Ya es la tercera parte del libro... la ultima parte.
Disclaimer: Los personajes de Candy no me pertenece sino a Kioko Mishuki y Yumiko Igarashi y la historia Corazón Salvaje le pertenece a la escritora mexicana Caridad Bravo Adams. Este fic es hecho con fines recreativos no pretendo buscar ningún tipo de remuneración o reconocimiento, simplemente lo comparto con ustedes porque realmente me gusta la historia y los personajes de Candy.
La historia tendrá tres partes como la trilogía original, "Eliza (Aimé) y Terry (Juan)", " Candy" (Viene siendo el libro de Mónica), Candy
Parte final (El libro de Juan del Diablo versión Terry Pirata)
Hola mis amores, estoy de vuelta. esta tercera parte, es la última parte de ésta historia…
Ya sin más que añadir, los dejo con la lectura. Disfrutadla.
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TERCERA PARTE
JUAN DEL DIABLO.
TERRY PIRATA.
CAPÍTULO 11
Todo era felicidad para la pareja Candy y Terry, prometieron ser una familia, Candy, Terry, Kuki y Sandra.
En ese momento, la nueva familia, se dirigieron a una casa para vivir juntos. Candy hizo dormir al niño Kuki.
_Gracias mi ama.
_ ¿Porque?
_Por estar aquí con el capitán, ojalá pronto nos lleve a navegar por el mar.
_Ojalá, porque yo quisiera irme lejos contigo y con tu capitán, donde nadie nos moleste, ni sobre todo mi hermana no intente separarnos.
_Sandra ya es una señorita, algún día se casará, formará su propia familia, nos quedaremos los tres a lo mejor me das un hermanito, yo querría mucho al hijo de mi capitán.
_Buenas noches Kuki. Candy se despide del niño.
Candy entra a su habitación, Terrence entra en este momento y pregunta:
_ ¿Podemos dormir juntos?
_Claro que sí, somos esposo.
_Te amo Santa pecosa.
_Y yo a ti mi hermoso pirata- dijo Candy feliz.
En ese momento ambos consuman su amor-
— ¿Quieres ser mía?
— Te amo con todo mi corazón mi pirata Terry– termino Candy.
Su interior había explotado, Candy lo había dicho, de su boca habían salido las palabras que estuvo esperando.
Tomó sus labios desesperadamente, sus heridas importaban un carajo, debía marcar a Candy, que todos supieran que ella sería solo suya.
Obligó a Candy a sentarse sobre su regazo sin dejar de prestar la atención debida a esos irresistibles labios. Tiró lentamente del listón de su capa dejándola caer al suelo.
Debía sentirla completa o moriría en ese momento.
— Candy … necesito hacerte mía. Ahora.- demandó. — Debo marcar cada parte de tu cuerpo, así nadie volverá a tocarte, solo yo.
Su voz parecía suplicar por ello, ¿Cómo podría negarse? Candy también lo quería. No había nadie más que Terry, siempre había sido él y siempre lo sería.
— Hazlo. - acepto Candy llorosa, porque se había enamorado de un lobo y Terry no perdió el tiempo.
Tomó su boca posesivamente como si ella fuera el mismo aire, aunque él así lo sentía.
El cuerpo de Candy cayó al suelo delicadamente sobre su traje de monja, Terry no dejaría que se lastimara. Se colocó sobre ella evitando caer sobre su delicado cuerpo, su aroma era más fuerte, más deseable.
— Tu aroma… es deliciosa.
— No lo digas. - respondió avergonzada ganándose una sonrisa por parte de Terry, eso hacía más fácil marcarla, su vínculo sería más fuerte.
Dejó que su aroma lo embriagara llegando hasta el fondo de sus pulmones, despertando cada parte de sus sentidos.
Se inclinó lentamente hacia la curvatura de su cuello y beso su delicada piel. Ese íntimo contacto envió un escalofrió por su espalda, nunca había sentido algo parecido.
Terry acarició su cuello con la punta de la lengua hasta subir por su barbilla para detenerse en sus labios. Aunque todo su cuerpo la necesitaba, no haría algo que Candy no quisiera.
— Si quieres que me detenga, dilo ahora.
_ ¿Detenerse?- pregunto Candy indignada.
Candy no quería eso, las sensaciones eran nuevas y bastante agradables, ese hormigueo recorriendo cada rincón de su cuerpo solo rogaba por las caricias de Terry (Juan). No había nadie más, solo él, se entregaría a él.
Candy sería de él y Terry de ella. Solo eso importaba.
— No te detengas.- susurró pero fue suficiente para que esa necesitaba aprobación llegará a sus oídos.
La beso nuevamente moviendo suavemente sus labios contra los de ella. Dulces, exquisitos, perfectos.
Acarició con la punta de sus dedos sus finas piernas alzando lentamente su vestido. Terry besó cada uno de sus muslos haciendo que Candy soltará varios gemidos, música para sus oídos.
Dejo un trazo de besos húmedos por sus piernas acercando su rostro cada vez más hacia esa sensible parte de su cuerpo.
Candy se sentía avergonzada, no tenía idea de que hacer o cómo comportarse, era su primera vez y Terry lo sabía, por eso debía tratarla como la flor más delicada y hermosa, debía demostrar lo que sentía por ella en cada beso, cada caricia, eso era parte del ritual.
Su corazón latía emocionado, el saber que sería el primero, el último y el único en la vida de Candy hacían su pecho explotar en felicidad. La tendría para toda la vida, después de eso sería su pareja.
Él ya estaba desnudo así que la mitad del trabajo ya estaba terminado, solo tenía que desnudar a Candy y disfrutaría cada momento de aquello.
Sus instintos fueron mayores que su razón, Candy lo estaba volviendo loco.
Estaba a punto de desgarrar el vestido de Candy, pero volvió a la razón, no podía permitir que su mujer saliera desnuda al bosque, solo él podría verla.
Desabrochó con torpeza cada uno de los botones de su vestido, su cuerpo temblaba ansioso.
Deslizo lentamente la fina prenda mirando hambriento cada centímetro de piel que quedaba al descubierto.
Era mejor que todo lo que jamás había tenido, Candy era lo más hermoso que sus ojos verdes habían visto y seria solo suya.
Candy quedo completamente desnuda excepto por esas pequeñas braguitas cubriendo su sexo.
Intento cubrir sus pechos por instinto, nunca había estado expuesta frente a un hombre. No debía sentir vergüenza, él ya la había visto desnuda la primera vez que se encontraron.
Ese recuerdo no ayudo en lo absoluto, no había sido la mejor manera de conocerse.
— No.- impidió Terry. — Necesito verte.
Después de eso estarían vinculados de por vida, debía confiar en él.
La mirada de Terry recorrió su plano abdomen hasta detenerse sobre sus pechos. Tenían el tamaño perfecto y esos botones rosas convertían en agua su boca.
Su entrepierna comenzó a doler, pedía desesperadamente por atención. Quería entrar en ella y sentir como su interior lo rodeaba, necesitaba reclamarla, pero se tomaría el tiempo. Disfrutaría cada segundo de ese momento.
— No me mires.- suplicó avergonzada Candy con las mejillas sonrojadas.
_Eres tan linda, mi amada Candy que tengo que morderte tus labios para no perder el control.
Terry besó sus labios e introdujo la lengua dentro de su boca, devorando y saboreando su cavidad, dejándola completamente sin aliento.
Descendió por su cuello rozando levemente sus labios, aspirando su aroma, hasta llegar a sus deseables pechos.
Atrapó su pezón sorpresivamente obligando a la rubia a contraer su espalda ante tal sensación. Evitó soltar más sonidos, era vergonzoso y eso molesto horriblemente Terry, la haría gemir fuerte, tenía que escuchar su dulce voz.
Lamió y succiono enviando descargas placenteras hacia su interior, y pregunto:
_ ¿Por qué esa simple caricia la excitaba de esa manera?
No eran simplemente las caricias, era Terry, él era el culpable de esa dolorosa y deliciosa sensación.
Terrence mordió su delicado pezón haciendo que protestará en dolor, pero todo se volvió placer en cuanto la mano de Terry acaricio su clítoris.
_ ¿Cómo había llegado su mano hasta allí?
Movió en círculos la yema de su dedo contra el montículo de carne entre sus piernas, mordiendo su pezón enviando al mismo tiempo enviando descargas de dolor y deliciosas sensaciones.
— No …- jadeó Candy al sentir su cuerpo comenzaba a temblar.
— Déjalo salir, déjame oírte.- demandó con ronca y voraz.
— N-ahh…- el gemido escapó de sus labios antes de que pudiera evitarlo. Necesitaba urgente aferrarse de algo, algo golpeaba su interior y se sentía muy bien.
Terry introdujo un dedo dentro de Candy obligándola a gemir de nuevo, debía dilatarla un poco para que su encuentro no fuera tan doloroso. La chica sintió desesperación y los espasmos se hicieron presentes. Apretó sus piernas involuntariamente y su interior hizo explosión. Clavó sus uñas contra el suelo dejando que el placer recorriera su cuerpo.
— Candy, te corriste.- protesto divertido el chico. La rubia intentaba recuperar el aliento cuando sintió que algo abandonaba su interior. Abrió los ojos un poco y observo a Terry con esa sonrisa ardiente en sus labios. En sus dedos había un tipo de viscosidad y vio como el chico los llevaba a su boca. Sabía exactamente lo que era y eso la hizo sonrojar. — Te lo dije. Eres deliciosa.- y no mentía al respecto. — Aunque esto no es suficiente.
— ¿Qué…?- trato de hablar Candy con dificultad.
— Soy un depredador, Candy .- sus ojos brillaron en deseo, eso solo había despertado aun más sus instintos. Dejo besos húmedos sobre su abdomen y no lo soporto más. — Y ahora voy a comerte.
Desgarro sus diminutas bragas haciéndolas pedazos. La rubia intento cerrar las piernas al sentirse expuesta pero Terry fue más rápido, acariciando sus muslos y colocando el rostro entre sus piernas.
Candy sentía que moriría de la vergüenza, aunque todo rastro de timidez se esfumo en cuanto sintió la lengua de Terry sobre ese punto de su sensible cuerpo.
No tenía idea de todas las sensaciones que el chico le haría sentir.
Celoso, posesivo, seductor, gracioso, amable, amaba todas sus facetas. Lo permitiría, lo necesitaba, lo amaba. Su vínculo estaba destinado a ser desde el primer momento.
Coloco su erección contra su entrada y se detuvo para mirar su rostro. Esos ojos cafés era su mundo entero, había esperado por siempre ese momento. Jamás espero que encontraría a su pareja y por fin lo había hecho y estaba a punto de lastimarla, pero él fue suave con ella, ya que nunca tuvo experiencia.
Movió su pelvis indicando que podía continuar y él así lo hizo.
Se movió entamente y en la primera estocada soltó un gemido ronco al sentir las paredes de su interior apretando su erección.
— Demonios.- maldijo al sentir esa placentera sensación. Debía controlar sus sentidos y no perderse ante tal maravilla, nunca había sentido algo así. Su miembro latía pidiendo por más.
Sus caderas continuaron el tortuoso ritmo, jadeaba en cada movimiento, definitivamente jamás había sentido algo así, Candy era la indicada.
Candy sintió un pequeño ardor seguido por una fascinante sensación, sentirlo dentro de su cuerpo era tentador, diferente, estaba marcándola en cada movimiento. Debía encargarse de reclamarla por completo, para que nadie la tocara, que todos supieran que era suya.
Demonios, si esa era su manera de demostrar cuando la amaba lo estaba logrando, Candy podía sentir sus sentimientos, podría derretirse en ese momento.
Continuó lentamente pero eso no parecía complacer a ninguno de los dos. Movió sus caderas más rápido golpeando su pelvis femenina en cada estocada.
— Ah…ah…- gemidos escaparon de su irresistible boca, Candy lo enloquecía por completo.
El sudor resbaló por su frente deslizándose por su pecho masculino, moviéndose cada vez más rápido intentando llegar a esa desesperada explosión.
Los huesos de su cadera golpeaban su entrepierna mientras se hundía cada vez más profundo. Todo su cuerpo temblaba en placer, jamás se cansaría de Candy, jamás la dejaría.
— Eres mía. - demandó Terry jadeante. — Me perteneces. - gruñó al sentir como el interior de Candy apretaba su miembro, estaban cerca. — Dilo.
— Soy… ah diablos. - maldijo al sentir esa contracción en su entrepierna, allí estaba de nuevo.
— Dilo. - volvió a gruñir esta vez contra su cuello.
— …Soy tuya. - dijo Candy rápidamente, el aire estaba alejándose de sus pulmones y eso fue suficiente para Terry.
Terry penetro a Candy una y otra vez golpeando sus pliegues enviando descargas a sus cuerpos, después de eso ya nada lo separaría de ella.
Candy comenzó a temblar bajo su cuerpo, ella también lo sentía. Aceleró sus estocadas hasta que las paredes de Candy se contrajeron contra su miembro y entonces esa explosión los golpeo a ambos.
Terry mordió su hombro instintivamente, hundiendo un poco los colmillos contra su delicada piel, saboreado un poco de su sangre. La había tocado, todo el cuerpo, Ahora la Santa Pecosa Candy solo pertenecía en cuerpo y alma al Pirata Terry.
Y así consumaron su amor el pirata y la monja.
…
Flashback:
Por otro lado, Anthony, ha corrido al encuentro del otro alazán, que apenas puesto el freno ha escapado de manos de los que pretendían ensillarlo, y, agarrándose a las crines, salta ágilmente sobre el lomo desnudo... Golpeando con furia a su montura, sueltas las bridas, hace volar al noble bruto, tras aquel otro caballo del que ya sólo una nube de polvo se divisa por el camino de la montaña...
En la puerta misma de aquella Ermita, mandada construir catorce años atrás, allí donde los ásperos cerros se dividen para formar el desfiladero, doña Sofía se ha detenido, sobrecogida como por un presentimiento. Ha terminado aquella misa que hace decir para escucharla a solas, como un postrer tributo al que fuera en vida señor de Campo Real... Apenas una vieja vecina rezadora, el encargado de la limpieza y el muchacho que hace de monaguillo, han asistido junto con la pálida y severa señora... Ahora, todos se han ido. Ella está sola, temblando sin saber por qué, mirando sin acabar de comprender lo que sus ojos ven, mientras el sacerdote, llegando sólo para ese día, se acerca a ella le inquiere con gesto de extrañeza:
—Doña Rosemary, ¿qué ocurre allí?
—¿Una mujer? ¡Pero no es posible! A menos que Candy
—Candy está en su convento, doña Rosemary —miente el Padre Fráncico para evitar problemas—. Pero esa falda... Acaso su nuera...
—Tendría que estar loca... Mi nuera aguarda un hijo...
—El caballo parece ser de mucho brío. Sea quien sea, es una verdadera locura... ¡Oh, mire, otro caballo! Otro jinete... ¡Allí...!
—Si... Parece que la persigue... ¡Es Anthony! ¡Es mi hijo! ¡Quiere cerrarle el paso! ¡Mírelo! ¡Se ha metido a campo traviesa por los sembrados!
—Pero ella lo esquiva... ¡Oh, qué locura! Ha tomado, la ladera de los riscos... Pero, ¿qué es esto? ¡Tiene que haber perdido la razón para...!
Han corrido hasta donde la roca cortada a pico es como una terraza sobre el abismo... Ya todo está lo bastante cerca para que puedan verlo los ojos desorbitados de Rosemary...
—Pero ella lo esquiva... ¡Oh, qué locura! Ha tomado, la ladera de los riscos... Pero, ¿qué es esto? ¡Tiene que haber perdido la razón!
Han corrido hasta donde la roca cortada a pico es como una terraza sobre el abismo... Ya todo está lo bastante cerca para que puedan verlo los ojos desorbitados de Rosemary...
—¡Eliza...! ¡Es Eliza, sí! ¡Ha soltado las riendas Padre! ¡Mire... Mire... ¡No puede dominar el caballo! ¡Se abraza al cuello, se agarra a las crines! —gritando desesperada, exclama—: ¡Alcánzala, Anthony, sujeta ese caballo, detenlo...! ¡No lo dejes seguir, córtale el paso... córtale el paso...! —Un verdadero aullido de espanto es el que brota de su garganta, al advertir—: Se va por el lado del precipicio...! ¡Oh...! ¡Anthony. Anthony...!
Al borde de los riscos, contenido milagrosamente por un brutal tirón de las riendas, que hacen doblar sus cuartos traseros, Anthony, ha detenido al alazán que monta, saltando a tierra con un impulso de horror, para asomarse tembloroso al fondo del abismo
A lo lejos, el valle entero de Campo Real parece hervir. Por todas partes, de todos los caminos surgen rostros oscuros, se alzan cabezas estremecidas, se agitan cuerpos sudorosos, corren pies apresurados... Todos los ojos tratan de ver, todos los pasos van al mismo sitio: la desnuda montaña del desfiladero, la pared de riscos cortada casi a pico, el borde de aquellas rocas erizadas como puñales, frente a las que, como si también fuese de piedra, Anthony Grandchester, quedara detenido...
—¡Anthony... Anthony...! —llama doña Rosemary, acercándose alteradísima en compañía del sacerdote.
—¡No mires, madre, no mires!
Anthony ha sujetado a doña Rosemary, empujándola hasta las manos del sacerdote, que también la sostiene, y otra vez se inclina con el horror reflejado en su pálido rostro...
Ramas rotas, arbustos semi-arrancados, piedras arrastradas en la caída de los dos cuerpos que rodaron por allí, y en el fondo espantoso, contra el reborde inaccesible, una sangrienta masa inmóvil...
Esta historia continuará…
Otro capítulo de esta adaptación, su respectiva autora es Caridad Bravo Adams, yo solo estoy adaptando, como ya saben nos acercaremos muy pronto al final.
Mia8111: Gracias por tus palabras.
Marialuisa Casti: Si amiga gracias, a pesar que es italiano me encanta que me comentes siempre.
Blanca G: Si amiga Eliza recibe su buen merecido castigo, gracias amiga como siempre agradecida por tus comentarios espero que te gusten como siempre mis adaptaciones, gracias. Ahora pronto continuare con otra adaptación.
Nilda Manno: Muchas gracias hermosa por tus comentarios, agradecida como siempre.
Carol Aragón: Gracias mi amiga bella por tu apoyo.
Simo Fo: Gracias hermosa como siempre por tus comentarios.
SARITANIMELOVE: Gracias hermosa como siempre por tus comentarios.
Elvia Soan: Gracias hermosa como siempre por tu apoyo y también por permitir publicar esta adaptación en tu maravilloso grupo de corazón salvaje.
Ferrer Grandchester: Gracias por tu comentario, me alegro el dia.
Agradezco personalmente a todas las personas que leen esta adaptación y sobre todo a los que me dejan comentarios, también agradezco a Cecilia Rodríguez que le gusta mucho esta adaptación y a todos los leen silenciosamente. Gracias.
Continuaremos con las que faltan
Maggie Grand.
