Lo decidí chicas me voy a quedar hasta terminar. En cuanto a la usurpadora, que a muchas les gustan, voy a pensarlo, ya quite una adaptación,yo se que ellos no son dueños de las telenovelas, ni de televisa, pero mi querida amiga CCarolaragon que a pesar de ser una Alberfan de corazon me apoyas , pero no quiero problemas con nadie.
Solo termino mis historias y aumento tres Terrific mas, nada mas, no me dare por vencida, escribire un Alberfic solo para demostrar a esas chicas que tengo talento, se me esta ocurriendo una bonita para Albert.
Solo termino estas, para que ustedes que me quieren puedan estar alegres. Nada mas.
…
Corazon salvaje segunda parte del libro Titulada Candy (Mónica)…
Disclaimer: Los personajes de Candy no me pertenece sino a Kioko Mishuki y Yumiko Igarashi y la historia Corazón Salvaje le pertenece a
la escritora mexicana Caridad Bravo Adams. Este fic es hecho con fines recreativos no pretendo buscar ningún tipo de remuneración o reconocimiento, simplemente lo comparto con ustedes porque realmente me gusta la historia y los personajes de Candy.
¡Holaaaa meus amores! Reportándome de nuevo, no tengo mucho tiempo, desde que empezaron mis clases, No me maten por favor.
La historia tendrá tres partes como la trilogía original, "Eliza (Aimé) y Terry (Juan)", " Candy" (Viene siendo el libro de Mónica), Candy
(Mónica) y Terry (Juan) y la última el desenlace y final (Viene siendo el libro de Juan del Diablo versión Terry Pirata)
Realmente espero que sea de su agrado. Ya sin más que añadir, los dejo con la lectura. Disfruten la segunda parte del libro.
Segunda Parte
Candy (Mónica) y Terry (Juan
Capítulo siete.
….
Eliza, se ha dejado caer rendida en el pequeño diván de raso colocado a los pies de la cama. En vano ha sacudido la cerrada puerta, en vano ha tratado de escuchar, acercando a sus rendijas el oído... Sólo ha percibido los pasos que se alejan, las voces apagadas de aquella conversación entre la madre. y el hijo, y ahora le asalta el recuerdo de aquellas horas que han sido como la amenaza de un puñal sobre su pecho.. Como el vórtice de un torbellino, vuelve a sentirse arrastrada por Anthony hasta aquella escena de pesadilla en la que saltan como visiones de horror los rostros conocidos: Candy, Anthony, Terry... Terry, sobre todo... Aquel Terry amado y aborrecido, temido y deseado, a cuya evocación la sangre de sus venas parece hervir...
_ ¡no es posible... No es posible...! Todos han enloquecido... ¡Todos! ¡El dijo que sí... Ella
_Señora Eliza.
¡Dorothi! -se sorprende Eliza-. ¡Cómo has entrado? ¿Por dónde?
-No entré, señora, estaba aquí... esperándola como me ordenó... Cuando sentí que venía con usted el señor Anthony, me escondí. Como usted me dijo que no hablara con nadie sino lo que me mandara decirle... ¿Ya no se acuerda, señora?
_No tengo nada que decirte, vete de aquí.
_Y por donde señora. El señor cerró la puerta con llave.
_ ¿Quiere decirme para que me encierra como una fiera?
-El señor anda desconfiado, señora Eliza, bien desconfiado. No hay más que ver cómo la mira. Si yo fuera usted, andaría con mucho cuidado, porque al señor Anthony le han debido decir...
-Algo más que decir. Dorothi, La carta que mandé contigo, esa maldita carta que te arrebataron, esa carta que seguramente te robó George, está en sus manos. Ha debido entregársela él, para comprar su perdón con ese servido... Y tenías que ser tú la que dejaras caer mi carta...
_ ¡Tú, maldita estúpida! ¡Negra imbécil!
-¿Y usted para qué lo hizo? Si soy una negra imbécil, ¿para qué se fía de mí? Porque a veces soy tan estúpida como tú misma... y porque estoy desesperada, acorralada y perseguida por la mala intención de todos. Dorothi, ¡tienes que volver a servirme!
_ Yo..., ¡Ay, no, mi ama! Si el George, dio la carta para que lo perdonara, si el amo Renato sabe... ¡Ay, mi ama! Yo no quiero meterme en más líos. El Bautista tiene la mano muy larga, y si él vuelve a mandar aquí...
-¡Yo seré la que te abofetee si no me sirves! -asegura Eliza, impaciente por los reparos de la sirvienta. Y cambiando de tono, ofrece-: Te daré cuanto me pidas, pero ahora mismo sales de aquí...
_¿Por dónde?
Por la ventana del cuarto tocador. Caerás en el patio chiquito, donde no hay nadie nunca, y allí te esperas, miras bien y buscas a Terry, que no puede estar lejos
_Y si me ve el amo Anthony
Por la ventana del cuarto tocador. Caerás en el patio chiquito, donde no hay nadie nunca, y allí te esperas, miras bien y buscas a Terry, que no puede estar lejos
Por la ventana del cuarto tocador. Caerás en el patio chiquito, donde no hay nadie nunca, y allí te esperas, miras bien y buscas a Juan, que no puede estar lejos
-Si te ve, no importa... Él no sabe que estabas aquí... A mí es a quien no puede verme. Buscas a Terry y le dices que se acerque justamente por la ventana chiquita por donde tú vas a salir. Dile que le estoy esperando, que venga en seguida y que no me lleve a la desesperación, que no me haga enloquecer porque va a pagarla muy caro. ¡Acaso con la vida! Busca a Terry y díselo... ¡Díselo!
Con oblicua mirada despectiva, Terry ha recorrido del techo al piso los cuatro ángulos del destartalado galpón donde Candy y él se encuentran en este instante. Es un cuarto anexo a las caballerizas, donde se amontonan los sacos de forraje, las pacas de heno, los viejos arneses, los cajones y los barriles vacíos, sobre uno de los cuales, que funge de mesa, está la botella de aguardiente y algunos vasos de burdo vidrio, en uno de los cuales Terry, vuelve a servir el ardiente licor para beberlo de un solo trago.
_No beba mas Terry se lo suplico
-Sigue con su manía de suplicar en vano. ¿Aun no se ha convencido de que no atiendo ruegos ni súplicas? ¿De que es inútil...?
Ha callado mirándola despacio, como si la mirase por primera vez, acaso sorprendido de su demacración, del esfuerzo con que respira, de las profundas ojeras violáceas que hacen más hondos y dramáticos sus claros ojos de mirada sombría, y acaso también sorprendido de su belleza en flor, pálida y ardiente como una lámpara votiva, de aquellas manos blancas, finas como de lirios, cruzadas sobre el pecho como para rezar o para morir..
_Terry .. Usted va a irse, ¿verdad? -pregunta Mónica con dolorosa voz suplicante-. Vino aquí esperando la ocasión de recuperar uno de los caballos que tenía, de conseguir otro, de irse... ¿verdad?
-¿Y por qué voy a irme? -replica Juan con una serenidad casi insolente. Hay ironía en sus palabras cuando prosigue-: ¿No oyó usted a Anthony? ¿No le oyó decir que no saldría vivo si intentaba marcharme de Campo Real antes de haber lavado la afrenta que le hice, tomándola por esposa? Anthony quiere que repare mi falta, que lave el honor de los Molnar manchado por mí, que le devuelva la honra que le debo... Qué gracioso, ¿verdad? El joven Grandchester, exige que me porte como un caballero, dándole mi apellido... ¡Mi apellido.. .! ¡Qué gracioso es esto Santa Candy ! Supongo que será usted la que tenga que dármelo a mí... Entonces me llamaré Terry, Andrew... Terry de Andrew! Y heredaré con usted cuatro pergaminos amarillos y media casa en ruinas... -Ríe, y su risa encierra en sí una amarga mordacidad, al proseguir-: Anthony lo manda, y hay que obedecerlo. El es como ese Dios que está allá arriba, que pone en medio de la vida a un muchacho desnudo y hambriento, sin nombre ni familia, y le dice: "No mientas... no robes... no mates". Aun cuando para no matar, tenga que morir... Pues bien, complaceremos a Anthony... ¿A qué viene asustarse ahora, cuando antes dijo sí Terry, ¿es que no comprende? -protesta Candy con voz ahogada de dolor
-¡Naturalmente que he comprendido! Lo único importante es que Anthony Grandchester, no sufra, que no sepa nada, que no sospeche nada que pueda humillarlo ni herirlo.
_ Está sobre las nubes... ¿No lo dije? -Y en un estallido de repentino furor, protesta-: ¡Pues no está sobre las nubes! Es una pella de fango podrido, es un hombre como todos los demás... Peor... "Más desdichado," más ridículo, porque llevó al altar a una ramera... ¡Oh! Por supuesto, eso no hay que decirlo. La historia ya no es ésa, es muy distinta ahora. Ella fue al altar casta y pura, y usted, usted, Santa Candy, era la que corría por la playa al encuentro del Luzbel... Usted era la que me aguardaba desnuda y ardiente sobre la fría arena para echarme al cuello el nudo de sus brazos, para ahogarme con el vaho de sus besos, para embriagarme con su aliento y con sus caricias... Usted era la que pasaba la tormenta en mis brazos, la que saltaba sobre las rocas negras para despedirme, mientras yo me alejaba con el perfume de sus cabellos en mis manos y con la sed de volver prendida a la garganta como una espina... Usted era la amante de Terry del Diablo.
_ Santa Candy.. -Vuelve a reír con cáustica fiereza, y termina con ruda violencia-: Y ahora no cabe volver atrás... El preguntó, y usted dijo que si... ¡Que sí Sólo ciego de desesperación podría un hombre hablar de modo tan bárbaro a la pálida mujer que tiene delante y que ahora retrocede respirando con esfuerzo, como si le faltara el aire... Toda ella es como una brizna de paja que girase atrapada por la furia del vendaval; pero alza la cabeza, clava en él la mirada, se sostiene enfrentándole, como si se apoyara en la cruz que eligió por martirio, extiende los brazos cual pudiera extenderlos sobre el madero para ser crucificada, y confiesa sumisa y contristada
-Dije que si... es verdad. ¿Qué otro camino me quedaba? ¿Qué otra cosa podía responder a las palabras de Anthony?
_ Dije que sí, pero usted...
-Yo también dije sí, claro está. Quería ver hasta dónde llegaban todos: usted, con su locura; Anthony, con su imbecilidad...Y esa perra maldita, esa hipócrita, maestra de todas las falsedades, esa cínica que merece ser pisoteada, también quise ver hasta dónde podía llegar. Y llegó a todo... hasta a mentir de aquella manera, mirándola a la cara... Por supuesto, hizo bien. Ya estaría segura, ya sabría hasta dónde era usted capaz de soportar... -Vacila un instante y, con súbita sospecha, pregunta-: ¿O acaso fue convenido entre ambas?
-¿Qué dice, Terry? ¿Está loco? ¿Cómo podía yo...?
-¡Salió demasiado bien la escena! ¡Todo estaba como ensayado! Hasta la oportuna llegada de la ilustre señora Grandchester.. ¡Con qué horror y con qué asco me miró a la cara
_Terry por piedad
_ ¡Piedad! ¿Conocen ustedes, los felices, los bien nacidos, los de sangre azul, el significado de esa palabra?
_ ¡Piedad...! Pues aplíquela usted si lo sabe. Yo no tendré piedad de nadie, porque de mí nadie la tuvo jamás
_ Anthony, tuvo más que piedad... Tuvo amistad, afecto, simpatía, deseos de ayudarle contra todo, contra todos...
_ Si le oyera usted defenderle, apoyarle, justificarle, recordar los días en que le conoció en la infancia, afirmar su determinación de tratarle como a un hermano...
_Como un hermano
Terry se ha mordido los labios, mirando hacia otro lado. Por encima de su cólera y de su rencor, no puede negar aquella verdad que las palabras de Candy le recuerdan.
Piensa en Anthony niño poniendo en sus manos sus ahorros infantiles, dispuesto a seguirle. Piensa en Anthony, buscándole en la mugre de una taberna, en el fondo de una cárcel... en sus ojos limpios, en su mano leal, y piensa también en las últimas palabras de Bertolini, en aquella verdad creída a medias, en la mirada inquisitiva de
Richard Grandchester, en su mano estrujándolo, zarandeándolo como si pretendiera penetrar en su corazón y en su sangre, asomarse a su alma, saber hasta qué punto podía ser su hijo aquel muchacho despreciado, condenado a carne de horca por el insano deseo de venganza de aquel Bertolini, a quien algunas veces llamó padre... Como una espuma amarga, como una bocanada de asco le ha subido a los labios el pasado, y lo aparta como si espantase a una alimaña de un brusco manotazo:
_Oh basta, que espera que pretende de mi.
-Váyase, Terry. Piense que se lo pido de rodillas, desesperada... ¿Por qué llevar las cosas hasta el fin? ¿Por qué empeñarse en que corra la sangre? Yo sé que en su alma hay una fibra capaz de compasión. Tiene que haberla; la he visto, la he palpado... Usted no es una fiera; usted es un hombre, Terry, y como a hombre, esta pobre mujer le ruega, le suplica, e implora... ¡Váyase, Terry!¡Dígame que si!
_No puedo responder todavía
_ No me responda, pero váyase... Váyase mientras dura la noche. -. Levante al amanecer las anclas, y que cuando salga el sol, esté lejos. No lo diga, no lo diga si le duele a su orgullo decirlo, pero hágalo, Terry... ¡Hágalo! .. Ha caído de rodillas, ha extendido las manos; luego se inclina para cubrir con ellas el rostro, y queda sin sollozos, dejando resbalar las lágrimas entre sus dedos. Terry la mira un instante y sale de la estancia moviendo la cabeza como espantando una idea fija. Va confundido, trastornado, sintiendo que una oleada extraña de compasión le embarga, como si minuto a minuto perdiera terreno en aquella batalla en la que las lágrimas de la envicia luchan contra su orgullo, contra sus celos, contra su rencor y su amor...
Ha dado unos pasos sobre la tierra húmeda... Ahora no llueve ya, y es pálido y lejano el resplandor de los relámpagos que intermitentemente encienden el cielo.
Sus ojos giran como abarcando aquel paisaje, y al divisar al muchachuelo negro que por allí haraganea, lo llama:
_Kuki Kuki
_ Aquí estoy, mi amo. Todo se halla listo. Entre aquellos árboles, que están detrás de la iglesia, escondí los caballos en cuanto vi que empezaba el julepe... ¿Nos vamos, mi amo?
_ Sí, Kuki, nos vamos. Ahora mismo nos... -se interrumpe al oír un extraño y lejano silbido, 'y perplejo indaga-: ¿Eh?
_ ¿Qué es eso?
_No se mi amo, alguno está silbando.
Señor Terry... señor Terry... -llama Dorothi con vehemencia, pero sin gritar, llegando donde se encuentra éste-. Soy yo, señor Terry... pero no grite... No grite, que andan cerca los guardias...
_¿Que guardias?
Los guardias que mandó el señor Anthony para vigilar y no dejar entrar ni salir a nadie... yo creo que es para que usted no se escape,..
_¿Que dices? ¿Escaparme yo?
-Eso dijo el amo. Yo oí cuando se lo dijo al señor notario...
_ Que no quería que usted se escapara, porque mañana tenía que casarse... ¡Ay, Dios! Así debían hacer todos los hermanos: no dejar que se escapen los novios. No habría tanta pobrecita mujer como dejan plantada...
_Vigilame Vigilame quien te mando a ti que me lo dijera.
_Que se lo dijera a usted nadie, pero yo los vi y pensé.
Es mejor que lo sepa... y que se ande con cuidado hasta llegar a la ventana...
_ ¿Qué ventana?
- ¿No le dije? ¡Ay, Dios, ¡que no le dije! Tengo la cabeza que me da vueltas para todas partes, con tantos sustos y con el golpe en la piedra que me hizo dar ese maldito de
George, que así le coman las hormigas los pies y las manos,..
_ ¿Acabaras de una buena vez? , Ya voy, señor Terry. Aquí todo el mundo está siempre apurado... La señora Eliza, me mandó que lo buscara por todas partes, y me dijo... Deje ver si me acuerdo... ¡Áh, sí!
_ Me dijo que estaba desesperada, llorando a mares, y enferma de tanto llorar...
_¿Te lo dije que me dijeras eso?
-Sí, señor. Eso y muchas cosas más, que se me han olvidado. .. Pero de veras que está muy asustada, y tiene razón, porque hay que ver cómo la mira el señor Renato.
_ Yo lo vi cuando me escondí detrás de la puerta... La mira como si le fuera a arrancar la cabeza, y ella tiene mucho miedo y quiere que usted vaya...
_¿Que vaya a dónde?
-A verla... por la ventana chiquita... Por ahí me hizo salir casi de cabeza para buscarlo, porque el amo Anthony, la tiene encerrada y dijo muchas cosas muy feas... Y para mí que si ustedes no se casan, él mata a alguien, porque está como el amo don Richard, que en paz descanse, mandando de verdad. Y la señora Eliza le espera a usted en la ventana... y me dijo que fuera... Que fuera a hablarle usted esta noche, porque si no iba, se mataba...
-¿Matarse ella? -sonríe Juan despectivo-. Como si fuera posible para ella ir contra sí misma por nada ni por nadie. ¡Matarse ella...
Un instante, cruzados los brazos, Terry, ha contemplado el rostro oscuro de expresión estúpida. Luego, bruscamente, le vuelve la espalda y ordena a Kuki.
Un instante, cruzados los brazos, Terry, ha contemplado el rostro oscuro de expresión estúpida. Luego, bruscamente, le vuelve la espalda y ordena a Kuk:
_Vámonos
_Si amo vámonos, traigo caballos.
_¿Va a ir a caballos? – pregunta Dorothi, hasta donde
_Hasta el infierno puedes decirlo a tu ama.
-Si es fuera de la finca, le digo que no pasa de la guardarraya. Son como den, todos con escopetas. El amo Anthony, mandó abrir el cuarto grande donde estaban las escopetas, y le dieron una a cada guardia. Yo los vi de dos en dos dando vueltas por allá, y los han visto todos en la casa...
-¿Todos? ¡Entonces era una trampa! -exclama Terry-.
_ Cuando Candy de Andrew me rogó que me marchara, que saliera esta noche de Campo Real, seguramente no ignoraba que había hombres preparados para detenerme... tal vez, para matarme... Claro, después de todo, ¿qué valía mi vida, qué vale mi vida desdichada, comparándola con la tranquilidad de Anthony? El, sólo él importa. Y yo llegué a creer en sus lágrimas, a escuchar sus súplicas...!
_Que importa corre y dile a tu ama, a tu maldita ama que voy por allá. Corriendo y volando! -afirma alejándose, al tiempo que murmura-: ¡Lo que se va a alegrar! Esta vez sí que me gané la sortija, el collar, y toda la plata que me ofreció el ama.
-¡Corriendo y volando! -afirma Ana alejándose, al tiempo que murmura-: ¡Lo que se va a alegrar! Esta vez sí que me gané la sortija, el collar, y toda la plata que me ofreció el ama.
-Terry... ¿Eres tú...? ¿Eres tú por fin...? Como si no diera crédito a sus ojos, Eliza, extiende las manos desde aquella ventana, estrecha y alta, mientras frente a ella, en el pequeño patio embaldosado, Terry, se detiene cruzando los brazos. Una cólera fría, más terrible que todos sus arrebatos, un rencor helado y sordo parece llenar hasta la última partícula de su cuerpo y asomarse a sus ojos como nunca altaneros, como nunca fieros y penetrantes... sus ojos italianos en los que Eliza de Andrew, no lee más que una palabra: venganza. Y claramente asustada, ruega:
-Terry... no me mires de esa manera... Comprendo lo que sientes, lo que te pasa. Yo también estoy desesperada...
- Óyeme, entiéndeme... Tuve que decir eso, tuve que mentir tratando de engañar a Anthony, porque iba a matarme en aquel instante... me había echado las manos al cuello... Le habían entregado la carta, la maldita carta que Dorothi, que se dejó robar...
_Ah… Ah…
-Fue a buscarme como un loco y me hubiera matado,
_ Terry, me hubiera matado en aquel instante. Lo veía en sus ojos, sentí sus manos apretándome la garganta y grité lo primero que me pasó por la imaginación... grité para salvarme, sin saber ni lo que gritaba...
-Sabiéndolo muy bien, estando muy seguro del resultado de tus palabras, habiendo preparado antes la farsa, los trucos, los recursos... Habiendo mandado a tu hermana para que ella me entretuviera y él nos hallara juntos...¡Que fácil es, que grandiosas, que maravillosas son tus casualidades...!
_Terry de mi alma yo te juro.
-¡Calla, basta, no jures más! -se exalta Juan en un arrebato de ira-. Deja la farsa y acaba de una vez con lo que tienes que decirme. Me mandaste llamar diciendo que si no acudía me iba la vida. ¿Por qué?
_ Te mandé llamar desesperada. Dije lo primero que me pasó por la mente para obligarte a que te acercaras... Necesitaba verte, oírte, hablarte, estar segura de que no te alejas odiándome...
_Alejarme tu también quieres que me vaya.
_ ¿Y qué otra cosa puedes hacer frente a las circunstancias? Irte... aprovechar las horas de noche que aún quedan, tomar un caballo, llegar hasta tu barco y... -Eliza, se interrumpe ante la carcajada que con amarga ferocidad suelta Terry. y con una mezcla de asombro y miedo, inquiere-:
_Terry, ¿qué tienes? ¡Vas a volverte loco!
-No... no temas. Eso quisieras tú, ¿verdad? Eso quisieran tú y la otra: que me volviera loco, o que fuera tan cándido como para escuchar tus consejos y ablandarme frente a sus lágrimas. Pero no lo haré... no lo haré. Fui lo bastante estúpido para quererte, lo bastante imbécil para pensar que tú también me amabas, lo bastante asno para creer hasta en la buena fe de tu hermana... Pero ya sé lo que quieren las dos, ya sé lo que entre todos me han preparado. ¿Fuiste tú la que le aconsejaste a Anthony, regar escopetas entre los guardias? ¿O la idea fue de Santa Candy?
_ ¿Qué dices? -se desconcierta Eliza-. No entiendo nada.
_ Te juro...
_ Tal vez lo combinaron entre las dos. Saben mucho, son tal para cual... astutas como sierpes... Solamente olvidaste un detalle: que enviabas tu recado con una imbécil, con. una pobre tonta incapaz de secundar tus planes, con una estúpida que tuvo la candidez de prevenirme de cuántos eran y qué armas tenían...
_Terry, Terry te juro que yo no sé nada.
-Yo te juro que voy a vengarme haciendo las cosas como ustedes las hacen, clavando poco a poco el puñal... Tú y ella... y ella más que tú, porque a ti ya te odio tanto y te desprecio tanto... pero ella... ella...
-Terry te juro que yo no sé nada, nada.
- ¡Entiendes demasiado! Te ha fallado el último truco, les ha fallado a ambas el plan para deshacerse de mí, haciéndome prender o matar... mejor matar, ¿verdad? ¡Los muertos no hablan! Pero no me moveré de esta casa. No tengo nada que hacer fuera de sus jardines... Al contrario, iré al despacho para decir a Anthony, cuánto le agradezco que vaya a apadrinarme y qué contento estoy con la boda que me prepara. Tú eres la madrina, ¿verdad? ¡Con cuánta alegría vas a llevarla hasta el altar... cómo vas a desearle felicidades a tu hermana, y qué dulce viaje de bodas le aguarda...
_No tu no vas a casarte con Candy. Yo sí voy a casarme. Lo manda Anthony, que es el rey de Campo Real. Me casaré mañana, y desde ahora voy a empezar a prepararme, voy a pedirle a mi futuro cuñado el regalo que me hace falta: ¡un barril de aguardiente para el viaje!
Sin escuchar los grifos de Eliza, que le llama con desesperación, sin volver siquiera la cabeza para escuchar aquella voz que implora desde la pequeña ventana, Terry se ha alejado cruzando el patio, con una sola idea, con una sola obsesión: vengarse... Vengarse usando las mismas armas que cree usadas contra él: la astucia y el engaño...
Vengarse hiriendo poco a poco, destrozar golpe a golpe otras vidas, como una a una han sido destrozadas sus ilusiones. Y por la diabólica alquimia de aquella intriga en que se agita, su odio más ardiente no es para la mujer que le ha engañado, no es ni siquiera para ese Anthony en cuyas venas sabe sangre de hermano. Es para Candy Andrew, para la frágil mujercilla que, un instante arrastrándose a sus pies, logró convencerle hasta las entrañas; para la que estuvo a punto de ganar la batalla apelando a su compasión y a su piedad. Ahora, repentinamente, sólo piensa en ella, ¡y con qué furor, con qué ansia sueña tenerla a su antojo y albedrio sobre la cubierta del Luzbel, como un botín más en su carrera de pirata, como una propiedad de conquista en aquella lucha desesperada que es, y siempre fue, su vida, en guerra contra todo el mundo en que naciera, contra la sociedad que le rechazara, contra el techo y el pan que se le ofreciera en su infancia, contra todos, en fin... contra todo y contra todos...!
Eliza, ha saltado por la estrecha ventana, golpeándose al caer; pero dominando el dolor se levanta tambaleante, y arrastrando la pierna dolorida, da unos pasos sin saber qué rumbo tomar para seguirlo... Y es un grito bronco de ansiedad y desesperación el que sale de su garganta:
_Terry, Terry.
-¡Terry! ¡ Terry! ¡Búscalo, corre tras él, Candy! ¡Detenlo, llámalo! ¡Va como un loco!
-Su única venganza es cumplir la palabra que me ha dado a mí: irse para siempre. Y esta vez serán inútiles tus gritos y tus lágrimas. ¡Se irá para siempre! Con lágrimas y súplicas le arranqué la promesa, y va a cumplirla...
-¡No seas estúpida! Te estoy diciendo que no se va. ¿No me entiendes? ¡No se va! ¡No se va! Se queda para vengarse.
Dice que va a casarse contigo para castigarme, para volverme loca con lo que sabe que puede lastimarme más, sabiendo que lo que más puede herirme en el mundo es pensar que tú... ¡que tú y él...
Fieramente, Candy Andrew, ha enfrentado a su hermana. Sus blancas manos se crispan en los hombros de Eliza,. Sujetándola, zarandeándola, obligándola a mirarla cara a cara, los ojos en los suyos relampagueantes, ordena indignada:
-¡Calla! ¡Calla! ¡No digas una palabra más, porque no respondo de mí! ¿Por quién me has tomado? ¿Piensas que soy de tu misma carroña, mujerzuela despreciable? ¿Qué es lo que has llegado a pensar? ¡Cállate ya!
-¡Tú eres la que has de callarte! ¡No sabes lo que pasa o, no lo quieres saber! ¡Ó acaso sí lo sabes y estás muy conforme con llevártelo!
-¿Llevarme a quién? ¿Qué es lo que dices? No haces sino ir rastreando detrás de mis pasos, empeñándote en disputarme a los que me quieren a mí, a mi, a mí sola... ¡Primero a Anthony, luego a Terry...!
_ No haces sino ir rastreando detrás de mis pasos, empeñándote en disputarme a los que me quieren a mí, a mi, a mí sola... ¡Primero a Anthony, luego a Terry..!
-¡Cállate! -exclama fuera de sí Candy, al tiempo qué asesta una, sonora bofetada en el rostro de Eliza.
-¡ Candy ! ¡Eliza! ¿Qué es esto? -se sorprende Anthony, que ha llegado silenciosamente hasta el grupo que forman las exaltadas hermanas.
_ Anthony, yo he visto .- se angustia Candy He visto que abofeteabas a tu hermana, y comprenderás que es necesario...
-Candy no me perdona el que haya tenido que descubrirla -interrumpe Eliza, dominando la situación-. Está furiosa porque tú lo sabes, porque la obligas a casarse... Y en eso no le falta razón, Anthony. En eso creo que te excedes... Si ella no quiere una reparación, ¿por qué has de imponérsela?
Candy, ha apretado los labios, ha bajado los párpados, ha retrocedido hasta encontrar el apoyo de una columna para no desplomarse, y otra vez, tras el momento de imponente cólera en la que ha sentido hervir su sangre, siente que es hielo lo que le corre por las venas, que son como de plomo su cuerpo y su alma... Y escucha, como a través de muchos velos, indiferente ya a fuerza de sufrir, las palabras de su hermana
-Está como loca y por eso le perdono hasta que me maltrate. AI fin y al cabo, este es un asunto que no te concierne directamente, Anthony. Lo mejor será que dejes en paz a Terry del Diablo, que envíes a mamá y a Candy a Saint-Pierre, y que tengas piedad de mí, que ya no puedo más... ¡que ya no puedo más! Se ha arrojado llorando en brazos de Anthony, pero él la detiene con un gesto frío. Ahora sólo mira a Candy: su cuerpo desmadejado apoyado en la columna, sus labios apretados, sus cerrados párpados, su cabeza echada hacia atrás en la más amarga actitud de suprema desesperación...Y con gesto sereno y tono mesurado, expone:
-Si realmente Terry, te debe una reparación, Candy, no es posible que no quieras aceptarla. Si realmente tuviste la debilidad de caer en sus brazos, no es posible que una mujer como tú se niegue a casarse... Mal o bien, tuviste que quererlo para hacer lo que hiciste, y si lo que te asusta es su modesta posición, acaso deba adelantarte que después de la boda las cosas cambiarán. Perdóname si insisto, pero tengo la absoluta necesidad de saber que quieres a Terry, que quisiste a Terry, que fuiste suya, tú, tú... Y habiendo sido suya, no puedes rechazar lo que te ofrezco, que es lo único digno, lo único decente: ser su esposa...
_Pero si ella no quiere. Sí quiero, Anthony. Me casaré, me iré con él a donde quiera llevarme. ¡Dije que sí, y es mi última palabra!
Eliza ha escuchado temblando las palabras de Candy, y se diría que, sin apenas cambiar, algo se despeja en el endurecido rostro de Anthony. Un instante aparta éste la vista de la pálida mujer recostada en la columna, para clavarla en el rostro de su esposa. También Eliza de Andrew, está intensamente pálida; como los de Mónica, también tiemblan sus labios; pero hay un relámpago siniestro en sus brillantes ojos de azabache, y la luz que un momento iluminara el rostro de Anthony parece apagarse cuando de sus labios destila sutil y dolorosamente la ironía
-¿Ves? No era necesario llegar a los extremos de antes para convencerla de lo que es justo y natural. Cualquiera puede tener un instante de debilidad, pero las gentes bien nacidas, saben siempre que hay necesidad de reparar, y Candy no desmiente la casta... Y ahora, para ti, Eliza, una pequeña pregunta de orden personal: ¿Por dónde saliste del cuarto
-¿Yo? Pues... Bueno... por esa ventana... Tu ridiculez de encerrarme me obligó a cualquier cosa, y aprovecho la oportunidad para decirte que no estoy dispuesta a tolerar la forma en que me tratas...
-Me temo que tendrás que tolerar muchas cosas más, querida -anuncia Anthony, con suavidad, pero con un oculto acento ominoso-. Volvamos al cuarto... Deja a Candy en paz... Ella me parece que comprende las cosas mejor que tú, y acepta plenamente las consecuencias de sus actos.
¿Verdad, Candy?
La pálida frente de Candy, se ha alzado, sus claros ojos, limpios, puros, altivos, se clavan un instante en los de Anthony haciéndole estremecerse con una involuntaria sensación de respeto, cuando ésta asiente dignísima:
La pálida frente de Candy, se ha alzado, sus claros ojos, limpios, puros, altivos, se clavan un instante en los de Anthony, haciéndole estremecerse con una involuntaria sensación de respeto, cuando ésta asiente dignísima:
-En efecto, Anthony. Acepto y afronto plenamente las consecuencias de mis
El próximo capitulo es el matrimonio.
Adaptación de Corazon Salvaje sus respectivos autores es Caridad Bravo Adams.
Ya lo decidí chicas, termino al menos con esta hermosa historia.
Contesto sus comentarios en mi sección favorita.
Mia8111: Gracias mi hermosa hermana.
CCarolaragon: Muy Bellas tus palabras te admiro. Escribiré un Alberfic para demostrar mi capacidad.
Lila Venezuela: Gracias amiga linda, muy lindas palabras, no te preocupes si me retiraría va ver muchos Terrific mas ya que mi prima entra el otro año a fanfiction, espero que sigan a ella.
Dulce Graham: Lamentablemente Anthony no creyó en toda la mentira el próximo capitulo es el rencuentro de los rebeldes.
Guest Gracias lindas palabras seguiré esta historia.
1: Gracias linda, seguiré esta historia, el próximo capitulo es el matrimonio.
AnneNov: Gracias maravillosa, seguiré esta historia.
Abril-04: Gracias linda seguiré esta bella historia.
Guest: Gracias hermosa, seguiré esta historia.
Blanca G: No te preocupes me voy a quedar a terminar esta bella adaptación y mis historias, la usurpadora lo pensare, pero le cambie de nombre ahora se llama ¿Quién se robo mi hogar?, adaptación de la novela de Gabriela Spaing, pero aun no se, seguiré todas, solo aumento tres Terrific mas, sacrificio de madre, Mauricio y mi gata loca, típico cuento infantil Navideño, homenaje a mi gatito, La Sacrificada adaptación a la telenovela Blanca Vidal, que le pertenece a mi prima Greci, mucha lo han leido , que se retiro porque mi pobre prima no quería seguir mas, no se si recordaran. Ya de ahí, Nada más. Espero que me apoyes en todas. Ya que te gustan muchas mis adaptaciones.
Guest: No te preocupes seguiré adelante.
Ary81: Oh hermosas palabras no te preocupes voy a seguir adelante, solo agrego tres Terrific mas mas, nada mas.
Candyfincs: Gracias hermosa seguiré con esta historia bella, gracias.
SARITANIMELOVE: Bellas palabras lamentablemente hay personas así, pero yo saldré adelante, no me dejare vencer hermosa. Quiero que me apoyes en todas sobre todo en la Sacrificada es una novela donde hay mucho dramatismo, pero es hermosa.
Guest: Seguiré aquí hermosa gracias linda.
El Otro año ingresa mi primita linda de catorce años, es una niña muy dulce y noble
mis ultimas historias son:
Sacrificio de Madre, original opacada a la imagen de una película, Tratara basada a la realidad el sacrificio que una mujer hace cuando es estéril, no puede dar hijos, es contenido adulto
Navidad con mi Gato Miauricio y la gata loca, cuento infaltil inspirada a mi gatito que siempre esta conmigo.
Enamorada de mi Principe de la Colina original mi unico Alberfic a pesar de todo quiero demostrarles mi capacidad.
La Sacrificada que le corresponde a mi prima, adaptación a la telenovela Blanca Vidal, nada mas, muchas la conocen pero se retiro de Candy mundo, de ahí si me retiro cuando acabe todas estas historias.
Bendiciones
Maguie Grand.
