Ya es la tercera parte del libro... la ultima parte.
Disclaimer: Los personajes de Candy no me pertenece sino a Kioko Mishuki y Yumiko Igarashi y la historia Corazón Salvaje le pertenece a la escritora mexicana Caridad Bravo Adams. Este fic es hecho con fines recreativos no pretendo buscar ningún tipo de remuneración o reconocimiento, simplemente lo comparto con ustedes porque realmente me gusta la historia y los personajes de Candy.
La historia tendrá tres partes como la trilogía original, "Eliza (Aimé) y Terry (Juan)", " Candy" (Viene siendo el libro de Mónica), Candy
Parte final (El libro de Juan del Diablo versión Terry Pirata)
Hola mis amores, estoy de vuelta. esta tercera parte, es la última parte de ésta historia…
Ya sin más que añadir, los dejo con la lectura. Disfrutadla.
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TERCERA PARTE
JUAN DEL DIABLO.
TERRY PIRATA.
Capítulo 26
—Señora Grand Chester... con su permiso... Vi su coche, lo reconocí, me informaron que lleva varias horas aguardando, y me tomé la libertad de venir a darle algunas noticias de las que seguramente está esperando con impaciencia. ¿Puedo hablar?
Rosemary Grand chéster, se ha llevado a los labios el pañuelo de encajes, acaso para reprimirse frente a un antiguo servidor infiel, tal vez para ahogar los sollozos, el impulso de gratitud que la ha sacudido, obligándola a extender la mano que Albert se apresura a estrechar...
—¡Pobre señora mía! Comprendo lo que siente usted en este momento
El más lujoso coche de la casa Grand chéster, está detenido al borde del camino, entre los matorrales que bordean el áspero sendero que va al Cabo del Diablo, aunque bastante lejos del sitio de los sucesos que ocupan totalmente la atención de Saint-Pierre. Centinelas, colocados en todos los posibles sitios de acceso al lugar de los acontecimientos, han obligado a Sofía a permanecer allí, mientras el sol de aquel día amargo se hunde lentamente en las aguas del mar, ahora tranquilas...
_ ¿Viene usted de allí? —se interesa Rosemary—. ¿Pudo pasar?
_ ¿Lo dejaron?
_ He usado antiguas amistades, viejas astucias y un botecito, también bastante antiguo e inseguro. Pero el caso está en que fui y que vine...
—¿Ha visto a mi hijo? —pregunta Rosemary ansiosa
_ Está perfectamente... Pero no ha habido forma de moverle de allí. Ni el teniente, ni el capitán que llegó con las tropas de refuerzo, lo han conseguido. Se apoya en el permiso verbal que le dio el gobernador para llegar hasta la línea, y allí lo tiene usted, clavado en la frontera, aguardando la oportunidad de hablar con Candy.
_ ¿Aún no lo ha conseguido? ¿No sabe ella lo que mi hijo se ha expuesto por sacarla de allí?
—Por desgracia, no pude llegar yo mucho más lejos que Anthony, La vigilancia es muy estricta, y el paso del promontorio, inaccesible en un bote aun en un día tranquilo. Tampoco pude ver a Juan... Sé que, entre Segundo y Candy, le sacaron la bala y vendaron la herida... Sé que, dada su fortaleza, no es de esperar que su vida corra peligro... Los soldados golpeados, y algunos malheridos, fueron sustituidos por otros, mientras los pescadores, después de ganar la escaramuza y de apoderarse de algunos rifles, se retiraron, viendo acercarse a los refuerzos. Entre ellos hay heridos y temo que algún muerto...
_ ¿Se retiraron? —se extraña Rosemary. Y con cierta rabia censura—: ¿Y los soldados los dejaron así, tranquilos, después de permitir que esa gente...?
_ Esa gente resultó más peligrosa de lo que los soldados creían —declara Albert en tono zumbón—. Y, además, tienen toda la razón. Claro que eso, hasta ahora, nada les ha valido...
_Usted, naturalmente, está de su parte... De cualquier modo, le agradezco muchísimo que haya venido a darme noticias de mi hijo, que es lo bastante loco y lo bastante ingrato para no pensar en lo que llevo sufrido y en lo que estoy sufriendo por causa de él...
_ Si el consejo de uno que fue su amigo puede servirle, me atrevería a aconsejarle que fuese a descansar, doña Rosemary.
_ No creo que Anthony, corra ningún peligro, puesto que Juan está gravemente herido por culpa de su hijo de usted...
_ ¿Por culpa de mi hijo? —empieza a indignarse Rosemary.
—Sí... Sí... Terry no hubiera perdido los estribos así, si a todo esto no se hubiese unido el asunto personal. La he visto ablandarse, y voy a serle sincero. Lo que pasa es horrible, doña Rosemary... Usted es amiga personal del gobernador, y puede hablar con él... No es posible que la primera autoridad de la isla siga respaldando semejante injusticia. Si está usted verdaderamente apenada por el daño que causó su hijo
_ ¿Qué dice? ¿Apenarme yo por el daño que sufra ese bandido? No cambia usted, doña Rosemary... Hace un momento estuve a punto de compadecerla... Pero fue un error... Tiene usted que sufrir infinitamente más de lo que ha sufrido, y lo sufrirá... ¡Lo sufrirá, sin que nadie se apiade de usted, porque no merece compasión quien no es capaz de sentirla!
_ ¡Albert... Albert...! ¿Cómo se atreve...? —balbucea Rosemary, indignadísima—. ¡Insolente! ¡Estúpido!
Albert se ha ido, y no escucha ya las últimas. injurias de la dama, que se vuelve furiosa al fornido cochero color de ébano, y le ordena:
—¡A casa! ¡Volvamos en seguida a casa!
En la cabaña medio en penumbras, a la luz de los últimos rayos del día que penetran por las entornadas ventanas, apenas se destaca el perfil trigueño y bruñido del hombre inmóvil sobre el improvisado lecho de campaña... Más que sonreír, parece sumido en un hondo letargo angustioso, y junto a él, con las manos entrelazadas, tensa el alma en las claras pupilas, Candy observa con angustia aquel rostro de medalla, de cuya vida la suya está pendiente. Un leve ruido en la pequeña puerta le hace volverse con sobresalto...
_ ¿Puedo entrar, patroncita?
_ Entra, pero no hagas el menor ruido. Necesita descansar, tiene mucha fiebre... Necesitamos un médico. Kuki... pero, ¿cómo...? ¿Cómo...?
_ No sé, mi ama.
_ Ya sé que no sabes, pobrecito... ¿Para qué me buscabas?
_ ¿Qué querías?
—El señor Anthony está allí —informa Colibrí con el mayor misterio—. Me llamó cuando pasé cerca, y me mandó que le dijera que no se había ido, que no se iba sin usted...
Un gesto violento ha sido la respuesta de Candy a las palabras de Kuki, al tiempo que vuelve el rostro hacia el improvisado lecho de campaña en el que descansa Terry, temblando de que haya podido oír aquella frase imprudente, de que algo altere el ritmo de aquel corazón cuyos latidos cree oír resonar en su propio lecho, como algo tan suyo que sin ello no es posible vivir...
Nerviosamente ha apartado a Kuki de junto a Terry, llevándolo hasta la entornada puerta de la casa en construcción...
—No ha querido irse, mi ama... Mírelo allí... — La pequeña mano oscura señala un lugar entre las líneas confusas, donde comienza la espesa manigua. Claramente se ve la larga fila de soldados que vigilan arma al brazo, el cochecillo abandonado en el camino, y más cerca, junto a los postes clavados para marcar el límite, la figura fina y altiva del último Grand chéster, con su impecable traje de lino blanco, con su bizarra apostura de caballero, con la violenta terquedad de su pasión, que le proclama hijo legítimo de la isla pasional y salvaje donde todo parece bullir al mismo ritmo: montañas ásperas, bosque espeso, costa de rocas, mar bravío, arroyos que se convierten en torrentes a las primeras lluvias, sangres ardientes y corazones exaltados, mentes encendidas donde con terrible frecuencia prende la locura su chispa...
_ ¡Martinica...!
—Dijo que era capaz de entrar a buscarla si usted no iba, mi ama...
—¡Pues si es capaz de atreverse a tanto...!
—¡Ay mi ama... Mire...! Como lo vean el Segundo o el Anguila, lo reciben a tiros. Y yo mismo, si tuviera una escopeta
Anthony avanza hacia el promontorio... Sin duda ha vaciado su cartera entre los soldados que guardan la línea, porque éstos permanecen inmóviles como si no le vieran, mientras él avanza con paso firme por la tierra enemiga...
—Candy... Ahora sí... Vámonos... No vine sino a buscarte
—¡y yo no bajé sino a decirte que te fueras de aquí, Anthony! ¿No comprendes que esos hombres están locos de dolor y de rabia? ¡Te estás jugando estúpidamente la vida!
—¿Qué me importa la vida si no es al lado tuyo, si no es contigo? ¡Candy, mi vida!
—¡Por favor, basta! No iré contigo... ¿No lo entendiste ya?
_ ¡No! ¡No, Anthony! ¡Déjame, suéltame, vete ya! ¿Para qué has venido?
—¡Por favor, basta! No iré contigo... ¿No lo entendiste ya? ¡No! ¡No, Anthony! ¡Déjame, suéltame, vete ya! ¿Para qué has venido?
—¿Y tú promesa? ¿Y nuestro trato?
—¡Ya no existe! ¡Lo has roto tú volviendo aquí! ¡Vete, y olvida!
—¿Olvidar? ¿Olvidar lo que es la razón de mi vida? ¿Abandonarte sabiéndote en peligro, siendo lo que eres para mí?
_ Pero, ¿te das cuenta de lo que me pides? ¡No te dejaré, y menos aún si pretendes volverte atrás de la palabra que me diste!
—Y si la sostengo, ¿te irás, Anthony? —indaga Candy con angustia.
—Óyeme, Candy... De aquí nadie va a salir con vida... Se han llevado las cosas al último extremo... El gobernador está furioso... Le sobran medios materiales con qué aplastar la rebeldía de Juan y las tres o cuatro docenas de locos que le siguen. Si no se entregan en el acto, si no se rinden, va a correr mucha sangre. He oído que están decididos a todo... Por eso no pude moverme de aquí. ¿Te das cuenta? ¿Comprendes? ¡No puedes perder la última oportunidad que se te brinda!
—¡No puedo abandonar a Terry! ¡No lo haré, aunque me cueste la vida! Estoy en mi puesto, estoy en mi sitio... No he faltado a la palabra que te di, ni faltaré a ella, pero con una sola condición: que salgas de aquí en seguida, que vuelvas a Saint-Pierre...
—¡Me prometiste...
—Te prometí verte en mi convento, no aquí... y a él volveré cuando pueda irme de aquí como vine: Sola y libre...
_ ¡Suéltame!
—¿Y si no te soltara? ¿Si quieras o no, te llevara conmigo?
—¿A ese extremo eres capaz de llegar? —se duele Anthony ofendido y despechado—. Está bien... Sea como tú quieras... Pero recuerda que te lo advertí... Por culpa tuya haré que las cosas se precipiten... Yo le hubiera hablado al gobernador como amigo. Estaba dispuesto a pedirle clemencia para esos estúpidos... —Y en tono casi suplicante, propone—: Lo haré todavía si vienes conmigo ahora, Candy. Iremos a verle juntos, y con el pretexto de que Juan está herido...
Terry, no me lo perdonaría nunca... Me aborrecería por pedir piedad en su nombre... El no querría la vida conseguida a ese precio... y pedida por ti... ¡Vete, Anthony, vete...!
Esta historia Continuará...
Otro capítulo de Corazón Salvaje, es una adaptación de la inigualable escritora Caridad Bravo Adams, este año a cabo esta adaptación como otras historias que faltan, pienso agregar más para este 2023, gracias... Y retomar la historia del maestro y escribir otras, terminar todas … y escribir hasta donde pueda. Ya son 100 historias en total, gracias por todo su apoyo.
Gracias por sus comentarios en esta bella adaptación.
Ahora contestare sus comentarios en mi sección favorita.
Mia Brower Graham de Andrew: Gracias por tus comentarios.
Sandra Val: Gracias por el comentario, no me gusta que narren en YouTube, por eso no la van a narrar, hasta que yo pueda hacerlo en mi propia página de YouTube y lo pueda narrar con una persona de confianza, pero la historia está en mi cuenta de Wattpad, pero no esta tan avanzada como aquí.
Marialuisa Casti: Gracias por tu lindo comentario, y me gusta que me estés leyendo otras de mis historias pequeñas
Nilda Manno: Gracias amiga por seguir siguiéndome en mis historias.
Elvia Soan: contigo agradecida por siempre apoyarme en esta historia.
Carol Aragón: Gracias mi querida amiga por apoyarme sobre todo que te haya gustado mi historia heridas del corazón especialmente para una Alberfan de corazón como tú, me puso contenta al saber que hay otras que me apoyo. El resto de mis historias son para Terry como esta mi bello corazón salvaje.
Guest: Gracias por tu lindo comentario.
Edith Grandchester: Gracias por tus comentarios y seguir la historia.
Gaby Fajardo: Gracias por tu apoyo, es la primera vez que veo tu comentario, me pides que pase toda la historia desde el comienzo en el grupo de Corazón salvaje no te preocupes cuando la acabe le bajare todo en ese grupo junto con mi amiga Elvia Soam, gracias.
Un agradecimiento especial a Blanca G, Carol Aragón, Elvia Soam, Mia Brower Graham de Andrew, SARITANIMELOVE, Cecilia Rodríguez, todas las que leen.
Agradezco a todos por sus comentarios y a las personas que leen silenciosamente, gracias por su apoyo.
Prometo este 2023 como sea terminar con esta bella adaptación.
Me despido con un fuerte abrazo.
Continuaremos con todas las historias que faltan
Bendiciones
Maggie Grand.
