Finalizando la segunda parte del libro Titulada Candy (Monica).
Corazón salvaje segunda parte del libro Titulada Candy (Mónica)…
Disclaimer: Los personajes de Candy no me pertenece sino a Kioko Mishuki y Yumiko Igarashi y la historia Corazón Salvaje le pertenece a la escritora mexicana Caridad Bravo Adams. Este fic es hecho con fines recreativos no pretendo buscar ningún tipo de remuneración o reconocimiento, simplemente lo comparto con ustedes porque realmente me gusta la historia y los personajes de Candy.
La historia tendrá tres partes como la trilogía original, "Eliza (Aimé) y Terry (Juan)", " Candy" (Viene siendo el libro de Mónica), Candy
(Mónica) y Terry (Juan) y la última el desenlace y final (Viene siendo el libro de Juan del Diablo versión Terry Pirata)
Hola mis amores, estoy de vuelta. Primer capítulo de la tercera, esta tercera parte, es la última parte de ésta historia…
Ya sin más que añadir, los dejo con la lectura. Disfrutadla.
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TERCERA PARTE
JUAN DEL DIABLO.
TERRY PIRATA.
CAPÍTULO 1
"CON LA FORMAL promesa de tomar los hábitos, profesando en el Convento de las Siervas del Verbo Encarnado, tan pronto sea otorgada la nulidad del lazo matrimonial" -ha leído Anthony. Y con extrañeza, pregunta a su madre-:
_ Pero, ¿qué es esto? ¿Quieres explicarme, madre?
_ Se explica por sí mismo, Anthony, Sólo he querido darte cuenta para que te tranquilizaras. Candy, ha encontrado, por este medio, la solución de sus problemas. Esta es la copia de su súplica al Santo Padre, y ya dejamos, por petición suya, el original debidamente firmado, en manos de la autoridad eclesiástica que se encargará de remitirlo al Vaticano.
Desesperado, trémulo, a punto de estallar, estruja Anthony, en su mano crispada la copia de aquel documento que su madre acaba de darle a leer, como aplicando un remedio heroico a su alma enferma. Están en la amplia y destartalada biblioteca donde Anthony se ha encerrado a solas durante todo el día. Sobre la mesa más cercana están los restos de una botella de coñac que bebiera a solas, sorbo a sorbo, luchando por romper el círculo de angustia que le rodea, cerrándose más y más a cada instante. Ahora, este golpe es el último; él mismo se sorprende al comprobar hasta qué punto le hiere, le descorazona, le enferma. Pero su dolor se cambia repentinamente en violenta cólera, al exclamar:
_ ¿La idea fue de Eliza? ¿Verdad?
_Que yo sepa la idea fue de la propia Candy.
- ¡No, no puedo creerlo! Ella había renunciado definitivamente a la idea de ser religiosa. Estoy seguro que no lo hizo por sí misma. Alguien se encargó de hacerla... una vez más, víctima expiatoria de pecados que no ha cometido, y sé perfectamente de dónde viene todo esto, sé quién lo ha hecho y quién puede atajarlo... Yo tengo que recobrarla, quiero casarme con ella.
_Anthony, yo siempre quise que Candy fuera tu esposa, porque ella te amo mucho, pero ahora déjala en paz, ella no quiere nada con nadie, te lo digo de corazón, tu perdiste tu oportunidad por elegir a la mujer equivocada.
_No mamá, yo voy a recobrar a Candy, ahora voy por ella.
_ ¿Dónde vas hijo?
_ ¿Dónde he de ir?, iré a hablar con ella.
En ese mismo instante, una sombra furtiva cruza el gran patio posterior, ocultándose entre los árboles. Llega hasta la disimulada puertecilla, hace girar la llave y sonríe al divisar muy cerca la gallarda figura que vivamente se acerca a ella, haciéndole ademán de callar:
_ ¡Ni una palabra! Hay gente cerca. No quiero caer en los chismes de los criados.
Lo ha tomado de la mano, arrastrándolo por la desierta calle, y cuando ya los muros de la vieja mansión están lejanos, se levanta el encaje negro de un antifaz y sonríen más prometedores que nunca sus frescos labios:
_ Usted no va a olvidar jamás su última noche en la Martinica, teniente Breton. Voy a encargarme de hacerla inolvidable...
- ¡Creo vivir un sueño, poseer un imposible! Usted... Usted... Pero, ¿qué hice yo para lograr?
_ A veces no es preciso hacer nada. La suerte viene sola... Digo, en el caso de que considere usted una suerte compartir conmigo las últimas horas que le quedan en tierra martinicana de Máyame...
_ No encuentro palabras con qué expresarle mi gratitud. Mi emoción y mi sorpresa han sido tan grandes, que temo parecerle a usted ridículo. No acierto ni siquiera a hablarle, pero si pudiera ver mi corazón.
_ Trataré de imaginármelo -bromea Eliza-. ¿No le parece que debemos de tratar de conseguir un coche, aunque sea de alquiler? No quisiera quedarme por más tiempo en este odioso barrio.
_ Traje un coche conmigo, que está esperándome en la otra calle. No me atreví a hacerle llegar hasta aquí por temor a ser imprudente, a que alguien...
_ Hizo perfectamente. Menos mal que se le ocurrió algo con sentido común...
-No se ría de mí... ¿Acaso es risible decirle que la amo?
-Es prematuro... y probablemente inexacto –coquetea Eliza-. El amor no consiste sólo en palabras...
-Le probaré el mío con el sacrificio que quiera imponerme. Ninguno me parece demasiado grande con tal de que usted mida y pese lo que me llena el alma... Ya no me pertenezco, Eliza. Soy suyo... suyo en cuerpo y alma... ¡La quiero... la quiero...!
_ ¡Caramba! -exclama Eliza, satisfecha-. Besas como un bobo, maestro, no como un novato. Menos mal... Empecé a temer que fueras de los que hablan demasiado... yo amo a Terry.
-¡Dorothi, Dorothi! ¡Eliza! ¡Eliza!
Con gesto y ademán de ira mal contenida, Anthony ha cruzado la antecámara que precede a la alcoba de Eliza y sacude con rabia la recia puerta cerrada con llave. Una oleada de cólera empurpura sus pálidas mejillas cuando al fin asoma entre los cortinajes, ceniciento de espanto, el rostro de la doncella nativa, que balbucea:
_ ¿Dónde está Eliza?
- ¿Dónde va a estar, señor? –miente Dorothi, muerta de miedo-. Ahí... ahí dentro del cuarto...
_ ¡Mientes! -se enfurece Anthony. Y sacudiendo la puerta con fuerza llama-: ¡Eliza! ¡Eliza! ¡Soy yo! ¡Ábreme en el acto!
-La señora dijo que no quería saber, nada de usted, que no la molestaran para nada, que iba a cerrar su puerta con doble llave, y ahí está... Y me mandó decirle a usted que no iba a abrirle la puerta, pasara lo que pasara...
Con violento esfuerzo, Anthony Grandchester, ha reaccionado. Entre las nieblas de su mente, entre la llamarada de su cólera, asoma la razón de aquellas palabras y el recuerdo de su última escena con Eliza, en la biblioteca. Ha bebido durante toda la tarde, pero no está ebrio. Más fuerte que el alcohol es aquel fermento de pasiones que hierve en sus entrañas: odio, rencor, amor, anhelo desesperado por aquella mujer de la que todos le apartan, y una cólera violenta hacia la mujer a quien dio su nombre...cólera que se refrena bajo el impacto de algo parecido a remordimiento...
_ La señora estaba muy brava y por eso dijo que no le iba a contestar a nadie... Ya sabe usted cómo es...
-Sí, ya sé cómo es. Demasiado sé cómo es, pero esto... esto... Esto ha partido de ella, y por esto tiene que darme cuentas en el acto ¡Eliza! ¡Eliza! ¡Ábreme en seguida!
_Anthony, te ruego... -empieza a suplicar Rosemary, acercándose a su hijo.
_ ¡Soy yo quien te ruega que me dejes en este momento, madre! ¡Es un asunto privado entre mi esposa y yo!
_ Por desgracia, ya no hay asuntos privados en esta casa. Se ha olvidado hasta la sombra del decoro, se grita y se vocifera delante de los criados, y todas son huellas de fango contra el buen nombre de la casa...
Rosemary ha mirado con ira hacia los cortinajes por donde Dorothi, acaba de desaparecer aprovechando la ocasión de quitarse de en medio. Luego, dulcificado el gesto, se acerca hasta apoyarse en el brazo de su hijo:
-Anthony, deja a Eliza. No creo que ella tenga arte ni parte en la resolución de su hermana. Te ruego que me escuches. Hay que detener el escándalo... Catalina estuvo de acuerdo conmigo. Cuando fuimos a decírselo a Candy, tuvimos la grata sorpresa de que espontáneamente tomase ella esa resolución. Creo que es lo mejor que puede pasar. Romperá ese lazo matrimonial que es una ignominia, tomará los hábitos, y a nosotros no nos quedará sino tratar de olvidar que existe un bandido llamado Terry del Diablo...
_ Yo no voy a olvidarlo ni voy a permitir que, una vez más, sea Candy la sacrificada. No es justo que todos la empujen, que todos se empeñen en que purgue un delito que no ha cometido. ¿Dices que había tomado esa resolución voluntariamente? No lo creo, madre. Veo en todo eso la mano de Eliza. Ya he empezado a conocerla como la que es hipócrita e intrigante... Yo me quiero casar con Candy, no sé cómo me pude dejar llevar por esa pasión, solo es pasión lo que siento por Eliza, una pasión que me quema la sangre, pero desde niño sentí un amor especial por Candy por eso la considere mi mejor amiga, mi novia de la infancia.
_Todo eso lo perdiste por elegir a la mujer equivocada, Candy ya no te quiere, Eliza Es tu esposa y será la madre de tu hijo. Si no puedes ya amarla por haberte traicionado, respétala al menos y no insistas en hablarle en el estado en que estás. Te aseguro que Candy está muy conforme. Si no me crees, habla con tu tía Emilia Eloy... Acabo de dejarla en mi alcoba. Pregúntale y ya verás cómo te convences de que nadie pretende sacrificarla. Anda con Eloy. ... Yo procuraré que Eliza me abra, y no me opondré a que hables con ella cuando estés más tranquilo. Ve... Te lo ruego, Anthony...
Anthony, se ha alejado al ruego imperativo de su madre. Sola en la antecámara, frente a la temblorosa doncella a la que ha hecho salir de su escondite tras las cortinas, deja doña Rosemary caer su máscara de severa dignidad, se crispan de cólera sus labios y relampaguean sus ojos al asegurar:
- ¿Tu ama no está en la casa? ¿Verdad Dorothi?
_ ¿Cómo no? Esta adentro señora.
_No mientas más, Delante de mi hijo es preciso disimular muchas cosas, pero a mí no vas a negármelo. Salió disfrazada con tu ropa... La vieron salir y pensaron que eras tú... ¿Entiendes? Me habían dicho que tú habías salido, pero al verte, me he dado cuenta de la verdad. ¡Era ella... ella... y tú, cómplice inmunda! ...!
_Ay… Ay – se queja la doncella- Yo no tengo la culpa de nada.
- ¡Pues tú eres la que vas a pagarlo! ¡Mañana sales para Campo Real, y George arreglará las cuentas!
_ ¡No! ¡No, señora! -clama Dorothi espantada-. Yo no hice - nada... Yo no tengo la culpa... A mí me manda mi ama, y si no la obedezco, también dice que me envía para Campo Real...
-Es a mí a quien tienes que obedecerme. Yo soy tu ama... en mi casa eres una esclava más, y has comido el pan de los Grandchester, los años que tienes. ¡A mí sola has de servirme
_Se equivoca señora yo fui esclava de los Andrew, ellos me dieron de comer por años, por lo tanto, la única patrona que tengo es la señorita Eliza.
_Mientras que estas en mi casa no… maldita esclava – bofetea Rosemary a Dorothi- si puede ser que seas más ama de los Andrew, pero eso no te da derecho a tapar las cocinadas que hace la señora Eliza, ¿Tu Dorothi eres cómplice de todo, sabias desde siempre que Eliza era amante de Terry del diablo?, sabias que ella engañaba a mi hijo, pudiste aclarar la verdad a tiempo para que mi hijo se casara con Candy, no sé cómo no creí a Flanmy, mi ahijada cuando me decía que Eliza era amante de ese bastardo.
_Su ahijada, solo quiere apoderarse de su fortuna, siempre estuvo enamorada del joven Anthony, por eso decía esas cosas de la señora Eliza para poder casarse con su hijo.
_Cállate estúpida.
_A mí no me diga estúpida, Yo seré una esclava, pero usted no sabe lo que yo soy capaz, quiere que le diga ¿Dónde está mi ama?, no se preocupe, yo iré a buscarla, seguramente debe estar una vez más disfrutando en los brazos de otro hombre, porque su hijo no vale nada, adiós señora De Grandchester.
_Maldita esclava, antes que te vayas, o que me respondas así, ¡Ve a buscarla! Encuéntrala cuanto antes... En una hora, en dos... Hazla entrar por donde mismo la sacaste, para que mi hijo la halle en esta alcoba cuando la puerta se abra. ¡Date prisa! Consíguelo, Dorothi ¡Que Anthony, no se entere de esto, o te haré desear no haber nacido! ¿Entendiste? ¡No pierdas un minuto más! ¡Corre! ¡Lárgate! ¡Que esté en esa alcoba antes de una hora, o serás tú la que todo lo pagues!
_Está bien, señora maldita…
Hacia la parte más baja de la rica y populosa ciudad de Saint-Pierre, allí donde es más profunda la curva de la bahía, se extiende un barrio de casas pequeñas y calles estrechas, cuyas estribaciones alcanzan, trepando, casi hasta la falda del Mont Pelee. Barrio de tabernas y marineros, de garitos y mujeres perdidas... inquieto barrio de fiestas y pendencias, donde como resaca recia y amarga llega el deshecho de la palpitación de la ciudad. Es allí donde arde un carnaval de alcohol, de broncas risotadas, de bromas salvajes... un carnaval en el que muchas veces corren juntos el ron y la sangre. Ahora, los parroquianos de uno de aquellos sórdidos establecimientos han abierto un círculo de rostros congestionados, de ojos lascivos, de manos ávidas con dificultad se contienen, y en el centro de aquel círculo, al son apagado y ancestral de las tamboras africanas, una mujer baila la más obscena de las danzas nativas, con retorcimientos de sierpe y aullidos de lobo. Baila... baila... mientras corre el sudor, haciendo brillar su carne de ébano... Apoyada en el brazo del teniente Britton, Eliza de Andrew, sonríe, extrañamente fascinada por el ritmo de aquella danza, y en voz baja y expresiva comenta:
_ ¿Te gusta Charles? Es una danza bruja. La primera vez que se ve bailar, pueden formularse tres deseos. Dicen que uno de los tres se logra siempre. Pero hay que pedirlo mojando dos dedos en sangre. Ahora van a degollar un cordero. ¿Quieres probar? ¿Quieres realizar tu mayor deseo Charles a cambio de ver a Terry del diablo?
_ Si. ¡Quiero pedir que esta noche no se acabe jamás! Que sea tan larga como mi vida, y pasarla a tu lado; pero...
_ Aguarda... Espera... Ya degollaron al cordero, ya traen la sangre en esas jícaras. La ofrecen a todo el que la quiera. ¡Pronto! ¿Tienes una moneda? Échala en el fondo y moja los dedos...
-Es absurdo. Como espectáculo puede pasar, pero
_ ¡Pronto! –Eliza, ha extraído de su bolso una moneda de oro, arrojándola al fondo de la jícara llena del rojo liquido viscoso. Luego, tomando bruscamente la mano del teniente, la hunde en él, mientras le apremia:
-Pide... Pide por mí... Pide tres veces lo mismo... Que se realice lo que yo estoy pidiendo en este momento. Piénsalo conmigo... con toda tu fuerza... con toda tu voluntad...
Por segunda, por tercera vez, ha obligado al oficial a hundir su mano en la sangre del cordero, que en una jícara ofrece un mocetón africano. Luego, mientras él limpia con repugnancia su mano en el pañuelo, ella se aleja hacia la puertecilla que da a una especie de terraza, y aspira ávidamente el aire salobre que llega desde el mar...
_Eliza ¿Qué te pasa? ¿Qué tienes?
Desconcertado, palpando en su muñeca las huellas que dejaran las uñas de Eliza al obligarlo a mojar su mano en la sangre, el teniente Britton se acerca a aquella mujer, más incomprensible para él a cada instante, y queda largo rato en silencio, hasta que repentinamente sacude la cabeza, como espantando las quimeras para volver a la realidad...
_ Eliza, ¿por qué haces esto? ¿Por qué estás aquí conmigo? ¿Es despecho? ¿Son celos?
_ ¿Qué te importa? ¿No es bastante con que lo haga? ¿En qué piensas?
_ No sé... Tienes gustos extraños... Este lugar, estas gentes.
_ Un rincón típico. ¿A dónde querías que te llevara a ver el carnaval de la Martinica? ¿Al baile del gobernador? ¿Al salón de mi ilustre suegra?
_ No he pretendido nunca tanto; pero, en realidad, no sé lo que me pasa. Mientras más trato de entender, menos entiendo. Hemos entrado, por lo menos, en diez tabernas. ¿Buscabas a alguien en ellas?
_ ¿Cómo piensas? ¿No comprendes que una mujer ahogada entre los muros de piedra de la casa De Grandchester, quiera distraerse un rato?, No sabes cómo me arrepiento de no haber huido con Terry, abecés pienso que debí haber dejado todos los lujos y haber huido con Terry, quizás no hubiera tenido los lujos que tengo, pero al menos hubiera vivido al lado del hombre que siempre ame, no estaría pasando por eso.
_ No soy yo quien pueda juzgarte, Eliza. Inútilmente trato de comprenderte. No te inspiran amor ni tu esposo porque no lo amas, amas a Terry y como no estas con él, te pones así. En forma espontánea me has otorgado el regalo de tu presencia y de tu compañía. No puedo pensar que sea yo quien te inspire ese amor... ¿Por qué lo haces entonces? ¿Qué pretendes?
_ ¡Basta! -corta Eliza malhumorada-. Estoy empezando a creer que eres tonto de remate. Quiero ver a Terry.
_ Él está por aquí.
_Lo sé, por aquí... Déjame pasar, idiota...
La voz que ha pronunciado estas palabras llega hasta ella haciéndola saltar cual si fuese la picadura de un reptil. Rápidamente ha vuelto a ponerse el antifaz. Tiembla, retrocede, se aterra al brazo del teniente Britton, y ambos clavan los ojos en el marco de aquella puerta, por donde Terry del Diablo aparece seguido del viejo notario... Ha llegado hasta el centro de aquella especie de terraza natural que forman dos rocas lisas aladas sobre la arena de la playa, muy cerca del lugar en que el mar se estrella, y vuelve la cabeza para mirar a Albert, Sólo entonces se da cuenta de la presencia de aquella pareja inmóvil y expectante... Eliza envuelve su cuerpo en los percales de colorines del traje típico que le prestara su doncella. El teniente Britton, un poco pálido, pero perfectamente sereno, da un paso hacia él, permitiendo que la luna le ilumine de pies a cabeza, al saludar:
_Buenas noches Terry.
_ Teniente Britton -se sorprende Terry-. Es una verdadera sorpresa verle a usted por estos arrabales. Creí que ni siquiera estaba ya en la Martinica
_Me tiene enteramente a su disposición, por si puedo servirle en algo.
_ Gracias, pero no faltaría otra cosa. Tiene usted una ocupación más grata, a lo que parece. Ya le veo bien acompañado... Sin embargo, si quisiera, podrían tomar una copa con nosotros...
Su mirada de águila ha recorrido de cabeza a pies aquella figura femenina, de la que, a pesar del disfraz, se desprende algo que cree reconocer, algo familiar, inquietante... En vano trata de ver sus manos o sus cabellos...
-Voy ahí cerca, donde se juega fuerte, pero donde también sirven bebidas: Hay monte, bacarat, ruleta... ¿Le gustaría probar su suerte? La mía es perfecta. Si me siguen, se rellenarán los bolsillos. ¿Qué dice usted, hermosa? Supongo que lo es cuando el teniente se toma la molestia de acompañarla...
_ Muchas gracias, Terry, pero ya nos íbamos. Es muy tarde para ella... Justamente salíamos, y...
- ¿Es muda su compañera, teniente, o tiene una voz
demasiado fácil de reconocer? Se ve mal la cara a través
de ese encaje negro...
_ ¡Cuidado Terry del diablo! - conmina el oficial en tono ominoso.
_ No se altere, teniente. Sería muy fácil para mí arrancarle el antifaz, aunque usted se opusiera, pero no voy a hacerlo. ¿Para qué? Allá usted, y allá ella... ¡Oh, su pañuelo! – Terry, se ha inclinado rápidamente, atrapando, antes que el teniente, el pañuelo de encajes desprendido de las manos de Eliza, y aspira la bocanada de perfume que de él se desprende, mientras ríe con sarcasmo-: Aroma de nardos... Un olor muy conocido, demasiado conocido, aunque sólo conozco una mujer que usa este perfume siempre... ¡Maravilloso... ¡Maravilloso, teniente!
Terry, ha dado un paso, acercándose más a Eliza, mirando fieramente sus ojos negros a través de los achinados agujeros del antifaz que le cubre el rostro, y comenta irónico:
_Que fácil y terrible venganza para Terry del diablo. ¿Verdad?
_ ¡Basta... basta! -ataja el oficial británico-. Le ruego que siga su camino... Usted no tiene derecho...
_ ¿Y qué importa el derecho? Tengo los medios al alcance de mi mano. Lo que usted hiciera, no haría más que empeorar la situación, darle alas al escándalo. ¿Se da usted cuenta? Me bastaría arrancar del rostro de esa mujer ese trapo negro para que mañana todo Saint-Pierre se riera a carcajadas del caballero de Grandchester... Caro que a usted le costaría la vida, mi buen amigo, y pagaría muy caro, terriblemente caro el placer que quizás creyó gratuito...
- ¡Basta... ¡No tienes derecho...! -estalla Eliza sin poderse contener.
_ Hablaste! ¡Qué pronto se rompió tu consigna! –comenta Terry en tono burlón.
_ Eso no puede ser! -reta el teniente-. Salga usted de aquí, señora. Váyase inmediatamente... Yo me encargaré de mostrarle a este hombre... ¡Pronto... Váyase...!
-Creo preferible que usted no intervenga -aconseja Terry sonriente e impasible-. Saldrá muy mal, desde cualquier punto de vista.
_ ¡Tendrá usted que matarme antes que faltarle al respeto a esta dama en mi presencia!
_ No pierda el tiempo en gestos inútiles. Esta dama no desea que la respeten... porque no es una dama.
_ ¡Basta ya! Terminemos con todo esto. A usted no le interesa quién es mi compañera... Déjenos salir de aquí, en el acto.
_Espera Charles- dice Eliza.
_ ¿No ve que es ella la que no quiere irse? Le encanta estar aquí -comenta irónico Juan-. Aunque parezca mentira, éste es su ambiente... Se equivocó al cambiarlo por el oro de los Grandchester, Ahora le molesta y le asquea todo aquello por lo que vendió su vida: vajillas de plata, pulseras de brillantes y collares de perlas... todo lo que le ofrecí darle.
_ Estando a mi lado, no permito que le hable usted de ese modo -protesta el teniente, aunque sin gran fuerza.
_ No sea niño, teniente. Su posición es desventajosa. ¿No lo comprende? Se lo está jugando todo... ¿Por qué? ¿Por quién?
-Vas a permitir que diga eso Charles? -se enfurece Eliza.
_ ¿Y cómo hará para impedirlo? A poco que razone, el mismo tiene que pensarlo. Está sirviendo de juguete, de pelele, a una mujer sin escrúpulos. Supongo que lo sabe, que no se ha ido ya por vergüenza de caballero... ¿Qué te propones? ¿Qué vas a hacer con él? ¿Hasta dónde vas a arrastrarlo con tus intrigas? ¿No piensas que has hecho ya bastante daño?
_ Tal vez a los otros les hice daño. A ti no te he hecho sino bien, y si ahora mismo estás en libertad, ¿a quién sino a mí se lo debes? ¡Pero eres el último de los hombres; ¡el más ingrato, el más perverso!
_ Estás exagerando. No hago sino prevenir al teniente Britton, hacerle darse cuenta de lo que está haciendo, y si quiere seguir, que por lo menos no marche ciego... Anthony Grandchester, está buscando alguien a quien matar, en quien vengar una ofensa que presiente, que siente flotar en torno suyo, por muy hábilmente que su mujer se maneje... ¿Va usted a seguir haciendo el juego a esta bella víbora? Le debo la lealtad de su declaración, teniente, y haberme tendido la mano de amigo a través de las rejas de una prisión. Por eso le pregunto: ¿Va a prestarse para que ella le use a su antojo en provecho de sus más oscuros y tortuosos intereses?
_ ¡No sigas diciendo eso! ¡No le oigas Charles, no le oigas! ¡Charles! ¡Charles! a esbelta figura del joven teniente Britton se pierde por el extremo de la oscura callejuela, y Eliza, que le había seguido hasta la puerta de la sórdida taberna, se vuelve airada y avanza sobre Terry, como una fiera:
_ ¡Ah, canalla... canalla! ¡Mereces la horca, el presidio...! ¡Yo no sé ni lo que merece!
_ ¿De qué lado estás? ¿A quién te inclinas? Eres la señora de Grandchester, y quieres seguirlo siendo, pero sin dejar por eso de arrastrarte en el fango que te gusta...
_No es cuenta tuya.
_ Ya lo sé. Ojalá y que jamás lo hubiera sido. De ti sí estoy curado totalmente...
_ ¿Y de quién no? ¿De quién no? -indaga Eliza, con repentina ansia-. ¡No vas a decirme que la quieres a ella, que te interesa ella! ¿Te interesa Candy?
_ ¿Y si lo fuera? ¿Cuál es el problema?
_ ¡Antes de consentirlo, habría que matarte, ¡Prefiero verte muerto, antes que, en los brazos de mi hermana, o que se junten en el cielo porque por lo menos no le darás la pasión que es mía, que me pertenece! Tu eres mío Terry, y de nadie más, antes muerto que de ella. Yo a pesar que me case con Anthony nunca te olvide, te deseo de la misma forma que te desee antes.
_ Y todo eso lo afirmas cuando acabo de hallarte junto al teniente Britton -sonríe Terry, sarcástico y mordaz-. Tienes un corazón muy amplio, y muy flexible llena de maldad y egoísmo. Además, estas jugando con Britton y Anthony, ¿Ellos también te importan?
_Mejor los dejos – dijo el notario, esa conversación no me corresponde y se retira.
_ No me importa ni Britton, ni Anthony, ni el mundo entero, Me importas tú y quiero recuperarte, quiero que seas para mí, nunca permitiría que compartieras tu pasión con otra mujer, ¡prefiero verte muerto, antes que con otra ¡.
_ A tu hermana ¿También prefieres verle muerta?
_Si, porque me importo yo misma y prefiero que seas para mí.
_Ahora si fuiste sincera te importa tu misma.
_ Pues bien, sí. Me importo yo misma, pero en mi egoísmo hay más grandeza que en la generosidad de otra. Me importo yo misma y, por importarme yo misma, defiendo lo que es mío, lo que tendrás que ser otra vez... ¡Porque tú eres el único amor de mi vida! Luché con todas mis fuerzas... luché contra el propio Anthony, porque te vieras libre de sus cargos. Intenté amar a Anthony, pero no pude siempre pensé en ti cuando estaba en sus brazos, me conformaba la posición en que me brindaba, ¡A Anthony le odio, le aborrezco!
_Tu ¿Por qué?
_ ¡Por todo! Por lo que es, por cómo es... Ahora, además, también quiere a Candy, y por ella me humilla y me desprecia. -Se ha mordido los labios para no gritar, apretando los puños, relampagueantes los ojos; pero lentamente se contiene, mientras, rotos ya todos los frenos, vierte Eliza, el torrente de sus pasiones: Anthony quiere a Candy y ella también lo quiere.
_Es cierto, Candy siempre quiso a Anthony y lo sentí en el momento que hice el amor con ella, estaba enferma, lo hizo por despecho, pero yo llegué a amarla lo que sentí por ti murió.
_Tan loco está Anthony por ella, que sólo se contiene porque piensa que voy a darle un hijo, heredero de su nombre, de sus tierras... Y por ese hijo, doña Rosemary Grandchester, soporta mis injurias y es la mejor cómplice de todo cuanto yo haga contra él...
_ ¿Vas a darle un hijo a Anthony?
_ ¡No, mi Terry, acabo de abortar a ese hijo, ese hijo ya no existe!, lo aborte, gracias a mi criada Dorothi, la bruja le dio un medicamento y me lo tome, ya murió el niño, me duele mucho mi parte intima, pero eso no importa, Y, sin embargo, he de tenerlo, he de ofrecerle un hijo a Anthony, o no podré quedarme una hora más bajo el techo de los de los Grandchester, Si tú hubieras sido capaz de venir a mí, de responderme... Pero eres más ingrato y más canalla que Anthony Grandchester... Y entonces... entonces tuve que escuchar al primero que pasó cerca, echar mano del primer muñeco que se puso a mi alcance... Ese teniente a quien tú has hecho huir espantado, haciéndome, un daño sólo por el gusto de hacérmelo...
_Con que era eso, burla Terry- pero cómo pudiste abortar a tu hijo, eres un monstro Eliza, eres el diablo, tu si eres en realidad un diablo.
_ Sí, soy un diablo como tú, nos parecemos tanto ¡Puedes acabar de perderme, vengándote de una vez! ¡Puedes correr a decírselo a Anthony! Te he dado el arma para que la uses contra mí misma. A veces quisiera que todo acabara de una vez, que se abriera la tierra vomitando fuego, que nos tragase el mar...
_ ¿Y Si satanás fuera mujer? Tendría tu cara, tu voz, tus palabras.
_ Sin embargo, me amaste y mucho. ... Acaso no me quieres ni un poquito, como yo nunca deje de amarte, Óyeme, Terry... Si en este momento tú me repitieras lo que un día me dijiste en Campo Real, si como entonces tomaras mi brazo para ordenarme que te siguiera, si me dijeras que tu barco aguarda muy cerca, me iría contigo donde quisieras llevarme... Lo dejaría todo... todo... por ti, ahora llévame contigo, no puedo más yo aún te amo, deseo estar en tus brazos de nuevo.
_ ¿Porque estás en un callejón sin salida... Porque te has enredado en tus propias redes... Porque quieres huir del infierno que tú misma te fabricaste... Yo te quise Elisa, te juro que te quise. Estaba loco por ti y por tu pasión, pero ahora ya no, estoy enamorado de tu hermana. No importa que ella me quiera, pero igual yo la voy a querer por siempre.
_Pero ¿Qué tanto te puede gustar Candy?
_Me enamoré de su inocencia, de su ingenuidad, cuando empecé a cuidarla porque estaba enferma, me di cuenta que ella es una rosa encantadora, a diferencia de ti, en mi vida he estado con muchas prostitutas, mujerzuelas, pero nunca conocí a una doncella como tu hermana, ella es mi princesa, la condesa que siempre soñé en tener.
_Pero fui yo quien te entrego todo el amor que sentí y que aun siento, yo nunca deje de amarte, además fuimos felices, tú me amabas y me dijiste que no podías vivir sin mí, esa pasión que sentimos lo podemos recuperar.
_Fuiste una mujer muy importante en mi vida, si te amé, pero ahora las cosas cambiaron. No siento nada por ti... tu misma rompiste todo lo que sentía por ti. Lo que sentía por ti, murió.
_Eso no es cierto, yo sé que aún me amas, no se puede olvidar una pasión tan linda que sentimos en aquella playa, Por favor, ¡Sálvame, Terry! Llévame contigo muy lejos... Si no lo haces, entonces sí podrás llamarme Satanás. Si siguen acorralándome, me defenderé a zarpazos y a dentelladas, me vengaré de ti, de Anthony, de ella... De ella, sí... Hasta ahora no quise hacerle ningún daño. El mal que le vino, se lo trajeron las circunstancias. Pero si por última vez me rechazas, será implacable. Si no me salvas, me hundiré; pero hundiendo a todos los que me rodean. ¿Me salvas, o me abandonas, Terry? ¡Contesta! ¡Contesta! Yo quiero recuperarte.
Enloquecida, ciega, desesperada, habla Eliza aferrada al brazo de Terry, que, inmóvil, la contempla con una Sonrisa tan amarga que parece una mueca al rechazar con ira contenida
_ Puedes dejarme en paz, tu mataste lo que sentía por ti, Cuando te casaste con otro, mientras yo me jugaba la vida para volver por ti, debiste pensar que habíamos terminado para siempre.
_ Tal vez, pero entonces tú no lo pensabas tampoco. No te cruzaste de brazos, no me miraste con ese insultante desdén con que me miras ahora. Quizás te convenga saber que Candy está gestionando la anulación de su matrimonio. Ella no te ama.
_ Mientes, eso no es cierto.
-No te acusó ante los tribunales, porque tenía miedo; pero en esos documentos secretos, que ya deben estar camino de Roma, no hay una infamia que no te atribuya. Su alejamiento de Anthony, en el tribunal era sólo una farsa. Están de acuerdo, aunque aparenten lo contrario. Y si una cosa les sale mal, no importa, emprenden otra inmediatamente. Tú les estorbas, pero ellos sabrán suprimirte. Yo también les estorbo, y sólo les detiene la consideración por ese hijo que ya murió, que tiene que nacer... que caso hubiera sido posible que naciera si tú, estúpidamente, no te hubieses atravesado en mi camino. Anthony me rechaza, pero Britton no me interesa, solo te amo a ti. Recordamos el pasado, los momentos que pasamos juntos mi verdadero amor, eres tú, soy egoísta, no quiero verte con nadie más que conmigo- se desabrocha el vestido, hace que cae al suelo, estamos los dos solos- Dice Eliza coqueta Y lo besa, dejando a Terry nervioso. ¿Caerá en la tentación? … no perderse los capítulos de esta tercera parte-
Esta historia continuará…
Hola chicas linda ya bajé el primer capítulo de la tercera parte de esta obra, como ya saben su respectiva autora es Caridad Bravo Adams, No se preocupen por Eliza, ella paga todo el daño que hace, Para todos los que leen esta obra necesito una sugerencia ¿Con quién les gustaría que se quede Anthony con Annie, Susi o Karen?, estaría agradecida si me respondieran esa pregunta, depende de lo que responde, yo le dejo con la chica que les gusta, especialmente pregunto a Blanca G, Carol Aragon, SARITANIMELOVE, Elvia Soan, Mia 811, lo que responde la mayoría la dejo con la chica que ustedes eligen. apoyenme con esa pregunta, porque la verdad no se con quien dejarle al tonto de Tony.
Carol Aragon: Como siempre agradecida por tus comentarios amiga bella. Bendiciones.
Henrry Ferrer: Gracias por tus palabras, muy hermosa.
Blanca G: Contigo agradecida eternamente, porque te llena de sorpresas, no te preocupes por Eliza mi bella amiga, pase lo que pase los rebeldes quedan juntos, siempre los antagonistas gozan todas sus maldades, pero reciben un buen castigo, además Terry ya ama a Candy, Anthony tiene un final estable, porque la autora original lo deja feliz, espero que me apoyen con esa pregunta, bendiciones amiga bella.
Elvia Soan: Como siempre agradecida por comentar y publicar mi historia en tu grupo de Corazón Salvaje, si es verdad Todos los sentimientos a flor de piel la actitud vengativa de Eliza, la indiferencia de Anthony, la inocencia de Kuki pero sobre todo duele en el alma la resignación de Candy, pero es que para la santa Mónica era una tonta, más cuando Aimé muere que le hace jurar que no esté con Juan, la odio a esa mujer que es una maldita egoísta, pero bella.
SARITANIMELOVE: Gracias hermosa, por todos tus comentarios siempre me lees un poco tarde, pero me encanta tus comentarios, muy pronto retomare la historia del maestro con el nombre de Clases de sexualidad, bendiciones amiga bella.
Mia8111: Mil Gracias por que a pesar de ser una Antonifan de corazón siempre me apoyas y esta historia es la favorita de muchos, no te preocupes por tu rubio el termina feliz.
Un Agradecimiento especial a Carol Aragon, Blanca G, Elvia Soam, Mia 811, SARITANIMELOVE, Y a todas las que leen.
Bendiciones
Maggie Grand.
