Ya es la tercera parte del libro... la ultima parte.
Disclaimer: Los personajes de Candy no me pertenece sino a Kioko Mishuki y Yumiko Igarashi y la historia Corazón Salvaje le pertenece a la escritora mexicana Caridad Bravo Adams. Este fic es hecho con fines recreativos no pretendo buscar ningún tipo de remuneración o reconocimiento, simplemente lo comparto con ustedes porque realmente me gusta la historia y los personajes de Candy.
La historia tendrá tres partes como la trilogía original, "Eliza (Aimé) y Terry (Juan)", " Candy" (Viene siendo el libro de Mónica), Candy
Parte final (El libro de Juan del Diablo versión Terry Pirata)
Hola mis amores, estoy de vuelta. esta tercera parte, es la última parte de ésta historia…
Ya sin más que añadir, los dejo con la lectura. Disfrutadla.
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Acercándose al final… Ya son últimos capítulos de esta fascinante historia, por favor no olviden sus comentarios, gracias a cada una de las personas que me comentan y a las que me leen silenciosamente. Faltan solo 7 capitulos.
TERCERA PARTE
JUAN DEL DIABLO.
TERRY PIRATA.
Capítulo 34.
MONTE PARNASO ARRIBA, vencidas al fin las mil dificultades que han impedido al notario Albert, cumplir la promesa empeñada a Anthony, marcha el destartalado coche de alquiler en que al fin les fue posible emprender el corto viaje... Toda la noche, el volcán ha lanzado al aire aquella especie de dantesca función de fuegos de artificio: saetas de luz, estrellas, bocanadas de humo rojizo, lluvia de ceniza candente... De cuando en cuando, una de aquellas breves sacudidas que rompen el ritmo de la vida por un instante, y el vaho espeso que flota en vez de aire, haciendo subir los termómetros, mientras los barómetros, bajan y bajan...
—¡Dios mío! ¿Cuándo llegaremos, Albert?
—Ya vamos llegando, doña Elroy... No hay viaje que no tenga su término, aunque resulte tan inútil como el que estamos haciendo ahora...
—No diga eso... Saber que mi Candy, está a salvo, acercarme a ella...
—Muy bueno y muy santo. ¡Pero a buena hora, ¡Señor, a buena hora! Cuando ya probablemente ese loco ha alcanzado a esos desdichados, y sabe Dios...
—¡Quién sabe, don Albert! —comenta Dorothi—. A lo mejor, el amo Anthony, fue por lana y salió trasquilado...
—Esa es la única esperanza que a mí también me queda... En fin, creo que ya llegamos...
Con una agilidad impropia de sus años. Albert, ha saltado primero del coche, ayudando a bajar a la triste madre. Con su calma habitual, en el mundo feliz de su inconsciencia, baja Ana, mirando a todas partes con sus ojos curiosos, y un comentario a flor de labios:
—¡Ay, ¡qué lindo! Desde aquí se ve todo el mar.… y Saint-Pierre allá abajo... es como ese nacimiento grande, grande, que ponen en la catedral, por Navidad. ¡Ay, don Albert, mire la bahía! ¡Cuántos barcos!
—Pero el único que debiera estar, no está... Anda... Anda... Haz el favor de adelantarte y llamar a esa puerta... No perdamos más tiempo...
El Luzbel está cerca de tierra... demasiado cerca... Ha llegado hasta casi el lugar en que se detuvieron las barcazas, al pie mismo del Monte Parnaso. Toda la noche ha dudado Terry, en echar ese bote al agua, que puede llevarlo hasta la playa. Toda la noche ha estado torturado por el ansia insensata de buscar a Candy, frente a todo, contra todos... Hay una calma densa y extraña... Silencio en la tierra y el mar... La ciudad parece sumida en el letargo del cansancio, y el cielo oscuro se aclara lentamente...
—Ya está amaneciendo, patrón...
—Sí, Kuki. Pronto será de día, y es preciso alejamos... Es demasiado peligroso estar aquí... Puede que, en realidad, no suceda nada... Sin duda, estoy loco imaginándome una catástrofe que nunca llegará... Pero, ¿por qué mueren los peces; por qué huyeron los pájaros?
Ha vuelto la cabeza para mirar atrás, y es como si despertase a la realidad. Mudos, inmóviles, sin atreverse a llegar demasiado cerca, los hombres de cuya vida se ha hecho responsable, aguardan con ansia... Ninguno habla, pero ninguno duerme...
Están de pie unos contra otros, pendientes de su voz, y Terry, hace un esfuerzo para que ésta suene firme y severa:
—¿Qué hacen todos en cubierta? ¡Cada uno a su puesto... al lugar que le tengo asignado! ¡Martín, Tom... a las velas! ¡Águila... al timón! Vamos a zarpar rumbo a Santa Lucía... son cien millas escasas...
—¡Allí, patrón... por aquel lado! —le interrumpe Kuki—. ¡Un 2barco con cañones se acerca!
—¡El Galión! Puede haber salido a buscarnos, pero nos quitaremos de en medio antes que llegue. ¡Todo el mundo a la bodega, menos los tripulantes! ¡Corta las cuerdas de los botes, Kuki! ¡Arriba las velas! ¡El tiempo está de nuestra parte! ¡Dame el timón, Águila!
A toda máquina marcha el Galión contra el indefenso barco de vela a quien un viento propicio ha dado repentinamente fuerzas inesperadas... Inflados los manteles, la fina proa como un cuchillo cortando el agua, huye más de prisa que el barco de vapor logra acercarse.
—¡Patrón... patrón, lo dejamos atrás! —grita Kuki, alborozado
—. Nos enfilan con los cañones...
—No importa. No tendrán ocasión de hacer blanco. — Terry, ha vuelto a virar en redondo, mientras cruje la nave un momento, para enderezarse de nuevo domando el oleaje...
—Ahora se acercan, patrón... ¡Vuelven a acercarse
—No importa. ¡Los volveremos a dejar atrás!
—Candy, hija mía...
A la voz de Sor María de la Concepción, Candy, ha despertado, no de un sueño sino de un corto y doloroso letargo... Aún está junto a la ventana donde pasara las horas interminables de aquella larga noche, escuchando el rugir del volcán, espiando en vano, sobre las aguas negras, la luz que indique un barco... alzando a cada instante los ojos deslumbrados hacia aquel cielo donde el Mont Pelee trazara con saetas de fuego la infernal pirotecnia de su extraña erupción... Ahora, los ojos cargados de cansancio miran con sorpresa el noble rostro que enmarcan las tocas bajo la clara luz de las primeras horas de la mañana..
—¿Qué es lo que veo? ¿Pasó aquí la noche, no se ha acostado?
Eso es un verdadero disparate. No tiene derecho a abusar así de su salud ni de su vida, cuando tanto se preocupan por usted amigos y familiares. No quisiera alterar más sus nervios con una sorpresa demasiado profunda... pero han venido a visitarla...
—¿A mí? —se alarma Candy. Y con disgusto, pregunta.
_ ¿Quién? ¿Los Grand chéster, acaso?
—¡Candy! ¡Hija de mi alma! —llama Catalina irrumpiendo en la modesta habitación—. ¡Al fin... al fin! Mentira me parece... llegué a temer que tampoco a ti había de verte más... Me olvidaste, hija, me olvidaste...
—No, madre. ¿Cómo podría olvidarte? Te dejé junto a amigos que podían velar por ti mejor que yo misma. Me arrastraron las circunstancias...
—Lo sé, hija, lo sé. Albert, me lo ha contado todo. El me trajo, venciendo todas las dificultades...
—Albert... mi buen Albert. No sé cómo darle las gracias
—Me avergonzaría recibirlas, Candy, como me avergüenza también este momento de expansión y ternura familiar —se disculpa el viejo notario acercándose casi de puntillas—. He venido a buscarla, porque la necesito. O para hablar más claro: la necesita alguien a quien espero querrá usted ayudar, aunque ya no le une a esa persona el más pequeño lazo... Desde el anochecer salí en su busca, jurando llevarla en el término de una hora. No contaba con el millón de obstáculos que habían de oponerme. Para salir de la ciudad fue preciso buscar al gobernador, conseguir salvoconductos, garantías de la comandancia, exponer mis razones a diez personas distintas, y mientras hacía yo todo eso, zarpó el barco.
—¿Qué barco?
—Claro, usted no sabe nada. Como tampoco Anthony, tiene la menor idea de que está usted a salvo. Fue inútil decírselo; no quiso creerme. Es preciso que usted misma le diga, que usted misma le hable, que sea usted la que con un poco de piedad ayude a Terry...
—Ayudarle, ¿a qué? ¿Qué le ocurre? ¿Dónde está?
—Fugitivo en un barco demasiado cargado para poder llegar muy lejos, perseguido por el mejor guardacostas artillado de que disponen nuestras autoridades... Con todas mis fuerzas luché por evitarlo, pero Anthony de Gran Chester, se salió con la suya...
—Entonces es Anthony...
—El gobernador terminó, como siempre, por dejar la autoridad en otras manos, y Anthony, obtuvo lo que quería. Enfurecido de celos, acuciado a todas horas por su madre, que no hace más que echarle leña al fuego, ha salido a perseguir al Luzbel con las peores intenciones... Le dije que usted no estaba con él, y no quiso creerme. Le rogué que viniera a comprobarlo, y pensó que me burlaba. Como un loco, traté de llegar pronto hasta aquí, pero no lo he logrado sino hasta ahora...
—¡es preciso detener a Anthony, que le hagan regresar, que envíen otro barco a buscarlo! Yo sé que Terry, no se entregará vivo, que venderá cara su vida en la última batalla... ¡Albert, amigo mío, haga usted algo!
—¡Usted es la única que puede hacerlo, Candy! Y si está dispuesta a venir conmigo... ¡Quiera Dios que lleguemos a tiempo, porque si el Galión y el Luzbel han topado ya.. .!
—¿Eh? ¿Qué es eso? Otra vez el volcán... —comenta Candy, al oír un ruido sordo y prolongado.
—No, no es el volcán... ¡Fue como un cañonazo del lado del mar!
—asegura Albert. Y al dejarse oír otro nuevo disparo, se lamenta
—: ¡Son los cañones del Galión! ¡Lo que yo temía... lo que yo esperaba!
Han corrido todos a la galería de las arcadas. Casi frente al Monte Parnaso, en violenta batalla desigual, el Luzbel, con las blancas velas henchidas, y el Galión, con toda la fuerza de sus máquinas...
—¡Anthony no cejará hasta hundirlo o capturarlo! —profetiza Albert—. ¡Si Terry, no se rinde...!
—¡Este pasó más cerca, patrón! ¡Casi nos agarra! —exclama Kuki.
La bala de cañón ha pasado rozando el palo de mesana, y al brusco viraje que han dado al timón las manos de Terry, ruedan por cubierta los tripulantes... Están muy cerca, demasiado cerca los dos barcos... El uno, armado como tiburón de terribles colmillos... Sin más defensa que saltar y colear, la goleta Luzbel, como el delfín acosado por un escualo... Casi en redondo ha virado el Luzbel, perdido el equilibrio, y un violento golpe de mar barre la cubierta a estribor, que se hunde casi hasta las aguas...
—¡Nos llevó el foque! —grita Kuki, espantado—, ¡Vamos a hundirnos, patrón!
—¡Todavía no! ¡Si logro quitar de en medio a ese maldito artillero...! —se engalla Terry. Y a voz en grito, ordena—: ¡A cubierta los que tengan rifles! ¡A cubierta los que tengan rifles! ¡Dame acá el tuyo, Genaro!
Han volado la punta del palo de mesana, y saltan en el aire las cuerdas como terribles látigos de muerte, derribando a dos o tres de los que llegan a la voz de Terry... De un salto, está él sobre el herido costado... Ha dejado el timón en manos del Águila, y aguarda con increíble sangre fría el acercarse del terrible enemigo...
—¡Ríndete! ¡Ríndete o te hago volar en pedazos! —intimida Anthony.
—¡Fuego! ¡Fuego! —es la contestación de Terry. Antes que nadie, ha disparado él, y rueda al suelo el artillero del cañón de proa...
El Galión, a pocos metros de la goleta, dispara y la alcanza por en medio, arrancándole de cuajo el segundo palo... Herido de muerte, se estremece el Luzbel... Desarbolado, desmantelado, barrida la cubierta por las olas, inmóvil sin remedio ya, presa indefensa del guardacostas, que ya llega con sus soldados listos al abordaje...
—¡Todos arriba! ¡Todos a las armas que tengan a mano! — ordena Terry—. ¡A vender cara la vida! ¡A morir, matando
—¡Ríndete, Terry del Diablo! —conmina Anthony.
—¡Ven a buscarme! —desafía Terry. Y su grito es ahogado por un estampido formidable, seguido de una serie de fuertes truenos.
El volcán ha estallado... Rota de arriba abajo su mole de mil metros, el Mont Pelee lanza su gigantesca llamarada, su torrente de fuego y humo, que pasa como un rayo arrasando la tierra, barriendo la ciudad y el mar, destruyéndolo todo de un solo golpe, como aplastado por un enorme manotazo...
Del suelo donde fueran derribados por la sacudida brutal, siembra sados por la bocanada candente, casi ahogados por la atmósfera irrespirable, entreabiertos los labios y agrandados los ojos de espanto, uno a uno se han ido incorporando los que, desde la galería del convento de las dominicas en la cima de aquel Monte Parnaso, que era como un balcón sobre la ciudad de Saint-Pierre, se han acercado a ver el horrendo espectáculo.
Candy, se ha erguido, se ha alzado con impulso que no detiene ni el vaho de aquel humo encendido que pasa quemándole la piel, casi cegando sus pupilas... Ha corrido hasta llegar al muro... Sus manos engarfiadas se aterran al borde de aquella especie de terraza, y su mirada busca con ansia, con desesperación, como queriendo penetrar la nube que la envuelve, sin conseguir ver nada... Nada ha quedado en pie.
Una espesa capa de cenizas humeantes cubre la extensión total de lo que fuera la ciudad, como ardiente sudario... La bahía está desierta... Muelles, embarcaderos, cientos de botes y barcazas han desaparecido tragados por las bullentes y humeantes aguas.
—¿Dónde están? ¿Dónde están la goleta... el guardacostas...? — pregunta Candy—. ¿Dónde está el barco de Terry?
El aire espeso se aclara lentamente. Como arrastrado por un remolino, destrozado y humeante, el casco de madera de una goleta gira impulsado por el golpe furioso de las olas... A su alrededor, emergiendo de las aguas, brotan bultos informes: maderos ennegrecidos, tablones destrozados... cadáveres, sí, cadáveres despedazados y rotos que van apareciendo como macabra devolución del mar... Candy retrocede, sintiendo que su corazón vacila, y es un grito ronco de angustia el que brota de su garganta
—¡Terry! ¡Terry! ¿Por qué no me dejaste morir a tu lado?
Esta historia continuara…
No perderse los últimos capítulos, ya viene el desenlace final de esta historia, prometo terminar todas para descansar en cuanto a la otra historia de Caridad Bravo Adams Amor Real ya no la escribiré porque ya no me suma el tiempo, prometo terminar todas mis historias hasta el final ya son 106 historias de Candy Mundo que escribo…
Muchas Gracias por su apoyo, solo cinco capítulos para el gran final.
No perderse los últimos capítulos de esta historia, muchas gracias por sus comentarios, sobre todo a los que me siguen hasta el final, especialmente a SARITANIMELOVE, Elvia Soam, Mia Brower Graham de Andrew, Nilda Manno, Marialuisa Casti, por su paciencia como a todos los que me leen.
Ahora contesto sus comentarios en mi sección Favorita.
Mia Brower Graham de Andrew: Gracias amiga linda por tu paciencia y continuar apoyándome hasta el gran final de esta hermosa historia. Bendiciones.
Nilda Manno: Muchas Gracias hermosa, por tus palabras e paciencia, no te preocupes en cuanto acabe te lo mando la historia en tu correo personal para que lo leas más seguido, ya solo falta cinco capítulos para el final, voy a bajar lo más rápido posible para el desenlace de esta historia.
Marialuisa Casti: muchas gracias por leerme mi querida amiga, gracias por tu apoyo, sobre todo por tu paciencia.
Elvia Soan: Gracias amiga bella, que lindas palabras, si tienes razón cometí un error, en demorarme en la actualización de mis historias, son buenas pero la demora no era necesario, porque no todos tienen paciencia, pero gracias por seguir leyéndome hasta el final de esta historia, espero que me leas los demás, gracias por animarme a escribir fic sobre corazón salvaje acerca del amor de Juan y Mónica que tal vez pronto lo haga cuando acabe todas mis historias de Candy Mundo, no te preocupes, que yo acabo y te entrego completo para que lo leas más seguido, gracias
Guest: Muchas gracias por tus comentarios…
Gracias a todas las personas que me dejaron un comentario.
Gracias a cada uno por leer y comentar, sobre todo a las que leen silenciosamente.
Un agradecimiento especial a Blanca G, Carol Aragon, Elvia Soam, Mia Brower Graham de Andrew, SARITANIMELOVE, Cecilia Rodriguez, Nilda Mano, Marialuisa Casti y todas las que leen.
Agradezco a todos por sus comentarios y a las personas que leen silenciosamente, gracias por su apoyo.
Prometo este 2023 como sea terminar con esta bella adaptación.
No olviden dejar sus comentarios en esta y en mis otras historias, gracias a sus comentarios me anima a seguir escribiendo.
Me despido con un fuerte abrazo.
Continuaremos con todas las historias que faltan
Bendiciones
Maggie Grand.
