Ya es la tercera parte del libro... la ultima parte.

Disclaimer: Los personajes de Candy no me pertenece sino a Kioko Mishuki y Yumiko Igarashi y la historia Corazón Salvaje le pertenece a la escritora mexicana Caridad Bravo Adams. Este fic es hecho con fines recreativos no pretendo buscar ningún tipo de remuneración o reconocimiento, simplemente lo comparto con ustedes porque realmente me gusta la historia y los personajes de Candy.

La historia tendrá tres partes como la trilogía original, "Eliza (Aimé) y Terry (Juan)", " Candy" (Viene siendo el libro de Mónica), Candy

Parte final (El libro de Juan del Diablo versión Terry Pirata)

Hola mis amores, estoy de vuelta. Primer capítulo de la tercera, esta tercera parte, es la última parte de ésta historia…

Ya sin más que añadir, los dejo con la lectura. Disfrutadla.

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TERCERA PARTE

JUAN DEL DIABLO.

TERRY PIRATA.

CAPÍTULO 9

Anthony, ha movido con ira la cabeza mirando hacia el lugar que Flanmy señala. Sobre una tosca mesa han puesto el barril de ron, le han quitado la tapa... Un negro anciano, con el lanoso cabello más blanco que la nieve, derrama en él el contenido de una jicara, y todos se amontonan, impacientes, acercando jarros y vasijas a la espita abierta para todos...

—Si bebiera usted un trago de eso, olvidaría hasta su propio nombre, señor, y sería feliz unas horas al menos.

_ ¿No quiere? La señora Eliza, bebió alguna vez...

—¿Quieres no mentir más? ¿Qué es lo que te has propuesto, imbécil? —se enfurece Anthony,

—Ya se lo dije antes. Usted no me entendió o no quiso entenderme, pero si me mirase a los ojos...

Flanmy se ha erguido sobre las puntas de los pies, clavando sobre los azules de Renato la mirada sombría de sus ojazos negros. Pero él la aparta con gesto de disgusto.

—Déjame. Será mejor para ti que no te entienda. ¡Creo que eres tú quien necesita tomar un sorbo de ese veneno, ¡Acércate, bebe hasta caerte y no vuelvas a vigilar a mi esposa ni a inventar calumnias contra ella! No es la primera vez que te mando dejarme en paz, no lo haces... De una vez por todas... entiéndeme: no quiero oír tus chismes ni tus enredos. Se ha ido con paso rápido, apartándose de ella bruscamente, mientras las manos de Flanmy se crispan al juntarse, y murmura como una amenaza:

—¡Tal vez mañana te hiera el dolor como a mí me hiere!

En la puerta de una cabaña semi-derrumbada, a la escasa luz rojiza del fuego que hay encendido dentro, Eliza y Dorothi miran, con ojos curiosos la primera y de intenso pánico la segunda, la figura de una mujer alta y huesosa, de piel más negra que el carbón, que se ha acercado a ella, brillantes en la sombra, como carbunclos, los ojos inyectados de sangre... Negros son sus vestidos, negro el pañuelo que envuelve su cabeza... Sólo se ven, en sus muñecas los largos collares de cuentas de colores, el fulgor rojizo de las pupilas y el relámpago blanco de los dientes cuando, al hablar, mueve los gruesos labios:

—¿Quién eres? Te estoy preguntando... Contesta... Quien llega por burla a casa de Kuma, lo paga muy caro, porque Kuma tiene poderes secretos... es un brujo Kuma.

Una leve sonrisa se ha asomado a los labios de Eliza. Por un instante le pareció estar frente a una loca, su amenaza, y la forma ávida con que la recorre de pies a cabeza, descubriendo, aun bajo el chal que le envuelve, los detalles de su verdadera posición, abren camino a otra opinión, al contestar con absoluta tranquilidad:

—Quien llega no viene por burla. Te busca porque te necesita y te pagará bien... Tendrás más dinero por servirme, que lo que logres reunir en un año entero; pero tienes que ser leal. Yo también tengo poderes, aunque no tan secretos, y si me traicionas lo pagarás tan caro, tan caro, que por tu bien te aconsejo que no lo intentes.

_ ¿Quién se atreve a decir que tiene más poder que Kuma?

_ ¿Quién?

_ ¡Ay, mi ama, vámonos...! —suplica la asustada Dorothi, en voz baja.

—Vete tú y espérame en la puerta. ¿Oíste? Ni un paso más allá. ¡Anda! —ordena Eliza imperiosa.

—Hablas con voz de ama, y es blanca tu piel

_ Sí... es blanca mi piel. ¿Quieres ver también el color de mi dinero? Ahí lo tienes; son de oro, Kuma. Recógelas... Vale la pena...

Con brusco movimiento, Kuma ha encendido un hachón de tea en el fuego donde arde una marmita, clavándola en la caña hueca de las paredes, y la llamarada roja ilumina vivamente la estancia: el techo bajo y ennegrecido, las paredes cubiertas de amuletos y mazos de hierba, el tosco horno de barro, la yacija en un rincón, la mugrienta mesa de madera, los toscos taburetes, los frascos de bebedizos puestos en fila sobre una repisa de la pared, y aquellas dos mujeres que se miran casi, casi con la misma curiosidad... Una blanca, otra negra. La mano ensortijada De Eliza, sale del chal de seda, señalando las tres monedas de oro que brillan sobre el piso de tierra, y Kuma se inclina sin prisa, recogiéndolas, y las retiene, como acariciándolas entre los dedos, mientras murmura:

—¿Qué deseas, mi ama? ¿Qué le mandas a hacer a tu sierva? Kuma va a complacerte. Te dará la forma de que tu rival se vuelva fea, el polvo que domina a los hombres más rebeldes, las gotas que harán tu esclavo de aquel a quien desees, sólo con hacérselas tomar en una taza de café...

Kuma puede prepararte una bolsa de yerbas que, colgándolas a tu cintura, hará venir al hijo que acaso deseas y no tienes. ¿Es eso?

—¡Ojalá tuvieras poder para tanto, Kuma!

—¿Dudas de mi poder? —apostrofa la hechicera con cierta ira—. Entonces, ¿a qué vienes?

—A algo mucho más cómodo para ti. Si pensara que de veras puedes hacer todas esas cosas, no habría oro en el mundo con qué pagar tu ciencia. No te voy a pedir nada de eso... Bastará con que te prestes a obedecerme. Yo sé que tú ayudas a las mujeres de aquí cuando van a venir los niños; pero sólo te quiero para que me sirvas de testigo, para que, con esas palabras que sabes usar para que te crean, digas a todos, a los amos también, que me atendiste después de un accidente...

"Antes de seguir, quiero decirte una sola cosa: Si todo sale bien, te daré diez monedas como ésas; si tratas de traicionarme, haré que te arrojen a palos de todas las tierras de Grand chéster, sin dejarte abrir siquiera la boca.

_ Júrame que no dirás sino lo que yo te ordene, y mírame bien para que veas que no miento. Soy la esposa del amo, soy la dueña de Campo Real... ¡Mírame bien, y piensa lo que te conviene!

Con brusco movimiento, Eliza, ha echado hacia atrás el velo que cubre su rostro, el chai que envuelve su cabeza, y a la luz rojiza de la antorcha de tea brilla deslumbrante la belleza de su rostro blanco, mientras Kuma retrocede moviendo la cabeza. Sus pupilas oscuras parecen agrandarse y es más rojo el fulgor de sus ojos inyectados de sangre. Durante un largo minuto parece vacilar; luego, aprieta las tres monedas de oro hundiéndolas en el bolsillo de su falda, y se yergue al responder

—Haré lo que me ordenas... ¿Cómo? ¿Cuándo?

—Tiene que ser pronto. He perdido ya bastante tiempo... Mañana si es posible... Debo preparar las cosas, hacerlo todo bien. Esta vez no podemos equivocarnos...

Eliza ha ido hacia la puerta. Kuma la sigue, bebiendo cada gesto, cada movimiento, como si la estudiase, como si se esforzase en adivinar su mente sagaz, ágil en la mentira y el engaño. Al fin, una expresión astuta humaniza su negro rostro:

—Tú eres la señora Eliza. Yo te vi de lejos el día de tu boda. No entré a la iglesia, pero te vi de lejos, y también sé de ti algunas cosas... Dicen que vas a darle al amo Renato un heredero.

—Es lo que dicen... Si tu sabiduría no llega más lejos... ¿No te dicen más que eso tus poderes secreto

_ Otra vez ha callado Kuma durante largo rato. Otra vez ha observado de pies a cabeza a la hermosa mujer que alza la frente altanera, mientras una sonrisa burlona le juguetea en los labios.

—Kuma ve la verdad en el fuego, en el viento y en el humo de la olla que hierve —afirma ésta—. Kuma ve a tu hijo hermoso y fuerte... Kuma ve al heredero de la casa Grandchester.

—No —niega Eliza con decisión—. Ni Kuma ni nadie va a verlo, ¿entiendes? El heredero de Anthony Grandchester no existe ni existirá jamás, hace tiempo yo lo aborte gracias a una bruja poderosa como usted.

_O tal vez porque nunca saliste embarazada y que solo hayas inventado para retener a Anthony por su posición, Hay Eliza te creo capaz de eso y de mucho más.

_ ¿Eso dicen tus cartas estúpidas?

_Si, pero quien sabe lo importante es que ese hijo no existe, es triste casarte por interés porque tú nunca amaste a tu marido, sino a un pobre pirata.

_Prefiero no hablar de eso, mis sentimientos por Terry, nunca murió, pero tampoco soy débil para sufrir, quiero obtener todo, quiero que Anthony, Candy, hasta el mismo Terry paguen cada uno de sus humillaciones sobre mí, quiero fingir una pérdida de un bebe que ya no existe, no solo eso fingir una enfermedad, para que Terry no sea feliz nunca con mi hermana y se quede conmigo, para eso necesito un plan.

_ ¿Cuál es tu plan?

_ es preciso que todos crean que estoy embarazada, que fue un accidente lo que le impidió nacer. Y no un aborto, Ocurrirá cerca de tu cabaña, y habrá que agradecer tus atenciones. ¿Comprendiste bien?

La hoguera tiene las llamas muy altas. ¿Quieres que Kuma salte sobre una hoguera en la que seguramente se quemará los pies? Es mucho lo que arriesga Kuma. Si tú puedes hacerme arrojar a palos de Campo Real, el amo Anthony puede mucho más. Tal vez tenga que irme muy lejos... y diez monedas de oro no son mucho dinero

—¡Te daré veinte! ¡Te daré cien!

—Te serviré. Te serviré a todo riesgo. Dime qué debo hacer.

—¡Espera! —señala Eliza. Y acercándose a la puerta, perdida toda prudencia, llama—: ¡Dorothi… Dorothi!

Por el estrecho sendero sube, trotando, una figura larga flaca que, al llegar junto a Eliza, exclama alborozada:

—¡Ay, mi ama, ¡qué bueno está el baile! Todo el mundo está allá abajo, menos el amo Anthony, que ya se fue...

—¿Se fue Anthony? ¿Volvió a la casa? Es preciso que vuelvas tú también. Yo tengo que hablar todavía con esta mujer. Si Anthony fuese a la alcoba y no nos hallase a ninguna de las dos, saldría a buscarnos, y ¡quién sabe! Es preciso que te quedes allí, que estés atenta, que inventes cualquier cosa para disculpar mi ausencia. Si preguntan dónde estoy, puedes decir que salí al jardín a tomar el fresco... Y si te mandan a buscarme, tomas hacia el lado de la glorieta, y allí me esperas. ¡Anda... vuela...

De mala gana marcha Dorothi, por el sendero abajo, mientras Eliza regresa lentamente a la cabaña casi en ruinas... En su ágil mente diabólica, la confusa idea va tomando forma, se concreta en hechos... Uno a uno va preparando, un mentí, cada detalle de la farsa, hasta que empuja al fin la desvencijada puerta, con mano impaciente, y explica:

—Kuma... ya sé lo que vamos a hacer. Punto por punto, ya sé lo que tenemos que hacer...

_Anthony hijo...

—¿Eh...? ¿Qué haces levantada a estas horas, madre? Es tarde, muy tarde. No creo que debas abusar así de tu salud y de tus fuerzas. Tienes que estar rendida y.

—Mi cansancio, hijo querido, no es del cuerpo. — Junto a la escalinata de piedra que da acceso al sombreado y confortable portal de la casa opulenta, ha tropezado.

Anthony, con aquélla a quien menos hubiese deseado encontrar en aquel momento. Los ojos de su madre, inquisitivos y angustiados, se fijan en él, y asoma a ellos una súplica tan doliente y tan tierna que, a pesar suyo, le estremece.

—No quiero parecer una entrometida preguntándote de dónde vienes. Supongo que no habrás ido a pedir un caballo, que no te irás esta misma noche como amenazaste...

—Pues es bien raro... Te aseguro que es la primera vez que ocurre algo así.

—Sí, es bien raro... Todo es raro en ella... Preferiría no hablar de eso... No quiero disgustarte, madre...

_ Con lo que has dicho, basta para preocuparme seriamente. ¿No crees que es preferible hablar claro de una vez?

—Pues sí. Yo sé que tienes un gran apego a esa muchacha... pero, como dijiste antes: he dicho demasiado para callarme ahora. Flanmy es alguien de quien deberías desprenderte. En una forma suave y con pretexto cualquiera, pero. . .

—La has tomado con ella. Supongo que será una sugestión de tu mujer. Eliza odia a la pobre Flanmy y...

—Es Flanmy quien la odia a ella. Por la tranquilidad de esta casa, por esa paz que tú misma deseas, quiero pedirte que alejes a Flanmy en cuanto se presente una ocasión, que ya la buscaré yo... Si hemos de vivir en Campo Real, tiene que ser así, madre.

—Está bien. Habrá que aceptar tu deseo... Bien sabes que es un gran sacrificio para mí, pero las madres nacimos para eso: para aceptar los sacrificios. Pero, al menos, ¿puedo saber qué ha pasado esta noche con Flanmy?

—Si no quieres hablar tú, haré que me informe ella. Le dispensas gratuitamente tu antipatía... ¡Qué le vamos a hacer! Será una víctima más de todas estas cosas, pero al menos voy a demostrarte, quiero demostrarte, todo el cariño, toda la sumisión y todo el respeto que Yanina me tiene. —Y alzando la voz, llama—: ¡Flanmy. Flanmy...!

—No la llames, madre, no te canses, porque no ha de acudir. No está en la casa, y es preciso que despiertes. Ha salido esta noche, como sin duda muchas otras, sin que tú lo sospecharas siquiera. Está allá arriba, en la plaza de las barracas... Siento desilusionarte con respecto a ella, pero no es lo que piensas. Has querido sacarla de su medio, de su ambiente, y no creas que le has hecho ningún bien.

_ Menos mal que, en el fondo, es igual a los otros. Bastará que la dejes en libertad para que se manifieste tal como es, sin la máscara de hipocresía con que te fascina...

—Anthony, acompáñame a mi alcoba. Llamare a Flanmy. Tú verás cómo acude, tú verás cómo desmiente esta calumnia que se han encargado de decirte de ella. No es capaz de ir a esa fiesta. Está de este lado. Desde niña me ocupé de su educación. Ella...

—¿Tú? ¿Quieres decir que tú fuiste también?

—Eso es lo de menos... pero no hablemos más esta noche... creo que estoy fuera de mí, y hay algo que tengo que decirte, algo que importa más que todo: la verdad de mi corazón...

_ No la digas en este momento. La verdad de tu corazón la sé, no me la repitas. ... Espera, espera unos meses... Ven, ven a mi alcoba. Te he vuelto a ver de pronto tan desorientado, tan alucinado como cuando eras niño.

_ Quiero librarte de eso...

_ Le ha tomado del brazo llevándolo con ella blandamente, con la misma ansia dolorosa de protegerle con que cuando era niño le alejaba de todos los peligros imaginados o verdaderos. Le ha hecho entrar en la amplia alcoba, y sentarse de espaldas a los ventanales. Un momento vacila mirando a través de ellos la mancha roja de las hogueras que arden allá, en el claro de los cafetales...

_ Pero en el aire que sopla de aquel lado, parece llegar, con el ritmo sensual de la música, la vaharada cálida de aquellas llamas que en la montaña lengüetean. Y es como si el ambiente se cargase de oscuros presagios, como si los tétricos augurios que presidieron el nacimiento de Renato Grandchester temblaran otra vez, cabeza...

—Tengo que defenderte de ti mismo, Anthony. Tu peor enemigo lo llevas dentro... Es tu corazón, tu insensato corazón que se aficiona siempre a lo que más pueda dañarte. Primero a la amistad de ese canalla a quien odias... Hoy, al amor de una mujer prohibida para ti por todas las leyes humanas y divinas... tú mismo la perdiste hijo.

—No hay ninguna ley que le prohíba al corazón los sentimientos. Lo que la mente piensa, lo que el corazón siente... sé que me costó trabajo reconocer que siempre ame a Candy desde niño, pero lamentablemente me deje idiotizar por la belleza de Eliza, la ame, la desee, pero más pienso que era pasión, en cambio con Candy siento que siempre fue mi amor verdadero.

_ ¿Una ilusión de niño?, hijo te estas encaprichando por la venganza contra Terrence, si realmente hubieras amado a Candy no la hubieras cambiado por Eliza, hijo no te dejes envenenar por tu odio contra ese sargento, es mejor que busques el verdadero amor, ¿Acaso no existe el pecado mental? ¿Piensas que no se peca recreándose en el pensamiento de lo que está prohibido? No basta tener un nombre como el nuestro, no basta nacer llamándose Anthony Grandchester, sino que hay que saber serlo, hay que aceptar las obligaciones del rango, de la fortuna, del poder...Naciste poderoso, opulento, con todos los honores, con todas las ventajas. No tienes sino sostener lo que otros hicieron para ti...

—Creo que te excedes en tus reproches, madre. Aún no he hecho nada indigno. Confío en que Dios te libre siempre de hacerlo. Todavía estás a tiempo, pero tienes que tener voluntad. No vuelvas a Saint-Pierre... Quédate aquí, espera al menos a que nazca tu hijo... ¿No sientes que con esa criatura que va a venir, asoma la esperanza de una nueva vida?

Anthony, ha bajado la cabeza. Largo rato ha tardado en responder, como si rebuscara en su conciencia, como si bajara al fondo de sí mismo. Luego, sus claros ojos se alzan, clavándose en los de Rosemary, al rebatir:

—Sólo se vive una vez, madre. Quiero vivir mi propia vida... Yo comprendo tu punto de vista, pero trata de comprender tú el mío. Quiero mi vida, la mía, la que bulle en mis, venas, no esa que, como bien dijiste, hicieron los demás para mí... Debe bastarte con que en lo material no haga nunca nada indigno, o trate de no hacerlo... ¿Es que crees que no es ya bastante mi martirio? Tarde hallé la verdad de mi corazón. ¿Por qué estuve tan ciego?

—¿Y por qué no aceptas las consecuencias de tu error, ya que lo cometiste?

_ ¡Porque no puedo, madre! No puedo conformarme a esa vida pueril y mediocre que me brindas. No puedo ser esclavo de un pedazo de tierra, de las letras de un apellido... Lucharía, aunque yo mismo no quisiera...

_ Faltaría a mi palabra si me la pudieras arrancar, y a mis juramentos, si jurara lo que sé que no puedo cumplir. No me atormentes más, madre... Es inútil... deja que se cumpla mi destino...

—¿Y por qué ha de ser tu destino correr al abismo?

_Porque es el de todos los Grandchester, madre: vivir para nuestras pasiones, y por nuestras pasiones, morir...

Rosemary ha hecho un gesto para detenerle cuando se aleja bruscamente, pero no le sigue. Le mira cruzar, con una desolación infinita en las pupilas, y luego busca una butaca donde dejarse caer rendida, sollozando. La puerta de la alcoba se ha abierto y George se disculpa:

_Perdóname que entre así.

_ ¿Dónde está Flanmy?

—No encuentro ni siquiera con quién enviar a buscarla, ni tampoco una doncella con quien pedirle permiso para entrar. Por eso llegué así... Todos se han ido; pero, con el permiso de la señora, mañana haré el escarmiento que se necesita. Parece como si un demonio les hubiera soplado a todos. Nunca ha ocurrido en Campo Real una cosa así...

_ Pero Flanmy no tardará en volver, señora. Seguramente habrá tenido que ir a hacer por sí misma cualquier cosa necesaria...

—Flanmy, también está allá arriba... La ha visto mi hijo, y encuentra la falta lo bastante grave como para despedirla...

_ Si el señor Anthony opina así, tendría que despedirlos a todos, y a la señora Eliza, la primera.

_ ¿No hay luz aquel al lado de la casa?

_ Puede estar acostada y dormida. No eres tú quién para juzgarla... ¿Entendiste? Exijo la mayor consideración y el mayor respeto de todos para la esposa de mi hijo. Al menos, por ahora...

_ Ahora y siempre se hará en esta casa lo que usted diga, doña Rosemary. Usted es la única dueña que reconocemos los leales, los antiguos... Por usted nos dejamos matar... Es lo que yo siento, y es lo que siente mi sobrina. Claro que sí, con todo eso, el señor se empeña en que la eche usted de aquí...

—Búscala tú mismo, George, ve a buscarla... Yo nada necesito...

_ Ni el señor tampoco... Está en el comedor, y él mismo se sirve... Está bebiendo como en los peores días: él solo y una copa tras otra... En eso es distinto del amo don Richard... Ese bebía siempre en buena compañía... En fiestas, con amigos, como todo un gran señor que era, mi señora. Que hasta sus pecados eran de eso, de gran señor...

—Calla, George y ve a lo que te he dicho. Trae a Flanmy.

_ Yo estoy seguro que la señora está equivocada con Flanmy. Si el señor la vio allá arriba, sería un momentito. A cualquiera le pica la curiosidad. Ahora, apostaría la mano derecha a que no está allí, y la señora va a verlo por sí misma... Con permiso...

_ No... No está Flanmy en la ancha plaza de las barracas, donde la fiesta negra sigue, donde los cuerpos bañados de sudor se retuercen en danzas lascivas, donde, como la llama de las hogueras, los deseos palpitan, y se ligan, en un solo nudo el amor y la muerte... Tras largo rato de estupor doloroso, ha echado a andar, primero como sin rumbo fijo, luego como arrastrada por una idea.

_ Marcha, primero, muy despacio; después, más de prisa... Se aleja hasta encontrar un sendero escondido, un áspero sendero que trepa la montaña a través de los riscos, hasta el punto más alto del, valle, junto al arco del desfiladero, allí donde, oculta y disimulada entre peñascos, hay una choza semi destruida: la guarida de Kuma...

_ Se ha apartado del sendero, ocultándose entre las malezas, hasta que la sombra que pasa cerca de ella desaparece... Largo rato la sigue con la vista, tratando de localizarla en las tinieblas... Una sospecha le hace sentir el anhelo de ir tras ella, pero no lo realiza, y cuando todo vuelve a ser silencio, sigue, hasta llegar junto a la curandera...

—¡Kuma! ¿Quién salió de aquí? La he visto, me he tropezado con ella en el camino... Casi podría jurar... ¡Kuma, dime...!

—¡Déjame en paz! No tengo nada que decirte... — Bruscamente, la hechicera se ha soltado de aquella mano, que apretando su muñeca la oprime, y mira hosca el rostro desencajado de Flanmy ... Luego, con aquella solemne calma que da a todos sus movimientos, destapa la marmita que hierve y hunde un puñado de hierbas secas en su oscuro y maloliente contenido...

—Kuma, responde a lo que te pregunto... Te juro que no va a pesarte... Soy tu amiga, tú sabes que soy tu amiga...

_ Kuma no es amiga ni enemiga de nadie. Sirvo a los que llegan aquí, y callar su nombre es mi primer servicio... Dime a qué has venido. ¿Siguen tus penas? Si vienes hablarme de ellas, te escucharé... Si quieres un remedio, Kuma sabrá encontrarlo, aunque sea muy difícil. Si no es para eso, puedes irte...

Ha cruzado los brazos, frente a Flany, que otra vez parece serena, contenida, y largo rato permanecen ambas inmóviles, hasta que, lentamente, Yanina saca una moneda de plata de sus bolsillos, poniéndola sobre la mugrienta tabla de la mesa:

—Vengo a pagarte mi última visita, aunque no debería, porque de nada me ha servido. Tu consejo fue malo; tu amuleto, inútil; sin valor las oraciones que me diste...

—¿Pusiste en el café de tu amo la medicina? No... Me dio miedo... Puede enfermarse, puede morir

—Tal vez se enferme, pero esa enfermedad ablandará su fuerza, se sentirá desdichado, y ése será el momento en que vuelva sus ojos a ti. ¿No es eso lo que pediste a Kuma?

—Pedí que me amara, que sus ojos se fijaran de otro modo en mí... Pedí una sonrisa, una sola sonrisa... Después, no me importa morirme...

—¡Pobre necia! ¿Por qué tenías que mirar tan arriba?

—Si mi madre logró el amor de su amo, una hora, un día, ¿por qué no puedo yo lograrlo?

—Los tiempos cambian, las cosas son distintas... Cuando el valle era maraña de selva y los amos vivían en cabañas, cuando bebían ron y tendían su hamaca bajo las palmas, todo era distinto... Las mujeres blancas estaban muy lejos, ninguna llegaba hasta aquí...

—Lo que fue una vez, puede volver a ser —se obstina Flanmy con terca pasión—. No hay sino una cosa que me importe en la vida... Tú lo sabes... Tú dices que tienes poder para lograrlo todo...

_ Ya te di la medicina. No la eches toda de una vez si no tienes valor suficiente. Hazle tomar unas gotas cada día. Poco a poco, todas las cosas van a parecerle distintas... Puede que llegue a verte hermosa, blanca, como.

—¡Como quién! ¡No te rías, Kuma!

—Tengo que reírme. ¿Viste a un escarabajo frente al sol?

_ Así eres tú frente a la que pretendes que él olvide por ti.

_ ¡Pobre Flanmy!

—¡No tienes por qué compadecerme! —se revuelve Flanmy furiosa—. Aun cuando ella fuera el sol, como tú dices, y yo un escarabajo, ella es mala, es dañina... Le envenena le odia... pero cuando tú dices eso, es que la viste...

. —Sí —acepta la hechicera con falsa ¡diferencia—. Todos la vieron de lejos, un día: el día de su boda. Hasta Kuma, la maldita, estuvo en el cortejo nupcial del amo Renato

—¡Mientes! La has visto después y de mucho más cerca.

_ Acabas de verla, porque fue ella la que estuvo aquí. Es inútil mentir... Aunque lo niegues, estoy bien segura. Ella vino a buscarte... ¿Por qué? ¿Qué quería? ¡Contéstame! ¡Te he pagado en plata cuando otros te dan cobre!

_Y Otros me dan oro.

Kuma ha abierto la mano mostrando las tres monedas de oro, que brillan a la luz del hachón, ya casi extinguido, y Flanmy se revuelve furiosa, totalmente segura ya:

—¡Ella... ¡Ella...! ¡Lo sabía... ¡Lo sabía...! Vino hasta aquí, y te pagó con sus monedas de oro. ¿Qué vino a comprarte?

_ ¡Dímelo! ¡Dímelo! ¡No pretendas burlarte de mí, porque soy mala enemiga!

—Kuma no teme al alacrán, ni a la araña, ni a la hormiga...

_ Tú eres como una viborilla que se arrastra... Quieres llegar hasta la rama más alta del pimentero, pero no podrás subir. Tendrás que esperar arque el rayo que baja de las nubes parta la rama, y la rama baje hasta ti... Aunque no lo mereces, voy a darte un consejo de amiga: No quieras llegar hasta el amo, aguarda a que el amo baje hasta ti. Te di el remedio... úsalo poco a poco... Y ahora, vete...

Flanmy ha dejado caer las manos con gesto de vencida, como transida de un dolor sin nombre, mientras la hechicera vuelve lentamente al horno de barro sobre el que hierve la marmita, donde queda largo rato inmóvil.

_ Luego, tiembla como si la sacudiera el escalofrío de una fiebre, y alza la tapa de la olla hirviente. Con las grandes y negras manos extendidas, traza extraños signos, queda como absorta contemplando las espirales de vapor, y después la tapa, volviéndose con brusco movimiento, para indagar:

—¿Todavía estas aquí? ¡Vete

—¡No puedo irme así! Dime lo que viste en el humo. ¡Dímelo!

—Sangre. ... Fuego... Ruina... Lágrimas en la casa Grandchester sangre en las piedras del desfiladero... tanta sangre como cuando se mató el amo don Francisco. Y después, ruina... y después, fuego... Vi hundirse la casa Grandchester, y hervir el mar...

—¡Kuma... Kuma! ¡Eso no es posible! ¡Lo dices para asustarme, para burlarte de mí! ¡Tú no has visto eso! ¡No lo has visto! ¡Kuma! ¡Kuma! Inmóvil, helada, con la vista fija, la hechicera color de ébano parece hundida en los horribles presentimientos que han fluido de sus labios... Las manos de Flanmy tocan fría y rígida, la sacuden en vano, desesperadamente tratan de hacerla despertar, y al fin, vencidas, se separa de la hechicera con gesto de temor supersticioso... Sin dejar de mirar a Kuma, Flanmy ha llegado a la puerta de la cabaña, ha cruzado su umbral de espaldas al camino... El aire fresco de la noche parece despertarla azotando su rostro... Entonces, poseída de un terror repentino, echa a correr hacia las lejanas luces de la casa...

_ Ahogada por el golpe del corazón que late demasiado de prisa, todavía pálida y temblorosa del espanto que le produjeran las palabras de Kuma, busca Flanmy el apoyo de la pared, mientras George se acerca a ella con gesto de violenta ira

—¿Dónde estabas? ¿De dónde vienes?

_ Yo... yo... —balbucea Flanmy—. No vengo de... de ninguna parte. Salí... salí...

—¡Sin inventar, sin mentir! Te vieron allá arriba. Te vio el propio amo Anthony. Vino con el cuento a doña Rosemary.

_ ¿Sabes cómo está ella contra ti? ¡El amo está furioso, le ha pedido que te despida! ¿Qué le has hecho al amo? ¿Qué le has dicho?

_ Yo... yo... ¡Oh, tío George! —gimotea la mestiza en tono Suplicante

—¡No permitiré que vuelvas a llamarme así! Demasiado sabes que te amparé cuando mi hermana me lo pidió al morir, y que ella, por lástima, te tenía recogida. Pero no me dejes mal aquí... Como por tu culpa se disguste el ama conmigo, le diré la verdad a todo el mundo: no eres más que una basura del arroyo, y allí volverás si el ama te despide. Mañana haré un escarmiento en todos esos bandidos que se escaparon a la fiesta, y no te irá mejor a ti si no te haces perdonar por doña Rosemary...

—¡Hágame lo que quiera! ¡No me importa! —desprecia Flanmy llorando profusamente.

—¿Que no te importa? Eso ya lo veremos. La culpa es mía por haberte tratado demasiado bien, por decir que eras mi sobrina. Sécate esos ojos, ve donde está el ama y pídele perdón de rodillas...

_ ¿Al ama Rosemary...?

—Y también a la otra, al ama Eliza... Seguramente, ella es quien puso a su marido contra ti. Hazte perdonar de todos antes que sea de día, o tendrás que entendértelas conmigo.

George, se ha alejado con firme paso. Unos instantes permanece Yanina inmóvil, el rostro entre las manos, ahogando los sollozos que la sacuden, hasta que sus lágrimas se secan al ardor de las mejillas. Entonces se levanta despacio, entra como sonámbula en la estrecha alcoba, y con mano temblorosa abre el mueble incrustado en la gruesa pared, que hace las veces de cómoda y botiquín. Del fondo del mismo ha extraído un tosco frasco de barro. Es el repugnante bebedizo que Kuma le diera como medicina para destruir la voluntad rebelde de Anthony. Temblando, lo oprime en sus dedos, mientras su alma se debate en una lucha horrible...

—Me odia. ... Anthony me odia, y me odia por ella... La maldita...

Un relámpago rojo cruza por sus pupilas, acabando de secar sus lágrimas, devolviéndole en un instante las fuerzas perdidas. Otra vez vuelve a endurecerse su rostro desfigurado de angustia, otra vez acompasa el inquieto corazón sus latidos, cuando en tono ominoso se decide:

—¡Sí... sí, haré lo que Kuma me dijo!

Continuara...

Chicas bueno aquí dejo otro capítulo de mi adaptación de la novela de Caridad Bravo Adams, chicas debo informar que el próximo capítulo no explico lo que sigue con Flanmy e Eliza, e Anthony, el próximo capítulo escribo lo que pasa con Candy y Terry, porque ya se acerca el castigo de Eliza y para eso necesito pensar cómo va continuar con ella, mientras tanto explicare acerca de los rebeldes. Muchos éxitos.

Ahora contesto sus comentarios en mi sección favorita…

Marialuisa Casti: Gracias por acompañarme en esta historia.

Nilda Manno: Gracias por tus comentarios.

Mia8111: Como siempre agradecida por tus comentarios.

cecilia. rodriguez1: si amiga trate de cambiar esa parte, no te pierdas el otro capítulo solo explico la relación de los rebeldes….

Guest: Gracias por tus comentarios.

Blanca G: Contigo estoy eternamente agradecida por todo tu apoyo querida amiga, si ya se acerca el castigo de Eliza, el plan que ella planea para supuestamente hacerle creer que su hijo murió en un accidente va ser su perdición, eso existe en el libro y también en la telenovela. El otro capítulo es más apegado a mi imaginación y a la novela de la versión de Eduardo Palomo para ser más romántica con Candy y Terry gracias y bendiciones.

Carol Aragon: Gracias amiga.

SARITANIMELOVE: Amiga querida en el otro capítulo solo explico lo que pasa con los rebeldes solo ellos, no va existir los demás personajes, como ya has visto la novela de corazón salvaje, sabes cómo va ser el castigo de Eliza, pero ese plan de querer abortar al niño fue su perdición, así que ya no falta nada para su final.

Elvia Soan: Muchas gracias por sus comentarios mi hermosa amiga y sobre todo por compartir mi adaptación en tu maravilloso grupo de Corazón Salvaje.

Mi próximo minific será el retornó de mi príncipe, es un minifc. Especialmente la escribí para mi amiga SARITANIMELOVE, contare una fantastica historia real y todas las territanas, Gracias.

Continuaremos con las que faltan

Maggie Grand.