Según yo iba a actualizar este capítulo antes de irme de vacaciones, evidentemente no fue así, y eso fue porque por extraño que parezca, me estoy dando cuenta de que 12 capítulos tal vez no sean suficientes para terminar con la Saga de los Titanes, ¿cómo si la saga original era de 10 capítulos? En retrospectiva, no tengo la menor idea de cómo una saga de 10 capítulos se convirtió en este monstruo, pero no perdamos más el tiempo, ustedes me creen muerto por no actualizar en mucho tiempo, así que lean para que verifiquen que no soy un clon o un impostor.

Josh88: Sigo vivo mi estimado, espero no me hayas extrañado mucho. Uuuuuhhh… otra vez… jajaja. Los cambios se están volviendo demasiado radicales, empezando con Dohko y su participación, me alegra que hayas disfrutado de su batalla. Y bueno, sí, lo que está ocurriendo en la Saga de los Titanes es la base para todo lo demás que sabes que va a pasar por haber leído la versión original de esta historia, pero probablemente hay nuevos lectores de esta historia que no leyeron la original, así que no entraré mucho en detalle al respecto. Sobre Mnemosyne, la verdad es que tuve muchos arrepentimientos en la versión original con su personaje, osea sí me gustó, pero al mismo tiempo no me gustó. Así que me decanté por reescribir esa parte a algo que creo es más realista con su personaje, lo que no es fácil considerando que su personaje es letárgico en su mayoría, pero basándome en el principio de la Tiranía como veneno de Pontos, pues me hizo más sentido esta caracterización del personaje. Jajaja, lo de Saga fue un Easter Egg, me alegra que lo hayas captado. Espero que disfrutes de esta entrega después de las vacaciones de lectura forzadas que te tuviste que tomar.

Rocharin Hua San: Pues Milo siemrpe ha sido un descarado en mi opinión jajaja. Sobre el palpitar de Aioria por su Escudera, sí, esta vez es más evidente que en la versión original, y no sé si vaya a conservarlo, los que leyeron la obra original saben cómo termina la cosa, tal vez para esta nueva versión me tome algunas libertades extras, no lo sé todavía. Jajaja, que bueno que tú también entendiste la referencia. Espero que disfrutes esta actualización.

POSTDATA: Mi objetivo actual es, como siempre, que el último capítulo de la Saga de los Titanes salga en Navidad. ¿Se podrá? Solo el tiempo lo dirá.


Saint Seiya: Guerras Doradas – El Ciclo Infinito.

Saga de los Titanes.

Capítulo 10: La Era Dorada Perdida.


Grecia. Atenas. El Laberinto de Cronos. Morada de Rea. Julio de 1983.

-¡Gran Cuerno! –dentro del Laberinto de Cronos resonaba la poderosa voz de Aldebarán, el Caballero de Tauro, cuyos ataques resplandecían violentos y destructivos, impactando a una inmensa serpiente de piel negra que se mantenía enroscada alrededor de un largo puente de obsidiana al final del cual Rea de Katar, la Diosa de los Animales, y esposa del Rey de los Titanes, se mantenía firme, con su Dunamis inmenso, más grande incluso al de cualquiera de los Titanes a los que Aldebarán había conocido antes, un Dunamis tan grande, que casi hacía valer la pena la invasión de los 6 Caballeros Dorados traidores al Laberinto de Cronos, ya que el aplastante cosmos de la Reina de los Titanes resonaba con tal fuerza que la serpiente que le servía lograba resistir los embistes del Caballero Dorado de Tauro, quien se mostraba impresionado por la resistencia de la bestia, así como de las lágrimas en los ojos de Rea, quien al parecer sufría el enfrentarse al Caballero de Tauro en esos momentos.

-Como respeto a lo que representan los humanos para los Titanes, Aldebarán de Tauro, es que tomaré tu vida en sacrificio –enunciaba Rea, comandando los movimientos de la pitón con sus manos, moviendo la mano derecha como si las fauces abiertas de la pitón se tratase, y lanzando estocadas con la mano izquierda, forzando los coletazos de la serpiente, que intentó derribar a Aldebarán de un latigazo de su cola, solo que la inmensa mole que era el Caballero de Tauro, se las arregló para atrapar la cola de la serpiente, y clavar sus botas a la obsidiana, rompiendo la misma para enterrarse en esta, y evitar así ser lanzado al vacío.

-Como se esperaba de la esposa de un rey que no se esconde detrás de sus ejércitos –apretó Aldebarán la cola de la serpiente, causándole dolor, antes de alzarla por la cola, como si no pesase las toneladas que seguro pesaba, y azotándola en el puente, noqueando a la serpiente, antes de lanzarla él mismo por el filo del puente, y deshacerse de una molestia-. Su Dunamis es todo menos agresivo, señora Reina de los Titanes. Pero mientras se levante en contra de Athena, es mi deber detenerla. ¡Brazo de Hierro! –lanzó un puñetazo de cosmos Aldebarán, mismo que recorrió todo el puente de obsidiana hasta llegar a Rea, quien atrapó la fuerza de cosmos de Aldebarán, y la lanzó al techo de la morada, donde estalló contra el mismo- Cuanto poder –se impresionó Aldebarán.

-¡Hono'o Tokage! –tras la orden, un portal se abrió en medio del puente, del cual brotó magma hirviente. De este portal se alzó una salamandra fuego, misma que rugió con fuerza, empujando a Aldebarán con la potencia de su poderoso chirrido- ¿Quieres saber el secreto de esta guerra, Aldebarán de Tauro? Todos hemos sido engañados, tanto ustedes por creer en la falsa promesa que son los Dioses del Olimpo, como nosotros por creer que los humanos no significaban nada para nosotros. Pero ya es demasiado tarde para que cualquiera de los bandos abandone esta batalla. Lo único que puedo hacer como la Reina de los Titanes, es mantenerme firme al lado de mi esposo, lo traicioné una vez, y hoy estamos pagando las consecuencias de mi debilidad.

-¿Traicionar a Cronos? –preguntó Aldebarán, mientras la salamandra extendía su hocico, y lanzaba una bola de magma en dirección al de Tauro, que cerró sus brazos en la defensa perfecta, y atacó- ¡Gran Cuerno! –enunció Aldebarán, su ataque impactó la bola de magma, partiéndola a la mitad, y ambos restos se estrellaron al lado del de Tauro- ¿Se refiere a cuando Cronos se volvió un tirano y comenzó a comerse a sus hijos recién nacidos? Usted entregó a Cronos una piedra en lugar de a Zeus, fue un acto maternal en contra del tirano de su marido que ya había perdido la cabeza –resumió Aldebarán, antes de extender sus brazos hasta sus anchas, y aplaudir con todas sus fuerzas, causando una onda de choque que apagó las flamas de la salamandra, sorprendiendo a Rea, mientras Aldebarán corría en una embestida, clavaba sus cuernos dorados en la salamandra medio petrificada por ser apagada, y la despedazó, lanzando sus guijarros oscuros por todas partes.

-¡Fue el acto que desencadenó en la destrucción de todo lo que habíamos construido juntos! ¡Hekaton Kheir Kalein! –realizó una nueva invocación Rea, formando un circulo de llamas moradas, desde el cual se abrió un portal oscuro, que dejó ver las fauces abiertas de una serpiente de roca, y tras aquello, cientos de manos humanas se extendieron por los bordes del portal de llamas moradas, del cual un Hecatónquiro comenzó a jalarse a sí mismo hasta salir del mismo, y posarse inmenso frente a Aldebarán- El salvar a Zeus fue un error, debí haber permitido que Cronos lo consumiera. Como madre, me hubiera dolido en lo más profundo de mi alma, pero era un sacrificio insignificante mientras eso mantuviera la Edad Dorada de la Humanidad. ¡Hekaton Impakuto! -ordenó Rea. Y el Hecatónquiro lanzó la fuerza de sus 50 puños en contra de Aldebarán, quien encendió su cosmos y colocó sus brazos extendidos como si fuese a parar el rodar de una roca, y al final recibió de lleno la fuerza de los 50 puños.

-¿Dice que debió someterse y obedecer a su marido? ¿Aún a costa de sacrificar a sus propios hijos? –preguntó Aldebarán, su cuerpo ya presentaba varias heridas por los continuos impactos del Hecatónquiro, ya que cada brazo atacaba con una fuerza descomunal, que lograba hacer a Aldebarán resentir cada golpe. Los Hecatónquiros eran bestias formidables después de todo, capaces de meter en problemas a alguien como Shaka- No lo consiento… no sé por qué piensa que hizo lo incorrecto. ¡Pero la humanidad sobrevivió gracias a sus acciones! ¡Fuera de mi camino, bestia! ¡Roaaaaaah! -comenzó a gritar Aldebarán, y la sorpresa de Rea se hizo presente cuando el Caballero de Tauro logró levantar al pesado Hecatónquiro, y lo lanzó fuera del camino y en dirección al vacío del Laberinto de Cronos.

-Eso es lo que solía creer… no… es lo que creía que creía –se tomó de la cabeza Rea, confundiendo a Aldebarán. Más el de Tauro, habiendo terminado con las mascotas de Rea, procuró adelantar metros mientras la Titánide parecía distraída, notando muy tarde que en realidad no lo estaba, ya que Rea formó con su Dunamis al Katar, un arma de tres cuchillas individuales forjadas al mismo guantelete, y con este al clavarlo al suelo, levantó tres hileras de llamaradas moradas que interceptaron a Aldebarán, y lo lanzaron hasta casi caer por el vacío, teniendo el de Tauro que clavar sus dedos en el suelo de obsidiana con tal fuerza para romper el mismo, cortándose las yemas de los dedos en el proceso, pero salvando su vida-. Gracias al Caballero de Cáncer, haya sido o no su intención, el dominio que Mnemosyne mantenía en nuestras memorias se fue debilitando poco a poco. Con Mnemosyne ocupada en el Inframundo en batalla contra el Caballero de Cáncer, comenzamos a recordar. Los humanos no nos eran indiferentes, los amábamos, los gobernábamos con justicia y amor. Fue cuando Zeus nació, que todo se destruyó. Yo lo sabía, que Cronos estaba maldito por un veneno muy destructivo, el veneno de la Tiranía. Todo lo que ocurre en esta guerra, es por culpa de Pontos. El Primordial del Agua. Él fue quien infectó a Urano con la Tiranía, y gracias a él, y a la declaración de la maldición de Urano sobre Cronos, es que nació el Ciclo Infinito de los Dioses. ¿No lo ves? Pude haber evitado el Ciclo Infinito de los Dioses, con tan solo renunciar a tener descendencia con Cronos –lloró Rea, pero volvió a atacar a Aldebarán de todas formas, forzando al de Tauro a evadir a una Titánide que se movía demasiado rápido para él, y que clavaba y sacaba el Katar de su cuerpo en diferentes ocasiones, perforando inclusive la Armadura Dorada como si fuera de papel-. Pero fui débil… amé a mis hijos, sin darme cuenta de que la humanidad era también mi creación. De haber entregado a Zeus, el Ciclo Infinito no se hubiera vuelto a transmitir –se quejó Rea, y Aldebarán atrapó con sus manos el Katar, que le cortó las palmas.

-No me parece el que tuviera que pagar semejante precio por una profecía que no tenía por qué cumplirse –empujó Aldebarán con todas sus fuerzas, incluso forzando al cuerpo de Rea a crear un cráter con el peso de ambos combinados, Aldebarán estaba imprimiendo toda la fuerza de su cosmos en doblegar a Rea-. Pero vamos a decir que sí le creo, y que entregar a Zeus a Cronos era la solución. ¿Por qué seguía teniendo más hijos con él entonces? No necesito ser muy listo para darme cuenta de que eso estaba mal si seguimos su propia lógica –declaró el de Tauro.

-Eros… -pateó Rea con fuerza, golpeando el mentón de Aldebarán, que comenzó a elevarse por la fuerza del impacto, solo que la Titánide, aunque de físico frágil, no lo era para nada, tomó a Aldebarán de la bota en pleno vuelo, y lo impactó con todas sus fuerzas contra el puente de obsidiana, hiriendo bastante al de Tauro-. Los Primordiales, Urano, Gea, Eros y Pontos, se regían por leyes más primitivas. Estaba en mis necesidades primordiales gracias a ellos el crear descendencia. Cuando Zeus tomó cargo del Olimpo, entregó a Afrodita el dominio de la Lujuria, extrayendo toda la de Atenea, y convenciéndola a ella gracias a Artemisa de permanecer siempre virgen, retrasando el Ciclo Infinito de los Dioses, ya que, cuando Athena rompa la regla más sagrada, el veneno dormido en su interior se reactivará, convirtiendo a Athena en una Tirana –concluyó Rea, intentando clavar el Katar en la espalda de Aldebarán, quien logró girar e incorporarse.

-Todo esto suena muy interesante, y hasta sucio, pero olvida un detalle, señorita Rea… el que Zeus no tuvo reparos en evitar lo de tener descendencia. ¿Por qué precisamente es Athena quien continuará con el Ciclo Infinito de los Dioses? –preguntó Aldebarán, se lanzó a Rea en una embestida, pero la Reina de los Titanes logró detenerlo, aferrándose a sus cuernos, y lanzando a Aldebarán por los aires con suma facilidad, forzando al de Tauro, nuevamente, a sujetarse de los bordes del puente para no caerse del mismo.

-Porque en mi Visión al Futuro, fui yo quién profetizó que la hija en el vientre de Metis sería la Tirana que destronaría a Zeus –le explicó ella, intentó rebanar los dedos de Aldebarán, pero el de Tauro se jaló a sí mismo arriba a tiempo, e impactó a la Reina de los Titanes con fuerza en el vientre, obligándola a retroceder-. ¿Acaso no lo entiendes? La única forma… de detener el Ciclo Infinito… es matar a Zeus nosotros mismos y regresarle el dominio del universo a Cronos. Con Zeus encerrado en el Tártaros, no habrá forma de que Athena se vuelva una Tirana –le aseguró Rea, volviendo a subir su defensa.

-Claro, hagámosle la guerra a los Dioses del Olimpo todos juntos, como si eso no tuviera consecuencias –prosiguió Aldebarán, lanzándose a Rea nuevamente, intentando golpearla, pero la ágil Titánide lo evadía fácilmente-. Mientras los 12 Caballeros Dorados protejamos a Saori, no hay nada ni nadie que vaya a hacerle daño. Nosotros evitaremos el Ciclo Infinito de los Dioses, aún si significa detenerlos a ustedes los Titanes –le apuntó Aldebarán.

-No lo entiendes, jamás lo entenderás… -se mordía los labios Rea, furiosa, pero no con Aldebarán, sino con alguien más-. De no ser por Mnemosyne, no lo habríamos olvidado nunca, el profundo amor que sentíamos por los humanos, y por los humanos… nosotros lo habríamos dado todo, Aldebarán de Tauro… y es por mi profundo amor por los humanos, que ahora que he recuperado mis memorias por la permanencia de Mnemosyne en el Inframundo, el que he tomado mi decisión final… salvaré a la humanidad del Ciclo Infinito de los Dioses, asesinando a Zeus, encerrando a Athena bajo un sello como el Teosu Senma, y dedicaré mi vida a que la humanidad sea prospera, bella y perpetua. Mnemosyne… jamás te perdonaré el que nos hayas permitido hacerle esto a la humanidad… -sentenció Rea, y la Reina de los Titanes, continuó en su batalla incansable contra Aldebarán de Tauro.

El Inframundo. Monte Yomotsu (Hace 5 horas).

-¡Nooooo! ¡Si no estoy cerca de mis hermanos y hermanas, el sello de sus memorias comenzará a debilitarse! –resonaba el grito de Mnemosyne, quien caía dentro del Inframundo desde una altura inquietante, ya que podía ver inclusive a un inmenso gigante de roca, Atlas, sosteniendo sobre sus brazos al Mundo Terrenal, a su lado caían los cadáveres que la habían arrastrado al Inframundo, la rasguñaban, intentaban morderla, sus mentes no entendían nada que no fuera un instinto primitivo, por lo que continuaron abalanzándose contra Mnemosyne y rasgando su alma, hasta el momento en que la Titánide se estrelló con ellos en el Inframundo, teniendo la Titánide que, inclusive, clavar sus dedos en la ladera de una escarpada caída entre los valles inertes del Inframundo.

-El Inframundo es bastante extraño y confuso, ¿no te parece? –escuchó Mnemosyne a Máscara Mortal, quien llegó caminando y con su sonrisa cínica hasta la ladera de la cual se sostenía Mnemosyne para pisarle los dedos, causándole a la Titánide una sensación de molestia- Tu Cuerpo Divino continúa en la Casa de Cáncer, lo que está presente aquí en el Monte Yomotsu, no es más que la representación física de tu alma. Es difícil de explicar, pero te lo resumiré lo mejor que pueda. ¿¡Sientes esto!? –alzó el pie Mephisto, y aplastó los dedos de Mnemosyne con fuerza, causándole a la Titánide dolor, pero no dolor físico, sino un dolor a un nivel muy diferente, mismo que la forzó a retorcerse- Sin tu cuerpo invulnerable, que se quedó allí arriba, todo daño que recibas aquí abajo se reflejará en tu alma, o en tu Cosmos, Dunamis, yo que sé. Es difícil de explicar hasta para mí, un insignificante mortal, que tiene a una divinidad, en estos momentos al menos, a sus pies, o a varios pies, ¡ta ta! –pateó Mephisto los dedos de Mnemosyne, lo que hizo a la Titánide caer varios pies dentro del cráter en que se encontraban, estrellándose en lo más profundo, donde las almas la ignoraban, sumidas en alguna clase de peregrinaje con dirección a un monte, desde el cual las almas se lanzaban con un chirrido desgarrador, que no solo hería los oídos de Mnemosyne, sino que rodeaba a la Titánide de memorias inquietantes y tristes mientras las almas caían- ¿Qué pasa Titánide? ¿Acaso no estabas muy segura de tu superioridad en el Mundo Terrenal? Ahora que estamos en mis terrenos no me pareces tan divina. ¡JAJAJAJAJA! –se burló Máscara Mortal, enfureciendo aún más a la Titánide.

-Maldito… no tienes idea de la suerte que has tenido… -se quejaba Mnemosyne, intentaba incorporarse, pero el dolor en su cabeza no se lo permitía-. Proyección de cosmos o no… siento realmente, solo que mi cuerpo se siente más pesado y débil. Además de que… las memorias de todos en el Inframundo… invaden mi mente, me hieren en el alma… -se quejó la Titánide.

-En realidad, el Monte Yomotsu es la frontera entre el Mundo Terrenal y el Inframundo, puedes considerarme el encargado de aduanas. Pero alégrate, te estoy otorgando mi real permiso de pasar –la tomó de la Caballera Máscara Mortal, y la forzó a mirarlo fijamente-. ¿No era eso lo que querían, Titanes? ¿Llevar la guerra a los Dioses Olímpicos? Bueno, permíteme ayudarte. Yo mismo te llevaré ante Hades –sonrió él.

-Hablas demasiado, para ser una basura. ¡Mnémos Arukeim! –por fin se defendió la Titánide, impactando en la frente de Máscara Mortal, sus ojos de pronto solo podían ver una luz blanca, y el Caballero de Cáncer, quedó atrapado en la prisión de sus memorias, convulsionándose en el suelo, mientras la Titánide intentaba reponerse- No mereces estos recuerdos… -abrió su mano la Titánide, y en esta se arremolinaron vientos rosados, que revelaban los recuerdos que Máscara Mortal estaba reviviendo, recuerdos de su juventud, de sus días de entrenamiento en Italia-. Tú quien disfrutas atormentando las mentes de los demás, prepárate para revivir aquello que te convirtió en un monstruo –rodeó con su Dunamis Mnemosyne a la esfera, y esta estalló, materializando el recuerdo de Máscara Mortal, quien se encontró a sí mismo en una representación en blanco y negro de sus recuerdos.

-¿Dónde? ¿Qué clase de sucio truco es este? –se fastidió el de Cáncer, sabiendo perfectamente que lo que veía era una ilusión. Se encontraba en una ciudad en Italia, y frente a él, una versión más joven de sí mismo, en un traje de entrenamiento, y cargando algunos víveres, reía divertido ante las burlas de los niños italianos quienes lo llamaban pepenador al vestir una vestimenta tan rara para salir a la calle- Eres una maldita. ¿A dónde me has enviado? –se preguntó Máscara Mortal, siguiendo a su yo más joven, al menos unos 10 años más joven, y pasando por el Coliseo Romano, lo que comenzó a preocupar a Máscara Mortal- No te atreverías… molestarme a este nivel sería una tontería. Más te vale que no estés haciendo lo que creo que estás haciendo, maldita… -enfureció Máscara Mortal, siguiendo a su joven recuerdo hasta un grupo de alborotadores, que marchaban por las calles, ondeando banderas rojas con un hacha negra de doble filo, sobre un círculo blanco-. Ordine Nuovo… debí suponerlo… me estás obligando a revivir aquel día… -cerró sus manos en puños Máscara Mortal, mientras su versión más joven ignoraba a los alborotadores, quienes le gritaban, lo llamaban extranjero, y lo insultaban, uno de ellos incluso le escupió al rostro. El Máscara Mortal de sus recuerdos, ese quien se llamaba Mephisto, solo se limpió el escupitajo del rostro, y siguió con su camino sin decirle nada al hombre, solo lo toleró. Máscara Mortal por otro lado, observó al hombre que le había escupido con rabia, mientras su recuerdo se oscurecía, y cambiaba a otro distinto, un recuerdo de cuando su versión más joven, llegó a su edificio de apartamentos que ardía en llamas, corrió dentro del mismo, abrió la puerta, quemándose la mano en el proceso, pero llegando hasta donde se encontraba el cadáver de una joven, medio quemada por las llamas. Mephisto, quien conocía a la joven, intentó cargarla y llevarla a un lugar seguro, solo para darse cuenta de que no solo la chica estaba muerta, sino que alguien le había cortado el rostro. Lo peor de todo para Mephisto fue descubrir que, por la cantidad de sangre, que se arrastraba desde su habitación, aparentemente, la chica aún estaba con vida mientras se arrastraba desprovista de rostro, siendo el humo lo que la había matado.

-¡Antonella! –gritó el joven Mephisto, mientras Máscara Mortal cerraba sus manos con fuerza en puños, y era transportado a otra memoria, una en el funeral de la chica llamada Antonella, mientras sus padres recriminaban a Mephisto el no haberla protegido, e incluso el padre de la mujer, le impidió despedirse de ella, empujándolo, maldiciéndolo, e hiriendo aún más el corazón de Mephisto, que comenzó a oscurecerse, pero aceptando que no era bienvenido, comenzó a retirarse, solo para darse cuenta de que alguien sí había sido permitido en el funeral, un hombre que Mephisto reconocía muy bien, el mismo que le había escupido al rostro en aquella manifestación, y quien se viró para verlo burlesco, mientras se acomodaba la boina sonriente.

En la mente de Mephisto, aquello no era una coincidencia, y mientras caía la noche, su silueta oscura fue revestida por la Armadura de Cáncer. Esa noche Mephisto rompería las reglas. Usando la Armadura Dorada de Cáncer para su beneficio personal, viajó por las oscuras calles de Roma, dando cacería a aquel hombre, llegando a una clase de universidad, con la bandera roja ondeante, el emblema del hacha sobre el circulo blanco, Ordine Nuovo, organización a la que el hombre pertenecía, y de quien era el mandadero. Al hombre le entregaban una lista, el hombre se retiraba, y daba cacería a su víctima. Mephisto no actuó hasta no atraparlo a punto de asesinar a su siguiente víctima, otra estudiante, de la misma edad que Antonella, Mephisto la salvó justo antes de que el hombre le arrancara el rostro. Aquello fue la prueba, no necesitaba escucharlo de sus propios labios. Lo enfrentó, el hombre obviamente no era nadie para enfrentarse a un Caballero Dorado, Mephisto lo sometió fácilmente, y le dio tal golpiza, que el hombre suplicó por piedad, una, y otra, y otra vez, la ira en Mephisto era indescriptible, la tortura a la que sometió al hombre, inquietante.

El hombre, cuyo nombre a Mephisto jamás le interesó, ya que, en sus palabras, no valía la pena siquiera conservar su nombre en su memoria, ya era un charco de sangre moribundo cuando a Mephisto se le ocurrió una última tortura. Le arrancaría el rostro, no con un cuchillo, eso era demasiado piadoso, se lo arrancaría, con sus propias manos. El proceso, no solo fue la tortura máxima para el hombre quien, no resistiendo el dolor, perdería la vida en ese momento, sino que fue el momento en que Mephisto murió también, y nació el demonio, Máscara Mortal. Cuando la adrenalina del momento se terminó, Máscara Mortal no derramó lágrima alguna de arrepentimiento, o de dolor al recordar a Antonella. Este nuevo Caballero de Cáncer, no tenía tiempo para sentimentalismos, solo importaba una cosa, la venganza.

El gobierno de Italia por supuesto que lo encubrió todo, no solo lo del asesinato del hombre, cuyo rostro fue encontrado sobre la estatua de uno de los fundadores de la organización política de Ordine Nuovo, sino que encubrió también lo que ocurrió dentro de aquel edificio, aquella misma noche. En los periódicos de aquella mañana de 1973, se declaraba a la organización política como: "Disuelta", además de decir que 30 miembros de la organización habían sido "procesados y condenados por la reconstrucción de un partido político con nexos terroristas". De esos 30 miembros, solo existen mentiras, los nombres que se encuentran en los libros de registro policiales, o son falsos, o de enemigos del gobierno italiano a quienes les adjudicaron los crímenes políticos. Los verdaderos 30 miembros de la organización, realmente estaban muertos, y con una tarea de reconocimiento bastante difícil considerando que todos y cada uno de ellos, perdió su rostro, y además fue incinerado, junto con las oficinas del Ordine Nuovo. Jamás se encontró al culpable, o tal vez sí se supo quién había sido, pero nadie se atrevía a mencionarlo.

-¡Mnémos Waking! –escuchó Mephisto entonces la voz de Mnemosyne, y sintió una pulsante sensación en su cuerpo, mientras la Titánide, furiosa, y con el Satán Imperial ya reflejándose en sus ojos, atravesaba el pecho de Mephisto con su puño, e intentaba arrancarle el corazón- Asesinar a unos asesinos, no te hace noble, Máscara Mortal… solo te vuelve igual de despiadado que ellos. Piensa en eso mientras te arranco el corazón –sentenció la Titánide, pero Máscara Mortal reaccionó más rápido que ella, pateándola fuera de su cuerpo.

-¡Gackt! ¡Malnacida Titánide…! –enfureció Máscara Mortal, Mnemosyne se abalanzó sobre de él y comenzó a impactarlo un buen número de veces, su Dunamis acrecentándose, tornándose escarlata y violento- ¡Maldita! ¡Flamas Azules Demoniacas del Praesepe! –enunció furioso. Alrededor de ambos, las almas que en ese momento los ignoraban, se transformaron en flamas azules, y estas estallaron con violencia, lanzando a Mnemosyne lejos de Mephisto, y aturdiéndola- ¡Maldita! ¡Me hiciste revivir memorias que desearía haber olvidado! ¡Abandoné mi humanidad el día en que Antonella murió! ¡No soy el hombre que quieres que recuerde! ¡Lo único que queda de mí ahora, es lo que tienes frente a tus ojos en estos momentos! ¡Y estoy furioso! ¡Ha llegado el momento de fulminarte! Como puedes ver, tengo todo el combustible que yo quiera a mi disposición –alzó su mano Máscara Mortal, y las almas de los caídos, reaccionando a la misma, dejaron su peregrinaje en dirección al Monte Yomotsu, y comenzaron a arremolinarse a su alrededor-. El Fuego de las Almas es muy inflamable. ¿Quieres ver cuánto? –sonrió Máscara Mortal con malicia, mientras Mnemosyne se incorporaba, furiosa.

-¿Aún después de mi Mnémos Gale, no has conseguido recapacitar? –preguntó Mnemosyne, incorporándose, furiosa- Ya no me queda ninguna duda… eres el ser más despreciable que existe. Y voy a quitarte tu combustible, con mi Dunamis Absoluto… -extendió las manos Mnemosyne, y de estas se desprendió su Dunamis Absoluto, de un color escarlata, que como hileras de cosmos se enterró en los cráneos incorpóreos de los muertos que viajaban en dirección al Monte Yomotsu, encendiendo las cuencas vacías de sus ojos, y desprendiendo sus hilos de cosmos para buscar a otras 10 almas y repetir el proceso.

-¿Tan mal te dejé que no apuntas correctamente? Óyeme que estoy aquí, ¿el dorado no es lo suficientemente llamativo? –se quejó Máscara Mortal, cuando sintió a sus espaldas a un alma trepársele encima- ¿Qué cangrejos? ¡Ondas Infernales Destructoras de Espíritus! –lanzó Máscara Mortal una variante de sus Ondas Infernales, estas azules, y que atraparon al espíritu en un vórtice de flamas, mismas que se lo llevaron a la boca del Monte Yomotsu, acelerando su llegada al Inframundo- Parásito –se quejó el de Cáncer, cuando otro espíritu se trepó sobre su espalda, y le mordió el cuello, arrebatándole su sangre-. ¡Suéltame, asquerosidad rabiosa! –lo atacó Máscara Mortal con el mismo ataque, llevándolo directamente al Monte Yomotsu, descubriendo el de Cáncer que más y más espíritus se le venían encima- ¿Qué Espectros está pasando? –se fastidió el de Cáncer.

-Muy probablemente sea bastante complicado para alguien con tu poco cerebro, pero te lo explicaré –se burló Mnemosyne, una sonrisa cínica en su rostro, mientras con los hilos de Dunamis, iba y venía entre grupos de almas, de 10 en 10, y los contaminaba. Cada alma a la que Mnemosyne se conectaba, entonces se viraba en dirección a Máscara Mortal, y le daba cacería, igual que ya hacían un grupo pronunciado de almas-. Este es el Mnémos Marionéta. Consiste en entrar en la mente de un individuo, y reescribir sus memorias a mi conveniencia. Te confieso, que no me esperaba que resultara contra almas en pena, pero funcionó contra mis hermanos y hermanas cuando sellé sus memorias, forzándolos a olvidar su amor por los humanos, jejejeje –comenzó la Titánide, ya lunática.

-¿Qué hiciste qué? Ni yo soy tan cruel –sentenció el de Cáncer, cuando fue embestido por un grupo de almas, que estallaron contra su cuerpo, lanzando al de Cáncer por el Inframundo, y con su Armadura Dorada ya cuarteada por las explosiones a quemarropa-. La Armadura de Cáncer se fractura… esto no es posible, las almas son incandescentes, pero no a este nivel –se molestó Máscara Mortal, se incorporó, y se horrorizó por el número de almas que ahora lo perseguían-. ¡Maldición! ¡Ondas Infernales Destructoras de Espíritus! –rodeó Máscara Mortal a una gran cantidad de espíritus, enviándolos a todos al Monte Yomotsu, forzándolos a pasar la frontera del Mundo Terrenal con el Inframundo, pero no logró deshacerse de todos- ¿Qué pasa? Normalmente podría enviar a millones de almas, billones inclusive, de un solo ataque. ¿Cómo es que mi ataque solo ha logrado enviar a unos cuantos al Inframundo? –se preguntó él.

-¿Sorprendido? ¿Has olvidado que conozco perfectamente el alcance de tu poder, patético Caballero de Athena? –se burló Mnemosyne, un ejército de almas la respaldaban- Puedo saber lo que piensas, en el momento en que lo piensas, soy la memoria misma, cuando pensaste en que podrías enviar a los billones de almas del Monte Yomotsu al Inframundo, y vi en tus memorias que lo habías hecho antes, me tomé la libertad de alimentar a más de estas marionetas con mi Dunamis. Es increíblemente más difícil el enviar a un Dunamis al Inframundo, que a un alma humana. El Alma de un Dios, es muchísimo más pesada –resumió ella.

-¿Alimentar a las almas en pena con tu propio Dunamis? –se preguntó el de Cáncer, sorprendido- Pero eso significa… que parte de ti muere con cada alma que envío al Inframundo con mis Ondas Infernales Destructoras de Espíritus –se impresionó Máscara Mortal.

-Parte de mí muere todo el tiempo, siempre… -lloró Mnemosyne, sus ojos se llenaban de brea hirviente-. He nacido en este mundo, tantas veces que no puedo contarlas, he muerto en este mundo, tantas veces que no puedo soportarlas –prosiguió Mnemosyne, su espalda estallando en unas alas de Dunamis escarlata, que más parecían sangre-. Tu frágil mente no puede siquiera comenzar a deslumbrar, lo que significa ser un dios. Al ser la memoria misma, soy todo cuanto existe. Soy incluso tú, y eso me repugna –continuó ella, más y más almas eran alcanzadas por sus hilos, más y más muertos se unían a su nueva ama, que se convertía en algo más allá de lo que era ser un dios, se convertía en un Demonio-. He fracasado en mi misión… no existe en este mundo un solo ser que sienta amor por ti, Mephisto de Cáncer… el Satán Imperial va a consumirme… así que voy a dejar de retenerlo, me convertiré voluntariamente en un Demonio, y te castigaré por ser la persona ruin que eres. Tú, maldito ser por el que nadie puede sentir amor, no solo vas a morir, sino que voy a consumir toda tu alma… -sentenció la Titánide, y Mephisto, sintió en carne propia lo que era el verdadero terror.

Grecia. Atenas. El Santuario de Atenas. Templo del Patriarca.

-Siento el alma de Máscara Mortal… acercarse cada vez más a la entrada del Inframundo –comenzó Saori, preocupada, y mirando a la Casa de Cáncer desde la entrada al Templo del Patriarca, donde sombrías entidades parecían rodearla en esos momentos. La Flama de Sagitario estaba encendida en el Reloj de Cronos, habían pasado 5 horas sin respuesta de nada en la Casa de Cáncer, que era escaneada por el Compás de Yoshiko, que detectaba tres flamas doradas, y una flama escarlata-. ¿Qué es esa flama escarlata? –preguntaba Saori preocupada.

-Antes era azul, como la de todos los Titanes –le comentó Yoshiko, pensando al respecto-. Aioros me contó que los dioses pueden convertirse en Demonios en casos demasiado extremos en los que su divinidad es contaminada hasta tal punto, que pierden la capacidad creacionista de sus Dunamis, dejando lugar únicamente para la destrucción, en lo que se conoce como el Dunamis Daimonium –le comentó, Saori asintió sin querer interrumpirla-. En este estado, el dios que cae víctima del Dunamis Daimonium, poco a poco pierde el control de sus emociones y se convierte en un ser primigenio. Es cuestionable hasta qué punto los dioses poseen algo remotamente parecido a lo que los mortales llamamos humanidad, pero el Dunamis Daimonium… la borra en su totalidad, imagina a un dios que solo hace lo que es Voluntad Primigenia –terminó Yoshiko.

-¿Un dios que solo hace lo que es la Voluntad Primigenia? –se preguntó Saori, incluso meditando al respecto, mientras miraba fijamente la flama de la Casa de Sagitario aun ardiendo con fuerza- Realmente, no se me ocurre lo que pudiera ser la Voluntad Primigenia –confesó Saori.

-Eso es porque la definición de lo que puede o no puede hacer un dios nos es incomprensible, incluso para ti que eres una diosa, Saori –le comentó Yoshiko, dejando de accionar el Circinus, y mirando a Saori fijamente-. Dioses como Poseidón o Hades, son dioses que absorbieron un dominio, como lo es el ser el Dios de los Mares y el Dios del Inframundo. Si poseyeran un Dunamis y este se corrompiera, su Voluntad Primigenia sería la de expandir sus respectivos dominios –le comentó, lo que resultó ser más comprensible para Saori, especialmente si pensaba en dioses como Poseidón-. Pero si dioses como Ares, Afrodita, incluso tú misma como Athena, se dejaran influenciar por lo que es su Voluntad Primigenia… evitaré mencionar lo que pasaría si fuera el caso de Afrodita, pero en caso de Ares y Athena… -comenzó Yoshiko.

-Harían la guerra por el simple hecho de hacer la guerra… no habría diferencia entre Ares o Athena –dedujo Saori, preocupada por lo que ocurría en la Casa de Cáncer-. Lo comprendo, lo que significa entregarse a su Voluntad Primigenia… pero… ¿cuál es la Voluntad Primigenia de la Memoria? –preguntó Saori, y esta vez, Yoshiko no supo responderle.

Casa de Cáncer.

-Esto es… -a las afueras de lo que se suponía que era la entrada a la Casa de Cáncer, Mu se estremeció por la sorpresa, igual que hacía Saga, al encontrar la Casa de Cáncer envuelta en una inmensa pared de Dunamis escarlata, misma pared en la que Mu parecía ver su propio reflejo, pero en diferentes periodos de su propio tiempo, lo mismo ocurría con Saga en esos momentos-. ¿Una ilusión? –preguntó Mu, intentando tocar su reflejo de su versión más joven, lo que Saga le impidió.

-Un recuerdo generado por el Dunamis Daimonium de Mnemosyne –le explicó Saga con tranquilidad-. Si lo tocas, revivirás todas tus memorias, podría ser en un instante, podría ser a la misma velocidad de tu memoria. Desde tus recuerdos más antiguos, hasta los más recientes, volviendo al momento de tocar este muro de memorias, y repitiendo el proceso, infinitamente. Al menos hasta que tu vida se extinga y tu mente se apague por completo. No aconsejo aventurarte a tocar esta pared de Dunamis Daimonium –terminó Saga, observando las memorias de Mu, lo que incomodó al Muviano.

-¿Te importaría mirar a otro lado? –se apenó Mu, más al ver el reflejo de su memoria fantasear despierto mientras espiaba a Mayura peinándose dentro de una de las habitaciones del Templo de Potala en el Tibet, lo que Saga juzgó con molestia- Yo también puedo juzgarlo a usted –apuntó Mu a un recuerdo de Saga, mismo en el que encerraba a alguien dentro de una prisión que se llenaba de agua.

-Cuestiones sumamente diferentes en mi opinión –se molestó Saga, Mu tan solo se puso frente a él evitando que el de Géminis continuara husmeando en sus sentimientos por la monja, a quien Mu al parecer espiaba más constantemente de lo que hubiera querido admitir ante cualquiera-. En todo caso, no hay nada que podamos hacer para cruzar esta barrera. Solo esperar –se fastidió Saga, se recargó en contra de unas rocas en la ladera, y cerró sus ojos.

-¿Qué quiere decir con eso? Saori… -se quejó Mu, pero rápidamente replanteó sus palabras-. Athena peligra. No podemos simplemente quedarnos a observar nuestros recuerdos hasta que la barrera mágicamente desaparezca –se quejó el de Aries.

-No hay más que hacer –se quejó Saga, era evidente que tampoco le agradaba la situación-. La barrera del Santuario está activa, lo que impide el desplazamiento espacio-temporal fuera de los templos, y si tocamos esa cosa, estamos muertos en vida. Lo único que podemos hacer, nos guste o no, es esperar a que Máscara Mortal derrote a Mnemosyne… lo que en estos momentos… es prácticamente imposible gracias a que la Guardiana de las Memorias se ha convertido en un verdadero Demonio… -se quejó Saga, sosteniéndose del rostro con preocupación.

-Va a derrotarla –le comentó Mu, lo que fue una sorpresa para Saga-. Si es la mitad de Caballero Dorado que todos los demás a los que he conocido… él encontrará la forma. Cuando pasamos por su casa sentí su rencor, sentí su odio, pero su Armadura Dorada aún lo arropaba –le explicó Mu, virándose para observar a Saga detenidamente-. Las Armaduras Doradas están vivas… si Cáncer aún viste a Máscara Mortal… eso significa que no todo en él está perdido, y yo me anclaré a esa esperanza… él va a vencerla… -aseguró Mu, mientras en la barrera de Dunamis Daimonium, la memoria de Mu pasando por la Casa de Cáncer y de Máscara Mortal profiriendo insultos, intentaba hacerlo dudar de sus palabras.

El Inframundo. El Monte Yomotsu.

-¿¡Soy solo yo, o las cosas se están saliendo de control!? –en el Inframundo, Máscara Mortal estaba agotado, más y más de los títeres de Mnemosyne se alzaban a su alrededor, y lo atacaban, obligando al de Cáncer a utilizar sus Ondas Infernales Destructoras de Espíritus para enviar a más y más de aquellos espíritus en pasaje directo al Inframundo, más las almas de los muertos eran tantas, que parecían no tener fin- ¡Aléjense de mí sabandijas! ¡Ondas Infernales! –lanzaba Máscara Mortal su cosmos, hiriendo a las almas malditas, que chirreaban con fuerza tras recibir sus ataques- Maldición… de haber sabido lo problemático que iba a ser todo esto, me quedaba a enfrentar tu cuerpo inmortal, malnacida Titánide del Demonio… -se quejó Máscara Mortal, saltando y evitando que los muertos lo atraparan, y corriendo por todo el Inframundo, enfrentando a más y más de las almas en pena que esperaban el juicio del otro lado de la entrada al Inframundo.

-Diosa Demonio para ti, Máscara Mortal –escuchó el de Cáncer, los hilos escarlatas caían desde la cima del Monte Yomotsu, desde donde Mnemosyne, transformada enteramente en un Demonio, se conectaba con las almas de los muertos mediante los hilos de Dunamis que salían de sus dedos, llenando a los muertos de memorias de odio contra Máscara Mortal-. Gracias a ti, mi dominio se debilitó en la Tierra, gracias a ti mis hermanos y hermanas comenzaron a recordar… y estos recuerdos… los han hecho entregar sus dominios a los mortales… -la brea hirviente, producto de su odio tan profundo contra Máscara Mortal, le quemaba el rostro hiriendo su alma, pero la Titánide seguía con su cacería-. Pagarás por ser quien regresó la esperanza a los Titanes… -sentenció la Titánide.

-¿Sabes lo ridículo que suena aquello? ¿Yo? ¿Dando esperanza a alguien? ¿Quién sería tan estúpido para pensar siquiera en confiar en mí? –le preguntó Máscara Mortal, antes de evadir a más de los espíritus, e incinerarlos con los ataques desprendidos de su dedo- Nada importa que no sea yo mismo, nadie jamás me reconocería ni me brindaría su confianza o auxilio. Por eso no me queda nada que no sea pelear y convertirme en el más fuerte. Nadie jamás me brindaría su apoyo de todas formas –aseguró Máscara Mortal.

-¡Eso no es verdad! –escuchó entonces Máscara Mortal, y al parecer, aquello también resonó en oídos de Mnemosyne, mientras una luz dorada de materializaba frente al Caballero de Cáncer, y con su luz aterraba las almas de los caídos, quienes de forma instintiva y primitiva, rehuyeron a la luz, dándole a Máscara Mortal un respiro, mientras la luz tomaba la forma de Saori- Tienes el apoyo de mi cosmos, tienes el apoyo de tu Armadura Dorada que aún dedica su vida en tu protección, incluso Mu, el Caballero de Aries, confía en ti… -enunció la proyección de cosmos de Saori, misma que enfureció a Mnemosyne, y sorprendió al de Cáncer.

-¿La Escudera de Milo? Un momento, no te he matado, cómo es que estás en el… -le apuntó Máscara Mortal, y entonces se sorprendió- ¡Espera un malnacido minuto! ¡Eso significa que tú eres…! –se impresionó el de Cáncer, y la proyección de cosmos de Saori, asintió- Este… las cosas feas que dije de ti… no eran enserio, tú entiendes, ¿verdad? –se apenó el Dorado.

-¡Athena! –aterrizó Mnemosyne detrás de la proyección de cosmos de Saori, quien se viró para observarla fijamente- La mente de los dioses será más difícil de acceder, pero incluso sin poder penetrar en la misma, sé que el transmitir tu cosmos desde el Templo de Athena, hasta el Inframundo, con tu edad y el Reloj de Cronos aún activo, es demasiado peligroso para ti. ¿Has venido hasta aquí incluso sabiendo eso? ¿¡Por esta sabandija!? –insultó la Titánide, lo que molestó al de Cáncer- Máscara Mortal no lo vale –aseguró ella.

-¡Mephisto lo vale! ¡Cualquiera de mis Caballeros Dorados lo vale…! –exclamó Saori, cuando su proyección comenzó a debilitarse, y a perder su forma, dejándose escuchar entonces algunos gemidos de dolor por parte de la niña- Mephisto… ese es tu nombre, ¿no es así? Siempre me has dado mucho miedo, pero… confío en ti… por favor no te rindas… -terminó de decir Saori, y su proyección de cosmos, se desvaneció, lo que dejó de repeler a los espíritus, quienes una vez más se abalanzaron en contra del de Cáncer.

-Ilusa… su cuerpo mortal no pudo soportarlo más… -comentó Mnemosyne, sobresaltando a Máscara Mortal, quien miró en dirección a Mnemosyne con curiosidad-. Arriesgar la vida, por alguien como tú… realmente… es una diosa imbécil… -sentenció la Titánide.

-Lo es… realmente lo es… la más imbécil de todas las diosas… -cerró sus manos en puños Máscara Mortal, y tras leer los pensamientos que sobresalían de su mente, Mnemosyne se sorprendió bastante-. Tan imbécil como para depositar su confianza en alguien tan miserable y ruin como yo… es estúpido, es ridículo, me fastidia y me molesta mucho… -se tomó del rostro Máscara Mortal, y comenzó a reírse de una forma bastante perturbadora, mientras de sus ojos, caían lágrimas-. Es una sensación… inquietantemente perturbadora… esto está muy mal, demasiado mal… no se supone que alguien confíe en absoluto en mí, la última vez que alguien confió en mí, ella perdió su rostro… ¿sabes lo que pienso? Por supuesto que sabes lo que pienso, eres la memoria, supongo que no tengo que explicarme entonces, ¿o sí? ¡Liberación de Almas! –alzó su dedo Máscara Mortal, estremeciendo a todas las almas en el Inframundo, incluida el alma de Mnemosyne- ¡Es una lástima, Titánide! ¡Hasta hace unos instantes, poco me importaba si vivía o moría aquí! ¡Bueno, las cosas son un tanto diferentes ahora! ¡Es hora de cortarte el combustible! ¡JAJAJAJAJA! –terminó Máscara Mortal, y en un parpadeo, ambos estaban de regreso en la Casa de Cáncer, y del otro lado de la barrera en la cual unos sorprendidos Caballeros de Aries y Géminis se viraron para ver lo que ocurría- ¡Pinza de Cangrejo! –mientras Mnemosyne se recuperaba de regresar a su cuerpo, las piernas de Máscara Mortal le rodearon la cintura, y tras un giro violento, la Titánide que aún no concentraba su Dunamis de regreso en su cuerpo divino, sintió como su cintura se partía violentamente.

-¿¡Cómo!? –se quejó la Titánide, mientras caía al suelo con la columna totalmente destrozada, y mirando a Máscara Mortal desde el suelo- Mi Dunamis… no ha regresado por completo a mi cuerpo todavía –se quejaba la Titánide, incluso vomitando Icor por la tremenda herida.

-Es una lástima, ¿no te parece? Es increíblemente más difícil el enviar a un Dunamis al Inframundo, que a un alma humana. El Alma de un Dios es muchísimo más pesada, ¿no fueron esas tus palabras? Intuí que lo mismo ocurriría en sentido contrario, pero oye, eso ya lo sabes, ¿no es así? ¿No sabes acaso las cosas en el momento en que se piensan? ¡JAJAJAJAJA… ¿eh?! –se quejó entonces Máscara Mortal, cuando Mnemosyne giró su torso, y pese a tener una mísera movilidad en su columna, logró ponerse de pie gracias a su Dunamis- Oye, eso fue bastante perturbador, hasta para mí… -se quejó el de Cáncer.

-No puedo morir aquí… no puedo morir así… debo cumplir con mi misión primordial… debo… evitar el Ciclo Infinito de los Dioses… -intentó decir Mnemosyne, cuando su mente, fue invadida por un conjunto de 12 memorias, las memorias de los 12 Caballeros Dorados, y de sus resoluciones actuales-. Esto es… esto… esto es… -una a una, las mentes y resoluciones de los 12 Caballeros Dorados, comenzaron a hacerse presentes en la mente de Mnemosyne. Escuchaba sus pensamientos, escuchaba sus respectivas motivaciones, sus exactos pensamientos y deseos. Máscara Mortal comprendió que aquella era su oportunidad, se sintió sucio un instante por siquiera pensar en aprovecharse, pero sabía que no habría otra oportunidad como esta, por lo que rodeó su puño con su cosmos dorado, y se lanzó en dirección a Mnemosyne- Ni siquiera tienes un nombre para el ataque que en estos momentos lanzas, ¿no es así? –sonrió Mnemosyne, su Dunamis Daimonium tranquilizándose, recuperando el azul característico del mismo, mientras veía como el Caballero de Cáncer impactaba su frente, atravesando su cuerpo, y liberando una línea de cosmos que entraba por su frente, y le salía por la nuca- No se necesita un nombre… para un ataque como este… porque lo que acabas de hacer ya tiene un nombre… se llama esperanza… no he sentido la esperanza en tanto, tanto tiempo… -cerró sus ojos Mnemosyne, y regresó en el tiempo, al refugio de sus memorias.

El Laberinto de Cronos. La Era del Mito.

-Mnemosyne, estas tan alegre como siempre –en la mente de Mnemosyne, las memorias que tanto había evitado recordar, se hicieron presentes en sus últimos momentos de vida como una Titánide. Miles de años antes de la guerra entre los Caballeros Dorados del Santuario y los Titanes del Laberinto de Cronos, la palabra Titán era sinónimo de divinidad, y los Titanes eran venerados como dioses. Ceo, en ese entonces el Titán de la Virtud, era uno de los Titanes más nobles y venerados. Mnemosyne por su parte, no era frívola ni envuelta por una soledad inmensa, sino que era alegre y llena de vida-. ¿A qué se debe tu alegría, hermana? -preguntó Ceo mientras entraba en la Morada de Mnemosyne. Los Titanes no vestían sus Soumas, tan solo vestían túnicas de telas hermosas. Incluso el Castillo de Cronos no era un recinto oscuro, sino que era de colores de cristal muy hermosos como los castillos de diamante del Monte Olimpo, aún no creado por los dioses.

-¡Ceo! ¡Phoibe descubrió la solución! -habló Mnemosyne con alegría, y corrió por el cuarto de cristal hasta llegar al lado de Ceo mientras bailaba, y sus pies descalzos jugueteaban con la poca fricción en el suelo. Mnemosyne era alegría pura, e incluso fingió tropezarse para así caer sobre los brazos de Ceo- Phoibe la descubrió, pero me deja todo el trabajo a mí. Mi Dunamis está cansado, cárgame Ceo -jugueteó la Titánide.

-¡Óyeme Mnemosyne! ¡Deja de andar jugueteando con mi esposo! ¡Consíguete el tuyo, Titánide tramposa! -Phoibe le jaló la coleta a Mnemosyne con molestia y celos. Incluso la Titánide más seria de todas era solo una explosión de emociones espontaneas- Ceo, cariño, nos honras con tu presencia -comenzó Phoibe, y Mnemosyne tiró de su coleta tratando de liberarse de Phoibe sin llegar a lograrlo-. ¿Notaste algo diferente mientras visitabas a los humanos? -preguntó la Titánide con impaciencia de que su nuevo invento fuera descubierto.

-Ahora que lo mencionas, he venido a hablar con Mnemosyne porque algo extraño ha pasado -explicó Ceo-. Hace algunos astros, un hombre cortejó a una mujer a punto de casarse, y el amor entre ellos ocasionó que la boda se cancelara y que el prometido de la joven arremetiera contra su propio hermano que le había arrebatado a su amada -astros era la palabra que los Titanes utilizaban para hablar de los días, y Kreios, el Titán de los Astros, era quien junto a Hyperión, que era el Dios del Sol en esos tiempos, y Cronos el Dios del Tiempo, forjaban el paso de los días-. Castigué a ambos hermanos, a uno por su lujuria, al otro por su ira, y prohibí que ambos vieran a la mujer. Pero los hermanos, forzados a vivir bajo el mismo techo por sus padres, tenían conflictos todos los días –le explicaba el Titán entristecido.

-Pero eso ya no pasa más gracias al invento de Phoibe -exclamó Mnemosyne, y Ceo miró a su esposa con curiosidad, quien le sonrió con dulzura-. Esos hermanos ya no se pelean más. ¿Verdad? -preguntó nuevamente Mnemosyne, y Ceo volvió a asentir.

-Fue algo gradual… el odio entre los hermanos no se disipó en un parpadeo… Hyperión debió salir y ocultarse en varias ocasiones para que el odio entre los hermanos se esfumara. Pero… algo no estaba bien -y Mnemosyne observó a Ceo con curiosidad-. El sentimiento de odio no fue remplazado. Simplemente fue aminorado –admitió el Dios de la Virtud.

-Eso se llama olvido -agregó Phoibe, orgullosa por su propio invento-. Es una nueva regla que he inventado. Los humanos deben de ser capaces de olvidar, y mi querida Mnemosyne como la nueva Guardiana de las Memorias, tiene ahora el poder de extraer las memorias de los humanos -en un principio, a Ceo le pareció una atrocidad, pero ambas Titánides estaban convencidas de que el invento de Phoibe era lo correcto-. Si una mujer pierde a su marido, llora por él hasta que la tristeza es remplazada por una nueva felicidad. Pero siempre recuerda a su marido perdido -y Ceo asintió-. Pero, si las memorias se extrajeran, no inmediatamente, pero gradualmente, entonces se obtiene el olvido. Así la mujer podrá ser capaz de ser feliz más pronto que remplazando su tristeza con otra felicidad. Como puedes observar, mi querido Ceo, mi invento es muy ventajoso -aseguró la Titánide con orgullo.

-¿Extraer memorias? -preguntó Ceo sorprendido- Pero Mnemosyne. ¿No volverá eso a los humanos unos tontos? ¿Qué pasará si los humanos olvidan respetar a los dioses? -más ante la duda de Ceo, Phoibe tan solo sonrió, y empujó a Mnemosyne a un lado para que la Titánide de cabello rosado no arruinara su momento de gloria.

-¿Con quién crees que estas casado? ¿Con la cabeza de aire de Mnemosyne? -la Titánide de cabello rosa se molestó y se lanzó sobre su cama de plumas doradas- He inventado el Intelecto, y también he inventado la Enseñanza, juntos crean el Conocimiento, y el Conocimiento será mi regalo para ti, amado mío. Serás el nuevo Dios del Conocimiento -le sonrió Phoibe, y antes de que Ceo pudiera quejarse, ella prosiguió-. El olvido permitirá que los humanos pierdan el conocimiento de lo que no desean aprender, y que aprendan lo que realmente desean conocer. Y evitará que la tristeza irrumpa con su aprendizaje. El aprendizaje actualmente es verbal, pero puede ser resguardado en piedra, para eso necesitarán de símbolos cuyo significado permita el conservar el conocimiento. Pero existen muchas cosas y cada día creamos más. Podría dividir el sonido en partes de las cosas, palabras. Hay mucho trabajo que hacer -Ceo tan solo se alegró por la devoción de su amada.

-Phoibe, tu devoción a los humanos es inquietante… los humanos debieran ser quienes trabajaran por nosotros, no al revés -explicó Ceo. Pero Phoibe comenzó a dibujar caracteres extraños con tinta sobre el suelo de cristal, y Mnemosyne la acompañó, creando sus propias letras-. A todo esto… el universo es joven… ¿por qué necesitaría alguien olvidar? ¿Qué tiene de malo hacer que los humanos lo sepan todo? –insistía Ceo.

-Si los humanos supieran que Urano maldijo a Cronos para que en el futuro se convierta en un tirano como lo hizo su padre. ¿Qué crees que pasaría? -preguntó Mnemosyne, y Ceo no encontró la respuesta a esa pregunta- En todo caso, si lo supieran. ¿No sería mejor que lo pudieran olvidar? -y Ceo asintió, comprendiendo las palabras de Mnemosyne- Puedo extraer cualquier memoria, pero yo soy la única que no puede olvidar. Ese será mi regalo al universo -más Mnemosyne desconocía que su regalo al universo, y el invento de Phoibe que era el olvido, terminarían por moldear el destino de los Titanes, de los dioses, y de los hombres.

Con el paso de miles de años, cuando tras la maldición de Urano, el veneno de Pontos, la Tiranía, afloró en Cronos, y una gran guerra, la Titánomaquia, amenazó con destruir al mundo que los Titanes habían creado. 10 Titanes se reunieron en la Morada de Mnemosyne, con una petición de la cual la Diosa de las Memorias se había intentado ocultar inútilmente.

Zeus, Poseidón y Hades eran los más fuertes de los 6 Dioses Olímpicos de ese entonces. Deméter, Hera y Hestia permanecieron neutrales. Pero el poder de los 3 hijos de Cronos era tan grande, que en su afán por destronar a Cronos rasgaron a la Madre Tierra, Gea, derrumbaron el cuerpo de Urano que era el Cielo, y amenazaron con destruir todo cuanto había sido creado.

Si Cronos vivía, reinaría la Tiranía, si los 3 hijos triunfaban, la existencia misma colapsaría. Los Titanes reunidos en la Morada de las Memorias lo comprendían. Al liberar a los hijos de Rea de los interiores de Cronos, habían condenado a la existencia misma que ellos habían creado. Era el fin de la Era Dorada de la Humanidad.

Decidieron hacer entonces la guerra contra Zeus, Poseidón y Hades. Pero su deseo por proteger a los humanos, y su desprecio a la Tiranía de Cronos, impedía a los Titanes desencadenar su ira, y sobrepasar las fuerzas de la Trinidad Divina. Algo debía hacerse, o todo cuanto habían creado, todo cuanto habían amado, sería destruido.

-¡Lo que me piden es inconcebible! ¡Aman a los humanos más que a sus propias existencias! Pero, si realizo este acto, olvidarán este amor que sienten y se convertirán en Tiranos incluso más grandes que nuestro hermano Cronos -los 10 Titanes restantes se habían arrodillado frente a Mnemosyne. Vestían sus Soumas, creados por Gea durante la guerra contra el tirano de Urano. Pero, aún con el poder para asesinar al Dios Primordial de los Cielos, este no era suficiente si su amor por los humanos era tan grande como para impedir desencadenar toda su ira Titánica- Yo seré la única que lo recuerde, estaré sola en un mundo donde los humanos serán odiados y castigados por los dioses –lloraba la Titánide, destrozada por lo que le pedían, y sabiendo que nada podría evitarlo.

-No tenemos otra opción, Mnemosyne -habló Kreios, el Titán de Samshir y Dios de los Astros, además de ser el esposo de Mnemosyne, al menos en ese entonces-. Solo olvidando nuestro amor por los humanos podremos enfrentar a Zeus, a Poseidón, y a Hades. Sintiendo somos débiles. Además, siempre estarás aquí. Sufriremos y nuestros Dunamis derramarán el Icor de nuestra sangre sagrada sobre la tierra destrozada. Pero volveremos a comenzar, y crearemos el paraíso sobre Gea nuevamente, juntos –intentaba convencerla Kreios, tomándola de las manos, y acariciando las mismas gentilmente.

-Mnemosyne. Nuestra mayor invención será la salvación de la existencia misma -continuó Phoibe, pero Mnemosyne ya había comenzado a derramar su Icor en la forma de lágrimas de sangre azul-. El olvido es nuestra única opción. No deberás devolvernos las memorias de nuestro amor por los humanos hasta que hayamos exterminado a los hijos de Cronos –pidió Phoibe.

-No lo haré si las Titánides no se quedan neutrales -aclaró Mnemosyne-. Las Titánides no deben combatir. Phoibe del Intelecto, tu sabiduría debe preservarse. Themis del Orden, más que nunca tu sentido de la justicia deberá reparar la tierra dañada. Theia del Brillo, la esperanza deberá alimentar los corazones de los humanos para superar esta terrible adversidad. Tethys, tú y tus hijas serán necesarias para sanar los corazones marchitos de los hombres, y Rea, la vida deberá volver a empezar, serás la más ocupada de todas. Borraré sus memorias con la condición de que las Titánides no se unan en batalla –exigió ella.

-Así será -aceptó los términos Ceo, quien representaba la Virtud de los Titanes. Hyperión fue el segundo en aceptar, y siguieron todos los demás-. Mnemosyne, te encomendamos nuestros recuerdos –todos y cada uno de los Titanes, bajó el semblante en señal de agradecimiento.

-No volveré a ser feliz hasta que los hayan recuperado –comentó la Titánide, soltando las manos de su esposo Kreios, quien la miró confundido-. Renunciaré a todo… hasta que sus memorias les sean restauradas, incluso renunciaré a ti… Kreios… ya que no soportaría saber que he manipulado tu mente. Cuando recuperes tus memorias… suplicaré por tu perdón. ¡Mnemós Choreia! -así fue como los Titanes perdieron sus memorias, y se convirtieron en los Demonios más grandes del mito griego.

Así comenzó la Titanomaquia. Los 6 Titanes se mantuvieron desafiantes ante los 3 hijos de Cronos. Pero sus esfuerzos, a pesar de haber destrozado la tierra, no fueron suficientes. Algunos como Hyperión, perdieron toda la fuerza de sus Dunamis. Otros como Iapeto y Kreios, se convirtieron en Demonios. Pero al final todos cayeron, y sin importar quien había permanecido neutral, Zeus encerró a todos los Titanes en el Tártaros, donde los Hecatónquiros cuidarían de ellos, y separaron la esencia de Cronos sobre un Altar de Plata, dentro del cual sellaron su cuerpo, a su alma la enviaron al Tártaros, y su Dunamis fue sellado dentro del Megas Depranon, la armadura en forma de guadaña que siempre vistió Cronos.

-¡Malditos dioses! ¡Nos vengaremos, Zeus! -recordó Mnemosyne escuchar las amenazas de Kreios, quien ya no se parecía en nada a su esposo. Dentro del Tártaros, los Titanes fueron sometidos a torturas inimaginables y a la eterna oscuridad. El silencio era inquietante, pero por siempre interrumpido únicamente por Mnemosyne y sus lamentos- Hermana… guarda esto en tus memorias… derrocaremos a los Olímpicos y nos dividiremos su reino. Destruiremos a los malditos humanos que los han venerado, y borraremos la existencia misma. ¡Con Cronos como nuestro rey, recuperaremos nuestro derecho divino! –exigía el furioso de Kreios.

-Tú… no eres así… Kreios… -sollozaba Mnemosyne sin descanso-. Odio ser la Guardiana de las Memorias… por favor mátenme… no deseo ser la única en recordar. ¡Mátenme! ¡Libérenme de este Dunamis maldito y recuerden quienes fueron! -los 3 hijos de Cronos se reunieron frente a las puertas del Tártaros, y miraron el alma de Cronos con seguridad en sus Dunamis- ¡Ustedes son los verdaderos villanos! ¡Los Titanes somos los verdaderos protectores de esta hermosa existencia! –gritaba Mnemosyne, a quien miraban como si hubiera perdido la cordura.

-Me he cansado de escucharla. Agreguemos silencio eterno a su castigo divino -Hades, el hijo mayor de Cronos, exclamó y destrozó las cuerdas vocales de los Titanes con un movimiento de su cosmos. De todos menos de Cronos-. ¿Tienes últimas palabras, padre? –preguntó arrogante.

-Solo quítale el derecho al habla de una buena vez, Hades -exclamó Poseidón-. Me repugna estar en la presencia del tirano de nuestro padre. Y hay mucho trabajo que hacer como para desperdiciarlo en conversaciones absurdas –insistía Poseidón.

-Silencio -exclamó Zeus con su voz como un estruendo-. A nuestro padre al menos le debemos el derecho al habla. Que nuestros tíos y tías lo escuchen por la eternidad sin poder encontrar descanso de su conversación absurda y sus deseos de venganza -los Olímpicos comenzaron a retirarse, cuando el alma marchita de Cronos los interrumpió.

-Escucha mis palabras, Zeus -interrumpió Cronos iracundo-. Así como a mi padre antes de mí. Y así como ha pasado conmigo, tú no eres exento al destino eterno de los dioses -explicó Cronos. Poseidón y Hades entonces trataron de persuadir a Zeus de hacer caso omiso a las palabras del Titán, mientras el alma muda de Mnemosyne sabía del poder de aquellas palabras, y veía el Veneno de Pontos, la Tiranía, pasar de Cronos a Zeus, quien permaneció atento y a la espera de las palabras de su padre-. Eres un Titán a pesar de ser un dios, y como todo Titán terminarás por adoptar la tiranía. Uno de tus hijos será tu perdición cuando la bondad y la esperanza hayan abandonado tu ser. Igual que yo, tú serás derrocado dios tirano -su profecía resonó por todo el Tártaros, y los dioses partieron, abandonando a Cronos a su suerte.

Mnemosyne simplemente se mantuvo muda y con su Dunamis destrozado. Ella era la única que recordaría por la eternidad la verdadera razón de la tiranía de sus hermanos y hermanas. El único tirano era Cronos, pero de igual manera, Mnemosyne deseaba destronar a los Dioses Olímpicos que habían destruido la Tierra que los Titanes tanto habían amado.

Casa de Cáncer.

Tras el golpe de Máscara Mortal, que atravesó el cráneo de Mnemosyne, y ajeno a lo que la Diosa de las Memorias había vivido al regresar en sus recuerdos, el Caballero de Cáncer se dio cuenta de la flama de Dunamis que en esos momentos le rodeaba la mano, lo que lo espantó y ocasionó que Máscara Mortal intentara apagarse la mano, pero la verdad era que su mano no ardía para nada.

-Cuando un mortal muere, se dice que revive todas sus memorias, y estas pasan frente a sus ojos –escuchó Máscara Mortal, quien se dio la vuelta para mirar a Mnemosyne, quien se daba la vuelta con una sonrisa en su rostro-. Como Diosa de las Memorias, no podía ser diferente conmigo. Y es este recuerdo, esta esperanza de un tiempo mejor, de la Era Dorada de la Humanidad, lo único que me permite hacer esto, Mephisto, Caballero Dorado de Cáncer… me guste o no… recibirás mi Dunamis, que mi Mnémos Gale, se convierta en la herramienta que te de al menos una oportunidad para proteger a tu diosa, por insignificante que sea… y por cierto… va a doler, espero que bastante… -tras aquello, el Dunamis de Mnemosyne estalló derribando el muro de Dunamis Absoluto alrededor de la Casa de Cáncer, subió al cielo, y cayó en picada, uniéndose a la fuerza a Máscara Mortal, quien gritó con fuerza por recibir semejante poder. Tras aquello, el cuerpo de Mnemosyne se desintegró, siendo su rostro la última parte en hacerlo, y fundiéndose con el suelo de la Casa de Cáncer, justo en el lugar donde había caído. El Teosu Senma perdió entonces al Megas Tsekoúri, y en su lugar la Constelación de Cáncer brilló. La criatura sellada en el Laberinto de Cronos entonces se estremeció con tal fuerza, que el Laberinto mismo comenzó a desquebrajarse, solo tres flamas se sostenían en el sello.

-¡Lo ha conseguido! ¡Máscara Mortal lo ha conseguido! –exclamó Mu agradecido, y se apresuró hasta donde el Caballero de Cáncer se convulsionaba en el suelo- Tranquilo, usaré el poder de Tethys para sanar algunas de tus heridas –intentó explicarle Mu, iluminando sus manos con el Dunamis de Tethys, cuando el Caballero de Cáncer lo detuvo y le abofeteó su mano lejos-. Máscara Mortal, intento ayudar… -declaró Mu.

-Mephisto… mi nombre es Mephisto, no Máscara Mortal, malnacido Carnero del demonio –se fastidió el ahora autonombrado Mephisto, aunque fuera este su nombre desde un inicio-. No necesito de tu ayuda… ni de la de nadie… solo hay una cosa que me interesa, llegar ante esa mocosa… apártate… -comenzó a empujarlo Mephisto, pero estaba tan débil, que Saga tuvo que tomarlo de la hombrera para ayudarlo a mantenerse en pie.

-Acabas de recibir el Dunamis de Mnemosyne en tu ser, no estás en condiciones de hacerte el fuerte –reprendió Saga, el de Cáncer por su parte, hizo una mueca de descontento-. Como desees, ya perdimos mucho tiempo por tu retraso en derrotar a tu oponente. Si no vas a subir con nosotros, atiende a tus heridas y alcánzanos –intentó adelantarse el de Géminis.

-Voy a subir con ustedes. Paciencia, señor bipolar –se quejó Mephisto, mirando a los alrededores, y a los rostros en la Casa de Cáncer-. De pronto, ya no siento mi casa tan acogedora, haré esto, y solo entonces seguiremos adelante –se quejó el de Cáncer, alzó el dedo, y este brilló con intensidad-. ¡Liberación de las Almas! –tras aquello, las almas atrapadas en los rostros de la Casa de Cáncer se liberaron, regresando a la Casa de Cáncer a su antigua gloria.

-Admiraría tu nueva resolución, si no tuviéramos el tiempo en nuestra contra, tanto literal como figurativamente –admitió Mu, mirando al Reloj de Cronos, y sabiendo del conflicto en la Casa de Libra-. Hay que seguir adelante –se adelantó el Muviano.

-Con un cangrejo… otros tuvieron la suerte de quedarse a plantar rostro al suelo al menos unos minutos… no hay respeto ni para mi nueva resolución –se quejó el de Cáncer, que ya estaba hablando solo, ya que Mu y Saga se le habían adelantado-. ¡Oigan! ¡Espérenme cabezas de chorlito! ¡Con un Espectro, ya no hay respeto! –los siguió torpemente el de Cáncer.

Templo del Patriarca.

-¡Saori! ¡Por favor despierta! ¡Saori! –exclamaba Yoshiko con preocupación, y con una desmayada Saori en brazos. La pequeña había usado una tremenda cantidad de su cosmos para poder comunicarse con Mephisto en el Inframundo y había terminado por desmayarse. Saori ni siquiera sabía utilizar su Cosmos Divino correctamente, el esfuerzo no solo había sido imprudente, sino incluso podría ser mortal, más tomando en cuenta que Yoshiko en esos momentos, no era enteramente consiente de sus actos- Diosa inútil… -sonrió Yoshiko, sus ojos nuevamente brillando con aquel azul característico del Icor de los dioses-. Sería tan sencillo para mí destruirte en estos momentos, tan sencillo… -acercó su mano Yoshiko al cuello de Saori, tomó el mismo, comenzó a apretar con fuerza, más solo bastó el primer gemido de dolor de la niña para despertar a Yoshiko de su trance, quien en esos momentos se apartó de Saori, dejándola tendida en el suelo, y se mordió a sí misma la mano, sacándose sangre en el proceso por la potente mordida, pero logrando gracias al dolor el recuperar sus sentidos-. Unght… duele… -lloró Yoshiko por lo que acababa de hacer.

-¿Dónde…? –comenzó a incorporarse Saori, con un dolor en su garganta, misma que se tomó ligeramente adolorida- ¿Mephisto? ¿Dónde está? ¿Está a salvo? –comenzó Saori, prestándole más importancia a uno de sus Caballeros Dorados que al propio dolor en su garganta, notando entonces la sangre que caía al suelo, y a Yoshiko temblando mientras se sujetaba de la mano- ¿Miko? Estás herida, ¿qué ha ocurrido? –se preguntó la diosa.

-No lo sé… yo… realmente no lo sé… -tembló Yoshiko, sabiendo que algo estaba muy mal con ella-. Mi atención debería estar en el aquí y en el ahora, pero mi mente se siente dispersa, y mientras más dispersa me siento, más cuestionables se vuelven mis acciones… Saori… voy a tener que pedirte que no vuelvas a intentar nada como lo que hiciste recientemente, al menos no sin alguien de confianza en tu presencia… yo… no soy de confianza en estos momentos… mantente alerta… algo me está pasando… y parece que cada vez me ocurre con mayor frecuencia. Presiento, que es solo cuestión de tiempo, para que eso me domine por completo… lo triste… es que, si eso ocurre, ¿a dónde podrías correr? –se estremeció Yoshiko, el temor se apoderó de ella, y lo mejor que se le ocurrió en ese momento, fue tomar la Daga Dorada atada a su cinturón, encendiendo los ojos azules que se llenaron de terror mientras la daga bajaba en un intento de Yoshiko por quitarse su propia vida.

-¡Basta! ¡No lo hagas! –extendió su mano Saori, de su dedo se desprendió un destello de cosmos, y este impactó a la Daga Dorada, lanzando a la misma hasta quedar clavada a varios metros de donde Yoshiko se encontraba, quien en su sorpresa, se dio la vuelta para mirar a la diosa- A mi petición, el Maestro Milo me entrenó como hizo con Jabu y Kyoko… no sé lo que te ocurre, Miko… pero si lo peor llegara a pasar… puedo defenderme… por favor no sacrifiques tu vida inútilmente, nadie debería morir por mí… -lloró Saori con tristeza, comprendiendo lo lejos que podría llegar Yoshiko por protegerla a ella.

-Allí es donde te equivocas… Saori… -miró Yoshiko en dirección a la Daga Dorada, con una mezcla de miedo por lo que estuvo a punto de hacer, y lucidez de entender que aquella no hubiera sido la decisión correcta-. Es el trabajo de un devoto a Athena el sacrificarse por su diosa… es el camino que elegimos quienes nos sometimos a esta vida… una vida que jamás hubiera elegido si Aioros no hubiera aparecido en la mía… o al menos, es lo que yo quiero creer… ¿hasta dónde mis acciones han sido enteramente mías realmente? –se miró Yoshiko las manos, manchadas en su propia sangre- ¿Hasta dónde estoy dispuesta, realmente, a sacrificar por una diosa en la que jamás había creído? De tan solo pensarlo… comienzo a deprimirme… tal vez… no soy tan fuerte como Aioros cree que soy –aceptó ella, cayendo en sus rodillas, temerosa.

Casa de Sagitario.

-Miko… -susurró Aioros, su cosmos extendiéndose por toda la Casa de Sagitario, para sorpresa de Seiya, el único presente en esos momentos al lado de su maestro-. Las dudas que hoy crecen en tu corazón, pronto serán aclaradas, estoy más que seguro de eso. Los sacrificios de todos quienes luchan en esta guerra, no son en vano… puede parecerlo… pero no lo son… solo espero poder demostrártelo… -terminó el de Sagitario, continuando en su tarea de concentrar todo el cosmos que le fuera posible concentrar.

Casa de Libra.

-¡Sello Trinitario! –en la Casa de Libra, dos Caballeros de Plata combatían con todas sus fuerzas, contra un Nicole que había abandonado toda su humanidad para resurgir como Cronos, el Rey de los Titanes, quien en esos momentos era rodeado por triángulos de plata alrededor de brazos y piernas, que entorpecían sus movimientos, y lo dejaban expuesto a los ataques de otro Caballero de Plata, Misty de Lagarto.

-¡Tifón Plateado! –arremetió Misty con todas sus fuerzas aprovechando que Cronos se encontraba ralentizado en sus movimientos por los triángulos de Noesis, impactando al Rey de los Titánes con sus torbellinos plateados, pero estos no lograron herirlo del todo.

-Disfruten de este leve momento de superioridad, Caballeros de Plata, ya que, en el transcurso de estas horas desde mi resurrección, mi cuerpo prestado no ha terminado de desentumirse –se burlaba Cronos, liberándose de los triángulos de plata, y apretando con fuerza a su guadaña-. En estos momentos tan solo poseo una fracción de mi poder, digamos un 8% por darles un insignificante ejemplo, pero con este 8% me basta para destruir incluso a los Caballeros Dorados. Permítanme demostrarlo. ¡Megas Depranon! –lanzó su guadaña Cronos, esta partió el suelo y las columnas en su vuelo giratorio en dirección a los Caballeros de Plata, Misty logró evadirlo, pero Noesis, terminó partido a la mitad por el violento ataque- Lo considero una pena, pero ya ha sido suficiente de sutilezas, aún con las memorias restauradas por la muerte de Mnemosyne, yo siempre he sabido que el bien mayor, justifica cualquier sacrificio –la guadaña se desprendió del cuerpo de Noesis, y volvió a las manos de Cronos, mientras Misty, no tuvo siquiera el tiempo de lamentar la caída de su compañero de armas, sino que se ancló a su deber-. Sabes que si me enfrentas morirás –advirtió Cronos.

-Y usted sabe mejor que nadie… Dios del Tiempo… la importancia del tiempo en estos momentos… -sentenció Misty, incinerando todo lo que le quedaba de cosmos-. Y con Sagitario ya ardiendo, tiene el tiempo en su contra. ¡Tifón Plateado! –se lanzó nuevamente Misty, decidido a hacerse respetar incluso contra los mismos dioses.

-Solo tengo una única preocupación, Misty –se apartó del ataque Cronos sin mucho esfuerzo, sorprendiendo a Misty quien no concedía que su velocidad hubiera sido sobrepasada tan fácilmente-. Y esa es que mi amada Rea no sea tan débil de corazón como el resto de mis hermanos… más ahora que las memorias han regresado en su totalidad… -sentenció Cronos, giró su guadaña, y en un instante, Misty conoció la verdadera derrota, cuando la Guadaña de Plata le atravesó el corazón.

El Laberinto de Cronos. Morada de Rea.

-Mnemosyne… -frente a Aldebarán, quien se sostenía de un brazo aparentemente ya roto por haber combatido cuerpo a cuerpo a la Reina de los Titánes, Rea de Katar lloraba lágrimas de Icor, lo que fue una sorpresa para el poderoso Toro Dorado, quien aún se mantenía frente a la Titánide, aunque impaciente de volver sobre sus pasos y buscar ayudar a Saori en las 12 Casas-. Por fin todos recordarán la hermosa Edad Dorada de la humanidad como solo tú podías hacerlo. Pero el retorno de estas memorias, más que desestabilizar nuestras convicciones, han llegado para fortalecerlas… ¿comprendes el dolor, Aldebarán? ¿El dolor de una madre de verse obligada a liderar la guerra contra sus propios hijos? A ese grado llega el amor de los Titanes por la humanidad. A ese grado llega mi convicción como la Reina de los Titanes en mi esposo Cronos –admitió la Titánide, su Dunamis jamás desestabilizándose, manteniéndose inmenso y radiante-. ¡Gaia Prominence! -conjuró Rea en heleno, que significaba Prominencia de la Tierra. Rea entonces descruzó los brazos violentamente, liberando el poder contenido que reunió en ellos tras haberlos cruzado, y una grieta dimensional se abrió alrededor de Aldebarán, una grieta que despedía el calor del centro de la tierra, el corazón de Gea, la Titánide Primordial. La grieta liberó una explosión de Dunamis descomunal que rodeó el cuerpo de Aldebarán y comenzó a quemarle la piel que, de no ser por su enorme cosmos y por la protección de su Armadura Dorada, hubiera quedado hecha cenizas.

-¡No creo poder comprenderlo, señora Rea! ¡Pero me niego a creer que hacerle la guerra a los Dioses Olímpicos es la única solución! ¡Brazo de Hierro! -lanzó su ataque Aldebarán desde los interiores de la explosión conjurada por Rea, y la Titánide fue derribada violentamente. Aldebarán entonces comenzó a caminar con paso pesado y débil en dirección a Rea, que nuevamente cruzó sus brazos y elevó su Dunamis para acabar con Aldebarán- ¡Lanza tu ataque cuantas veces quieras! ¡Para ti soy solo una hormiga! ¡Pero esta hormiga se levantará y peleará por aquello que ama! ¡Hay más humanos que dioses en los cielos! ¡Seres como tu señor Cronos únicamente lograrán que todo el hormiguero se levante en su contra! -Rea soltó nuevamente su ataque, esta vez con más fuerza que el primero, y Aldebarán cayó sobre una de sus rodillas. Pero volvió a levantarse y continuó con su camino- Rea, siempre me he mantenido como un muro defensivo en la Casa de Tauro. Más esta vez abandoné mi casa para centrarme a la ofensiva. ¡Te mostrare la fuerza ofensiva de un Toro! ¡La gran técnica que ha sido heredada de Caballero de Tauro a Caballero de Tauro por cientos de generaciones! ¡Esta es la Nova Titánica! -el suelo y el templo de Rea entonces se iluminaron de un intenso color dorado. Era el cosmos de Aldebarán, un cosmos inmenso y agresivo que no había sido liberado anteriormente por la fuerza que jamás vio necesario usar.

-Las moléculas se estremecen. Toda el área alrededor del cosmos dorado se carga de energía. ¿Qué planeas, caballero? -le preguntó Rea, quien entonces notó que Aldebarán se mantenía en la misma pose, quedando totalmente expuesto mientras cargaba su cosmos- Mientras conjuras esta técnica tu cuerpo ha quedado completamente desprotegido, es mi oportunidad de terminar con esto -Rea reunió la fuerza de su Dunamis, y se preparó para lanzarla nuevamente.

-¡No necesito defenderme al conjurar esta técnica! ¡Eso es lo que lo hace tan divertido! -rio Aldebarán- Los Caballeros de Tauro siempre han sido defensivos. Pero si se requiere, la ofensiva del Caballero de Tauro es la técnica definitiva. Todo el terreno ha sido rodeado por mí cosmos, y eso me ha dejado vulnerable a cualquier ataque. Pero, lo que activará la Nova Titánica será el movimiento de mi mano hacia el cielo. Solo me derrotarás si tu Dunamis es más rápido que mi cosmos. Después de eso, no quedará nada incluso de los dioses –aseguró Aldebarán.

-Consideraría tu comentario una blasfema, mortal… pero ya lo han demostrado los Caballeros Dorados en más de una ocasión. ¡Entonces solo debo ser más rápida que tú! ¡Muere Tauro! -Rea se abalanzó en contra de Aldebarán, que terminó siendo más rápido, y liberó la fuerza de la Nova Titánica. El cuerpo de Rea estalló junto con todo alrededor de Aldebarán. Era una explosión tan poderosa que iluminó todo el Laberinto de Cronos, y al final cuando la luz se disipó, Aldebarán cayó de rodillas débilmente tras haber usado su técnica suicida, y Rea, que apenas y se mantenía con vida, lo observó detenidamente- Esta hormiga ha brillado más que cualquier otra en el hormiguero. Si todos los seres en esta tierra brillaran con semejante intensidad, ningún dios estaría a salvo de su poder –Rea, con su Souma enteramente vaporizado, y la piel divina que le quedaba quemada como si portara unos harapos negros de girones de su propia piel cubriéndole el cuerpo, comprendió entonces que los Caballeros Dorados, eran capaces de crear milagros-. Tu técnica ha sido perfecta… pero a la vez te ha dejado vulnerable y débil… en verdad que es una técnica suicida, y aunque yo aún me mantengo en pie, estoy en una precaria situación… con mi cuerpo atrofiado a este nivel, y habiendo perdido mi Souma… en poco tiempo la muerte llegará incluso para mí… ¿qué debería hacer? El resto de mis hermanos y hermanas, lo comprendieron y extendieron su Dunamis a ustedes, aún sin tener todos sus recuerdos… ¿creeré yo también en la fuerza de los mortales a tal nivel, como para entregarte el mío? –se preguntó Rea, cuando notó a Aldebarán, sangrante y débil, con heridas de su propia explosión presentándose como quemaduras en su rostro, incorporarse, y dar un paso más al frente- Esta hormiga, seguro contagiará a todo el hormiguero, y si lo hace, no importarán los sacrificios que tengan que afrontar, incluso los dioses caerán, ¿no es así? Ah… presiento que Cronos va a estar muy molesto… pensará que todo ha sido inútil, aunque… no lo ha sido, ¿verdad Caballero de Tauro? Esta guerra… solo ha reforzado nuestro amor por los humanos… me disculpo por todo los sacrificios y la sangre que ustedes han derramado, y como la Reina de los Titanes… me arrodillo… ante los mortales, suplicando su perdón… hasta siempre, Aldebarán de Tauro –terminó Rea, su Dunamis estalló, y el Laberinto de Cronos se estremeció, mientras el Dunamis de la Reina de los Titanes deslumbraba con fuerza, llamando la atención de todos los Caballeros Dorados que hacían lo posible por regresar a las 12 Casas, mientras el Dunamis de Rea colapsaba, y se fundía con Aldebarán, reemplazando a su vez al Katar en el Teosu Senma, y colocando en aquel sitio a la Constelación de Tauro.

El Laberinto de Cronos volvió a estremecerse, y Aldebarán despertó de su trance. Una mano gigante hecha de la tierra misma se levantó entonces de las montañas oscuras aledañas a la Morada de Rea e intentó aplastar a Aldebarán, que saltó lejos de la mano y corrió de regreso a la Décima Morada, donde Milo apenas y se recuperaba para regresar al Santuario.

-¿Qué ocurre? ¡El Laberinto de Cronos se desquebraja! -se quejó Milo, el suelo a sus pies se despedazó, y el de Escorpio comenzó a caer por un abismo oscuro, encontrando a Aldebarán cayendo a su lado- ¿¡Qué rompiste ahora, Aldebarán!? –se quejó Milo, quien de pronto sintió el cosmos de Camus, quien caía en el abismo también junto a él- ¿Camus? –otro cosmos se reunió con el de quienes caían por el Laberinto que se desintegraba a sus alrededores, y el grupo encontró a Shura, que sujetaba en su mano a Aioria cuando lo vio caer, sosteniéndose de los escombros restantes, pero estos también se desintegraron a sus pies. Los 5 Caballeros Dorados continuaron cayendo entonces, hasta que todos fueron rodeados por esferas doradas, Shaka los había atrapado con su cosmos, sus ojos bien abiertos, lo que significaba que el de Virgo estaba usando todo su cosmos para frenar la caída de los Caballeros Dorados.

-¡Gea está despertando! ¡Con la pérdida del Katar en el Teosu Senma, ya solo queda la cacerola de Vallistras evitando el renacer de la Titánide Primordial de la Tierra! –exclamó Shaka, flotando plácidamente con los 5 Caballeros Dorados dentro de sus esferas y bajándolos con cuidado, cuando detrás del de Virgo, una flama inmensa se dejó ver, mientras un enemigo conocido se hacía presente ante los Caballeros Dorados.

-¡Gea es la menor de sus preocupaciones, Caballeros de Athena! –enunció un gigante, a quien Shaka se viró a ver, cuando fue atravesado por la espalda por la inmensa espada de fuego del mismo, perdiendo la concentración mientras la espada le salía por el pecho, y dejando de rodear a los 5 Caballeros Dorados, quienes continuaron cayendo varios metros hasta estrellarse con el suelo oscuro del Laberinto de Cronos, momentos antes de que el gigante blandiera la espada en llamas, desprendiendo a Shaka de la misma, y estrellándolo contra el suelo violentamente, donde respiró pesadamente, rodeándose de su propio cosmos para intentar mantenerse con vida- ¡Los Titanes habrán tenido el corazón de perdonarles la vida, pero yo, Phlox Ultima de Kardía Mágma, aunque no desprecie a los humanos, no soy tan condescendiente como los dioses! –admitió el gigante, el mismo al que ya habían enfrentado los Caballeros Dorados, y quien fue obligado por Hyperión con su Dunamis a fusionarse a sus hermanos en un solo ser.

-El cosmos de este sujeto… es una locura… casi se siente divino… -admitió Milo, quien en esos momentos junto a Camus ayudaban a Shaka a incorporarse, Camus incluso congelaba el cuerpo de Shaka, causándole un inmenso dolor.

-Shaka, sé que te duele, pero es mejor mantener tu temperatura corporal con tu cosmos, que desangrarte por esa herida. Tienes que soportarlo –le pedía Camus, mientras Shaka hacía todo lo que podía para concentrarse.

-Malnacido… no tenemos tiempo que perder, tus dioses ya nos han dado su bendición, ¿y aun así te atreves a hacernos frente? –se molestó Aioria, rugiendo mientras preparaba los puños para la batalla- Somos la mayoría en estos momentos, entiende tu lugar y hazte a un lado –desafió Aioria, preparando su cosmos.

-La mayoría no sirve de nada si las condiciones de nuestros cuerpos son inútiles para aprovechar la superioridad numérica –lo interrumpió Shura, para molestia de Aioria-. Entiendan una cosa camaradas, apenas y nos sostenemos a la vida gracias a que nuestros adversarios, los Titanes, nos brindaron la fuerza de sus Dunamis. Este sujeto jamás hubiera logrado herir a Shaka a este nivel, si no fuera porque Shaka estaba ya muy débil. En las condiciones actuales, no poseemos el cosmos de un Caballero de Bronce –prosiguió el de Capricornio, mientras el gigante en armadura carmesí, preparaba su espada para el combate-. Aldebarán tiene todo su cuerpo quemado, Shaka fue atravesado por la espalda, Camus es una costra de sangre andante por congelarse todos los poros de su piel, y yo tengo ambos brazos rotos. Los que se encuentran en mejores condiciones son Aioria, que tiene una hemorragia craneal que no se detiene, y Milo, que por la forma en que sangra por la boca seguro tiene hemorragias internas, pero no me cabe duda que, de entre los 6, solo ustedes dos están en condiciones de seguir adelante –declaró Shura, preparando su cosmos para desafiar al gigante.

-Es verdad -agregó Camus, virándose para ver al de Escorpio-. Milo, toma la fuerza de mi cosmos y adelántate –ofreció Camus, para sorpresa de Milo-. Es como Shura dice, los números no importan si todos llegamos medio muertos a con Saori. No me discutas, toma mi cosmos, y ve a con tu Escudera –sentenció el de Acuario, aunque el de Escorpio de todas formas pensó en quejarse de la oferta.

-¡No discutas y haz lo que dice, Milo! ¡La paciencia de Phlox podría terminarse más rápido que su deseo de tener una batalla justa! –se quejó Shura, quien al parecer comprendía mejor los sentimientos y ansias de batalla del gigante frente a ellos, quien esperaba divertido a que los Caballeros Dorados se prepararan- ¡Aioria! ¡Tomarás mi cosmos, sin objeciones! ¡Coloca tu mano sobre mi hombro! ¡Por si no te has dado cuenta, tengo ambos brazos rotos! –ordenó Shura con impaciencia.

-¿Estás demente? ¡Si ya estás medio muerto! –se quejó Aioria, pero Aldebarán tomó la mano de Aioria y lo forzó a tomar del hombro de Shura, al mismo tiempo que rodeaba a Aioria con su cosmos- Aldebarán, ¿qué estás haciendo? –se quejó el de Leo.

-También te daré lo que queda de mi cosmos, Aioria, y más te vale que lo uses bien, o te voy a machacar –amenazó el de Tauro, quien con el apoyo del de Capricornio, logró restaurar el cuerpo de Aioria a condiciones más aceptables-. Tienen más posibilidades 2 Caballeros Dorados en buenas condiciones de batalla, que 6 Caballeros Dorados moribundos que apenas y pueden mantenerse en pie por la gravedad de sus heridas. Les confiaremos a Athena, Aioria y Milo -y para sorpresa de ambos, Shaka también extendió su mano con su cosmos iluminándola.

-Shaka… pero tus heridas… -intentó decir Milo, cuando Shaka lo forzó a tomarle la mano, y junto a Camus comenzó a entregarle su cosmos al de Escorpio-. No merezco estas atenciones, no si tomamos en cuenta que Saori… -intentó decir Milo.

-Ya habrá tiempo de darte el castigo apropiado por la forma en que trataste por tantos años a nuestra diosa… pero será únicamente cuando esté a salvo. ¿Lo comprendes? –pidió Shaka, quien requirió que Camus lo ayudara a mantenerse de pie- Vayan… no pierdan más el tiempo –pidió el de Virgo, apenas anclándose a la vida.

-Amigos… -se conmovió Milo, y de igual manera lo hizo Aioria. Y aunque ambos intentaron tragarse las lágrimas, no pudieron evitar llorar por el apoyo de sus compañeros-. ¡Vámonos! -agregó Milo, adelantándose a las afueras de lo que quedaba del Laberinto de Cronos, con Aioria siguiéndolo en dirección al Santuario, solo entonces, los 4 Caballeros Dorados que prestaron sus cosmos, cayeron al suelo, divirtiendo a Phlox.

-Ha sido un acto honorable, humanos… pero ya no les queda nada –enunció Phlox, preparando su espada, que comenzó a rodearse de un fuego divino y carmesí-. Tendrán mi respeto, pero no tendrán mi perdón. Gracias a Hyperión de Taiken he renacido como un Dios Gigante tan poderoso como las Estrellas Protectoras de Cronos. ¿Qué tienes tú, humano, para siquiera acercarte a mi poder? –le preguntó el gigante, acercando su inmensa espada al rostro de Shura.

-Tengo todo lo que necesito… Gigante –para sorpresa de los presentes, un resplandor se hizo presente en ese momento, un resplandor no dorado, sino azul, un Dunamis, mismo que restauró los brazos rotos de Shura, cuya espada brilló intensamente, con una fuerza muy superior a la que había demostrado antes el Caballero de Capricornio-. ¡Espero que el Dunamis de Kreios de Samshir valga tu piedad, Phlox Ultima de Kardía Mágma! ¡Excalibur! –atacó Shura, partiendo el suelo de obsidiana, y con su corte dirigiéndose peligrosamente a Phlox, quien de un movimiento de su espada en llamas cortó incluso el corte de Shura, que se dividió en dos- Eso ha sido increíble… -admitió Shura.

-No lo es tanto como el ver a un mortal blandir el Dunamis de un dios… realmente tienes mi respeto, Shura de Capricornio, Dios de los Astros –lo nombró Phlox, lo que fue una verdadera sorpresa para todos los presentes-. ¡Muéstrame entonces el verdadero poder de los dioses! ¡Caballero de Capricornio! ¡Fusión de Rocas Volcánicas! –tras rodear su puño con un Cosmos Divino, producto de su fusión a sus hermanos, Phlox hizo estallar la tierra, y de esta brotaron torrentes de Magma Hirviente, mismo que se dirigió a Shura, quien con su cuerpo iluminado por el Dunamis de Kreios, conjuró un escudo creado del Dunamis mismo

-¡Aester Shield! –recibió Shura el ataque, utilizando la misma técnica que Kreios había utilizado antes para defenderse de Excalibur, materializando todo un planeta en la forma de un escudo para detener el flujo del magma y hacerle frente a Phlox- ¡Así que esta es la extensión del Dunamis de los dioses! ¡Me cuesta sobremanera creer que fuimos siquiera capaces de enfrentarnos a esta fuerza! ¡Y ahora, esta fuerza está al servicio de Saori! ¡De Athena! ¡Aster Khoreia! –continuó Shura, liberando un torbellino de Dunamis, y lanzándose a Phlox en una danza de espadas, una con la que impactó a la espada del gigante, y que liberó una explosión de Dunamis y Cosmos Divino alrededor de ambos, forzando a la tierra misma a estremecerse, mientras la guerra en los remanentes del Laberinto de Cronos, se intensificaba.

El Santuario. Senda a la Casa de Escorpio.

-Esto es… -tras por fin haberse recuperado de sus heridas, Theia, la Titánide del Brillo Divino, llegó ante lo que solo podría considerarse como una masacre, encontrando los cadáveres de al menos dos Caballeros de Bronce, uno vestía una armadura marrón, con cornamenta de Reno, el otro una armadura con una capa algo extraña, ambos habían sido brutalmente cortados en sus brazos y piernas por el Megas Depranon de Cronos, quien en esos momentos caminaba con sus manos bien firmes contra su guadaña, intimidando a un Caballero de Plata, que ya presentaba varias heridas en su cuerpo, sosteniéndose incluso de uno de sus brazos que presumía una perforación en su hombro- ¡Amo Cronos! –corrió Theia en dirección a Cronos, quien se mordía los labios con ira, mientras sus ojos parecían llorar sangre- ¡Amo Cronos! ¡Resista por favor! ¡Usted no puede convertirse en un Demonio! –pidió Theia, rodeando sus manos de Dunamis, y atrapando a Cronos por la cabeza, tranquilizando al Rey de los Titanes con su Dunamis.

-¿Cronos? –se preocupó el Caballero de Plata en armadura morada, y quien cargaba un escudo con la Cabeza de Medusa manchado con su propia sangre, cegando con la misma a Medusa- ¿Quieres decir que el Titán que asesinó tan descorazonadamente a los Caballeros de Bronce de la Vela y de Rangifer, es Cronos? –se preocupó el rubio, quien comenzó a retroceder asustado, mientras Cronos continuaba llorando de la sangre de Nicole- No… no puede ser… ni siquiera un Caballero de Plata arriesgaría tan estúpidamente la vida, yo me largo –Algol de Perseo, el único Caballero de Plata que defendía en esos momentos la Senda a la Casa de Escorpio, saltó por la ladera, salvando su propia vida, y abandonando a su diosa.

-¡Saltó! ¡No puedo creerlo! ¡El cobarde nos ha abandonado! –se quejó Jabu, a las afueras del Templo de Escorpio, y con una igualmente preocupada Kyoko a su lado, quien se apresuró a mirar en dirección al Reloj de Cronos, notando que la flama de Sagitario aún poseía demasiada fuerza. Los Titanes estaban avanzando a pasos agigantados.

-Llegará el momento de castigar a Algol de Perseo por su cobardía… igual que pasará con el traidor de su maestro –insultó un Caballero de Plata, quien se había autoproclamado el protector del Templo de Escorpio en ausencia de Milo, y a quien Kyoko miró con desprecio-. Háganse a un lado, no le confiaría la defensa de Athena a los discípulos de un traidor. Yo mismo, Orfeo de la Lira, enfrentaré al Rey de los Titanes –declaró el Caballero de Plata, cuando un destello de cosmos se dejó sentir en ese momento, y tanto el Caballero de Plata de la Lira, como los de Bronce de Unicornio y de Equuleus, se viraron sorprendidos-. ¿Dejarlo pasar? Aún si es una orden de su excelencia el Patriarca… -se mordió los labios el Caballero de Plata.

-Harás bien en atender a esa orden, Caballero de Plata –enunció Cronos en su ira-. Escucha mis palabras, y escúchalas con mucho cuidado, Caballero de la Lira… me dejarás pasar hasta Sagitario, obedeciendo las ordenes de tu Patriarca, y tienes la palabra de un dios, de que no asesinaré pese a mi ira al haber perdido a mi amada Rea, a nadie más en mi ascenso hasta Sagitario. Lo de Vela y Rangifer no ha sido más que un arrebato de ira encausada por la muerte de mi esposa –declaró Cronos.

-¿Y hemos de fiarnos de la palabra de un dios? ¡Yo no lo creo! –desafió Kyoko, Jabu colocó su mano sobre su hombrera intentando detenerla, más ambos fueron rodeados en esos momentos por hilos de plata, y lanzados a un lado- ¡Oiga! ¿Qué le pasa? –se quejó Kyoko.

-Los discípulos de un traidor no tienen voz ni voto en estos asuntos, Saintia –agregó Orfeo con determinación, lo que fastidió sobremanera a Kyoko, quien intentó ir a desafiar a Orfeo, cuando Jabu volvió a detenerla y previno que aquello ocurriera-. Al menos mi antiguo discípulo tiene prudencia –aceptó Orfeo, Kyoko recordó entonces que Jabu había sido discípulo de Orfeo, y comprendió las reservas del, en ese momento, deprimido Caballero de Unicornio, a quien Orfeo veía con cierto repudio. El de Plata entonces dirigió su mirada al invasor-. Los dioses no mienten, ¿no es así, su excelencia Cronos? –preguntó Orfeo, y Cronos, aunque furioso, asintió- Puede pasar… su excelencia, el Patriarca Aioros le ha brindado libre acceso –aceptó Orfeo, Cronos así lo hizo, siendo seguido de cerca por Theia, más la Titánide pronto quedó envuelta en hilos plateados, mientras el cosmos de Orfeo se extendía a su alrededor-. Me temo, señorita Titánide, que la orden del Patriarca Aioros solo lo incluía a él. ¡Nocturno de Cuerdas! –enunció Orfeo tranquilamente, electrificando el cuerpo de Theia, quien débil al relámpago al igual que el resto de los Titanes, fue lanzada escaleras abajo por el poder de Orfeo, quien obtuvo una ventaja inesperada, forzando a Cronos a darse la vuelta, preocupado por su hermana.

-¡Amo Cronos! ¡Los dioses siempre cumplen sus promesas! ¡Usted hizo un trato con el Caballero de Sagitario! ¡Siga adelante! –pidió Theia, por lo que Cronos, aunque molesto, continuó con su camino sin mirar a atrás- En cuanto a ti… Caballero de la Lira… en estos momentos, y aún con mis memorias restauradas, me cuesta demasiado mantener mi Dunamis en control… así que voy a sugerirte el que no vuelvas a intentar un ataque tan traicionero como ese… -señaló la Titánide.

-Me temo, señorita Titánide, que no está en condiciones de ordenarle a nadie. Como guardián del Templo de Escorpio, no le permito el paso por mi casa. ¡Serenata del Viaje a la Muerte! –comenzó Orfeo con una melodía, misma que rodeó a Theia, quien comenzó a sentirse débil hasta el grado de caer sobre una de sus rodillas.

-¿Guardián del Templo de Escorpio? ¿Quién se ha creído ese sujeto? –se fastidió Kyoko, aunque Jabu de cualquier forma la volvió a detener- ¿Qué haces? Ese sujeto piensa que puede usurpar el puesto del Maestro Milo –le comentó ella con desprecio.

-El Maestro Orfeo no es ningún debilucho, Kyoko, ¿acaso no vez lo que ha hecho? –le comentó Jabu, lo que Kyoko no comprendía- Nos hizo a un lado para protegernos, y sacarnos del área de combate. Ese sujeto está utilizando ataques de cosmos musicales que afectan directamente a la mente de Theia, y no solo eso, su primer ataque fue un relámpago, la debilidad de los Titanes. Orfeo de la Lira preparó todo el terreno para que su segundo ataque surtiera efecto incluso en un dios –apuntó el de Unicornio, lo que fue una sorpresa para Kyoko, mientras Theia se tomaba la cabeza con suma debilidad, no logrando liberarse del ataque mental de Orfeo, que debilitaba su Dunamis hasta que este casi había logrado apagarse-. Hay rumores que dicen que el Maestro Orfeo, dentro de los Caballeros de Plata, es el más poderoso solo por debajo de Nicole del Altar, y que la única razón por la cual no es un General de Plata es debido a que competía por el puesto de Caballero Dorado de Escorpio, ausentándose misteriosamente durante la Masacre de la Isla de Milo, de la cual Milo resultó el vencedor. Perder el derecho a convertirse en Caballero de Escorpio hizo crecer un resentimiento muy grande en mi maestro, quien desde entonces se ha entrenado para superar al Caballero de Escorpio, y hay quienes dicen que Orfeo, genuinamente, es tan poderoso, tal vez más incluso que los Caballeros Dorados, y eso es algo que yo siempre he creído –le explicó Jabu.

-Tu maestro, es el Caballero Dorado de Escorpio, no el de Plata de la Lira… -le recordó Kyoko mientras apuntaba a la vid sembrada al lado del Templo de Escorpio, como recordatorio de donde deberían permanecer las lealtades de Jabu, lo que deprimió un poco al de Unicornio, quien, mirando al Reloj de Cronos, enfrentó a Kyoko con determinación.

-Y tú, Kyoko, eres una Sagitario, no una Escorpio. Así que, si mi Maestro Orfeo cae, yo tengo la responsabilidad de proteger a la Casa de Escorpio, no tú –le apuntó desafiante el de Unicornio, lo que no agradaba a la de Equuleus-. Sé que Milo es tu maestro, lo fue antes de ser el mío, pero el deber a con los Caballeros de Athena es más importante que nuestros deseos personales. Sigue a Cronos… enfréntalo y defiende Sagitario, yo me encargaré de la Casa de Escorpio –pidió Jabu, por lo que Kyoko comprendió que no era un desafío por parte del de Unicornio, sino una muestra de compañerismo y de responsabilidad.

-¿Qué dices? Pero Escorpio es mi hogar –defendió Kyoko, cuando el Dunamis de Theia volvió a incinerarse, rompiendo el trance en que Orfeo intentaba hundirla, por lo que Kyoko se vio forzada a replantearse las cosas-. No te atrevas a morir, Jabu –le pidió Kyoko, ofreciéndole su mano, el de Unicornio sonrió, y compartió con la de Equuleus un apretón de manos, antes de que la de Bronce se adelantara, lo que Orfeo notó, pero cubriendo el avance de la chica ante los ojos de Theia, el de Lira se adelantó a iniciar un combate físico con la Titánide, quien logró cubrir el ataque de Orfeo.

-Me subestimas, mortal… aunque me hayas aturdido con tu relámpago, no es lo mismo tu relámpago que el de Zeus. ¡Sparkle Vortex! –atacó Theia, sus torbellinos recubiertos en brillo azulado empujaron a Orfeo, mientras Kyoko y Jabu se adentraban dentro del Templo de Escorpio, el de Unicornio quedándose como la siguiente línea defensiva ante una Theia que comenzaba a ser rodeada por los hilos de los dedos de Orfeo, que se electrificaron y volvieron a debilitarla, impidiéndole el seguir a Cronos, a quien Kyoko no tardó en alcanzar en medio de la Senda de Sagitario, donde los furiosos Caballeros de Bronce y Plata, obedeciendo las ordenes de Aioros, se mantenían a los costados de la senda permitiendo a Cronos pasar.

-¿Eres mi escolta? –se burló Cronos, mientras miraba a los Caballeros de Athena posados en la senda deseosos de no dejarle pasar- ¿Acaso no eres una Sagitario como ellos? –preguntó Cronos, mirando a Seiya de Pegaso, a una enorme mole humana a su lado, y a un tercer y temeroso Caballero de Athena en Armadura de Bronce color verde y cabellera blanca, medio escondiéndose detrás del hombretón, quien junto a Seiya obedecía órdenes y le permitía el paso a Cronos mientras se mordían los labios con desprecio.

-Diferente de Seiya de Pegaso, Toki de Corona Austral, y de Cassios de Camelopardalis, mi maestro es Milo de Escorpio, y tienes suerte de que él no haya estado protegiendo la Casa de Escorpio, o te habría torturado con sus agujas hasta que le suplicaras por tu vida –le insultó Kyoko con molestia.

-Altamente improbable, Estrella del Caos –agregó Cronos, lo que fue una sorpresa para Kyoko-. O al menos eres una de las dos Estrellas del Caos, la más débil a mi parecer. Pero no me cabe duda de que tu sola existencia, podría ser un peligro aún más grande que la mía –se burló Cronos, lo que Kyoko no comprendió.

-¿Estrella del Caos? ¿Acaso tu eres? –interrumpió un Caballero de Plata, Aeson de la Copa, el amigo de Rigel, anteriormente un prospecto amoroso de Kyoko- La Estrella del Caos, oculta bajo nuestras propias narices. ¿En qué estaba pensando el Patriarca? –se quejó Aeson.

-Tu Patriarca hace demasiadas cosas cuestionables en mi opinión, Caballero de Plata de la Copa –se burló en su cara Cronos, lo que agregó más fastidio a Aeson-. Pero eso no importa ya. Llegué antes que el caos, y por ende soy quien debería tener toda su atención. Te prometo al menos, lidiar yo mismo con la Estrella del Caos cuando me convierta en el Rey de la Tierra –aseguró Cronos, antes de continuar con su ascenso a la Casa de Sagitario, mientras Aeson dirigía miradas de repudio a Kyoko, quien no comprendía las miradas, y seguía a Cronos en dirección a la Casa de Sagitario-. ¿Querías verme, Aioros de Sagitario? Porque ya tienes toda mi atención –agregó Cronos, entrando en Sagitario, recubierta por el cosmos dorado de Aioros.

Casa de Sagitario.

-Le tomó bastante tiempo llegar hasta Sagitario, su excelencia… quedarán apenas 10 minutos más antes de que la flama de mi casa se apague –le comentó Aioros, listo para entregarse a la batalla-. Aunque preferiría negociar con usted, no tenemos por qué continuar con esta inútil guerra, ¿no han muerto ya suficientes Titanes? –preguntó el Patriarca, su cosmos inmenso e intimidante, sus ojos afilados y listos.

-La única negociación que aceptaré para que Athena y sus Caballeros Dorados se hagan merecedores de mi perdón, Aioros, es la completa rendición de los Caballeros de Athena, el cede del dominio de la Tierra a mí divinidad, y la declaración directa de labios de Athena, sobre hacerle la Guerra al Olimpo –le apuntó Cronos, preocupando a Aioros, quien sabía que no podía acordar aquello-. Y créeme que me estoy mostrando demasiado benevolente considerando lo que ustedes, Caballeros Dorados, han desencadenado en esta guerra. Los mismos dioses han perecido en estas batallas. Pero he de adelantarte, Aioros, que aún sin mi Megas Depranon, aún sin mi cuerpo original, soy más poderoso que cualquiera de mis hermanos o hermanas. Unido al Megas Depranon, se requirió de la unión de Zeus, Poseidón y Hades para vencerme. ¿Qué posibilidades tienes tú, Sagitario? –desafió Cronos, su cosmos incinerándose en un instante, e incluso lanzando a Kyoko fuera del Templo de Sagitario, donde Seiya, el Caballero de Pegaso, llegó para protegerla de caer rodando por las escalinatas- Entonces, Patriarca, el más poderoso de entre los Caballeros de Athena. ¿Cuál es tu respuesta? –preguntó Cronos, impaciente.

-Mi mayor deseo… es borrar el Ciclo Infinito de los Dioses, justo como usted desea, amo Cronos –reverenció Aioros, preocupando a Seiya y a Kyoko a las entradas del templo, y alegrando a Cronos, más el cosmos de Aioros continuó creciendo, desafiante-. Pero no comparto sus métodos. Hacerle la guerra al Olimpo no es la forma. Por favor –suplicó Aioros.

-Ya enuncié la única negociación a la que estoy dispuesto a acceder. Sin mencionar que repetirme sería una pérdida de tiempo, y si algo desprecio, es precisamente perder el tiempo. Apaga tu cosmos, hazte a un lado… o paga con tu vida… -finalizó Cronos, Aioros cerró sus manos en puños, se mordió los labios, sabía el aplastante poder que Cronos poseía aún sin el Megas Depranon, por lo que lágrimas comenzaron a caer de sus ojos en ese momento.

-Lo lamento tanto… Yoshiko… ¡Trueno Atómico! -de las manos de Aioros se desprendieron esferas doradas rodeadas de relámpagos que buscaron impactar a la Armadura de Cronos, pero Cronos repelía sin moverse la fuerza del ataque de Aioros con solo la fuerza de su propio cosmos- ¡Su excelencia, por mi autoridad como el Patriarca del Santuario, le prohíbo el paso por la Casa de Sagitario! –insistió Aioros, las esferas que se desprendían de sus puños destrozaban todo a su paso, y hacían temblar el Templo de Sagitario, más estas esferas no alcanzaban al Rey de los Titanes.

Templo del Patriarca.

-Ha comenzado –habló Yoshiko con preocupación, con sus manos entrelazadas en forma de plegaria, y apretando las mismas contra su pecho. Saori se mostró preocupada por ella, la compostura de Yoshiko se había perdido en su totalidad, todo su cuerpo le temblaba, mientras sus ojos se posaban en la Novena Casa, envuelta en un cosmos dorado inmenso que había terminado por colorear la piedra de dorado por la intensidad del cosmos de Aioros.

Casa de Leo.

-¡Aioros! –exclamó Saga, interrumpiendo el ascenso por las 12 Casas, obligando a Mu y a Mephisto a detener la marcha de igual manera- Este cosmos… jamás había sentido algo igual. Sabía que Aioros era poderoso, pero no me imaginaba que lo fuera tanto –sentenció el de Géminis, mirando a lo alto, a la columna dorada que desafiaba incluso a los dioses.

-Saga, ya hemos perdido demasiado tiempo, la Flama de Sagitario no tarda en extinguirse, y nos llevan demasiada ventaja. Debemos apresurar el ascenso –le pidió Mu, y ambos notaron que Mephisto no se detuvo en absoluto, y había continuado con la avanzada-. Eso es inesperado –aceptó Mu, él y Saga intercambiaron miradas, y siguieron al de Cáncer en el ascenso.

-Debo estar demente… corriendo sin importar qué en dirección a donde el Patriarca se da de golpes con el Dios del Tiempo… -se quejaba Mephisto, pasando por encima de los cuerpos de los derrotados sin darse el tiempo de ver si alguno continuaba con vida-. Pero si el Patriarca cae… solo quedará Afrodita… y entonces llegarán ante Saori… -la sola idea, forzó a Mephisto a acelerar su ascenso.

Templo de Piscis.

-El cosmos del Patriarca se enciende más alto que cualquiera de los cosmos del resto de Caballeros Dorados… pero este no puede tocar al Rey de los Titanes –se impresionó Afrodita, todo el Santuario se estremecía con la fuerza del cosmos de Aioros, pero el Caballero Dorado de Piscis, no sentía nada más que la desesperación de un Caballero de Sagitario que sabía, muy a su pesar, que se enfrentaba a un dios muy probablemente superior al mismísimo Zeus-. Si esta es la fuerza de Cronos sin haber llegado al Megas Depranon, eso significa que estuve en lo correcto todo este tiempo… la verdadera fuerza, está del lado de los Titanes –aceptó Afrodita, posando su atención en el Teosu Senma, y sabiendo que, pese a los 10 emblemas dorados que lo adornaban, el más importante de todos los Titanes, poseía una fuerza muy superior a la de sus hermanos, sin siquiera haber llegado a recuperar su divinidad. Tras meditar aquello unos instantes, una rosa blanca se materializó en manos de Afrodita, y el de Piscis, abandonó su Templo, subiendo en dirección al Templo del Patriarca.

Túneles Subterráneos Debajo de Sagitario.

-Todo el Santuario se estremece –se quejaba Dohko, quien iba acompañado de Shiryu y de Okko, además de una aterrada Lithos, quien se abrazaba de Shiryu mientras tanto él como el de Libra intentaban empujar el techo de los túneles que se les venían encima, como parte de las múltiples trampas que Aioros había colocado entre los túneles, trampas que en esos momentos Okko intentaba desactivar siguiendo las instrucciones que le había dado Dohko, aunque con bastante esfuerzo, ya que los túneles comenzaban a llenarse de agua-. Semejante poder… Aioros bien podría ser el más poderoso de los Caballeros Dorados… pero Cronos ni resiente sus embistes… será bastante entretenido el ver qué tan lejos podemos llegar los demás –sonrió Dohko pese a la situación, y alegrándose cuando Okko por fin logró desactivar la trampa, el techo dejó de bajar, y el agua dejó de llenar los túneles-. Andando, Shiryu, Okko, el Dios del Tiempo no va a esperarnos por siempre –insistió el Viejo Maestro, resumiendo el avance pese a saber que Cronos era muy superior a ellos.

Casa de Aries.

-¡Hermano! –resonó el grito de Aioria recién entraron en la primera de las 12 Casas, por lo que Milo se detuvo a observar las reacciones de su amigo, cuyo rostro se llenaba de preocupación- ¿Sientes eso Milo? Jamás había sentido un cosmos tan alto… pero el de Cronos ni siquiera se estremece al recibir los embistes de mi hermano. ¿Acaso el poder de Cronos es así de invencible? Si mi hermano no logra siquiera herirlo… ¿qué posibilidades tenemos los demás? –se estremeció el de Leo, preocupado por su hermano.

-¡Aioria! ¡Es de tu hermano Aioros de quien hablas! ¿Acaso crees que él se dejaría intimidar incluso por los dioses? –lo sujetó de los hombros de su armadura Milo, y lo sacudió intentando hacerle entrar en razón- Tu hermano es un verdadero Caballero de Athena, dará hasta la última chispa de su cosmos de ser necesario. En cuanto a nosotros, no podemos hacer más que tener esperanza. ¡Ahora andando! ¡Ya demostramos que se es posible derrotar a los dioses! ¡Tu hermano no será la excepción! –terminó Milo, y prosiguió con el ascenso, Aioria cerró sus ojos molesto por haber dudado, y comenzó a ascender de igual manera, incluso más rápido que antes. Aioria había visto a su hermano vencer a dioses antes, solo esperaba que entre un dios Egipcio y uno Griego, la diferencia no fuera tan abismal.

Casa de Sagitario.

-¡Ruptura del Infinito! –de regreso en la Casa de Sagitario, y tras descubrir que el Trueno Atómico no era suficiente, Aioros se decantó por una técnica más definitiva, lanzando miles de flechas doradas en dirección a Cronos, quien fue traspasado por las flechas, que se estrellaron por toda la Casa de Sagitario causando explosiones descomunales que iluminaron el templo como si la luz del amanecer se hiciera presente, pero cuando la luz se disipó, Cronos continuaba de pie sin haberse movido un solo centímetro- ¿Cómo es esto posible? –se estremeció Aioros.

-Dime, Patriarca. ¿Se es capaz de tocar al Tiempo? –preguntó Cronos burlesco, y sin recibir daño alguno de los ataques de Aioros- El Tiempo existe, pasa a través de todo lo que existe, ininterrumpido, constante, no lo sientes, nadie lo siente, solo creen que lo sienten. El tiempo fluye por todas partes, pero nada ni nadie puede alcanzar al tiempo, pero este siempre te alcanzará a ti. ¡Khaos Hyetos! -conjuró Cronos, que traducido del heleno significaba Lluvia de Caos. Aioros entonces sufrió el ser bombardeado por una lluvia de luces oscuras que le atravesaron el cuerpo en múltiples ocasiones, forzándolo a escupir sangre, y a tomarse las costillas que ya comenzaban a romperse- Como el Dios del Tiempo, no solo mi dominio se extiende por todas partes, sino que soy el único ser en toda la existencia capaz de cortar el tiempo mismo. Déjame darte una demostración. ¡Megas Depranon! –con un movimiento de su Guadaña de Plata, el tiempo mismo comenzó a distorsionarse, el cuerpo de Aioros al recibir el corte forjó varias imágenes de cosmos de él mismo, a diferentes edades, todas más jóvenes que él, fusionándose en una sola entidad, y estallando, lanzando al de Sagitario por su propio templo, y estrellándolo en una pared, que comenzó a desquebrajarse y a caer sobre él mismo, revelando detrás un mensaje escrito en heleno antiguo, un mensaje que llamó la atención de Cronos, quien comenzó a leerlo-. Esto es… -se impresionó Cronos, quien entonces miró a Aioros intentando incorporarse, clavando inclusive los dedos a la piedra, forzándose a levantarse tras recibir tan tremendo ataque-. ¿Qué significa esta inscripción, Caballero de Sagitario? ¿Acaso has perdido toda esperanza? –preguntó el Titán.

-Jamás podría perder la esperanza, su excelencia Cronos… pero los seres humanos, diferente de los dioses, poseemos una existencia finita –logró ponerse de pie Aioros, posándose orgulloso entre el mensaje en la pared, y el Dios del Tiempo-. Jamás perderé la esperanza, lucharé hasta la última chispa de la flama de mi cosmos. Jamás dejaré de creer y de seguirme levantando, enfrentaría a los dioses por Athena, hasta el final –aseguró el de Sagitario, sus alas se extendieron, y a la velocidad de la luz voló frente a Cronos, lo tomó por la espalda, giró en el aire con él atrapado en sus brazos, y azotó al dios fuertemente en contra del suelo, antes de saltar al techo de su recinto, extender sus alas para mantenerse momentáneamente a flote, y apuntar al cuerpo de Cronos con su puño- Dioses, perdonen mi impertinencia. ¡Trueno Atómico! -bombardeó Aioros a Cronos sin siquiera esperar a ver si el dios se levantaba. Aioros no deseaba perder tiempo alguno.

-¡Increíble! ¡La fuerza del maestro se intensifica a cada segundo! -habló Seiya, ayudando a Kyoko, mareada por haber sido lanzada tan violentamente, a incorporarse- Maestro… usted es en verdad el más poderoso de los Caballeros Dorados, es asombroso –se alegró el de Pegaso.

-El poder de Aioros es inquietante –aceptó Kyoko, separándose de Seiya para observar los bombardeos de luz que se desprendían de los puños de Aioros y despedazaban el suelo-. Pero entonces, ¿por qué el cosmos de Cronos no se estremece en absoluto? –se preguntó ella.

-¡Megas Impacto! –resonó desde el suelo, un coloso de cosmos violeta se alzó, atrapó a Aioros en su mano, y lo estampó violentamente al suelo, forzando al de Sagitario a escupir sangre, antes de que el coloso de cosmos se desvaneciera, dejando atrás a Cronos, de brazos cruzados tras su espalda, caminando tranquilamente hasta donde Aioros había quedado clavado- Ya estoy demasiado cerca del Megas Depranon, Aioros… este cuerpo mortal, por fin ha comenzado a demostrar rasgos de mi verdadera divinidad. No importa si antes un Caballero de Plata logró quemarme un brazo, aquello solo era el brazo de Nicole del Altar. No importa si otros Caballeros de Bronce y Plata lograron igualar mi cosmos, de igual manera era el cosmos de Nicole del Altar –pateó Cronos, su patada elevó a Aioros hasta estrellarlo contra una columna, donde el Patriarca quedó clavado de cabeza-. En estos momentos, mi cuerpo físico, mi verdadero cuerpo físico, ha reemplazado en su totalidad a Nicole del Altar quien ya ha dejado de existir. Mi cuerpo es ahora enteramente invulnerable, y mientras más me acerque al Megas Depranon, más grande será mi cosmos, y cuando el Megas Depranon y yo estemos unidos por fin, mi Dunamis primordial se hará presente. Y, aun así, pese a todos los sacrificios, sigo mostrándote la piedad de un dios. No levantes más tu puño, y vivirás, Patriarca Aioros –sentenció el Titán.

-¿Cómo podría…? –se desprendió Aioros de la columna, cayendo al suelo, y temblando para intentar ponerse de pie nuevamente- Soy un Caballero de Athena… jamás abandonaré a Athena, no me importa qué dios pretenda tentarme, mi lealtad es incuestionable… Athena… es la Diosa de la Esperanza… -aseguró Aioros.

-Athena es la Diosa de la Sabiduría y la Guerra, no de la Esperanza. Eso es tan solo una ridiculez inventada por los Patriarcas, quienes usaron ese epíteto como excusa para intentar desafiar a los dioses –le aseguró Cronos, apuntó a Aioros con su dedo, y de este se desprendió una fuerza de cosmos violeta que fracturó la Armadura Dorada de Sagitario, y logró romperle las alas. Seiya, preocupado por su maestro, intentó ir en auxilio de Aioros, cuando el de Sagitario se percató de sus intenciones.

-¡No vengas Seiya! –exclamó Aioros, vomitando un poco de sangre tras aquel grito, pero manteniéndose de pie, desafiante, ante un dios que lo miraba como si fuera muy poca cosa- No cabe duda que… su poder es inmenso, amo Cronos… con o sin el Megas Depranon… pero… hay algo de lo que me he dado cuenta… si usted fuera realmente el tirano que se dice en el mito que es… ya me habría fulminado, pero no lo ha hecho. ¿Cómo es que el Titán que requirió del esfuerzo conjunto de Zeus, Poseidón y Hades para ser derrotado, está siendo retenido por un mero mortal? –preguntó el de Sagitario.

-¿Retenido? Te das demasiado crédito Patriarca, es verdad que podría terminar contigo en un instante si así lo quisiera. Pero me parece que no estás entendiendo mis razones –lo miró Cronos con soberbia, mientras Aioros preparaba su puño para seguir con el combate-. Hay valor en mantener a los 12 Caballeros Dorados con vida, más de lo que piensas… -aseguró el dios.

-¡Hay valor también en desafiar a los dioses! ¡Trueno Atómico! –esta vez, Aioros se lanzó con su propio ataque, en una carrera seguida por sus esferas doradas de relámpagos. Las esferas de cosmos, sin embargo, evadían a Cronos, como si frente al Titán existiera algo similar a una barrera impenetrable o campo gravitatorio que repelía el cosmos del de Sagitario, razón por la que Aioros intentó impactar su último golpe él mismo, que solo terminó fracturando su Armadura Dorada cuando su puño se estrelló contra lo que Aioros solo podía describir como una barrera de cosmos invisible, barrera que logró romper su puño- Hay una forma diferente, y le juro que voy a encontrarla, tiene mi palabra de que voy a encontrarla –aseguró el de Sagitario.

-Promesas vagas y sin sentido. Jamás podrías encontrar otra manera –le aseguró Cronos-. Pero admitiré que no todos los Dioses Olímpicos deben morir para que el Ciclo Infinito se detenga, Aioros… es suficiente con que uno entre Athena y Zeus desaparezca de la existencia misma… para tu fortuna, me decanto más por el que mi hijo sea el sacrificado. Llámalo una rencilla personal si así lo quieres, la verdad es que no me interesa. Con Zeus destronado y muerto, no hay dios al que Athena deba asesinar para perpetuar el Ciclo Infinito. La tiranía desaparece, el mundo vuelve a pertenecer a los dioses –le aseguró Cronos.

-¿A qué precio, su excelencia? ¿La extinción del dominio universal? –le preguntó Aioros, Cronos no dijo nada, solo se mantuvo con los brazos cruzados detrás de su espalda- Hacerle la guerra a los Dioses Olímpicos… no es lo mismo que enfrentar a Poseidón por el dominio de la Tierra, o que Hades se levante del Inframundo. Si los 12 Dioses Olímpicos entran en conflicto, todo cuanto existe dejará de hacerlo, todos los dominios se permearán en el Éter, y toda la existencia colapsaría –le aseguró Aioros.

-Me divierte el cómo los mortales piensan que saben cómo funciona el equilibrio universal –sonrió Cronos, de una forma que confundió bastante a Aioros-. Para ser alguien con los conocimientos de los Patriarcas, me temo que no eres muy diestro. El Dominio Universal no puede extinguirse, simplemente pasa de manos, a mis manos –admitió Cronos, lo que logró hacer a Aioros bajar la guardia-. La Tiranía… es un veneno muy poderoso… pero uno que ya no existe en mí… pero ya he perdido mucho tiempo con esta conversación, esta es tu última advertencia… apártate… y conservarás la vida… no daré tregua a los Dioses Olímpicos… a ni uno solo que intente desafiarme –aseguró Cronos.

-Solo hay una Diosa Olímpica que me importa… amo Cronos… -aseguró Aioros, materializando en su brazo izquierdo un arco, y en el derecho una flecha, lo que por fin le hizo merecedor de una reacción de Cronos, una reacción de molestia-. El Santuario sirve a Athena y a los Dioses Olímpicos -aseguró Aioros, tomó su arco y flecha, y apuntó con estos a Cronos-. El Santuario siempre estará en guerra con Poseidón y Hades, así ha sido desde la era del mito. Pero estas guerras son por el dominio de la Tierra, no por derrocar a los Olímpicos -insistió.

-Lo dices porque Athena siempre resulta triunfante en estas guerras, pero. ¿Qué pasará cuando Poseidón o Hades derroten a Athena? Puedo asegurarte que sus miradas se posarán en dirección al Cielo -Aioros tensó la cuerda de su arco, manteniéndose firme en su convicción-. Las Guerras Santas por la Tierra no son más que una excusa. No es la Tierra lo que Poseidón y Hades desean, es el Cielo… y hay una razón por la que Zeus permite estas guerras, ¿no lo ves? Si Poseidón o Hades triunfan, y Athena queda encerrada en el Tártaros… entonces Zeus gana –le aseguró Cronos.

-Entonces Zeus ya ha ganado, ¿no lo cree su excelencia? –preguntó Aioros, reuniendo su cosmos alrededor de su flecha dorada- Athena… no es Atenea… la verdadera Diosa de la Sabiduría en la Guerra ha estado muerta desde la Guerra Olvidada. ¡Flecha de la Esperanza! –y así, Aioros lanzó la Flecha de Sagitario en dirección a Cronos, que para sorpresa de los presentes, fue atravesado en su frente por la flecha que estalló dentro de su ser y rodeó a Cronos en una explosión de luz, aparentemente fulminando el cuerpo físico del Rey de los Titanes, por lo que Aioros, tembloroso y débil, cayó sobre su rodilla- Lo he conseguido… puse hasta la última carga de cosmos en esa flecha… mi desafío a los dioses en el nombre de Athena… ha terminado… -aseguró Aioros. En la entrada del Templo de Sagitario, tanto Seiya como Kyoko se alegraron, mientras Aioros respiraba pesadamente, y fuera del templo, la Flama de Sagitario en el Reloj de Cronos se anclaba a los últimos destellos del fuego azulado, como una vela a punto de ahogarse en su propia cera derretida. Aioros se incorporó, sintiendo la flama de su casa por fin extinguirse, más entonces, supo que no era lo único que habría de extinguirse en ese momento cuando, al virarse un poco para ver las palabras escritas por él mismo en la pared del Templo de Sagitario, notó una sombra inmensa rodearle, por lo que se dio la vuelta, antes de ser atravesado en su pecho por la Guadaña de Plata.

-¡Maestro! -gritó Seiya entonces, mientras el tiempo alrededor de Aioros parecía detenerse, o al menos moverse en cámara lenta, mientras Cronos, materializado ahora frente a Aioros, con su guadaña atravesando el pecho del de Sagitario y saliéndole por la espalda, miraba de forma casi inexpresiva a los ojos de un Aioros que comenzaba a perder el brillo en su mirada- ¡Suéltalo! ¡Meteoros de Pegaso! –exclamó Seiya, sus meteoros surcando el templo en cámara lenta.

-¡Meteoros de Equuleus! –se desprendieron también de los puños de Kyoko los meteoros de cosmos. Cronos, en respuesta a la agresión, sacó la guadaña del pecho de Aioros, que terminó por desplomarse en el suelo, desangrándose, mientras el Rey de los Titanes, lanzaba un corte.

-¡Megas Depranon! –de un movimiento rápido, la oz de plata cuya hoja adquirió un color carmesí por la sangre de Aioros, partió todas las columnas del Templo de Sagitario, derrumbando el mismo sobre las cabezas de los presentes, y sepultando a Aioros, el Caballero de Sagitario y Patriarca del Santuario, bajo los escombros de su propio templo. Tanto Seiya como Kyoko terminaron con la misma suerte, y mientras el Templo de Sagitario se venía abajo, lo único que quedó en pie fue Cronos, y una pared, misma que Cronos había mantenido en pie utilizando su propio cosmos- Que tu testamento quede en pie para futuras generaciones, Patriarca Aioros… Caballero de Sagitario… -con el Templo de Sagitario destruido, Aeson de entre los Caballeros de Plata de Sagitario se alzó en dirección a Cronos, seguido de Cassios de Camelopardalis, y de Toki de la Corona Austral. Desde Capricornio, Caballeros de Bronce y de Plata con sus ojos cubiertos de lágrimas, bajaron también a enfrentar a Cronos, para molestia de Rigel de Orión en medio de la senda, quien intentó detener a un Caballero de Plata y a tres de Bronce de entregarse al dolor y la molestia del asesinato de un Caballero Dorado, entregándose violentamente a una inútil búsqueda de venganza-. Todo el tiempo que ganaste, Aioros… acaba de perderse –movió su guadaña Cronos, atacando al de Corona Austral, partiéndole el pecho de un solo movimiento, Cassios logró evadirlo por muy poco, aunque perdió una oreja en el proceso, mientras Cronos resumía el enfrentamiento, dejando atrás únicamente el Testamento de Aioros, y un mundo de dolor para quienes sintieron el cosmos de Aioros desvanecerse.

Laberinto de Cronos.

-¡Fusión de Rocas Volcánicas! –dentro del Laberinto de Cronos, Shura de Capricornio y Phlox Ultima de Kardía Mágma, habían estado combatiendo en casi igualdad de condiciones cuando la inmensa espada de Phlox Ultima logró enterrar a un sorprendido Shura dentro del suelo de obsidiana, aprovechando una distracción del de Capricornio, quien se mantuvo clavado en el suelo de obsidiana momentáneamente, sorprendido de lo que acababa de sentir.

-Aioros… -comenzó Shura, incrédulo, tembloroso, su cosmos sintiendo la galaxia en la Constelación de Sagitario extinguiéndose- ¡No! ¡No puede ser! –se puso de pie Shura furioso, su Dunamis saliéndose de control, empujando a Phlox Ultima, quien tuvo que clavar su espada de fuego en el suelo de obsidiana para no ser lanzado por la ira de Shura- ¡Aioros no puede…! ¡Él no puede…! –se mordió los labios Shura, iracundo.

-De todos los que pensé que podrían caer en batalla… Aioros… tú no estabas siquiera en mi lista… -el noqueado de Aldebarán, despertó tras haber sentido el cosmos de Aioros estallar, clavando sus dedos en la obsidiana, rompiéndola, cortándose la yema de sus dedos-. Maldito Cronos… maldito… ¿cómo has podido? –se quejó el de Tauro, incorporándose.

-No… no puede ser… me niego a creerlo… no tiene sentido… -se incorporó de igual manera Camus-. Aioros no puede morir… él es el Patriarca del Santuario, él es el más fuerte entre los Caballeros Dorados… me niego a creerlo… -prosiguió Camus, el prodigio que siempre separó sus sentimientos de la batalla, no consiguió resistir las lágrimas en ese momento.

-Todos lo hemos sentido… la galaxia de Sagitario estalló y terminó por extinguirse… -se incorporó también Shaka, una mirada de molestia y determinación se dibujaba en su rostro-. He dedicado toda mi vida… a sellar mis sentimientos y alcanzar el Nirvana… pero entonces… ¿por qué es que no puedo dejar de llorar en estos momentos? ¿Cómo es que un hombre al que apenas y conocía, es capaz de estremecerme el alma con este sacrificio? Aioros… yo… pude haber evitado esto si no hubiera sido tan egoísta… -cerró sus manos Shaka en puños, desconociendo estos sentimientos que se había entrenado tanto por ignorar.

-No pude protegerlo… no fui lo suficientemente fuerte… me quedé atrás… permití que los Titanes llegaran ante él… -enfureció Shura, preparando su espada nuevamente, apuntando con la misma a Phlox Ultima, quien comenzó a sentir temor por el alcance en el Dunamis de Shura-. ¡Nunca más! ¿¡Me has escuchado!? ¡Nunca más fallaré en proteger a alguien importante! ¡EXCALIBUR! –lanzó su corte Shura, envuelto entre su cosmos y su Dunamis, Phlox intentó cubrir con su espada, pero esta terminó por partirse, al igual que hizo su cuerpo en ese momento. El Dios de los Gigantes, el latir de la Tierra misma, había sido derrotado demasiado tarde.

Túneles Subterráneos Debajo de Sagitario.

-Aioros… -se detuvo Dohko en medio del camino, se encontraba molesto-. No… no es justo… no… yo que he vivido por 258 años… no concibo el que alguien tan joven haya sido arrebatado de su vida tan pronto… no… -lloró Dohko, furioso, elevando su cosmos, y golpeando una pared del túnel, despedazándola- ¡No! ¡Todo por estar atrapado en este laberinto! ¡No es justo! Shion… perdóname por no poder proteger a tu pupilo… perdóname Shion… -se estremeció Dohko, pero sin dejarse intimidar, volvió a levantarse, y a continuar su camino por los túneles.

Casa de Virgo.

-Maldición… el Patriarca no fue lo suficientemente fuerte –enfureció Mephisto, en medio del Templo de Virgo, deteniendo la marcha unos instantes, y escuchando el sonido de una columna en el templo siendo golpeada con fuerza, mientras Saga, con los ojos cubiertos en lágrimas, perdía todo rastro de su fortaleza al sentir el cosmos de quien fuera su mejor amigo extinguirse.

-Aioros… maldito bueno para nada… ¿cómo te has atrevido a perder? ¿Cómo te has atrevido a morir? Maldito… mil veces maldito… -enfureció Saga, locura más que evidente en su mirada-. Voy a matarlo… mataré yo mismo a Cronos… lo mataré, lo mataré, lo mataré, lo mataré… mataré a todos los dioses… ni uno solo vivirá… todos serán castigados… -enfureció Saga.

-Caballero de Géminis, vuelva en sí –intentó tomarlo del hombro Mu, cuando Saga, furioso, impactó con su puño a Mu, derribándolo. El Muviano tan solo se limpió un hilo de sangre de los labios antes de ponerse de pie. Mephisto pensó que habría pelea entre ambos Caballeros Dorados, pero para su sorpresa, Mu se mantuvo sereno y tranquilo-. Deme todos los golpes que quiera, pero apresúrese en recuperarse, Caballero de Géminis… usted no es el único que está furioso en estos momentos, pero mientras se entrega a su ira, nuestra diosa peligra. ¡Así que laméntese después, o el Patriarca no será al único al que perderemos esta noche! –le recriminó Mu, Saga en su ira tomó a Mu del cuello de su armadura, se preparó para golpearlo nuevamente, pero se resistió, y terminó cayendo sobre sus rodillas unos instantes, lamentándose, pero asintiendo, incorporándose, y mirando en dirección a la Casa de Libra, y la que le seguía, la de Escorpio, donde explosiones de cosmos aún se dejaban ver.

Templo del Patriarca.

-Aioros ha… él ha… -en el Templo del Patriarca, Yoshiko se tiraba de su cabello, incrédula de lo que acababa de sentir-. No… no puede ser… yo… no tengo suficiente control del cosmos… no es posible que Aioros haya… él no puede… -en un intento inútil por demostrar lo que era más que evidente, y ante la mirada de ojos llorosos de Saori, Yoshiko apuntó el Compás en dirección a la Casa de Sagitario, encontrando flamas de diversos colores, una de ellas dorada bajo la tierra, lo que le dio cierta esperanza, pero cuando la analizaba con mayor detenimiento, la Constelación de Libra era la que brillaba en esta, no la de Sagitario.

-Miko… -lloraba Saori, quería consolarla, pero ella estaba tan destrozada como la esposa del Patriarca en esos momentos, por lo que no sabía qué decir-. Yo… lo siento tanto… lo siento… tan solo… lo siento… no sé qué más decir… -cayó en sus rodillas Saori, entregándose al llanto, mientras Yoshiko se abrazaba a sí misma, destrozada.

-Cuanta debilidad… -escucharon ambas, se viraron a la entrada del Templo del Patriarca, y encontraron a Afrodita allí, con una mirada de molestia, y mirando específicamente a Saori-. Con semejante debilidad, es una vergüenza siquiera considerarme tu Caballero Dorado, Diosa Athena… -aseguró el de Piscis, preparando una de sus rosas blancas, girándola en sus dedos- ¡Un Caballero Dorado acaba de perder la vida por ti! ¿Cómo es que le pagas su sacrificio? ¿Con tus lágrimas? Con semejante debilidad… no hay forma en que puedas desafiar a los dioses… -sentenció el Caballero de Piscis, hiriendo incluso más el corazón de Saori, aunque para la sorpresa de la pequeña, Yoshiko, aún con el corazón destrozado, se posó entre ella y Afrodita, dispuesta a protegerla-. Perdiste a tu ser más amado… y aun así… ¿la defenderás? –preguntó Afrodita sorprendido.

-Aioros realmente… era mi ser más amado… pero el ser más amado de Aioros, era Saori… -admitió Yoshiko, aún con los ojos sin poder dejar de llorar-. Para Aioros… no había nadie más importante que Saori, ni yo, ni Aioria, nadie… y sin Aioros… Saori se acaba de convertir ahora en la persona más importante para mí también… no dejaré que la toques… -se mostró firme Yoshiko, y tras sus palabras, un terrible rugido se dejó escuchar.

Casa de Tauro.

-¡Aioria! –gritó Milo sorprendido, mientras Aioria perdía el control de su cosmos, y se entregaba a una ira increíblemente violenta, con su cosmos materializando relámpagos, un Dunamis respaldando su cosmos y tornándose escarlata y violento, igual que pasaba con los Titanes cuando perdían el control del mismo- ¡Aioria! ¡Vuelve en ti! ¿Acaso eso es un Dunamis? Aioria, comprendo tu dolor, pero si lo que estoy viendo frente a mí en estos momentos es real… podrías convertirte en un verdadero Demonio –intentó hacerlo reaccionar Milo, cuando el de Leo, furioso, arremetió contra él, lanzando al de Escorpio a través de una columna de un solo puñetazo-. Maldición… Aioria… comprendo tu dolor amigo mío, y por más que desearía ayudarte a descargarlo, si no hacemos algo, el sacrificio de tu hermano habrá sido en vano… -intentó mediar nuevamente Milo, recibiendo el gruñido de Aioria como respuesta.

-Tú no sabes lo que es perder a alguien amado… Milo… -sentenció Aioria, hecho furia divina en esos momentos-. ¡Me han quitado a quien más me importaba en este mundo! ¿Cómo podrías comprender el cómo me siento en estos momentos? –lloró Aiora furioso, se mordió los labios, y estos le sangraron por la fuerza de su propia mordida.

-Lo entiendo… mejor de lo que crees… el odio creciente en tu corazón… de ver a quienes más amas morir frente a tus propios ojos… jamás he dejado de verlos… Aioria… -le respondió Milo, con lágrimas en sus ojos, por lo que Aioria le dirigió una mirada de curiosidad, y de empatía-. No hay momento… en que no piense en ellos… por eso te pido que resistas solo un poco más… entiendo perfectamente el dolor que te aqueja en estos momentos, y es por eso que también sé… que si te dejas entregar a este odio… será un camino de una sola vía, del cual jamás podrás regresar… así que vuelve Aioria… vuelve… y yo te prometo, que juntos lloraremos a tu hermano una vez que toda esta locura haya terminado… -le suplicó Milo, lo cual fue una sorpresa para Aioria, quien al ver la desesperación y el miedo dibujados en los ojos del de Escorpio, apagó su Dunamis, y cayó en sus rodillas, lamentándose. Milo, sabiendo que Aioria había logrado recuperar el control, pero sabiendo el terrible dolor que en esos momentos envolvía al de Leo, se posó frente a él, confundido, pero empático-. De verdad lo lamento… Aioria… -le enunció Milo, mientras el de Leo, golpeaba el suelo con todas sus fuerzas-. Te juro por Athena… que el sacrificio de tu hermano Aioros, jamás será en vano… -terminó, y pese a que sabía que tenían el tiempo en contra, Milo esperó a que Aioria se desahogara.