Ya es la tercera parte del libro... la ultima parte.
Disclaimer: Los personajes de Candy no me pertenece sino a Kioko Mishuki y Yumiko Igarashi y la historia Corazón Salvaje le pertenece a la escritora mexicana Caridad Bravo Adams. Este fic es hecho con fines recreativos no pretendo buscar ningún tipo de remuneración o reconocimiento, simplemente lo comparto con ustedes porque realmente me gusta la historia y los personajes de Candy.
La historia tendrá tres partes como la trilogía original, "Eliza (Aimé) y Terry (Juan)", " Candy" (Viene siendo el libro de Mónica), Candy
Parte final (El libro de Juan del Diablo versión Terry Pirata)
Hola mis amores, estoy de vuelta. esta tercera parte, es la última parte de ésta historia…
Ya sin más que añadir, los dejo con la lectura. Disfrutadla.
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TERCERA PARTE
JUAN DEL DIABLO.
TERRY PIRATA.
Capítulo 12.
Anthony, ha sujetado a doña Rosemary, empujándola hasta las manos del sacerdote, que también la sostiene, y otra vez se inclina con el horror reflejado en su pálido rostro...
Ramas rotas, arbustos semi-arrancados, piedras arrastradas en la caída de los dos cuerpos que rodaron por allí, y en el fondo espantoso, contra el reborde inaccesible, una sangrienta masa inmóvil..
—¡George... ...! —llama Rosemary, desesperada—. Busca cuerdas... escaleras. Llama gente. Hay que bajar ahí... puede que aún viva...
_ No, madre, es imposible, no puede vivir... ¡Nadie puede estar vivo ahí...!
—De todas maneras, hay que bajar. Es una Grandchester. Su cuerpo no puede quedar ahí... su cadáver no puede podrirse como el de un animal, en el fondo de esos riscos. Iba a darte un hijo, Anthony, iba a darte un hijo... ¡Tiene derecho a sepultura cristiana, cuando menos! ¡Hay que rescatar su cadáver!
_ Tienes razón, madre. Bajaré yo mismo. Largas horas ha durado el rescate... Desde lo alto de las montañas del desfiladero se ve al sol hundirse en el mar como un disco de cobre hecho ascua viva. En camilla de ramas van los despojos fríos de la que fuera belleza espléndida, y sobre el rostro desfigurado y rígido tiende su velo fúnebre la mantilla de blondas que en un último gesto de piedad extendieran las manos de Rosemary... Ahora, las cumbres quedan silenciosas; aquel hervir de rostros oscuros y de cabezas estremecidas que trepó la montaña, marcha apretado y silencioso hasta la suntuosa morada de piedra y mármol, y la negra resaca va lentamente llenando los jardines, envolviendo las amplias galerías.
Sólo una mujer no ha marchado detrás de, todos, sólo una figura temblorosa se asoma una y otra vez al borde del abismo, sólo unos pies tuercen el rumbo para llegar hasta la puerta de la casucha medio en ruinas, donde otra mujer color de ébano aparece aguardarla, inmóvil y rígida tras la puerta desvencijada. Y frente a ella se doblan sus rodillas como si obedecieran a un rito, y se extienden sus manos en ademán de súplica infinita:
_ Kuma... Kuma... Ella está muerta... Iba a morir y tú lo sabías. Tú viste sangre en el camino, sangre en la casa Grandchester. Tú sabes, tú puedes, tú tienes poder, Kuma, ayúdame... ¡Sálvame a mí! — Yanina contempla el rostro de Kuma, negro como la sombra; sus pupilas, prendidas en un brillo de alucinación, acaso de locura; sus gruesos labios, que muestran al abrirse los dientes blanquísimos, única luz entre tanta penumbra, cuando susurra:
—Malos presagios para la casa De Grandchester...
—Malos presagios, sí —acata Flanmy aterrada—. Ya los vaticinaste, ya se cumplieron... ¿Es que no sabes? ¿Es que no entiendes lo que te digo? ¡Ella está muerta! Dijiste que alguien moriría, que habría sangre...
—Sangre en las piedras del desfiladero, como cuando murió el amo don Richard... Pero él no cayó allí; quedó al borde de los peñascos... Mis ojos lo vieron... mis ojos, que tantas cosas han visto... Y escuché al amo renegar, maldecir, y luego suplicar como un niño. El murió lentamente; ella, de golpe, como el árbol que troncha el ciclón... Pero es lo mismo... Hay sangre en las piedras del desfiladero... Empieza a cumplirse lo que vi temblaren el humo... Pero todavía no es nada... Falta mucho más... Mucho más... Yo lo vi claro... Vi el Valle de Campo Real en ruinas, vi romperse la tierra, vi vomitar fuego las montañas, vi hervir el mar...
"Corría... corría... iba a hacer una burla, pero encontró la muerte... Estaba marcada por un sino, el sino negro, de los Grandchester. Por eso resbalaron las patas del caballo, por eso rodó al fondo del abismo, ese abismo que un día ha de abrirse para tragárselos a todos... Como partida por un rayo se abrirá la montaña, y saldrá del corazón de la tierra una nube negra, mortífera..."
—¡Basta ya! Vuelve en ti; estás delirando. ¡Abre los ojos, Kuma, mira... mira! ¡Kuma... Kuma, estás loca...!
Desesperadamente ha ido Flanmy, hacia la oscura profetisa y con manos trémulas la sacude, la zarandea con el brutal impulso de su angustia, clavándole las uñas en la oscura piel, y al fin la extraña mujer se estremece como si despertara, y de sus ojos se desvanece la visión de horror.
Ya es otra vez la vieja curandera, astuta conocedora de todas las yerbas del monte, la sierva de los Grandchester a quien también llega la consternación de todos:
_ Flanmy, ¿qué quieres? Ahora ella está muerta... se apagó el sol que te oscurecía...
—¡Pero el amo Anthony, no querrá verme más! Me desprecia, me aborrece, y todo por ti, por ti... por el bebedizo que me diste, por el frasco que se rompió a sus pies... Pero tú tienes poder, Kuma, tú viste el porvenir...
Por eso vine a buscarte, porque creo en ti... ¡Ayúdame, Kuma, dame un amuleto, haz una oración por mil Tengo que volver...
—No vuelvas... Olvídalo... no te acerques a él, o compartirás su negro destino. Antes dijiste que eras mi amiga, que creías en mí. Si es cierto, sigue mi consejo: toma el primer camino que te aleje de Campo Real, y olvida a tu amo. ¡Olvídalo!
—¡Más fácil sería olvidarme de mí misma! Preferiría secar la sangre de mis venas, arrancarme la piel, que mis ojos no vieran más luz del día... Tú puedes hacer que me ame... Antes lo dijiste: se apagó el sol que me oscurecía. Ella encontró la muerte...
—Sí, encontró la muerte... por jugar, como tú, contra su destino... Encontró la muerte, porque alguien empujó su caballo... Por última vez té lo digo: apártate de Anthony, De Grandchester, su nombre está maldito...
Lentamente, Anthony Grandchester ha alzado la cabeza, mostrando la ancha frente largo rato abatida entre las manos... Desde que regresara tras el cuerpo muerto de Eliza, se ha refugiado allí, en el fondo de aquella biblioteca donde cuatro generaciones de Grandchester, amontonaron papeles y libros... Como un animalejo en una cueva, se ha hundido en la vieja butaca que fuera de su padre, y ha quedado inmóvil como si buscase, en el fondo de los horribles acontecimientos, una razón que ante sí mismo le justifique. Aun lleva las ropas sucias y desgarradas con que descendiera hasta el mismo fondo de la grieta, desgarrándose las manos por las paredes cortadas a pico, haciendo por la mujer muerta lo que no hubiese hecho por la mujer viva. Ahora, por primera vez, busca en los ojos del antiguo servidor apoyo y simpatía, aunque su largo silencio le impacienta...
—¿Qué quieres, George? ¿Qué vienes a decirme? Si es un recado de mi madre, dile que no me hallaste. Venía sólo a saber si el señor quería bañarse y vestirse.
Han empezado a llegar gentes. Un jubileo se volvería esta casa si la señora no hubiese dicho que ya no quería avisar a nadie. No quiere que venga gente de Saint-Pierre a opinar y a decir cómo fue y por qué fue el desgraciado accidente.
_ Si... Mi madre está en todo. Supongo que debo estarle enormemente agradecido, y que debo estimarle el favor de no haberme hecho hasta ahora ningún reproche.
—Las cosas son tal como se las pintan, y, por mi parte puede el señor estar tranquilo. De mi boca no saldrá una palabra que no deba salir. Fiel como un perro... y llegó la hora de probarlo. Los Grandchester, pueden contar conmigo y con las gentes que yo he traído aquí... El momento es amargo para el señor, pero no quisiera dejarlo pasar sin decirle que también la pobre Yanina es fiel a esta casa, y lo será siempre... Ella me dijo que usted la había despedido definitivamente, que la había arrojado de aquí...
Un recuerdo, que es como un chispazo, se enciende en la atormentada mente de Renato. Ha recordado las últimas palabras de Flanmy, la violenta escena en que la despidiera, aquella frase una vez más trunca: la posible revelación de aquel delito que todos, menos él, sabían. Y con repentina impaciencia, se alza, tomando el brazo de George:
_ Haz venir a Flanmy. Búscala... llámala... Pronto, la necesito... ¡Tráemela, George! ¿El señor me ha mandado llamar? Yo ya me iba. El señor me echó antes y...
La mano de Anthony, fina y firme, ha caído sujetando el delgado brazo... Sus labios se aprietan hasta ser sólo una línea roja sobre el rostro extraordinariamente pálido, en las pupilas verde-azules hay una chispa penetrante que al investigar parece que adivinan.
Te he mandado llamar para que hables, Flanmy. ¡Por la primera vez estoy dispuesto a escuchar lo que nunca te quise oír! Di cuanto sepas de ella... dilo, pero dilo sin ninguna vacilación, sin una sombra, sin una duda, sin una mentira. No calumnies a la que ya ha pagado con su vida sus posibles crímenes, porque es la tuya la que ahora está en juego. ¡Habla, Flanmy, habla! ¡Dijiste que a ella se lo perdonaba todo... todo... todo...! ¿Qué es lo que tengo que perdonarle?
_ ¿Por qué tiembla Flanmy? ¿Por qué, bajo la presión de aquellos dedos duros y finos, se estremece su carne como bajo un tormento inefable? ¡Cuánto ha anhelado estar así, cerca de él, muy cerca, bajo el fuego de aquellas pupilas!
_ ¡Cuántas veces se ha mordido los labios hasta hacerlos sangrar, para no gritarle a Anthony Grandchester, cuanto sabe de Eliza, cuanto han visto sus ojos, cuanto han escuchado sus oídos! Pero ahora tiembla hasta doblársele las rodillas, y la voz, en su garganta, es un susurro al decir:
—Pero... ella está muerta, señor... Yo no debo decir
—¡Te estoy ordenando que hables, Flanmy! —se enfurece Anthony.
—Ahora no puedo, señor —protesta Flanmy con voz trémula—. Ahora, ella está ahí, sobre la colcha de raso de su cama de novia... Rígida, fría... Su cuerpo, al caer, fue desgarrándose en las rocas... Su hermoso cuerpo blanco...
—Sí... Sí... —se exaspera Anthony—. Ya sé que está ahí... Ya sé que mirarla da horror... Pero, ¿no comprendes que, por lo mismo, necesito saber? ¿No comprendes que pienso que bien puedo ser yo quien la hice morir? ¿No lo has visto? ¿No lo has oído? Las medias palabras, las miradas recelosas... ¿No has visto que el padre Vivier me esquiva, que mi propia madre evita mirarme, que hasta mis criados se alejan de mí? ¡Fue por culpa mía...! Ahora todos lo dicen en voz baja; pronto, tal vez lo griten y tendré que oírlo.
_ Pero quiero que, al menos en mi conciencia, no resuene ese grito... Quiero saber que fue mala, que fue traidora, que fue desleal... -¡Lo fue, señor lo fue!
—¿Estás segura? ¿Lo sabes bien? —persiste Anthony, acorralando a la mestiza con sus preguntas—. ¿Por qué no me lo dices? ¿Qué es lo que, según tú, todos murmuran? ¿Qué es lo que saben todos, menos yo mismo.
—¡Anthony... hijo.-.! —llama Rosemary, que, al buscarlo, se acerca, y sorprendida al principio y severa en seguida, exclama—¡Oh! ¿Qué haces aquí, Yanina? ¿No hay nada que hacer en la casa? Te di una tarea para cumplir... Ve a lo que te he mandado. ¡Ve inmediatamente!
—Yo la mandé llamar, madre —intercede Anthony—. Necesito hablar con ella... ¡Espera...!
—No esperes... ¡Ve! —ordena autoritaria Rosemary. Y suavizándose al dirigirse a su hijo, explica—: _ Si tú necesitas hablar con alguien, hijo, que sea conmigo...
_ ¿No comprendes, madre? —se desespera Anthony—. Necesito saber...
_ Sabrás, pero no de labios de Yanina. No es digno de ti.
_ Sabrás, para que no te falten las fuerzas; sabrás, para que tengas todo el valor y toda la serenidad que necesitas, para que puedas levantar la frente cuando la calumnia quiera herirte o cuando te echen en cara lo que hiciste...
—¿Qué? Yo no quise...
—Ya sé que no quisiste; ya sé que sólo tratabas de detenerla, de impedir el accidente que ella buscaba premeditadamente, que ella había preparado y urdido...
_ Tú querías cerrarle el paso... A campo traviesa corriste atravesándote en el que ella había pensado seguir, y entonces aflojó las riendas, se agarró a las crines, perdió la cabeza, y la bestia, enloquecida, la llevó hasta el lugar más peligroso, donde halló la muerte...
_ ¡Madre, me estás acusando...!
—Te estoy diciendo lo que dirán los otros... lo que tu propia conciencia te dice ya... Y también te diré lo que quieres oír: No era digna de ti...
—¡Oh! Entonces, ¿tú sabes, tú sabías...?
—Sé que era interesada, ambiciosa, mezquina... Sé que se casó por cálculo, que nunca te quiso; que no se detuvo, para defenderse, ni ante la calumnia ni ante la intriga...
_ Era dura, insolente, liviana...
—¿También liviana? —se revuelve Anthony con ira—. ¿Por qué no lo dijiste cuando vivía? ¿Por qué?
_ Porque creí que iba a darte un hijo, y sólo por eso podíamos perdonárselo todo.
—¿Creías? ¿Creíste? Eso quiere decir... ¡Acaba, madre! ¡Dilo todo de una vez! Ese hijo... ese hijo, ¿de quién era?
—De nadie, Anthony... ese hijo no existía... Lo inventó para asegurar su posición en esta casa, para que yo la defendiera aun contra ti mismo. Seguramente confió en que su mentira se volvería realidad. Para lograrlo, te buscó inútilmente...
—Pero, ¿cómo supiste? ¿Quién te dijo... ?
—El médico que vino para certificar su muerte... Lo obligué a comprobarlo... Se lo exigí. Quería saber la verdad, era preciso... No habría podido volver a mirarte, no hubiera podido acercarme a ti con la duda de que en el fondo de aquel abismo se extinguía también aquella vida latente que era mi última ilusión. Quería estar segura, y acaso hubiera llegado a maldecirte... Menos mal que Dios no lo quiso; que, al fin, tuvo piedad de mí...
Un instante ha vacilado Rosemary, como si de repente le faltaran las fuerzas. Sus manos crispadas se aterran al borde de la mesa cargada de papeles y libros, y un sollozo escapa de su garganta, mientras Anthony, la contempla sereno y sombrío, al afirmar
—Sólo quiero saber toda la verdad, madre... Hay algo más, estoy seguro. Antes dijiste que era liviana... ¿Por qué lo dijiste? No la maté queriendo; pero quiero, exijo saber si hubiera tenido el derecho de matarla. Si tú no lo sabes, preguntaré a los que lo sepan, obligaré a que hablen las que callan: Flanmy, Dorothi...
—Basta, Anthony, Ahora no puedes hacer nada de eso... Ahora nos quedan muchos deberes que cumplir, y vamos a cumplirlos. Ven conmigo...
continuará….
Gracias por acompañarme en esta adaptación. Esperando que haya sido de su agrado, mañana se publicara el retornó de mi príncipe, es un pequeño minific… especialmente para mi amiga Blanca G, Sarita Malowe y todas las que me leen, ya estamos acercándonos para el final de esta historia… falta muchas cosas.
Contestare sus comentarios en mi sección favorita.
Carol Aragon: Gracias por tu apoyo mi querida amiga.
Mia8111: Gracias mi amada amiga bendiciones como siempre tus comentarios me hacen feliz.
Luzarda: Gracias por tu comentario, me da gusto saber que sigues la historia, gracias por tu comentario, bendiciones.
Blanca G: Si amiga ya murió Eliza, pero la tragedia sigue prometo terminar todas mis adaptaciones, espero que también te guste la nueva dos hermanas y pronto comienzo con Love Candy y otras historias.
Simo Fo: Gracias por tu apoyo como siempre.
Marialuisa Casti: Gracias como siempre por tus comentarios.
Elvia Soan: Mil gracias como siempre por tu apoyo y por animarme a publicar mi historia en tu maravilloso grupo de corazón salvaje.
Nilda Manno: Estoy contenta por tus comentarios, me alegro saber que me has comentado en algunos minific gracias por tu apoyo en el grupo y aquí, bendiciones.
SARITANIMELOVE: Agradecida eternamente como siempre por tus comentarios en esta bella adaptación y en mis minific espero que puedas leer tal como eres también es erótico, gracias amiga pronto retomare la historia del profesor con el nombre de clases de sexualidad que es una adaptación a una novela erótica gracias.
Miriam Nasser: Muchas gracias por tu comentario y apoyo en mi fic de corazón salvaje, gracias por tu comentario mi amada escritora de corazón salvaje, gracias por invitar a que haga una nueva adaptación de corazón salvaje, esperemos que también sea de su agrado a las chicas y que cuando lo publique le guste a las Territanas como yo, gracias por apoyarme en mi adaptación sé que no soy tan buena escritora como tú, pero tu apoyo me hace sentir feliz y apoyarme en mi adaptación como homenaje a Eduardo Palomo.
Cecilia. rodriguez1: Gracias por tus palabras, si ya va terminar, lo más probable es que haya otra adaptación de corazón salvaje con Candy y Terry por la señorita Mirian, tal vez si lo publican puedan leer nuevas versiones de esta maravillosa novela, tengo muchas historias si gustas puedes leer las que deseas, ya que esta pronto va terminar, gracias.
Chicas gracias por todo y por su apoyo, Ya con estos vamos 87 historias, 86 de Candy y 1 de otra serie, estoy feliz por sus comentarios, en total son 90 historias que pienso publicar, gracias.
Continuaremos con las que faltan
Bendiciones
Maggie Grand.
