Kisspril

Day 3: Beso robado

—¿Pasa algo, Yuuri? —le preguntó Conrart al verlo detenerse en la entrada de su habitación a la hora de dormir.

—¿Y Wolfram? No está aquí. ¿Tiene trabajo en las fronteras? Usualmente me avisa.

—¿No estará en su habitación?

—Ah, puede ser.

Sin pensarlo dos veces, Yuuri se dirigió a la habitación de Wolfram, la cual, aunque apenas y la usaba, ya sabía dónde se encontraba. Conrart lo siguió de cerca, intentando no sonreír demasiado. Quien viera a Yuuri buscando a su prometido para irse a dormir.

Cuando Yuuri llegó a la habitación, tocó a la puerta pero nadie contestó, por lo que decidió entrar.

—¿Wolf? ¿estás aquí?

Pero, Wolfram no estaba. Decepcionado, salió de allí.

—¿Dónde podrá estar?

—¿Por qué no lo esperas en tu habitación? Si lo veo, le informaré que lo estás esperando.

—No le digas eso, Conrart.

El soldado rio.

—Está bien, no se lo diré, pero mejor regresemos.

Wolfram quería salir a pensar, llevaba un rato cepillando a su caballo, decidiendo a dónde podía ir, pero ya era bastante noche para hacerlo, por lo que mejor optó por ir a uno de los tantos jardines que había en el Castillo y disfrutar un poco de su soledad.

Yuuri se cambió de ropa, pero no se acostó a dormir, ¿cómo podría hacerlo sin Wolfram allí? No lo admitiría frente a otros, tampoco frente a Wolfram, pero dormir con él, lo calmaba.

Se acercó a la gran ventana en su habitación que tenía vista a los jardines y ahí fue cuando lo vio caminando. Emocionado, salió corriendo de su habitación.

—¡No me sigan! —les gritó a los soldados que vigilaban su habitación —¡solo voy al jardín a buscar a Wolfram!

El chico rubio se sentó en una banca cercana a los rosales de su madre, estaban en flor, así que la vista era muy agradable y así lo ayudaría a pensar claramente.

Pensaba en la manera en la que debía terminar su compromiso, la situación actual con su prometido ya lo estaba cansando, prefería terminar todo de una vez y darle libertad.

De pronto escuchó la voz de Yuuri llamándolo. Era por esas pequeñas cosas por las que siempre dudaba y no lograba irse.

—¿Qué haces aquí? —le preguntó al llegar a su lado.

—Nada en realidad.

Yuuri pareció confundido con su vaga respuesta, pero decidió sentarse a su lado.

—Hoy hay un buen clima, ¿verdad?

—Sí, es agradable.

Wolfram estaba evitando mirarlo. Siempre destruía su voluntad con falsas esperanzas, ¿no podía aceptar su compromiso, pero tampoco lo dejaba ir? ¿por qué le hacía eso?

Si tan solo le diera una señal clara, algo que le dijera que estaba bien que se quedara a su lado, algo que le asegurara que no estaba perdiendo el tiempo en un amor unilateral y que dentro de unos pocos años se casarían, entonces eso sería suficiente. Solo quería seguridad, ya no quería más desilusiones, pero Yuuri nunca haría nada para confirmarlo, sabía que tenía que ser él que diera el paso y realmente parecía una buena oportunidad.

Solo haría algo un poco atrevido, si Yuuri aceptaba, se quedaría con él, en cambio, sí Yuuri lo rechazaba una vez más, firmaría los papeles oficiales para romper el compromiso y se iría a Bielefeld.

Soltó un suspiro, intentando darse valor, esa era la prueba final y realmente tenía miedo del resultado.

—Yuuri…

Cuando el pelinegro lo miró, no perdió tiempo y cerró la distancia entre ellos, dándole un pequeño beso en los labios, duró el suficiente tiempo para que Yuuri no dudara de ello.

Al alejarse, Yuuri lo miraba con sorpresa y un sonrojo comenzaba a aparecer en su rostro, a tal punto que quedó totalmente rojo. El maou bajó la vista, obviamente nervioso.

¿Qué había sido todo eso? Yuuri no lo empujó ni lo regañó, al contrario, parecía conmocionado, pero de una manera positiva.

—Me…tomaste desprevenido…

Wolfram apenas lo escuchó, pero en su interior se encendió una llama que hace tiempo no sentía. Tenía esperanzas.

Yuuri se rasgó la mejilla aún roja y se puso de pie.

—¿Vamos a dormir?

Wolfram asintió y empezó a caminar lentamente tras de él, de esa manera notó que su cuello también estaba muy rojo.

Sonriendo, llegó a su lado y con su confianza renovada, tomó ligeramente su mano. Sintió a Yuuri brincar, pero poco a poco, entrelazó sus dedos con los suyos.

Las palabras sobraban por ahora.