Disclaimer: Los personajes de Candy no me pertenecen sino le pertenecen a Kioko Mishuki y Yumiko Igarashi, y la historia Corazón Salvaje no me pertenece sino a la escritora mexicana Caridad Bravo Adams. Este fic es hecho con fines recreativos no pretendo buscar ningún tipo de remuneración o reconocimiento, simplemente lo comparto con ustedes porque realmente me gusta la historia y los personajes de Candy.

¡Holaaaa! Yo de nuevo por aquí después de tres semanas, por lo que veo tuvo buena aceptación el fic ¡Yupiiii! —Brinca de felicidad porque de verdad le gusta esta historia— Estoy muy feliz porque les guste.

Bueno en este capítulo veremos la continuación del anterior y sucesos posteriores de Corazón Salvaje con Candy y Terry.

La historia tendrá tres partes como la trilogía original, " Eliza (Aimé) Terry (Juan)", de ahí viene la parte más romántica "Candy (Mónica) y Terry (Juan)" y la última el desenlace y final de "Terry (Juan del diablo)" versión (Terry Pirata)

Primera Parte...

Terry (Juan) Y Eliza (Aimé).

Capítulo 7

Anthony se retiró de la cantina donde trabajaba Terry y se dirige a su casa. Han pasado apenas unos segundos cuando Pony, la nana de Anthony abre la puerta.

—Pase, niño, pase. La señora lo está esperando, en su habitación, Para usted, como que no le duele nada. Pase… pase, a su habitación, dice que le duele la cabeza.

Anthony, pasa a la habitación de su madre y se ha inclinado para besar las manos de su madre, tan blancas y tan suaves como cuando él era un muchacho. Ahora es un hombre de espléndido corte: fino, delgado, flexible, pero alto y guapo, Tiene los claros ojos de Rosemary; los cabellos, como los suyos, color de lino claro; y el porte arrogante de aquel Richard Grandchester, que fue su padre. Tiene, como aquél, la frente despejada y altiva, la mirada profunda y penetrante, y arde en ella, más viva aún que en los días de su infancia, aquella llama de inteligencia superior, de sensibilidad generosa e inquieta, que le hace a la vez comprensivo y sencillo, tierno y humano, apasionado y soñador.

—¿Mamá, te sientes realmente mal? Me duele haber tenido que molestarte, pero…

—¿Cómo se puede usar esa palabra tratándose de ti, hijo?

—Pony, me dijo que tu salud seguía siendo delicada. Mucho me temo que no la hayas atendido como es debido, pero ahora… ahora si vas a hacerlo, ¿verdad?

—Dejemos mis achaques. Ven aquí, acércate… Quiero volver a mirarte de cerca, una y otra vez. Mentira me parece tenerte ya a mi lado. No se sacian de ti mis ojos, hijo mío… Mi Anthony.

Tras contemplarle con orgullo, mira Rosemary, la pequeña fusta que aún sostiene en la mano, y las finas espuelas de plata que calza sobre las botas brillantes…

—Ya veo que vienes de recorrer de la tierra de los trabajadores.

—De un extremo a otro…

—Mucho has tenido que galopar. ¿No te has cansado más de la cuenta, hijo?

—Sólo me he cansado de ver injusticias, mamá.

—¿Cómo? ¿Qué dices, Anthony?

—Pues… la verdad. Lo siento, pero yo siempre soy sincero. Creo que hay muchos males a los que hay que poner remedio en Campo Real. Y, desde luego, quiero advertirte que no estoy conforme, en absoluto, con la administración de George.

—¡Pero, hijo! ¿Qué quejas puedes tener de un hombre que vive por entero entregado a su trabajo?

—Es duro y cruel con los trabajadores, mamá… más que duro, inhumano con los que aumentan nuestra riqueza con su sudor y con su trabajo… y no estoy conforme. Hay cosas que no pueden seguir ocurriendo, mamá. No espero sino tu permiso para tratar de remediarlas. Son cosas con las que estoy seguro que tú no puedes estar conforme, que no es humanamente posible que tú hayas autorizado. Él dice que sí, pero…

—¿Él? Entonces, ¿le has hablado, has discutido con George?

—Naturalmente, mamá.

—Mal hecho, hijo. Me temo que hayas sido ingrato con él. ¡Y le debemos tanto…!

—Más debemos a los trabajadores, mamá, a esos cientos de desdichados… ¡No podemos seguir explotándolos en la forma en que George lo hace! Viven como si fueran esclavos.

—Pasan de dos mil, hijo. No puede manejárseles sin un respeto, sin una disciplina, sin una autoridad… No te fíes de la primera impresión. George sabe cómo tratarlos. ¿Sabes que nuestras tierras, con él, rinden el doble de lo que rendían en tiempos de tu padre y de Albert? ¿Sabes que se han adquirido fincas nuevas, uniéndolas todas a Campo Real, y que casi media isla te pertenece? Mira, ven aquí. Hoy es 15 de mayo de 1899. Yo nombré administrador a George al día siguiente de morir tu padre: el 6 de mayo de 1885. En catorce años, nuestra riqueza se ha duplicado. ¿Qué podemos, en realidad, reprochar a un administrador semejante?

—Sigo hallando impropio el trato que se da a los trabajadores en nuestra finca, mamá. Sigo considerando inhumanos los procedimientos de George, aunque hayan doblado nuestra fortuna…

—Ya veo que eres un soñador… pero no un hombre cualquiera… Un Grandchester… con derechos, por ser quién eres, a vivir como rey en esta tierra que los Grandchester, honran con pisar. Esta tierra salvaje…

—¡A la que amo con todo mi corazón! —ataja Anthony, con gesto decidido y orgulloso—. No sólo soy el amo de esta tierra, también soy su hijo. Siento que le pertenezco y he de luchar porque, sobre ella, los hombres sean menos desdichados. No quisiera chocar contigo, mamá, pero…

—Está bien. Si no quieres chocar conmigo, no hables en este momento. Tiempo habrá. Hablaremos más adelante, cuando te hayas hecho un poco al ambiente. Cuando puedas verlo todo con más claridad, serás hacendado… más tarde. Sé mi hijo unos días, un par de semanas. No creo que sea pedirte demasiado, después de una ausencia tan larga. Al fin y al cabo, todo se hará como tú digas. Eres el amo, y así quiero que lo sientas.

—Gracias, mamá —responde Anthony, en tono suave y tierno—. Y también te agradezco por comprender mi felicidad Estoy enamorado de la criatura más adorable de la tierra, de la mejor mujer que he conocido, es sensible, traviesa, apasionada, coqueta y alegre como una chicuela, yo deseo llevar a esa criatura siempre en mis brazos, porque es como una hija de Tierra.

_De todas maneras Eliza, no me cae bien, hubiera preferido que Candy sea la elegida, siempre han sido amigos desde niños...

_Mis sentimientos cambiaron mamá, amo locamente a Eliza, es a ella al quien deseo llevar en mis brazos para siempre, pero también guardo un gran cariño por Candy, mi gran amiga de la infancia, aunque ella me ha retirado su amistad por su vocación religiosa, también deseo que algún día cambie de opinión y deje los hábitos para que encuentre la felicidad al lado de un hombre que la ame de verdad y la haga feliz, yo prefería que sea mi amigo Neal Legan, que es tan bueno y no dudo que sea un buen partido para Candy.

—Bueno hijo, respeto tu decisión, como madre deseo que seas feliz, además tienes que saber que la familia Andrew están casi arruinados, pero no importa. Tú eres lo bastante rico para olvidar ese detalle. Ojalá Eliza te haga feliz

_Seremos felices madre, porque yo la amo con locura.

Rosemary, exclama—: ¡Ah…Flanmy…! Acércate Flanmy. , Anthony, sobrina de George y mí ahijada. Pero debo añadirte algo más: mi enfermera, mi compañera en esta soledad, mi hija casi mi hija.

_Siempre, estoy aquí para servirle madrina, tú sabes lo mucho que quiero a usted y a su hijo Anthony- dijo enamorada. – tome esa medicina, le hará bien- ella le dio la pastilla. Y doña Rosemary lo tomo para que se le pase el dolor de cabeza.

Anthony Grandchester, admiraba mucho a esa muchacha, por todo lo que ha hecho por su madre, Flanmy Tiene un rostro moreno al que sirven de marco negrísimos cabellos lacios, unos grandes ojos oscuros, con anteojos, rasgados, enigmáticos, que acusan claros rasgos mongólicos… Unas mejillas trigueñas y pálidas, donde abren los labios rojos y frescos, aunque plegados en un gesto extraño de amargura, de desencanto, mientras vibra, contenida y tensa, su rara personalidad.

—Me da gusto que siempre acompañes a mi madre- dijo dando un beso en la mano.

Flanmy sonreía, no podía contener lo que sentía por Anthony, pero aun así se lo guardaba ya que su amor por él era imposible.

Rosemary, se ha puesto de pie, apoyándose en la muchacha, que bien puede tener unos veinte años, y sonríe siguiendo la mirada de sus grandes ojos, fijos, como deslumbrados, en el rostro de Anthony.

_Hija, no mires de esa manera a mi hijo.

Flanmy, se puso nerviosa.

—No, no, señora. Yo miro a su hijo con mucho respeto.

—Qué bueno ¿Qué te parece mi hijo?

—El señor Anthony, es magnífico.

_Si, todo un gran señor, un príncipe.

—¡Por Dios, mamá! —dijo asustado Anthony —. ¡Qué manera de forzar un elogio!

—No es forzado —niega Rosemary jovialmente—. Flanmy, es más que mi sirvienta, es mi ahijada, mi compañera, mi enfermera, ella me cuida y es normal que te mire con respeto, porque es una joven educada.
_Claro que sí señor, yo aprecio mucho a su madre y a usted lo admiro, porque es un gran señor.

-Gracias… más bien estamos en una maravillosa cualidad —acepta Anthony sonriendo y mirando a la muchacha un poco desconcertado. Sin saber por qué, aquella criatura no le es simpática… Acaso la asocia demasiado con su tío.

_Quiero hablar con tu tío, no me parece como trata a los trabajadores, me parece inhumano.

Pero su madre le interrumpe:

—Perdóname que sea yo quien tome la palabra, Anthony —Y dirigiéndose a la muchacha, advierte—: Dile que, por el momento, George trabaja bien con esa gente.

_No madre, eso es inhumano y yo seré quien mande por esos trabajadores…

_Está bien, hijo será lo que tu digas…

—Madre, me gustaría que ordenases cambiar esas cortinas, mamá, por algo más alegre, más claro, más tropical… Ahí, y que hicieras abrir esas dos ventanas, que no sé por qué están condenadas…

—Las mandé clavar, hijo, porque a veces el viento las abre y entra por ellas mucho sol.

—Toda la luz del sol es poca para alumbrar a mi novia, mamá —afirma Anthony en una exaltación de entusiasmo y de pasión—. Ella adora la luz, el color, el cielo azul y el clima de esta tierra de eterna primavera.

—Di mejor, de eterno verano.

—Por el calor, sí, desde luego… Pero no ese seco verano de Europa en el que la tierra parece que se muere de sed, sino este verano fecundo, de aguaceros torrenciales, en el que las plantas crecen como por arte de magia, en el que las flores no viven más que un día, pero abren por millones cada mañana. Tú no sabes lo que hablábamos Eliza y yo en Chicago y con qué ansia anhelaba regresar.

—Pues ya estás aquí… en tu Campo Real…

—Y aquí es donde quiero verla a ella. Éste es el marco que le corresponde a su belleza… su belleza cálida, exuberante, un poco tempestuosa a veces, mamá. Bueno, no quiero adornártela demasiado… Mi Eliza tiene su genio y sus arrebatos… Hasta en eso se parece a esta tierra que, con gustarme tanto, a veces me da una sensación de terror… Es como un temor sordo de que, repentinamente, sobrevenga una catástrofe. Ha habido tantas…

—Ya pasaron esos tiempos, y me atrevo a pensar que definitivamente.

—Ocho veces ha sido destruida Saint-Pierre por los terremotos, ¿no? Más o menos destruida, ¿verdad, mamá?

—Por fortuna, no vi ninguno. Tengo entendido que sí, que desde que se tiene memoria de la isla, además de muchos pequeños ha habido ocho grandes terremotos. Pero el diabólico volcán que los ha engendrado tiene ya sesenta años de absoluta calma. No es fácil que vuelva a repetir las viejas hazañas, y también me atrevo a pensar que los arrebatos de tu linda novia pasarán en la paz del hogar que vas a proporcionarle, en la dicha de tenerte por esposo. Tú la quieres, y eso basta para que yo la acepte como hija… Pero vales tanto tú, mi Anthony, que, para mi corazón de madre, no hay en el mundo mujer capaz de merecerte.

—No me engrías así, mamá —ríe Anthony—. Vas a convertirme en algo insoportable.

—La sangre, gota a gota, daría por verte feliz… plenamente feliz… Amado, respetado, reverenciado por los tuyos…

—Con lo que poseo soy ya plenamente feliz… Sólo tengo un anhelo: que los demás también lo sean un poco… Repartir algo de esta dicha, para sentirme con más derecho a disfrutarla… Hacer un poco de obra de justicia, de bondad… Y me vas a perdonar que toque un tema que antes, a ti, no te era agradable…

—¿Cómo? —se alarma, sin saber por qué, Rosemary

—Que te pregunte por alguien a quien nunca quisiste mucho. Supongo que tu amor de madre temía su influencia nociva en mí, cuando yo era un muchacho…

Rosemary ha apretado los labios, ha palidecido, mientras sin mirarla, sin darse cuenta de su turbación, sigue Anthony hablando con el alma en los labios:

—Mamá, ¿te acuerdas que te dije que iba a buscar a Terry?

_ ¿Como lo iba a olvidar?, ¿No me digas que fuiste a buscar a ese delincuente?

_Si y se mostró un poco amable conmigo, ni si quiera me dejo que le explicara porque lo buscaba.

_Eso es para que aprendas a no mezclarte con gente sucia, hijo olvídate de esa promesa, ese tipo es un arrogante, marinero, abusador de mujeres, es un delincuente.

—No madre, no es lo que tú crees, ¡Pobre Terry ¡Qué vida tan dura ha debido tener! ¡Cuánto habrá sufrido y luchado para llegar a eso!, por algo mi padre quiso ayudarlo, además lo admiro a ese delincuente como dices, pero lo admiro y lo respeto.

—¿Qué puedes admirar de un delincuente, de un contrabandista?, es un pirata del mal vivir que está metido en el vicio y cada vez se hunde más y más.

—No madre, Terry no es el demonio que piensas, desde niño vivía con el alma envenenada.

—¿Por qué había de estar él envenenado? ¿Por qué no dices con más justicia que llevaba el vicio y la maldad en la masa de la sangre?

—Terry, es un gran hombre que a pesar de la vida dura que ha tenido, el salió adelante, sino mi padre no hubiera tenido tanto empeño en protegerlo si hubiese sido así como dices.

—¿No lo crees? ¡Ay, Anthony! Ya eres un hombre y puedo hablarte claramente… Tu padre estaba muy lejos de ser un santo.

—Sé perfectamente cómo era mi padre —salta Anthony, impetuoso, como si le hubiese picado una víbora.

—Yo no quiero menoscabar tu respeto, ni tu cariño de hijo —dulcifica Rosemary—. Pero las cosas no son como te imaginas. Si tú pudieras recordar…

—Recuerdo perfectamente, madre, y hay algo que tengo clavado en el corazón como una espina. La última vez que hablé con mi padre, fue con insolencia, con rebeldía…

—Me defendiste de su brutalidad, hijo —pretende disculpar Rosemary—. No tenías más que once años. Nada más doloroso y humillante para mí que la actitud de Richard aquella noche; pero nada más hermoso que el recuerdo de tu actitud, Anthony. Si te duele haberlo hecho, si te pesa como un remordimiento…

—Nunca, mamá —la interrumpe Anthony con decisión y firmeza—. Hice lo que tenía que hacer, lo que quisiera yo que un hijo mío hiciera, aun contra mí mismo, si, en un momento de cólera y locura, llegara a olvidar el respeto que le debo a su madre… Y él lo comprendió así, y su gesto, su actitud de aquella noche, todo me lo demostró… Sintió la vergüenza de aquel momento de violencia, huyó ocultándose a mis ojos, tomó como un loco aquel caballo, y en su desesperación, en su angustia, sobrevino el trágico accidente que le costó la vida. Y cuando volví a verlo, cuando me habló por última vez, su mano se extendió para acariciarme y hubo un elogio en sus palabras cuando me dijo: «Sé que sabrás defender a tu madre y velar por ella». ¿No recuerdas?

—Sí… Sí… —susurra Rosemary, con un hilo de voz ahogada.

—Pero también hubo un mandato que era como una súplica —persiste con tesón Anthony—. Me dijo que amparase a Terry, que le diera mi apoyo de hermano… Era un huérfano, lo sé. El hijo de un amigo que murió en la miseria. Mi padre, moribundo, me traspasó la súplica de otro moribundo, su voluntad que no pudo cumplir.

—Olvida las palabras de tu padre, Anthony. Estaba casi inconsciente cuando las pronunció. No tenía sino la obsesión, la idea fija por la discusión que habíamos tenido horas antes a causa del maldito muchacho…

—¿A causa de Terry fue la discusión de ustedes? —se sorprende vivamente Anthony

—Naturalmente… Todo mi afán era defenderte de la carroña que tu padre se empeñaba en traer a la casa, y me lo agradeces poniéndote de parte suya… —se lamenta Rosemary, con despecho—. Yo he sufrido infinitamente más de lo que imaginas. ¿Cómo piensas que he vivido durante catorce años de soledad, enferma, aislada, en un país hostil, en un clima que me hace daño? Pues he vivido pensando en ti, luchando por ti, defendiendo todo lo tuyo: tu fortuna, tu porvenir, tu casa, tu nombre inmaculado…

—Lo sé perfectamente —acata Anthony, como en una disculpa.

—Pues si lo sabes, no deberías mortificarme por un…

—Está bien, mamá —la interrumpe Anthony con el deseo de cortar la desagradable escena—. Olvidemos todo esto, no quiero pelear, pero entiéndeme, es mi padre y cuando un hijo promete a su padre algo lo tiene clavado en corazón, pero no quiero discutir, lo importante es tu salud.

_Compréndeme hijo, tú no sabes lo que yo viví, para odiar a ese bastardo, hijo de una maldita pescadora.

-No entiendo...

_Algún día lo entenderás hijo, algún día comprenderás porque odio tanto a ese maldito bastardo…

Anthony, no comprendía las palabras de su madre, ya que él ni sabía que era su hermano, el hijo de su padre con su ex amante, la mujer de un pescador llamada Eleonor Bertolini.

Por otro lado, Candy, se encontraba enferma, sin ganas de comer.

_ No madre, no quiero comer, no me gusta la comida.

_Por favor Candy tienes que alimentarte, para que no estés tan débil.

_Por favor, madre déjame a solas con Candy, hablare con ella

_Bueno, está bien, pero por favor Eliza, no seas dura con ella, recuerda que está enferma de los nervios.

_Está bien madre, lo hare.

La señora Emilia Eloy, se retira.

_Ay no sé cómo aguantas que mi madre, te trata como una bebita y con tantas exigencias.

_Mi madre me quiere, no es una mentirosa como tu hermanita.

_Candy, no estoy para tus regaños.

_A mi nadie me quita la idea que ese hombre especie de marinero, es tu amante, no se como puedes estar con Anthony si no lo amas.

_Quizás no lo ame, porque no lo conozco mucho como tú, pero si lo quiero como un mejor amigo que lo hare muy dichoso, pero no con tu bondad, sino con mi frivolidad, lo voy enloquecer de pasión y amor.

_Mira a mí no me importa si lo vas a enloquecer con tus caprichos y mentiras, solo que me juraste serlo dichoso y cumple tu palabra, desde ahora en adelante te debes comportarte como se debe, se acabaron los caprichitos.

_Está bien, ya te dije que mi amistad con Terry…

_No sé cómo puedes permitir esa amistad, si no tiene decencia, no sabe respetar a las damas.

_ ¿Por qué?, dices eso hermana se atrevió a… murmuro Eliza asustada.

_No se atrevió a nada, porque yo no se lo permití, así que será mejor que te alejes de el para siempre, porque si no le cuento a mi madre, que tienes amistad con ese patán, bastardo, malcriado.

_Está bien, hermanita, te juro que no le vuelvo a ver nunca más, con permiso.

En ese momento a Eliza, no le importo las palabras de su hermana y como siempre se puso demasiada coqueta para ir a la casa de Terry.

Mientras Candy, se queda descansando, su madre intenta darle de comer.

-El convento, no es para ti, es una vida demasiada dura, por eso te enfermaste.

_Mi enfermedad no tiene nada que ver con el convento, además estoy acostumbrada a trabajar...

_Pero hija, el convento no es igual que estar en la casa, te hace falta sol, aire, hija. Además, Candy no es justo que te castigues tanto, solo porque un hombre…

_No madre Anthony, no tiene nada que ver con eso, quiero ser religiosa, es tan difícil de aceptar.

_Lo aceptaría, si desde niña hubieras tenido ese deseo, pero estabas tan ilusionada con el matrimonio, soñabas con tu esposo, no lo niegues Candy.

_Pero ese sueño se terminó.

_No es verdad, Rosemary, está dispuesta a buscar otro partido.

_Pero yo no quiero mamá, aborrezco a los hombres, todos prefieren a una mujer coqueta, pero nadie mira las buenas cualidades de una buena muchacha.

_No hables mal de tu hermana, como si fueras una cualquiera, hija ya llegara tu momento.

_Pero igual, no quiero enamorarme de nadie, solo Anthony, permanecerá siempre en mi corazón.

Eloy, no sabía qué hacer, porque no deseaba que su hija, se refugiará en el convento por el rechazo de Anthony, era joven y bonita.

….

Eliza, llega a la casa de Terry, se pone celosa y molesta porque no aparece en la casa.

Eliza se acerca a su empleado Tom y le dice:

_ ¿Dónde está Terry?

_ Se fue a caminar, por la playa.

_Pero quedamos en vernos un rato.

_No debe tardar señorita.

_Le voy a esperar cinco minutos y si no se aparece, le dices que se olvide de mi para siempre.

_Si, señorita.

Eliza, espera a Terry, en su habitación.

…..

En ese momento Anthony, se dirige a su casa y la ahijada de su madre, llamada Flanmy, le dice que su madre, salió a dar un paseo por la plaza y que su amigo Neal Leagan le espera en la sala.

Anthony, se emociona y se va a atender a su amigo.

_Que bueno que viniste, después de tanto tiempo que no te veo, recuerda que eres mi mejor amigo.

_Claro y a ti te veo muy bien y feliz.

_Claro que estoy feliz, Eliza acepto ser mi esposa.

_Tan rápido.

_Si, pero cuéntame.

_Siéntate

La sobrina de George, prepara un café a Anthony y su amigo.

_Gracias, Flanmy, retírate

_Está bien señor.

Flanmy, se retira.

Anthony le cuenta como le pidió matrimonio a Eliza.

_Oh, tu sí que rápido amigo.

-Pero hubo algunos problemas.

_Así ¿qué problemas?

_Resulta que yo sin saberlo estaba comprometido con su hermana.

_ ¿Como es eso?, explícame.

Anthony le cuenta que tenía una amistad especial con Candy, pero que con el tiempo la había olvidado.

_ ¿Se metió al convento por decepción?

-Parece que sí.

_Ay que desperdicio, me imagino que debe ser una hermosa joven.

_Si y lo es…

_ ¿Porque no me la presentas para conocerla y así poder elegirla como esposa?

_Claro, toda la familia sabe que eres mi mejor amigo, justo están buscando un buen partido para Candy, pero lastimosamente ella esta tan lastimada por mi culpa que no desea aceptar a ningún pretendiente.

_Pobrecita, pero estoy seguro que cuando la trate, pueda cambiar de parecer.

_Ojalá amigo, yo quiero mucho a Candy, pero lastimosamente estoy enamorado de Eliza y la amo con locura, tanto que no la cambiaría por ninguna otra mujer, pero si deseo que Candy sea feliz.

Así quedaron conversando, Anthony pensaba que Neal, puede ser un buen partido para Candy, ya que deseaba que sea feliz, pensaba presentarle a ella para ver si aceptaba ser cortejada por un pretendiente.

…..

Terry se aparece semi desnudo en su habitación, porque estaba nadando por largo rato en el mar.

Eliza estaba celosa al ver a Terry, de esa manera, ya que deseaba ser la única mujer de Terry

_ ¿De dónde vienes, vestido de esa manera?, mejor dicho, desprovisto, desvestido.

_A nadar.

_Sabiendo que yo estuve aquí esperándote o ¿Fuiste con alguna mujerzuela?

_Fui solo.

_De todas maneras Terry, no me gusta nada que andes así a todos lados, además para mi es un sacrificio verte, siempre, sabes que la anticuada de mi hermana me quiere tener encarcelada por tu culpa

Terry no le escuchaba nada, estaba a punto de sacarse el pantalón.

Y Eliza, le dice:

_ ¿Qué haces?

_Cambiándome.

_ ¿Frente a mí?

_Yo no te pedí que te metieras a mi cuarto, puedes irte si deseas. - dijo con carácter fuerte.

Eliza, se retira triste, porque ya se había enamorado del pirata Terry.

El la coge de su mano tiernamente y le pide disculpa.

_Perdón, soy un bruto.

Eliza sonríe y le dice: _Por supuesto que eres un bruto y así me gustas.

Eliza besa apasionadamente a Terry, ella ya estaba enamorada y el no reconocía que también sentía algo de amor.

Eliza se quitó la ropa, cautivando a Terry con su desnudez, demostrándole que no sentía ningún tipo de incomodidad con su cuerpo, no tendría porque ya que la figura femenina era envidiable.

Terry besa todo el cuerpo de Eliza y la tumba a la cama, mostrándose su pasión.

- Si quieres te puedes quedar conmigo toda la tarde y la noche. – Le pidió, aunque se arrepentía porque lo más probable es que su familia la critique

_ ¿Quieres decir que te gustaría que pasemos todo el día juntos en la cama? - Pregunto Eliza, sin comprender.

_Si, deseo tenerte todo el día en mi cama, haciéndote mía, abecés pienso que, con tu belleza y tu coquetería, serias capaz de traicionarme y yo me volvería loco, hasta sería capaz de matar a la persona que pusiera sus ojos en ti.

- ¡Estás demente! ¿Cómo puedes pensar eso de mí?

- De, ti puedo esperar cualquier cosa, hasta te creo capaz de caminar desnuda en la playa.

- ¿De verdad me crees capaz de eso?

_Si, Eliza, por lo mas de buena familia que seas, te comportas como una cualquiera y descarada, deja de hacerte la santa, abre las piernas que te hundiré en mi pasión. Dijo molesto.

Eliza llorosa le golpea a Terry, porque lo estaba empezando a amar.

_A mí nadie me golpea, solo quiero que pases esta tarde y esta noche conmigo, hacemos la pasión por muchas horas y de ahí te vas a tu casa, fingiendo ser santa como tu querida hermanita. Porque ¿Tienes miedo? – Pregunto incrédulo en medio de la burla. – Eres una cobarde, después de todo no eres tan, arriesgada como aparentas.

- No… no tengo miedo. – Respondió con seguridad, pero en realidad por dentro estaba aterrorizada, sabía que si alguien llegaba a enterarse que Eliza era la amenté de Terry, iba ser criticada por la sociedad, además rompería su compromiso con Anthony, un compromiso que para ella era importante porque siempre su sueño fue casarse con un hombre de buena posición económica para seguir con los lujos de la que estaba acostumbrada y más ahora que su familia estaba pasando por problemas económicos.

- ¡Esa es mi chica! – Exclamo Terry emocionado sin pensarlo siquiera, al percatarse se molestó con él mismo por haberse mostrado tan efusivo delante de Elisa... te hare mía toda la noche. Y apretaba mas fuerte, su cuerpo y mordió sus pechones.

-Eres lo peor, un maldito pirata… Contrólate imbécil, me duele, pero a la vez me brincas tanta emoción, usa un poco tu cerebro y actúa como caballero, tú solo limítate a bombear sangre. – Le decía apretando las piernas.

-No puedo controlarme, nunca fui un caballero, tu querías conocer la pasión del diablo, esa es mi manera de enloquecer a las mujeres, te quiero hacerte mía, hasta que me canse, no creo que nunca me canse, porque tu me vuelves loco…

-¡TEEESSHHHIII! – Eliza se distrajo al escuchar el grito, Terry aprovechó la oportunidad y la apretó más, pero no contaba con la reacción inmediata de la joven que con sus piernas le hizo lo mismo. De rodillas frente a él, inmediatamente lo amenazó con la espada ya que él había soltado la suya. Ambos se miraban a los ojos, ambos muy agitados, llenos de polvo por la caída... Ella tenía una mirada desafiante y le dice: _ Ya no puedo seguir más…

- ¿Te… rindes fácilmente? – Trataba de normalizar su respiración, él la miraba.

-Ante… ti… Nunca… - Sonreía misteriosamente, haciéndola sonrojarse de nuevo.

-¡ERES… ERES UN!… ¡ASHHH!… ¡ERES INSUFRIBLE! - . le dijo abriendo sus labios.

-¡AUCHHH! – Exclamó él, besándola apasiona mente en sus labios y aprovecho seducir todo su cuerpo de manera incontrolable.

Tanto que en diez minutos Eliza sintió como un batallón y su corazón empezó a martillar contra su pecho, forzando con esto su respiración, todo este descontrol en su ser lo había ocasionado Terry con una simple frase, agradeciendo al cielo, que aun poseía convicción y no demostró la emoción que la embargo. El ardor, dolor y sonido la despertó sobresaltándola y mandándola al suelo, cuando un azote en su nalga derecha la arranco violentamente de los brazos de Morfeo.

- ¡Imbécil! – Exclamo sumamente molesta, reteniendo las lágrimas de dolor, sintiendo además del ardor en la nalga, dolor en su cadera ante el golpe, observando a un Terry sonriendo con malicia.

Terry al ver que Elisa lloraba porque lo amaba y le dijo:

- Me duele cuando me tratas como una cualquiera.

- Pensé que te gustaba, que no te dolería, por lo menos no tanto.

- ¿Qué no me dolería? – Inquirió ella nuevamente con rabia al darse cuenta que él creía que ella no podía sufrir, por lo estiro un brazo y se pellizco. – Ves, esto es piel, hay nervios… claro que siento dolor, no soy de porcelana y si lo fuera igual podría quebrarme, no soy un ser vacío… ahora por favor te pido que no seas tan que lo hagas con amor, porque yo te amo y me duele que no ves ese amor en mí, quiero que demuestres tus caricias con amor, porque te amo…

- Esta bien, no lo hare más ¡te tocare con cariño!, porque sé que eres mía, y que nunca me traicionarías, solo que abecés me vuelves imbécil.

Eliza se quedó sorprendida, Terry y le demostró sus besos, y caricias con ternura, sobre todo porque la piel estaba un poco rojiza, se había pasado, las caricias caían como copos de nieves caían sobre el cuerpo de la chica, entregándose nuevamente al placer era algo imparable, el deseo se desbocaba y los incitaba a entregarse, palparse centímetro a centímetro, saborear cada poro, despertar cada nervio, entrar, conquistar y salir, para una vez más asaltar, con la gran diferencia que esta vez la entrega se hizo en medio de palabras sutiles, caricias soñadas y con una intensidad hermosa.

-Perdóname, esta pasión es hermosa, pero no me puedo quedar mucho tiempo, sabes cómo es mi familia.

-Si, entiendo, puedes irte.

Eliza, se vestía Y Terry también.

_Tengo que irme, porque mi hermanita se enfermó.

_ ¿De qué se enfermó la santa?

_De histeria, a propósito, ha dicho cosas muy extrañas sobre ti ¿Qué le hiciste?

-Yo nada.

-Ay Terry, conozco tu fama de conquistar a las mujeres. – dijo acercándose al tocador, peinándose.

_Si, pero con tu hermana, es bonita de acuerdo, pero más fría que un hielo, a mí me gustan las mujeres con sangre en las venas…

_ ¿Las mujeres? - pregunta Eliza, celosa.

Terry, sonríe.

_Una mujer, solo una mujer.

_ ¿Seguro?, Te advierto una cosa Terry, no estoy dispuesta hacer un juguete, no conquista solo el tubito.

_Y Yo ¿Qué soy para ti?, ¿Una aventura, un pasatiempo, mientras tu familia encuentre al prometido?

_No creo que eso suceda pronto.

_ ¿Porque no?

_ Mi madre, tiene dinero para mantenerme.

_Si, tu hermana rechazo a Anthony Grandchester, para serse monja, ahora tienes la de ella ¿No?

_ No, Anthony, iba a casarse con Candy, sin estar enamorado de otra, ella es media tonta que lo rechaza por loca, ¿Quién la entiende?, no sabe lo que quiere, teniendo un prometido, ¿Quiere serse monja?

_ ¿De verdad?, debe quererla mucho, entonces.

_Seguramente.

Terry, se ríe y se acerca a la chica

Y le dice, abrazándola cariñosamente.

_Que costumbres tan ridículas, las de ustedes, una mujer tiene que pagar para conseguir marido, en cambio yo daría una fortuna con tal de tenerte para siempre- dijo suavemente en su oído, siento que te quiero y te quiero tanto, te quiero para mí, disculpa si soy tosco, salvaje, pero a partir desde ahora te tratare como una reina, mi amada Eliza.

Eliza sonreía, porque sentía que Terry la estaba amando, pero al ver que no tiene la economía que ella deseaba compartir le dice:

_Seria hermoso, tenerte a mi lado, pero tú no tienes fortuna.

_Si, yo tuviera mucho dinero y un apellido honrado ¿Te casarías conmigo?

Eliza, le mira con lastima y él le voltea mirando los ojos con amor,

- ¿Contéstame Eliza?

_Bueno si eso sucediera ¿porque no?

_Ya lo dijiste. – dijo Terry sonriendo, no imaginaba que su amada Eliza, le mentía por debajo con su propio hermano.

En la noche en casa de los Grandchester.

Ambos amigos seguían conversando.

Anthony le cuenta sobre su amigo de la infancia.

_Oh, me sorprende tu amigo.

_Si, hasta empecé a tenerle admiración y un poco de envidia.

_ ¿A un muerto de hambre?

_Me atraía su vida libre, aventurero y nadie que lo mandara, mientras yo tenía que estar sujeto a reglas, protectores y nanas, mi mamá, no me dejaba salir ni a la esquina, la mayoría de hombres tienen experiencias sexuales con diferentes mujeres y eso es lo que admiraba de Terry, que tan solo a su corta edad de 12 años, ya tenía experiencias, hasta hablaba de mujeres desnudas.

_Oh que sorprendente tu amigo, tú sabes que eso es normal, casi todos los hombres tienen que tener experiencias sexuales antes del matrimonio para diferenciarse de la mujer, en cambio las mujeres no, claro mujeres de familia, porque las vedets si, recuerda que son mujeres del mal vivir que se prostituyen para poder tener algo de dinero.

-Es cierto, vivimos en un mundo injusto, donde solo la familia rica, vive entre comunidades, lujos, alimentos, mientras los pobres solo son esclavos y no pueden recibir ningún tipo de educación, por eso he hablado con mi madre, porque no estoy de acuerdo como George maltrata a los empleados.

_Quien, como tu Anthony, eres un ángel, solo queriendo ayudar a los demás.

_También me gustaría ayudar a mi amigo Terry, pero se mostró un poco amable, pero yo lo admiro porque a pesar de la vida dura que tiene, me di cuenta que es un hombre fuerte que ha sabido salir adelante, a pesar de todas las adversidades.

_No habrá algún lugar ¿Dónde haya mujeres para divertirnos?

_Amigo, no puedo ir, estoy comprometido.

_No seas así, solo será un rato, llévame a ese lugar.

_Está bien, pero antes tomare mi arma, recuerda que lo necesitamos, solo te diviertes tú, recuerda que yo estoy comprometido.

…..

Las fárfaras violentas que empuja el viento desde el mar, hacen girar la lampara de petróleo, que esparce, como un aleteo, su luz amarillenta y trémula sobre las cabezas de los jugadores reunidos en una taberna del puerto de Saint – Pierre.

_ ¡Dos cartas!, voy con todo lo que tengo para ver a la dama de diamantes, ¿Por qué no acabas de echarla? – apremia Terry, al rudo hombrón que se encuentra sentado frente a él.

_Aguarda... Aguarda, porque mi reto no es igual que el tuyo. Tienes que completar, observar el juego- dice el jugador contrario.

_Aguarda... Aguarda, porque mi reto, no es igual que el tuyo…

_Retira lo que sobre, No tengo más.

_Primera vez que te oigo Terry, del diablo ¿No tienes más, ni de donde sacarlo?

—¡Voto a Satanás! ¡Te apuesto el Luzbel contra tu barca! Los vivos rostros de los contertulios se han inclinado más sobre la mesa mugrienta, de mal unidas tablas, y los recios puños se cierran en ademán violento. Están en la última mesa de la peor taberna del puerto, nido de tahúres y de mujerzuelas, de contrabandistas y de borrachos… Alrededor de la mesa, donde dos blancos se lo juegan todo, hay rostros de color de betún y de color de ámbar, cabezas lanudas de africanos y mechones lacios que caen sobre las trentes bronceadas de los hindúes… Negros, chinos, indios, mulatos… Es el fermento de Saint-Pierre, la espuma amarga y venenosa que va quedando como residuo de todas las impurezas, de todos los vicios, de todas las miserias, de todas las degeneraciones humanas.
—¿Aceptas o no aceptas? —insiste Terry.
—Mi resto vale más que el tuyo —responde con terquedad su rival.
—Por eso te nivelo la apuesta. Mi Luzbel vale más que tu barca desvencijada. Pero no me importa, la acepto. ¡Echa las cartas! ¿O es que tienes miedo después de desafiarme?
—Los barcos no pueden jugarse así… Hay que traer papeles…
—¡Al infierno los papeles! Hay diez testigos… ¡Mi balandra Luzbel contra tu barca!

El círculo se ha estrechado más. Ya los mirones están casi encima de aquellos dos hombres dispuestos a jugárselo todo a la mugrienta carta que salga. Nadie ha reparado en la fina figura de un caballero que, tras observar de lejos la escena, se acerca muy despacio. Es joven, aún está a un lustro de los treinta años, y lo parece mucho más por su rostro lampiño, por sus cabellos rubios y lacios, por sus ojos claros, vivos e inteligentes como los de un muchacho precoz. Un viejo marinero que le acompaña le ha señalado a Terry, y a él se acerca para quedar mirándole con expresión indefinible…

—¡Va la apuesta! —se decide por fin el rival de Terry.

—Entonces, echa la última carta. ¡Pronto!

El contrincante de Terry del Diablo se ha puesto muy pálido. Sus manos hábiles, de largos dedos, sus manos de tahúr, de astuto jugador con ventaja, barajan muy de prisa el ancho mazo de naipes, pasándolos de una mano a otra con destreza inigualable. Se diría que los acaricia, que los embruja, que los domina, y al fin, rápidamente, va arrojándolos uno a uno, formando dos montones, mientras canturrea:

—Dos de trébol… Seis de corazón… Cuatro de diamantes… Cinco de espadas… Una dama… pero de trébol… ¡Rey de espadas! ¡Gané!
—¡Mentira! ¡Has hecho trampa! —aúlla Terry. Rápido como un rayo, el cuchillo de Terry ha caído, clavando en la mesa la mano del tramposo, que bufa ciega de dolor y de rabia…

Uno de sus compañeros se ha lanzado sobre Terry, éste lo derriba de un golpe brutal… Se forma una baraúnda de golpes y de gritos:

—¡Tiene razón! ¡Es un tramposo! —afirma uno.
—¡Mentira… Mentira! ¡No hizo trampa! —rebate otro.
—¡La policía! ¡Pronto! ¡La policía! ¡Corre, Terry, viene la policía!
—¡Sujétenlo! ¡No lo dejen escapar! ¡Que no salga!

La confusión es indescriptible, pero Terry no ha perdido un instante. A puñados mete en sus bolsillos el dinero que le pertenece, derriba la mesa de un golpe, salta sobre el cuerpo caído de su rival, y gana la ventana del fondo, que da sobre el mar.

—¡Quieto! ¡Si da un paso más, lo clavo! ¡Quieto, polizonte! —amenaza Terry a un hombre que le ha seguido, interponiéndose en su fuga.
—¡Guarde ese cuchillo o disparo! —ordena Anthony; pues no es otro el hombre que Terry tiene frente a él, porque Anthony se había aparecido con su amigo Neal.
—¡Apunta bien, porque si yerras… habrá un gendarme menos! ¡Tira! ¿Por qué no tiras?
—Porque no vengo a detenerte, Terry. Vengo como amigo.

La sorpresa ha hecho vacilar a Terry, pero la aguda punta de su cuchillo, manchado de sangre, se acerca más al pecho de Anthony, que en gesto decisivo hunde en su bolsillo el revólver con que le amenazaba, y le mira a los ojos con mirada intensa, buscándole el alma.

—No soy tu enemigo, Terry, no estoy tratando de detenerte.
—No te acerques, porque…
—Ya no tengo el arma en la mano. Guarda tú la tuya y hablemos.
Están al borde del farallón de rocas. Lejos, entre las casuchas del puerto, se confunden las luces y los gritos de la taberna que ambos acaban de abandonar. Cortada a pico, la costa acantilada cierra el paso a Terry, pero la luna baña totalmente con sus últimos rayos la noble figura de Anthony, y, tras un instante de vacilación, el dueño del Luzbel abate el arma, al tiempo que indaga:

—¿Hablar? ¿No eres policía ni amigo de ese… tramposo?
—No, Terry, ¿Por qué no quieres reconocerme', fuimos amigos, nos amábamos como hermanos, quiero ayudarte?
—¿Para eso corriste detrás de mí?, No me cae la gente de tu clase.
_ No tengas cuidado, porque no te persiguen. No era cierto que la policía llegara. No suele ser tan oportuna. Alguien quiso acabar la riña, y…
—¿No llegó la justicia? ¡Ese perro va a pagármelas!
—Ya te las ha pagado. Perdió la apuesta y el dinero, lo has dejado inútil de una mano, quién sabe por cuánto tiempo, ¿y todavía no te parece bastante?
—Ya veo que no eres policía, sino fraile. Pero guárdate tu sermón.
—¿No te interesa recordar quién soy, Terry?
—Por las trazas, uno que quiere despeñarme, pero…
—Soy Anthony, tu amigo… Anthony Grandchester—le ataja éste, manteniendo su serenidad—. ¿Tampoco mi nombre te dice nada? ¿No recuerdas? Una noche, un arroyo, un muchacho a quien le llevaste los ahorros y el pañuelo, y a quien bajaste soñando con hacer su primer viaje por mar… Sí… sí recuerdas… Vas recordando…

Sí, Terry recuerda. Por un instante le ha mirado de otro modo, como si no le mirase él sino aquel muchacho desgraciado y hosco que quince años antes escapara de Campo Real. Ha dado un paso hacia Anthony, pero de repente parece reaccionar, otra vez cambian su ademán y su gesto, otra vez vuelve a ser el rudo capitán de un balandro pirata.

—No tengo tiempo para esas niñerías. Zarpo al amanecer y no me entretendrás para que me agarren. Otro día que juegue con más suerte, te devolveré tu puñado de reales…
Terry, no acepta la ayuda de Anthony, por segunda vez, y ha huido de Anthony, esquivándole, saltando hacia el lado en que los farallones terminan en una estrecha playa, y desaparece tras aquel salto increíble…

….

Tom se dirige a la casa de Albert, para decirle que Terry está preso.

_ ¿Qué?, Terry preso… exclama.

_ Sí, Pude comprobar, por mí mismo, que sus informes eran exactos. Lo hallé en una inmunda tabernucha del puerto, presencié una de sus riñas, le vi defender sus derechos con la ley del más fuerte y abrirse paso entre enemigos… Lamentable, es cierto; pero le confieso que no pude evitar el admirarle.

_Lo que pasa es que ese muchacho, tiene mal carácter.

_De todas maneras el otro capitán, era un tramposo, quería quítale el barco a Terry, por eso es que el apunto la mano.

_Pero, eso no es la manera de solucionar las cosas.

_Vamos.

…..

Don Albert, por el camino se encuentra con Anthony y Neal.

—Mi querido Anthony… ¿Usted otra vez? Yo le hacía camino de Campo Real —se extraña Albert.

—Efectivamente, debía haber emprendido anoche el camino, pero no lo hice y empleé unas horas en desobedecer su consejo.

—Buscó usted Terry, ¿eh? Estaba seguro de que lo haría. Es muy raro que un Grandchester, atienda los consejos de nadie.

_Antes déjame, presentarme a mi amigo Neal.

_Claro, mucho gusto- se saludaron ambos.

—Y lo encontré. Pude comprobar, por mí mismo, que sus informes eran exactos. Lo hallé en una inmunda tabernucha del puerto, presencié una de sus riñas, le vi defender sus derechos con la ley del más fuerte y abrirse paso entre enemigos… Lamentable, es cierto; pero le confieso que no pude evitar el admirarle.

—¿Usted a él?

—Paradójico, ¿verdad? Es curioso, pero hay en él algo raro, una fuerza extraña que arrastra irresistible simpatía…

—Sí… La vida tiene cosas extrañas y casualidades curiosas —afirma Albert, pensativo—. Yo creo que hay una fuerza misteriosa, ignorada, que nos gobierna sin que nos demos cuenta… Providencia, casualidad, fatalidad… ¿Habló usted con Terry?

—Traté de hablar y no quiso escucharme. Creo que guarda para mí el mismo sentimiento de absoluto desdén que cuando tenía doce años.

—Es probable, aunque debajo de ese desdén aparente haya, sin duda, algo más, mucho más. Pero volvamos a la casualidad. En este momento acabo de enterarme que nuestro turbulento Juan ha sido puesto a la disposición de las autoridades… Detuvieron su barco a punto de zarpar. El hombre a quien hirió en una riña de taberna ha perdido mucha sangre y está grave. Hay muchos testigos de que Terry perdió una apuesta y no quiso pagarla. El deudor herido le acusa de intento de asesinato.

—¡Pero no fueron así las cosas! —asegura Anthony con vehemencia.

—Cuando estos tipos escurridizos, que siempre salen bien librados, caen bajo el peso de la ley, los jueces suelen cobrar todas las viejas cuentas en una sola.

—¡Lo considero injusto! —protesta Anthony, y en seguida, con gesto decidido, exclama—:Albert, usted es amigo de todos: jueces, autoridades, magistrados… Me ofreció su ayuda y voy a usarla inmediatamente. ¡Quiero, necesito ayudar a Terry!

Albert ha mirado a Anthony con cierta sorpresa primero, y luego con indisimulado agrado que destruye el gesto falsamente severo con que hubiera querido contestarle. Parece como si de repente estuviese a punto de estrecharle las manos, de darle las gracias. En seguida recoge velas, con la prudencia de los que han vivido demasiado, para salir del paso con una exclamación trivial:

—Impulsivo, ¿eh? No desmiente usted la casta. Pero mi consejo fue exactamente lo contrario…

—Perdóneme que una vez más desoiga sus consejos. ¿Cuento con usted?

—Naturalmente, muchacho. Hasta donde alcancen mis pobres fuerzas. Pero le advierto que no va a ser fácil ni barato.
—No me importa el dinero que cueste, Albert.
—Pues, en marcha… —finaliza el notario, gratamente impresionado.

En la casa de la familia Andrew…

Candy, se encontraba en su habitación, frente a su tocador, poniéndose su habito de novicia.

Eliza, como siempre entraba a molestar a su hermana.

_Hermanita, ¿Qué haces levantada?

_Regresare al convento.

_ ¿Qué?, estás loca, pero si estás enferma de los nervios…

_Si, pero ya me siento mejor. ¿Mi madre?

_Se fue a la plaza, con Dorothi.

_ ¿A qué hora regresaran?

_No, lo sé.

_Mira, yo voy a ir a preparar una rica torta, de ahí me voy a casa del señor.

_Como digas hermanita.

En ese momento Candy, se retira, mientras Eliza se sienta al tocador riéndose de su hermanita.

_Ay, señor ayúdame a olvidar a Anthony, por favor… ¡Que ridícula!, Ay Terry, Terry, me gustas que me hagas sentir que te mueres por mí…

….

Pero eso no es todo, la madre de Candy, había llegado al convento, para hablar con la madre Gray.

_Buenas tardes madre, ¿Cómo ha estado Candy?

_Débil, pero se encuentra un poco mejor, yo quisiera que usted le diera permiso una semana más.

_Pero es mucho tiempo que ella no está presente en el convento ¿Tan débil esta?

_Si, madre, mi hija, no se alimenta bien y se desmaya frecuentemente, es por eso que pido su permiso.

_Bueno nosotras también podemos cuidarla, pero si usted insiste, aceptare que la tenga en su casa, pero solo una semana, de ahí ella tiene que regresar porque está en su sección de noviciado y no es conveniente que se separe mucho tiempo del convento, recuerda que aquí lo más importante es servir a Dios, acepto que Candy es una gran joven y siempre cumple con las normas de castidad, la obediencia, pero servir a Dios para siempre es sacrificar muchas cosas, hasta sacrificar su propia salud.

_ ¿Tan estrictas son las normas del convento?

_Si, doña Eloy, pero Candy siempre ha sido una joven obediente y rescatada, por su gran bondad le daré permiso para que se quede más tiempo en casa, pero dentro de una semana la quiero ver y no se preocupe si se enferma nuevamente la cuidaremos nosotros con mucho amor, recuerda que también somos madre, pero dile a Candy que lo piense bien antes de tomar definitivamente los hábitos.

_ ¿Por qué? ¿Qué pasa?

_Pasa que creo que ella se metió por una decepción amorosa, que no es su verdadera vocación, ella siempre cumple con las normas, es una novicia encantadora, siempre dispuesta hacer obras de caridad, pero también refleja cierta tristeza en su rostro, dígale a Candy que lo piense bien, porque aquí no se entra por decepción, sino por vocación, recuerda que en todas partes podemos servir a Dios.

_Claro que si madre, lo pensare y le diré a Candy que lo piense bien antes de tomar los hábitos, con permiso y gracias por ser tan generosa.

_Es mi deber como madre, que tenga buen día Doña Emilia, Eloy, con permiso.

….

La condesa Emilia Eloy, se dirige a su casa y a la cocina, donde encuentra a su hija cocinando un pastel.

_Madre hice un rico Budín, con esta receta.

Su madre con carácter fuerte le dice:

_Candy, tu eres la mejor hija que he tenido, la mas obediente y linda, pero tu vocación no es real y eso se dan cuenta todos.

_Madre, ya no empieces con eso, ya hablamos de eso siempre, además me siento mejor y ahorita regreso al convento.

_Pero no lo haces con alegría, mírate tu misma, esa tristeza que habita en tu alma, el convento no te va ayudar a olvidar el amor que sientes por Anthony, eso me dijo la misma madre superiora, que lo pienses bien hija, no es asunto de juego, además te estas enfermándote a cada rato, necesitas reposo, antes de volver, piénsalo.

_ ¿Tú crees que casándome con otro olvidare todo lo que siento tan fácilmente?

_No, pero puedes conocer otros jóvenes que, si se pueden interesar en ti, ¿Quién no elijaría a una joven tan linda, noble como esposa?, si Anthony no supo apreciar esa belleza tuya, ignóralo, olvídalo, aun estás joven y puedes rehacer tu vida, piénsalo hija.

_No madre, yo regresare al convento con tu apoyo o sin tu apoyo, pero regresare.

_Lastimosamente, eres terca Candy, linda, pero terca, la misma madre superiora prefiere que te quedes unos días, hasta que lo pienses bien y te recuperes por completo, con permiso. Dijo Eloy casi llorada porque nunca grito a su hija.

De todas maneras, Candy, necesitaba ser resondrada por su madre, para que se de cuenta que estaba tomando la decisión incorrecta, pero lastimosamente era terca porque su amor por Anthony era tan grande que no podía olvidarlo, sin saber que la vida misma, le espera una sorpresa.

…..

Don Albert y Anthony, estaban haciendo todo lo posible para liberar a Terry.

—Espere aquí un momento, Anthony. Déjeme que sea yo el primero en hablarle. Aguarde un momento…

Anthony Grandchester, se ha detenido, obedeciendo al viejo notario, bajo el macizo arco de piedra que da acceso al pasillo de las celdas. Es un lugar negro, sucio, sombrío, apenas ventilado por las estrechísimas ventanas abiertas a modo de aspilleras en los anchos muros que miran al mar. Entraña de un castillo de otros siglos, que es cuartel, fortaleza y cárcel… Desde la sombra que lo oculta, Anthony mira a Terry, duro, erguido, arrogante, sin prisas por cruzar la puerta que se le franquea, con una leve sonrisa desdeñosa en los labios cuando Albert, se acerca lo bastante para ser reconocido, mientras se aleja el carcelero.

—Puedes salir, Terry —invita Terry—. Has navegado con más suerte que Sebastián Elcano, que le dio la vuelta al mundo en redondo, en un barco de vela, y vivió para contarlo… ¿No entiendes? Estás libre…

—¿Por qué? ¿Por quién? —indaga Terry con visibles muestras de extrañeza.

—Por alguien que no ha reparado en molestias ni en gastos con tal de sacarte del aprieto. No, yo no. Ni tengo dinero ni creo que merezcas salir tan bien librado de una aventura semejante. Por mí, podías haberte podrido en este rincón y haberte quedado sin barco. Y muy cerca has estado de que te pase todo eso. Ya puedes agradecerle a tu buena estrella…

—A mi buena estrella no le agradezco nada, pero a usted si Albert. Usted es el único hombre sobre la tierra a quien yo tengo que agradecerle algo… Y el único que me dirigió una buena palabra cuando yo era un muchacho.

—¿Yo? ¿Yo? —rehúye Albert.

—No me gusta regresar al pasado, pero voy a volver, por un instante, para recordar el último coche de una caravana donde, como una alimaña cazada en red, llevaban a un muchacho salvaje… un muchacho tan duramente tratado por los hombres y por la vida, que casi no era un ser humano. Era casi insensible, los golpes rebotaban en su cuerpo como los insultos en su alma… No tenía más ley que su instinto… Sabía que comer era necesario y, para comer, trabajaba o robaba… Pero en aquel viaje, en aquel lejano y extraordinario viaje, el muchacho tenía miedo. Un miedo que era angustia y espanto por haber sentido la muerte muy cerca por primera vez, un miedo al mundo extraño al que era llevado poco menos que a la fuerza…

—Bueno… bueno… vamos a dejar eso, Terry —pretende atajar el notario, conmovido muy a pesar suyo.

—En una aldea se detuvo el coche —persiste Terry, haciendo caso omiso a la súplica del viejo Albert—. El cochero y los criados fueron hasta un puesto vecino para satisfacer su sed y su hambre. Desde lejos, alguien llamó al notario. Nadie pensó en la fierecilla humana, demasiado orgullosa para pedir, pero el notario bajó del coche, compró un gran cartucho de naranjas y lo puso en las pequeñas manos mugrientas, con una sonrisa. Era la primera vez que alguien le sonreía a ese muchacho, como se sonríe a un niño. Era la primera vez que alguien ponía un regalo en sus manos. Era la primera vez que alguien compraba para él un cartucho de naranjas…

Profundamente conmovido, luchando en vano por no dejar ver su emoción, escucha Albert, las palabras de Terry, tan increíblemente sinceras y tiernas, tan tristemente delatoras del dolor y el abandono de su infancia… Varias veces el notario ha intentado hacerle callar, con el rubor del hombre honrado que recibe un pago enorme por un favor insignificante; pero Juan sigue hablando, la ancha mano apoyada en la endeble espalda del viejecillo, los duros ojos audaces extrañamente dulcificados, y desde la penumbra en que lo escucha, bajo el arco en tinieblas, Anthony Grandchester, recoge cada una de aquellas palabras, como si los pecados de aquel mundo, en que él ha obtenido todos los privilegios, pesaran repentinamente sobre su alma. Y con brusquedad, pero en tono afectuoso, exclama, adelantándose:

—Terry… Terry…

El rostro de Terry se ha transformado, desvanecido la visión infantil, roto el encanto, y otras son su voz y su mirada al indagar:

—¿Qué es esto?

—El señor Grandchester … a él le debes que se haya arreglado todo —aclara el viejo notario—. Es el amigo que se ha molestado en ayudarte.

—Pues lo siento muchísimo —responde Terry con frialdad—. No era preciso que se tomara ese empeño. Mi prisión era injusta, y yo…

—Tu prisión no era injusta, y te hubieras podrido aquí dentro —le ataja Albert.

—¿Quiere usted decirme que el señor Anthony Grandchester, ha sobornado a las autoridades en honor mío? Tengo entendido que también eso es un delito. Si hemos de guiarnos por esas leyes que usted pretende que yo respete, también el señor Anthony Grandchester, debe estar entre rejas. Desde luego, pueden justificarlo legalmente con media docena de palabras rimbombantes. Mi delito era dolo, estafa, incumplimiento de palabra, intento de asesinato. El de él puede llamarse complicidad por ayuda a un criminal, soborno a funcionarios públicos y abuso de autoridad moral. Si rebusca usted un poco en su código, notario Albert, le salen varios años de cárcel…

Sin despegar los labios, Anthony le observa, acaso trata de descender, de llegar hasta el fondo de aquella alma, como Dante en su viaje a los infiernos, y resbala, sin ofenderle, todo el sarcasmo amargo que desborda en las palabras de Terry.

—Entonces, usted entra y yo salgo —proclama Terry, en tono irónico.

—Basta de bromas estúpidas —corta Albert con severidad—. El señor Anthony Grandchester, pagó la indemnización que exigía el hombre a quien heriste, para retirar su acusación, y liberó tu barco de la orden de embargo que sobre él pesaba.

—¡Caramba! Pero todo eso debe haberle costado un dineral. Por lo menos, la sangre de diez esclavos —persiste Terry, en su tono irónico.

—Yo no tengo esclavos, Terry —aclara Anthony, conciliador—, y quisiera que habláramos como amigos, como hermanos, como mi padre me pidió que…

—¿Qué?

_Cuidara de Ti, como un hermano.

El gesto de Terry ha sido tan violento, su mirada ha brillado con tan atroz relámpago de viejo rencor, que la palabra queda trunca en los labios de Anthony. Por un instante parece que fuera a prorrumpir en injurias, pero luego calla, calla, limitándose a sonreír con sonrisa de hiel. Y mordaz, deja escapar el reproche:

—Su señor padre, Richard Grandchester… Sangre de reyes, ¿eh?

—No sé qué tratas de decirme con eso, Terry.

—Absolutamente nada —ríe desagradablemente Terry—. Pero si mi barco está libre gracias a su generosidad, debo salir cuanto antes. Ahora tengo que trabajar más que nunca. Soy deudor de una cantidad importante. Un buen montón de onzas de oro debió cobrar ese canalla tramposo por el adorno que le puse en la mano y por las gotas de su puerca sangre. Un buen puñado de onzas que, naturalmente, le devolveré en cuanto pueda, señor Grandchester. A la mayor brevedad, y unido a nuestra vieja deuda: el famoso pañuelo de reales que sirvió para mi primera campaña…

—Bueno, Terry, lo tuyo es… —interviene el viejo Albert.

—Déjelo hablar Albert —le interrumpe Anthony con serenidad—. Que diga lo que quiera. Después va a tener que escucharme.

—Lo siento, pero no me interesa lo que un señor como usted pueda contarme. No tengo tiempo para escuchar de Francia. Excúsenme… y muy buenas tardes.

Terry se ha alejado con paso rápido por el largo pasillo en cuyo fondo se abre una puerta bajo la luz del día. Un momento se detiene deslumbrado cuando el sol le baña; luego se echa a la frente el gorro de marino y cruza altanero ante los centinelas que guardan la entrada.

—¿No es cómo para volver a pedir que lo encierren? —se sulfura el buen Albert—. ¿No merece esa cárcel de la que se empeñó usted en librarlo? Espero que comprenda ahora la razón de mis consejos. Y si con toda justicia está usted indignado o arrepentido de haberlo ayudado…

—No, Albert. ¿Lo está usted de haber comprado aquel cartucho de naranjas?

—¿Cómo? ¿Oyó usted…?

—Sí, Albert. Y pienso lo mismo que usted seguramente está pensando, a pesar de su indignación exterior: que no puede ser malo, esencialmente malo, el hombre capaz de recordar, como él recuerda, la primera sonrisa y el primer regalo que le fue otorgado… En fin, todo salió a pedir de boca…

Han dejado atrás el sombrío pasillo de la cárcel y, como a Terry, les deslumbra un instante el torrente de sol que baña el ancho patio: A lo lejos, por la callejuela inclinada, alta la frente y firme el paso, se aleja Terry del Diablo…

….

Continuará…

….

No se pierdan el siguiente capítulo de tu novela Corazón Salvaje.

Y bien hasta aquí llegamos hoy, tratare de bajar la novela lo más pronto posible, esta novela es una adaptación de la obra de Caridad Bravo Adams, bueno también incluye mis ideas, disculpa si tuve algún problema en la redacción, ya que no veo bien.

jajaja bueno, ya dejo la euforia para después, que bastante falta nos hará. Ahora responderé sus Reviews en mi sección favorita.

…..

RESPONDIENDO LOS REVIEWS

Australia77 : Hello, thank you for your comment, it is true Eliza (Aimee), will pay for all her behavior and her wickedness, Anthony (Renato) is not so bad only that he is stubborn, he will be the only culprit of his misfortunes... Candy (Monica) and Terry (Juan) will love each other, but that's still a long way off, as she's just afraid of her now.

SARITANIMELOVE : Me Encanto tu comentario, gracias, sé que tú has visto la telenovela y que bueno saber que te encanto como se conocen Candy (Mónica) con el pirata Terry (Juan), si pues Eliza (Aimé) está haciendo muchas maldades, disfrutando su belleza al saber que los dos hombres Terry (Juan) y Anthony (Renato), mueren por ella, pero Eliza (Aimé), pagara todo el daño que hace, también quiero informarte que me estoy basando a la Telenovela, pero también al libreto original.

Dulce Graham: Si amiga linda Candy (Mónica) y Terry (Juan), se conocen antes de comenzar su relación, al principio Candy le tiene miedo, piensa que es un pirata del mal vivir, pero cuando lo conoce se da cuenta que detrás de esa fachada de hombre salvaje y peligroso, se esconde un hombre bondadoso y tierno, con un corazón salvaje pero noble.

Blanca G: Si pues amiga, Anthony (Renato), piensa que Eliza (Aimé) es Candy (Mónica). Pero gracias a esa confusión es donde Candy (Mónica), más adelante, es empujada a conocer más con Terry (Juan), ya los demás poco a poco se irá descubriendo. Gracias por tu lindo comentario…

Grace: Por supuesto que si amiga, siempre pensé que Terry (Juan), le impresiono desde el primer momento Candy (Mónica), solo que estaba encaprichado con la pasión que le ofrecía Eliza (Aimé), pero lo que siente por esa monjita traviesa es un amor verdadero que más adelante lo conoceremos, te recomiendo que busques en YouTube película Corazón Salvaje 1968 con Angelica María y Julio Alemán, está más apegada al libro, es linda esa versión, la telenovela de ese tiempo no sale, pero si sale la película es linda, te recomiendo que la veas, porque es un resumen del libro, Gracias por tu lindo comentario.

Rgranchester: Si pues, cuatro semanas sin actualizar, espero que pueda actualizar lo más pronto posible el siguiente capítulo, me encanta saber que te gusta la historia.

Mia8111: Gracias por tu hermoso comentario, si pues la madre de Candy (Mónica) tiene razón hay más hombres en el mundo, pero lastimosamente las chicas de esos tiempos eran criadas de otra forma y así se desarrollaban las mujeres en ese tiempo, no tenían derecho a nada, eran bastante ingenua, además todos alguna vez hemos sufrido por un amor no correspondido, Gracias por tu comentario me encanto.

Mariana Troncoso PrzysliwskI: Gracias por tu comentario, te mando un abrazo fuerte amiga.

Juniper2019: Si amiga Eliza (Aimé), es una víbora, antipática, odiosa, egoísta, hubo momentos que la odie y más en el libro, porque ella será la culpable de toda la desgracia que pasara después, por culpa de ella la inocente Candy (Mónica) tiene que pagar las consecuencias, lo único bueno es que gracias a toda esa desgracia Candy (Mónica), más adelante le permitirá conocer como es realmente la vida de Terry (Juan) y lo amara mucho, tranquila Eliza (Aimé), pagara todas sus maldades, pero para eso falta mucho…

Elvia Soan : Gracias por tu comentario, me da gusto saber que te encanto la historia.

Team-TC : Gracias por tu comentario, tomare en cuenta tus palabras y espero que me sigas acompañándome en esa aventura.

Me da gusto saber que tengo muchos comentarios en esta historia de piratas… No se desesperen pronto los rebeldes se unirán y se amaran mucho… estoy muy agradecida por sus comentarios en esta historia que me dan mas ganas de escribir mas Terrific, me llenare de puro fic de Candy y Terry son mi pareja favorita, me encanta esa pareja, no me agrada nada Albert gracias por comprender esa pequeña limitación, a pesar de eso he escrito otros fic largos de Candy y Terry pero todo lo publicare poco a poco y espero que me sigan en mis historias. Gracias...