Ya es la tercera parte del libro... la ultima parte.
Disclaimer: Los personajes de Candy no me pertenece sino a Kioko Mishuki y Yumiko Igarashi y la historia Corazón Salvaje le pertenece a la escritora mexicana Caridad Bravo Adams. Este fic es hecho con fines recreativos no pretendo buscar ningún tipo de remuneración o reconocimiento, simplemente lo comparto con ustedes porque realmente me gusta la historia y los personajes de Candy.
La historia tendrá tres partes como la trilogía original, "Eliza (Aimé) y Terry (Juan)", " Candy" (Viene siendo el libro de Mónica), Candy
Parte final (El libro de Juan del Diablo versión Terry Pirata)
Hola mis amores, estoy de vuelta. esta tercera parte, es la última parte de ésta historia…
Ya sin más que añadir, los dejo con la lectura. Disfrutadla.
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TERCERA PARTE
JUAN DEL DIABLO.
TERRY PIRATA.
Capítulo 16.
Terry, se ha erguido con aquel gesto altanero y decidido que es tan suyo. Apretando los labios, relampagueantes las pupilas, cerrados los puños poderosos, todo él repentinamente dispuesto para la lucha que pensó abandonar, y mientras los ojos de Albert, le observan admirándolo, al comentar:
_ Pero te habías propuesto.
_ ¿Qué importan los propósitos? ¿No está viendo que ése es el camino que me marca mi estrella? Frente a frente estamos desde niños... ¿No comprende que por existir él, he pagado yo, al nacer, como un delito? Para que él durmiera en cuna de oro, para que él vistiera ropas de seda, para que la sombra de un dolor no empañara la suya, mi vida fue un infierno... Para proteger su infancia, el odio de Rosemary Grand chéster, me envolvió como una nube negra, y cuando quise a una mujer...
—Eso fue una casualidad, una desgracia, lo que tú quieras.
_ La que ha pagado con la vida sus locuras, es la única a quien pudieras hacer responsable...
_ Ella me quería a mi... Frívola, desleal, hipócrita, embustera, fuese lo que fuese, era a mí a quien amaba. Pero él me la quitó... me la quitó sin saberlo. ¿Por qué? Por rico, por poderoso, por ser el caballero Grand Chester, porque nuestro destino seguía cumpliéndose, y fue suya la mujer que en realidad era mía...
_ No creo que perdieras nada con eso. Además, él quería ser tu amigo...
—¿Mi amigo? ¡Mentira! Su amistad era falsa, no salió nunca de su corazón... Entre las joyas y la fortuna del que fue nuestro padre, había heredado un remordimiento. Por librarse de él quiso ayudarme, pero me despreciaba, me despreciaba tanto que sólo por pensar que había sido capaz de amarme con amor de mujer, despreció también a Candy Andrew que ama a Terrence. En eso ya no fue inocente; allí cayó su máscara... Una Andrew enamorada de Terry del Diablo merecía mil muertes; merecía pertenecerme, como el peor de los castigos, y ése fue el que le impuso él. Me la arrojó en los brazos, como se arroja una carroña a un perro.
_ "Dispuso de mi vida, como siempre. Pudo disponer, porque todo lo tenía: hasta el amor de Candy. Y por ese amor, aceptó ella el sacrificio... cayó en mis manos como una perla que rueda al tango de la calle, desprendida de una diadema. Si ella me hubiese amado... Hubo una hora, Albert, un día, un momento en que nuestra deuda hubiese quedado saldada. ¿Sabe usted cuál fue? En la isla Dominica, cuando en los claros ojos de Mónica vi temblar un ensueño de felicidad. Era la estrella que brillaba en el fondo del pozo, el rayo de luz que iluminaba mis tinieblas, la flor que se abría junto a las rejas de mi cárcel... Era el premio, mi premio, pero él llegó para arrebatármelo también... Ella seguía amándolo a él, al rubio y dichoso caballero Anthony Grand chéster, lo bastante veleidoso para quererla justamente cuando las circunstancias se la hacían imposible...
_ Ella te fue leal, Terry, no olvides eso.
—Fue leal a sí misma, porque en ella no cabe acción baja o rastrera... Pero, por él, se encierra en el convento; por él, deja consumirse su belleza entre cuatro paredes, y por él, para salvarle, para escudarle, junta las manos y me ruega que no le ataque, que no le hiera, que acepte vivir agonizando, como ella, ha aceptado morir en silencio para que Anthony Grand chéster, viva dichoso. ¿Y aún quiere usted que no sea un fermento de odio lo que se me suba a los labios sólo con pronunciar su nombre? ¿Aun pretende que puedo perdonar y comprender?
_ Sólo te aconsejo que vuelvas la espalda a todo esto. El pasado, bórralo, Terry. Ya pasó, no existe...
—El pasado es lo único que tenemos. ¡Somos nosotros mismas huellas son de nuestro pasado, ideas, sentimientos... ¿Qué soy yo sino aquel niño sin ventura a quien Bryan Bertolini nutrió con hiel y veneno para futuro castigo de su enemigo o triunfador, para venganza viva de su afrenta? Todo el dolor, y todas las humillaciones, todo cuanto puede sufrir un niño en su alma y en su cuerpo, tuve yo que sufrirlo... ¿Cree usted que ya todo pasó? ¿Deberás lo cree? Dígamelo mirándome a los ojos. Albert...
Albert, ha bajado la cabeza. Luego, sigue la mirada de Terry que va hasta la puerta que lleva al interior de la casa, y que de pronto se vuelve con gesto decidido...
—Terry, ¿dónde vas?
_ No se alarme Albert. Simplemente, a satisfacer una viva curiosidad. Quiero saber qué piensa, qué opina, qué siente Candy Andrew. Quiero saber si su amor por mí, es tan fuerte que ni la sangre de su hermana, que hoy salpica a Anthony, puede acabar con él... ¡Quiero verla y oírla!
—Emilie Elroy... Mi pobre Elroy.
—¿Dónde está mi Eliza? ¿Dónde está mi hija? ¡Quiero verla, muerta o viva!
—La verás... La verás en seguida... Concédete un minuto para tomar aliento...
Ahogando con el pañuelo los sollozos. Emile Elroy Andrew, se ha detenido, como si para tenerse en pie necesitara reunir todas sus fuerzas, mientras la mirada de Sofía escudriña el vacío interior del carruaje, y su alma parece que respira, al comentar:
_ ¿No vino Candy? ¿Estás sola, mi pobre amiga? Ya veo que el mensajero que mandé ha sido raudo. Le ordené no detenerse en el camino... Sin embargo, no pensé que pudieras venir tan pronto... ¿Qué coche es ése? Cirilo llevaba la orden de servirte... ¿A qué hora llegó?
_ ¡No llegó, no vi a nadie, no es por ti que recibí la noticia!
_ ¡Tú no podías dármela... no podías! ¡Tenías que defender a tu hijo! ¡Ya sé que fue Anthony!
_ ¿Has perdido la razón? ¡No repitas eso!
_ ¡Ella le engañaba, le burlaba, le mentía! ¡Tú lo sabes... lo sabes! ¡Tal vez piensas que toda la razón es de tu hijo! Yo no discuto, no busco razones... ¡Nada más quiero verla!¡Mi Eliza... mi niña... ¡¿Dónde está? ¿Dónde está?
—¡Elroy, espera...! ¡Elroy...!
Emilie Elroy, no ha logrado alcanzarla. Como enloquecida, Elroy recorre las anchas estancias, las amplias galerías, los desiertos portales, la casa toda silenciosa y muda, sin que ni las manos ni la voz de Rosemary alcancen, a detenerla, cuando de pronto, con odio y horror, acusa:
_ ¡Tú... ¡Tú...! ¡Asesino!
_ ¡No la escuches, Anthony! —suplica Rosemary, acercándose toda alterada—. ¡Detenla! ¡Que no la escuche nadie! ¡Ha perdido la razón... está enloquecida! ¡No sabe lo que dice!
—¿Dónde está mi hija? ¿Dónde?
—Ya descansa... —murmura Anthony con infinita tristeza.
—¿Bajo tierra? ¿Para siempre? —grita Emilie Elroy con el espanto reflejado en su blanco rostro—. ¡Sin dejar que yo la mirara, que yo le diera un beso de despedida! ¡Tú la mataste! ¡Tú la hiciste morir, Anthony! Tal vez tenías razón...
_ Tal vez tenías derecho... pero yo era su madre, ¡y te maldigo!
Anthony, ha retrocedido, tan pálido como si en sus venas no hubiese sangre, y Rosemary da unos pasos hasta la baranda para mirar con ansia los grupos de amigos que vienen de la iglesia, y volverse a la enloquecida Elroy:
—¡No grites así! ¡Vienen los extraños! ¡Por el propio nombre de tu hija...!
—¿Qué importa? ¡Todos saben que ha muerto, y que, fue Anthony... Anthony...! —persiste Elroy llorando—. ¡Mi Eliza... mi hija...!
—¡Viene gente! —advierte Rosemary desesperada—. Hay que llevarla de aquí, Anthony, hay que...
—¡Madre! ¡Mamá de mi alma!
Candy, ha acertado a sostener entre sus brazos el cuerpo casi desmayado de su madre, y un momento mezclan sollozos y lágrimas, mientras siguiendo los pasos de Candy, casi tan pálido y demudado como ella misma, el Padre Francis que, llega hasta el grupo...
—¡Bajo tierra... bajo tierra... sin que yo haya podido volver a mirarla! —protesta Elroy, con profunda desesperación.
—¿Qué? ¿Qué? —indaga Candy, tremendamente indignada.
—¡Y fue Anthony el culpable, el causante! —insiste Elroy.
—. ¡Fue Anthony... Anthony!
_ ¡No es cierto! —rechaza Rosemary, íntimamente dolorida—. ¡No puedo permitir que siga repitiendo ese absurdo!
_ ¡Usted es testigo Padre Francis que...! ¡Hable... Hable...!
_ ¡Anthony, la hizo morir! —sigue machacando Elroy—¡L han acorralado, la han asesinado, y luego me han ocultado su cadáver! ¡Lo sé... lo sé...!
_ ¡Mientes a sabiendas! —grita Rosemary, fuera de sí—. No la escuches, Candy, no sabe nada. ¡El dolor la ha vuelto loca, pero es preciso que calle, que no la escuchen los demás! Apelo a su razón. Padre Francis que. Usted estaba a mi lado... usted sabe...
—Elroy, hija mía... Cálmate... cálmate —aconseja el sacerdote
_ ¡Ya llegan todos! —adviene Rosemary—. ¡Anthony... Anthony, Ven...Ven...!
Su mano se ha clavado como una zarpa en el brazo de su angustiado hijo, obligándole a ir con ella, arrastrándole hacia la escalinata que suben ya los amigos en despedida, al tiempo que Candy, alza casi en brazos a su madre, para llevarla a las habitaciones interiores, mientras comenta altiva:
_ Nuestro dolor es nuestro, madre, nuestro nada más...
_ Ven.,. Ayúdeme, Padre Francis que ...
La puerta se cierra ya tras de Candy y Elroy, y hay un acento desesperado en la voz de Rosemary, que sacude a Anthony obligándole a volver a la realidad:
—Anthony, les estaba explicando a estos amigos que la pobre Elroy, ha perdido la razón... No es para menos...
_ Es absolutamente natural... Hay que ser madre para comprender... En efecto, amigos míos... Debo dar a todas las gracias y rogarles que tomen un modesto refrigerio antes de marcharse...
Anthony, ha logrado hablar cortésmente tras un esfuerzo sobrehumano, y Rosemary, se aparta dejándole pasar... Sólo entonces siente que también ella desfallece, pero un brazo leal le apoya; una mano, para los otros cruel y áspera, la sostiene con firmeza y respeto...
—Llévame a mi alcoba, George. ¡no puedo, más!
Esta historia continuará…
Bueno otro capítulo de esta adaptación, Corazón Salvaje le corresponde a Caridad Bravo Adams, yo solo estoy adaptando, Ahora contesto sus comentarios en mi sección favorita.
Mia8111: Gracias por tu apoyo, bendiciones, te mando un fuerte abrazo.
Marialuisa Casti: Eliza ya pago sus pecados, pero como sabes después de la muerte de Aimé en la novela los protagonistas sufrieron más, ahora pasaran más cosas que Candy y Terry se separaran más, hasta el final cuando se arregle todas las diferencias ya quedaran juntos, gracias por tus comentarios a pesar que es italiano, entiendo lo que deseas decir, te mando un fuerte abrazo.
Nilda Manno: Gracias por tu apoyo en esta adaptación, bendiciones.
Blanca G: Gracias amiga por comentar cada capítulo, veo que te gusta esta adaptación, gracias, esta historia he tenido más apoyo, quiero que tengas paciencia todavía pasara muchas cosas, falta mucho para terminar la tercera parte del libro, los rebeldes aun sufrirán hasta que arreglen todas las diferencias, el final quedaran juntos, gracias, bendiciones para ti amiga bella.
Guest: Gracias por tu apoyo, agradezco a todas las personas que comentan y leen, a las que leen silenciosamente, gracias.
Un agradecimiento especial: Carol Aragón, Blanca G, Elvia Soam, Mia 811, SARITANIMELOVE, a todas las que leen.
Bueno me despido con cariño
Continuaremos con las que faltan
Con cariño
Maggie Grand.
