Ya es la tercera parte del libro... la ultima parte.

Disclaimer: Los personajes de Candy no me pertenece sino a Kioko Mishuki y Yumiko Igarashi y la historia Corazón Salvaje le pertenece a la escritora mexicana Caridad Bravo Adams. Este fic es hecho con fines recreativos no pretendo buscar ningún tipo de remuneración o reconocimiento, simplemente lo comparto con ustedes porque realmente me gusta la historia y los personajes de Candy.

La historia tendrá tres partes como la trilogía original, "Eliza (Aimé) y Terry (Juan)", " Candy" (Viene siendo el libro de Mónica), Candy

Parte final (El libro de Juan del Diablo versión Terry Pirata)

Hola mis amores, estoy de vuelta. esta tercera parte, es la última parte de ésta historia…

Ya sin más que añadir, los dejo con la lectura. Disfrutadla.

… … … … … … … … … … …

TERCERA PARTE

JUAN DEL DIABLO.

TERRY PIRATA.

Capítulo 17,

_ ¿Qué? ¿Dice usted, que se ha ido?

_ ¡Es natural! Se trata de su hermana, Terry. Además, vinieron a buscarla, enviaron por ella un propio de Campo Real con la noticia...

—¿Quién le dijo a usted eso Albert?

—La hermana tornera, apenas entramos... Fue a avisar a la madre superiora que tú habías llegado. Seguramente, al irse Candy, le dejó sus encargos...

_ ¡Irse... irse! —se revuelve Terrence con ira—. ¡Seguro que él mandó a buscarla!, después de decirme que me amaba hace todo esto, ella nunca me amo.

_ ¿Olvidaste tu a Eliza? ¿Aun la deseas como el primer día que te enloqueció con tu belleza?

Terrence recuerda la pasión que tuvo con Eliza, el no niega que esa pasión fue lo más maravilloso de su vida, pero también su perdición, porque por culpa de eso el sufrió injustamente por una mujer que no vale nada.

_Eliza fue la primera mujer que toco mi corazón, con ella era fuego y pasión, que me enloquecía con su belleza, lujuria, era un deseo infernal, una obsesión que no te deja pensar en lo bella que es, era como una perra eyaculada que todos los perros la persiguen cuando está en luna, eso es lo que es una perra bella, apasionada que todos los hombres están detrás de ella, si acepto me apena y me duele su muerte, pero jamás hubiera regresado con una mujer que no vale nada, nunca hubiera vuelto con Eliza, porque ella me traiciono, se burló de mí, eso no hace una buena mujer, yo deje de amarla, todo quedo en el pasado, te juro que deje de amarla, no siento nada por ella, solo siento pena, nada más. Pero aquí estamos hablando de Candy. -

—El o cualquiera de allá, para el caso es igual. ¿Qué otra cosa podía hacer ante una noticia como la que le han dado? Hay que ser razonable...

Terry, se ha mordido los labios sin poder contener la oleada de violenta indignación que le embarga... Sin lograr sosegarse va de arriba abajo por la ancha galería de arcos que forma el primer claustro, clavando a cada paso sus pies anchos y firmes, mientras el corazón parece estallarle en el golpe de su latir apresurado, y bruscamente se vuelve al anciano notario que le contempla consternado:

—¡Vámonos, Albert! ¡No quiero escuchar historias, quiero ver a Candy, cara a cara! Preguntarle por qué se fue de ese modo sin tomarse la molestia de consultarme antes de marchar. Todavía es mi esposa, y yo la dejé aquí, si va anular el matrimonio me queda sin cuidado, porque lo más probable es que por la muerte de Eliza, ella no va querer estar conmigo, pero yo la deje aquí, no en otra parte. ¡Para ella será el mal, por obligarme a ir a buscarla!

—¿A buscarla? ¿A buscarla a Campo Real? Supongo que no pretenderás...

—¿Por qué no? Voy a buscarla a donde haya ido, y si hubiese ido al infierno, sería igual

_ ¡Vaya, por fin descansa! Los calmantes han hecho su acción piadosa, al menos por un rato...

Candy, ha asentido, con un gesto, a las palabras del Padre Francis que... Más pálida que nunca, apretados los labios, se diría imagen viva de la desolación y la angustia. Está de pie, junto al ventanal que ilumina su fina figura con las últimas luces de la tarde, y hasta ella llega el sacerdote, dejando los cortinajes del lecho donde, como una masa inerte, descansa en la inconsciencia Elroy de Andrew.

—Es terrible que hayas tenido que hacer sola este viaje, hija...

—Así lo quiso ella, Padre. No me envió un aviso ni una llamada, ni siquiera me dio la noticia. Usó el primer carruaje que un vecino piadoso puso a su disposición, y salió como enloquecida, sin consultar a nadie.

_ Pero el hombre que les avisó a ustedes, el mensajero que Rosemary Andrew, mandó en mi presencia para avisarles...

—Llegó a la casa; luego, al no hallar allí a nadie, fue al convento. Sólo pudo decirme que mi madre había salido para Campo Real. Mi madre no está loca, no está trastornada. Su dolor parece desvarío, pero no lo es. Sin embargo, usted me asegura...

_ Sólo puedo asegurar lo que mis ojos vieron. Yo estaba junto a doña Rosemary. Si algo puedo jurar, es que nadie empujó a tu hermana al abismo, que ninguna mano la impulsó al menos en su forma material. La vimos correr sobre el caballo desbocado, la vimos huir como enloquecida por la persecución... de Anthony... Por fin, vimos al animal, sin guía, correr hada el abismo y saltar estrellándose... Él iba tras ella, no puede negarse. Si tenía una razón para desear su muerte, o si corría para detenerla y salvarla, ¿quién puede asegurarlo, hija? Eso está sólo en la conciencia de Anthony. A veces corren desbordadas las pasiones humanas... Pero, ¿odiaba

_ ¿Anthony a su esposa? ¿La odiaba?

—¡Oh, calle Padre, calle! Ahora no me pregunte... ¡Tenga piedad!

Candy, ha retrocedido, cubriéndose el rostro con las manos, y su fina figura tiembla, sometida al tormento insoportable de aquella horrible duda... Es como director espiritual que te estoy preguntando. Quisiera oírte, aunque fuera en confesión, hija...

_ si tus palabras pudieran darme ahora un poco de luz...

_ Sangre de mis venas daría por saber la verdad! ¿No comprende también la lucha de mi alma, Padre? ¿No comprende que me estoy muriendo desesperada?

—Comprendo tu pena; pero si el asunto no te concierne en realidad...

_ ¿Qué no me concierne? ¡Le pido de rodillas que no me obligue a hablar!

—Perdóname... Comprendo que te sientes trastornada...Debo dejarte a solas y recomendarte la

oración para que se serene tu alma, pero antes lee esta carta que tu hermana te dejo antes de morir, ella dice que solo amo a Terry del diablo, nunca amo a su esposo- dijo entregando la carta y Candy toma la carta de su hermana en sus manos... Hubiera querido saber más, ir más seguro a la batalla que me aguarda... Rosemary Andrew, me espera. Ella cuenta con mi testimonio para defender a su hijo...

_ ¿Pero le acusan? ¿Acusan realmente a Renato, alguien más que mi madre?

—Le acusan muchos ojos maliciosos, muchos labios que callan... pero más que nada le acusa la pasión insensata que asoma en sus ojos al mirarte... Por eso quiero llegar a la verdad. Lo que se murmure, lo que se acuse, es casi lo de menor importancia, al menos para mí. Mi misión no es defender los cuerpos, sino salvar las almas, llevar el remordimiento al corazón de los culpables y salvarles del infierno por el dolor de haber pecado...

La ha mirado intensamente, luchando por penetrar al fondo de ese otro corazón hosco y altivo, puro y atormentado, pero los ojos de Mónica vagan angustiados por la estancia, y el sacerdote suspira inclinándose:

La ha mirado intensamente, luchando por penetrar al fondo de ese otro corazón hosco y altivo, puro y atormentado, pero los ojos de Candy vagan angustiados por la estancia, y el sacerdote suspira inclinándose:

—Que Dios te dé lo que mis pobres palabras no pueden darte: luz y valor, hija mía...

El Padre Fran cisque, se ha alejado, y también Candy ha dejado la enorme alcoba casi en penumbras... Junto al lecho de Elroy queda la oscura sombra de una criada nativa, y ella sale, otra vez atormentada por aquella ansia de huir, que tantas veces le acometiera bajo el techo patricio de la suntuosa mansión... No ha tomado voluntariamente ninguna ruta, pero sus pies le llevan por el sendero que, tras la blanca iglesia, llega a los muros de piedra del cementerio de los Grand chéster... la verja quedó abierta...

Nadie se ocupó de cerrarla, tras el precipitado entierro efectuado horas antes, y Candy penetra, siguiendo las huellas que dejaran...

En ese momento Candy lee la carta de su hermana silenciosamente.

Querida Candy.

Espero que esta carta sepas lo mucho que te odio y que te odie desde que era niña, siempre envidiaba tu suerte, eras la hija favorita de mis padres, a mí me separaron de mi familia cuando yo apenas era una niña, me mandaron a estudiar lejos, ¿Sabes por qué?, porque nadie me soportaba porque decían que yo era la hija mala, o la semilla mala.

Todas las personas de Campo Real o de San Pierre, te amaban, mi tía Rosemary te elegido a ti como la esposa de Anthony Grand Chester, porque dice que eras la mujer perfecta, la niña de sus ojos, a mí ni me miraba, pero sabes me alegra que él nunca se enamoró de ti, sabe ¿por qué?, Porque ningún hombre podría enamorarse de una mojigata sin clase, de una hermana maldita, así que por engullese cuando Anthony me había elegido como esposa, porque por primera vez me sentí querida y amada por alguien que me había elegido antes que tu

Tu hermana maldita, eras la atención de todos, de mis padres, primos, amigos de aquella tierra, la querida de todo el mundo, y yo era la que nadie le daba atención ´por eso me mandaron a un internado de monjas porque decían que yo era la rebelde.

Siempre te quejaste de mi conducta, ¿no?, yo siempre rodeada de amigas, amigos, buscando el amor que nunca sentí en mi familia, por eso era así, me encantaba ser liberal, coqueta, me encantaba como los hombres me deseaban porque yo era más hermosa que tú, los hombres que acedaban mi belleza me consolaban el amor que sentí.

Es así como en aquella playa conocí a Terry del Diablo, que me amo, que me deseo, que me propuso matrimonio, me juro amor eterno, yo solo ame a ese pirata, nunca ame a mi esposo, si me case con Anthony era solo para verte sufrir, porque me encantaba mirarte sufrir, porque deseaba que te quedaras sola en tu convento.

Te odio hermana, siempre te odie, te odiare hasta el día que me muera, Eres una joya muy preciosa en la vida de todos, pero no en la mía, Te odie más cuando me quitaste al hombre que amo y que siempre ame, por tu culpa lo perdí, cuando me entere que te habías entregado a él, te odio más porque me hiciste sentir un dolor que nunca nadie me hizo sentir.

Ahora ya estoy muerta, sabes porque te escribo esta carta antes de morir, porque yo planee crear un accidente en el caballo, para que tu conciencia de mi infelicidad quede marcada para toda tu vida y pueda perder al bebe que estaba esperando, porque yo nunca quise a ese maldito hijo que fue creado de mi infelicidad, de mi ambición y odio hacia ti hermana, porque si yo me case con Anthony era solo para verte sufrir, tú te quedas callada, nunca digas nada, quiero que mi esposo pague mi muerte como si fuera mi asesino.

Lo único que te pido para que mi muerte quede en paz, que por lo menos muerta sea feliz, nunca busques a Terrence, no lo quiero contigo, no vuelvas a su lado, anula ese matrimonio de una buena vez por toda, no te metas con él, Anthony no me importa, nunca me importo, pero tampoco te quiero con él porque todo lo que me pertenece no puede ser tuyo.

Júramelo hermana, si me quieres un poco, y descanse en paz, que cumples tu promesa de separarte para siempre de Terry del diablo, el jamás será tuyo.

Atentamente

Eliza Andrew.

Candy con lágrimas en los ojos, quedo aterrada del miedo por las palabras de su hermana, jamás pensó que había tanta maldad, odio hacia una persona, ella de cierta manera se sentía culpable por la infelicidad de Eliza, porque es cierto, que los padres siempre prefirieron más a Candy que a Eliza, ese sentimiento de culpa promete callar, esconder esa carta, promete separes de Terrence para siempre.

….

Flashback:

Un montón de flores, arrojadas apresuradamente sobre la tierra removida, es lo único que todavía marca aquella tumba que guarda la caja de maderas preciosas, forrada de brocado, último estuche de la flor venenosa que fue Eliza Andrew... Las lágrimas asoman en los ojos de Candy... Sus labios están secos, pero un sollozo suave brota de su garganta, junto con su piedad, al susurrar como en una plegaria:

—Eliza... Mi pobre Eliza, me das tanta lastima, no te preocupes a pesar de todo, yo te quiero hermana, y por ti cumpliré lo que me pediste... ¿Qué hiciste para encontrar la muerte? ¿Hasta dónde llegaste? ¡Qué Dios te perdone todo el daño que causas, como yo te perdono con toda mi alma, tú me odias hermana, yo te quise, yo no te quite a Terry, tu renunciaste a él por tu ambición, me alejare de Terry, no me vas a ver con el hombre que amas, ni con tu esposo, por ti hermana!

—¡Candy... Candy...! Te busqué como loco... Tengo que hablarte...

Anthony, ha llegado, trémulo de emoción desbordada, estrechando sus brazos, sus muñecas, sus manos, sin que Candy pueda evitarlo, sin darle tiempo a reponerse de la sorpresa que su brusca aparición le causara, de su violento regresar al presente desde el pasado tan lejano en que manara el manantial de su ternura...

_ ¡Por Dios, Anthony, déjame! ¡Suéltame...pueden verte! —

Se ha librado de las manos que la aprisionan, ha esquivado el estrechar de aquellos brazos que locamente van a ella, y su mirada altiva detiene a Anthony—: ¿Con qué derecho te acercas a mí de ese modo?

—Es verdad... tienes razón... Siempre tienes razón contra mí... Merezco todos tus reproches... Merezco que me aborrezcas y que me rechaces, pero no que me desprecies, Candy... No que me desprecies, porque hay en mí una verdad que lo nivela todo: ¡Te amo!

—¡No me sirve tu amor! ¡No me importa! Ahora más que nunca es verdad. Y esta tumba...

_ ¡Yo no abrí esa tumba! —salta Anthony, impulsivo—. Yo no quise que ella hallara la muerte... Yo no la odiaba... La odié sólo una hora, un instante, cuando la amaba todavía, cuando todavía no había visto claro en el fondo de mi alma... La odié aquella hora en que creí en su traición, y en esa hora sí la hubiera matado... Pero pasó el minuto, esquivó ella el golpe... Todo fue contra ti, todo se me volvió en contra tuya, por un odio todavía más feroz, más implacable, del que me había encendido la idea de que ella, siendo mi esposa, me engañara...

_ ¿Qué dices?

—La verdad... Una verdad que ni a mí mismo quería confesarme, una verdad que nunca he dicho hasta este momento... Si me tomé derechos que no tenía, si ciego de furor te entregué a Terry del Diablo en un ansia brutal de castigarte, fue precisamente porque, sin saberlo yo mismo, ya te amaba, pero nunca quise reconocerlo porque estaba cegado con la belleza y pasión de Eliza, esa pación que me enloquecía... ¿No lo comprendes? Yo mismo no lo comprendí entonces... Lo sentía nada más, quemándome, triturándome las entrañas... Yo te quería sin saberlo, te quería desde niño... Tú, más consciente, sabías que me amabas, pero lo callaste, mi madre me comprometió contigo, yo tontamente te deje ir...

—No vuelvas sobre eso; no revuelvas más el pasado. Aquello fue como un sueño.

—Aquello fue un amor al que renuncie por idiota. Lo sé, lo comprendo... Eliza se acercó a mí, tomó tu lugar, y tú te alejaste. Si te hubieras alejado hada otro amor, los celos me hubieran despertado; pero te alejaste sola, te volviste fría y lejana...

_ Todo pasó como tenía que pasar... Todo está como Eliza: muerto, enterrado... No es del pasado de lo que hemos de hablar. Si algo tienes que decirme, que sea lo que quiero saber. ¿Cómo murió? _ ¿Por qué te acusan de haberla impulsado a buscar la muerte? Sólo en tu conciencia está la verdad; no la esquives hablando de un pasado que ya no importa...

—Para mí sí importa. Por ese pasado te perdí; por ese pasado me rechazas... No hay en mí una culpa nueva por la que debas esquivarme. ¡Te lo juro! Ella sola se preparó la trampa, cayó en sus propias redes, fue arrastrada por sus propias locuras... Vivía entre mentiras, entre engaños, ni siquiera el hijo que iba a darme era verdad, porque cuando yo pedí que revisaran el embarazo de Eliza, ella ya no tenía bebe, ya lo había hace tres semanas...

—¿Qué estás diciendo?

—Mi madre puede probarlo. Eliza no me amó nunca, en su corazón no había nada sincero que la justificara. Tuvo la locura de ser perversa, y no es posible que nuestra vida se rompa por el fantasma de una culpa que no he cometido, que no pensé cometer jamás... No la mate, no tenía por qué matarla. ¿O piensas tú, como dijo tu madre en su locura, que había una razón para que yo la matara? En las últimas horas he buscado desesperadamente la verdad... ¿Fue culpable Eliza de algo más que de inconsciencias y de frivolidades? ¿Manchó mi honor? ¿Arrastró mi nombre? Esas miradas que me acusan, parecen proclamarlo y, si es así, necesito saberlo. No por ella, que está ya bajo tierra, sino por el hombre que está vivo, por el que acaso se ría de mi credulidad, pero que pagará con su vida si es que aquella traición era verdad...

Con fiera decisión ha hablado Anthony, cambiados el ademán y el gesto, y es justamente en aquel extraño lugar, frente a la tumba de Eliza, recién cerrada, donde aún no se marchitan del todo las flores de sus funerales, donde aún parece flotar, como el perfume de aquéllos pétalos, el intenso aroma de la mujer que fue... Es en aquel lugar donde sus palabras tienen un sonido más extraño, mezcladas con las frases de amor que acaba de pronunciar, con los ensueños que evocara, con el incontenible desbordarse de su amor por Candy. Es ahora su alma, amalgama infernal en la que se funden tan diversas pasiones, y pasa de una a otra como en un torbellino de fuego, mientras Candy, retrocede, como él ahogada en aquel torrente de sentimientos encontrados, que juntos en su corazón estallan... En un minuto los ha vivido todos: desde sus rotos ensueños de niña, hasta aquel detenerse junto a la tumba de su hermana... Pero hay un temor que es más fuerte que todo, un temor que la hace protestar y gritar:

_ ¡Tú no puedes hacer eso, Anthony! Indagar, revolver, rebuscar, es echar fango sobre el nombre de la que ya está muerta, de la que pagó con su vida, fuesen los que fuesen sus errores y sus faltas... Cien veces más de lo que pudieras tú sufrir por ella, he sufrido yo, y con el alma acabo de perdonarla...

_ Yo la perdono a ella; pero a él...

_ Si es a mí a quien amas, como acabas de decir, no puede haber en tu corazón ese odio y esa ansia de encontrar un pretendido rival... Si es a mí a quien amas, como insensatamente me juras, no es posible que te importe tanto lo que Eliza, pudo hacer...

_ Me importa por lo que significa, por lo que me ensucia, me rebaja y me mancha a tus propios ojos... Una mujer puede amar al hombre que ha matado a otra para castigar una traición con sangre... No creo que pueda amar y estimar al que, ultrajado y ofendido, olvidó las ofensas y perdonó el engaño... Hay algo en nosotros que no podemos dejar que se destruya, que hemos de sostener a toda costa, amando u odiando, y mi corazón...

Esta historia continuará…

Ahora contesto sus comentarios en mi sección favorita.

Nilda Manno: Gracias por tus comentarios mi amada amiga, bendiciones.

Blanca G: Si aún le duele la muerte De Eliza, de todas maneras, fue alguien importante en su vida, si pues todo lo hacen la culpa al pobre e tonto de Anthony, gracias por tus comentarios, me alegra el día, como lees casi todas mis adaptaciones, me gustaría invitarte a leer mi adaptación de confusiones en la guerra porque también es una gran historia de amor, gracias.

Marialuisa Casti: Gracias hermosa por tus comentarios, me encanta a pesar de ser italiano, me encanta tu apoyo, gracias también por todo tu apoyo.

Elvia Soan: Gracias por tus comentarios e compartir mi adaptación en tu maravilloso grupo de corazón salvaje, gracias hermosa.

Mia8111: Gracias me alegra tus comentarios mi querida amiga, bendiciones.

SARITANIMELOVE: Gracias por tus comentarios como siempre agradecida por todo tu apoyo, gracias, bendiciones para ti amiga bella.

Un agradecimiento especial: Carol Aragón, Blanca G, Elvia Soam, Mia 811, SARITANIMELOVE, a todas las que leen.

Bueno me despido con cariño

Continuaremos con las que faltan

Con cariño

Maggie Grand.