Terry y Candy se casan, tratare de terminar todas mis historias especialmente esa para las que me siguen pueden buscarme en Wattpad.
Corazon salvaje segunda parte del libro Titulada Candy (Mónica)…
Disclaimer: Los personajes de Candy no me pertenece sino a Kioko Mishuki y Yumiko Igarashi y la historia Corazón Salvaje le pertenece a
la escritora mexicana Caridad Bravo Adams. Este fic es hecho con fines recreativos no pretendo buscar ningún tipo de remuneración o reconocimiento, simplemente lo comparto con ustedes porque realmente me gusta la historia y los personajes de Candy.
¡Holaaaa meus amores! Reportándome de nuevo, no tengo mucho tiempo, desde que empezaron mis clases, No me maten por favor.
La historia tendrá tres partes como la trilogía original, "Eliza (Aimé) y Terry (Juan)", " Candy" (Viene siendo el libro de Mónica), Candy
(Mónica) y Terry (Juan) y la última el desenlace y final (Viene siendo el libro de Juan del Diablo versión Terry Pirata)
Realmente espero que sea de su agrado. Ya sin más que añadir, los dejo con la lectura. Disfruten la segunda parte del libro.
Segunda Parte
Candy (Mónica) y Terry (Juan
Capítulo Ocho
¿ADONDE VAS? O mejor dicho, ¿adónde ibas? Porque no vas a cruzar esa puerta.
—No iba a ninguna parte. No sabia que dar unos pasos fuera un crimen. ¡Tu actitud es insoportable, Anthony!
—Vuelve a sentarte donde estabas. ¿Quieres un plantador?
¿O prefieres el jugo de pina con champaña? Es delicioso, ¿sabes? Por algo bauticé con tu nombre esta bebida... ¡He dicho que te sientes Trémula de rabia, Eliza se ha dejado caer, más que sentarse, en el diván de raso. La noche cae ya, y desde que horas antes terminara la ceremonia de la boda están solos en aquellas habitaciones adornadas con tanto esmero para la luna de miel del amo de Campo Real. Junto a Anthony, sobre la mesilla dorada, hay vasos y botellas: el mejor coñac de Francia, el más viejo ron de Jamaica, el más famoso vino Jerez de España, y de un cubo de hielo emerge el cuello dorado de dos botellas de champaña.
Hay también una fresca jarra de jugo de pina con el que llena dos vasos que acaba de mediar de champaña.
—Haz el favor de acompañarme con la bebida de tu nombre:
Eliza, "Eme"; amada... Bello significado el de tu nombre, ¿verdad? Amada... Me gustaba tanto, tanto, que pensé que se trataba de uno de esos aciertos ciegos del destino el que así te llamaras... Amada... Toma tu Eliza.
Bebamos...
—Haz el favor de acompañarme con la bebida de tu nombre: imée. "Eme"; amada... Bello significado el de tu nombre, ¿verdad? Amada... Me gustaba tanto, tanto, que pensé que se trataba de uno de esos aciertos ciegos del destino el que así te llamaras... Amada... Toma tu Eliza.
_ Bebamos...
_ ¡Déjame en paz! —se rebela Eliza, en forma violenta—, Estás loco... loco o borracho.
—Borracho... —repite Anthony, en tono caustico—. Eso ocurre cuando se bebe mucho champaña: está uno borracho, y por más que se empeña no puede recordar los detalles. Es un recurso maravilloso hacer beber a las gentes, envolver en las nubes doradas del champaña ciertas horas, para que apenas puedan recordarse..
_ ¿Qué tratas de decir? No entiendo nada, ni quiero entender. ¿Hasta dónde vas a llegar, Anthony? ¡Me has enloquecido, me has atormentado, llevas horas bebiendo como un estúpido sin permitirme que me mueva de tu lado!
—Es tu sitio, junto a mí. ¿No eres mi esposa? Pues a mi lado es donde debes estar. ¿Y qué mejor sitio para estar a mi lado que esta preciosa alcoba? La sucursal del paraíso... el nido de amor que nos prepararon... las rosadas paredes que me vieron de rodillas frente a tu belleza... y frente a tu pureza... — Anthony ríe con una risa breve y cruel.
—¡Anthony... estás loco de verdad, estás peor que loco! —se espanta Eliza, confusa y amedrentada.
—Sí, peor que loco: borracho. Borracho, como quisiste una vez que lo estuviera; borracho, pero con la mente más clara como no la tuve jamás... tan clara, que en ella las ideas queman a fuerza de brillar; borracho y feliz de poder celebrar contigo a solas, dignamente, la boda de nuestros hermanos... ¡Bebe conmigo... bebamos juntos por la felicidad de Candy y Terry!.
Qué cerca ha estado, para Anthony Grandchester, el cielo del infierno, la felicidad de la desgracia, la divina embriaguez de su amor con esta duda cada vez más cruel, cada momento más amarga... nudo de espinas prendido en su garganta, flecha envenenada que de un solo golpe hiriera su orgullo. Su dignidad, su amor y su confianza... Como por un instinto de defensa rechaza la verdad, pero la verdad rebota como planta dañina a la que no ha sido posible arrancar las raíces... La sospecha se asoma en cada gesto, en cada palabra, en cada detalle... Y con la verdad, una como necesidad desesperada de lavar honra y corazón, un anhelo insensato de destruirlo todo, y más que todo, aquella belleza cálida, tentadora y tragante, aquella mujer a quien desesperadamente ama, pero a cuyos labios no puede acercarse porque la duda y el temor son demasiado grandes, porque su amor tiene ya ribetes de odio, porque ama demasiado para perdonar... Y al ver que Eliza, impávida, conserva la copa en la mano, apremia imperioso:
_¡Dije que bebieras!
-Dejarme en paz, déjame
_No tienes deseo que el de alejarme
_ No tengo mas deseo de que ¿Que cuál? Acaba, dilo de una vez, di que quieres morir, que estás desesperada, que la conciencia no te deja vivir con sus reproches... Acaso te estoy molestando con mi curiosidad, pero no es en mi en quien piensas al desesperarte. Piensas en Juan, ¿verdad?
—¡Naturalmente que tengo que pensar! —salta Eliza vivamente—. ES un bruto, un salvaje, y tú le has entregado a mi hermana.
_Yo o Tu ¡Tú... TÚ...! Yo no quería sino que ese hombre se alejara, que se fuera para siempre, que nos dejara en paz... Eso es lo que has debido mandarle... que se fuera! Porque ese hombre...
_Ese hombre es mi hermano, lo olvidas ya … mi hermano.
_¿Pero es cierta esta historia?
_ ¿Te parecen horribles las historias de traiciones y de adulterios? Di lo que sientes... Grítalo de una vez... ¡Estalla en santa indignación si eres inocente!
Otra vez las manos de Anthony se han cerrado sobre el cuello de Eliza. Otra vez sus ojos relampagueantes la miran muy de cerca como queriendo penetrarle el alma, y ella tiembla, helada de espanto, esquivando aquel gesto que le causa horror, al protestar:
_Anthony estas loco, quieres obligarme a pedir auxilio ¿QUIERES? ¡Quiero que confieses, que hables, que grites para salvara Candy, si es una inocente a quien has sacrificado!
_No lo es, si es por mi hermana, quien has sacrificado, Terry no tendrá piedad. No necesita piedad si la ama.
_El no sabe amar.
_¿Cómo lo sabes? ¿De^ dónde le conoces? ¿Hasta dónde le conoces? ¡Contesta!
—¡Déjame! ¡Me lastimas, me haces daño ¡Suéltame, Anthony! ¡Voy a pedir socorro! ¡Voy a dar un escándalo
—¡Ya lo has dado! ¡Grita si quieres; pide auxilio, llama...! Nadie va a acudir. ¡Nadie! Estás sola conmigo, y tienes que decir la verdad, toda la verdad, y pagarme después el precio de tu infamia.
_Socorro grita Eliza. Vas a matarme Socorro. alguien se ha aproximado, acudiendo a la llamada de auxilio, y golpea la puerta apremiante. Fuera de sí, Anthony conmina al intruso, gritando:
—¡Abre, Anthony! ¡Pronto! ¡Ábreme! —se oye la voz autoritaria de Rosemary a través de la cerrada puerta Las manos de Anthony han soltado a Eliza, que se desploma sobre el diván de raso. Luego, con paso incierto, va hacia la puerta, hace girar la llave y deja el paso franco a su madre, que indaga:
_ ¿Qué es esto Anthony? Ha ido hacia su hijo, mirándole con ansia, con una interrogación ardiente en los ojos, que no hallan en los de su hijo sino la duda cruel, la incertidumbre torturante, la desesperación del que lucha en vano por encontrar la verdad... Y el noble rostro de la dama se vuelve severo, mientras Anthony, retrocede esquivando mirarlo... Captando en el aire aquella mirada, aferrándose a su única tabla de salvación, se alza Eliza, corriendo hacia la madre de su esposo
—¡Anthony ha bebido toda la tarde...! ¡Está como loco! Se empeña en hacerme confesar no sé qué. Me insulta, me maltrata, me dice cosas, que no entiendo. Se empeña en que yo hable, en que yo hable, y yo no tengo nada que hablar.. . ¡Nada... nada...! ¡Yo no tengo nada que hablar! se ha acojido a los brazos de la dama, que no la rechaza hunde el rostro en su pecho, sollozando. Por sobre el joven cuerpo tembloroso, se cruzan las miradas del hijo y de la madre ... La de Rosemary inquiere, pregunta otra vez anhelante, pero un amargo gesto de vencido es toda la respuesta de Anthony y Eliza suspira como aliviada, con gesto sereno:
—Me temo que todos estemos un poco fuera de nosotros mismos. Han pasado cosas muy desagradables... He sabido también que Elroy, sin despedirse de nadie, salió para Saint-Pierre. Tomó el coche que estaba listo para llevar a los recién casados, y marchó casi detrás de ellos. Hasta cierto punto, la idea no fue mala. Supongo que eso te tranquilizará, Eliza, y a ti también, Anthony. La pobre no podía estar tranquila tras de entregar su hija a Terry del Diablo...
_Fue ella misma quien se entrego – replifica Anthony. Desde luego, hijo, pero es natural la inquietud de una madre... y hasta la de una hermana... ofía ha vuelto a mirar largamente a su hijo; sus ojos recorren también la ancha estancia ahora desordenada y revuelta, se detienen un rato en la mesa de los licores y se vuelven al rostro sombrío del joven Grandchester, con un reproche:
Veo que, efectivamente, has estado bebiendo mucho, Anthony. Mejor será que procures despejarte y serenarte, y que tú también te calmes, Eliza No llores más... No será para tanto... No hay rosas sin espinas, ni cielos sin tormentas... No hay que darle demasiada importancia a estas escaramuzas de recién casados. Me temo que sean cosas inevitables. Ven a mi cuarto, Eliza... el Luzbel ha virado casi en redondo, enfilando la estrecha salida de la rada, tomando inmediatamente rapidez increíble, saltando entre los escollos, desafiando una vez más los elementos desencadenados. Como nunca seguras, las anchas manos de Terry, empuñan el timón, y la luz de un relámpago le ilumina de pies a cabeza. La tormenta va amainando y una costa lejana queda ya atrás. Entre las gavias se agita una figura menuda y oscura, que avanza inclinándose con esfuerzo entre los tumbos de la nave...
_Patrón estas encerrada en el ama nueva. Sí, Kuki, está encerrada —asiente Terry con manifiesto malhumor—. Las mujeres estorban en la cubierta cuando hay tempestad... Bueno, estorban siempre, y cuando hay tormenta, más. Apréndelo para cuando tengas que navegar
_Pero el ama, el segundo dijo que estaba enferma.
_Dile al segundo que se guarda la lengua cuando le haga falta.
_No me deja entrar a verla Patrón a cuidarla suplicante, Kuki, se ha abrazado a la pierna de Terry, y un instante la varonil cabeza se inclina para mirar-al muchachuelo, en cuyos grandes ojos brillan las lágrimas. Luego, otra vez contempla el horizonte espeso, oscuro, las nubes bajas, el mar alzándose en montanas, la lluvia que cae furiosamente, todo el bárbaro espectáculo de la tempestad que apenas ilumina el lívido resplandor de los ahora lejanos relámpagos... La frágil embarcación cruje, estremecida desde su quilla marinera hasta el tope del palo de mesana. Es una voluntad contra la tormenta, un cuchillo que se hunde en la carne salada del mar.
Asimismo, siente latir en su pecho su propio corazón Terry, del Diablo... Contra los elementos, contra lo sociedad, contra la vida... Como la espuma amarga que le azota los labios, es el rezumar de su alma; como el tenso vibrar de la nave en peligro, vibran tensos su pensamiento y su voluntad... Odia y quiere odiar más; le ahoga el rencor, y aun quiere que ese rencor se ahonde, como las aguas del océano... Quiere hacerlo infinito, quiere alzarlo tan alto como el mundo que le rechaza, pero en sus rodillas siente el aliento cálido del niño negro, la voz cándida y suplicante llega hasta él, así como también la imagen de la mujer blanca, tendida como muerta sobre las tablas de su litera, tan indefensa, tan desdichada como aquel muchachuelo de cuya vida puede disponer con una palabra, y mitad compadecido, mitad enojado, dice:
_ ¡Toma la llave, entra, y déjame en paz!
Las pequeñas manos oscuras tocan con timidez primero, trémulas de angustia después, aquellas manos blancas, ardidas de fiebre, desmadejadas a lo largo del cuerpo inmóvil. Los ojos de Kukí recorren la grácil figura desmayada... Los grandes ojos están cerrados y se ahonda más la sombra de las ojeras violáceas bajo las espesas pestañas. De los labios entreabiertos, resecos, escapa la respiración fatigosa con ritmo desigual
—¡Ama... Patrona... Señorita Candy...! ¿Se siente mal? ¿Muy mal? Le duele la cabeza, ¿verdad? ¡No... No me toque... Máteme... Máteme...! —delira Candy en un girar de vagos y continuos gemidos—. ¡Eso no... Eso no...l ¡Suelte... Suelte... Déjeme... —El débil cuerpo se agita desesperado y las manos se extienden en el aire como rechazando un cuerpo imaginario—. ¡Primero muerta... Primero muerta! ¡Tendrá que matarme antes! ¡No... No...! ¡No! ¡Oh...l oda ella se retuerce como en una lucha; sus propias manos, en el forcejear desesperado, desgarran el oscuro vestido. Kuki, temblando, va hacia la puerta donde una recia figura varonil acaba de llegar, y angustiado explica: está enferma, patrón... Tiene el mal... Sí, patrón, sí... Eso mismo... La fiebre, la peste, el mal... El que le daba allá en las barracas a los que cortaban la caña. ¡El mal que ella curaba!
_¿Que estas diciendo? Lo tiene, patrón, está igual que los enfermos de allá. Así se movían, así gritaban... Y se va a morir, como se morían los hombres allá abajo, cuando estaban así... El médico dijo que la fiebre les quemaba la sangre... ¿Qué sabes tú, charlatán? —rechaza Juan en un arrebato de malhumor a buscado e! pulso, que late desbocado, y la contempla con una extraña, con una indefinible expresión en los profundos ojos italianos, al murmurar como para sí mismo
_ Candy Andrew ... mi esposa.. Ha querido reír, pero no lo ha conseguido. Ha alzado la cabeza altiva, y sobre su frente tostada, curtida por elmar, se rompe la primera luz del d
_Dios mío que es eso, Eliza se ha erguido súbitamente sobresaltada, y casi con espanto mira a todas partes. No está en su alcoba. Ha despertado en un lecho de bronce, ancho y alto, sobre cuya colcha durmió totalmente vestida. Con mirada de angustia recorre la estancia, reconociendo la habitación de doña Rosemary, con la lujosa chimenea de mármol en la que jamás se encendiera fuego alguno, pero sobre cuya repisa un pequeño reloj de porcelana marca las siete tras el musical campaneo que la ha despertado. Con la conciencia llega el recuerdo; y con el recuerdo, la angustia. Vagamente tiene noción de las últimas escenas pasadas: su violenta disputa con Anthony, las manos de él apretando su garganta, la intervención de doña Sofía, sus palabras frías y amables, el amargo sabor del calmante que le hiciera beber, y luego el sueño turbio espeso, pesado, del que poco a poco va volviendo a la realidad. Y al oír un canturreo cercano, llama gratamente sorprendida:
_ Dorothi… Dorothi… dorothi. ¿Están ahí?
_Si, señora Eliza.
_BAJA LA VOZ DONDE ESTA MI SUEGRA.
_ ¿La señora Rosemary?, ¡Ah, caramba! Vaya usted a saber dónde fue a dar. Salió bien temprano. Creo que todavía no clareaba, y en el coche grande, con el mejor tronco de caballos. Se llevó con ellas a Yanina para que la acompañara, y al notario lo mandó también a no sé qué parte y Anthony.
—El señor Anthony, sigue tomando... Una botella entera de coñac mandó que le llevaran al despacho, y para él sólito, porque en el despacho no había nadie. Después cerró la puerta y tiró al suelo libros y tinteros, y creo que hasta rompió la lámpara... la unica que puede ampararla es usted señora Rosemary.
—Es verdad. Doña Rosemary puede ampararme. Tengo que hacer algo para ganarme su corazón, su apoyo, su confianza... Con Anthony, todo es inútil ya, pero ella puede salvarme. ¿Qué hago para que me ayude, para que me salve?
_ Si usted da complaciera lo que usted esta deseando
_ ¿Que desea mi suegra? ¿Tu lo sabes?
—Creo que sí. Lo que la señora Rosemary, anda deseando, des de que se fue de viaje siendo muchacho el señor Anthony, es otro niño chiquito, otro muchachito en pañales, que sea como suyo;
_Pero como suyo no puede ser del señor Anthony. _ ¿Qué dices señor Anthony?
_ ¿Qué dices estúpida?
—Si usted le da un nieto, la señora Rosemary la ampara... Como un rayo de luz vivísima penetrando las tinieblas de su alma, como la única puerta de escape, como el único camino posible de salvación. - La idea que traen las palabras de Dorothi, ha cruzado por la mente desesperada de Eliza Andrew, pero inmediatamente la rechaza con gesto de disgusto y fastidio:
_ Naturalmente que si le diera un nieto tendría que ampararme... ¿Pero cómo puedo dar un nieto de pronto y por arte de magia?
_ ¿Por arte de magia? ¿Que no es usted la esposa del señor Anthony, señora Eliza? ¿No tiene ya más de un mes de casada? A lo mejor no tiene ni que inventarlo. A lo mejor le sale verdad...
_¿Inventario?- dijiste inventario. Bueno... digo yo... Si está en un aprieto... Dicen que el que se está ahogando se agarra hasta de un clavo ardiendo, y usted, señora Eliza, como que se está ahogando... A lo mejor, quién sabe... Es lo que yo digo... Ya con decir que va a venir es bastante...
_Tal vez fuera bastante. – murmura Eliza pensativa. Pues claro... Cuando el señor Anthony estaba en Francia, todos los días lloraba por él la señora Rosemary, y algunas veces estaba tan triste que hasta a mi me hablaba, y suspiraba mirando las montañas, y me decía: "Ay, Dorothi...
Mi muchachito, ¿cuándo volverá?"... Y cuando el señor Anthony volvió ya no era su muchachito, y entonces el ama suspiró más y se puso muy contenta cuando el señor Anthony le dijo que iba a casarse. ¿Y por qué cree usted que se puso contenta? ¿Porque iba a tener una nuera? ¡Qué va! Porque iba a tener pronto otro muchachito... otro muchachito que fuera como si su niño Anthony, naciera otra vez...
_ Acaso tengas razón
—El señor Anthony está que muerde de rabia. Pero saber, saber de verdad, no sabe nada... El pobre... saber, saber, no sabe nada... Con súbita desconfianza, Eliza, ha mirado a la doncella nativa; luego, se acerca decidida a jugarse el todo por el todo
_NO sabe nada ni tiene nada que saber
—Está bien —asiente Ana calmosa y complaciente—. No se sofoque tanto. De todos modos, yo no voy a decir nada, y en cuanto al consejo que le he dado.
—¡No me has dado, ningún consejo! ¡No te he escuchado, ni tengo por qué escucharte! ¡Vete a tus obligaciones y déjame en paz! ¡Si te pones contra mí, vas a pasarlo mal!
¡Ay, señora Eliza! Yo no me pongo contra nadie. Usted sabe que yo la sirvo de rodillas, y si me da esos barrillos y ese collar de que me habló antes...
—Te daré dinero para que compres «el collar y los aretes más lindos que encuentres. Anda a ver lo que está haciendo Anthony, recoge todas las noticias que circulen por la casa, y vuelve en seguida a contármelo... ¡Vete ya! Sola en la enorme estancia de lujosos muebles anticuados, se revuelve Eliza a la vez aterrada y furiosa, una idea clavada en la mente, una esperanza desesperada llenándole el alma:
_UN HIJO SI UN HIJO PODIA SALVARME Henchidas las velas, ladeado el casco blanco, cortando:- las aguas azules con la proa afilada, marcha el Luzbel bordeando la cadena de islas que es como un collar de gigantescas esmeraldas... islas de sotavento, ásperas y feraces... Tobado, Granada, San Vicente, Santa Lucía, Martinica, Dominica... ya quedaron atrás, con sus montañas elevadas, con sus bosques es pesos, con sus acantilados de roca negra, con sus estrechas playuelas fieramente batidas por el mar. Ahora, el Luzbel detiene un poco la marcha, vira casi en redondo hada estribor y tiende otra vez las velas blancas, proa a las rocosas laderas de María Galante... En su lecho de tablas, aun se agita la fina cabeza de Candy, el perfil más estilizado, más puro, las sienes peritadas de sudor, los rubios cabellos como una maraña de seda, los párpados apretados mostrando sólo las espesas pestañas, y los ardientes labios resecos, de donde escapan las palabras como en una oración obsesionante:
….
PASION DE CANDY Y TERRY.
_ ¿Para qué entras de ese modo? ¿Por qué llegas de este modo?, sal de este cuarto.
_ Tuya nunca, tuya nunca Terry del diablo, persiste Candy con su cantinela Terry, ha avanzado con rabia hacia el marino, que retrocede dando un salto hasta quedar del otro lado de la puerta, mirando cara a cara a su patrón, casi como si le desafiara, y Terry inquiere: Terry ha avanzado con rabia hacia el marino, que retrocede dando un salto hasta quedar del otro lado de la puerta, mirando cara a cara a su patrón, casi como si le desafiara, y Terry inquiere:
_¿Que te pasa imbécil?
Si quiere que le hable francamente —se decide Segundo
—No... No... Primero mátame... Mátame, Terry, del Diablo... Mátame... Tuya nunca... Tuya nunca... Mátame...Mátame y echa al mar mi cadáver... Mátame, Terry del Diablo Con gesto de impaciencia, Terry, se ha puesto de pie; luego, muy despacio, vuelve a sentarse...
_Vas a ser mia, esta noche.
Candy le dice: Si es tu venganza contra Eliza, hazlo, pero te olvidas lo que paso esta noche.
Nunca paso eso, pero aquí cambio mi final
El apareció ante mi, no me resiste lo bese, Candy no podía mas con sus sensaciones que sentía por el apuesto chico, las sensaciones eran nuevas y bastante agradables, ese hormigueo recorriendo cada rincón de su cuerpo solo rogaba por las caricias de Terry. No había nadie más, solo él, se entregaría a él.
Terry, seria de ella y Candy, era de él.
Solo eso importaba.
— No te detengas. - susurró, pero fue suficiente para que esa necesitaba aprobación llegará a sus oídos.
El la beso nuevamente moviendo suavemente sus labios contra los de ella. Dulces, exquisitos, perfectos.
Acarició con la punta de sus dedos sus finas piernas alzando lentamente su vestido. Terry besó cada uno de sus muslos haciendo que la rubia soltará varios gemidos, música para sus oídos.
Dejo un trazo de besos húmedos por sus piernas acercando su rostro cada vez más hacia esa sensible parte de su cuerpo, la flor más delicada y hermosa, debía demostrar lo que sentía por ella en cada beso, cada caricia, eso era parte del ritual.
Su corazón latía emocionado, el saber que sería el primero, el último y el único en la vida de Lucy hacían su pecho explotar en felicidad. La tendría para toda la vida, después de eso sería su pareja.
Él ya estaba desnudo así que la mitad del trabajo ya estaba terminado, solo tenía que desnudar a Candy y disfrutaría cada momento de aquello. Sus instintos fueron mayores que su razón, la rubia lo estaba volviendo loco.
Desgarro el vestido de Candy, la beso todo el cuerpo, Cada segundo parecía eterno, quería arrancar esa estúpida tela que impedía cualquier contacto contra su piel. Y lo hizo. Desabrochó con torpeza cada uno de los botones de su vestido, su cuerpo temblaba ansioso.
Deslizo lentamente la fina prenda mirando hambriento cada centímetro de piel que quedaba al descubierto.
Era mejor que todo lo que jamás había tenido, Candy era lo más hermoso que sus ojos habían visto y seria solo suya.
La rubia quedo completamente desnuda excepto por esas pequeñas braguitas cubriendo su sexo. Intento cubrir sus pechos por instinto, nunca había estado expuesta frente a un hombre. No debía sentir vergüenza, él, a pesar que Candy no estaba enamorada de Terry, sintió que le gustaba.
Lamió y succiono enviando descargas placenteras hacia su interior, ¿Por qué esa simple caricia la excitaba de esa manera?
No eran simplemente las caricias, era Terry, él era el culpable de esa dolorosa y deliciosa sensación.
Movió en círculos la yema de su dedo contra el montículo de carne entre sus piernas, mordiendo su pezón enviando al mismo tiempo enviando descargas de dolor y deliciosas sensaciones.
— N-no…- jadeó la chica al sentir su cuerpo comenzaba a temblar.
— Déjalo salir, Candy, déjame oírte. - demandó con ronca y voraz.
— N-ahh…- el gemido escapó de sus labios antes de que pudiera evitarlo. Necesitaba urgente aferrarse de algo, algo golpeaba su interior y se sentía muy bien.
Terrence introdujo un dedo dentro de Candy, obligándola a gemir de nuevo, debía dilatarla un poco para que su encuentro no fuera tan doloroso. La chica sintió desesperación y los espasmos se hicieron presentes. Apretó sus piernas involuntariamente y su interior hizo explosión. Clavó sus uñas contra el suelo dejando que el placer recorriera su cuerpo.
— Candy, te corriste. - protesto divertido el chico. La rubia intentaba recuperar el aliento cuando sintió que algo abandonaba su interior. Abrió los ojos un poco y observo a Terry con esa sonrisa ardiente en sus labios. En sus dedos había un tipo de viscosidad y vio como el chico los llevaba su boca. Sabía exactamente lo que era y eso la hizo sonrojar. — Te lo dije. Eres deliciosa. - y no mentía al respecto. — Aunque esto no es suficiente.
— ¿Qué…? - trato de hablar con dificultad.
— Soy un depredador, Candy- sus ojos brillaron en deseo, eso solo había despertado aún más sus instintos. Dejo besos húmedos sobre su abdomen y no lo soporto más. — Y ahora voy a comerte.
Desgarro sus diminutas bragas haciéndolas pedazos. La rubia intento cerrar las piernas al sentirse expuesta, pero Terry fue más rápido, acariciando sus muslos y colocando el rostro entre sus piernas.
Candy, No tenía idea de todas las sensaciones que el chico le haría sentir.
— Ah… Nat…- balbuceó, su respiración agitada le impedía pronunciar alguna palabra. Ese hormigueo en su sexo era cada vez más gozoso y delicado. Movía sus piernas buscando alguna manera de liberar ese placer, aunque solo los gemidos parecían ser la salida.
Trazó círculos contra su clítoris con la punta de la lengua, saboreo cada parte de su carne. Era deliciosa, fascinante, no podía esperar a hundir su cuerpo en ella. Mierda, se moría por hacerlo.
El dolor en su erección era insoportable, necesitaba descargar esa excitación o no lo soportaría. Percibió el temblor de Candy se detuvo de inmediato, no le permitiría llegar.
— ¡No! - chilló la rubia inconscientemente, había sentido esa maravillosa sensación acercándose y Terry, se la había arrebatado.
El chico sonrió tentador y subió a horcadas sobre el bello cuerpo de su rubia.
— ¿Te gusto eso? - pregunto ardiente. — Pequeña pervertida. No dejaré que te corras sin mi- besó bruscamente sus labios, obligándola a probar, su propio sabor. La excitación que sintió no debía ser correcta, pero eso ya no importaba. Amaba cada caricia, sus dudas habían desaparecido por completo. Lo quería demasiado y no iba a privarse de esa atracción.
Terry, estaba duro y más que dispuesto por disipar su horrible pero placentero dolor, solo Cathy podía ayudar a su erección.
— Oh…ngah- gimió la chica al sentir el miembro del chico rozar su intimidad.
Él también jadeo en respuesta, sus carnes rozarse por un momento se había sentido muy bien.
— Esto es tuyo, Candy.- dijo al frotarse de nuevo contra su sexo. — Te marcaré ahora mismo. Eres mía, maldita sea.
Celoso, posesivo, seductor, gracioso, amable, amaba todas sus facetas. Lo permitiría, lo necesitaba, lo amaba. Su vinculo estaba destinado a ser desde el primer momento.
Coloco su erección contra su entrada y se detuvo para mirar su rostro. Esos ojos cafés era su mundo entero, había esperado por siempre ese momento.
— Eres mía.- demandó jadeante. — Me perteneces.- gruñó al sentir como el interior de Lucy apretaba su miembro, estaban cerca. — Dilo.
— Soy… ah diablos.- maldijo al sentir esa contracción en su entrepierna, allí estaba de nuevo.
— Dilo.- volvió a gruñir esta vez contra su cuello.
— …Soy tuya.- dijo rápidamente, el aire estaba alejándose de sus pulmones y eso fue suficiente para Terry.
La penetro una y otra vez golpeando sus pliegues enviando descargas a sus cuerpos, después de eso ya nada lo separaría de ella.
Candy comenzó a temblar bajo su cuerpo, ella también lo sentía. Aceleró sus estocadas hasta que las paredes de Candy, se contrajeron contra su miembro y entonces esa explosión los golpeo a ambos.
La rubia gimió sacando el poco aire de sus pulmones y Terry, la beso en todo su cuerpo.
_Eres mía, maldita sea, solo mía por siempre. Candy, disfruto su noche de bodas, no estaba enamorada de él, pero reconoce que es un hombre pasional, con el que podía disfrutar cualquier tipo de pasión.
Ese recuerdo no ayudo en lo absoluto, no había sido la mejor manera de conocerse.
— No.- impidió el chico. — Necesito verte.
Después de eso estarían vinculados de por vida, debía confiar en él.
La mirada de Terry, recorrió su plano abdomen hasta detenerse sobre sus pechos. Tenían el tamaño perfecto y esos botones rosas convertían en agua su boca.
Su entrepierna comenzó a doler, pedía desesperadamente por atención. Quería entrar en ella y sentir como su interior lo rodeaba, necesitaba reclamarla, pero se tomaría el tiempo. Disfrutaría cada segundo de ese momento.
— No me mires. - suplicó avergonzada con las mejillas sonrojadas. Era tan linda que tuvo que morder sus labios para no perder el control.
Terrence, besó sus labios e introdujo la lengua dentro de su boca, devorando y saboreando su cavidad, dejándola completamente sin aliento. Descendió por su cuello rozando levemente sus labios, aspirando su aroma, hasta llegar a sus deseables pechos.
Atrapó su pezón sorpresivamente obligando a la rubia a contraer su espalda ante tal sensación. Evitó soltar más sonidos, era vergonzoso y eso molesto horriblemente a Terry, la haría gemir fuerte, tenía que escuchar su dulce voz.
Candy se sentido temblorosa al haberse entregado por completo a Terrence.
….
En la mañana siguiente…
Ante él, en un pequeño recipiente, están los paños de agua con vinagre, que con paciencia de enfermero va aplicando sobre la frente atormentada. Un hosco gesto hace sombrío el rostro de Terry del Diablo; le endurece el ceño que junta sus cejas, la mueca amarga con que se distienden sus labios. Sólo en los ojos oscuros y profundos hay una luz extraña, como de compasión, como de angustia, acaso como de remordimiento...
_Patrón ya estamos en el canal
—. Como siempre le he hablado, no me gusta nada de lo que está pasando... Esa señora que usted trajo...
_Esa señora es mi esposa.
_¿Que? ¿Cómo? Exclama segundo en el colmo del asombro. Es mi esposa, me casé con ella ayer por la tarde, y los malditos papeles que lo acreditan deben estar en cualquier parte. ¡Puedes ir a buscarlos si te interesan tanto!
_ es que no puede ser patron usted es casado
_Si yo casado, ¿No puedo casarme yo con los demás?
—Si... Yo, casado. ¿No puedo yo casarme como los demás? ¿Te parece muy raro? Sin embargo, te parecería natural casarte tú; te casarías en cualquier momento que te diera la gana, llevarías a tu mujer a tu casa, la dejarías junto a tu madre cuando salieras a navegar, y la llamarías por tu apellido, la marcarías con tu nombre como se marca una potranca... Sería la esposa de Segundo Duelos... La señora Duelos, ¿verdad? Y en este momento estás pensando que yo no tengo casa, ni madre, ni nombre que darle... Piensas eso, ¿verdad? ¡Responde! ¡Responde que piensas eso, para aplastarte!
_¿Estas loco patron?
_ Con esfuerzo ha escapado Segundo de aquellas manos como garfios que desgarran su vieja blusa. Ha retrocedido hasta dar con el tope de la borda, y desde allí halla de nuevo valor para hablar al hombretón que parece dispuesto a despedazarlo:
—No se ponga de esa manera, patrón. Yo no estoy ofendiendo a nadie, ni pensando todas ésas cosas. Sólo quería decirle que esa señora... su señora, está enferma... Que usted la metió en la goleta casi arrastrándola, y que uno es hombre, ¡qué demonios!, y cuando ve una mujer en esa forma, tratada como usted la trata...
_¿Que? ¿Qué? – se enfurece Terry ¿Quieres llegar a tierra nado ¿Qué te heche la cabeza a canal?
_Quiero que la trate mejor patrón, Y si es su esposa. Amala.
Continuará..
Contesto sus comentarios en mi seccion Favorita:
Guest 1: No te proucupes tratare de terminar todas y mas esta que es la favorita de muchos.
Mia8111: Gracias hermana de mi alma por seguir apoyándome se que eres Anthonifan pero siempre me apoyas y eso te lo agradesco infinitamente, gracias bella.
Luzarda: Gracias por tus bellas palabras al menos terminare esta, si deseas puedes seguirme en Wattpad, mis novelas favoritas las voy a terminar como Corazon Salvaje y Cadenas de Amargura
Guest 2: Gracias hermosas palabras ya esta el matrimonio por lo menos esta si la voy a acabar por la cantidad de comentarios que tiene.
Junais: Gracias amiga bella ya seguire hasta acabar todas mis historias. Si se pueden por lo menos esta acabare.
Candyfincs: Si amiga por lo menos terminare esta historia Cadenas de Amargura y Secreto por amor, si puedo terminare todas.
Guets 3: Gracias linda a mi también me encanta corazón salvaje
Blanca G; Espero que disfrutes el matrimonio de los rebeldes,
Elvia Soan: Gracias hermosa por tu apoyo en el grupo de Corazon Salvaje si se que es una excelente adaptación con la obra de caridad bravo Adams.
SARITANIMELOVE: Gracias bella amiga, esta lindo tu comentario, tratare de terminar todas espero que me sigas en todas mis historias y principalmente en esta.
Todas mis historias pasan a Wattpad.
deseando que esa historia sea de su agrado, ahora solo me falta bajar dos historias mas...
Sueño interrumpido opacada a mi vida, esa voy a escribir
y la ultima adaptación de la telenovela Blanca Vidal escrita por Greci Mia, mi prima que muchos conocen esta historia se retiro.
Bendiciones
Maguie Grand.
