Ya es la tercera parte del libro... la ultima parte.

Disclaimer: Los personajes de Candy no me pertenece sino a Kioko Mishuki y Yumiko Igarashi y la historia Corazón Salvaje le pertenece a la escritora mexicana Caridad Bravo Adams. Este fic es hecho con fines recreativos no pretendo buscar ningún tipo de remuneración o reconocimiento, simplemente lo comparto con ustedes porque realmente me gusta la historia y los personajes de Candy.

La historia tendrá tres partes como la trilogía original, "Eliza (Aimé) y Terry (Juan)", " Candy" (Viene siendo el libro de Mónica), Candy

Parte final (El libro de Juan del Diablo versión Terry Pirata)

Hola mis amores, estoy de vuelta. Primer capítulo de la tercera, esta tercera parte, es la última parte de ésta historia…

Ya sin más que añadir, los dejo con la lectura. Disfrutadla.

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TERCERA PARTE

JUAN DEL DIABLO.

TERRY PIRATA.

CAPÍTULO 4

_Tranquilo hijo, así Candy ame a ese fulano, él no se la merece, pero también acepta que es tu culpa, tu decidiste casarte con Eliza.

_Si fue el peor error que cometí en mi vida, lo siento madre, fui un estúpido.

_Pero ahora tendrás que conformarte a estar con Eliza, por el bien de ese bebe que espera.

_Abecés pienso que ese niño no es mi hijo, sino del maldito Terry, será mejor que lo deje ahí todo, me iré a buscar a Candy.

_ ¿Buscar a Candy?

_Si, madre, no te metas en mis asuntos.

Flashback:

Terry se encontraba conversando con el buen viejo Tío Albert.

—¿Yo no sé si amar a Candy...? Tal vez sea un cariño... Pero no quisiera serlo... Quisiera ser, de verdad, un hijo de nadie, ignorar qué sangre corre por mis venas. Le juro que podría respirar más a mis anchas si lo ignorase todo... Pero junto con ese nombre, vuelve a mí todo el horror de mi infancia: la cabaña de Bertolini, la crueldad de aquel hombre que vengaba en mi carne inocente todo el dolor de sus ofensas... Y ni siquiera puedo traer a mi memoria lo único que podría dulcificarlo todo: la imagen de mi madre, la conciencia de haberla visto alguna vez. ¿La vio usted Albert? ¿Puede decirme cómo era?

_ La vi, sí... Pero, ¿para qué vamos a hablar de eso? —murmura el viejo, conmovido, luchando por serenarse—. Es inútil hacer horrible el presente a fuerza de verter el pasado sobre él. Tu madre era desdichada y hermosa. También puedo decirte otra cosa: no hubo interés ni codicia en ella... Pecó por amor, y pagó su pecado con lágrimas y sangre... Yo la vi algunas veces, y no podría decirte cómo era su sonrisa, pero sí que sus lágrimas corrieron a raudales...

—¡Entonces he de odiarlo aún más a él... en ese Richard Grand chéster, que me dio el ser de esa manera!

_ Él la quiso también, hijo. La quiso honda y sinceramente. Aunque tú no lo creas, latía un corazón debajo de su orgullo, de su orgullo enorme, inmenso... Por eso quiero refrenar el tuyo. El primer pecado del mundo fue la soberbia. No caigas tú en él.

_ Mi pobre Albert, no diga tonterías. Si un hombre como yo no tuviese orgullo, sería un gusano, y yo prefiero ser una sierpe llena de veneno para que no sigan pisoteándome Gusano naciste, pero ya no lo eres. Porque sé que puedes volar, te muestro el camino del cielo. ¿Por qué no levantarte, haciendo dignidad fecunda de lo que sólo es orgullo? ¿Quieres que sea yo quien vaya al convento, quien le diga a tu esposa que la amas...?

_ No, Noel... ¡Mi esposa! A sarcasmo me suena esa palabra. No le diga nada. Yo seré quien vaya a verla, quien le hable, aunque creo que nada va a cambiar con eso... Hablaré yo, pero no le diré lo que usted pretende... Aún tengo algo que preguntarle a Candy Andrew, y mi vida será lo que resulte de esa respuesta...

_ Muy despacio, con un paso tan leve que apenas rozan sus pies los gastados escalones de piedra, baja Candy de su celda rumbo a aquel gran patio interior que es jardín y huerta en el Convento de las Siervas del Verbo Encarnado... Otra vez las campanas llaman a los fieles, ahora con el blando tañido soñoliento que invita a la oración de la tarde... Otra vez, religiosas y novicias van a la iglesia en apretadas filas, mas Candy marcha en dirección contraria. Ha salido de su celda, sintiendo que se ahoga entre aquellas paredes, pero, como por instinto, huye de todas las presencias... Lo único que su alma anhela es silencio, soledad... Aun en el claustro le parece estar demasiado cerca del mundo. Ha dejado los arcos que limitan el claustro, queriendo llegar hasta un rincón donde sólo pueda ver los árboles y el cielo, pero algo se agita entre las ramas de los arbustos al verla aparecer... Una redonda cabeza oscura asoma, dos grandes ojos negros brillan sobre la piel color de ébano, un cuerpecillo menudo y ágil salta acercándose a ella...

Flashback:

En el convento….

Candy se encontraba conversando con el niño Kuki, protegido de Terry.

_ ¡Ay, mi ama! Menos mal que se asomó usted. Yo no sé ni el tiempo que llevo agachado esperándola, y me iba a trepar otra vez por la tapia para irme, pero la verdad es que no quería marcharme sin verla... he dije que no volvieras, Colibrí. Es una verdadera imprudencia. Está prohibido. ¿No entiendes? Yo no vengo para nada malo, mi ama. Usted sabe que yo no vengo más que a verla.,. ¿No quiere ya nada conmigo, mi ama? ¡Ya no me quiere!

_ Sí te quiero. Pero cuando se traspasan estas rejas, hay que renunciar a cuanto se amaba en el mundo... Tú no puedes entenderme, pobrecito, pero no sufras por eso, no te pongas triste. ¿Acaso no eras feliz antes de conocerme?

—¿Feliz? ¿Qué cosa es ser feliz, mi ama? ¿Estar contento? Bueno... en cierta forma... ¿No estabas tú contento? ¿No estaba también contento tu patrón?

_ El, no sé... Él se reía, y cuando llegábamos al puerto... se iba de fiesta. Cuando él no bajaba, las mujeres iban a buscarlo al muelle. El patrón siempre les traía regalos, y ellas lo besaban y decían que era más rumboso que un rey, y más guapo que nadie... Porque el patrón...

—¡Calla! —le ataja Candy, apretando los labios

_ No. ¿Qué puede importarme lo que has dicho? ¡Vuelve con tu amo! ¡Vuelve al barco de Terry, a participar de sus fiestas! Seguramente, ahora estará allí, divirtiéndose...

_ No, mi ama, él no ha vuelto al barco. Anda con el señor Albert... Pero dice Segundo que anoche ganó mucho, dinero, y que ahora todas las cosas van a ser diferentes.

_ Que el amo va a volverse un caballero, todo un caballero, con casa propia y barcos que vayan a pescar... Y también me dijo otra cosa: que el amo iba a venir a buscarla, y que usted vendría otra vez con nosotros; no al barco, sino a la casa que va a hacer el amo. ¿Es verdad eso?

_ No, no es verdad. No saldré jamás del convento, ni tampoco él desea que salga. Estoy segura de ello. Le basta con esas mujeres que iban a esperarlo a los muelles. Ahora le querrán más, porque podrá hacerles mejores regalos...

_ ¡Chist! Viene una monja —advierte Kuki, en voz baja y asustada—. Yo me escondo...

—Candy... Candy, hija mía... —llama la madre abadesa, llegando juntó a la novicia, y le explica—: Vengo de tu celda. Te han buscado inútilmente por todo el convento. Hay un visitante que te espera en el locutorio...

_ ¡Terry! —se alboroza Candy, sin poder ocultar su turbación.

_ No. Es el señor Anthony Grandchester, hija mía, que te ruega, que te suplica no te niegues a hablar con él...

Candy ha sentido como si algo se helara en sus venas. Anthony Grandchester... Cada una de sus letras la ha traspasado como una fina flecha de angustia, mientras una amarga desilusión la va invadiendo, porque es él y no el otro. Las palabras de Kuki, hicieron aletear en su alma una esperanza que, a pesar suyo, la encendió de locas ilusiones. Ahora, es como si se cerrara de repente la puerta que viera entreabierta, como si de un golpe se apagara la última estrella de su oscuro cielo...

Yo también me atrevo a rogarte que no le rechaces — prosigue la abadesa—. Hace mucho rato que te espera.

_ Parece tan angustiado, tan inquieto, que su empeño me hace pensar que tiene algo importante que decirte, acaso algo relacionado con la solicitud de esa anulación de matrimonio que firmaste para enviar al Santo Padre. Al fin y al cabo, creo que con oírlo nada pierdes... Candy ha mirado a todas partes... A la aparición de la abadesa, ha desaparecido Colibrí. Sin duda, está escondido muy cerca, o acaso ha aprovechado el momento para huir, llevándose con él aquella bocanada de aire salobre, aquel desesperado anhelo que el solo nombre de Terry, enciende en ella. La voz de la abadesa le llega como desde muy lejos, obligándola a volver a la realidad:

_Los Grandchester, son tus iguales, tus parientes... No pueden desearte ningún mal. Vamos, hija... Ven...

Esta historia Continuará…

Esperando que esta adaptación siga siendo de su agrado, ya no falta mucho para el final de esta bella historia, su respectiva autora es Caridad Bravo Adams.

Ahora responderé sus comentarios en mi sección favorita.

Carol Aragon: Gracias por tus comentarios mi bella amiga, bendiciones para ti.

Nilda Manno: Gracias por tus comentarios.

Mia8111: Gracias como siempre es un encanto leer tus comentarios.

SARITANIMELOVE: Mil gracias por tus comentarios amiga bella bendiciones para ti, gracias.

Elvia Soan: Mil Gracias por tus bellas palabras.

Agradecimiento especial a Carol Aragon, Blanca G, Elvia Soam, Mia 811, SARITANIMELOVE y a todas las que leen.

Continuaremos con las que faltan

Bendiciones

Maggie Grand.