¡Buenas noches! Espero estén teniendo un buen viernes por la noche y si no es así, pueden leer este nuevo capítulo. Saludos.
Heartbeat
La placentera cena los dejó satisfechos. Ahora les bastaba un vaso de fría limonada mientras yacían sentados en el sofá de la sala. Nadie podía resistirse a ver un buen partido de béisbol en aquel enorme televisor de plasma.
—¿De verdad vamos a ver un partido? —Ella había terminado en medio de Miyuki y su hermano.
—Sora, eres mánager del equipo de Seidō. Tu deber es ver y analizar los partidos de sus futuros rivales —hablaba Tetsuya ajustando el volumen de la tele.
—Debes practicar tus anotaciones porque continúan siendo muy ambiguas. Aprovecha este juego para mejorar —recomendaba Kazuya con guasa.
—Sólo pónganse a ver su juego y déjenme en paz. —Tenía el ceño fruncido y malhumor.
—No seas tímida únicamente porque Miyuki está aquí.
No lo era y menos a causa de aquel pesado muchacho.
—Recuerdo que te divertías mucho cuando ibas a ver los partidos de Reiji. Incluso algunas veces los grababas—hablaba evocando esos recuerdos de antaño.
—Es muy distinto ver un partido por placer que uno por deber. —Se excusaba mirando a quien no debía exponer esa información—. Y si lo grababa era para que después se diera cuenta de los fallos que tenía a lo largo del partido.
—¿Reiji? —Le resultaba bastante familiar. Mas no sabía de dónde—. Siento que he escuchado ese nombre en alguna parte.
—Es probable que te sea conocido. Era jugador de la Liga Senior Marugame. —El mayor disipó sus dudas.
—Reiji Irabu...—Recordó sin esfuerzo—. Era el pitcher principal del equipo. Y gracias a su bola rápida y a la dirección de Chris-senpai siempre terminaba poniendo a los bateadores en apuros. —Justó evocó aquellos encuentros contra dicho jugador—. Aunque escuché que en su primer año apestaba y su control era igual de patético que el de Sawamura.
—Oh sí, definitivamente estamos hablando del mismo —expresaba Sora con resignación—. Sus lanzamientos eran tan salvajes que eran muy erráticos y siempre acababan convirtiéndose en bolas. —El estrés de esos episodios de su pasado la llevaron a masajear su frente para relajarse—. Y gracias a eso ninguno de los receptores del equipo querían atrapar para él.
—Excepto Chris-senpai. —Su conclusión era correcta—. Tal parece que tiene una maldición encima que lo hace toparse con pitchers problemáticos que acaban siendo diamantes en bruto en sus manos. —Le parecía irónico que Takigawa conociera a dos sujetos tan malos en lo que se supone sabían hacer—. Por lo menos Irabu no era un escandaloso y mejoró rápidamente, no como Sawamura. —Su risilla perversa emergió.
Le hacía mucha gracia mofarse del chico de primero.
—Déjalo en paz —ordenó pasivamente. Hasta le dio un codazo directo a las costillas para que parara de reírse.
—Lo haré por esta noche —expresó el cínico—. ¿Y qué fue de él? —curioseaba aprovechando que el tema había emergido—. Lo último que escuché fue que su equipo llegó a semifinales en el torneo de verano durante su primer año de preparatoria. Después fue como si hubiera desaparecido del mapa.
—Dejó su escuela porque se mudó a América a causa del trabajo de su padre. —Tetsuya atendió su duda—. Continúa jugando béisbol. Y seguramente ha mejorado mucho desde la última vez que enfrenté sus lanzamientos. —Ya había desplegado su aura de batalla—. La próxima vez batearé su cutter tan lejos como me sea posible.
Su pasión por el bateo estaba que ardía.
—Se ha emocionado.
—Así es él...—Sora no podía hacer nada contra la personalidad de su hermano mayor.
—Y ya que estamos hablando de cosas del pasado. —Sus palabras encendieron el botón de alarma de Sora—. Estoy seguro de que a Miyuki le gustará conocer un poco más sobre ti, hermana. Y no existe nada mejor para ello que los álbumes fotográficos.
Ella reaccionó con retraso.
«¡Tetsu, por qué le has dado ese álbum fotográfico a un sujeto como Miyuki?! ¡¿Por qué razón mi propio hermano me ha traicionado?!».
Se había paralizado cuando ese libro de pasta dura estuvo en las manos del receptor.
«A-allí están las fotografías de mis años de primaria...».
—Los hermanos Yūki.
La primera foto con la que se encontró era justamente una donde salían tanto Tetsuya como Masashi y Sora con las clásicas ropas que te hacían usar para esas pomposas sesiones fotográficas en familia.
—Los tres se ven muy serios para ser tan jóvenes.
—Y el resto de las fotos son igual de aburridas. No desperdicies tu tiempo viéndolas —decía Sora intentando arrebatarle el álbum; deseo que no pudo ser cumplido.
—¿Por qué hay un gato encima de la cabeza de tu hermano menor? —No comprendía cómo había llegado el felino tricolor a semejante sitio.
—Era la mascota del vecino. De vez en cuando nos pagaba por cuidarlo. Por ello lo traíamos a casa —contaba Tetsuya. Pareciera que había algo gracioso alrededor de ese acontecimiento.
—Por alguna razón le gustaba dormir sobre la cabeza de Masa. Por lo que él para no despertarlo se quedaba totalmente quieto como si fuera una estatua. Y como era algo muy gracioso de ver, nuestro padre tomó una foto sin que se diera cuenta.
—Oh mira, jamás imaginé que te gustara el ballet.
Kazuya había hallado la foto perfecta para incordiarla. ¿Cómo podía ignorar a una pequeña Sora portando un tutú rosa?
—Se te ve tan emocionada. —Sarcasmo puro y duro.
—Nuestra madre quería que Sora realizara una actividad más acorde con su complexión y capacidades físicas. Consideró que el ballet sería perfecto para ella.
La atacada empezaba a odiar que a su hermano le hubiera nacido ser tan parlanchín.
—Antes de que hables, diré que lo dejé al mes y para lo único que sé usar esa ridícula falda es para lanzársela al primer gracioso que quiera hacerme bromas con ella.
Miyuki no expresó ni un monosílabo, pero se giró hacia otra dirección para carcajearse.
—¿Qué es lo que tenemos aquí?
La chica palideció nuevamente ante el descubrimiento del receptor.
—A alguien no le importaba llenarse de un poco de barro.
—Eso ocurrió en un viaje familiar que realizamos a finales de verano. Justo cuando visitamos una granja.
Ella quería que callara por lo que le lanzaba indirectas. Una pena que las hubiera malinterpretado.
—Había estado lloviendo mucho por lo que todo el lugar se volvió pastoso. Sora no atendió a las advertencias de nuestros padres y salió a toda prisa porque quería ver a los animales del establo.
—Se resbaló y terminó toda batida en lodo. —Miyuki no se había entretenido tanto en una sola noche hacía mucho tiempo.
—Mi padre no debió haberme fotografiado. —Se esforzaba para no caer en su juego de provocación.
—Hay que admitir que tiene un don para la fotografía.
—¡Finge al menos que no estás regodeándote con todo esto! —replicó para quien continuaba viendo su álbum familiar y reía ante los vergonzosos momentos que habían sido inmortalizados para la posteridad.
—No imaginé que tuvieras fetiches. Sobre todo, de «esta clase».
¿Qué estaba tocándole más la moral? ¿Esa enorme y jovial sonrisa o esos ojos que le indicaba que estaba burlándose abiertamente de ella?
—No se trata de ningún fetiche, cabeza de pino.
Ese insulto era nuevo para Kazuya.
—Estaba interpretando a uno de los personajes más importantes de la obra de teatro de mi clase. Por lo que usé ese disfraz.
—Es una botarga —contraatacó.
—Es un disfraz —informó—. Y déjame decirte que todos quedaron maravillados por mi vestuario y mi impecable actuación. —Se jactó de su época dorada en el teatro.
—¿Y qué obra se supone que interpretaron? —Tenía una idea, mas quería cerciorarse.
—Caperucita Roja.
—Eso significa que tú eras el lobo feroz. Es decir, el malo del cuento. Indudablemente es el personaje que mejor te acomoda si consideramos cómo eres. —No estaba alabándola, sino atacándola.
—Te recuerdo que el lobo fue quien se comió a la abuela de caperucita y a todo aquel que quiso pasarse de graciosito con él.
Las amenazas pasivas eran la especialidad de Sora.
—Ahora pasemos a este. —Tetsuya ya se encontraba sosteniendo otro cuadernillo muy sospechoso—. Estos también serán de tu agrado.
Esta vez no iba a permitir que la historia se repitiera. No mientras estuviera con vida.
—¡No! ¡Ni se te ocurra!
El tiempo voló entre relatos bochornosos contados por el hermano mayor de la familia Yūki y los partidos de béisbol que estaban pendientes de ver por ambos jugadores. Y no se percataron de la hora hasta que fueron interrumpidos.
—Creía que ya estarían dormidos, pero veo que continúan viendo esos partidos.
La madre veía a esos tres que habían pasado de mirar el televisor a ella.
—Con que las doce, ¿eh? —Tetsuya no lucía nada asombrado por la hora—. Bien, iré a dormir o de lo contrario no podré levantarme para ir a la escuela. —Y emprendió la retirada tras despedirse de todos.
—Sora, deja de comer esos bombones de café que estas no son horas para que te llenes de cafeína. —La regañó. Su hija cerró la bolsa con molestia—. Y en vez de ponerme esa mala cara, ve a traer una almohada y unos cobertores para que arregles el sofá cama para que Miyuki-kun pueda dormir.
—¿Ah? —pronunciaron como si no entendieran el significado de aquella orden.
—No me digas que pensabas mandar al pobre de Miyuki-kun de vuelta a la escuela a estas horas.
Ese era el plan inicial de Sora. Probablemente no esperaba a que se hiciera tan tarde.
—A esta hora debe estar cerrado el acceso a los dormitorios. No podemos dejar que se marche. —Tenía un punto fuerte en manos—. Pasará la noche aquí y ya temprano pueden irse los tres a la escuela.
—Tienes razón.
Lo dicho por Sora lo sorprendió. Él esperaba otra reacción de su parte.
—Iré por lo que me has pedido. —Le echó un vistazo a su progenitora y se encaminó hacia las escaleras.
—No tengo objeción en retirarme —expresaba para la mujer tras haberse levantado de su puesto.
—No seas penoso, Miyuki-kun. —Le concedió una reconfortante sonrisa—. No tenemos problema con que te quedes aquí. Despreocúpate.
—B-bueno...—espetó.
Se sentía extraño. Juraba que era la primera vez que se quedaba a dormir en otro sitio que no fuera su casa o los dormitorios de Seidō.
—Ya tengo todo lo necesario.
Sora ya estaba en la primera planta, colocando todo lo que traía en uno de los sillones circundantes. Estaba inmersa en la tarea de extender el sofá cama para colocar la almohada y el cobertor.
—Listo.
Esa era su manera de comunicarle que podía irse a descansar cuando él quisiera.
—Gracias.
—Bien muchachita. Es hora de que tú también te vayas a acostar —sentenciaba para quien estaba intentando aprovechar para recuperar su tentempié nocturno—. Y nada de desvelarse leyendo novelas policíacas, ¿entendido?
—No pensaba hacer algo como eso.
—Deja de esconder esas golosinas, Yūki Sora. —Había visto a su hija ocultar la bolsa de bombones detrás de su espalda—. Ahora ve a dormir.
Ya con la mercancía en sus manos únicamente le restaba mandar a su cuarto a su glotona hija.
—Que tú también tengas una bonita noche, Miyuki-kun —dijo después de encender la lámpara de piso que había a un costado del televisor.
Posteriormente apagó las luces de la sala y se retiró.
—Buenas noches —pronunció quedamente—. ¿Cómo terminé así? —Se acomodó y se echó la cobija encima—. Los sofás cama son muy cómodos.
Y estuvo a nada de entregarse al cansancio del día cuando se acordó de algo realmente importante.
—Por poco y pudo suscitarse un accidente. —Se retiró las gafas y las colocó del lado derecho—. Cierto. No la tengo conmigo. —Se puso a echar de menos su máscara para dormir—. Estar aquí es un poco raro. Sin mencionar que si alguien se percata de que no pasé la noche en los dormitorios tendré que dar muchas explicaciones.
¿Cómo se supone que descansaría con esos predicamentos a altas horas de la noche?
—Con un poco de suerte nadie lo habrá notado.
Levantarse temprano jamás fue un predicamento para él. No obstante, esa mañana no había despertado gracias a la alarma de su celular sino a causa de algo más agradable y delicioso.
Restregó sus ojos, se puso sus gafas y se levantó con pereza. Haberse acostado tan tarde le había traído sus consecuencias.
—Buenos días, Miyuki-kun —saludó la mujer al pasearse por la sala llevando puesto un mandil—. Deberías irte a lavar la cara para que vengas a desayunar.
—Siento declinar su invitación, pero lo mejor es que me vaya inmediatamente para que no...—Calló ante esa resplandeciente sonrisa que le decía a gritos que no aceptaría un no por respuesta—. Desayunaré rápidamente y después me marcharé.
—Date prisa que todo está listo y no sabrá bueno si se enfría.
Ahora entendía de dónde había sacado Tetsuya su usual terquedad a la hora de jugar shogi.
Tras lavar y refrescarse el rostro con agua fría encaminó sus pasos hacia el comedor.
—Miyuki, toma asiento —invitaba cordialmente su ex capitán.
—Necesitas comer o estarás débil durante todo el día —comentaba Sora con un tazón de sopa miso en su mano izquierda.
—Espero que te guste.
La madre de ambos chicos llevó hasta el puesto de Kazuya un enorme tazón de arroz, sopa miso, pescado a la parrilla y encurtidos variados.
—También tenemos tofu o tortillas de huevo por si quieres algo más.
—Con esto está bien. —Empezó con el arroz.
—Madre, ponle otros dos tazones —habló Tetsuya—. Los miembros del equipo deben comer tres tazones a diario.
—Y más pescado. Que las proteínas son importantes. —Secundaba Sora.
—Tienen toda la razón. —Su progenitora fue por dos tazones rebosantes de arroz y otro plato con varias piezas de pescado—. Aquí tienes.
—G-gracias...
Miyuki disfrutaba en silencio de sus alimentos como lo hacía en el comedor. Y al igual que ahí, atendía a lo que se originaba a su alrededor sin intervenir directamente. Sólo que en esta ocasión el ruido del lugar lo llenaban los hermanos Yūki.
Le resultaba curioso que ese par de hermanos, que eran los más serios de la escuela, lucieran tan expresivos charlando de los temas más inverosímiles posibles. Tal vez la rareza era cosa de familia.
«Parece que sí son sujetos normales después de todo».
No desaprovecharía para divertirse con ese par.
«Eso no quita que sea raro que se pongan a discutir sobre El Lobo Solitario y su cachorro justamente a la hora del desayuno».
Franqueó su atención de esos dos a su casi vacío tazón de arroz. La escena de esos dos hermanos le trajo a colación una vieja memoria que creía haberla encerrado en lo más hondo de su inconsciente. La misma que le murmuraba que hace varios años atrás él también disfrutaba de sus desayunos al lado de su pequeña familia de tres miembros.
Mas la sonriente mujer que servía sus desayunos con amor había elegido un camino tan opuesto al de él y su padre.
—¿No te han gustado los encurtidos? —preguntaba Sora a quien se había perdido en sus remembranzas.
—Ah, no. Están deliciosos.
¿Había estado demasiado absorto o ella lo había estado observando? La segunda opción le causaba un malestar parecido a la vergüenza.
—Bien.
Sora se levantó con una amplia sonrisa. ¿Qué le causaba tanta felicidad tan repentinamente?
—¡Y ya que has terminado, entonces toca el postre!
—¿Postre? —Kazuya pestañeó—. Es muy temprano para eso.
—Para ella nunca es demasiado temprano para el postre. —Tetsuya ya tenía una cuchara postrera en su mano derecha. Su hermana por su parte fue hacia el refrigerador.
—Aquí tienes, Tetsu.
Volvió y colocó un plato sobre su puesto. Ese cubo de gelatina lucía bonito y apetecible gracias a la crema de leche que tenía encima.
—Toma. —También llevó uno de esos postres al lugar de Kazuya—. No lo mires como si fuera basura —objetó molesta—. Es gelatina de café, idiota.
—¿Qué tanto te gusta el café?
—Lo suficiente como para que la dejara comer esa gelatina en vez de servirse una taza diaria antes de irse a la escuela —comentaba la madre desde el área de lavado de platos.
—Si no la quieres, dámela —exigía.
Él continuaba considerando si comérsela o no. Mas tomó un bocado y saboreó el postre con calma.
—La crema y el café son buena combinación. —Le había gustado por lo que prosiguió a comérsela.
—Es una de las mejores combinaciones que hay. —Estaba sentada, comiéndose su preciada gelatina con el entusiasmo de un niño pequeño.
¿Cómo alguien podía ser tan dichosa con algo tan simple?
«Únicamente a ella podría ocurrírsele comer postre después del desayuno».
Sonrió con burla cuando la encontró queriéndole robar un trozo de gelatina a su hermano mayor.
«Entre más la conozco más extravagante resulta ser».
—¿De qué te estás burlando?
—De nada.
Que se echara a reír al poco rato de decirlo, dejaba en evidencia que sí lo estaba haciendo.
—Te perdonaré si me das lo que queda de tu gelatina.
Miyuki tomó su cuchara y se engulló el último trozo. Cerró su fechoría con una amplia sonrisa llena de desfachatez.
—¡Pequeño...!
—¡Gracias por la comida!
Concluido el desayuno los tres muchachos se alistaron para salir de casa. Pese a que era bastante temprano debían apresurarse para que Miyuki arribara a los dormitorios de Seidō y evitara problemas innecesarios.
Y con el plan ejecutado con prontitud y maestría, los dos hermanos se fueron a sus respectivos salones de clases a esperar a que iniciaran las clases.
—Apenas lleva dos semanas en el equipo y ya se anda desfalleciendo entre clases. —Kuramochi encontró a Tatsuhisa dormido sobre su pupitre—. El cara bonita es mucho más frágil de lo que pensé.
—Ha soportado las practicas infernales del entrenador sin quejarse. Por ello no creo que interese mucho si se duerme entre clases —habló Miyuki cerrando el libro de texto que recién habían ocupado.
—También tiene que lidiar con los exámenes de regularización que debe hacer a causa de haber ingresado tan tarde en nuestra escuela. —Cuánta satisfacción mostraba su rostro.
—Tal vez deberías preocuparte más por tus propias calificaciones que por las de él. —Aprovecharía cualquier espacio para echarle en cara que sus notas no eran precisamente las mejores de la clase.
—¡Ni que fuera el idiota de Sawamura para aprobar con la mínima! —No era un prodigio, pero tampoco estaba en el mismo hoyo que el pitcher.
—Kuramochi-kun, por favor guarda silencio. —Aquella compañera de clase había aparecido solamente para mandarlo a callar.
—Si sigues hablando terminarás despertando a Tatsuhisa-kun. —Otra más se unió al llamado de atención.
—Él ha trabajado arduamente en los últimos días. Merece un respiro.
—¡¿Ah?! ¡¿Qué?!
Yōichi estaba molesto por el abordaje de esas tres chicas que defendían innecesariamente al rubio. ¿Por qué demonios lo silenciaban? ¿Por qué debía preocuparse por el descanso del novato?
—¡En primer lugar él no debería estar durmiendo dentro del salón de clases!
—Kuramochi, tenemos una hora libre. Podemos hacer lo que queramos con ese tiempo. —Kazuya añadió más leña al fuego.
—¡Ese maldito lo ha dicho a propósito para fastidiarme! —Chasqueó la lengua y se trasladó hasta el puesto de aquel infame rubio.
Lo siguiente que hizo disparó la alarma de las adolescentes y captó la atención del resto del salón. Lo levantó de su asiento sujetándolo del cuello de su camisa.
—Idiota, ¡despierta de una buena vez o te decoraré el rostro con plumón permanente! —amenazó sin éxito. Tatsuhisa continuaba profundamente dormido—. Es como un tronco. —No se daría por vencido. Lo agitaría un poco—. ¡Despierta, el entrenador está aquí!
—Je t'ai dit que je ne veux pas voyager...—susurró somnoliento en un idioma incomprensible.
Lentamente Souh abrió sus ojos.
—¿Qué demonios me has dicho? —Kuramochi lo liberó. Sentía que lo habían insultado aun cuando no entendía nada de lo que le había dicho—. ¿Qué idioma se supone que es ese?
—Kuramochi, me sorprende que no estés hostigando al capitán...—Tatsuhisa bostezó con pereza. Si había vuelto en sí había sido por obra y gracia suya—. ¿Se volvieron a pelear y por eso te has distanciado de él?
—¿Por qué lo haces sonar como si mantuviera algo más que una relación de compañerismo con ese desagradable narcisista?
Jamás creyó que conocería a otra persona que lo sacara de sus cabales del mismo modo que lo hacía Kazuya.
—Tatsuhisa-kun, ¡no sabíamos que hablaras francés tan fluidamente!
Yōichi iba a hacerle otro reclamo. Sin embargo, esas tres jovencitas lo empujaron lejos del puesto del rubio.
—¡También tienes un gran acento!
—¿Desde cuándo hablas francés? —curioseaba una.
—Desde pequeño. Mi madre es francesa —contestó sin darle mucha importancia.
—¡Eres extranjero! —exclamaron las adolescentes muy emocionadas.
Pareciera que esa última información adquirida solamente incrementó su interés.
—Para ser nuestro mejor corredor te viste muy lento con esa jugada auspiciada por nuestras compañeras de clases. —Miyuki estaba divirtiéndose enormemente esa mañana a costa del maltrato al ex gamberro.
Kuramochi se levantó del piso tras la tacleada que recibió sin misericordia.
—Ni un mes, ¡ni un mes tiene aquí y trae locas a todas las chicas de la clase! ¡Por su culpa hay un montón de tipas que quieren unirse para verlo durante las prácticas de béisbol! —aulló efusivamente para desahogarse de la frustración que sentía ante lo popular que se había vuelto el recién llegado—. Me recuerda a ti en tu primer año cuando todas estaban sobre ti como si fueras la gran cosa.
—La envidia no te volverá tan popular como él o como yo —espetaba con satisfacción y confianza en sí mismo. Y ese gesto alteró los nervios del corredor—. Tal vez si aprendieras un nuevo idioma podrías anotar algunas carreras.
—No me importaría dejar a Seidō sin su capitán y su cuarto bateador.
—¿Otra vez tienes ganas de deshacerte de Miyuki? ¿Cuántas veces van ya desde que inició la semana?
Yōichi casi pega un salto al escuchar a Sora.
—¡No me metas esos sustos!
Ella pasó de su queja y tomó asiento.
—Por cierto, ¿a dónde se metieron ustedes dos anoche? Los vieron abandonando el campus, pero nadie recuerda haber visto a Miyuki regresando.
No iba a quedarse con la duda. Tampoco se iba a quedar con las ganas de molestarlos, mucho menos ahora que quería desquitarse con alguien después de lo que le pasó con el séquito de fans de Tatsuhisa.
—Así que fueron a realizar una práctica nocturna. Ustedes sí que son unos pillos.
Miró a cada uno de los involucrados, sonriendo con regocijo, disfrutando de la incomodidad creada por sus palabras. ¿Por qué tenía que ser justamente él quien se enterara de aquello?
—Lo invité a cenar a mi casa porque la comida todavía no estaba lista a causa de la fuga de agua que había en la cocina. —Yūki aclararía el malentendido—. Luego Miyuki fue abordado por mi hermano para jugar shogi y no hubo poder humano que lo detuviera.
—Terminó perdiendo todas las partidas. —Para Kazuya ya era habitual ganarle a Tetsuya a causa de lo malo que era.
—Ustedes son en verdad aburridos.
Estaba decepcionado tanto por su relato como por su nula reacción. ¿Es que iban por la vida con cara de póquer? ¿Por qué eran tan raros?
—Mejor iré a comprar algo y alejarme de todos ustedes.
Y dicho y hecho, Yōichi se esfumó. Y en el instante en que desapareció, ambos suspiraron aliviados.
—Empiezo a creer que tú y Kuramochi son algo más que compañeros de equipo porque mira que te tiene bien vigilado.
¿Ahora iba a ser ella quien lo fastidiara?
—¡De ninguna manera! —refutó con desagrado.
«No sé de qué me preocupo si al final no hicimos nada más que hablar, ver partidos y molestarnos mutuamente. Algo que hacemos prácticamente siempre...».
Lo veía de reojo inmerso en su cuadernillo de anotaciones, como si fuera lo único que quisiera hacer durante la hora libre que tenían.
«¿No puede hacer otra cosa? Digo, está bien que se concentre en el béisbol y todo, pero de vez en cuando está bien despejarse haciendo otras actividades».
Suspiró ante lo obsesivo que era.
«Debería decirle a Kuramochi que venga a molestarlo para que no vaya a quemársele el cerebro por pensar tanto».
—No importa por dónde lo mire nuestra ofensiva sigue siendo bastante endeble. —Exhaló y rascó su nuca con ansiedad—. Kominato cumple bastante bien. Sin embargo, tendremos que esperar a que Zono mejore un poco más, que se vuelva más consistente. Los demás deben hacer lo suyo… Aunque el nuevo está provocando que el resto se motive. —Sonrió complacido ante la competencia que se avecinaría entre los bateadores para obtener un sitio en el primer equipo—. Checaré lo nuevo que tienen para ofrecernos nuestros próximos adversarios.
Antes de que pudiera sacar su libreta de datos sintió una miradilla encima, procedente de su lado derecho.
—¿Sucede algo? —cuestionó, cruzando miradas.
—Nada en realidad.
La respuesta careció de importancia para él desde que ambos se refugiaron en el silencio y la protección de su mundo interior.
«Tal vez quiera amenazarme para que no le cuente a nadie sobre esas vergonzosas fotografías que Tetsu-san me enseñó. Sería una pena desperdiciar material tan bueno».
Él sonrió con reserva.
«La próxima vez que este fastidioso vaya a mi casa me encargaré de que Tetsu no esté o lo distraeré para que no le cuente nada sobre mí... Debo idear un plan para que no abra la boca; especialmente frente a Kuramochi».
Su guerra campal de miradas no coronó ningún ganador. Renunciaron a ese título cuando rehuyeron el uno del otro.
La incomodidad se balanceaba con el nerviosismo y los pronunciados latidos de su corazón. Y la incertidumbre pactaba en secreto con su cordura.
