibe tu hermana sus atenciones y sus regalos, y en cualquier momento lo verás por aquí…

— ¿Cómo? —Se alarma Candy—. ¿No está en Máyame?

_No lo sé parece que se regresó a Europa, pero volverá pronto.

—Me temo que la coquetería de Eliza puede ejercitarse en cualquier parte y hasta con el hombre más repugnante. La creo capaz de mirar a un gañán, a un mendigo…

— ¡Calla!, hija —. Ahora sí estás ofendiendo gratuitamente a tu pobre hermana. Parece mentira, Candy.

Desde fuera llega el ruido característico de un coche que se detiene, y un estallar de voces y risas juveniles.

—Creo que ahí está tu hermana —informa Eloy. —. Ya verás qué contenta se pone al encontrar su cuarto todo limpio, tu hermana te quiere.

— ¿Crees eso? —observa Candy con un matiz de amargura en la voz.

—Me lo estabas demostrando con tus palabras de hace un momento. Ella no te critica nunca… siempre está de tu parte. Tu hermana, te quiere, no puedes hablar así.

Candy mira a su hermana por la ventana, mira a la ventana y se da cuenta que Eliza esta con chicos.

— ¿Son esas sus amigas? —inquiere Candy.

—Amigas vinieron a buscarla —asegura, —. Estaban en un grupo… Ahora han venido a dejarla los muchachos… No creo que tenga nada de particular.

— ¡Qué ciega estás!, madre, Eliza es una mujer demasiada coqueta, por favor dile que la espero aquí…

— ¡Quieta, hija!, ya lo diré….

— ¡Oh…! —Se asusta Eliza, presentándose en la casa. ¿Qué pasa hermanita porque me miras así?

—Tenemos que hablar tu y yo, ven a mi cuarto….

_Está bien, ¿Qué pasa?

-Con permiso, madre…

Eloy, no comprendía nada, la dejo sola, Candy se lleva a la fuerza a su hermana.

-Ay, me estas apretando ¿Qué Pasa?

_ ¿Qué pasa?, ¿Qué tienes que ver tú, con ese pirata salvaje?

— ¡Pirata… salvaje…! ¿Qué manera de tratarme es ésa? ¡Ay! ¡Suéltame! Y no levantes la voz. Pueden oírte todo el mundo.

—No lo creo. ¿Qué te pasa hermanita? Te fabricaste un buen amante, vino a buscarte un pirata, salvaje de lo peor.

— ¡Esta noche no puede ser! —niega Eliza.

—¿Crees que soy tonta hermanita?, en Londres, te has acostumbrado a coquetear hasta con las piedras, aquí no se te va permitir.

—Cálmate hermana, él es solo un pescador loco con el que me había cruzado dos o tres palabras, ¿Acaso no puedo hablar con la gente?

_ ¿Crees que soy tonta?, Tuvo que haber pasado más de tres palabras, para que este individuo se atreve a entrar a tu habitación y todavía diciendo dígale a Eliza que me busque…

— ¡Candy! —exclama Eliza, sofocada, yo soy jovial, soy alegre, me gusta tener amigos, eso no es malo

_Para ti, nada es malo… Escúchame hermana, no vas a dar el disgusto a mi madre, siendo la amante de este contrabandista, ni mucho menos ensuciar el nombre de la familia.

_El nombre de la Familia… jejejee, que cínica eres hermana, yo no tengo la culpa que tu amado Anthony se haya enamorado de mí, eres una hipócrita disfrazada de Santa, porque juegas con la religión.

Candy, lanza una cacheta a su hermana…

— A mí no me hables así, ¿De dónde vienes? —indaga Candy molesta.

Eliza estaba llorando, nunca antes le había dado una cachetada...

—Otro día no me golpees… Y ¿De dónde he de venir? De la casa de una amiga … ¿No lo ves? ¿Por qué no te quitas los hábitos? No sé cómo los resistes con el calor que está haciendo… ¿Por qué me miras de ese modo? ¿Qué te pasa?

—No has contestado a mi pregunta, Eliza, ¿De dónde vienes?

—Ya te dije que de la casa de una amiga ¿Qué más quieres que te diga? Si vas a empezar como antes, a regañarme apenas llegas, además tu estas peor que yo, porque tomas a la religión como juego, ¿Acaso el convento te va ayudar a olvidar el amor que sientes por Anthony?, no te metas en mi vida.

—Cállate, Tengo que meterme, Eliza. Entre nosotras hay un pacto… un pacto solemne. Juraste, Eliza… Juraste que ibas hacerlo feliz a Anthony y has de cumplir tu juramento.

—No estoy haciendo nada de particular…

— ¿De veras? Con la mano en el corazón, sinceramente, ¿crees estar cumpliendo tus deberes de prometida de Anthony?

— ¡Ya salió Anthony, otra vez?

—Tiene que salir, puesto que vas a casarte con él, puesto que prometiste hacerle dichoso…

—Que lo sea… Yo no le estoy haciendo nada en particular. Pero ya ves… En diez días lo he visto una vez. Eso, después se regresó a Europa… después metida en este caserón que es una tumba.

—Una tumba muy frecuentada… Llegaste con amigos, sales a todas horas, te vienen a buscar y te conocen por tu nombre tipos que…

— ¿Qué? ¿Qué estás diciendo? —ataja Eliza francamente alarmada.

—Del hombre ese que es un malcriado, del hombre repugnante, insolente. Una especie de marinero…

— ¡Ah! El pobre Terry… —comenta hipócrita y ladina Eliza —. ¿Hablaste con él? ¿Qué te dijo? Te advierto que no anda muy bien de la cabeza. Es un infeliz, pero muy guapo

-Cállate, tú eres la prometida de Anthony y no vas a traicionarlo con ese canalla.

— Tranquila hermanita, Terry…. Es un pescador. Tiene un barco y se va lejos… A veces trae muy buen pescado. Yo se lo compro, y en esta soledad, en este absoluto aburrimiento, he tenido la debilidad de hablar con él… sobre detalles de su oficio. Aquí no se guardan las distancias, que. ¿No puedo interesarme en lo que hace un pescador? ¿No puedo ni siquiera hablar con la gente? ¿Vas a convertirte en mi cancerbero? ¿Vas a hacerme la vida imposible por…?

— ¡Calla, Eliza!

—Está bien. Nos callaremos las dos… Comprenderás que no voy a ser yo la que se calle siempre para que tú digas lo que te dé la gana. Si hablas tú, hablaré yo también, y le diré a Anthony que estas locamente enamorada de él y que tu vocación no es real.

—No dirás una sola palabra —exclama Candy con violenta ira apenas contenida—. ¡No dirás nada a nadie! ¿Entiendes? Te olvidarás de lo que, por desgracia, sabes. Callarás para siempre, porque como te atrevas…

— ¡Candy, me haces daño! ¡Ay…! —se queja …

En ese momento Eloy, llama a sus hijas, pues Anthony no se había ido a ninguna parte, se había quedado ver a su amada Eliza.

—Mamá nos está llamando —indica Eliza; —. ¡Por favor, Candy, no te pongas de esa manera! No tomes así las cosas… No pasa nada… No te van bien esos arrebatos con el traje que llevas… Todo lo tomas por la tremenda… No sabes vivir en el mundo, hermana.

— ¡Eliza, hijita! ¡Aquí está Anthony! ¡Ven, ya llego de viaje…! —es la voz de la señora Eloy que se va acercando en busca de su hija.

Anthony, Anthony, ahora. ¿Oíste eso, hermanita? —indaga en tono burlón—. Cálmate, serénate. Anthony siempre tuvo el don de llegar a tiempo. ¿No te parece?

Candy no responde. Inmóvil, apretados los labios, blancas las mejillas, parece repentinamente una estatua de cera bajo las tocas inmaculadas. Eliza la contempla un momento, sonríe forzada, y sacude el brazo de su hermana con gesto afectuoso:

—Cálmate y ponle buena cara a Anthony, se amable con él, No seré egoísta y te lo prestaré un buen rato para que arreglen el mundo en teoría, como tienen por costumbre hacerlo. Y no te preocupes, que Anthony es feliz y lo será mientras me quiera.

-Tratare de ser su amiga y demostrarle que estoy feliz porque te casaras con él y que no me interesa como hombre sino como amigo.

Eliza y Candy, salen juntas de la habitación, ellas saludan cordialmente a Anthony.

— ¡Eliza… mi amor, mi gloria, mi vida…! —exclama Anthony, apasionado.

—Cálmate… No te acerques tanto… Mamá nos observa… —coquetea Eliza riendo

—Perdóname. Te adoro, Eliza ¡te adoro y no veo el momento en que por fin seas mi esposa!

—Para eso falta mucho tiempo…

—Sólo el que tú quieras. Por mi parte, todo está dispuesto. Yo quiero casarme contigo lo más pronto posible, aunque mi madre no esté de acuerdo.

_A tu madre, nunca le caí bien, pero no te preocupes, me tratare de esforzarme ser una buena nuera.

— ¡Mi vida, gracias…!, ¿Te puedo darte un beso?, Cuando estamos enamorados siempre se demuestran su cariño.

Eliza, recuerda la pasión que llevo con Terry.

_ ¿Qué pasa Eliza? ¿No sientes lo mismo por mí?

_Si, puedes darme, solo que me aburre esos arrebatos.

_Te adoro Eliza, sueño que eres mi esposa ya.

Anthony besa a Eliza con ternura, conteniendo sus ansias, sujetando la pasión que arde en sus venas, haciendo dulzura y rendimiento de aquella llamarada de deseo que provocan los labios sensuales, la piel aterciopelada, los ojos profundos, el perfume exuberante de flor tropical que emana de la carne de aquella mujer.

—Ahora, estate quieto. Candy va a salir de un momento a otro…

_ Será muy grato saludarla. Aunque no sé… De algún tiempo a esta parte, tu hermana me ha retirado toda su amistad, todo su afecto. Me siento mal porque tu hermana aún me ama, pero yo te amo a ti, no me gustaría no perder su amistad, desde niños fuimos muy buenos amigos, me gustaría que fuera mi amiga y que no estuviera molesta conmigo.

— ¡Qué tontería! —Le interrumpe Eliza —. eso no es cierto la vocación de Candy es real, pero no está molesta con nadie, además ella me dijo que no le interesas como hombre, que su vocación es ser religiosa. Es forma parte de su vocación religiosa y del estado de sus nervios. Candy se ha vuelto tan extraña… Está muy mal de salud. Delicada, nerviosa, excitable… Por cualquier tontería hace una tragedia. En el propio convento no saben qué hacer con ella. Por eso se empeñaron en que saliera un par de meses. A veces me pregunto si no estará un poquito trastornada…

_Oh, mi amor yo no sabía que se había puesto así por mi culpa, Candy es una criatura excepcionalmente inteligente, equilibrada, entera… Una mujer admirable por todos conceptos, por algo me hice su mejor amigo cuando era niño.

— Parece que estas enamorado de ella, ¿Por qué no te casas con ella?

_No la amo, te amo a ti, … cualquier hombre puede enamorarse de una criatura encantadora como ella, pero estabas tú y fue de ti de quien me enamoré, y es a ti a quien adoro, a quien querré siempre… definitivamente… ¡hasta el día de mi muerte!, Te adoro Eliza mía, Te adoro.

—¿Por eso llegaste tan rápido?...

— Si mi amor ¡Te amo, Eliza! —Afirma Anthony, arrebatado de pasión—. ¡Te amo tanto, tan total, tan profundamente, que si un día… lo que es locura pensar, claro está… que si un día fueras indigna con otro hombre…!

— ¿Me perdonarías?

— ¡No, Eliza! No podría perdonarte nunca una traición, pero tampoco podría dejarte vivir para que fueras de otro. ¡Te mataría, sí! ¡Te mataría con estas mismas manos que te adoran, que tiemblan al estrechar las tuyas! ¡Te mataría, aunque con el dolor de matarte se acabara mi vida también!

Anthony, besa a Eliza de manera tierna, ya que las jovencitas no podían besarse fuera del matrimonio.

_No hagas eso, todavía no estamos casados...

_ Disculpa, es que te adoro…

… Candy aparece y ve al gran amor de su vida enamorado de otra, que es su propia hermana, ella contiene las lágrimas y los aplaude.

_Bravo, dijo Candy sonriendo.

—A sus pies, Candy ¡Cuánto gusto de verla! ¿Cómo está usted?

—Bien. ¿Y usted, Anthony? —corresponde Candy, en forma amable, pero fría.

—Bien

— Que bueno, hacen una hermosa pareja.

—Gracias- dijo Anthony algo incómodo.

_ ¿Como esta mi tía Rosemary?

_Está bien.

_Puedo ir a visitar a la tía Rosemary.

—De ninguna manera, hija. Saliste del convento por tu salud. Justamente, tanto tu confesor como la abadesa me dijeron que no puedes salir a ningún lado.

—Si, tienes razón madre.

_Pero para nuestra boda tienes que estar…

—Necesitaría el permiso de mis superiores, para estar presente en su boda.

Candy tenía que aceptar que perdió al amor de su vida.

Y para demostrarle que no le importaba Anthony, enseño un pastel que había preparado a la familia.

—Es un postre exquisito, ¿lo has hecho tú, Candy? - pregunto asombrado Anthony.

—Sí, claro… con una receta de mi madre, he aprendido a hacer maravillas en la repostería y ayudada un poquito también por mamá.

Anthony, se acerca a Candy y le da un beso en las manos…

_Tus manos son hermosas- dijo Anthony sonreído mirando a Candy que le devuelve la sonrisa con esfuerzo, tensos los nervios, fija toda su atención no en aquella mesa familiar, sobre cuyo mantel blanquísimo refulgen los últimos restos de la vajilla de plata

—Este postre es lo único especial que pudimos hacer para ti, hijo —explica Eloy, te damos la bienvenida a nuestra casa.

_Gracias...

El viejo reloj del comedor lanza al espacio el sonido vibrante de sus campanadas, y Eliza se alarma:

— ¡Oh…!

— ¿Qué tienes, Eliza? —indaga Anthony, solícito.

— ¡Uf! Nada… ¿Qué quieres que tenga? Calor… hace un calor terrible aquí adentro —se queja Eliza.

— ¿Quieren que pasemos a la sala a tomar el café? —propone su madre.

—No puedo entretener mucho a Anthony, mamá —reprende Eliza echando una mirada al reloj—. Ya oíste tengo calor, eso es todo.

_ Cuanto más pronto me vaya, más pronto vuelvo por ustedes. ¿Cuándo podrán estar listas? ¿El viernes? ¿El sábado?, además debo irme para regresar lo más pronto posible.

—Yo creo que el viernes, ¿verdad, muchachas? — dijo Eloy.

—Yo estoy preparada en cualquier momento —asegura Candy.

Anthony, sintió algo de amor por Candy, pero la pasión y el amor que lleva por Eliza, es más fuerte.

— ¿Y tú? —Pregunta a su novia; pero al no recibir contestación de ésta, insiste—: Eliza… ¿no me oyes?

— ¡Oh!, sí, sí, naturalmente… ¿Qué decías? —exclama Eliza, vacilando y como saliendo de un letargo.

—Anthony hablaba de volver por nosotras el viernes, pero tú estás como en las nubes… —explica Candy, con un velado reproche en la voz.

—Es que estoy asfixiándome de calor. ¿Cuándo acaban de traer ese café?

—En cualquier parte es igual —acepta Anthony—. Hace mucho calor.

Ha vuelto a sonreír mirando Eliza, cuya sonrisa es ahora casi una mueca. No puede más, está desesperada, y al mismo tiempo tiembla, teme, recuerda la amenaza de Terry: ir por ella si no acude a la cita.

Todos se despiden de Anthony, él se marcha, pero Eloy se da cuenta que Eliza no está en la casa.

— ¿Dónde fue tu hermana?

—No sé. Tenía calor… al jardín seguramente.

—Qué encantador es Anthony, ¿verdad? - dijo Eloy para ver el corazón de su hija.

Candy no contesta; baja la cabeza como si hundiese sus pensamientos en el agitado mar de su alma en tormento.

La señora Eloy, le dice; Hija eres hermosa, no es el único hombre que existe en el mundo… y le abraza a su hija: Esto pasara hija, ya llegara tu momento, llegara un hombre que te ame… mientras tanto Candy no dice nada.

Por otro lado, Eliza en la habitación de su hermana. Sobre una silla está el manto blanco con que, para salir cubre su hábito de novicia Candy. Sin detenerse se apodera de él y sigue su camino cada vez más de prisa. Al llegar al jardín se envuelve de pies a cabeza en la oscura tela, y como una sombra se desliza hacia los árboles, hundiéndose en ellos rumbo al camino de la playa.

—Candy… ¡Qué raro! ¡Qué extraño que salga así! Qué raro es todo en ella.