Aquí estoy para quienes decían que iba a demorar unos meses en actualizar. Lo cual sigue siendo una posibilidad muy realista. ¡Nos leemos en la siguiente subida de capítulo!

*Cote.- Hola, gracias por leerme y comentar. Y sólo para fastidiarte he actualizado rápido. Me alegra que te guste la historia y créeme, también quiero que suceda eso, pero Miyuki es complicado.

*Guest.- Muchas gracias por leer y dejarme tu opinión. Es bueno saber que esta historia le está gustando a la gente. Sí, todas nos morimos por ver esa faceta en él.


Face of Fact


Kazuya se reprendió a sí mismo en silencio. Si no hubiera estado tan ensimismado durante las clases quizá hubiera notado que Sora no se presentó a clases; y entonces hubiera considerado la posibilidad de que ella pudiera continuar en su habitación y no en su casa.

Ya era tarde para los hubiera.

—¿Qué es lo que se supone que hagamos ahora? —Sora preguntó tras la ruidosa salida de Kuramochi.

—Ya no hay nada que podamos hacer…—¿En qué momento pensó que toda su vida se complicaría más? —. Te dije que te marcharas cuando todos se fueran del campus.

—Es lo que iba a hacer. Sin embargo, el cansancio me venció y me dormí sobre el suelo.

Sus momentos bochornosos eran pocos y este ocuparía un lugar especial en su listado.

—No imaginaba que fueras tan delicada con las desveladas —Estaba burlándose de su fragilidad.

—Disimula que estás disfrutándolo —estipuló arrugando la frente—. Aunque vaya a golpearlo y destruya su celular, el daño está hecho. A este punto esas fotos deben estar en los celulares de cada miembro del equipo de Seidō. —Lamentarse era lo único que estaba a su alcance—. Y cuando esos tontos nos vean, entonces…

No quería imaginárselo, mas su cabeza ya estaba creando todos esos escenarios ficticios catastróficos.

—Ignóralos. Con eso dejarán de incomodar.

Para alguien como Miyuki pasar por situaciones problemáticas y cardíacas ocurría muy seguido dentro del béisbol por lo que podía lidiar con ello en su vida cotidiana y buscar la mejor solución.

—No todos somos tan infames y desinteresados como tú.

—¿Por qué estás atacándome? Después de que te ayudé a que no durmieras en la calle —expresaba con altanería. Sora se abstenía de callarlo—. Quieres golpearme, ¿verdad?

—¡Deja de regocijarte, cabeza de chorlito!

—Vamos, si te enfadas harás que él disfrute lo que ha hecho. No le des ese gusto.

—Tienes razón…—Si lo pensaba calmadamente era una buena opción—. Si hacemos como si no nos importara que él levante un chisme nuevo sobre nosotros, dejará de ser divertido. Se frustrará y finalmente nos dejará en paz.

—Exactamente.

—¿Qué haremos si eso no funciona?

—Ah, entonces tienes todo mi permiso para golpearlo.

—Esa voz me agrada. —Tomó sus pertenencias y se dirigió hacia la puerta. Hora de irse y confrontar la realidad—. Por cierto, te toca cuidar a Carolyn este día.

El pequeño animal ya estaba durmiendo plácidamente sobre la cama de Miyuki.

—¿Y tu faceta de madre responsable?

—La he estado cuidando desde que la profesora nos la dio. Va siendo hora de que te encargues tú —indicó, hundiendo su dedo índice en el pecho del muchacho—. Si crees que serás un padre irresponsable estás muy equivocado.

—Si sabes que entreno prácticamente todo el día, ¿verdad? No tengo tiempo para cuidar de esa rata peluda.

—Pues tendrás que organizarte. —Sus excusas no iban a servir—. Si le pasa algo lo lamentarás.

Nada como una dulce amenaza antes de irse.

—¿Por qué me está pasando esto a mí? ¿Por qué de todas las madres que te pudieron tocar tuvo que ser una como ella? —Por breves segundos sintió que el tierno animal lo miraba con compasión—. Dame un respiro tú también.

Su celular no dejaba de sonar. Los mensajes de texto se apilaban a la espera de ser leídos. No obstante, serían olvidados. El propietario no volvería a leer ninguno; le había bastado con el único que abrió para perturbar su paz.

Frente a él yacía la persona que compartió su número telefónico con todos los miembros del equipo. El mismo que lo condenó a ser el más solicitado de todo el campus.

Desde aquel incidente desafortunado donde las circunstancias se malinterpretaron, el caos se desató. Y aunque sus compañeros de equipo no le decían las cosas en persona, lo hacían indirectamente a través de mensajes de texto.

—¿No es grandiosa la tecnología? —exponía casualmente Yōichi desde su lugar curioseando en su celular—. Nos conecta a todos y así.

—Supongo que la gente ociosa y con mucho tiempo libre piensa como tú.

Miyuki mantenía una posición conservadora, sin caer en sus provocaciones. Tomaba los mensajes con mucho humor y diplomacia. Y su actitud ponía de nervios a su alborotador.

—Incluso ella ha sabido manejarlo bien…—¿Por qué tuvieron que ponerse de acuerdo para arruinar su diversión? —. Es más efectivo molestarla con ese bochornoso vídeo. —Reía con malignidad. Tenía que desquitar su fracaso con alguien.

—Iré pensando en quién podría ocupar tu posición de ahora en adelante —comentaba cínico.

Yōichi sabía que hablaba de él. Por ello se acercó para sujetar a Kazuya del cuello de su camisa.

—Dijo que te golpearía como a un pedazo de carne si continuabas haciéndole esas bromas de mal gusto. Y creo que hablaba en serio. —El regocijo lo cobijó tras imaginarse aquel cuadro.

—¡Maldito seas, Miyuki!¡Y olvídate sobre lo de conseguir otro cuarto corredor!

—¿Tan temprano y estás de ruidoso, Kuramochi?

Un escalofrío le recorrió todo el espinazo, provocándole que liberara al receptor.

—¿Te he asustado?

—H-hoy te ves bastante bien, Sora —elogiaba con temor a la joven que traía su cabello recogido en una trenza intercalada—. Siempre traes un peinado diferente cada día, ¿no?

—Llenándome de halagos no harás que te perdone por todo lo que me has causado. —Se sentó con una tranquilidad que inquietaba a esos dos jugadores.

Sentían que su vida peligraba.

—¿T-te ha pasado algo? Siento que estás malhumorada.

—Y-yo he cuidado muy bien al cobayo. —El animalillo se asomaba desde el maletín de Kazuya, lleno de vida y entusiasmo.

—¿Alguno de ustedes dos conoce a una tal Iwao Ritsuka? —preguntaba sin verlos. Incluso acomodó su libro y lapicero sobre el pupitre.

—¿Alguna artista famosa que tanto les gusta a las chicas como tú? —Se aventuró Yōichi.

—¿Saben cuál es la relación que guarda esa chica con nosotros tres? —Volvió a cuestionarlos.

—¿Qué estamos en el mismo salón de clases? —contestaba Kazuya.

—No…—Depositó sus fríos ojos en ellos como si necesitara desaparecerlos de la faz de la Tierra—. Esa chica me abordó antes de entrar a la escuela y me ha dado esta carta. —Mostró la prueba de delito que ya había sido abierta—. ¿Y saben lo que ponía adentro?

—¿Una carta de amor? —Se atrevió a concluir Kuramochi—. Veo que estás siendo popular dentro de tu mismo género.

—Cállate que todo esto ha sido por tu culpa —musitó secamente. Él se quedó quietecito—. Esta tal Iwao me ha desafiado a un reto por la cosa más ridícula jamás imaginada.

—¿Y esa sería…? —interrogaba Yōichi.

—Miyuki.

Kazuya no supo cómo reaccionar. Kuramochi ansiaba cerciorarse de que existían personas en el mundo capaces de armar un arguende por alguien como él.

—¡¿Ah?! —Tampoco se lo creía. Tenían que estarle jugando una broma pesada.

—¿Qué clase de loca pelearía por un pedazo de carne como este? ¿En qué mundo vivimos actualmente? ¿Qué tiene de bueno un cretino que nadie reconoce si no trae puestas sus gafas? —alegaba despectivamente para su capitán—. Estoy seguro de que esa chica está mal de la cabeza.

—Pues lo ha dejado muy claro en su carta. —Yūki tomó el curso de la conversación nuevamente—. Quiere que termine mi «relación» con Miyuki porque no soy una novia digna para él. Que no he hecho más que perjudicar su «buena imagen».

—Para empezar él ni siquiera tiene una buena imagen que cuidar. —Kuramochi tenía un punto en manos—. Lo de novia no lo discuto.

Su osadía tuvo como castigo aquel libro de texto estampado contra su cara.

—También me advirtió que, si no aceptaba su propuesta, ella…—Guardó silencio.

Su atención fue robada por la jovencita que había entrado al salón sin inmutarse por la mirada de todos. Tenía en mente una sola dirección.

—Mi nombre es Iwao Ritsuka. Voy en primer año y me gustaría que pudiéramos ser amigos y conocernos mejor.

La timidez no era un atributo en la personalidad de aquella joven. De hecho, sus marrones pupilas destilaban una seguridad abrumadora.

—Ahí lo tienes —murmuraba Sora para quien estaba impactado por segunda vez.

—No sé qué decir. Esto es demasiado repentino.

Miyuki no era el claro ejemplo de sociabilidad. Ni siquiera era capaz de mantener una conversación casual con algún miembro de su equipo, por lo que charlar con una completa desconocida que buscaba su afecto, era algo así como una misión imposible.

—Sé que tienes novia actualmente. Sin embargo, permíteme demostrarte que alguien como tú merece a una mejor chica a su lado y no a alguien tan violenta y ordinaria como ella.

—Ey, esto no tiene buena pinta. Esa chica está atacando descaradamente a Sora como si fuera cualquier cosa y ella no está tomándolo precisamente bien. Cuando más tranquila está, es peor…—Yōichi había aprendido a leerla y aguardaba por su respuesta—. Aunque puede ser divertido si me pongo a pensar en lo que vivirá de ahora en adelante el idiota de Miyuki.

—Te escuchas muy segura al decir eso —intervenía Yūki—. ¿No crees que es de mal gusto que una chica esté asediando a alguien que ya tiene pareja? Eso mancha un poco la imagen de «mejor chica» que quieres darle a Miyuki.

—Fuiste tú la que no quiso aceptar mi desafío.

—No tengo motivos para ello —estipuló—. Es mi novio y no tengo que estarlo apostando solamente porque tú consideras que soy poca cosa para él.

—Entonces, ¿por qué no lo llamas por su primer nombre? ¿Por qué eres tan desagradable con él? —interrogó con insistencia.

—No creo que interese mucho si me dirijo a él por su apellido o su nombre. Y yo respeto su espacio personal. Por eso no estoy pegada a su lado todo el día. —Una respuesta concreta que abarcaba los puntos en cuestión—. Soy una novia comprensiva.

—Esto no se quedará de este modo, Yūki-kun.

La muchacha abandonó el salón de clases dejando a ese par anonadados y a Sora aún más callada que antes.

—Lo has manejado muy bien para ser consciente de la verdad. —Kuramochi no recibió ningún agravio por su palabrería. De hecho, estaba preocupado de que no reaccionara—. ¿Sucede algo?

—¿Quieres que te suelte la rienda para que ella te haga suyo?

—¿Por qué suenas tan feliz con esa insinuación? ¿Por qué parece que te lo estás pensando de verdad? —hablaba Kazuya a la jovencita que examinaba sus uñas como si buscara alguna imperfección—. ¡Al menos mírame!

—No quiero invertir tanto esfuerzo en una causa como esta donde el único que obtendrá beneficio serás tú —susurró—. No obstante, no me gusta escapar de un enfrentamiento. Ni siquiera cuando es tan absurdo.

Las amenazas de aquella desvergonzada chica no fueron meras habladurías o algún capricho momentáneo. No. Lo que ella había establecido lo estaba ejecutando con diligencia y con la mentalidad positiva de que lograría obtener la victoria.

No solamente se encargaba de traerle desayunos caseros con un sabor hogareño, sino también de apoyarlo durante las prácticas y hacerle pláticas casuales antes de que las clases iniciaran.

Todos estaban conmocionados por ver a esa muchachita intentando conquistar al capitán de Seidō mientras la supuesta novia se mostraba desinteresada.

—Me sorprende la autoconfianza que Yūki-kun posee. Mira que permitir que esa niña esté tan cariñosa con Miyuki-kun.

—Yo no podría mantenerme tan serena bajo circunstancias como esas.

—Si viera que hay una chica así siguiéndole los talones a mi querido Kenta, no dudaría ni un momento en ponerle su alto.

Esa clase de susurros se habían convertido en su cotidianidad desde que Iwao Ritsuka apareció.

—¿Por qué demonios no has hecho algo al respecto, Sora?

Justamente lo que le faltaba a su receso era que Miu apareciera y la sermoneara.

—¿Y qué es lo que sugieres que haga? ¿Le monto una escena de celos? ¿La llevo a los baños y le doy su escarmiento? ¿O le tiño el cabello de naranja? —Ahora sus bolas de arroz ya no sabían tan ricas como antes de que su amiga apareciera.

—Pues es un buen comienzo. —Nada como apoyar el vandalismo—. Sé que buscas que él termine contigo y todo eso. —Le susurró al oído. Era un secreto después de todo—. Pero lo que tienes en tus manos va más allá de eso. ¡Es sobre la dignidad que tienes como mujer! —exclamó como si de repente el fuego de la lucha la envolviera—. Tú misma me dijiste que no le sacarías la vuelta. Y aunque no has tirado la toalla, lo que haces equivale prácticamente a lo mismo —La juzgaba como una de las peores criminales del mundo.

—Este es el modo en que peleo.

—Olvidaba que eras así de pasiva cuando de relaciones interpersonales se trata. —Intentaría darse paciencia a sí misma—. Lamentablemente el mundo no funciona de esta manera, Yūki Sora.

—Estás aburrida, ¿verdad? Por eso vienes a molestarme.

—No permitiré que una amiga mía pierda a su hombre por una escuintla escurridiza cualquiera. ¿Entendiste?

—Siento que estás amenazándome.

—¡Lo estoy haciendo! Tú solamente entiendes así.

—No pienso cocinarle —remarcó—. Tampoco decirle cosas bobas frente a la gente.

—Necesitamos una vida para que aprendas a cocinar. Y lo otro no me lo puedo ni imaginar. —Es que conocía a su amiga—. Por lo que empezaremos con dos cosas sencillas.

—¿Y esas serían?

—Llamarlo por su primer nombre y pedirle su número telefónico. Ninguna chica puede convertirse en una novia que se respete si no ha cumplido con esos dos puntos fundamentales.

—Eso suena bastante razonable. No es cosa del otro mundo.

—Esa actitud me gusta, Sora. —Ambas se levantaron armoniosamente—. Debe de estar en la cafetería con Kuramochi. De modo que es perfecto.

—¿Por qué presiento que todo lo has planeado con anticipación?

Atendiendo a las palabras de Hayami, se dirigieron hasta la cafetería, pasando del usual escándalo que allí se respiraba. Se centraron únicamente en el par que estaban buscando.

—De modo que las señoritas se han dignado a desayunar con el resto de los plebeyos —decía Kuramochi divertidamente—. Todavía tenemos dos lugares disponibles.

—Yo vine porque tengo asuntos pendientes. —Sora miró al estoico de Miyuki.

Tragó saliva, maldijo muchas veces su jodida suerte y usó todo su orgullo para lograr que sus pies avanzaran hasta él. Debía mantenerse totalmente concentrada en su objetivo y no cuestionar nada más.

—Quiero hablar contigo, Kazuya.

El primer desafío había sido salteado sin dificultad. Ella no poseía ningún complejo con denominar a la gente por su primer nombre. Aunque una actitud como esa parecía haber dejado confuso y extrañado al de gafas.

—Claro. —Si acompañándola podía librarse de la fastidiosa presencia de Yōichi se iría más que encantado.

—Parece que estás disfrutando de sus atenciones y de que no te quita la mirada de encima —habló al fin tras dejar atrás el comedor.

Transitarían por los jardines de la escuela.

—¿Tengo cara de estar pasándola bien? —ironizó con una sonrisilla forzada—. No es como si fuera mala chica, es solamente que…

—No estás acostumbrado a esta clase de cosas. —El silencio de Kazuya respondió—. Tampoco parece que quieras nada de eso por ahora.

Se detuvieron justamente a un lado de una máquina expendedora. Y tomaron asiento en la banca que estaba allí.

—Y bueno, ¿de qué querías hablarme?

—Dame tu número telefónico.

—¿Me has hecho darle la vuelta a la escuela por algo tan absurdo como eso? —Suspiró larga y pesadamente—. Eres bastante exagerada.

—Y tú demasiado problemático y no me ves quejándome.

—Lo estás haciendo.

—Tú solamente dame tu número telefónico y asunto terminado. —Ya tenía el móvil fuera, lista para teclear.

—Pudiste pedírselo a Kuramochi.

—No tendría sentido alguno hacerlo de esa manera. —Kazuya sabiendo que ella no desistiría no tuvo más remedio que cumplir con su petición—. Te guardaré como Ore-sama.

—¡Ey!¡¿De nuevo con eso?! —Indignado se sentía.

—Todavía queda rato para que el receso termine y aquí se puede aspirar mucha tranquilidad. —No había nadie más que ellos dos—. Nunca he sido acosada por nadie, pero imagino que debe ser una situación sofocante.

—¿Por qué lo dices?

—Esa chica más que enamorada de ti, está obsesionada. No le ha importado que tengas una novia ni que tú no la aceptes a su lado. Tampoco se ha desanimado inclusive cuando no ha recibido la respuesta que quiere…—Sus manos jugueteaban con su celular, como si hubiera encontrado un juego con el cual entretenerse—. Porque considerando tu personalidad es muy viable que le hayas dejado las cosas claras.

—Oh, ¿es que has estado espiándome? ¿Te ha preocupado que me vaya detrás de otra chica?

—Claro que no, Ore-sama. —No es que fuera tan volátil. Él poseía el don para lograrlo a la primera—. Lo que estoy diciendo es que la razón por la que sigues aguantándola es porque ella te dijo algo. O siendo claros, ¿te amenazó?

Mutismo.

Y en esta ocasión era exasperante para una de las dos partes que no iba a dejar que esa situación se prolongara más de lo necesario.

—¿Qué fue lo que te dijo? —Exigió saber—. Y no me vayas a salir con una tontería o un chiste de mal gusto, Kazuya.

—Es raro e incómodo que me llames por mi primer nombre.

Hasta ahora únicamente existían tres personas fuera de su círculo familiar que se dirigían a él por su nombre. Nunca se imaginó que ella fuera a ser una más.

—Te llamaré Kazuya, Miyuki, Ore-sama, como se te plazca, pero dime qué fue lo que te dijo esa tal Iwao.

Si de obstinaciones hablábamos, la de ambos estaba muy pareja.

Él se resignó a que no la haría desistir de su postura. ¿Por qué tenía que ser tan necia?

—Solamente mencionó que me metería en problemas o que se desquitaría con alguien que conociera…

Su respuesta era demasiado ambigua y fastidiosa para Sora, mas era suficiente para ella.

—Dudo que pueda hacerle algo a Kuramochi o a mí.

No era por darse importancia. Sin embargo, al ser la «novia» en turno claramente la involucraría.

—Es un noble gesto que soportes todo eso por evitar problemas a terceros —admitió, mirando en dirección opuesta a donde se encontraba él.

No estaba acostumbrada a esa clase de cortesías. Menos si provenían de alguien como Miyuki. Aquello la hacía sentir importunaba, como si lo mejor hubiera sido que no le importara lo que esa loca pudiera hacer si no accedía a seguirle el juego.

—Puedes ser un poco caballeroso si te lo propones.

—¿Me estás alabando u ofendiendo?

—Las dos —refunfuñó.

—¿Y ahora por qué demonios te has enfadado? —Él nunca comprendió a las mujeres.

—Todo es tu culpa —reiteró.

Y Sora era un tópico muy aparte del resto de las féminas.

«Si me hubieras rechazado y fingido demencia pese a que te dije que todo había sido planeado por alguien más, no tendría que lidiar con tu séquito de locas obsesionadas… ¿Por qué razón esas mujeres se cuelgan tanto contigo? ¿Por qué no notan esa torcida personalidad tuya?

Analizó con disimulo cada una de las facciones de su rostro. No negaba que era atractivo y que esas gafas enaltecían un poco más su físico. Sumado a ello, su tonificado cuerpo era otro anzuelo para las chicas. No obstante, cuando abría la boca todo el posible encanto que pudiera poseer se desvanecía.

«No debería examinar su físico», razonaba Sora. Estaba un poco apenada por su escrutinio.

A Kazuya le costaba creer lo diferente que era ella de su hermano mayor. Solamente la terquedad la llevaban por partes iguales.

Sus ojos divagaron hacia ella. Notó el peinado que traía y recordó lo que Kuramochi había dicho: siempre era un peinado diferente por día

«Es más femenina de lo que me imaginaba. Considerando que todo lo quiere solucionar con el uso de la violencia».

Era la primera vez que le dedicaba genuina atención.

«¿Era tan pálida? ¿Cuál será su fijación en llevar el suéter remangado? El negro le gusta bastante; todas sus tobilleras son de ese tono».

Eran detalles insignificantes que había pasado por alto hasta ese día.

Miraba el perfil de su rostro y esos pequeños gestos que hacía involuntariamente. Aceptó inconscientemente el encanto físico que desprendía y que recién notaba.

¿Empezaba a verla como una chica? No. No podía ser de esa forma. Sora era solamente la hermana menor de su ex capitán y nada más.

«¿Qué rayos estoy haciendo?».

Tal vez había sido obra del destino o posiblemente una mala jugada de la vida, pero sus miradas conectaron, imposibilitándoles bloquear lo que hasta hace poco habían estado pensando el uno del otro.

Avergonzados, se obligaron a sí mismos a mirar hacia otra parte.

«Maldición, ¿se dio cuenta de que estaba mirándolo? Espero que no».

Imploraba Sora. No deseaba que ese chico tan burlón se percatara de su escrutinio.

«No pudo darse cuenta».

Él estaba enteramente seguro de que no tenía de qué preocuparse. De hecho, no debería existir razones para eso porque teóricamente no había estado haciendo nada incorrecto.

—Aquí era donde se encontraban.

Sus espasmos pasaron a segundo plano. Alguien había dado con su ubicación.

—Iwao. —Sora no la saludó con demasiada cortesía—. Debes ponerle fin a tu desagradable jueguito. —No era una petición negociable, sino una orden muy clara—. Kazuya no está interesado en ti y tampoco se siente a gusto de que lo estés acosando. Y creo que él ya te lo dijo.

—Incluso cuando todos dicen que ustedes dos son novios, parece ser que la verdad es otra…—Estaba demasiado informada al respecto y eso alertó a ese par—. No les creo. Diría que están fingiendo ser una alegre pareja por alguna razón.

—¿Son tus celos los que te hacen ver las cosas de esa manera, Iwao? —Se mantuvo imperturbable. Ya se había recompuesto y esa chiquilla no la sacaría de sus cabales—. Como llevemos nuestra relación no es de tu incumbencia.

—Entonces demuéstramelo. ¡Muéstrame que son pareja y que no han estado fingiendo durante todo este tiempo!

—¿Por qué te tengo que dar el gusto?

—Si realmente son novios no creo que exista problema alguno, ¿no crees? Sería prácticamente natural.

—Lo haré si prometes dejarnos en paz después de que lo haga.

—Con eso me quedará claro que son una pareja real —estableció—. Y si lo hacen dejaré de meterme en su camino.

—Esa voz me agrada. —Sonrió ávidamente—. Bien, ¿qué es lo que tenemos que hacer?

—Quiero que lo beses en este preciso instante.

Su petición era de lo más sensata. Una acción natural entre parejas. No obstante, para esos dos significaba uno de los retos más grandes que pudieran afrontar.

—¿Y bien? ¿Vas a hacerlo o no?

Yūki sabía lo que ocurriría si no cumplía su demanda. También estaba consciente de que Miyuki no le agradaba lo que Ritsuka les propuso, por lo que se opondría. Sin embargo, algo más que la integridad física y emocional de ese receptor estaba en juego y no podía desistir. No se permitiría huir.

Sino había sentimientos de por medio entre ambos un simple beso no significaría la gran cosa para ninguno de los involucrados.

Se levantó, alertando a Kazuya. Ni él estaba seguro de que ella accedería. Apostaba a que intimidaría a la chica para después esfumarse. Mas su premisa estaba errada; lo comprobó cuando sus trémulas pupilas reflejaron el rostro de Sora.

No tenía permitido protestar. Sus labios eran prisioneros.

Apreciaba tanto su calidez como el suave dulzor a cereza.

Un beso robado y los latidos de su corazón acelerándose sin justificación aparente.