Sorpresa, no todas las actualizaciones pueden hacerse tan rápido como las anteriores, y espero que cuando lean este capítulo entiendan la razón. Verán, "El Ciclo Infinito", como me referiré a esta historia para abreviar, no es solo un "Remake" de "Guerras Doradas", sino que es mi intención que albergue a otras historias o "Gaidens", que pretendía escribir para Guerras Doradas y formar así una clase de "Universo Expandido" de Guerras Doradas. En este caso, mientras escribía Guerras Doradas Original, nació Saintia Sho, que tenía varias ideas muy buenas que me hubieran gustado para la "Saga de Ares" (Del capítulo 20 al 30), y que no pude implementar porque:
1 – Ya estaba por terminar de escribir la Saga de Ares.
2 – Saintia Sho no se había terminado de escribir.
3 – En ese entonces el "canon" de mi historia, incluía a la Eris de la Película de la Manzana Dorada.
Como comprenderán, este es uno de esos momentos: "Me arruinaron mi historia", que tanto me atormentó en Guerras Doradas Original, y que planeaba "corregir", con una serie de 10 capítulos extra llamados: "Guerras Doradas – Caos Gaiden". Al final no terminé de escribir ese Gaiden, y terminé volviendo a actualizar Guerras Doradas Original para "reparar los daños", a estas alturas Guerras Doradas Original ya parece más el monstruo de Frankenstein. Pero ahora, esto es un remake de Guerras Doradas, con la línea de tiempo muy bien definida, y con los personajes ya establecidos, así que el presente capítulo, es uno de muchos que tengo planeado como "originales" del Ciclo Infinito. A lo largo de 3 capítulos se deben de haber dado cuenta ya de que El Ciclo Infinito es Guerras Doradas pero con esteroides, osea, sigue la misma historia de la original, con mejor narración, y algunos cambios, pero dirigiéndose al mismo lugar, vaya, que hasta ahora salvo la participación de Yoshiko y Pontos, estamos básicamente hablando de la misma historia en general. Bueno, este capítulo es una de las extensiones de la historia original, así que, no encontrarán nada ni remotamente parecido a este capítulo en Guerras Doradas Original, y esto va a pasar varias veces a lo largo de la historia mejorada, espero que sea de su agrado.
Joseh88: Jajaja ya no será Guerras Doradas Original y Ciclo Infinito, ahora lo llamaré Guerras Doradas Remasterizado Full HD un link. Me mataste con la muerte de Shion acostándose como el viejito que era, pues es que esa es la muerte original jajaja, pero ni hablar, ya le metimos de mi cosecha ahora la mantenemos. Jajaja está bien, tus lágrimas serán el sello de calidad del remake. Voy a serte sincero desde una vez, no siento que pueda poner a Pontos en una batalla prometida al final de la Saga de los Titanes. Eso arruinaría por completo el papel de Cronos, pero es algo que todavía estoy pensando, así que veremos qué pasa, y si no se extiende mucho el remake con los cambios, que cada capítulo me está quedando como una biblia, para que te des una idea, cada capítulo es tres veces más grande que el original del cual se basa.
reyna lisset: Perfecto, de ahora en adelante no actualizamos hasta que lisset me deje review, jajaja no te creas. Lo lamento por actualizar tan rápido, es solo que, bueno, es un remake, el material base ya está, lo que hago realmente es una edición muy exagerada de cada capítulo, así que no me toma mucho el actualizar esta historia salvo bueno… capítulos como este que no existían en la versión original. Sobre Yoshiko, no lo considero spoiler así que te lo voy a decir, Yoshiko es algo así como el Yoshiro de Pontos, pero Pontos desprecia a los humanos, así que no te preocupes, la persona que ama a Aioros sí es Yoshiko, y no tiene conocimiento sobre la existencia de Pontos en su interior, de allí a decirte si se va a desposeer o no, bueno, para eso el Santuario ya tiene respuestas en la forma de Shura de Capricornio. La escena de Aioria descubriendo que Lithos es niña es real, una búsqueda en google y la encontrarás fácilmente, solo pon: "lithos chrysalis", segundo renglón de imágenes, penúltima imagen. La "Batalla Olvidada" es "La Guerra de Troya", y tranquila que planeo terminar de escribirla, solo que tal vez ya no será tan larga. Sobre Camus y Aioria, parte se mantendrá igual, pero sí pienso que Camus será más maduro al respecto, la iré trabajando de poco a poco. El bebé sí es Kiki, el crimen, a estas alturas, todos los lectores de Guerras Doradas Original estoy seguro de que saben cuál es el crimen, pero no te preocupes, en el próximo capítulo abordaremos el crimen y tus dudas quedarán resueltas. Por cierto, es Metis no Thetis, jajaja. Pienso que para darte respuesta sobre la "divergencia", por este capítulo podemos empezar. Que lo disfrutes.
POSTDATA: Como dije en el primer capítulo, esta historia usa como base el anime, así que Albiore es el Caballero de Plata de Cefeo, no Dedalos, y como en el anime hay otros personajes como el Caballero de Cristal, he decidido tomarlo en cuenta como parte de los 88 Caballeros de Athena. Los acomodos de caballeros que estoy haciendo los estoy haciendo con extrema investigación y reciclando personajes reales, investigando sus afinidades, motivos de sus nombres, fechas de nacimiento, y demás información para que el acomodo de los 88 Caballeros de Athena sea lo más creíble posible. Entenderán esta nota mejor cuando vean al Caballero de Cristal en este capítulo.
POSTDATA 2: Igual que en Guerras Doradas original, sí, la pareja principal es Milo x Saori, sí, sé que no se ha explorado mucho eso, pero espero que me tengan paciencia, Saori a estas alturas tiene (ve su línea de tiempo), 8 años, y Milo 15. Con estas edades es imposible que exista una relación romántica entre ellos, así que lo más que puedo hacer es poner a Saori en el papel de niña pequeña enamorada por su figura paterna postiza, nada más. Los que leyeron Guerras Doradas original, saben que no voy a decepcionarlos a futuro, así que, por amor a Athena, ténganme paciencia, les daré romance, y muy buen romance, solo ténganme paciencia por favor.
Saint Seiya: Guerras Doradas – El Ciclo Infinito.
Saga de los Titanes.
Capítulo 4: El Llamado de los 88.
Grecia. Atenas. El Santuario. Templo del Patriarca. Septiembre de 1979.
-Caballeros Dorados de Athena. La invasión que sufrimos el día de hoy, ha demostrado el estado vulnerable y de decadencia del Santuario de Athena –comenzaba Aioros, el Patriarca del Santuario, parado orgulloso frente a su trono, y con Yoshiko a su lado como ya era costumbre. Frente a Aioros se encontraban los Caballeros Dorados de Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Escorpio, Capricornio, Acuario, y Piscis, todos arrodillados y presentando sus respetos-. Una invasora de Cosmos Divino, logró llegar hasta el Templo de Escorpio, donde fue solo gracias a la rendición de la invasora el que Athena y el Santuario están a salvo. Pero ella, fue solo el inicio, de algo mucho más grande –prosiguió Aioros, mirando a su esposa, quien llevaba consigo un pergamino sagrado, mismo que extendió frente a los 12 Caballeros Dorados, mostrando el dibujo antiguo de una profecía-. El grabado de la Titanomaquia –comenzó Aioros, mostrando a los Caballeros Dorados presentes la imagen de Metis, la madre de Athena, fuera de las fauces de Tártaros, la prisión de los Titanes primordiales-. Patriarcas del pasado, profetizaron al ver en las estrellas, que llegaría el día en que Metis escapara del Tártaros buscando la cabeza de su hija, Athena, pretendiendo evitar el que ella se alzara en guerra contra los Titanes, e iniciara la Nueva Titanomaquia –explicaba Aioros, sobre una guerra que los Caballeros Dorados no se esperaban-. El dominio de la Tierra siempre será entre Athena y Poseidón, o entre Athena y Hades. Otros dioses como Eris o Ares podrían levantarse también, todos con el interés único de controlar a la Tierra. Pero los Titanes son diferentes, ellos ven a todos los dioses como enemigos, no se detendrán en la Tierra, su objetivo, es el Monte Olimpo. Nosotros los Caballeros de Athena, somos la primera línea defensiva de los dioses, y si bien Athena es a la diosa a la que servimos, los Titanes amenazan todo cuanto existe en el cosmos. Es por ello que debemos prepararnos para la guerra más grande de todas, la Nueva Titanomaquia –enunció Aioros, y tras decir aquello, varios Escuderos entraron en la habitación, todos cargando Cajas de Pandora sin dueños, colocando las mismas alrededor de los 12 Caballeros Dorados-. Pocas guerras, son tan importantes como esta que estamos por enfrentar –comenzó Aioros preocupado, y mirando al conjunto de armaduras sin dueño-. No sabemos cuándo llegarán, ni en qué números. Lo que sí sabemos es que Metis nos ha humillado a todos. La amenaza de los Titanes es entonces una amenaza que los Caballeros Dorados no podrán enfrentar por sí solos, es por esta razón, que yo, Aioros, doy inicio al Llamado de los 88. Usando a la Fundación Graude como nuestra principal fuente de reclutamiento, yo los declaro maestros, a todos y cada uno de ustedes. Forjarán ustedes mismos a la nueva generación de Caballeros de Athena, y con sus enseñanzas sagradas, llevaremos al Santuario de Athena a una nueva era de prosperidad –ordenó Aioros, y desde ese anuncio, el Santuario comenzó con la más grande movilización hasta entonces.
Casa de Acuario.
-Quienes tengan escuderos que puedan sentir el cosmos, los condecorarán con una Armadura de Bronce, y les pedirán su juramento en el nombre de Athena –la voz de Aioros resonaba con fuerza en las mentes de los Caballeros Dorados, que atendían al sagrado llamado a las armas, y aunque estos no estuvieran convencidos, como era el caso de Camus, quien en esos momentos colocaba su mano sobre la cabeza de Mii, abriendo el conocimiento del cosmos de su constelación, y encontrándola digna de acceder al potencial del cosmos-. Sé que es duro, jamás en la historia del Santuario, la educación de los Caballeros de Athena, ha recaído con tanta fuerza en los Caballeros Dorados. Pero Shion ya lo había decidido antes de mí, los métodos tiránicos deben cambiar, hay que enseñar a la nueva generación a amar a Athena con el ideal de justicia presente en todo momento –tras descubrir la fuerza de cosmos en Mii, Camus colocó la Caja de Pandora de una Armadura de Bronce con el grabado de un Delfín frente a la pequeña, quien no comprendía lo que ocurría, mientras Camus suspiraba, y miraba a sus espaldas, a otro par de Armaduras de Bronce, la Armadura del Cisne, y la Armadura del Pez Volador.
Casa de Leo.
-No todas las Armaduras de Athena están diseñadas para el combate –había explicado Aioros en su momento, mientras Aioria sostenía en su mano un Cincel de Bronce, el mismo Cincel que Lithos, su confundida Escudera, había conseguido accionar no hace mucho, y que bajo el cosmos dorado de Aioria, terminó por convertirse en una Armadura de Bronce, que fue absorbida por una Caja de Pandora que se había materializado del cosmos mismo-. Pero si bien no todas las Armaduras de Athena han sido concebidas para el combate. Los usuarios elegidos deberán aprender a manipular el cosmos correctamente. Aún si es únicamente un minuto el que los Caballeros de Bronce recién ascendidos puedan conseguirnos, habrá valido la pena su entrenamiento, porque sepan, Caballeros Dorados, que cuando se enfrentan al Dios del Tiempo, cada segundo cuenta –la piedra que Aioros colocaba en algunos Caballeros Dorados, parecía inmensamente grande, y Aioria lo comprendió, cuando Caelum eligió a Lithos.
Aeropuerto Internacional de Athenas.
-Entrenarán a quienes compartan sus estrellas, y si no se encuentra a alguien digno dentro del Santuario de Athena, deberán buscarlos fuera, no escucharé objeción alguna al respecto –la instrucción de Aioros, era para todos los Caballeros Dorados, y por ridícula que fuera, y por más que molestara a algunos, como a Máscara Mortal, quien había sido forzado a abandonar su templo para tomar un avión, le esperaba una nueva discípula, una chica morena de cabellera castaña, a quien conocería en Suiza-. Lo que hacemos es por el bien del Santuario. Por el bien de Athena –continuaba Aioros en la mente de los Caballeros Dorados.
China. Cinco Picos.
-Gracias a la Fundación Graude, algunos centros de entrenamiento ya se encontraban activos –le había explicado Aioros a los Caballeros Dorados, y en Cinco Picos, en China, el Viejo Maestro, Dohko, entrenada en esos momentos a un joven de cabellera larga y oscura, quien enfrentaba a otro moreno y de cabellera castaña y alborotada, mientras una pequeña niña con una larga coleta amarrada en una trenza los observaba a ambos asustada por el tremendo combate frente a sus ojos. Ante ellos e interrumpiendo el combate sin embargo, llegó un Caballero de Plata, con tres Armaduras de Bronce, y con una pequeña niña china, quien lloraba sin saber lo que estaba pasando, mientras el Caballero de Plata, de cabellera rubia y larga, y de labios pintados, explicaba al anciano Dohko la razón de su visita, y terminaba presentando a la pequeña, y después señalando a la que se ocultaba tras los árboles, lo que forzó al Viejo Maestro a abrir sus ojos sorprendido, mientras miraba a la pequeña tras el árbol, y a la Armadura de Bronce que el Caballero de Plata colocaba frente a ella, haciendo lo mismo con otra frente a la niña china recién llegada, y por ultimo una más frente al par de combatientes cercanos a la cascada-. Podrá parecerles cruel, someter a pequeños que poco o nada saben del Santuario, y de sus reglas, a un entrenamiento tan brutal. Pero no olviden por quien lo hacemos, por Athena –leía Dohko en la carta traída por el Caballero de Plata, suspiró dolido, y miró a las niñas frente a él.
Las Polinecias. Isla de la Reina Muerte.
-Al tener tantas Armaduras de Bronce disponibles, no siempre la responsabilidad recaerá en los Caballeros Dorados –había mencionado Aioros, lo que Shaka comprendió llegando a la Isla de la Reina Muerte, donde junto con Mayura, quien ya era su discípula, y quien estaba forzada a una silla de ruedas, fue testigo del llanto de un pequeño de cabellera esmeralda, quien se despedía de otro de cabellera azul, quien lo abrazaba con fuerza. Detrás de Shaka y dentro del barco que los había traído a la isla, descansaban una Armadura de Bronce, una de Plata, y una de Oro. Detrás del joven de cabellera azul, y siendo descargada del barco, había una Armadura de Plata, y dos de Bronce, todas llevadas a la isla por un hombre moreno de cabellera blanca, con múltiples heridas en su cuerpo, y quien daba algunas órdenes a una pequeña de cabellera dorada, quien no dejaba de ver al de cabellera azul con sus ojos color de esmeralda-. Pero se espera que el entrenamiento de todos y cada uno de los aspirantes, sea evaluado y debidamente supervisado por los Caballeros Dorados, sin importar si comparten estrellas con quienes han quedado a su mando o no –aunque la orden no fuera del agrado de Shaka, así debía hacerse, terminando Shaka frente al joven de cabellera azul, quien reverenciaba con respeto, y sus ojos ahogados en lágrimas, mientras suplicaba, que cuidaran bien de su hermano menor.
La Unión Soviética. Siberia.
-Podrán juzgarme todo lo que deseen, sobre lo tiránico que les parece el obligar a unos huérfanos a unirse a las líneas de Caballeros de Athena –leía Camus semanas más tarde, la carta que Aioros también expidió para todos los Caballeros Dorados por escrito, con la que pretendía que se mantuvieran sus palabras bien presentes, mientras el Caballero de Acuario era llevado por militares en la parte trasera de una camioneta, por un campamento congelado, mientras la pequeña Mii, aterrada y congelándose, se abrazaba a las pieles que le habían proporcionado para calentarse, lo que no era del agrado de Camus, quien sabía que Mii ya tenía una fiebre muy alta-. No serán métodos tan brutales como los que existieron durante la gestión de Shion, pero los aspirantes podrían morir en cualquier momento si no les demuestran compasión, y cuidados. No tienen a nadie en este mundo, todos son huérfanos de padre y madre, ustedes son ahora su única familia, y si ellos caen, sepan que le han fallado a su familia. Tomen en cuenta esto por favor, cuando cuiden de sus nuevos discípulos –había pedido Aioros, lo que molestó a Camus, pero comprendiendo el dolor de Mii, de verse sola rodeada de militares, en una tierra inhóspita, despertó en Camus el sentimiento de sobreprotección, un sentimiento que solo demostraría cuando fuera estrictamente necesario, por lo que colocó su brazo alrededor de Mii, ayudándola a ganar un poco de calor, antes de que los militares los forzaran a bajar, y los dejaran solos en medio de la nada, con un par de niños frente a ellos, uno rubio, otro de cabellera esmeralda, ambos al parecer cristianos, evidente en el rosario dorado de uno, y la biblia que cargaba el otro, agregando más molestias al Caballero Dorado de Acuario.
Japón. Tokio. Orfanato Niños de las Estrellas.
-Ya que no todos los Caballeros Dorados pueden dejar las 12 Casas. También traeremos a algunos niños de fuera, espero que los cuiden bien –había pedido Aioros, lo que mantenía a Afrodita preocupado, quien había llegado a un orfanato en Japón, acompañado de Yoshiko, quien entregaba documentación a la monja encargada del orfanato, y quien miró a una joven de cabellera naranja, y a su hermano de cabellera castaña, y comenzó a explicarles que se irían con ellos, lo que llenó los labios de ambos niños con alegría, y fue del desagrado de Afrodita, quien sabía que esas sonrisas iban a ser borradas, siendo él el responsable de borrar la primera de ellas, cuando se negó al abrazo de la pequeña de cabellera naranja, confundiéndola, y molestando a su hermano menor, terminando con Yoshiko realizando explicaciones ridículas sobre que Afrodita no disfrutaba de los abrazos, y con el niño quejándose de que no tenía tiempo para explicar explicaciones tontas sobre su adopción-. Será duro… ellos van a sufrir mucho… pero llegarán a amar a Athena. Hemos de asegurarnos de ellos –terminó Aioros, y todos los Caballeros Dorados siguieron sus instrucciones.
Grecia. Atenas. El Santuario. Templo del Patriarca.
-Su excelencia –comenzó Milo, arrodillado frente a Aioros, quien lo miraba ligeramente preocupado-. Sé que ha sido una orden directa, y que en mi Escudera Saori puedo sentir el cosmos… pero ella no comparte mis estrellas, y no considero que tenga madera de Caballero de Athena. Le ruego me perdone, pero no puedo entrenarla –reverenció Milo.
-Las estrellas de Saori pertenecen a la Constelación de Virgo, Milo… ¿preferirías que fuera Shaka quien la entrenara? –preguntó Aioros, ante lo que Milo se mordió el labio con molestia- De todas formas, no te he llamado para pedirte que entrenes a Saori, sino más bien para informarte que, aún con todo nuestro esfuerzo de búsqueda, tal parece que la Masacre de la Isla de Milo realmente nos ha complicado todo, ya que en toda Grecia, no hay un solo Escorpio al que puedas entrenar –le confesó Aioros, lo que deprimió a Milo-. Pero no te preocupes, hemos encontrado a un candidato fuera de Grecia, un joven japonés llamado Jabu, quien comparte sus estrellas contigo. Anímate, Milo, tendrás un posible sucesor –le comentó Aioros, y tras escuchar aquello, Milo fue incapaz de no embozar una sonrisa-. Sin embargo, tendrás que esperar para brindarle tu sabiduría. Jabu comenzará sus estudios bajo la supervisión de Orfeo de la Lira –interrumpió el momento Aioros-. Diferente del resto de Caballeros Dorados, y al solo existir un discípulo potencial, me temo que voy a tener que mantenerte ocupado de otras formas, Milo. Solo se te será entregado un discípulo hasta que hayas terminado con los trabajos que tengo planeados para ti –le explicaba Aioros, lo que llamó la atención de Milo, quien entonces comenzó a escuchar los pasos metálicos de un recién llegado.
-Vaya pena que me das, Milo de Escorpio –se burló el recién llegado, Shura de Capricornio, quien llegaba acompañado de tres discípulos, dos de 11 años aproximadamente, evidente en que podían cargar sus Cajas de Pandora, uno de ellos una de Bronce, el otro una de Plata, quien además llevaba la Armadura de Bronce de un pequeño de 8 años, quien aparentemente aún no era tan fuerte para cargar su Armadura de Bronce-. No solo yo ya he tenido un discípulo quien actualmente es el General de los Caballeros de Plata, Rigel de Orión, sino que tengo dos discípulos más ya condecorados, y uno nuevo para moldear a mis preferencias –comentó Shura divertido, y sacudiendo la cabeza del más pequeño de su grupo-. Ban pronto será el orgulloso portador de la Armadura de León Menor. ¿Qué te tocó a ti? Ah sí, el Unicornio –se burló Shura.
-Assassin –comenzó Milo de forma arrogante, olvidando las reverencias en dirección a Aioros y posándose con orgullo frente a Shura-. Pésimo apodo si me lo preguntas, ya que hay una razón del por qué no hay suficientes Escorpio, la estás viendo. Yo soy el verdadero asesino por excelencia del Santuario, tú simplemente saliste bueno siguiendo rastros, perro faldero –recriminó Milo, molestando a Shura, quien lo miró fijamente mientras ambos elevaban sus cosmos y hacían temblar el recinto del Patriarca.
-Me da gusto que pienses así, Milo. Porque a partir de ahora, Shura se queda en el Santuario, y tú realizarás los trabajos de Assassin –le comentó Aioros, preocupando a Milo por la encomienda-. Sé que estás encariñado con tu Escudera, pero Shura tiene 3 discípulos, y tú solamente uno que está actualmente bajo las órdenes de Orfeo. Siendo tú el Caballero Dorado con menos discípulos asignados, eres el que tiene más tiempo libre de todos. Cazarás a las Bestias del Tártaros que han comenzado a escapar gracias a Metis que rompió el sello de su prisión, y comenzarás dando cacería a un antiguo guerrero resucitado llamado Héctor en Turquía, tras lo cual te reunirás con Aioria en Creta donde él combatirá al Minotauro y al resucitado Rey Minos, y a menos que algo más importante surja, juntos irán a 4 Ríos en Ecuador, donde el Caballero de Plata, Noesis del Triángulo, aparentemente tiene problemas para enfrentar a una criatura hasta ahora desconocida –le explicó Aioros, reuniendo todos los pergaminos con los pendientes de Shura-. Como puedes ver, Shura siempre ha estado muy ocupado, pero lo requerimos concentrado en sus discípulos –le explicó Aioros.
-Adelante, perro faldero –le apuntó Shura divertido-. Diviértete dando cacería a las Bestias del Tártaros. ¿No se jactaba el Escorpión Celestial de ser un Cazador por Excelencia? Ve y caza perro… -se regocijó Shura, molestando a Milo, quien pegó frentes con él.
-Basta los dos… -se quejó Aioros, y entonces miró a Milo-. Caballero de Escorpio, realiza estas tareas para mí, y tendré esperándote una tarea de vital importancia, y que requiere de atención inmediata –le comentó Aioros, ganándose la atención de Milo-. Tu condecoración como el nuevo Assassin no pudo llegar en mejor momento, ya que solo a ti podría encargarle una tarea tan importante como la que está por ocurrir. El Caos comienza a rodear al mundo, Estrellas Malignas nos asechan, y con la creciente amenaza de los Titanes, es de vital importancia que detengas el despertar de una Diosa Maligna –le pidió Aioros, lo que sorprendió a Milo, y puso celoso a Shura, quien intentó hablar-. Esta es una tarea que solo el Caballero de Escorpio puede llevar acabo, Shura… así que necesito que Milo esté listo. Partes inmediatamente –pidió Aioros, y Milo reverenció, retirándose, pero haciendo una mueca en dirección a Shura, quien enfureció por la misma e hizo un gesto con su mano-. Por Athena, Shura… compórtate –se quejó Aioros.
-Gran Patriarca –se dirigió Shura a Aioros-. Sé que no es mi trabajo juzgar, y que usted ha preferido mantener al Caballero de Escorpio ocupado bajo la excusa de que solo existe un discípulo potencial –comenzó mientras se arrodillaba frente al trono del Patriarca, acto que imitaron sus discípulos, aunque el más joven de todos, tuvo que ser forzado por uno de los mayores a arrodillarse-. Pero, ¿no considera que al solo existir un Escorpio potencial en caso de que Milo cayera, hace más importante la permanencia de Milo en el Santuario y no fuera de este? –le preguntó Shura, con una preocupación genuina, misma que Aioros detectó.
-Viajar por el mundo te ha cambiado, Shura –le sonrió Aioros, lo que fue una sorpresa para Shura-. Fuiste elegido para ser el asesino del Santuario por tu inmensa voluntad de cumplir cualquier orden sin importar cuan cruel. Incluso perseguiste a Mu desde Estados Unidos a Jamir –recordó Aioros, y Shura asintió mientras mantenía sus respetos-. Pero hay varias razones para este reemplazo de funciones además del número de discípulos potenciales. ¿Podrías por favor retirar a tus discípulos? Requiero hablar contigo en privacidad –pidió Aioros, Shura realizó un movimiento con su mano, y sus discípulos atendieron a las órdenes, saliendo de la habitación, y dejando a Aioros con el Caballero de Capricornio-. Shura… puedo sentir una semilla de inmensa maldad creciendo en el Santuario, y necesito de un Caballero Dorado de tus capacidades aquí dentro para poder encontrarla –le pidió Aioros, y Shura mantuvo su postura de respeto, esperando que Aioros se diera a explicar-. Desde que fui condecorado como el Patriarca del Santuario, se me fue negada la Visión al Futuro –agregó el Patriarca, lo que impresionó a Shura, quien dejó su pose de respeto, para mirar a Aioros fijamente-. Me presento a la Colina de las Estrellas, pero no puedo ver lo que las estrellas intentan decirme. O más bien, no podía hacerlo. Recientemente, la Visión al Futuro ha regresado a mí. Es gracias a la Visión al Futuro renovada, que he podido ver en el cosmos que Milo está por cumplir un papel muy importante, en la posible resurrección de un Dios Maligno –le explicó Aioros con preocupación.
-¿Posible resurrección de un Dios Maligno? ¿Está hablando de los Titanes? –preguntó Shura, lo que Aioros negó con tranquilidad- ¿Intenta decirme que, además de los Titanes que gracias a Metis están por levantarse en contra del Santuario, hay otro Dios Maligno próximo a atacarnos? –le preguntó Shura, intentando comprenderlo.
-Así es… -le comentó Aioros, su preocupación más que evidente en el sudor que le rodeaba el rostro-. La única visión que las estrellas me han revelado, conlleva la resurrección de este Dios Maligno. El que esta visión tenga algo que ver con los Titanes o no, es algo que sigo investigando, pero que no sé si podré descubrir a tiempo, ya que la fuente de mi ceguera ante la Visión del Futuro, pronto regresará con discípulos a ser entrenados de todas las partes del mundo –le comentó Aioros, Shura pensó al respecto, y la imagen de una mujer que siempre estaba junto a Aioros, apareció en su mente.
-¿La señorita Yoshiko? ¿Su asistente? –preguntó el de Capricornio, y tras hacerlo, Shura logró ver los ojos de Aioros derramar lágrimas- Su excelencia. ¿Acaso su propia esposa ha…? –comenzó Shura, cuando Aioros alzó su mano, pidiéndole silencio.
-Revoqué las leyes antiguas, pensando solamente en el bienestar de los Caballeros Dorados, Shura… y sigo sin arrepentirme de haber revocado estas leyes –comenzó a explicarle Aioros, lo que Shura no lograba comprender al ser una persona más frívola que Aioros-. El Santuario necesita un cambio de raíz… el negarle a los Caballeros Dorados el experimentar emociones como el amor, la devoción, y la familiaridad, solo construirá insatisfacción y resentimiento. Si yo me levantara en contra de estos principios, las viejas leyes regresarían, y se les cerraría a todos una puerta que tanto Shion como yo hemos querido abrirles –le explicó Aioros, pero las dudas de Shura continuaban presentes, y lo incomodaban bastante-. Lo que aqueja a mi esposa, es algo de lo que dudo ella tenga conocimiento o control, y es algo que pretendo expulsar. Pero, en caso de no lograrlo, es que necesito los servicios de Assassin, ya que yo jamás podría levantar mi puño contra ella. ¿Lo comprendes? Necesito a alguien en quien pueda confiar realmente, para hacer esta tarea –le sonrió entonces Aioros, lo que confundía a Shura bastante.
-Lo comprendo, Patriarca Aioros, y llegado el momento, le prometo cumplir con esta encomienda si no encuentra primero una forma de remediarla usted mismo –reverenció Shura, comprendiendo lo difícil que la situación debía ser para el Patriarca el dar estas órdenes-. Sin embargo, una duda me aqueja. Usted ha dicho que necesita a alguien en quien pueda confiar a su lado, pero se me ocurren dos quienes están mejor calificados que yo. Su hermano, Aioria, y el Caballero Dorado de Géminis –agregó Shura, curioso de la elección.
-Aioria no mataría a Yoshiko… –le sonrió Aioros-. Y sobre Saga, él es más frívolo que yo por supuesto. Pero en su interior, radican dos personalidades, y en mi Visión del Futuro, él desempeñará un rol muy importante también en la resurrección de este Dios Maligno del que te hablo –le comentó Aioros, lo que Shura no supo cómo interpretar-. La bondad de Saga debe de permanecer en su corazón. Te parecerá inverosímil lo que estoy por decirte, pero es gracias a esa bondad que nuestro mundo existe, Shura. No puedo pedirle esto a Saga, eso solo me deja con aquel Caballero Dorado que, en este mundo creado por la bondad de Saga, es enteramente incorruptible. Tú, Shura… el Caballero Dorado más leal de Athena, eres el único en quien puedo confiar –le apuntó Aioros, y Shura aceptó aquella respuesta-. Confío en ti para tomar las decisiones correctas, cuando yo sea incapaz de hacerlo. Shura… tienes el permiso del Patriarca del Santuario, de usar tu espada aún en contra de mi propio juicio. Confío en que estoy tomando la decisión correcta, y aunque las estrellas no me permitan ver más el futuro gracias a que lo que sea que ha poseído a mi esposa lo impide. Estoy seguro de que, como Patriarca, estoy preparando al Santuario para todas las tragedias que han de venir… -finalizó Aioros, una inmensa confianza creciendo en su interior.
Casa de Escorpio.
-¿¡Eh!? ¿¡Despedida!? –exclamó Saori con sorpresa, dejando caer su canasta de ropa recién lavada, que terminó regada por el suelo, lo que forzó a Milo a hacer una mueca en señal de preocupación, mientras la niña frente a él llenaba sus ojos de lágrimas- Pero… he hecho todo lo que me ha dicho que haga. Aprendí a barrer de la forma correcta, a lavar las prendas, su capa nunca había estado más limpia. Voy a los mercados yo sola, sé que todavía debe de bajarme y subirme por las 12 Casas porque me da miedo pasar por Cáncer, pero si es necesario me armaré de valor para cruzar aquella casa, pero por favor, no me despida –suplicó Saori, lo que incomodó nuevamente a Milo-. ¿Qué estoy haciendo mal? –preguntó ella entristecida.
-Lo que estás haciendo mal, es no rendirte y seguir empeñándote en ser mi Escudera –le apuntó Milo con molestia, lo que mantenía a Saori en un estado de confusión perpetuo-. Aunque, no debería estar alentando el que alguien se rinda de hacer algo. En realidad, no te estoy despidiendo porque seas mala Escudera o algo por el estilo, si te soy sincero, estoy orgulloso de que no te hayas retirado y que, pese a todo mi esfuerzo de que te rindieras, continuaras empecinada en mejorar y darme la contraria –le apuntó nuevamente Milo, lo que tranquilizó un poco a Saori-. Te las arreglaste para demostrarme tu valía, y por ello tienes mi respeto, pero Aioros me ha declarado como el nuevo Assassin, ahora es mi deber dar cacería a los enemigos del Santuario, eso significa que estaré fuera por largos periodos de tiempo, y no sería justo que pasaras una existencia tan triste y solitaria en la Casa de Escorpio solo porque yo tenga responsabilidades fuera del Santuario. Es por esto que he decidido despedirte, y te enrolaré en la Escuela de Escuderos donde te ayudarán a encontrar a un nuevo caballero al cual servir si es que tu convicción de servicio sigue siendo así de grande –le comentó Milo.
-¡Yo no quiero servirle a nadie más que a usted! –gritó Saori, sorprendiendo a Milo, mientras la niña se secaba las lágrimas inútilmente, aunque estas eran inmediatamente reemplazadas por lágrimas nuevas- La razón de convertirme en Escudera, es porque quería dejar de sentirme sola… y sentí que usted estaba igual de solo que yo… por eso… no quiero servir a nadie más, señor Milo, solo a usted… -continuó ella, lo que mantuvo a Milo pensativo-. Si usted se marcha… yo lo esperaré… no me importa cuánto tiempo se vaya, yo estaré bien… por favor no me despida, le prometo que siempre que regrese a la Casa de Escorpio, yo voy a estarlo esperando –le pidió Saori, con sus manos unidas como en una plegaria, y aquello logró conmover un poco a Milo, aunque pronto optó su pose arrogante, mientras escuchaba las burlas de un recién llegado proveniente de la senda entre Libra y Escorpio.
-¿Es una sonrisa lo que logré ver en tu rostro? No te detengas por mí –comenzó Aioria, Saori rápidamente se limpió las lágrimas y comenzó a recoger todas las prendas sucias, que tendría que volver a lavar-. Así que… eres el nuevo Assassin. Yo también tengo una misión asignada, pero no es necesario que despida a Lithos. Galarian, el Escudero de Aioros, puede encargarse de Saori y de Lithos sin problemas –le comentó Aioria.
-¿Solo viniste a decirme esa tontería? –se quejó Milo, pero en lugar de que un enfrentamiento comenzara entre ambos, Aioria embozó una sonrisa mientras asentía- No era necesaria tu labor de convencimiento, Aioria, ya que Saori por sí misma logró convencerme –admitió Milo, frotando la cabeza de Saori, quien se ruborizó en ese momento-. Haré lo posible… por terminar mis misiones cuanto antes, para que pases la menor cantidad de tiempo sola… -admitió Milo, lo que alegró a Saori en ese momento.
-Y yo cuidaré de Saori cuando Milo esté fuera –le comentó Aioria, alegrando a Saori aún más-. Los Templos entre Leo y Escorpio en estos momentos están vacíos. Hagan el favor de apoyarse mutuamente mientras estamos fuera. Me tomará una semana el ir y venir de Creta, Turquía está un poco más lejos –le comentó Aioria.
-En vuelo comercial seguramente… -comenzó a elevar su cosmos Milo, lo que sorprendió a Aioria, quien tomó a Saori del hombro y la hizo a un lado-. Yo no planeo perder el tiempo. Después de todo, hay alguien que me espera en casa –saltó Milo, forzado a una onda de choque que derribó a Aioria, quien protegió a Saori con sus brazos, mientras ambos veían al cometa dorado dirigirse al firmamento.
-Ese insensible, solo hizo un Salto de Cosmos porque sabía que te protegería –se quejó Aioria, liberando a Saori del abrazo improvisado, y reincorporándose-. Milo… ha cambiado mucho gracias a ti, ¿lo sabías? –preguntó Aioria, ganándose la atención de Saori- Se ha vuelto alguien más tolerable. Sigue cuidando de él por favor –terminó Aioria, se dio la vuelta, y diferente de Milo, se dirigió a realizar su misión de un modo menos impresionante-. La ira que consumía el corazón de Milo… solo espero, que jamás vuelva a encenderse. No importa cuántas estrellas malignas el destino ponga en su camino –continuó Aioria, mirando al anochecer, y a un par de estrellas que brillaban con fuerza en el firmamento, estrellas que pronto significarían una gran alegría, y también un gran pesar, para el Caballero Dorado de Escorpio.
Unión Soviética. Siberia.
-Equuleus está inquieta en el firmamento –en Siberia, Mii se abrazaba a sí misma rodeada del abrigo de pieles que le habían proporcionado para superar su enfermedad, mientras no muy lejos de donde la rubia miraba en dirección a las estrellas, Camus se posaba en su ropa de diario, una playera verde sin mangas y pantalón azul de entrenamiento, sin que el clima le presentara alguna molestia. Acompañándolo estaba un hombre de piel bastante más blanca que la de él, de cabellera cana y ojos azules, quien también se posaba en su ropa de diario contra el frio. Ambos observaban a un par de niños, los nuevos discípulos de Camus, a quienes obligaban a permanecer sin camisa bajo el frio de la noche siberiana como parte de su entrenamiento.
-Hyoga e Isaac, usando el cosmos, deberán elevar la temperatura corporal de sus cuerpos, manteniendo su sangre en una temperatura superior a la del resto de su cuerpo –les explicaba Camus, mientras el par de niños se esforzaba y sangraba de manos y narices por el frio, además de tener ya sus labios partidos-. Si elevan demasiado la temperatura de su sangre, sus órganos internos estallarán, pero si no logran alcanzar la temperatura requerida, se congelarán. Este es el método de los Caballeros de los Hielos, el método para alcanzar el Cero Absoluto, y la forma más efectiva de forzar a sus cosmos a incinerarse –continuó Camus, cuando su atención pareció dirigirse lejos de sus nuevos discípulos, y en dirección a la oscura noche-. ¿Los sentiste, Cristal? –preguntó Camus al caballero a su lado.
-Lo he sentido, un cosmos tenue, pero frio, seguramente de Sinigrado –le respondió Cristal, buscando en Camus sus instrucciones-. Los hombres de Bluegrad deben sentir sus territorios ser invadidos por nuestra presencia, usualmente nos dejan en paz ya que somos de escasos números, pero ahora, con todos nosotros reunidos y manipulando el cosmos, deben vernos como alguna clase de fuerza invasora –fue su conclusión.
-Entonces ve y encárgate de que nuestras intenciones estén bien definidas. Tienes mi permiso de vestir la Armadura de Plata de Pyxis –le pidió Camus, el Caballero de Plata asintió, elevó su cosmos, sorprendiendo a Hyoga y a Isaac, y de los hielos a sus espaldas se alzó una Caja de Pandora conteniendo en su interior una Armadura de Plata con la forma de un copo de nieve, aunque realmente la constelación a la que representaba era a Pyxis, la Brújula, que estalló en sus partes y revistió al Caballero de Cristal de Plata, quien rodeó a los presentes con su cosmos-. Lo que acaban de sentir, es la fuerza del cosmos, y este cosmos deberá protegerlos incluso en este frio extremo. Continúen con su entrenamiento –pidió Camus, mientras Cristal se retiraba a atender a sus órdenes. Hyoga e Isaac intercambiaron miradas, asintieron, y continuaron con su entrenamiento, sometiéndose a los vientos congelados, mientras Camus se dirigía a Mii quien observaba a las constelaciones-. Deberías estar descansando para recuperarte de tu resfriado. No porque seas una niña voy a darte trato especial por sobre Hyoga e Isaac –se quejó Camus.
-Lo comprendo, Maestro Camus, yo tan solo, no podía quitar mi vista de las constelaciones del Hemisferio Norte –le comentó Mii, lo que sorprendió a Camus, ya que no era normal que alguien tan joven supiera de astronomía-. Desde muy joven había ayudado a mi señorita a educarse sobre las constelaciones y las estrellas. La astronomía era de las pocas cosas que Saori solía disfrutar… supongo que me sentí nostálgica, comencé a buscar las constelaciones del Hemisferio Norte, y encontré a Equus Primus, Equuleus –apuntó Mii, y Camus, aunque poco interesado, prestó atención únicamente porque Mii parecía ser más lista de lo que él mismo le había dado crédito-. Entonces noté que entre Delta Equulei, la segunda más brillante de la constelación, y Gamma Equulei, la tercera más brillante, pasaba algo peculiar. O al menos eso me pareció, la verdad es que no lo puedo ver bien… tan solo, me pareció ver un cometa dorado pasar entre ambas estrellas –le explicó Mii.
-Para saber tanto de astronomía, me sorprende la barbaridad que acabas de decir –se cruzó de brazos Camus, decepcionado-. Sería imposible que observaras a un objeto, un cometa además, pasando por en medio de dos estrellas que, aunque pertenezcan a un sistema binario, se encuentran a años luz de distancia la una de la otra. Ni los dioses tendrían una vista como esa –le comentó Camus cruzado de brazos.
-Tengo 6 años, pero no soy ninguna tonta, maestro –infló sus mejillas Mii en señal de molestia-. Me refería a que el cometa que vi pasó entre las estrellas de Delta y Gamma Equulei a manera de referencia visual. Si pone atención a la Constelación de Equuleus seguro que también puede verlo –apuntó Mii, con sus mejillas infladas y dispuesta a demostrar que tenía razón. Camus suspiró molesto nuevamente, pero impresionado, decidió darle una oportunidad.
-Supongo que, si lograste encontrar la Constelación de Equuleus, que es la segunda menos brillante de las 88 Constelaciones, vale la pena observarlo –admitió Camus, aunque siendo frívolo en todo momento-. ¿Dónde dices que está la…? -intentó preguntar, cuando tras prestar atención, Camus pareció observar a un cometa dorado muy lejos en el firmamento- ¿Repulse? –se preguntó Camus, observando al cometa fijamente, y ganándose la curiosidad no solo de Mii, sino de Hyoga y de Isaac, quienes se acercaron a ambos y miraron el cometa en el cielo- Ya veo, está en su primer perihelio –se quejó Camus, preocupación más que evidente en su rostro, Mii solo le dirigió una mirada confundida por la palabra-. Si tu objetivo es convertirte en la Saintia que representa a Urania, la Musa de la Astronomía, debes saber más que solo las posiciones y los nombres de las constelaciones –reprendió Camus, sin quitarle la mirada al cometa dorado en el cielo-. El perihelio es el punto más cercano entre un objeto y el sol mientras el objeto viaja en su órbita alrededor de este. Algunos objetos como los cometas, tienen dos perihelios, uno de ida, otro de regreso… dos oportunidades para la resurrección de un Dios Maligno –meditó Camus. En su mente, el cometa dorado estaba aún más cerca, y de este se desprendía una manzana dorada que caía a la Tierra-. Tal vez… no fue la mejor idea dejar el Santuario tan desprotegido después de todo… me pregunto, ¿qué tragedias traerá consigo el Cometa Repulse? –terminó él, preocupándose por el bienestar de uno de sus queridos amigos.
Japón, Tokio. Barrio de Minato. 7 de Diciembre de 1981.
-¡Aún está disponible! –fuera del Santuario de Athena, la vida era inmensamente diferente, y bastante más activa. En Japón, el barrio de Minato se encontraba bastante concurrido en esos momentos, pero aquello no detenía a una pequeña niña a escasos días de cumplir sus 11 años, de salir sola a la calle y bastante lejos de su casa, para comprar un obsequio muy especial, para una persona a la que amaba bastante- Dinero… dinero… ¿dónde puse mi dinero? –preguntaba la pequeña de cabellera azul y larga, que poseía además unos extraños ojos rojos, algo no muy común. Buscando dentro de su vestido azul celeste, la niña se preocupó de no haber salido de su casa con el dinero para su compra, pero tras recordar que había salido abrigada, con una chamarra roja, buscó en los bolsillos de la misma alegrándose tras encontrar lo que buscaba- ¡Aquí está! ¡Estaba increíblemente asustada de no haberlo guardado! ¡Señor! –entró la niña emocionada en la tienda fuera de la cual había estado observando, deseosa con hacerse de un objeto del aparador exterior- ¡Lo conseguí! ¡Ahorré todo lo que pude y conseguí el dinero a tiempo! –celebró la niña con lágrimas de alegría en sus ojos.
-Oh, pequeña Kyoko –saludó el encargado de la tienda- Oh, mira nada más. Debiste haber trabajado muy duro para ahorrar todo ese dinero –agregó el dueño de la tienda entusiasta, sabiendo de antemano por lo que venía la niña que, en reiteradas ocasiones, había visitado ya su tienda-. Me preguntó. ¿Qué tanto esperas comprar con todo ese dinero? ¿Quieres una manzana de caramelo? –ofreció el hombre, y la niña salivó un poco.
-Manzanas de caramelo… -balbuceó la niña, pero rápidamente se repuso, se cacheteó ambas mejillas con sus manos, y logró concentrarse pese a dejarse enrojecidas las mismas-. ¡No! He limpiado casas, paseado perros, y paleado las entradas de las casas de mis vecinos para limpiarlas de la nieve. Incluso tuve que vender de mis juguetes, todo para tener el dinero suficiente para comprarle un regalo de cumpleaños a mi hermanita Shoko. Ella estaba increíblemente molesta cuando le dije que tenía cosas más importantes que hacer hoy que jugar con ella, pero todo valdrá la pena mañana que Shoko cumpla 8 años –celebró Kyoko, preocupando un poco al encargado de la tienda, quien, pese a todo el tiempo de conocerla, no se había acostumbrado a los monólogos espontáneos de la pequeña-. ¿Me vende el collar de plata con el dije del Pegaso de la vitrina? El gemelo del mío –pidió Kyoko emocionada y sacando de dentro de su vestido un collar de plata con un emblema de un Pegaso.
-Te obsesionaste demasiado con ese dije solo porque tu hermana dijo que era lindo el día que tu padre te lo compró cuando cumpliste 9 años, ¿no es así? –preguntó el encargado de la tienda, moviendo algunos muebles para poder alcanzar el dije que se encontraba en el exhibidor que daba a la calle.
-¡Por supuesto! –declaró Kyoko orgullosa- Shoko es una niña muy masculina y me tiene inmensamente preocupada. No juega con muñecas, se pelea todo el tiempo, ni siquiera le gusta llevar falda. Obvio a la primera oportunidad de escucharla decir: "oh que lindo es eso", iba a aprovechar la oportunidad para comprarle eso que mencionó que era lindo como regalo de cumpleaños. Es el trabajo de una hermana mayor que su hermanita sea femenina y linda, o no conseguirá esposo –declaró Kyoko orgullosa.
-¿No eres un poco joven para preocuparte por esas cosas? –preguntó el encargado de la tienda, pero Kyoko lo negó fervientemente- Son 2,754 yenes por favor –pidió el encargado de la tienda, y Kyoko, emocionada, le entregó el dinero. Una vez hecha la transacción, el encargado le quitó la cadena de plata al dije de Pegaso, y le entregó el mismo a Kyoko, quien lo miró confundida.
-¿Eh? ¿Solo me alcanzó para el dije? –preguntó Kyoko, el encargado sudó frio- Pero, trabajé durante muchos meses. ¿Cuánto cuesta la cadena? –preguntó Kyoko, el encargado le mostró el precio de la misma- ¿3,200 yenes? Pero si vale más que el dije… veamos… -se apresuró Kyoko a buscar en su chamarra, sacando todo el dinero que le quedaba, y tras contarlo, llegó solo a los 2,200 yenes-. No puede ser… -tembló Kyoko de tristeza.
-¿No puedes pedirle lo que te falta a tu padre? –preguntó el encargado, y Kyoko negó fervientemente- Que remedio… tu hermana tendrá que conformarse con el dije como regalo de cumpleaños –declaró el hombre, Kyoko en respuesta, se quitó su chamarra y se la ofreció-. ¡Esta no es una casa de empeño! –se quejó el hombre, por lo que Shoko, con tristeza, se volvió a colocar su chamarra- Umm… Kyoko, tu hermana cumple años el 8 de Diciembre, ¿no es así? –preguntó el encargado, y Kyoko asintió un par de veces, pero aún al borde de las lágrimas- ¿No es tu cumpleaños el 10 de Diciembre? –preguntó, y Kyoko volvió a asentir, mientras sorbía sus mocos con fuerza- Umm… supongo que, si es algo tan importante… puedo regalarte 1,000 yenes como regalo de cumpleaños, ¿qué opinas? –preguntó él.
-¿¡De verdad!? –exclamó ella alegremente, y el encargado asintió, y colocó el dije de Pegaso y la cadena dentro de una pequeña cajita de regalo, misma que le entregó a Kyoko- ¿No me quiere regalar también una manzana de caramelo? –preguntó, el dueño se molestó, y Kyoko decidió dejar de tentar a la suerte- ¡Muchas gracias! ¡De verdad muchas gracias! ¡Shoko va a estar sumamente feliz! –comentó Kyoko saliendo de la tienda caminando de espaldas y haciendo varias reverencias, solo que, entre sus reverencias, y por no estarse fijando por donde iba, perdió piso cuando se acabó la banqueta, y comenzó a caerse. Momentos antes de caerse, sin embargo, alguien la había levantado, cargándola como a una princesa, momentos antes de casi ser arrollada por un automovilista que no se esperaba que la niña bajara de la banqueta en zona prohibida, por lo que el conductor se estrelló con la persona que en esos momentos cargaba a Kyoko como a una princesa, un Caballero Dorado-. ¿Eh? –preguntó la niña.
-Deberías tener más cuidado –comentó el Caballero Dorado, impresionando a todos quienes lo miraron, mientras colocaba a Kyoko de vuelta en la acera-. Sé que no puede entenderme, señor conductor, pero esto pagará el daño a su vehículo –comentó Milo cuando se percató de que el conductor estaba bien, y le entregó un par de monedas de oro, que el conductor miró con sorpresa, e intentó preguntar al Caballero Dorado lo que significaba.
-Ah, dice que con eso puede pagar los daños a su vehículo. ¿Son dracmas griegos? –preguntó Kyoko, y Milo se detuvo en ese momento, sorprendido, y se viró para ver a la pequeña- Ah, por cierto, muchas gracias por salvarme –declaró Kyoko, reverenciando en dirección a Milo.
-¿Puedes entenderme? –preguntó Milo sorprendido, y la niña, confundida, asintió- Ya veo… las estrellas, brillan en tu alma –apuntó Milo al pecho de Kyoko, y la pequeña creyó ver una pequeña galaxia en espiral flotando dentro de su pecho, se espantó, y comenzó a intentar limpiársela de encima con preocupación- Dile a estas personas que se alejen de los alrededores de esa inmensa torre –apuntó Milo, confundiendo a Kyoko-. No puedo explicarles lo que está pasando, pero podrían correr peligro –declaró Milo.
-¿La Torre de Tokio? –preguntó Kyoko, miró en dirección a la Torre de Tokio, y notó que energías oscuras la rodeaban, además de ver lianas inmensas y de una tonalidad negruzca, rodear las vigas y comenzar a aplastarlas, mientras criaturas humanoides como si estuviesen hechas de lianas, comenzaban a trepar las vigas de metal- ¿¡Qué es eso!? –apuntó Kyoko, Milo la miró de reojo, curioso de las habilidades de la niña.
-Entonces no lo imaginé… puedes ver el cosmos… -comentó Milo, su uña creció, y Kyoko, aterrada, retrocedió hasta pegar espaldas con el auto medio destrozado que había detenido Milo-. Los humanos que no poseen un dominio en el cosmos, no pueden ver las lianas oscuras, pero no tardarán en ver a las criaturas. Si no quieres que esto se vuelva una estampida humana, mantenlos alejados de esa torre. ¡Aguja Escarlata! –enunció Milo, lanzó una poderosa aguja, y Kyoko logró verla recorriendo el cielo, hasta estrellarse en la cabeza de una de las criaturas que trepaba la Torre de Tokio, despedazándola en ese momento. Milo entonces elevó su cosmos, y dio un tremendo brinco en dirección a la Torre de Tokio, impresionando a todos los presentes quienes no podían dejar de apuntar al cometa dorado en el cielo.
-¿¡Cómo quiere que se alejen de la torre si con lo que acaba de hacer todo mundo ahora está mirando en esa dirección!? –recriminó Kyoko sobresaltada, y entonces miró los destellos escarlata rodear a toda la torre, notando a su vez que la gente a su alrededor hablaba del extraño joven en Armadura Dorada, pero no mencionaban nada de las criaturas que trepaban la Torre de Tokio, o de las explosiones de los alrededores de la misma- ¿Qué nadie puede ver las luces escarlata? –preguntó la niña al hombre que inspeccionaba el daño en su vehículo.
-¿Luces escarlata? –preguntó el hombre, mirando a la Torre de Tokio, pero no veía nada- Yo no veo nada, pero si ese lunático quería hacer un espectáculo callejero, debió elegir un lugar más cercano a la Torre de Tokio, mira mi auto, todo esto es tu culpa, niña, ¿qué se supone que voy a hacer con esto? –preguntó mostrándole las monedas que Milo le había dado.
-Ir a una casa de cambio sería una buena idea –declaró Kyoko, fastidiando al hombre-. Aquel extraño joven dijo que no se acercaran a la Torre de Tokio, y deberían irse a revisar la vista, no puede ser que una niña de casi 11 años vea más lejos que ustedes adultos –comentó, fastidiando al hombre con el vehículo chocado-. Me pregunto, si debería preocuparme por lo que está pasando… supongo que no –terminó Kyoko, retirándose del lugar de regreso a su casa.
Torre de Tokio.
-¿Qué es eso? –gritó un hombre aterrado, mientras el caos reinaba en la Torre de Tokio. Varias criaturas extrañas, que primero asemejaban ser seres femeninos creados a partir de lianas, se abalanzaron contra los presentes en la Torre de Tokio, estirando sus dedos, atravesándoles los oídos, plantando en ellos una semilla que tras germinar rodeaba a sus aterradas victimas mientras las lianas se extendían rodeando sus cuerpos, convirtiéndolos en los mismos seres de quienes intentaban escapar, mientras una de las criaturas, tras transformar a las demás, adquiría una forma más femenina y hermosa, la de una mujer desnuda que se regocijaba en el dolor ajeno.
-La Era del Caos comienza ahora –declaró la mujer, quien deambuló entre su extraño jardín, mirando los aterrados rostros de los fallecidos, y regocijándose mientras de ellos brotaban flores hermosas- Madre estará complacida, todo está saliendo conforme al plan –se lamió los labios con lujuria la mujer, momentos antes de que una capa blanca callera sobre ella, confundiéndola.
-Deberías ser un poco más pudorosa, Dríade, aún hay niños presentes… -escuchó la mujer, que entonces notó que varias de sus formaciones de lianas estallaban, liberando a aterrados hombres, mujeres y niños, quienes vomitaron un líquido extraño de color verde-. Ninguno de los aquí presentes manipula el cosmos… es un fastidio, pero solo hay una forma de que entiendan el mensaje. ¡Explosión de Antares! –apuntó Milo al suelo, haciendo estallar el mismo con la fuerza de su aguja más mortífera, y asustando a los presentes, quienes huyeron por las escaleras de servicio mientras Milo confrontaba a la criatura semidesnuda que solo poseía su capa como protección- Ya puedes exhibirte y contonearte todo lo que quieras –comentó Milo, apuntando su aguja en dirección de la mujer.
-Jo, pero qué jovencito tan interesante. ¿No estás al menos un poco interesado en el cuerpo femenino? Si se ve que estás en la cúspide de la madurez humana –se burló la mujer de piel pálida y cabello azulado, acentuando sus caderas dentro de la capa de Milo, quien no dijo nada, y tan solo la miró fijamente. La mujer tan solo continuó mirándolo de forma seductora con el único ojo que no tenía bloqueado por un rio de cabello azulado que le caía de frente.
-No perderé el tiempo contigo, seas quien seas –apuntó Milo su aguja, ante la mirada aún burlona de la mujer semidesnuda-. Ninguno de a los que liberé poseía un cosmos, lo que significa que el contenedor del alma de Eris no se encuentra en este lugar. ¿Dónde está? –amenazó Milo con su aguja.
-¿Para que puedas matarla, Caballero Dorado de Escorpio? –preguntó la mujer- No lo has preguntado pero te lo diré de todas formas. Yo soy Atë de la Ruina, líder de las Dríades de nuestra señora Eris. Y una de las Dríades más astutas de los ejércitos de la Diosa del Caos y la Discordia, soy tan astuta, que te tengo justo donde quiero, Caballero Dorado de Escorpio. ¡Desastre Violento! –elevó su cosmos la Dríade Atë, que brillaba de un escarlata similar al que se desprendía de la uña de Milo, quien en ese momento se mantenía tranquilo. Una onda de choque expansiva se desprendió de las manos abiertas como palmas de Atë, destruyendo todo a su paso, e iniciando el caos en los alrededores de la Torre de Tokio, que como bien había advertido Milo, pronto se llenaría de peligro. La Dríade Sonrió cuando su ataque estalló en contra del cuerpo de Milo, pero se sobresaltó cuando notó que él continuaba de pie sin recibir daño alguno.
-Comprendo… el cuerpo de Eris no se encuentra en este lugar –agregó Milo solemnemente, incluso se había dignado a cerrar los ojos frente al ataque de Atë, como si supiera que este no podía lastimarlo-. No desperdiciaré más mi tiempo. Es evidente que este cosmos tan débil solo puede significar una cosa… no eres siquiera real, eres solo una Dríade falsa enviada para distraer mi atención –elevó su cosmos Milo, y alzó su aguja-. Para un cuerpo falso que no sirve más que para distraer mi atención, solo necesito de una de mis agujas. ¡Aguja Escarlata! –lanzó Milo, perforando la frente de la supuesta Atë, y al mismo tiempo que la aguja volaba saliendo por detrás de su cabeza con un torrente de sangre verde, Milo retomaba su capa antes de que esta fuera manchada por la sangre esmeralda- Con tu permiso… no me gusta fastidiar a mi Escudera con una capa llena de sangre… dile a la verdadera Atë… que Assassin va a encontrarla… -terminó Milo, colocándose su capa, mientras el cuerpo falso de Atë se despedazaba y caía al suelo-. Si el cuerpo de esta Dríade era falso… ya debe haber encontrado al contenedor real… -miró Milo en dirección al cielo, un cometa que nadie podía ver más que los poseedores del cosmos, iluminaba el firmamento-. Primero las Bestias del Tártaros aparecen por todo el mundo, y ahora el Cometa Repulse… una era de conflictos se acerca al Santuario, no tengo tiempo que perder. Si las Dríades encuentran al contenedor antes que yo… pero, ¿dónde debería buscar? –se preguntó Milo, y entonces recordó a la niña- Umm… sus ojos eran de un interesante tono escarlata. Si lo que he estudiado me ha servido de algo, el tono escarlata en los ojos determina a los seguidores del Caos… esa niña, bien podría ser el contenedor de la Diosa Eris… -meditó Milo al respecto-. No tengo tiempo que perder, y equivocarme podría ser problemático, pero es la única pista que puedo seguir –declaró Milo, y saltó de la Torre de Tokio, transformado en un cometa dorado.
El Tibet. Jamir.
-Las Bestias del Tártaros se mueven a través del mundo con mayor frecuencia –meditaba Mu frente a su Armadura Dorada, a su lado dormía un pequeño de tres años bajo los pliegues de una manta marrón, derrotado por la caída de la noche estrellada e iluminada por un par de estrellas que parecían poder verse desde cualquier hemisferio del mundo por su imponente brillo, a pesar de tratarse de estrellas de una constelación muy difícil de ver comúnmente-. El sacrificio de Metis habrá retrasado el ascenso de los Titanes, pero no ha retrasado el resto de sucesos que observó mi Maestro Shion en las estrellas. Repulse ha regresado, realiza el perihelio de regreso al espacio infinito, esta noche podría nacer una Diosa Maligna, pero sin importar cuanto lo quiera, no puedo moverme de Jamir, no todavía… -se decía a sí mismo Mu, mientras observaba al pequeño a su lado. Sin embargo, había una razón por la que la meditación de Mu era en voz alta. Había alguien más con él aquella noche estrellada, evidente en la silueta oscura que en esos momentos se acercaba desde dentro de la neblina-. El Santuario necesita de mí, y todo esto me hace sentir como que estoy fallando a mi labor. Es solo gracias a ti que este sentimiento es ligeramente soportable, Lodin –se puso de pie Mu, y realizó una reverencia en dirección al recién llegado.
-Preferiría que no fuera el caso, Mu… -reverenció de regreso el hombre recién llegado, mayor que Mu, evidente en su barba blanca muy bien delineada, mismo color que el de su cabellera, aunque el hombre no era realmente viejo-. Yo con mucho gusto te traigo las armaduras dañadas para que puedas repararlas. Pero a lo que me refiero con que preferiría no hacerlo, es que desearía que los Caballeros de Athena continuaran viviendo, en lugar de verme obligado a viajar con sus armaduras vacías hasta aquí para pedirte repararlas –le comentó el hombre, sus ojos lechosos llenos de lágrimas, ojos desprovistos de toda luz, los ojos de un ciego.
-Es nuestro deber el conservarlos en la historia, Lodin –le respondió Mu tranquilamente, y comenzó a elevar su cosmos alrededor del pequeño dormido a su lado-. Solo permíteme enviar a mi pequeño hermano Kiki a sus aposentos –pidió Mu, y aunque Lodin no pudiera verlo, sintió al pequeño ser transportado en dirección al edificio de 5 pisos a espaldas de Mu-. ¿De quién se trata esta vez? –preguntó Mu con tristeza.
-Equuleus… -colocó Lodin la Caja de Pandora en el suelo-. Aunque he de advertirte, yo no puedo verlo, pero me han comentado que es algo horrible de ver. Por obvias razones yo no sé lo que hay aquí dentro, pero sí he sentido el espíritu en pena de la portadora anterior de Equuleus –le comentó Lodin, por lo que Mu asintió, tomó el pomo de la Caja de Pandora, tiró de la cadena, y abrió la caja, dejando caer de su interior una gran cantidad de piedras, como si de una estatua que se había caído y roto se tratase –se escucha más pesado que una Armadura de Bronce ordinaria –agregó Lodin con tristeza.
-Esto… es horrible… -cerró sus ojos Mu-. Entiendo que nadie haya querido describírtelo, pero intuyo que tienes una idea de lo que me has traído, Lodin. Cuéntame de ella… -pidió Mu, levantando del interior de los guijarros, lo que parecía ser la cabeza de una estatua, misma ante la cual Mu comenzó a llorar-. ¿Quién era la Caballero de Bronce de Equuleus? –tocó la roca Mu, y toda se despedazó, dejando atrás únicamente unos pequeños guijarros, mismos que brillaban con una luz de cosmos, como si fueran 4 estrellas de una constelación.
-Su nombre era Olivia… -se sentó Lodin frente a Mu, quien comenzaba a separar los trozos de piedra petrificada, de los trozos de metal-. Era una Caballero Femenino, yo mismo le entregué su máscara. Su función principal era la de ser la entrenadora personal de las Saintias –le informó Lodin, lo que Mu no comprendió muy bien, Lodin lo sintió-. Ha vivido fuera del Santuario toda su vida, joven Mu, es natural que no comprenda ese término. Las Saintias representan a las 9 Musas, divinidades de las artes con diversas habilidades. Como el canto, la generosidad, la poesía, la música, la tragedia, los himnos, la comedia, la danza, y la astronomía. Son quienes tienen el deber de educar a la Diosa Athena. De los 88 Caballeros, 9 deben siempre ostentar el título de Saintias, se les permite vivir desprovistas de una máscara, ya que no se les es prohibido abandonar su feminidad por convertirse en uno de los 88 –continuó Lodin, extrayendo de su túnica marrón una máscara de plata, que presumía un corte por debajo de su pómulo izquierdo-. A las Caballeros Femeninos, se les obliga a vivir bajo estas máscaras para de esta forma no ser tratadas como mujeres. Las Saintias no están sujetas a estas reglas. Olivia era la líder de las Saintias, pero abandonó sus derechos de mujer usando esta máscara. Eso incluyó abandonar a sus hijas –le explicó Lodin.
-Puedo sentir a la Constelación de Equuleus rodeada de arrepentimiento –rodeó con su cosmos Mu los 4 guijarros, y los elevó con su telequinesis para posicionarlos frente a sus estrellas en el firmamento-. Pero puedo sentir también en la constelación un profundo amor y sentido del deber. Seguramente era una persona muy entregada a Athena –prosiguió Mu, conmovido.
-Una de las más entregadas a su labor –continuó Lodin-. Olivia era tan querida en el Santuario, que tuvo bastantes aprendices, Saintias y Caballeros Femenino por igual, recibían sus enseñanzas –le explicaba él-. Pero cuando las Bestias del Tártaros comenzaron a aparecer, muchas de sus discípulas comenzaron a caer bajo el poder de las mismas. Olivia decidió que no quería permitir a más de sus hermanas perecer, y pidió al Patriarca Aioros el que le fuera permitido enfrentar a las Bestias del Tártaros junto a los Caballeros Dorados –le explicó él, lo que fue una sorpresa monumental para Mu.
-¿Una Caballero de Bronce, en la línea frontal donde solo los Caballeros Dorados tienen una oportunidad? –se quejó Mu, y Lodin asintió en ese momento- ¿En qué está pensando el Patriarca Aioros? Si su deseo es reunir a los 88 Caballeros de Athena en el Santuario para así enfrentar a la amenaza de los Titanes, ¿por qué enviar a una Caballero de Bronce a una misión que solo un Caballero Dorado podría enfrentar? –se quejó Mu.
-Mi señor Mu, los Caballeros Dorados están sobrepasados en estos momentos –le explicó Lodin-. Usted mismo lo ha dicho, las Bestias del Tártaros han escapado, y el Cometa Repulse adorna los cielos, no puedo verlo, pero puedo sentirlo. Dos fuerzas distintas, ambas en contra de Athena, se levantan al mismo tiempo. Además, Olivia poseía una fuerza superior a la de los Caballeros de Plata pese a vestir de Bronce –le explicaba él-. La primera misión contra las Bestias del Tártaros, fue la del Caballero de Leo, enfrentó al Rey Minos y a su vástago el Minotauro en Creta. El Caballero de Escorpio, a quien asignaron como el nuevo Assassin, también enfrentó a un Héroe de Troya, Héctor, renacido en Turquía. Las Bestias del Tártaros continuaron aparecieron, y aunque la mayoría era responsabilidad de Assassin, hubo algunos casos, como el de 4 Ríos en Ecuador, que tuvieron que ser atendidos en un inicio por Caballeros de Plata y Bronce –apuntó Lodin a los restos de la Armadura de Equuleus con suma tristeza-. Noesis del Triángulo, y su discípulo, Retsu de Lince, solicitaron apoyo del Santuario, pero Assasin se encontraba en Turquía, y aunque enviaron al Caballero de Leo a apoyar, Equuleus estaba más cerca. La Caballero de Bronce, fue permitida a auxiliar por tener un cosmos más alto incluso al de Noesis… nadie esperaba, que contra la criatura a la que se enfrentaron, el cosmos no importaba… la Bestia del Tártaros era… una de las Gorgonas… -le explicó Lodin.
En la mente de Mu, gracias al poder de las estrellas de Equuleus, él logró verlo. Una bella mujer de cabellera oscura, con una máscara para proteger su identidad, se reunía con el Caballero de Plata, Noesis del Triángulo, y con su discípulo en Armadura de Bronce, Retsu de Lince. Noesis le explicaba la situación, sobre las extrañas estatuas de la guardia del pueblo petrificada, cuando la Caballero de Equuleus sintió algo, atacó a una criatura en las sombras, y combatió con ella, protegida de los gases venenosos gracias a su máscara de plata, siendo la única que podía sobrevivir a una criatura similar a una serpiente inmensa, con el torso de una mujer, con un par de alas doradas, y con su rostro recubierto por una máscara, mientras Noesis del Triángulo y Retsu del Lince, esperaban por la ayuda que se presentó en la forma de un Caballero Dorado, Aioria de Leo, quien llegó durante el tercer día del combate entre Olivia de Equuleus, y la Gorgona Euríale, quien para sorpresa de Mu, parecía agotarse frente a Olivia, al menos hasta que la Gorgona logró rasgar la máscara de Olivia, misma marca que aún estaba presente en la máscara que Lodin le había entregado a Mu, máscara que al voltear, mostraba que la rasgadura había penetrado por debajo del ojo izquierdo de Olivia. En la visión de Mu, el gas venenoso de la Gorgona Euríale entraba por la apertura de la máscara de Olivia, petrificando su cuerpo, y dejándolo a merced de Euríale, quien furiosa por el enfrentamiento, de un tremendo coletazo destruyó el cuerpo de Olivia, ante la llegada de Aioria, Noesis y Retsu. El de Leo rugió con fuerza, y sus colmillos dorados fulminaron a la Gorgona.
-Mi máscara resultó ser lo suficientemente fuerte para filtrar el veneno de la Gorgona, pero… -lloró Lodin, colocando su mano sobre la máscara de la Caballero de Bronce caída-. No resistió las afiladas uñas de la Gorgona. Si mi trabajo hubiera sido de mejor calidad… tal vez… -lloró él con mayor fuerza, dolido por lo ocurrido.
-No es tu culpa, Lodin… las máscaras suelen cegar a sus portadores –miró Mu una vez más a las estrellas, y tomó su decisión mientras observaba a la Constelación de Equuleus-. Lodin… si me lo permites, quisiera que la nueva Armadura de Equuleus no sea una armadura pensada para una Caballero Femenino… sino para una Saintia –le pidió Mu, lo que hirió un poco a Lodin, cuyo trabajo era precisamente la confección de máscaras-. No quiero que sientas que estoy menospreciando tu trabajo con las máscaras, son hermosas, y gracias a la máscara de Olivia, la Gorgona estuvo ocupada por tres días. Sin esta máscara, tal vez otros, tal vez incluso Noesis el Caballero de Plata, hubiera muerto ante la Gorgona Euríale –le explicaba Mu, tomando entonces de las manos de Lodin-. Esta vez, quisiera que no fuera una máscara la que salve la vida de la próxima Equuleus, sino tu sangre, la sangre de un Caballero de Bronce, con el cosmos de Plata, pero el Corazón de Oro. ¿Qué opinas, Lodin? ¿Permitirías que tu sangre, reconstruya la Armadura de Equuleus, y que su portadora pueda ver el mundo, a través de sus propios ojos? –preguntó Mu.
-¿A través de sus propios ojos? Suena algo cruel decirle eso a un ciego… -meditó Lodin al respecto-. Mis máscaras, son mi orgullo, maestro de la forja, Mu… pero quisiera que no fueran necesarias, y que a los Caballeros Femeninos se les permitiera vivir libres de esas ataduras, conservando su feminidad –admitió Lodin, elevó su cosmos, y se cortó los antebrazos, vertiendo su sangre contra el bronce remanente de la Armadura de Equuleus-. Algún día, cuando mis máscaras no sean necesarias ya, quisiera que las Armaduras de Athena llevaran mi sello, y mi protección –admitió él.
-Entonces que la de Equuleus sea la primera de muchas Armaduras de Athena que lleven tu sangre en ellas, Lodin –le sonrió Mu, sellando las heridas de las muñecas de Lodin con su cosmos-. Con la sangre de un caballero se pueden resucitar las Armaduras de Athena, y la de Equuleus será la primera en llevar tu marca, la marca, de un artesano que ama su oficio. Que Equuleus regrese a la vida para proteger a su próxima portadora –continuó Mu, materializando unas herramientas cósmicas, mismas con las que comenzó a golpear el metal, y a trabajar en la resurrección de Equuleus, que pareció brillar en el cielo con mayor fuerza, con cada martillada.
Japón. Tokio. Dojo Tokumaru.
-Umm… las Estrellas Malditas, se han estremecido con una calidez muy repulsiva -habló una anciana a las afueras de un dojo, quien miraba a la Constelación de Equuleus en el firmamento-. ¿Qué significará esto? Las Estrellas Malditas jamás han presentado este calor antes. ¿Acaso será por la intervención de ese malnacido Caballero Dorado que venció a mi cuerpo falso? –se fastidió la anciana envuelta en una capucha negra, y que cargaba en su mano izquierda una cesta repleta de manzanas, una de las cuales era de un dorado muy bello y que parecía palpitar, como en esos momentos palpitaban las estrellas en la Constelación de Equuleus.
-Abuela, ¿no tiene frio? –preguntó una niña recién llegada a las afueras del dojo, Kyoko, ganándose la atención de la anciana que cargaba el cesto de manzanas- Sus manzanas se están llenando de nieve, así no podrá venderlas. Tenga –continuó la niña, quitándose su chamarra, y colocándola sobre el cesto para cubrir las manzanas, y al hacerlo, pareció notar algo extraño alrededor de la manzana dorada, como si una serpiente oscura que rodeaba la manzana, hubiera enfurecido por acercársele- ¡Ah! –se espantó Kyoko, retrocediendo, y tras parpadear un par de veces, la serpiente había desaparecido- Creo… que debo irme a casa ya… -comentó Shoko, y tras una leve reverencia, volvió al dojo a toda velocidad- ¡Estoy en casa! –declaró, y la anciana la miró fijamente.
-¿Será posible? –comentó la anciana, mirando su cesto de manzanas- Ante los ojos de cualquiera, estas manzanas deberían ser todas rojas. Solo quienes poseen los Ojos del Caos podrían ver el dorado de su piel –comentó la anciana, tomando la manzana dorada en su mano-. Ella podría ser un buen contenedor, pero el contenedor más apropiado… está por aquí –continuó la anciana, dejando caer el cesto con la chamarra de Kyoko, llevándose únicamente la manzana más importante de todas, la Manzana de la Discordia.
-¡Papá! ¡Estoy en casa! –volvió a gritar Kyoko cuando notó a su padre cocinando la cena, lo que alegró a Kyoko en ese momento- Huele delicioso –sonrió Kyoko emocionada-. ¿Nos quedaremos despiertos a esperar al cumpleaños de Shoko? –preguntó la pequeña.
-Es el plan –le sonrió su padre, un hombre fornido que por alguna razón siempre vestía un traje de karate-. Tu tío Tatsumi también vendrá. No es como que tenga algo mejor que hacer, le dije que desistiera con sus tonterías de convertirse en un mayordomo, pero no, ya vez lo terco que es –continuó el padre de Kyoko, por lo que la niña sudó frio, aparentemente no queriendo opinar sobre una conversación por la cual su padre siempre hacía un escándalo-. La escuela de Kendo es lo que debió conservar. Si no la hubiéramos vendido para pagarle sus estúpidas clases de mayordomo, tal vez tu madre no hubiera tenido que irse a trabajar a ese Santuario del demonio… -comenzó a llorar el hombre, preocupando a Kyoko-. Olivia… mi querida Olivia… -comenzó el hombre, Kyoko hizo una mueca, miró a los alrededores, y encontró una botella de sake a medio vaciar.
-Ow… papá, no debiste tomar antes del cumpleaños de Shoko –apuntó Kyoko a la botella en la mesa, tomando la misma, y caminando hasta el lavabo, tirando el resto del sake al drenaje-. No más sake para ti. Y no le menciones a mamá a Shoko, se pondrá triste –le pidió ella, mientras su papá sorbía con fuerza.
-Está bien, lo siento, no lo volveré a mencionar –se secó las lágrimas el hombre, preocupando a Kyoko, quien lo miraba con curiosidad-. ¿Conseguiste el regalo? –preguntó el hombre a su hija, quien sonrió y alegremente le mostró la cajita de regalo con orgullo- Esa es mi pequeña, igual de responsable y hermosa que su madre. Tú crecerás fuerte y feliz, lejos de todas esas tonterías de dioses y lo que sea… -continuó él con una inmensa sonrisa.
-¿Dioses? Papá, deja de beber, te hace mal –se quejó Kyoko, mientras su padre se sacudía la cabeza, intentando volver a concentrarse en su cocina-. De todas formas, papá, sé que no es su cumpleaños aún, pero, Shoko estaba tan enojada esta mañana. ¿Puedo darle su regalo ahora? ¿Puedo, puedo? –preguntó Kyoko emocionada.
-Ah, sí… claro… ¿dónde estará esa niña? –se preguntó su padre, y Kyoko alzó una ceja en señal de curiosidad- Normalmente es imposible que tu hermana no se anuncie a donde quiera que vaya, es un pequeño caos andante esa niña, pero no la he visto desde la mañana –agregó él.
-¿Eh? ¿Y no te pareció eso sospechoso y peligroso? ¿Ya casi es la hora de la cena y no sabes dónde está tu hija? –preguntó Kyoko, y su padre hizo una mueca de despreocupación- ¿Cuánto tiempo llevas bebiendo papá? –preguntó Kyoko.
-Eres demasiado criticona, ¿no te parece? –se defendió su padre, Kyoko tan solo infló sus mejillas en señal de molestia- Seguro está en su cuarto –le comentó, Kyoko asintió, y fue a buscar a su hermana a su cuarto. Una vez estuvo solo, su padre suspiró, y sacó de su túnica una carta, aparentemente firmada por Aioros-. ¿Cómo voy a decirles que su madre…? –los ojos del hombre se humedecieron, pero resistió lo más que pudo, y volvió a concentrarse en su cocina- Ellas no pueden saberlo… el Santuario no debe meterse con sus vidas… -continuaba el hombre, decidido a proteger a sus hijas.
-¿Shoko? –comenzó Kyoko a buscar a su hermana por toda la casa, asomándose en su habitación, en la estancia, en el cuarto de visitas, dentro del closet, pero no encontraba a su hermana por ninguna parte- Qué extraño, ella no sabe esconderse bien –se preocupó Kyoko, pero entonces tuvo una idea- ¡Usaré eso entonces! –comentó para sí misma, lo que era un muy mal hábito de ella, hablar en voz alta aun cuando no tenía a nadie con quien hablar, y entonces cerró los ojos, y comenzó a concentrarse- ¡Te encontré! –agregó alegremente dirigiéndose al jardín- ¡Oye, Shoko! –agregó mientras abría la puerta corrediza que daba al jardín, pero, tras hacerlo, no encontró a nadie- ¿Eh? Pero si te sentí en el jardín… -volvió a cerrar sus ojos Kyoko, y a concentrarse, sintiendo el cosmos, aunque Kyoko no sabía que lo que hacía era sentir el cosmos-. Es extraño… sigo sintiéndote en el jardín. ¿Shoko? –preguntó Kyoko, y comenzó a caminar por el jardín, cuando, de la nada, un estallido de cosmos se dejó sentir, y Kyoko sintió todo su cuerpo estremecerse, mientras cruzaba lo que solo podía considerarse una dimensión misteriosa, y se encontró a sí misma dentro de un mundo diferente, como si hubiera desaparecido y reaparecido en un mundo confuso, que formaba una pequeña isla flotante no más grande que su jardín, con un árbol inmenso en el medio- ¿Eh? ¿¡Eeeeehhhhh!? –exclamó Kyoko, mirando las estrellas y las galaxias a su alrededor- ¿Me habré perdido? Pero si soy buena ubicándome, y a nadie se le pierde el suelo, ¿o sí? ¿Dónde estoy? –se preocupó ella, pero entonces, comenzó a escuchar los sollozos de su hermana- ¿Shoko? –se preguntó ella- Shoko, ¿Qué le hiciste al jardín? Papá se va a molestar –agregó de forma infantil.
-Buwaaa… buwaaa… huuu, huuh, uuuh… -escucho Kyoko, y por la poca capacidad de la niña de prestar atención a las cosas más obvias, dejó de preocuparse por estar flotando en un jardín en medio del cosmos, y en su lugar, comenzó a buscar a su hermana siguiendo el sonido de su llanto. Con cada paso que daba, parecía que flores hechas de cosmos flotaban a su alrededor, como si la guiaran al centro mismo de la pequeña isla.
-¿Qué sucede, señorita? –escuchó entonces Kyoko, y continuó siguiendo a las flores de cosmos, aunque los llantos de su hermana no se escuchaban más- Si alguien te ha hecho llorar, puedes decírmelo –continuó la voz, y Kyoko continuó siguiéndola, acercándose cada vez más al árbol en el centro de la isla.
-Es mi hermana… -escucho Kyoko, y se detuvo. Prestando atención a las palabras de su hermana Shoko, a quien aún no lograba ver-. Ella no quiere jugar con Shoko… -prosiguió Shoko dirigiéndose a sí misma en tercera persona, lo que era un hábito que Kyoko no disfrutaba, por lo que hizo una mueca, pero rápidamente se cacheteó sus mejillas, concentrándose-. Me prometió que jugaríamos… pero después dijo que tenía algo más importante que hacer –agregó, lastimando un poco el corazón de Kyoko.
-Ya veo… pobre pequeñita… -continuó la anciana voz- Debe de ser porque en realidad te odia –escuchó Kyoko, abrió los ojos de par en par, y molesta, comenzó a seguir la voz siendo guiada por las flores de cosmos en la oscuridad del vacío.
-¿Qué? Estás equivocada… -escuchó Kyoko a su hermana defenderla, y de pronto, cerca del árbol en el centro, un par de siluetas comenzaron a formarse, una silueta oscura que ante los ojos de Kyoko era rodeada por un cosmos escarlata, y otra pequeña silueta con una flama azul de cosmos.
-Jiji… yo no creo estar equivocada… -proseguía la anciana, y Kyoko notó que el cosmos escarlata, era el que enunciaba aquello-. Toma… come esto… -ofreció la anciana, mostrándole a la flama azul, que se convirtió en Shoko, una manzana dorada con una serpiente rodeándola, aunque Shoko no podía ver a la serpiente, y la manzana ante sus ojos era roja-. Dale un bocado, y te hará olvidar todas tus preocupaciones… -prosiguió la anciana, y Shoko, la pequeña niña de cabellos rojos y ojos del mismo color, extendió la mano interesada, como en un trance-. Ven… ven… está muy rica -sonrió la anciana con malicia.
-¡No Shoko! –gritó con fuerza Kyoko, despertando a su hermana de su trance, quien se viró para verla sorprendida, mientras la anciana hacía una mueca de descontento ante la intervención de la niña.
-¿Cómo? ¿Por qué hay más gente en este Edén Oscuro? –se preguntó a sí misma la anciana, posando entonces su mirada en los ojos escarlata de Kyoko, quien se posó desafiante ante la anciana de la manzana dorada.
-¡No puedes aceptar nada de extraños! –declaró Kyoko haciéndose la valiente, aunque no dejaba de haber dicho algo ridículo tomando en cuenta la situación que ocurría en medio de una isla flotante en medio del espacio.
-¡Sí puedo! –se defendió su hermana Shoko, aparentemente igual de carente de atención sobre el entorno a su alrededor- ¡Yo decido lo que hago! –insistió la pelirroja. Estaba tan molesta porque su hermana había fallado a cumplir su promesa de jugar con ella, que no le importaba nada que no fuera llevarle la contra.
-Así es. Viniste aquí por ti misma –comentó la anciana, retomando el control de la conversación, y Shoko asintió, ignorando a su hermana e intentando tomar la manzana, lo que escandalizó a su hermana Kyoko.
-¡Ah! ¡No, Shoko! ¡Fíjate bien! –insistió Kyoko, corriendo en dirección a su hermana, y ante los ojos de la niña, la manzana entonces adquirió un tono dorado, y por fin logró ver a la serpiente enrollada a su alrededor-. ¡Shoko! –alcanzó Kyoko a su hermana, tirando de su brazo, y evitando así que la serpiente mordiera a Shoko. La pelirroja se espantó, y permitió que su hermana tirara de ella- ¡Vamos a casa, Shoko! –gritó Kyoko, y Shoko asintió con lágrimas en sus ojos.
-Jiji… no lo harán. Nadie puede escapar del Edén Oscuro –enunció la anciana. Lianas se levantaron del suelo, y estas se abalanzaron en dirección a Shoko y a Kyoko, la hermana mayor entonces empujó a su hermana lejos del peligro.
-¡Kyah! –gritó Kyoko sorprendida, mientras las lianas y raíces se envolvían a su alrededor, y la levantaban a una altura que llenaría de miedo a cualquiera, más Kyoko estaba más preocupada por su hermana que por sí misma- ¡Shoko, vete de aquí rápido! –suplicó Kyoko.
-¡Hermana! –gritó Shoko aterrada. El miedo, sin embargo, terminó por vencer a Shoko, que salió corriendo perseguida por las lianas. De pronto Kyoko escuchó un sonido metálico a escasos centímetros de su rostro, una bota dorada se había apoyado en la liana que la envolvía antes de dar un gran salto, y aterrizar como un cometa dorado en medio de Shoko y de la anciana, que gritó de dolor mientras la luz dorada la repelía. Kyoko no estuvo enteramente segura de lo que ocurrió, todo pasó tan rápido, pero lo más importante de cualquier forma, fue el ver a su hermana a salvo, en brazos del mismo Caballero Dorado que la había ayudado antes.
-Esta niña… -escuchó Kyoko a Milo decir, mientras las lianas la liberaban, y ella caía no tan gentilmente al suelo, se repuso, y corrió a encuentro de su hermana y del caballero. Su hermana se había desmayado en brazos del Caballero Dorado, y aquello disparó las emociones de Kyoko.
-¡Shoko! –exclamó Kyoko preocupada, Milo se viró un poco para verla- ¡Devuélvemela! ¡Devuélveme a Shoko! –pidió Kyoko, con una mezcla de miedo y desafío, lo que llamó un poco la atención de Milo, pero no lo mostró al exterior.
-¿Son hermanas? –pregunto Milo, sabiendo de antemano que Kyoko podía entenderla. Se habían comunicado ya antes después de todo. Milo entonces colocó a Shoko sobre el césped, y momentáneamente, Kyoko se mostró agradecida. Pero entonces vio la uña de Milo crecer, y se espantó recordando la descarga que emanó de la misma y en dirección a la Torre de Tokio- Acabaré con ella aquí para que no sufra –enunció con seguridad.
-¡Nooooo! –gritó Kyoko, se lanzó al cuerpo inconsciente de Shoko, y la protegió con su cuerpo. Milo se detuvo, bajó su aguja, y observó a la temblorosa niña, quien protegía a Shoko, abrazándola con todas sus fuerzas.
-Soy Milo de Escorpio, Caballero de Athena –comenzó Milo con autoridad-. Vine a impedir la resurrección de un dios malvado. Apártate –ordenó, pero Kyoko, con lágrimas en los ojos, se rehusó.
-¡No! –declaró ella valientemente- ¡Es mi hermana menor, no un dios malvado! –defendió ella, su mirada penetrante resistiendo la mirada de Milo. Ambos se miraron fijamente, como si se desafiaran el uno a la otra, Milo no comprendía por qué mantenía el aparente concurso de miradas, si él lo quería, podía simplemente apartarla, incluso matarla junto a su hermana para evitar el sufrimiento de ambas, lo que comenzaba a parecerle piadoso. Pero, simplemente no lo hizo. Todo lo contrario, su mirada, parecía conmovida, Kyoko pudo notarlo.
-Nacieron bajo el cruel destino de las estrellas –enunció Milo, recordando las palabras de Shion, mismas que le enunció aquella noche en la Isla de Milo en que sus padres fueron asesinados, y Kyoko le prestó toda su atención, no se dignaba siquiera a parpadear. Sabía que, de hacerlo, aquel resplandor carmesí podría arrebatarle a su hermana
-¿El destino? –preguntó Kyoko, Milo cerró sus ojos unos momentos, reflexionando en si estaba haciendo o no lo correcto, recordando la Masacre de la Isla de Milo, los sacrificios crueles y despiadados, sacrificios que él tuvo que soportar, solo por culpa del cruel destino.
-Tú decides si dejas que te atrape o lo enfrentas –continuo Milo con autoridad. Kyoko ya tomaba la mano de Shoko con fuerza-. En un futuro próximo volverá a suceder lo mismo –le comentó, dándose cuenta de que Shoko comenzaba a despertar-. Si tienen voluntad para enfrentar al destino, háganse fuertes. Dejen arder sus almas y combatan con toda su fuerza –tras escuchar aquello, Shoko volvió a desmayarse, y Milo se dio la vuelta, caminando lejos de las hermanas-. La gente posee el poder de cambiar su destino –finalizó Milo, retirándose, y con él se desvaneció el Edén Oscuro, dejando a Kyoko junto a su hermana inconsciente, mientras el Caballero de Escorpio se alejaba pensativo, y confundido.
-Yo… me haré fuerte… -enunció Kyoko, Milo la escuchó, pero no interrumpió su caminar- ¡Me haré fuerte para proteger a Shoko! –aclaró ella. Milo no pretendía quedarse a seguir escuchando, pero lejos, muy lejos en el Santuario de Athena en Grecia, un estallido de cosmos se comunicó con Milo a la distancia. El Caballero de Escorpio se encontraba ya a medio intento de un salto de cosmos, cuando escuchó el resonar de la llamada de Aioros, quien apareció como una representación de cosmos frente a él.
-Milo… -comenzó la proyección de cosmos, que Kyoko fue capaz de ver perfectamente-. Como Patriarca del Santuario, es mi deber el estar un paso delante de cualquier circunstancia. Has cumplido con tu misión, y evitado la reencarnación de Eris… pero… su contenedor aún vive… -insistió Aioros, y Kyoko abrazó a su hermana con más fuerza.
-Si es su orden directa, Patriarca Aioros… me veré forzado a terminar el trabajo… -cerró sus ojos Milo, meditando al respecto-. Sin embargo… siento que el destino me ha pedido detener mi camino… la Diosa Athena no consentiría un acto tan vil… -declaró Milo.
-Por ello existe el Caballero de Escorpio, para teñir su alma de escarlata por mantener a su diosa pura –le apuntó Aioros. Milo bajó la mirada, preparó su aguja, y Kyoko, aterrada, se puso de pie, extendió los brazos, y se mostró lista para recibirla-. Detente… -pidió Aioros, y cuando Kyoko abrió los ojos, que había cerrado por el miedo, notó las energías escarlatas de la aguja de Milo a escasos centímetros de su rostro. Milo se había movido tan rápido, que de haber hablado tan solo un segundo más tarde, le habría atravesado la cabeza a Kyoko-. Lleva a esa niña, Kyoko, al Santuario –pidió Aioros, y Milo lo miró curioso-. La fe de los Caballeros Dorados, en que el destino puede cambiarse, es lo que impulsa a los Caballeros de Athena a levantarse en contra de los dioses… Caballero de Escorpio que has decidido confiar en el destino, serás responsable de lo que pueda pasar a partir de este momento. Kyoko queda ahora, en tus manos –finalizó Aioros, y Milo apagó su aguja, y se retrajo. Kyoko no tuvo siquiera tiempo de preguntar lo que estaba ocurriendo, las puertas del dojo se abrieron, y su padre salió furioso y violento a enfrentar a Milo, quien de un movimiento rápido tomó del puño cerrado del padre de Kyoko, y lo lanzó por los aires, incluso por encima de Kyoko y de Shoko.
-¿Este es tu padre? –preguntó Milo, momentos antes inclusive de que el padre de Kyoko se estrellara en contra del césped nevado, Kyoko lo miró preocupada, pero asintió- Bien… comunícale que he venido del Santuario de Athena en Grecia, y que a partir de este momento, tu custodia me pertenece –terminó Milo, cruzándose de brazos, y esperando.
-¿Del Santuario de Athena en Grecia? –preguntó Kyoko, y su padre, que apenas se ponía de pie, se estremeció de escuchar aquellas palabras, pero bajó su defensa, y asintió con ojos llorosos- ¿Padre? ¿Qué está ocurriendo? –preguntó Kyoko curiosa, mientras Milo desaparecía frente a ella.
Grecia. Atenas. El Santuario. Templo del Patriarca.
-Por Athena, uno no puede distraerse con Milo. Un pestañeo y esa pobre niña… -se dejó caer Aioros sobre su trono, visiblemente estresado por lo que estuvo a punto de pasar al Aioros poner a prueba a Milo. Yoshiko, sentada frente a un escritorio a unos metros a la derecha del trono del Patriarca, realizaba algunas anotaciones en algunos de los pergaminos, cuando se viró a ver a su estresado esposo.
-Aioros, ¿estás seguro? –le preguntaba Yoshiko, Aioros prestó atención a ella, sabiendo que era su esposa quien realizaba aquella pregunta, no la entidad que Aioros ya sospechaba que poseía a su esposa- Comprendo que el recipiente del alma de Eris sea tan solo una niña, y sé que es cruel el pensar en mandar a un asesino a acabar con ella… pero… -lloró Yoshiko, reflejando las preocupaciones que Aioros tenía como Patriarca, pero que él no podía demostrar al tener que ser una figura de autoridad-. Si la vida de una niña fuera la solución para evitar tanto mal en el mundo. Por más cruel que parezca, ¿no sería lo mejor el sacrificar a aquella niña? –las palabras de Yoshiko eran crueles, pero Aioros sabía que su esposa no creía realmente eso.
-Sacrificar a alguien, nunca es la solución –le comentó Aioros. Yoshiko también pensaba igual, pero tan solo pensar en todas las vidas que podrían perderse, le hacía dudar-. Hay líneas que jamás deberían ser cruzadas, y pienso que eso es algo que incluso Milo sabe –le explicaba Aioros, intentando tranquilizar a su esposa-. Esa niña, destinada a convertirse en un recipiente para un Dios Maligno, no eligió este destino, al igual que la pequeña en la Casa de Escorpio, que se esfuerza en ser una buena Escudera, no eligió ser el recipiente del alma de la Diosa de la Sabiduría en la Guerra –le recordó Aioros, pensando en el esfuerzo de Saori por ser de utilidad-. Pienso que, incluso si se sacrificaran las vidas que pensamos "necesarias", por conservar a las de la mayoría, lo único que estaríamos logrando es convertirnos en los tiranos a los que decimos enfrentar. Comprendo que la decisión no es sencilla, y que las consecuencias podrían ser desastrosas. Pero elijo creer, igual que Milo, en el potencial del ser humano para crear milagros, hasta sus últimas consecuencias –terminó Aioros, y aunque Yoshiko aún dudaba, estaba orgullosa del corazón de su marido, no así lo estaba el ser que vivía en su interior, quien se regocijaba, sabiendo que podría explotar aquella debilidad de Aioros.
China. Cinco Picos.
-Hablas con la verdad, Aioros… -lejos del Santuario, en Cinco Picos, una localidad del sur de China cercana al Estrecho de Quiongzhou, en la región conocida como el Estrecho de Hainan, Dohko, el llamado Viejo Maestro, sobreviviente de la Guerra Santa de 1743, meditaba mientras elevaba su cosmos, siendo capaz gracias a la extensión y tranquilidad del mismo, de manifestarlo en una forma muy similar a la que los Patriarcas lograban desde la Colina de las Estrellas, desbloqueando una especie de visión fuera de la comprensión humana, logrando ver el cosmos en toda su extensión, y escuchar mediante el mismo desde China hasta Grecia-. Los dioses son caprichosos, dejar todo a su voluntad y subordinarnos a sus designios va en contra de todo lo que Athena como nuestra diosa representa… -continuaba el Viejo Maestro en su meditación, mientras frente a él sus discípulos, 4 en total, intercambiaban golpes y técnicas de artes marciales en un entrenamiento supervisado por un quinto individuo, un hombre de facciones bastante femeninas, de cabellera rubia, y quien vestía una Armadura de Plata. Este hombre observaba al Viejo Maestro con curiosidad, mientras el anciano senil parecía balbucear para sí mismo-. Mientras exista la esperanza, las Estrellas Malignas siempre podrán ser cambiadas, fue lo que Shion vio en aquel niño de la Isla de Milo, quien hoy es una parte de la esperanza de Athena, y estoy seguro de que la misma piedad que Shion tuvo a con él, será trasmitida a estas niñas a quienes has perdonado sus vidas –finalizó Dohko, quien entonces se viró a ver al Caballero de Plata que lo observaba fijamente-. Pareces inquieto, Misty. ¿Qué podría incomodar al Caballero de Plata del Lagarto? –comentó Dohko, mientras el Caballero de Plata del Lagarto bajaba la mirada.
-¿Cómo no estar incomodado, Maestro Dohko? -comenzó el Caballero de Plata, prestando atención a los que combatían frente a él, un joven de cabellera larga y en uniforme de artes marciales chino de color lila suave, que intercambiaba golpes con otro joven de piel morena, cabellera café revuelta, y que solamente llevaba un pantalón amarillo. Se atacaban sin gracia ni elegancia, al menos en opinión del Caballero de Plata supervisándolos-. Someter a los hombres a este tipo de entrenamientos es común, solo los más fuertes deberían proteger a Athena, pero… -se viró el Caballero de Plata a ver a un par de chicas, una de cabellera castaño rojizo, con el mismo atado en dos esferas de cabello, la otra de cabellera oscura atada en una trenza, y defendiéndose de los ataques de Kung Fu de la otra chica con un palo de bambú-. Cuando se involucra a las jóvenes… no lo consiento… y por lo que he logrado escuchar de su conversación, todo parece indicar que se seguirán involucrando a chicas inocentes en las Guerras Santas… -terminó él.
-Misty, hay una razón por la cual los Caballeros Femeninos usan máscara –le recordó Dohko, prestando atención a las chicas que, de haber tenido la posibilidad, se hubiera negado a entrenar por las mismas razones que Misty sostenía en esos momentos-. Las usan para abandonar su feminidad, y ser tratadas como iguales por los Caballeros de Athena que piensan como tú. ¿No te parece eso más triste, que menospreciarlas como lo haces? –le preguntó Dohko, lo que no fue muy del agrado de Misty-. Shunrei y Xiaoling, se esfuerzan casi tanto como lo hacen Okko y Shiryu, y como harán muchas otras, por servir a Athena. Cuando llegue el momento, serán ellas quienes elijan la senda a seguir. ¿Abandonarán su feminidad convirtiéndose en Caballeros Femenino, sirviendo a Athena como iguales a cualquier otro Caballero de Athena? ¿O será acaso que preferirán atesorar su feminidad convirtiéndose en una de las 9 Saintias al servicio de Athena? Lo mejor que puedo hacer, es darles a elegir, y respetar cualquier elección que ellas tomen –le comentó Dohko tranquilamente.
-Mandarlas a una tumba es lo que hará… este no es un trabajo para unas doncellas tan delicadas –fue la respuesta de Misty, quien sentía aversión a someter a las mujeres a semejantes entrenamientos, más cuando algunas, como la joven Shunrei, parecían más morirse de miedo, que desear convertirse en Caballeros de Athena-. Si duran siquiera un minuto en batalla, será toda una proeza –se quejó él.
-Si al menos se gana un mísero minuto con los años de entrenamiento, Misty, habrá valido la pena al final –le recordó Dohko, lo que nuevamente no agradó a Misty-. Mi trabajo como su maestro, y como el maestro de Okko y de Shiryu, es que no sea solo un minuto el que se gana, sino el tiempo suficiente para salvar sus vidas. Estoy seguro, Misty, de que eso es algo que llegarás a comprender… solo espero que, para entonces, tu visión tan sesgada de la vida, se haya transformado en algo más brillante –terminó Dohko, observando a sus discípulas, en especial a Shunrei quien, pese al miedo, se aferró a su vara de bambú y se defendió.
Japón. Tokio. Dojo Tokumaru. 8 de Diciembre de 1981.
-¿Irme a Grecia? –preguntó Kyoko a su padre, dejando que el cuenco con agua que en esos momentos llevaba a la habitación de su hermana, se le resbalara de las manos, y derramara todo su contenido en el suelo de la habitación. El agua inclusive llegó a los pies descalzos de su padre, que se encontraba sentado en una silla al lado de la cama de Shoko, quien no había despertado en todo ese tiempo- ¿Porque? –preguntó Kyoko confundida.
-Kyoko, yo sabía que este momento llegaría tarde o temprano, no me lo hagas más difícil –le pidió su padre, colocando su mano en un extremo de la cama, pidiéndole a Kyoko que se sentara sobre la misma. Y así lo hizo ella-. Escucha… nunca se los he ocultado, ambas saben que no son mis hijas biológicas –le comentó el hombre, lo que Kyoko sabía, aunque a ella no le importaba eso realmente-. Ambas son hijas de una Caballero de Athena cuya responsabilidad a con el Santuario, exigía que las dejaran bajo mi custodia. Pero yo siempre supe que la custodia sobre ustedes era parcial, y temporal. La realidad es que, su custodia siempre ha pertenecido a la Familia Kido, y a la Fundación Graude –le explicó su padre.
-Siempre he sabido eso, pero… no pensé que fueran a separarnos –le comentó Kyoko, tomando de la mano de su hermana que aún permanecía inconsciente-. ¿Por qué quieren separarnos? No lo entiendo –preguntó ella temerosa.
-Yo tampoco lo entiendo muy bien, yo solo sé que Mitsumasa Kido que en paz descanse, forjó hace algunos años una alianza con un lugar llamado el Santuario de Athena, que existe en algún lugar de la zona arqueológica de Grecia –comenzó a explicarle su padre, y Kyoko atendió a todas sus palabras con preocupación-. En este Santuario, aparentemente existen personas con poderes inimaginables, capaces de desgarrar el cielo con sus puños, y abrir grietas en la tierra de un puntapié. La verdad, cuando su tío Tatsumi que trabaja para la Fundación Graude me lo dijo, lo taché de demente, pero, al poco tiempo de que ustedes llegaron, supe que algo no era normal en ustedes. Siempre sabían dónde estaba la una de la otra sin importar cuan separadas estuvieran. En una ocasión inclusive, Shoko partió el concreto de una de las paredes de su escuela tras hacer un berrinche, razón por la que tuvimos que transferirlas a otra academia –le explicó su padre.
-¿Eh? ¿Enserio? –se preocupó Kyoko- Pensé que nos habían transferido porque Shoko había mandado a un niño al hospital por quitarle su dinero del almuerzo –recordó Kyoko, y su padre suspiró y asintió, por lo que ella no tardó en comprenderlo-. Oh… ¿se encuentra bien? –preguntó Kyoko preocupada por el niño.
-Él está bien –respondió su padre-. Pero nosotros no lo estaríamos si el Santuario no cubriera todos los gastos –aclaró su padre, y Kyoko parpadeó un par de veces-. Desde las transferencias a academias privadas, sus gastos de alimentación y vestimenta, todo lo paga el Santuario. El dojo… no tiene forma de sostenerse solo. En realidad, Kyoko, todo lo que son, todo lo que poseen, es gracias al Santuario. Y con la misma facilidad que ellos otorgan, pueden quitar. Ellos, me han ordenado que seda tu custodia, me comentaron que enviarían a alguien por ti. Pensé que tendría más tiempo, pero todo parece indicar, que no enviaron a cualquiera por ti, enviaron a un Caballero Dorado –le explicó su padre.
-¿Debo irme con el excéntrico de la Armadura Dorada? –preguntó Kyoko, y su padre asintió- ¿Cuándo? –preguntó ella preocupada, cuando escuchó los pasos metálicos dirigirse en dirección a la habitación.
-El excéntrico de la Armadura Dorada tiene su nombre, Milo de Escorpio –agregó Milo, llegando a la habitación-. Y sobre el cuándo, nos vamos inmediatamente. Ya te brindé del tiempo correspondiente para que te despidieras –aclaró Milo.
-¿Mi custodia ahora le pertenece? Pero si no parece tener más de 15 años. ¿Es suficiente para ser responsable de mí? –preguntó, Milo no dijo nada, tan solo comenzó a retirarse. Kyoko viró para ver a su padre una vez más y, por último, miró a su hermana Shoko- ¿Debo hacerlo? –preguntó temerosa, y con sus ojos cubiertos de lágrimas.
-¿No dijiste que te volverías fuerte para proteger a tu hermana? –escuchó Kyoko, notando que Milo aún no se había ido, y que tan solo se mantenía recargado del otro lado de la pared- Si no vienes conmigo, no podrás conseguir esa fuerza. Ahora andando, ya perdí mucho tiempo –prosiguió él, y comenzó a bajar al piso inferior.
-Shoko… -se preocupó Kyoko, sosteniendo de la mano de su hermana, quien no parecía próxima a despertar-. Si me voy con él… voy a tener la fuerza de protegerte… lo lamento mucho, de verdad… me hubiera gustado… jugar más contigo… -lloró Kyoko, y entonces se viró en dirección a su padre, y lo abrazó con fuerza-. Cuida de Shoko, ¿quieres? –pidió Kyoko, y su padre le regresó el abrazo, no queriéndola dejar ir. Más un tremendo golpe en la pared que estremeció todo el segundo piso, obligó a su padre a desprenderse de ella.
-¿Acaso no tienes corazón? –se fastidió el papá de Kyoko, saliendo de la habitación para mirar a Milo furioso, quien le dirigió una mirada restrictiva y molesta, misma que puso nervioso al padre de Kyoko. Milo continuó con la mirada hasta ver a Kyoko salir, y entonces mantuvo su mirada en su dirección, hasta que Kyoko lo comprendió.
-Mi padre pregunta, que si no tiene corazón –comentó Kyoko, y Milo suspiró, intranquilo- No es que yo crea lo mismo… tan solo… estoy triste… -aceptó ella, y su padre la miró con curiosidad sin saber lo que ocurría.
-Si no tuviera corazón… ni tú ni tu hermana seguirían con vida. Habría cumplido con mi misión, acabando con la Diosa Eris, y estaría de regreso en el Santuario junto a mi Escudera –le comentó Milo, lo que el padre de Kyoko no podía entender-. Es porque tengo corazón el que estamos en esta situación, ahora termina de despedirte, tengo responsabilidades a las cuales atender –terminó Milo, comenzó a bajar las escaleras, y Kyoko, sobresaltada, asintió.
-Ya voy, por favor espere –miró Kyoko a su padre, intentando traducir, pero en lugar de aquello, tan solo le tomó la mano una última vez, y corrió detrás de Milo, llegando ante la puerta principal antes para ponerse los zapatos, pero a momento que Milo abría la puerta para salir, Kyoko inmediatamente se quitó los zapatos, y regresó a la casa-. Mi pasaporte… -comentó ella, y Milo la observó correr por toda la casa-. Y mi credencial de identidad, ¿debo llevar mi boleta de calificaciones? Oh, y mi acta de nacimiento. ¿Tengo que llevar mis papeles de adopción también? Lo que me recuerda, ¿no debería empacar? –preguntó curiosa.
-¡No necesitas ninguna de esas cosas! ¡Solo vámonos! –por fin el temple de Milo estalló, por lo que Kyoko, nerviosamente, metió todos los papeles que pudo encontrar en una bolsa, mientras su padre bajaba con una mochila con algunas cosas- Los ajenos al Santuario son una molestia… -se quejó Milo, y Kyoko por fin estuvo lista-. ¿Ya es todo? –se fastidió Milo, Kyoko estuvo a punto de salir, pero entonces lo pensó- ¿Ahora qué? –volvió a molestarse Milo.
-Ya es mañana… osea hoy… lo que significa que hoy es el cumpleaños de Shoko… -comentó Kyoko, y Milo la miró un poco entristecido, por varias razones en realidad, no solo por sacar a una pequeña de su núcleo familiar, sino por los recuerdos de lo que significaban los cumpleaños para Milo-. ¿Puedo dejarle al menos, una carta de despedida? –preguntó, Milo entonces suspiró con molestia, pero asintió- Gracias, le prometo que no me tardo –dejó su mochila Kyoko en el suelo, y fue corriendo a la cocina a buscar papel y lápiz, mientras Milo esperaba en la entrada-. "Te prometo que regresaré, así que mantente alegre Shoko, y vuélvete fuerte" –terminó Shoko, y tras aquel corto mensaje que dejó junto a la cajita de regalo con el dije del Pegaso, Kyoko por fin se puso su mochila-. Estoy lista –comentó, Milo asintió, y ambos salieron del Dojo Tokumaru, el Caballero Dorado inexpresivo, mientras Kyoko miraba al dojo con un sinfín de dudas en su corazón-. Entonces… -comenzó Kyoko, pero Milo no se dignó a dirigirle la mirada del todo- ¿A dónde vamos? –preguntó ella con curiosidad.
-No puedo entender lo que dicen los japoneses, pero tenía la esperanza que tu padre te hubiera explicado bien las cosas. Nos dirigimos al Santuario de Athena en Grecia. ¿No es esa la razón de que desesperadamente buscaras tu pasaporte? –pregunto Milo de forma cortante, y Kyoko se sintió ligeramente intimidada, pero asintió.
-Aun así… ¿no puede ser más específico? El Aeropuerto, está en la otra dirección –comentó Kyoko, y Milo se detuvo, observando los señalamientos, analizándolos, pero tomándose más del tiempo que normalmente se requería-. No quiero ser irrespetuosa, pero… ¿no sabe leer? –preguntó, y Milo suspiró, como si tras hacerlo dejara salir una tremenda cantidad de estrés que simplemente se negaba a reflejar.
-Aunque te cueste entenderlo, no estoy hablando japonés –le comentó Milo, y Kyoko parpadeó un par de veces en incredulidad-. Como manipulador del cosmos que soy, puedo comunicarme con otros manipuladores del cosmos usando un lenguaje que solo nosotros podemos entender, el lenguaje del cosmos mismo. De mis labios podrán salir palabras en griego, y de los tuyos las palabras saldrán en japonés, pero, aunque la limitante del habla humana no sea la misma, podemos entendernos gracias al cosmos. Es por esto que no importa el idioma en que me dirija a ti, tu mente traducirá lo que digo al lenguaje del cosmos, el lenguaje del universo mismo –terminó con su explicación Milo.
-En verdad que no intento ser inoportuna, ni faltarle al respeto, pero… ¿qué es el cosmos? –preguntó Kyoko nerviosa, y Milo miró al cielo aun levemente oscuro. Estaba cerca de amanecer, aunque por alguna razón, Kyoko no se sentía cansada del todo.
-El cosmos es una fuerza que reside en todo lo que existe. Todo desde las rocas hasta los seres vivos poseemos uno, fue un regalo de la Titánide Metis el brindar al universo este don –le explicó Milo al recordar a la Titánide a la que enfrentó hace dos años, y el inmenso respeto por ella que desencadenó aquel enfrentamiento-. Entre el cosmos mismo hay variaciones, los objetos inertes poseen energía de cosmos, pero no pueden manipularlo. Incluso el cosmos varía de identidad entre persona a persona. Existe, pero si no se manipula, es como si no existiera. Por eso no puedo comunicarme con cualquiera, solo con quienes posean un dominio del cosmos suficiente para poder hacerlo –terminó Milo.
-¿Eso significa que yo también puedo hacer las cosas que usted hace? –preguntó Kyoko, y Milo asintió- Lo de hablar con otros sin compartir un idioma, lo de saltar hasta la Torre de Tokio de un solo intento, lanzar esa energía escarlata de su uña, y el cómo hizo temblar mi casa de un golpe a la pared –y Milo volvió a asentir-. Pero no puede leer japonés… -dedujo ella, y Milo volvió a soltar aire con molestia-. Eso que hace me está poniendo nerviosa –declaró ella.
-Admito no ser una persona muy paciente… -admitió Milo-. Pero al menos a las niñas he aprendido a tenerles un poco de consideración –y ante aquel comentario, Kyoko se mostró curiosa-. Ya hemos perdido mucho tiempo, necesito que me guíes al Aeropuerto más cercano –pidió Milo.
-Lo guío con gusto, en especial porque me lo ha pedido amablemente, pero… -comenzó la niña, y Milo se cruzó de brazos, sabiendo que iba a preguntar alguna otra incoherencia, o al menos a él le parecían incoherencias-. ¿Cómo llegó a Japón desde Grecia si no sabe leer japonés? –preguntó ella curiosa.
-Saltando… -se fastidió Milo, comenzando a caminar en la dirección de la cual había estado viniendo no hace mucho. Después de todo, Kyoko le había comentado que era la dirección correcta-. Como Caballero Dorado, solo necesito escoger una dirección geográficamente correcta, y dar un salto de cosmos. Toma una fracción de segundo cruzar un país pequeño, y puedo llegar a donde sea mientras tenga una idea aproximada de a dónde estoy saltando. Y claro, siempre hay un riesgo de caer en el océano, lo que implica un mayor esfuerzo de salto para salir a la superficie tras llegar al fondo –le explicó Milo.
-¿¡Lo de saltando era enserio!? –preguntó Kyoko, y Milo asintió- Espere, ¿por qué no salta de regreso a Grecia? ¿No sería más sencillo? No puedo creer que acabo de decir eso –se preocupó Kyoko, más que nada porque no le creía a Milo del todo.
-Oh, no tengo problemas en saltar de regreso a Grecia por mi cuenta, pero el Patriarca Aioros me pidió llevarte conmigo. Si realizo un salto con alguien que no manipula el cosmos, las probabilidades de quedarte sin aire, pulverizarte bajo la caída, ahogarte si caemos en el océano, o simplemente que te de un paro cardiaco por el susto… bueno… no recomiendo intentarlo de momento –le explicó Milo, incluso con cierta malicia, misma que no pasó desapercibida por Kyoko, quien se paralizó a medio camino, y sus ojos comenzaron a humedecerse por el miedo-. Ahora, que si quieres intentarlo –ofreció su mano Milo.
-El aeropuerto… está por aquí… -se estremeció Kyoko, señalando una señalética con la imagen de un avión, aquello facilitó las cosas para Milo, quien asintió sin decir palabra alguna, y siguió el resto de señalamientos en dirección al aeropuerto-. Shoko… te quiero mucho, espero que aprecies el esfuerzo que estoy poniendo por protegerte… -aspiró con fuerza Kyoko, y siguió a Milo que se le había adelantado.
Antigua Etiopia, Isla de Andrómeda.
-100 brazos, 50 cabezas, los Hecatónquiros han abandonado sus puestos de vigía en el Tártaros -Albiore, un Caballero de Plata de cabellera rubia y piel ligeramente morena, y cuya armadura protectora era la de Cefeo, enunció ante sus discípulos en la Isla de Andrómeda a las afueras de los campos de entrenamiento, mismos que ya estaban en ruinas al ser atacados por un Hecatónquiro. Los Hecatónquiros eran seres descomunales de varios metros de altura, bestias mitológicas abominables de 100 brazos y 50 cabezas que en la antigüedad fueron forzados por Zeus a servir de protectores de las puertas del Tártaros, pero que hoy, así como muchas otras bestias mitológicas que aparecían alrededor del mundo cazando a los Caballeros de Athena, había abandonado su guardia-. ¿Cuántos más quedan con vida? –preguntó Albiore mortificado, y malherido, mientras detrás de él, un pequeño de cabellera esmeralda en su traje de entrenamiento, se aferraba a sus cadenas con miedo, pero defendiendo a otra niña de cabellera rubia, que lloraba asustada y de rodillas frente a las caídas tiendas en que hasta no hace mucho habían estado durmiendo- ¡June! ¡Te he preguntado sobre cuantos quedamos! –agregó el Caballero de Plata, mirando a la bestia que se acercaba con ira primigenia.
-Maestro, June está en shock… -le explicaba el joven de cabellera esmeralda, de cuerpo tembloroso, y con el corazón maltrecho-. Esa cosa… los aplastó… a Reda y a Spica… sé que no eran mis amigos, pero maestro, yo no quería que… -continuaba el joven, mordiéndose los labios, evitando las lágrimas, pero armándose de valor para proteger a la pequeña detrás de él.
-Lo sé Shun, nadie lo quería, pero esa cosa salió de la nada desde el centro mismo de la Tierra… no había nada que nadie pudiera hacer… -le comentó el Caballero de Plata, quien entonces comenzó a incinerar su cosmos, rodeando a Shun y a June con el mismo, y extendiéndolo alrededor del campamento, buscando, y despertando el interés del Hecatónquiro, cuyas 50 cabezas se viraron al unísono en su dirección, malicia evidente en sus miradas, y abriendo las fauces hambrientos.
-El cosmos de Athena –exclamaron las 50 cabezas, llenando el corazón de Shun de miedo, y por fin derrotando a la mente en pánico de June, quien se desmayó detrás de ellos-. Los encontramos… -comenzó a correr la bestia, dirigiéndose específicamente a Albiore.
-Somos los únicos que quedan con vida… -exclamó Albiore tras haber rodeado los restos del campamento con su cosmos-. ¡Malnacido! ¡Había niños en este campamento! ¡En el nombre de Athena, yo, Albiore de Cefeo, terminaré con tu vida! ¡Shun! ¡Toma a June y refúgiate! –le enunció Albiore, preparando su cosmos, el cual creció en una mezcla de azul y escarlata, azul de su cosmos de Caballero de Plata, y escarlata como el fuego ardiente del ataque que en esos momentos liberaba- ¡Martillo Demoledor de Cefeo! –saltó el Caballero de Plata, materializando un inmenso martillo antiguo con su cosmos, y azotándolo contra las 50 cabezas del Hecatónquiro, obligándolo a retroceder mientras con sus dos protuberancias inmensas, que estaban formadas de 50 brazos inmensamente largos cada una, la bestia se tomaba de sus adoloridas cabezas- ¡Shun! ¡Ya! ¡Esto es una batalla de Caballeros de Athena! ¡La duda y la distracción significan la muerte! ¡Vete ya! –ordenó Albiore, y en su distracción por su propia preocupación por sus discípulos, falló en ver al Hecatónquiro atacarle, y terminó enterrado bajo un puñetazo de 50 brazos cerrados en puños.
-¡Maestro! –gritó Shun aterrado, estiró sus cadenas y lanzó las mismas alrededor de los 50 brazos que aún mantenían a su maestro enterrado en el suelo, tiró con todas sus fuerzas, pero los brazos no cedían, y en su lugar se abrieron, apresando a Albiore, rasguñándolo, golpeándolo, la combinación de 50 brazos en una sola protuberancia se dedicaba a torturar de diversas formas a Albiore para intentar que su muerte fuera la más dolorosa posible- ¡Maestro! ¡Suéltalo por favor! ¡No quiero lastimarte! –lloraba Shun, un viento furioso se arremolinaba a su alrededor, y el Hecatónquiro, hambriento de cosmos, por fin le prestó atención.
-Pequeño aspirante a Caballero de Bronce, ¿sentirías piedad contra tu propio enemigo? –escuchó Shun, se dio la vuelta, y encontró a una Caballero de Plata, enmascarada tras haber abandonado su vida como mujer para entregarla a Athena, y de larga cabellera castaño grisácea- Tu duda será la muerte de tu maestro. En ti puedo sentir un veneno muy intenso y corrosivo, el veneno llamado temor. El miedo es la fuente de todos los grandes males, pequeño polluelo que no has salido de tu cascarón, y tu miedo terminará por arrebatártelo todo, a tu maestro… y a la pequeña a la que por miedo fracasarás en proteger –le apuntó la Caballero de Plata, que en ningún momento intentó ayudar a Shun o a Albiore, dejando que los 50 brazos del Hecatónquiros se abrieran, y fueran lanzados en dirección a Shun y June, brazos que fueron entonces atrapados por unas cadenas creadas por un cosmos azul, conectadas al ensangrentado cuerpo del Caballero de Plata de Cefeo, que se había levantado-. El veneno de algunos, sin embargo, parece que puede utilizarse como un arma de protección. Muy bien hecho, Albiore de Cefeo, él quien se dice tiene el poder de un Caballero Dorado, pero negó la condecoración –agregó la mujer con frialdad.
-Con todo respeto… Caballero Mayura de Pavorreal… ¿cómo podría pertenecer a una orden tan frívola que intenta bajo la tortura mental forzar a un niño de 8 años a asesinar a una Bestia del Tártaros! ¡Prisión de Cefeo! –atacó Albiore con cientos de cadenas azules, que rodearon a todos y cada uno de los 100 brazos, y las 50 cabezas, comenzando a asfixiar al Hecatónquiro ante los ojos atónitos de Shun, quien sabía que cada cadena estaba creada por el cosmos mismo de su maestro- Prefiero… si no le molesta… ser un maestro a mi propia usanza… creando héroes de ideales de justicia, hermandad y compañerismo… no poderosas máquinas de matar. Shun… cierra los ojos… -pidió Albiore, Shun así lo hizo y abrazó a June intentando protegerla, y Albiore tiró de sus cadenas, rompiendo los 50 cuellos de las 50 cabezas del Hecatónquiros de un solo movimiento, antes de darse la vuelta, tirar con fuerza usando toda la extensión de su cosmos, y forzar a la inmensa mole titánica a caer de espaldas, estando demasiado débil para escapar de debajo del gigante que pronto lo aplastaría.
-¡Kah! –resonó el poderoso grito, y alrededor de Albiore se levantó una barrera de cosmos dorada, misma que despedazó al Hecatónquiros, salvando la vida de Albiore, quien descubrió que su salvador no había sido otro que un Caballero Dorado- No consiento el auto sacrificio, Caballero de Plata de Cefeo… -exclamó Shaka, el Caballero Dorado de Virgo, tras haber salvado la vida del Caballero de Plata que lo miraba con recelo-. Solo se tiene una vida, ¿por qué desperdiciarla de la forma en que pensabas hacerlo? Antes de que respondas, te informo que no espero que tomes a mal mis palabras. Tan solo es la primera vez que me encuentro fuera de los templos de meditación, o del Santuario… y desde que salí de esos confines, he encontrado extrañeza en el poco valor que los Caballeros de Athena dan a sus propias vidas… pensé que era algo exclusivo de un par de Caballeros Dorados, pero ahora, uno de Plata parece que valora muy poco su vida –se viró Shaka, con sus ojos cerrados, pero Albiore de todas formas se sentía extrañamente observado.
-No esperaría menos de un Caballero Dorado… entrenado para no ser más que los asesinos de Athena –se levantó Albiore, mirando fijamente a Shaka-. Y antes de que responda pensándome un traidor, no lo he dicho como forma de irreverencia. No es secreto para ningún Caballero de Plata los horrores a los que fueron sometidos los Caballeros Dorados para obtener la fuerza del cosmos que poseen. Incluso se dice que entre los Caballeros de Plata y los Caballeros Dorados, la diferencia de poder es abismal… y, aun así, a mí que fui criado de forma humilde, se me ofreció la Armadura Dorada de Tauro cuando sintieron el mí un cosmos que rivalizaba al suyo… -le apuntó Albiore, esperando una reacción de parte de Shaka, sin recibir la misma-. Siento un inmenso respeto por el sacrificio que han sufrido para alcanzar el nivel de cosmos que han alcanzado, no así por su corazón. Si encuentra irreverencia en mis palabras, me encomendaré al castigo que considere pertinente, tan solo deseaba que un Caballero Dorado me escuchara. No todo es sacrificio, tortura, y desprendimiento. Un Caballero de Athena puede serlo por los principios correctos… sin necesidades de lo que sea que los convirtió en lo que son –reverenció Albiore.
-Lo que dices, va en contra de todo en lo que yo creo –le comentó Shaka, y Albiore, comprendiéndolo, se arrodilló frente a de Virgo esperando ser castigado-. Por ello es que existen los Caballeros de Plata y de Bronce, Cefeo… para demostrar la bondad en el corazón de Athena –le mencionó Shaka, lo que sorprendió a Albiore-. Los Caballeros Dorados, no podemos flaquear en esto, por ello es que persigo el Nirvana, para escapar a todo sentimentalismo, y lograr convertirme en el más poderoso, no por ambición, ni por un deseo de superioridad de ningún tipo… sino porque ese es mi rol en el cosmos, y como Caballero de Virgo… no espero que lo entiendas, igual que yo no puedo entender tu sentimentalismo –declaró Shaka, y a Albiore no le quedó más que aceptar aquellas palabras-. Habiendo dicho esto, falta bastante para poder alcanzar el Nirvana, y mientras no lo haga, al menos puedo ofrecerte humildemente una disculpa… ya que en un momento de arrogancia, valoré el exterminio de las Bestias del Tártaros por sobre la vida de tus discípulos… tal vez si no hubiera sido tan arrogante, hubiera llegado a tiempo… espero que entiendas que este es el único momento de debilidad que he de tolerar, ahora me retiro, dejo el resto en tus manos, Mayura –pidió Shaka, Albiore se incorporó, y lo observó con sentimientos encontrados, no sabiendo a lo que se refería, pero teniendo el presentimiento de que Shaka pudo haber evitado esta tragedia.
-El maestro enfrentó él mismo a una horda de Hecatónquiros salidos del mar por la región este de la Isla de Andrómeda –le explicó Mayura, lo que sorprendió a Albiore-. Serían al menos unos 12, uno de los cuales se le escapó, ese al que enfrentaste. El Maestro Shaka lo dejó pasar, pensando en "su arrogancia", que podría alcanzarlo a tiempo una vez que se deshiciera del resto. Cuando se dio cuenta de que los Hecatónquiros probablemente eran más fuertes de los que mi maestro había anticipado, me envió a detener al último. El resto ya lo sabes. El maestro Shaka lo llama arrogancia, ya que pudo haberse replegado y detenido a ese Hecatónquiro que se le escapó… yo lo llamo confianza en los Caballeros de Plata. La arrogancia de mi maestro, fue confiar que tú podrías evitar esta tragedia –le apuntó Mayura con desprecio, lo que no fue del agrado de Albiore.
-¿Estás insinuando que es mi culpa el que mis discípulos hayan sido asesinados? –se molestó Albiore, preparando su cosmos, cuando al oeste, en la dirección en que Shaka se había retirado, una explosión dorada iluminó a la Isla de Andrómeda como si de un amanecer se tratase, misma explosión dorada que hizo temblar toda la Isla de Andrómeda, y amenazó con reactivar al volcán durmiente que comenzó a expeler algo de humo-. ¿Qué ha sido eso? –se preocupó él.
-El verdadero poder del Maestro Shaka. Gracias a tu error, se ha visto forzado a abrir los ojos, y destruir a los Hecatónquiros restantes por sí mismo –volvió a arremeter Mayura, lo que en turno volvió a enfurecer a Albiore-. El Maestro Shaka se ha dado cuenta de que, aún si supuestamente tienes el "cosmos de un Caballero Dorado", este solo te sirve en el combate individual. No tengo dudas de que podrías mantener a un Caballero Dorado ocupado por un periodo prolongado de tiempo, pero ni eres un Caballero Dorado, ni tienes idea del verdadero poder que ellos poseen. Ahora esta isla sufrirá esas consecuencias –apuntó Mayura, y el volcán durmiente, comenzó a encender su interior-. Pero, no he venido únicamente a demostrar lo mucho que te hace falta para salir de tu cascarón, Cefeo, sino a entregar un mensaje del Santuario –le mostró un pergamino Mayura, mismo que Albiore tomó con molestia, y comenzó a leer.
-¿Se cerrarán todos los sitios de entrenamiento? –se quejó Albiore, mientras Mayura comenzaba a retirarse- ¿Reunir a los 88 en el Santuario de Athena? ¿Qué significa esto? Pareciera que nos están preparando para una guerra. ¿Entregar inmediatamente sus Armaduras de Bronce a sus discípulos? ¡No están listos! –apuntó Albiore a Shun y a June.
-Son las ordenes de Aioros, quien te recuerdo es el Patriarca del Santuario -fue la respuesta cortante y directo al punto de Mayura-. Obedecerás, Cefeo. Te informo que tengo instrucciones de llevar a los portadores, o a las armaduras si estos se resisten –amenazó ella.
-Se perderán más vidas si se promueven a más Caballeros de Bronce sin que estos estén listos -habló Albiore con molestia-. No apruebo estas órdenes, Caballero del Pavorreal, pero las acataré y cumpliré sin retraso. Shun de Andrómeda, June de Camaleón, y Albiore de Cefeo, se reportarán al Santuario en breve -y tras una muy molesta reverencia, Albiore levantó a la inconsciente de June en brazos, y se viró con ella y con Shun-. Que las almas de todos los caídos, de los de hoy, y los de esta absurda guerra, caigan en los hombros del Patriarca Aioros y en los hombros de sus Caballeros Dorados –insultó Albiore.
-Ya lo hacen, Albiore… -le comentó Mayura, con una seguridad inmensa-. Siempre lo han hecho. Es por eso que no podrías ser un Caballero Dorado, ya que tu veneno, consiste en no hacer lo que sea necesario. El auto sacrificio, es la última opción, polluelo que piensas que sabes más que los Caballeros Dorados –terminó ella, mientras miraba a las estrellas desde detrás de su máscara, momentos antes de extraer de su armadura una tela, misma que utilizó para cubrirse los ojos.
Japón. Tokio. Futo Park de Minatogaoka.
-Su mano –pidió Kyoko, pidiendo la mano de Milo, quien volvía a suspirar soltando aire en señal de molestia, pero le tomaba de la mano a Kyoko, como había hecho en cada intersección que se habían encontrado desde que comenzaron el recorrido en dirección al Aeropuerto Internacional de Haneda. La cultura japonesa había resultado ser una terrible molestia para Milo, quien descubrió que cada calle que debían cruzar requería que un adulto responsable tomara de la mano de un niño que intentaba cruzar la calle. Y pese a que, por las tempranas horas no había tantos automóviles en las calles, Kyoko había sido educada para esperar al cambio de semáforos antes de intentar cruzar-. Ya podemos cruzar –apuntó Kyoko.
-Puedo verlo… -comentó Milo, y cruzó con Kyoko la calle, y tras llegar al otro lado, rudamente le arrebataría su mano, lo que, como pasaba en todas las intersecciones, entristecía a Kyoko-. Estoy por arriesgarme a un salto pequeño, solo apunta en la dirección del Aeropuerto y trataré de aterrizar en este –comentó Milo, su ceja ya le temblaba en señal de molestia-. No me considero competente en geografía nipona, pero, ¿no estamos dando demasiadas vueltas incensarías? ¿A qué juegas? –reprendió Milo.
-Bueno, usted no sabe japonés, y no creo que pueda explicarles a los policías el por qué viste todo de oro –apuntó Kyoko a un grupo de hombres de negocio, que miraban a Milo extrañados de que caminara por la ciudad vistiendo un atuendo tan extravagante, Kyoko incluso se tapó sus oídos tras escuchar unas cuantas malas palabras-. Llama mucho la atención. ¿No puede quitarse eso? –preguntó Kyoko.
-No tendría que soportar estas tonterías si Aioros no me hubiera pedido llevarte al Santuario… -agregó Milo molesto, elevó su cosmos, y su armadura se desprendió por sí sola, armándose en sus partes, y materializando una caja dorada, misma en la cual su armadura entró. Kyoko se mostró impresionada, pero no tanto como los ejecutivos que, temerosos de lo que acababan de presenciar, gritaron llamando a la policía, mientras Milo se colocaba la Caja de Pandora con la Armadura de Escorpio sobre su espalda, y miraba a Kyoko, quien lo miraba de arriba a abajo-. ¿Ahora qué? –preguntó.
-¿Así visten en Grecia? Con todo respeto, parece un pordiosero –declaró la niña, apuntando a la túnica de Milo, quien la ignoró y siguió caminando-. ¿Le estoy siendo una molestia? –preguntó Kyoko apenada, y Milo nuevamente suspiró- Eso básicamente significa que sí –bajó la cabeza ella, y Milo, notando lo deprimida que estaba Kyoko, desvió la mirada en su dirección.
-Tu mano –habló Milo entonces, ganándose la atención de Kyoko, quien por su depresión no se había percatado de que habían llegado a una nueva intersección, sorprendiéndose además de que esta vez fuera Milo quien le pedía su mano-. No es tu culpa el haber nacido bajo una estrella desafortunada. Desquitarme contigo no es justo, en especial si considero el sacrificio que estás haciendo por tu hermana –Kyoko sonrió, y le tomó la mano a Milo con alegría, sintiéndose un poco más tranquila por la soltura que reflejaba, y esperanzada en que, pese a la extraña manera en que se habían conocido, encontrarían la forma de convivir pacíficamente.
La Polinesia. Isla de la Reina Muerte.
Caía la noche en la Isla de la Reina Muerte, uno de los lugares más peligrosos del planeta, ubicada en el Archipiélago del Fénix, y con la eterna amenaza del volcán de la isla amenazando con su erupción. Usando el velo de la noche como protección, dos jóvenes, uno de 11 años, de cabellera azul, y vistiendo únicamente un pantalón de entrenamiento, estando incluso descalzo, y otro joven mayor al primero, de 14 años y en un uniforme de entrenamiento de color negro, se dirigían al único lugar de la isla que en esos momentos presumía luz, un campamento en el cual un grupo de esclavistas, golpeaban a mujeres y niños que habían secuestrado en alguna parte del archipiélago, y entre los cuales se encontraba una pequeña niña de 8 años, atada de manos y piernas a grilletes que en esos momentos los esclavistas jalaban para obligarla a salir de su jaula, y a una especie de templete de madera donde aparentemente la pondrían a subasta. La sola visión de aquello, enfurecía al de cabellera azul.
-No hagas nada estúpido, Ikki –lo reprendía el mayor, quien observaba a los alrededores, a las esclavas, a los niños, y pensaba sobre el mejor curso de acción-. No puedo creer que me hayas involucrado en esto, es solo una niña –se quejaba el hombre.
-Es Esmeralda, y es tu amiga también, Jango, por no decir la hija adoptiva de nuestro maestro –le recriminaba Ikki, quien estaba más que furioso, mientras veía a algunos esclavistas seleccionar a algunas de las esclavas, y forzarlas a seguirlos a unas tiendas donde Ikki sabía que nada bueno podía estar pasando-. ¿Cómo es que el maestro permite esto? –se quejó Ikki, sus manos apretándose con fuerza hasta el punto de casi sangrar.
-Entre los esclavistas hay Muvianos, los únicos capaces de reparar las Armaduras Negras –le recordó Jango-. Sin ellos, los Caballeros Negros no podrán construir más Armaduras Negras. Obviamente el Maestro Jorge no puede levantarse contra ellos, los necesitamos –insistió Jango.
-No tendríamos por qué necesitar a semejantes bestias –se molestó Ikki, y entre él y Jango estuvo a punto de iniciar una discusión, cuando Jango se levantó de improviso, y golpeó el rostro de uno de los esclavistas que los había descubierto, a este esclavista se les unieron otros, y al cabo de unos minutos, todo el campamento sabía de la presencia de los invasores, quienes golpeaban, pateaban, y lanzaban puñetazos de cosmos rodeados de llamas embravecidas, que quemaban a los esclavistas, la mayoría de los cuales no manipulaba el cosmos.
-¡Ikki! ¡Jango! –gritaba Esmeralda desde su poste, lo que llamó la atención de uno de los esclavistas que no se había parado a auxiliar al resto, uno que poseía un par de lunares sobre sus cejas, de cabellera larga y blanca, bastante revuelta, y quien se puso de pie para posarse frente a Esmeralda, a quien comenzó a estrujarle el cuello, ganando la atención de tanto Ikki como Jango.
-¡Esmeralda! –gritó Ikki en su ira, se quitó a varios de los esclavistas de encima, corrió hasta donde el hombre que estrujaba el cuello de Esmeralda se encontraba, pero se detuvo cuando de los labios de la niña comenzó a caer sangre- ¡Detente! –gritó Ikki con miedo, y detuvo su puño.
-¿Te atreves a pedirle a Guilty, el líder de los Esclavistas de Nero, el que haga algo? –preguntó el hombre, burlesco, y riendo a carcajadas igual que hicieron los esclavistas que ya habían conseguido apresar a Jango- Yo soy el que da las ordenes aquí, pequeño imbécil –cacheteó con fuerza Guilty a la niña, quien lloró y sangró en su labio-. ¿Sabes? Tal vez si no hubieras detenido tu puño por miedo, habrías conseguido lastimarme. Pero los japoneses son todo menos agresivos. ¿No lo crees así, Jorge de Fornax? –preguntó Guilty sonriente, y ante la mención del nombre, tanto Ikki como Jango se sorprendieron, mientras de la fogata en medio del mercado de esclavos, y tras un estallido de cosmos llameante, se alzaba un hombre de tez morena, de cabellera larga y blanca, con el tatuaje de un fénix en su frente, y revestido en una Armadura de Plata Anaranjada- ¿Qué hacen tus discípulos aquí, Jorge? –preguntó el hombre.
-Tú dímelo, Guilty –respondió el hombre que salía de la fogata, burlándose del supuesto nombre del líder de los Esclavistas de Nero-. Decidiste seguir robando mujeres y niños alrededor de las islas del Archipiélago del Fénix, lo que no solo te prohibí, sino que además hozaste robarme a mí –le apuntó el Caballero de Plata del Horno, maestro de Ikki y de Jango.
-Hasta donde recuerdo, Jorge, Esmeralda era mi esclava. La compré legítimamente –se burló el hombre, lo que incineró aún más la ira de Ikki, quien forcejeaba contra los esclavistas que ya lo habían capturado. Jorge, el Caballero de Plata de Fornax, miró de reojo a Ikki, antes de volver a posar su atención en Guilty-. Pero eso no importa ya, Esmeralda hoy se convertirá en el sacrificio de Rangda, quien ha llegado a este mundo por la gracia de los Titanes –exclamaba el líder de los Esclavistas de Nero, elevando un cosmos siniestro que comenzaba a apresar el cuerpo de Esmeralda y a apretarlo, lo que enfurecía a Ikki más y más hasta el punto de librarse de uno de sus captores, y encajar sus pulgares en sus ojos, cegándolo, y permitiéndole acercarse a Guilty para intentar ayudar a Esmeralda-. Eso ha roto el pacto de no agresión entre los Esclavistas de Nero y el Santuario de Athena –celebró Guilty la caída de su compañero esclavista, antes de lanzar su cosmos oscuro en contra de Ikki, quemándole el cuerpo con aquellas flamas siniestras.
-¡Vórtice Incandescente de Fornax! –respondió Jorge lanzando llamaradas de su mano a palma extendida, y que liberó un torrente de fuego que canceló el ataque de Guilty sobre Ikki, y rodeó al líder de los Esclavistas de Nero, quien sonrió divertido- Mi discípulo, aunque de cabeza caliente, tiene razón en algo, Guilty… no hay razón por la cual deba mantenerse la alianza entre los de Nero y el Santuario, sin importar que seas uno de los últimos Muvianos, ya encontraremos la forma de restaurar las Armaduras de los Caballeros Negros… de cualquier forma, la Armadura de Athena es muy superior. ¡Desaparece! –ordenó Jorge, su cosmos arremolinándose frente a Guilty, pero extinguiéndose cuando un cosmos oscuro rodeó al líder de los esclavistas, a Esmeralda, y a todo el campamento- ¿Qué clase de presión es esta? –preguntó Jorge, las flamas de las antorchas y del campamento todas se extinguieron, y frente a Jorge, y detrás de Esmeralda, se alzó una máscara de un demonio, con un cuerpo femenino creado por las cenizas de las hogueras y las antorchas, como un espíritu de cuerpo gris de 4 brazos, rostro enmascarado, y de cabellera de plata- ¿Esa es…? –se impresionó Jorge.
-Rangda, la reina de los demonios del mal y devoradora de niños, y Esmeralda será su primer alimento desde su resurrección gracias a los Titanes –presentó Guilty, la criatura se alzó furiosa, con humo saliendo de la boca de su máscara, y extendió sus 4 brazos en dirección a Esmeralda, tomándola de cada extremidad, rompiendo sus ataduras en el proceso.
-¡No! ¡Suéltala! –gritaba Ikki furioso, se abalanzó contra la criatura, pero Jorge lo detuvo- ¡Suéltame! ¡Tengo que salvar a Esmeralda! –suplicó Ikki con ira en su mirada, e intentando que su maestro le soltara la muñeca.
-¡La ira es una fuerza poderosa, Ikki! ¡Pero solo si sabes encausarla correctamente! –lo forzó Jorge a verlo a los ojos, que brillaban con la fuerza de su cosmos- Rangda es una fuerza del mal que ni tú ni yo podemos enfrentar, pero para nuestra fortuna, no debemos enfrentarla, solo tomar esto de aprendizaje sobre lo mucho que nos falta por crecer –le explicó Jorge, lo que Ikki no comprendía, o al menos no lo hacía, hasta que sus alrededores, se transformaron en el espacio mismo-. Ahora observa, discípulo imbécil, a la extensión de cosmos que debes aspirar a igualar y sobrepasar –le mostró él.
-¡Explosión de Galaxias! –resonó la poderosa voz, un destello dorado se dejó ver, y Rangda, la reina de los demonios, fue pulverizada bajo la poderosa lluvia de planetoides, antes de que un inmenso planeta se impactara contra ella, estallara, y cegara momentáneamente a Ikki, mientras Saga de Géminis, se posaba orgulloso sobre la máscara de Rangda, misma que pisó hasta partirla con su bota, mientras mantenía a Esmeralda a salvo en sus brazos, pero desmayada- Los Caballeros Dorados, no temen a los demonios ni a los Dioses Malignos, aspirante a Caballero de Athena… ni nos dejamos tentar por la maldad. ¡Esa es la voluntad de los Caballeros de Athena! ¡Y la resolución del Caballero Dorado de Géminis! –mantuvo Saga su cosmos elevado, ante los atónitos Esclavistas de Nero, que observaron la resurrección y muerte de su diosa.
-¿Un Caballero Dorado? ¡No! ¡Es el mismísimo Barong! –se molestó Guilty, levantó la máscara del suelo aun estando partida a la mitad, y huyó con ella en manos, seguido de cerca de sus compañeros esclavistas.
-¿Barong? –preguntó Ikki, mientras Saga se acercaba a él y le entregaba a Esmeralda, a quien recibió con alegría, además de agradecerle a Saga con una reverencia, mientras el Caballero Dorado también miraba a Jorge con curiosidad.
-Rangda es la reina de los demonios malignos, la devoradora de niños, y el triunfo del mal contra el bien según la Mitología Balinesa –le explicaba Jorge, mientras se acercaba a Saga, y le ofrecía su mano para estrecharla-. Barong es su contrario, el rey de los espíritus, y el líder de las fuerzas del bien. Representa al triunfo del bien sobre el mal. Guilty no pudo elegir a una mejor alusión en ese momento, ya que el Maestro Saga representa justamente eso, al triunfo de las fuerzas del bien sobre el mal –se alegró Jorge, y Saga, agradecido, apretó su mano con fuerza, conmovido por las palabras del Caballero de Plata de Fornax-. De no haber conocido a Saga en mi juventud, probablemente aquel a quien llaman Guilty, hubiera sido yo, y tu educación como Caballero de Athena hubiera sido muy diferente, Ikki. Por eso siempre estaré en deuda con quienes demuestren un ideal de justicia tan alto como el de Saga –reverenció él.
-Aunque agradezco tus palabras, Caballero de Plata de Fornax, y que aparentemente llegué en un momento adecuado para ustedes, me temo que esta no es una visita social –le comentó Saga, mirando a las estrellas, y teniendo un mal presentimiento-. Los Titanes cada vez están más cerca. El renacimiento de Rangda es una prueba más. Y por ello, el Patriarca ha solicitado la presencia de los 88 en el Santuario de Athena –le explicó Saga, sorprendiendo a Jorge, quien miró a sus discípulos, y a la niña inconsciente en brazos de Ikki-. Todos, sin excepción, estén listos o no, incluso si su dominio del cosmos es tan insignificante, deberán vestir la Armadura de Bronce –colocó su mano Saga sobre la cabeza de Esmeralda, elevó su cosmos sobre la misma, y la pequeña abrió sus ojos, con el cosmos reflejándose en los mismos-. Aún si es solo un minuto el que ganan en la batalla por venir… será un minuto vital en el nombre de Athena. Podría ser incluso el minuto más importante, ya que los Caballeros de Athena, son capaces de cambiar las estrellas –finalizó Saga, lo que preocupó al Caballero de Plata de Fornax.
Japón. Tokio. Aeropuerto Internacional de Haneda.
En el Aeropuerto de Haneda, la seguridad en el aeropuerto se encontraba deteniendo a Milo, gritándole, y apuntando a la Armadura Dorada sobre su espalda, mientras Kyoko nerviosamente intentaba hacer las explicaciones debidas por el desconocimiento de Milo tanto del idioma, como de la problemática en que se encontraba el Caballero Dorado de Escorpio.
-Kyoko. ¿Cuál es el problema? –preguntaba Milo, mientras Kyoko lo miraba con sus ojos al borde de soltarse en llanto, lo que preocupó un poco a Milo- ¿Es alguna clase de estricta regla nipona? –preguntó Milo ya molesto.
-¿Por dónde empiezo? –se preocupó Kyoko, y Milo esperó pacientemente- Su pasaporte no tiene registro de salida de Grecia, por lo que lo están acusando de migración ilegal. No puede subir esa cosa al avión sin documentarla. Además de que está prohibido sacar oro de los países sin reportarlos ni pagar impuestos conforme a su peso. No tiene la documentación firmada que legalmente lo avale como mi tutor legal, ni tiene la edad para ser mi tutor legal. Además de que me han preguntado al menos en 20 ocasiones si me está secuestrando, por lo que actualmente es sospechoso de trata de personas –le comentó, y Milo hizo una mueca-. Antes de que suspire, no he terminado, esa es solo su parte –comentó, y Milo esperó-. Mi pasaporte no está autorizado para viajar a Grecia, necesito permiso firmado de ambos padres para poder viajar, y necesito una carta de invitación o una reservación de hotel en Grecia para que no crean que me voy a quedar allí a vivir, además de informar a la embajada de Japón en Grecia sobre los motivos de mi viaje, que no creo que me vayan a creer que incluya aprender a matar monstruos en el nombre de una diosa de un panteón mitológico –terminó, Milo tomó aire con fuerza, y lo dejó salir, agobiado por toda la burocracia.
-Comienzo a odiar a los ajenos al Santuario –comentó Milo, y Kyoko comenzó a ponerse nerviosa-. ¿En qué dirección queda Grecia? –preguntó, por lo que Kyoko comenzó a tragar saliva. Milo no esperó una indicación, y en su lugar comenzó a averiguarlo él mismo- Si el sol sale por el este en Japón, y se pone por el oeste –sacó una antigua brújula Milo, y Kyoko comenzó a temblar, mientras apoyado de un mapa cartográfico, Milo elegía una dirección-. Nos vamos… -enunció Milo, ofreciéndole su mano a Kyoko, quien intentó negarse, pero Milo la cargó como a una princesa sin permitírselo, antes de hacer crecer su aguja, y lanzarla al techo, agujerándolo y abriendo un punto de escape, preocupando a los oficiales quienes sacaron sus armas. Kyoko instintivamente levantó las manos en señal de rendición, pero se afianzó de Milo con fuerza cuando lo sintió agacharse un poco, y antes siquiera de que los oficiales de policía pudieran disparar, Milo saltó transformado en un cometa dorado, dejando a los policías perplejos.
