Ya es la tercera parte del libro... la ultima parte.
Disclaimer: Los personajes de Candy no me pertenece sino a Kioko Mishuki y Yumiko Igarashi y la historia Corazón Salvaje le pertenece a la escritora mexicana Caridad Bravo Adams. Este fic es hecho con fines recreativos no pretendo buscar ningún tipo de remuneración o reconocimiento, simplemente lo comparto con ustedes porque realmente me gusta la historia y los personajes de Candy.
La historia tendrá tres partes como la trilogía original, "Eliza (Aimé) y Terry (Juan)", " Candy" (Viene siendo el libro de Mónica), Candy
Parte final (El libro de Juan del Diablo versión Terry Pirata)
Hola mis amores, estoy de vuelta. Primer capítulo de la tercera, esta tercera parte, es la última parte de ésta historia…
Ya sin más que añadir, los dejo con la lectura. Disfrutadla.
… … … … … … … … … … …
TERCERA PARTE
JUAN DEL DIABLO.
TERRY PIRATA.
CAPÍTULO 10
_Ay señora, por fin.
—¿Ha pasado algo? ¿Ha preguntado alguien por mí, Dorothi?
—Preguntar, no ha preguntado nadie, pero el George, ha llegado cuarenta veces hasta aquí mismo, se ha acercado a la puerta, ha pegado el oído, y se ha vuelto a ir...
—Bueno, cállate... Tengo que pensar, que discurrir. Son muchas cosas las que tengo entre manos. No puedo equivocarme, no puedo cometer una torpeza, no puedo dar un paso en falso, porque entonces sí que estoy perdida. Sal con cuidado. Da la vuelta por todos los pasillos y vuelve a decirme dónde está Anthony y qué hace.
_ ¿El amo Anthony?
—Sí. Voy a tener con él una última entrevista. Quiero quemar el último cartucho, quiero hacer un último esfuerzo para que todos seamos felices... Si no, haré lo que tengo dispuesto, ¡y que el diablo me ayude, o cargue de una vez conmigo!
Obediente al mandato de Eliza, Dorothi, ha llegado silenciosa, en su misión de espionaje, a aquella galería, amplio portal sobre arcos coloniales que da vuelta a la enorme mansión y parece prolongar cada estancia en un anexo más aireado, más campestre y sencillo, donde se encuentra Anthony con un vaso de coñac en la mano, dando órdenes terminantes al humilde y servicial George... Tras observar atentamente la situación, la siempre asustada Dorothi regresa a la alcoba de su ama para rendir el informe de sus observaciones:
—El señor Anthony está solo. Ya se bebió hasta el último poquitito que le quedaba en la botella, y yo oí cuando le mandaba al George prepararle el baño, la ropa, y un caballo para irse en seguida..
—Tengo que detenerlo... He de hacer las cosas estando él aquí... Ayúdame a arreglarme... Tráeme aquel perfume francés que compré en Saint-Pierre el otro día, un chal de encaje y un poco de carmín... Cuando acabes, vete a la cocina y llévanos champaña y jugo de pina... Le invitaré a tomar conmigo la copa del estribo y peor para él si me obliga a llegar hasta el fin. . .
Con pasos felinos, sabedora del poder sensual que exhala de su persona, Eliza se acerca decidida a la amplia galería donde se halla Anthony, y saluda jovial:
—Buenas noches, Anthony, o buenos días... En realidad, no sé cómo decir; a estas horas, es difícil... Todavía no amanece, pero ya falta poco...
—A estas horas, deberías estar durmiendo.
—Hasta ahora dormí, pero me sentí tan sola en esa habitación tan bien preparada para dos... Es crispante sentirse abandonada en una alcoba así... Todo allí huele todavía a luna de miel: una luna de miel que, por desgracia, no hemos vivido. A veces me pregunto si no fue un sueño mi matrimonio contigo, y si estas horas o estos días son una pesadilla de la que al fin habré de despertar..
Anthony se ha erguido, mirando a Eliza frente a frente. A pesar de cuanto lleva bebido, no ha logrado que el alcohol embote su inteligencia ni sus sentidos. Por el contrario, tiene una vibración dolorosa y fina, una especie de penetración sutil, que le hace contemplarla tratando de hallar el verdadero sentido a aquella actitud inesperada.
_ No se le escapa que cuidadosamente acaba de arreglarse, de vestirse, de perfumarse con el más sensual de los perfumes, y así, pálidas las mejillas, ahondadas las ojeras de por sí profundas, le parece repentinamente más hermosa, con su desconcertante parecido a Mónica, que le hace estremecerse, maldecir alma adentro de sí mismo...
—Mi querido Anthony, ¿te has detenido un momento a pensar qué cosa tan absurda ha venido a ser nuestra vida? Oí decir que no te quedabas en Campo Real...
—No. Vuelvo a Saint-Pierre. Supongo que para ti es lo mismo, que no me criticarás
—No.… no te crítico. Te envidio... ¡Qué felicidad, nacer hombre! Ustedes tienen todas las ventajas del mundo: cortejan a las mujeres, las eligen, las piden en matrimonio o se hacen los tontos, como mejor les convenga... ay nada más frágil que la ilusión, Eliza. Si la nuestra se hizo trizas, no ha sido sólo culpa mía.
_Menos mal reconoces tu culpa. Naturalmente... Te basta con hacer lo que te dé la gana.
_ ¡Qué actitud más cómoda la tuya!
—Está bien, Eliza. Ya veo que quieres oírme. No es culpa mía si digo cosas que te hieran y te lastimen. Me has buscado en una hora en la que no soy capaz de mentir...
—Pues me alegro muchísimo... También yo sé decir verdades amargas, Anthony Grandchester, y la primera es que no estoy dispuesta a sufrir tu público desprecio, tu abandono a los ojos del mundo, tu cortejo descarado a otra mujer, para mayor vergüenza de mortificación para mí, lleva mi misma sangre...
_Así como tú también te metiste con mi hermano.
_Él es el hombre que amo y que amare siempre.
_ Para mayor desgracia de todos, Eliza. Y es justamente lo que fuiste capaz de hacer contra ella, siendo tu sangre, lo que me separa de ti. ¿Por qué fingías conmigo antes de casarnos? ¿Por qué te presentabas a mí como una niña enamorada, cándida y tímida? ¿Por qué enmascarabas, bajo sonrisas angelicales, tus violencias, tus ambiciones, tus apetitos? No se engaña a quien se ama... ¡Tú nunca me has querido! Siempre has querido a Terry del diablo, para pensarlo bien… ni siquiera lo quisiste a él, si lo hubieras querido, lo hubieras respetado, no te hubieras casado conmigo nunca.
—¿De dónde sacas eso? ¿Cómo te atreves a decirlo?
—Cayó la venda de mis ojos... Ella me quería... Tú pusiste en juego tus artes para desviarme, y ella fue demasiado noble para combatir con tus propias armas... Por eso la venciste. La vi fría, serena, alejada de mí, pensando primero en sus estudios, luego, en la religión; y a ti, en cambio, dulce y tierna como una niña. Me ofusqué, perdí el tino, fui torpe y ciego, pero no por mi cuenta... Me pusiste una trampa, y caí en ella..
_ Entre las dos jugaron conmigo... O, mejor dicho, jugaste tú con los dos... A ella, por su generosidad y nobleza; a mí, por mi inexperiencia de la vida, nos manejaste como quisiste... Y ahora, yo te digo: ¿Por qué? ¿Para qué?
—Tus palabras son crueles, Anthony. Yo no sé
—¡Yo sí sé! Ya esa pregunta la respondí yo mismo. Querías la posición, el nombre y la fortuna. El amor, no, puesto que no me querías. Pues bien, tuyas son mi posición, mi fortuna y mi nombre. Eres la dueña de Campo Real, serás la madre de mi hijo, pero mi corazón y mi pensamiento no pueden pertenecerte. ¡Son de ella, con un amor tardío, con un amor que es como una planta venenosa, pero al que le he dado toda mi vida!- amo a Candy y siempre la ame, sino que al conocerte en Chicago en aquella fiesta me deslumbre por tu belleza, es pasión lo que sentía por ti, pero finalmente me di cuenta que nunca fue amor, nunca te amé. Ni Terry tampoco te amo, los dos fuimos imbéciles para dejarnos llevar por tu bruja pasión, la única diferencia es que Terrence si lo disfruto a lo máximo porque con el hiciste de todo, en cambio a mí solo me utilizaste a tu antojo por mi posición.
—¿Quieres decir que me arrojas de tu vida?
—Quiero decir que vamos ya por distintos caminos. Yo no quiero más que la libertad de ser todo lo desdichado que me siento, el derecho a no tener que fingir. No quiero ni palabras falsas, ni sonrisas forzadas, ni cortesías inútiles...
—¡Anthony, mira lo que dices! ¡Me empujas a perder la razón!
—No lo creo. Pero, en último caso, no hay cuidado; ninguna de tus locuras será contra ti misma... eres demasiado egoísta.
—¡Me insultas! ¡Eres el último de los miserables!
—¡Mejor entonces si te libras de mí! Buenas noches
—¡No.… no vas a irte así!
—Me iré, hagas lo que hagas y digas lo que digas. No me interesas ya, Eliza. ¿Entendiste? Siendo de ti, todo me da lo mismo. No te molestes más por mí. Y ahora, con tu permiso, voy a decirle adiós a mi madre. —Y alejándose, alza un poco la voz—: ¡George! ¡George...!
—¿Llamaba el señor? —pregunta el interpelado, acercándose a Anthony.
_ ¡Que me esperen con el caballo al pie de la escalera de la Galería!
Anthony, ha dado sus órdenes en tono imperioso, y acto seguido se aleja con pasos rápidos, dejando confuso a George que sale de su abstracción ante la llamada de Eliza:
—¡George… George...! ¡Hace dos horas que estoy llamando a gritos! ¡Mi caballo, en seguida!
—¿Su caballo... su caballo? —balbucea George profundamente sorprendido—. ¿La señora quiere decir...
—Quiero decir que hagas ensillar mi caballo en el acto; el mío, el que ayer te tomaste el atrevimiento de montar sin mi permiso. Que lo ensillen en el acto. Quiero que esté al pie de la escalinata antes de que Anthony se haya ido.
—Dios mío... Dios mío... ¿Qué va a pasar aquí? —se lamenta George, alejándose para cumplir las órdenes recibidas.
—¡Dorothi.. Dorothi...! Corre al cuarto de doña Rosemary y dile que voy a salir a caballo... que voy a salir acompañando a mi marido, porque tengo perfecto derecho a ir con él y a seguirle.
_ ¿Y si está dormida?
La despiertas, gritas, armas el mayor escándalo que te sea posible. Pero no estará dormida, porque Anthony está allí...
—¿El amo Anthony? ¿Y delante del amo Anthony voy yo a decir...? —se extraña, llena de confusiones, la mestiza
—¡Que te oiga él es lo que quiero! Dile que dije que iría con él de todas maneras, que no me importa morirme... ni tampoco que se pierda mi hijo... Quiero que todos lo oigan, que todos lo comenten... Golpea fuerte la puerta, y díselo a gritos, ¿entendiste? ¡A gritos...! ¡Corre ya...! De un empujón la ha obligado a salir. Con la rapidez que le presta la ira, Eliza se echa la falda de montar sobre el traje que lleva, se calza las pequeñas botas y, empuñando la fusta, corre a la galería, para volverse con gesto furioso. Y como si aún Anthony estuviese allí, amenaza:
—Aun puedo hacer algo que te moleste, Anthony Grandchester , ¡aun puedo tener el desquite de hacerte sufrir! Quiero que sufras por haberme despreciado, si a mí algo me pasa, los tres pagaran mi infelicidad, además Candy y Terry nunca serán felices…
Anthony no ha reprimido el gesto de disgusto que le produce la presencia de Yanina, al pisar las habitaciones de su madre. Casi sin mirarla cruza la galería, deja atrás el gabinete de muebles desvaídos, y se asoma impaciente a la lujosa y anticuada alcoba... Como una sombra le ha seguido la doncella nativa, que explica:
_ La señora ha salido, ha ido a oír la misa de alba que cada día cinco hace decir en la Ermita de allá arriba, por el alma del amo don Richard. La señora es muy reservada y hace muchas cosas así...
—Efectivamente, mi madre es muy reservada pero ya veo que no tiene reservas para ti.
_ ¿Le molesta a usted, señor Anthony? Ya sé que he tenido la desgracia de desagradarle y que le ha pedido a la señora que me despida, pero la señora no deseó hacerlo y no lo hizo. El señor es muy cruel conmigo... me odia como si yo fuera la culpable de lo que le pasa. Y yo podría jurarle, que daría la sangre de mis venas, que daría la vida por... Dolorida, ofendida, herida en lo más íntimo, ha retrocedido Flanmy, oprimiendo contra su pecho aquel frasco que oculta en sus vestidos: el brebaje diabólico que en vano busca ocasión para usar, el último recurso que Kuma pusiera en sus manos... Y en los ojos de Anthony se enciende como una llamarada de cólera violenta:
—¡Basta... basta! Estoy harto de tus manejos. No se da un paso en esta casa sin tropezar contigo. No conozco nada más odioso qué una sirvienta entrometida, y tú eres peor que eso. ¿Cuándo vas a dejarme en paz? ¿Cuándo vas a no ocuparte más de mí?
—¡Es usted el más ingrato de los hombres! —estalla Flanmy, roto ya el freno de la compostura—. Todo lo que le pasa, todo, lo tiene perfectamente merecido.
—¿Qué...? ¿Qué quieres decir?
—¡Lo que he dicho! Peor para usted si no lo entiende. To[1]do el mundo lo sabe, menos usted mismo... ¡Suélteme... déjeme salir! ¿No quiere que me vaya? ¡Pues me iré ahora mismo...me iré a donde no vuelva a verme nunca!
—Ahora no te vas sin decirme lo que empezaste. Acaba, habla, dilo todo. Vomita de una vez el veneno que tienes dentro, escupe la hiel que destilas... ¡Dime qué es lo que me pasa, qué es lo que saben todos! ¡Habla de una vez o...! —En el forcejeo en que se hallan trabados, ha caído al suelo, estrellándose, el frasco que Flanmy guardaba celosamente en su pecho, y Anthony, pretende saber—: ¿Qué es eso? ¿Qué es lo que tenías escondido?
—¡Suélteme... déjeme! ¡No era nada...! ¡Una medicina
—¡Mentira! Un brebaje inmundo. Seguramente, un bebedizo de hechicería. ¡Era lo único que te faltaba para estar completa! Con razón le dije a mi madre lo que le dije. Eres lo que siempre pensé, lo que me pareciste desde el primer día... Y ahora sí vas a irte, ahora saldrás de esta casa para siempre, y sabe que si engañaste a mi pobre madre, nunca me engañaste a mí..
—¡No! ¡A usted sólo lo engañó ella! —escupe Flanmy furiosamente fuera de sí—. Ella... ella, sí. Pero a ella se lo perdona usted todo porque ella...
—¡Dios mío... Dios mío...! —la interrumpe Dorothi, que llega gritando. Y al ver a Anthony, exagerando la farsa, exclama—: ¡Ay, señor Anthony! ¿Dónde está la señora Rosemary? ¡La señora Eliza va a matarse... la señora Eliza va a matar al niño!
Anthony ha soltado violentamente las muñecas de Flanmy para volverse hacia la torpe doncella que gesticula y grita.
Un instante la mira sin comprender, aun tenso de indignación y cólera, contenido con esfuerzo el impulso de apartarla de un manotazo, mientras, libre de las manos que la sujetaban, Flanmy aprovecha el momento de huir.
—¡Ay, señor Anthony , no la deje ir! —clama Dorothi fingiendo que llora a gritos—. Dice que se va con usted a caballo, que no le importa matarse ni que se pierda el niño.
—Pero, ¿qué idioteces dices?
—Está como loca, mi amo. Ella misma se vistió, se puso sus botas, sus espuelas y su falda de andar a caballo, y mandó a George, que ensillara el caballo que la señora
_ Rosemary no quiere que ella monte nunca, y ahora... Pero dice que no le importa morirse, que no le va a hacer caso a nadie, a nadie... ni a usted tampoco, señor. Porque dice que usted la ha ofendido... Y ya va usted a ver cómo se pone la señora Rosemary si se pierde el niño... Porque la señora Rosemary.
Anthony, no ha esperado a oír más las estudiadas lamentaciones de la nativa sirvienta, con pasos rápidos sale en busca de su esposa, gritando:
—¡Eliza... Eliza...
Eliza, le ha oído, lo ha visto, pero no responde. Todo lo tiene previsto y medido, y vuela, más que corre, hasta el patio posterior de la casa, frente a cuya escalera aguarda ya ensillado el alazán de Anthony ... Ha saltado sobre la silla, dominando su momentáneo espanto, agarrándose a las crines al mismo tiempo que arrebata las riendas de manos de George, el cual grita apurado:
—¡Señora Eliza! ¡Este es el caballo del señor! Un momentito...
—¡Suelta! ¡Suelta, imbécil...!
—¡Sujeta ese caballo, George! —ordena Anthony, acercándose presuroso—. ¡Eliza.. Eliza...! ¿Estás loca? ¡Vas a matarte de veras! ¡Sujeta las riendas! ¡No lo hagas galopar así! ¡Eliza...! ¡Pronto, otro caballo! —grita Anthony.
—. ¡Esa estúpida va a matarse!
—Será peor si la persigue —advierte George—. ¡Déjela, señor! ¡Si corre en otro caballo, detrás del alazán, hará que se desboque!
Anthony ha corrido al encuentro del otro alazán, que apenas puesto el freno ha escapado de manos de los que pretendían ensillarlo, y, agarrándose a las crines, salta ágilmente sobre el lomo desnudo... Golpeando con furia a su montura, sueltas las bridas, hace volar al noble bruto, tras aquel otro caballo del que ya sólo una nube de polvo se divisa por el camino de la montaña...¿Que pasara con Eliza?.. será un pretexto más para ser sufrir a Anthony o por ese plan se separaran más Candy y Terry. Ya estamos acercándonos al final de Eliza.. ese será su perdición.
…
Flashback:
En el convento…
Candy, pensaba mucho en la propuesta de Terrence, decide abandonar el convento… para irse a vivir con su amado esposo, sin pensar lo que estaba planeando la loca de su hermana.
_Que bueno hija, por fin tomaste la decisión correcta.
_Lo amo hermana Gray, no tengo porque seguir separada de mi esposo, ni menos de mi Terry del Diablo…
_¿Me puedes llevarme a mí?
_Claro que si Sandra, tu amo y yo seremos felices, junto a Kuki.
_Tal vez más adelante, podrás tener tus propios hijos, junto al señor Terry.
_Ojala, de todas maneras tengo miedo madre, tantas intrigas por mi hermana, por parte de Anthony, creo de que nunca vamos a poder ser felices.
_Si tú lo amas, es lo único que debe importarte, el resto no importa Candy, tienes que ser feliz al lado de tu esposo.
Candy estaba decidida a volver junto con su esposo.
…..
Flashback:
Terrence se encontraba en la cantina, con sus amigos, tomando…
_ ¿Qué dices Terry del diablo? ¿Nos divertimos con mujeres?
_No, amo a mi esposa.
_Una esposa que no sabe, ni lo que quiere…
_No digas eso, Candy, me ama inmensamente, lo que pasa es que no se decide, por eso deseo a mi esposa conmigo.
En ese momento Kuki lleva Candy y Sandra donde está su amo…
_Amo… Amo... – dice el niño Kuki.
_ ¿Kuki? ¿Qué haces aquí? -
_Mira a quien traigo...
Terrence queda sorprendida al ver a Candy.
_Hola Terry ¿Podemos hablar? – dice Candy feliz. Estoy aquí por ti.
Terry se queda asombrado por las palabras de la pecosa.
_ ¿Te acuerdas de mi amado tutor?
_Mi niña Sandra, ¿Cómo estás?
_Bien, no te preocupes, yo ya no estoy enamorada de usted, ya comprendí que soy una niña, ya conoceré a un joven de mi edad, estoy muy agradecida por todas las atenciones que me dio, sabes, quiero mucho a Candy, ella es mejor que la otra hermana, hacen una linda pareja, a mí me gustaría formar una familia junto a ustedes dos.
_Si, mi ama Candy es linda, es la única ama que deseo para mí, ya pues no sean orgullosos vuelvan juntos y esta vez para siempre.
_Todo depende de la ama Candy, que se decida, no de mí, porque ella sabe que yo la amo con todo el corazón, pero mientras ella no se decida, no puedo hacer nada con respecto a mi amor por ella, a mí me gustaría que Candy sea mi esposa, mi mujer, mi ama para siempre, que no nos separemos nunca más. Que seamos una familia feliz los cuatro.
Candy (Mónica) se acerca a Terry (Juan) le dice:
_Yo también quiero estar a tu lado para siempre, solo espero que nos dejen en paz, para ser felices, pero prométeme una cosa.
_El que quieras pecosa.
_No quiero otras mujerzuelas contigo.
_Ya no Candy, desde que me case contigo, cambie, desde que tu hermana me juro amor, siempre estuve con una sola mujer, pero ahora que tu hermana me engaño, me traiciono, me desilusione, es a ti al quien amo Santa pecas, Santa Candy, el Diablo se terminó enamorándose de la Santa, de la diosa, tu eres la mujer de mi vida y es contigo quien quiero pasar el resto de mi vida, pero nada de pretexto, soy tu esposo, tengo derecho en todo a ti.
_Si Terry, estaremos juntos para siempre… te amo mi amor, llévame contigo hasta el fin del mundo, a navegar el mundo, pero antes pasaremos la noche juntos, te amo mucho mi amado pirata.
_Y yo también mi amada pecosa.
Candy y Terry sellan su amor con un beso apasionado, ¿La felicidad durara para siempre? ¿Qué hará la loca de Eliza?
Esta historia Continuara…
Buenas tardes chicas ya nos estamos acercándonos al final de esta adaptación su respectiva autora es Caridad Bravo Adams, yo solo lo comparto porque me encanta esta novela siempre lo quise compartir con mis personajes favoritos Candy y Terry.
Ahora contestare sus comentarios en mi sección favorita.
SARITANIMELOVE: Recién te contesto tu comentario no se veía gracias por apoyarme como siempre… espero que te siga gustando ya nos acercamos al final de esta adaptación. Voy a escribir un minific especialmente para ti amiga como agradecimiento a tu apoyo, ojala te guste se llamara el retorno de mi príncipe.
Elvia Soan: Agradecida por tus comentarios amiga bella y compartir mi adaptación en tu maravilloso grupo de Corazón Salvaje.
Rita Racconi: Gracias como siempre, ya nos acercamos al final.
Nilda Manno: Hermoso como siempre, gracias.
Marialuisa Casti: Gracias por tus comentarios amiga bella, a pesar de ser italiano te lo agradezco.
Carol Aragon: Gracias amiga como siempre tus comentarios me hacen feliz.
Blanca G: Gracias amiga por tus comentarios, que tal imaginación amiga, gracias por tus comentarios y por tu apoyo a mis adaptaciones, ya se acerca el desenlace de Eliza, ella muere... con su estupendo plan. gracias.
Gracias a todas las que comentan y leen silenciosamente, gracias por acompañarme en esta adaptación, su respectiva autora es Caridad Bravo Adams, estamos en los inicios del tercer libro ya no falta nada para el desenlace de esta historia.
Continuaremos con las que faltan
Maggie Grand.
