¡He vuelto después de haber estado ausente por dos meses! Digamos que, entre el trabajo, otros fandoms y mi inestable inspiración, pues tuve abandonada esta historia. Pero el cielo me iluminó y logré escribir algo. Antes de despedirme, agradezco a RuneDokusoteki y Artemisa93 por agregar mi historia a favoritos. ¡Ahora sí, disfruten!

*Cote.- Gracias por leerme y dejarme tu comentario. Y sí, mis historias son lentas cuando de amor se trata. Pero qué bueno que no la tiraste y continuaste hasta ahora. Estoy segura de que te gustará el capítulo de hoy. Saludos.

*Cool Watermelon.- Agradezco que hayas leído mi fic y te tomaras tu tiempo para comentarla. ¡Y es la primera vez que me dicen que mi historia tiene onda y es chévere!


Out of Control


Marcó numerosas veces al número de Hayami sin obtener respuesta. Y se olvidó de que no se encontraba sola; tenía que mantener la templanza si no quería formar parte de las burlas de Kazuya. No obstante, no podía hacerlo cuando la única respuesta que había obtenido de esa amiga suya era un mensaje de texto que le indicaba que tuviera cuidado eligiendo el hotel en el que pasaría la noche.

—Justo lo que me faltaba… Que ella estuviera muy ocupada recreándose en una fiesta. No le bastó la salida que tuvimos esta noche y todavía se fue a buscar más diversión.

Si tenía suerte podría encontrar una manera de entrar a su casa.

—Parece que te han dejado a tu suerte.

Sora lo miró confusa. Juraba que se había marchado después de su intento infructuoso por buscar asilo con la pelirroja.

—Búrlate todo lo que quieras. —No tenía ganas de discutir con nadie—. Ki-chan no está en la ciudad… Y aquel malhumorado está a más de ocho mil kilómetros de distancia de aquí —cuchicheaba.

La vida ya la había desilusionado lo suficiente.

—Conozco un sitio que podría ser de utilidad. No obstante…

—¿Cuál es el inconveniente? —cuestionó interesada.

Que le ofreciera ayuda era un gran paso. Aunque no se confiaba.

—La pregunta es si realmente no te importa qué clase de lugar sea.

—En este punto aceptaría dormir hasta en una caja de cartón. Todo es mejor que la intemperie.

Admitía que le cruzaron varias opciones por la cabeza cuando Miyuki le ofertó su apoyo. Mas nunca consideró la pequeña posibilidad de que se tratara de los dormitorios de Seidō.

¿Estaba loco? ¿No sabía lo que pasaría si algún profesor se percatara de que había una chica ahí? Y no se diga si descubrían que había pasado la noche.

Lo observó con desdén. Ahora entendía el porqué de su «amabilidad».

—¿Te vas a ir?

—Si querías tomarme el pelo había modos más simples que estos —recriminó—. Me meteré en tremendos problemas si alguien descubre que estoy aquí a estas horas.

Pasaban de las diez de la noche y ya no debía estar rondando los dormitorios.

—Hay varios cuartos que se encuentran desocupados y que nadie se molesta en visitar —explicó—. Si nadie te descubre no te meterás en problemas.

—¿Si te das cuenta de que si el entrenador se entera me despellejará viva?

Él sonrío cínicamente, como si eso no fuera la gran cosa. Era un bribón.

—Tus opciones son limitadas.

—Lamentablemente no tengo dinero suficiente para ir a un cuarto de hotel y tampoco creo que pedirle prestado a Miyuki sea una opción…. No poseo el don para abrir cerraduras usando objetos cotidianos. Miu me ha dado la espalda y no creo que meterme a la escuela a estas horas sea una idea prudente. De manera que…—Exhaló, se maldijo numerosas veces y se resignó—. Dime a dónde tengo que ir.

Aun cuando los dormitorios no eran empleados por ningún jugador se encargaban de mantenerlos en perfectas condiciones por si llegara a presentarse algún improvisto. Gracias a eso no debía preocuparse por la suciedad o el polvo.

El cuarto no era demasiado espacioso. Contaba con el área suficiente para albergar dos camas individuales, una mesa central, un escritorio y un modesto ropero. Era más de lo que estaba esperando encontrar.

—Te felicitaré por tener una gran idea.

No eran horas para examinar todo y pasar el dedo por cada superficie, pero esa parte obsesiva de su persona no le permitía estar tranquila si no se cercioraba de que todo estuviera limpio.

—Lo que me sorprende es que hayas podido abrir este sito sin contar con llave. —Observó al tranquilo joven; tal vez contaba con más cualidades que el béisbol.

—Encárgate de ponerle seguro a la puerta o podrías llevarte una sorpresa desagradable.

—Lo haré. —Colocó su celular y maletín sobre la cama. Y el pequeño cuyo comenzó a olfatear su alrededor—. Al menos algo bueno salió de no cambiarme el uniforme y el haber dejado mi mochila en los dormitorios…—Una preocupación menos a su larga lista—. Aunque me duele la perdida de mi bolso; era nuevo… ¡Un momento! ¡Tengo que bañarme!

—Tendrás que despertarte antes que todos o se darán cuenta de que estás aquí —aconsejaba—. Deberás dejar este dormitorio antes de que el entrenador llegue.

—Lo haces sonar fácil, mas ese hombre madruga demasiado. —Ella odiaba levantarse temprano. Siempre tenía la necesidad de dormir sus ocho horas diarias.

—No digas que no te lo advertí.

—Estás disfrutando de todo esto, ¿no es cierto? —El silencio esclareció cualquier duda que pudiera tener—. Me pararé tan temprano que ninguno de ustedes me verá por aquí mañana.

—Ya que has entendido la situación, te dejo descansar. Yo también estoy bastante fatigado por la salida de esta noche y el horrible día que tuve gracias a las bromitas de Kuramochi…

—Sí. Nos vemos después. —Se despidió de quien recién abandonó la habitación—. Hay tantos inconvenientes que no sé ni siquiera por dónde comenzar…—Llevó la palma de su mano hasta su frente, intentando apaciguarse—. ¿Qué fue lo que hice para merecerme esto?

Existían eventos que no pasaban desapercibidos dentro de los dormitorios de Seidō. Especialmente cuando existían jugadores que perdían la noción del tiempo por el entrenamiento extra. Y ese era justamente el caso de ese grupo de chicos que se habían escondido rápidamente al percatarse de que el capitán había vuelto.

—¿Por qué motivo nos hemos escondido, Kuramochi-senpai? —La escandalosa voz de Sawamura recibió como castigo el ser suprimida.

—Cállate imbécil o se dará cuenta de que lo hemos visto.

Su preciado lugar de resguardo consistía en una expendedora de bebidas energéticas. Desde allí se podía apreciar muy bien los dormitorios.

—Y yo que pensaba que había vuelto desde hace rato.

—Kuramochi-senpai, ¿qué sucede? —Finalmente había sido liberado de la llave que casi cesa por completo la oxigenación a todo su cuerpo.

—Miyuki acaba de regresar apenas. Y eso no es todo.

Yōichi descubrió que Miyuki había estado en una zona dentro de los dormitorios que no formaba parte de su camino usual para regresar a su cuarto.

—Me pregunto qué estará ocultando.

La curiosidad era una virtud y un defecto. No obstante, a Yōichi eso no le importaba. Él tenía una corazonada y no se iba a ir sin desenmarañarla. Y para ello se puso a recorrer el pasillo que contenía los cuartos que no tenían dueño.

—¿Por qué estamos aquí?

No es que Eijun estuviera interesado en sus actividades, pero ya que había sido arrastrado a todo eso al menos quería saber qué estaban haciendo allí.

—Tú quédate callado. Deja que yo me encargue. —Se detuvo al percatarse de la anomalía existente en el último cuarto—. ¿La luz está encendida? ¿Cómo? Se supone que no hay nadie aquí.

Pegó su oreja a la puerta con mucha cautela.

«Hay alguien allí dentro y eso no es todo… ¡Es una chica!».

Únicamente podía dilucidar que se trataba de una voz femenina. No era lo suficientemente clara como para identificarla.

«¿Acaso Miyuki ha traído a una chica aquí? ¡¿En serio él sería capaz de algo tan atrevido?!»

Sonrió más ampliamente al imaginarse lo que ese serio y devoto receptor podría querer hacer al tener a una chica completamente sola en una habitación que nadie visitaba.

«Esto lo tienen que saber todos los demás».

—¿Por qué razón tiene esa mirada tan aterradora, Kuramochi-senpai? —Eijun hacía bien en temer.

La opción más sana era irse y abandonar a ese hombre.

—Regresemos a nuestros dormitorios, Sawamura —indicó para quien expresaba dudas con cada gesto facial—. Retornaremos más al rato a investigar. Justo cuando todos estén dormidos.

Las horas transcurrieron y con ello cierto chico debía abandonar su cama, encender la luz, despertar a su atolondrado compañero de cuarto y proseguir con el plan que había trazado.

—Sawamura, levántate de una buena vez. —Una amable llave lo trajo al mundo de los conscientes.

—¡¿Qué sucede?!¡¿A quién hay que golpear?! —Eijun se levantó ofuscado y lanzando ganchos al aire.

—Idiota, cálmate. —Le dio un buen coscorrón y se encaminó hacia la puerta—. Tenemos que averiguar a quién ha metido de contrabando el tonto de Miyuki.

—¿Eso significa que está engañando a la hermana del líder? ¡Eso es imperdonable! Ya decía yo que Miyuki tenía una personalidad demasiado torcida.

—Averigüémoslo por nosotros mismos. —Estaba decidido a disfrutar de los acontecimientos venideros.

Ambos chicos salieron de su cuarto cual ninjas, sigilosos y dispuestos a aprovechar que todos se encontraban profundamente dormidos. Y como bien pudieron se desplazaron hasta el cuarto.

—No creo que sea buena idea entrar a la habitación de una chica, Kuramochi-senpai. Podríamos meternos en serios líos.

Eijun siempre quería hacer lo correcto. Una pena que Yōichi no tuviera esa pura percepción del mundo.

—Lo único que haremos será encargarnos de que ella esté bien —mintió magistralmente—. ¿Qué tal si ha venido aquí en contra de su voluntad? De Miyuki podemos esperar muchas cosas.

—¿Eso es una tarjeta telefónica? —preguntó al verlo forzar la cerradura usando ese simple plástico.

—¿Ah? Ha sido mucho más simple de lo que pensé. —La puerta se abrió tenuemente. Y gracias a lo cuidadoso que fue no había hecho ruido—. Maldición, está demasiado oscuro.

El primero en adentrarse fue Yōichi, quien con el sigilo de un felino se arrastraba pecho tierra dentro de la habitación para llegar hasta la cama.

Asomó su cabeza sobre el margen del lecho. Sin importar la buena vista que poseyera, no entreveía nada. Exclusivamente podía escuchar la grácil respiración de quien dormía tan apaciblemente.

«Si tomo una fotografía el flash podría despertarla y entonces tendría que salir corriendo. También podría tomar algo suyo y sería evidencia suficiente para poner a Miyuki en aprietos. Sin embargo, está demasiado oscuro como para estar curioseando por todos lados».

Cada uno de sus planes poseía contras. Entonces, ¿cómo procedería?

«No queda más remedio que arriesgarse. Un par serán más que suficientes».

Se enderezó, dispuesto a arriesgarse a tomar una fotografía panorámica antes de escapar corriendo.

Y ante el asombro del mismo Kuramochi, consiguió su objetivo sin despertar a la dormilona chica. No obstante, no todo lo planeado estaba destinado a ser.

—¡¿Qué…?! —gritó ahogadamente al sentir «algo» corriendo ansiosamente entre sus piernas, provocándole un terrible susto.

Si ejecutaba un solo movimiento en falso lo lamentaría.

¿Cómo podría mantenerse sereno cuando se encontraba en una de las posiciones más peligrosas y envidiables que cualquier chico ansiaría?

«Esto no es bueno. ¡Tengo que salir de aquí o seré hombre muerto!».

Había caído sobre la dormida jovencita, con sus dos manos salvándole de estrellarse de lleno contra ella. Si alguien entraba y miraba la escena se malinterpretaría.

«Menos mal tiene el sueño pesado y pese a todo el ruido no escuchó nada».

Lamentablemente los altos cielos no perdonarían su osadía y obtendría un castigo ejemplar.

Alguien había tenido la estúpida idea de encender la luz como si ese cuarto le perteneciera; y se había encargado de convertir su sencilla misión en un suicidio garantizado. Y el culpable estaba postrado bajo el umbral, sujetando a ese pequeño animalito que movía su nariz tiernamente.

Yōichi miró al sonriente Sawamura que lucía feliz por la tontería que acababa de hacer. Después apreció al animal; era imposible no reconocerlo.

Tragó saliva y se centró en quien hasta hace unos minutos estaba cómodamente durmiendo. Observó esas grisáceas ciénagas gélidas y tranquilas. Entonces redefinió el significado de lo que era el miedo.

—¿Cómo se supone que entraron aquí? —Sora se había levantado. Y no lucía con buen humor.

—¡Eres una m…!

Kuramochi aprendió esa noche que lo peor que podría hacer era quedar en una posición como esa con ella porque poseía la capacidad necesaria para darle una buena patada donde ningún hombre puede recuperarse de inmediato.

—¿Va a estar bien? —preguntaba Eijun por mera cortesía.

Se preocupó un poco al ver al pobre corredor tirado en el piso, maldiciendo a Yūki y llorando como un niño pequeño.

—Conociéndolo debió haber sido su idea —dijo para el fraguador de semejante acto inmoral—. Ese es el castigo que un chico rastrero como tú se merece.

—¿Y por qué está aquí? —interrogaba tras regresarle el pequeño animal—. ¡¿Acaso ese maniático se encargó de encerrarla aquí?!

—La historia es un poco diferente. —No tenía inconveniente en contarle lo ocurrido a Sawamura.

—Quién diría que se portaría decente…—Poco a poco Kuramochi volvía en sí mismo.

—Como sea. Váyanse a dormir y no le digan de esto a nadie. Y con nadie me refiero a ningún miembro del equipo de béisbol. —Lo decía especialmente por cierto chico que era el más chismoso de todo Seidō—. ¿Te quedó claro, Kuramochi?

—¡No diré nada!

Su nuevo día comenzó a las cinco de la mañana. Tenía que dejar sus quejas y alisar su arrugado uniforme; tomar sus cosas y abandonar el cuarto sin que nadie se percatara.

Sonaba bastante fácil.

—Gracias a que tuve que dormir con el uniforme puesto, está poco presentable. Y apuradamente pude hacer algo con el desastre de mi cabello. —Se lo había recogido en una trenza—. Es lo suficientemente temprano como para que todo el sitio esté desierto. Hora de escapar.

Se desplazó por el pasillo, manteniéndose atenta a que no hubiera nadie más. Su misión estaba resultando ser un éxito hasta que escuchó voces aproximándose en sentido contrario.

El pánico la carcomió. Solamente le quedaba huir. Y fue una brillante idea hasta que chocó con quien iba en dirección opuesta.

No era momento para exteriorizar el dolor causado por caer contra el suelo. Lo que debía hacer era pararse y seguir corriendo.

—¿No te había dicho que tenías que pararte antes que todos?

Fortuna o desgracia, la persona con la que impactó era el mismísimo Kazuya. Él lucía tan fresca y ella escasamente glamurosa.

—¡Son las cinco y media de la mañana! Eso ya es demasiado temprano —objetó tras levantarse—. Ustedes en verdad son preocupantes. Deberían dormir más horas.

—¿Estás segura de querer desperdiciar tu tiempo aquí? —siseó divertidamente.

—¡Maldición! Vienen para acá. —No podía ver a esos jugadores, mas los escuchaba claramente.

—Después de esta me deberás una.

Sora procesaría sus palabras después. Había sido tomada bruscamente del brazo y jalada hacia el interior de uno de los cuartos de los dormitorios de Seidō.

—¡¿Ah?!

Vociferaría más si Miyuki no le hubiera tapado la boca antes de que alguien pudiera escucharla y descubrirlos.

—No grites o se darán cuenta de que estás aquí —susurró, poniendo atención afuera. Aguardaría a que nadie más estuviera en el pasillo—. Tendrás que esperar a que el desayuno sea servido para salir de aquí.

—¿En dónde se supone que estamos? —Redujo su timbre de voz para que únicamente él pudiera escucharla.

—Es mi habitación —respondió campantemente. Ella parpadeó.

—Oye, ¿y si tu compañero de cuarto llega y me encuentra?

—No tengo compañero de cuarto.

Eso calmaba los nervios de la chica. Asimismo, despertaba su inquietud.

—Con que te gusta ser un sujeto solitario.

—¿Por qué sentí como si estuvieras insultándome y sintiendo lastima por mí?

—Tienes todo bastante ordenado.

A su punto de vista el cuarto lucía impecable, sin polvo, con lo necesario para salvaguardar las necesidades de un joven de su edad.

—No hagas ruido. Ni se te ocurra abrirle a nadie y ponle seguro, ¿entendiste?

Por algún motivo se sentía como una niña pequeña a la que van a dejar sola en su casa por primera vez.

—¿Quieres dejar de sonar como mi padre?

—Será mejor que me lleve todo para no volver después o podría ser contraproducente si alguno de ellos decide seguirme hasta acá. —Ya que había preparado su mochila con todo lo necesario para no retornar a su cuarto era momento de partir.

Si no fuera suficiente con estar en la habitación de ese burlesco chico todavía tenía que rezar para que su hambriento estómago no fuera escuchado por él.

—Diviértete en la práctica…

Tenía que fingir naturalidad. Hacerle creer que no se había percibido ningún ruido. Una pena que él oyera todo. Ahora sonreía vivarachamente en armonía con una risilla que comenzaba a molestarla.

—Si vas a reírte, ¡hazlo bien!

—No es la gran cosa, pero al menos te saciará durante un rato.

¿Era verdad lo que escuchaba y veía? ¿Realmente ese bribón estaba dándole esa casi celestial bolsa de papas para que llenara su estómago? Estaba incrédula.

—G-gracias…—Sonrió tenuemente ante la llegada de la buena suerte.

Tal vez no era tan egoísta y embustero como creía. Al menos le ha dado unas frituras para pasar el hambre.

—Yo realmente odio ese sabor, por lo que pensaba dárselas a Kuramochi o Sawamura. Y ya que tú te andas muriendo de hambre, es mejor que te las quedes tú.

—Tonto —bufó antes de arrojar la bolsa de papas a su bonita y cínica cara—. Igualmente las quiero. Me las comeré —pronunció después de recoger la bolsa plástica.

La muy descarada ni siquiera iba a disculparse.

—Hablé demasiado pronto.

¡Al menos finge que lo lamentas! —espetó él.

Ella prefirió darle la espalda.

—Si continúas haciendo el vago llegarás tarde y el entrenador te hará dar veinte vueltas extra a todo el campo de entrenamiento.

—¡Se me hace tarde! —Vio el reloj y supo inmediatamente que debía correr o su pellejo peligraría.

—No sé si decir si estoy mejor, peor o condenada…—Nuevamente estaba sola e imposibilitada para irse—. Eso de que dicen que el karma existe es bastante verídico. Estoy arruinada…

El día transcurrió sin percances, con normalidad abrumadora. Inclusive la hora de la práctica había concluido y cada jugador podía al fin cenar, relajarse, ducharse y encargarse de sus deberes escolares antes de irse a dormir.

Y si bien los planes de Kazuya después de salir del baño consistían en irse a su cuarto a dormir, había quienes no querían dejarlo en paz. Sawamura le insistía para que recibiera sus lanzamientos y Kuramochi ansiaba levantar una sesión de videojuegos en su habitación.

—¿No sería mejor que descansaran o jugaran en otro dormitorio que no fuera el mío? —pronunciaba estando frente a la puerta de su cuarto; a nada de abrir y entrar.

—Vamos Miyuki, no seas aburrido —Yōichi no conocía la desfachatez—. Tú tienes el mejor televisor de todos los dormitorios.

—Deja que Kuramochi-senpai juegue. Nosotros podemos practicar un poco antes de dormir —parloteaba Eijun desde su espalda.

¿Cómo es que tenía tanta energía ese chico? Algo malo debía pasar con su organismo.

—Puedes llevarte el televisor si tanto te gusta —comentaba Miyuki.

Se mentalizó en que no lograría que se fueran y meditó sobre sus opciones. Lamentablemente desde que comenzaron los roces con Maezono ya no podía irse a su habitación y salvarse.

«Ya se me ocurrirá algo para que se vayan de aquí pronto».

En cuanto abrió la puerta, Kazuya hubiera preferido mil veces atender las egoístas propuestas de Sawamura y hasta irse a jugar un buen rato al cuarto de Kuramochi. Si tan sólo hubiera tomado esas decisiones unos segundos antes su futuro no luciría tan catastrófico como lo percibía.

Se quedó con una oración incompleta en la boca. Temblaba. Sus dos acompañantes estaban pasmados y si pudieran, con la quijada por los suelos.

¿Por qué no se había ido? ¿Cómo fue posible que se quedara dormida sobre el piso de la habitación como si las preocupaciones no existieran?

Kazuya no podía hablar. Lo que estaba pasando en su habitación era un problema serio si consideraba quienes eran sus testigos.

—¿Así que esto es lo que nos ocultas, capitán? ¿Este es el método que utilizas para despejarte después de las prácticas nocturnas? —Yōichi estaba gozándolo. No desaprovecharía esa gran ocasión.

—¡Sora-senpai! —gritó Eijun. Él pasaba su mirada rápidamente entre el receptor y la dormida chica, como si no lo creyera, como si exigiera una respuesta—. ¡Se lo diré al líder!

—¿Qué rayos pasó?

No había cabida para cuestionamientos triviales. El haber despertado y perder la noción de dónde se encontraba era insignificante.

—¿Miyuki…? —Si estaba somnolienta se avivó al encontrar el rostro de pánico de Sawamura y la cara siniestra de Kuramochi—. E-espera. No me digas que me quedé dormida…—pronunciaba horrorizada.

Efectivamente se había quedado dormida en el cuarto de Miyuki Kazuya.

—Han estado de traviesos, ¿eh? Nunca lo pensé de ustedes dos —habló con sorpresa fingida el bellaco de Kuramochi para esos dos estoicos chicos—. Descuiden, yo guardaré su secreto.

No era la risa maniática y sádica lo que los horrorizaba, sino que estuviera escribiendo en su celular con gran velocidad y malicia.