¡Muy buenas tardes! ¿Cómo va su domingo? El mío de maravilla hasta el punto en que no me puedo quejar. Y como amanecí de buen humor, pues terminé el capítulo y me dispuse a publicarlo para que les dé diabetes con lo que están a punto de leer. Espero no se asusten de la extensión, pero a veces pasa que me emociono y termina una cosa monstruosa. ¡Nos leemos hasta la próxima!


Emotion


La tesura de sus labios era una memoria vívida difícil de erradicar. El cosquilleo de su ígneo hálito provocaba una exasperante y cautivante sensación que la inmovilizaba, dejándola varada en el mismo punto en el que sus explicaciones fueron insuficientes para esclarecer el conflicto interno que la atormentaba y la volvía reacia a permitirse sentir algo por aquel descarado chico que había hurtado sus labios, encarcelándola entre el silencio y el sobrecogimiento. Mas dentro de aquel estridente caos ambicionaba una vez más poseer aquellos labios ajenos.

¿Un simple beso poseía tan aterrador control sobre ella o era la consecuencia de recibir la respuesta opuesta a la que perseguía?

Él, impulsado por sus francas palabras, hizo colindar sus mundos. Le entregó su resolución en silencio con un pausado y tibio beso firmado por la pura e intrínseca atracción que ella avivaba en él. En ese húmido roce había aceptación, complicidad y una pizca de deleite por contemplarla tan indefensa, tan expuesta a lo que hiciera; una experiencia novedosa y entretenida que germinaba en una sonrisa destellante.

Empero, estaba ofuscada. No entendía por qué su declaración concluyó tan opuesta al desenlace que tejió en su cabeza. Él advirtió la duda que la asaltaba a través del constante tambaleo de sus pupilas. Esos vacilantes ojos perdieron la capacidad de mirar a alguien más que no fuera él.

—¿Qué significa todo esto? —Se había perdido demasiado tiempo en esos hermosos ojos cafés. Más de lo necesario. Tenía que reaccionar—. ¿Por qué me has besado? ¿Qué pretendes?

Esa era una reacción que él no concibió porque nunca la creyó viable. Ella era la primera chica que se mostraba reacia a sus muestras de interés; casi como si pensara que estaba haciéndole una broma de muy mal gusto.

—Creo que es obvio.

Sora pasó de estar a su total merced a la defensiva.

—Contigo nada es demasiado evidente. Siempre escondes tus verdaderas intenciones.

Kazuya se abstuvo de reír ante la naturaleza arisca de la joven porque terminaría complicándolo todo. No buscaba retroceder justo ahora cuando las circunstancias se habían dado tal y como él quería.

—Si es uno de tus juegos, detente. Porque no es gracioso.

—Sora —La llamó—, hago esto exclusivamente con las chicas que me interesan.

Ella podía controlar sus palabras, mas no cómo su cuerpo decidía reaccionar ante sus claras palabras. Sus mejillas debieron adquirir un suave tono carmesí.

—E-espera. Eso quiere decir que...

Desdeñó ese vago deseo encubierto como una posibilidad lejana. Lo hizo por realista, por la guerra moral que se desató entre sus creencias e inclinaciones emocionales.

—Sí, bueno. —La adrenalina que lo llevó a besarla como respuesta a su confesión se desvaneció, dejando tras de sí un ligero bochorno que coloreaba tenuemente su cara—. Estamos en el mismo bote.

«No necesito pensarlo demasiado. Una persona te puede atraer superficialmente con mucha facilidad. Pero cuando se ha decidido seguir, cuando se ha elegido renunciar a lo que tanto se anhelaba…».

El tiempo, las personas, las experiencias que encontró en Seidō la ayudaron a avanzar, a olvidarse poco a poco de lo que la acompañó hasta la tarde que subió al auto para abandonar Sendai. Mas no había podido borrar totalmente sus sentimientos; lo afable, lo melancólico, el sufrimiento y la añoranza le recordaban que sus heridas todavía escocían.

—Miyuki.

¿Sí?

—¿Qué es lo que somos ahora?

No era justo para nadie iniciar algo cuando no se han hecho los pases con el pasado. Sin embargo, también era una excusa ridícula para no progresar y continuar encerrada en aquella realidad distorsionada.

—Lo que hemos venido siendo hasta ahora. Únicamente que ya no sería una farsa. —Usar su tono juguetón restaba seriedad al tema del que hablaban; la hacía sentir menos nerviosa—. A menos que tú quieras otra cosa.

—Yo no dije eso.

Intentarlo le entregaba otra oportunidad, una nueva ruta envuelta en incertidumbre. Mas no era un salto suicida que pedía su entera fe.

Si no llegaban a entenderse únicamente debían convertirse nuevamente en extraños. Olvidarse que la atracción alguna vez los unió.

—Nada te cuesta decirlo con claridad.

—Es más divertido de esta forma.

Un gustar tan embriagador que la orilló a embarcarse en una relación con una persona que solamente parecía conocer la seriedad dentro del campo de béisbol.

—Miyuki.

—No te enfades. No quiero terminar en el piso.

Rozó sus labios con los suyos con agobiante morosidad, estremeciéndola. Quizás le mostraba lo que podía ser suyo si cooperaba en todo lo que él le pidiera.

—La novia del capitán debe estar a la altura. Tendrás que esmerarte más.

—Engreído —susurró. Él ensanchó aún más su sonrisa porque lo recriminaba pese a ver caído ante él—. Quita ese gesto.

—¿Vas a golpearme si no lo hago?

¿Qué sería su vida si no la molestaba? Que ahora su noviazgo fuera oficial no significaba que dejaría de burlarse de ella.

—Jamás he golpeado a ninguna pareja antes, pero puedo hacer una excepción contigo.

—Dejemos las bromas para otro día.

—Estoy de acuerdo contigo.

Eran demasiadas emociones y resoluciones para un día. Requería un poco de quietud y un tiempo a solas.

—Regresemos. —Fue su sugerencia tras apartarse. Ella agradeció su gesto en silencio—. O empezarán a pensar cosas que no.

—Kuramochi sería el primero en opinar al respecto. —Podía hasta escuchar su escandalosa risa—. No quiero ni imaginarme cómo va a molestarme. Ahora tendré que soportar a los dos.

Se desplazaron entre los dormitorios, en silencio. Preferían debatir lo ocurrido dentro de la protección de su mente. Un estado de introspección que terminó justo antes de alcanzar la entrada de los dormitorios.

—¿Ocurre algo? —Kazuya preguntó. Sora frenó como si hubiera visto a un espeluznante fantasma.

—Te lo diré luego. Tenemos que escondernos antes de que nos vea.

Miyuki no pudo objetar. Para cuando reaccionó era guiado en dirección al almacén.

—Bien. Esto es nuevo. Nuestro noviazgo recién comenzó y ya he sido envuelto en un escape repentino.

—Aquí no va a hallarnos.

—Nadie nos encontrará en este sitio —alegaba, apoyándose contra la pared que cubría tanto su espalda como la de Sora—. Y bien, ¿me dirás qué está pasando aquí? ¿O solamente buscabas un pretexto para meterme a un lugar oscuro y solitario? —Era demasiado lucrativo soltarle comentarios como esos porque terminaban perturbando su equilibrado juicio.

—Por supuesto que no —refutaba. Estaban lado a lado con centímetros de distancia—. ¿Recuerdas del consejo que te pedí cuando te quedaste a cenar en mi casa?

—Sí. Cuando te inventaste que habías tenido otros novios además de mí.

—¡Que no me inventé nada, tonto! —Encerró sus impulsos bajo llave o le haría mucho daño a cierto idiota que tenía por pareja—. La chica que estaba afuera de la entrada a los dormitorios se llama Hamasaki Yoshiko. Es la amiga de la infancia de mi hermano. Se conocen de años y bueno, ella está enamorada de Tetsu. —Resolvió su predicamento, mas eso no significaba que podía con otro más—. Él no se ha dado cuenta a pesar de lo obvia que es ella.

«Tal parece que es cosa de hermanos».

De no ser tan parecidos ella hubiera notado inmediatamente las señales que tan descaradamente le ofertó y que buscaban un objetivo en particular: acorralarla. Aunque gracias a la densidad que mostraba para esos temas, se divirtió a sus anchas y apreció facetas que no creyó que Sora poseyera.

—Suena problemático.

—Más para mí que para mi propio hermano. —Miraba su calzado con indecisión—. Verás, una amiga mía se iba a declarar hoy mismo a mi hermano. Incluso me mandó un mensaje, diciéndomelo. —El verdadero motivo que casi le provoca un ahogamiento con su helado—. Tengo el presentimiento de que Yoshiko se enteró y por eso ha venido a buscarme.

—Estar en tu posición debe de apestar.

—Ya suficiente tengo contigo como para tener que lidiar con un triángulo amoroso.

—¡Ey!

¿Así se expresaba de él después del buen momento que le dio? ¿No pensaba comportarse como una novia normal?

—Supongo que es como ocurre en la selva: quien encuentre primero a la presa, la devora. —Su analogía fue bastante ilustrativa y divertida.

—Estás comparando a Tetsu-san con un antílope.

—Y a esas dos con guepardos.

Miyuki se carcajeó ante la comparativa. ¿De verdad estaba expresándose de ese modo sobre su hermano y las dos muchachas que buscaban obtener su afecto?

—¿Y si a mi hermano no le gustan las mujeres? ¿Y si es de «esos»?

—¿Cómo que de «esos»? —Su curiosidad podría salirle muy cara.

—Ya sabes… Que le gusten los chicos. En el club son muchos chicos. No sería extraño… Soy su hermana y sería incapaz de juzgarlo.

—Tetsu-san no batea de ese lado…—Era su ex capitán, lo mínimo que podía hacer por él, era mantener limpio su nombre.

—Espero que tú tampoco.

Lo peor no era el sutil tono de amenaza con el que entonó cada palabra, sino que concibiera la posibilidad de que él podía tener esas inclinaciones.

—Te lo acabo de demostrar hace rato. —Sus miradas ser reencontraron, desafiándose—. Puedo hacerlo de nuevo por si te quedaste con la duda.

Debía aprender a lidiar con su desinhibida personalidad.

—Si serás desvergonzado.

Estaba siendo demasiado obvia con sus pensamientos porque él le respondió con una sonrisa divertida, obligándola a morder su labio inferior. Si así se iba a comportar tendría que hacerse de mucha paciencia y un poderoso temple.

—Pues hazlo si te tienes tanta confianza. —Lo provocó, manteniendo su atención en él. Estaba segura de su resolución.

—Eso me sonó a reto.

Disfrutaba plenamente de los desafíos dentro de la cancha. Asimismo, sentía ese mismo goce por temas totalmente ajenos.

Era demasiado prematuro para que se acostumbrara a que él era su pareja y que sus labios podían ser suyos cuando deseara. Y si tenía queja por su actuar, esta era inaudible. Ese delicado beso tomó mucho más ritmo, mucho más ímpetu, pereciendo cuando se hallaron satisfechos.

«Esto es más divertido de lo que pensé que sería».

Su malvada risilla recibió como castigo un codazo.

—Auch. Eso dolió.

—No seas mentiroso. Ni te golpeé tan fuerte.

—Te aclaro que no soy un masoquista como Kuramochi. —Era un poco más delicado que el corredor.

—Hay algo que me gustaría preguntarte.

—Más que la pregunta me sorprende que estés pidiendo permiso tan educadamente. —Y su chistecito le valió otro golpecito en sus costillas. Aunque había valido la pena—. ¿Y qué sería?

—¿Por qué aceptaste tener un noviazgo falso con alguien que apenas conocías de nombre? —Ambos veían hacia el frente, donde una pila de viejos rastrillos para jardín fueron abandonados—. Y hablo de ir más allá de encontrar a quien nos hizo esta jugarreta.

—Puedo cuestionarme lo mismo.

—Ya te lo había dicho: «Quiero encontrar al gracioso que nos metió en este embrollo y hacerlo pagar». —reafirmó—. No voy a negar que en su momento todo fue una broma pesada y de mal gusto que me causó muchos dolores de cabeza.

Porque tener que lidiar con las tipas obsesionadas con Kazuya no había sido precisamente un paseo por el paraíso. Kuramochi y sus bromas fue un extra que no pidió.

—Pensé en varias ocasiones en terminar con la farsa, pero tenía el presentimiento de que perdería la oportunidad de encontrar al que nos metió en todo esto —suspiró—. Y al final no sólo no encontré al culpable, sino que terminé en este predicamento. —No estaba para repetir las palabras de su confesión—. Además, estoy muy acostumbrada a que me emparejen con chicos al punto en que piensen que son mi pareja. Ocurría mucho con mis mejores amigos.

—Esa persona debe estarse riéndose de nosotros. —Tampoco le había hecho gracia ser parte del juego de alguien que buscaba fastidiarlo a él o a ella—. A este punto es difícil saber qué era lo que buscaba.

—Molestarnos, desquiciarnos, enloquecernos.

¿Lo había conseguido? ¿El resultado final no estaba en sus planes?

—Aún no escucho tu respuesta.

—Mera curiosidad.

—¿Eh? —Lo veía desconcertada—. ¿Por qué?

—Porque eres extraña.

Parpadeó y después apartó su mirar de él. Hubo un breve silencio y después lo escuchó reír por lo bajo, sin disimulo. Obviamente había mentido.

—Si te soy sincera estaba esperando que me dijeras que lo habías hecho para mantener a tus locas fans lejos de ti o tener a raya a alguna ex novia obsesionada enfermizamente contigo.

Lo encasilló como un descarado. Indirectamente lo clasificó como alguien bien parecido que constantemente podía ser molestado por las chicas.

—Tienes mucha imaginación. —No aceptaría que mantuvo vigente su falsa relación por beneficio personal.

Las declaraciones amorosas y los acosos disminuyeron exponencialmente desde que ella se convirtió en su falsa novia, teniendo así momentos de profunda paz. Y gracias a su temperamento y personalidad el resultado fue inesperadamente mejor del proyectado. Mas lo que nunca planeó fue que terminaría fijándose en ella. Quizás era el pago por arrastrarla a tantos problemas que surgieron por su culpa.

Pero nunca lo confesaría abiertamente. Lo disfrazaría bajo blancas mentiras.

—Hablamos de ti. Es muy viable —conversó segura de su conclusión—. Tu respuesta te convierte en una persona anómala.

—No aceptaré ese adjetivo de alguien tan extraña como tú —expresó burlesco.

—Pues dos raritos creyeron que nada malo ocurriría si mantenían un noviazgo falso y terminaron tragándose sus palabras. Y ahora están aquí.

La vida estaba repleta de burdas ironías. Lo suyo era producto de ello.

—Encerrado en una bodega con la hermanita de mi ex capitán mientras me hace proposiciones inmorales.

Sora no sabía qué era peor: que la estuviera acusando de pervertirlo o que luciera como una víctima, como la persona que estaba soportando la peor parte de todo.

—No tientes tu suerte, bribón.

—No puedes quejarte del buen servicio que recibes por parte del capitán.

—El servicio debe estar en mejora continua o el usuario se quejará. Todavía puedes esforzarte y brindar mejor atención al cliente.

Miyuki quedó frío ante la connotación de sus palabras. La última bomba fue la pícara mirada que le estaba regalando junto a una pequeña y suave sonrisa. Y sin quererlo, un discreto sonrojo se situó en sus mejillas.

—De seguro Yoshiko ya se fue a casa. Salgamos de aquí.

—Sí. —Vaya curva que le lanzó y que desgraciadamente se le escapó de las manos.

Salieron de su escondite y se integraron con naturalidad al camino que conducía hasta la entrada de los dormitorios. El cielo de la tarde que los cobijaba y observaba, perdía sus cálidos y anaranjados tonos; la noche estaba por asomarse.

—Nos vemos mañana. —Sora rompió su silenciosa caminata—. No fastidies demasiado a los de primero.

—Eso sería quitarle la diversión a la vida.

—Esa clase de entretenimiento un día te va a costar una llave por parte de Kuramochi.

Él le restó importancia a su advertencia. Amaba el peligro o era bueno huyendo del chico.

—No pienso defenderte de él.

—Forma parte de tu trabajo como mi novia —habló con guasa. Nada como un último chascarrillo antes de despedirse.

—Tonto. —No sabía lo que pensaban sus estúpidas hormonas cuando decidieron alborotarse por ese cácher—. Ya me voy antes de que se haga más tarde.

—Bien. Nos vemos mañana.

—Sí, descansa, Kazuya.

Oírla llamarlo por su nombre lo desconcertó hasta su partida. Era extraño. Mas debía acostumbrarse porque así sería de ahora en adelante.

—Mientras nadie nos haya visto todo estará bien —musitaba Miyuki antes de dejar escapar un reconfortante suspiro.

Llegar a su domicilio le tomó menos de diez minutos. Saludó a su madre y a su hermano menor antes de subir a su habitación. Deshizo sus trenzas previo a dejarse caer de espadas sobre la cama. Golpeó sus mejillas y cerró los ojos.

Sus planes fueron modificados. Se dejó arrastrar por la atracción física y la ciega idea de que la elección tomada era la mejor para ella.

«Confío en que he elegido lo más sensato acorde a mis circunstancias y a mi postura hacia Kazuya… No puedo permitirme escapar».

—Sora, qué bueno que te encuentro en casa.

Localizó a Tetsuya bajo la puerta, aguardando.

—Quisiera consultarte algo.

—¿Qué ocurre, Tetsu? —Se sentó y él entró. Incluso ocupó un lugar a su lado—. Te ves más serio de lo usual.

—Quiero consultar un tema contigo, aprovechando que eres una chica.

Su instinto femenino se activó.

—Por supuesto. Te escucho.

—Hoy Shiko-chan fue a verme mientras los chicos y yo practicábamos un poco. Incluso trajo algo para que comiéramos.

Conocía a la joven y sabía que siempre buscaba una pequeña oportunidad para pasar un rato con él.

—Cuando terminamos me pidió hablar. Quería decirme algo importante.

¿Era normal que empezara a emocionarse por su relato?

—Vamos. No te calles en la mejor parte. Cuéntame todo.

—Ella me dijo que quería salir conmigo.

Sora se puso de pie inmediatamente. Estaba frente a su hermano con la curiosidad desbordándosele.

—¿Y qué fue lo que le dijiste?

Tetsuya no debería contarle por partes.

—Le agradecí por sus palabras y la elogié por el valor que tuvo para decirme todo tan directamente. No es algo que alguien pueda hacer tan a la ligera.

Pasó de la ansiedad a la preocupación. Ella había escuchado ese mismo mensaje con diferentes palabras de la boca de Miu antes de rechazar a algún chico.

—Significa entonces… ¿Para qué querrías mi consejo si ya la rechazaste?

—Sora, yo le dije que antes de dar un paso tan importante teníamos que encargarnos de algunas cosas antes.

—E-espera, ¡¿qué?! A ver, ¿la rechazaste o no?

—Ambos llegamos al mutuo acuerdo de que necesitábamos conocernos un poco más. Y eso es lo que haremos.

Oficialmente estaba más perdida que Sawamura en su primer día en el club de beisbol.

—No entiendo para qué necesitas mi consejo…

—¿A una chica no le incomoda salir con un chico mayor? Ella es joven aún. Podría tener la atención de cualquier chico que quisiera. No debería entorpecer su camino.

—Tetsu, ¿qué estás diciendo? —Sujetó sus hombros con fuerza, como si con ello pudiera hacerlo reaccionar—. Ella no quiere a ningún otro chico. Te quiere a ti. Y el que seas un par de años mayor no le importa. Deja de tener esas ideas y cumple con la promesa que le hiciste.

La enternecía que se preocupara más por el futuro de aquella chica que por lo que él deseaba. Era tan buen chico que estaba orgullosa de ser su hermana menor.

—Invitarla a la casa a jugar shogi sería un buen comienzo.

¿Por qué le gustaba tanto ese juego en el que apestaba? ¿Por qué creía que eso sería entretenido para una chica?

—Tetsu, tenemos que hablar sobre tus métodos para conquistar a una chica…

Tomó una refrescante y bien merecida ducha antes de dirigirse al comedor y saciar el apetito que se había mantenido calmo gracias a los postres helados que comió con anterioridad. Él siempre cenaba en silencio mientras el resto de los jugadores charlaban sobre cualquier tema intrascendental. Sin embargo, estuvieron callados; ni siquiera el ruidoso de Sawamura lo molestó.

Kazuya agradecía ese ambiente plagado de tranquilidad. Sobre todo, por todo lo ocurrido entre él y Sora hace poco. Aunque también le resultaba incómodo; tenía la loca idea de que lo analizaban con bastante discreción.

—Miyuki —La última persona que deseaba que le hablara, lo hizo—, no cabe duda de que el título de capitán te embona de maravilla.

El corredor se había sentado a su lado, deslizando su brazo alrededor de su cuello.

—Y bien, ¿te sientes contento de haber corrido hasta segunda base?

—¡¿Eh?! —exclamó ante las obvias insinuaciones de Kuramochi—. No sé de qué hablas.

—¡Ya sabía que eras un sujeto de personalidad torcida! ¡Mira que hacerle eso a Sora-senpai! —Eijun estalló al fin.

—Supongo que es normal porque son pareja, pero... deberían ser más discretos. —Maezono se escuchaba inesperadamente avergonzado.

«Esperen, ¿qué demonios están pensando que hicimos? ¿Por qué de repente todos están viendo hacia acá?».

Kazuya estaba acorralado entre todos esos pares de ojos.

—Parece que están confundidos.

—Yo mismo los vi cuando se dirigían hacia la parte trasera de los dormitorios… Tenías una sonrisa perversa en tus labios, como si estuvieras ansioso por algo —contaba Furuya.

La poca credibilidad que Miyuki obtuvo con su declaración se fue al garete.

—Me tocó verlos cuando entraron a la bodega a solas. Demoraron en abandonar el lugar porque jamás los vi salir. —Watanabe proporcionó la estocada final.

Kazuya lucía inmutable, estoico, sin atisbo de molestia o perturbación. No obstante, por dentro la panorámica era muy opuesta.

—Por eso dicen que los callados son los más peligrosos. —Yōichi era el indicado para terminar de arruinarlo—. Y ya demostraste que tus habilidades van más allá del béisbol.

Tendría que guardarse todas sus blasfemias para otro momento. Cualquier cosa que dijera o hiciera sería usado en su contra.

«¡Si serán...!».

Terminó rápidamente de cenar y se marchó, apostando su carrera de cácher a que seguirían hablando descaradamente de su vida personal sin limitación debido a su ausencia.

Entró a su cuarto. Subió por la escalera que conducía a su tan ansiado lecho y tomó su máscara para los ojos que guardaba debajo de su almohada.

—Espero que mañana no sigan con eso. —Era más un ruego que un deseo—. Por hoy dormiré temprano. —Era un magnífico plan que no vería cumplido prontamente porque algo vibraba sobre la superficie de su cama—. ¿Una llamada? ¿De quién?

Tomó su móvil, lo abrió y leyó el nombre sobre la pantalla. Meditó si debía atender o no. Al final aceptó.

—¿Qué sucede, Mei?

—¡Kazuya! —La euforia del rubio ya ni lo sorprendía—. Sé que te preguntas por qué razón te estoy llamando. —Casi podía imaginarse el semblante del as de Inashiro al comunicarse con él con tremendo entusiasmo.

—No en realidad.

—Vamos, no seas tan aburrido e intenta adivinar.

Algunas cosas no cambiaban y eso incluían las actitudes que Narumiya tenía con él.

—Contigo se puede esperar cualquier cosa.

—¿Cómo está tu agenda para el siguiente domingo? ¿Estarás muy ocupado?

No era raro que preguntara porque ocasionalmente ambos salían y platicaban sobre béisbol por horas. No obstante, hoy presentía que había otro motivo detrás.

—No lo sé. No he visto.

—Kazuya, no te haría mal el salir y divertirte un poco. Y que mejor que al lado del mejor pitcher de todo Japón.

—Ocupa mejor ese tiempo para practicar.

—Aburrido. —Respingó—. Salgamos juntos el siguiente domingo.

—Tienes compañeros de equipo. Sal con ellos.

—¡No quiero! —objetó. Kazuya suspiró; estaba acostumbrado a lo caprichoso que era—. Tienes que ser tú. Después de todo, se trata de una cita doble.

—¿Una cita doble? —Por algo sintió desconfianza en cuanto le propuso salir—. No es mi estilo. Además...

—¿Además? —curioseó.

—Ya estoy saliendo con alguien.

—¡¿Hablas en serio?! —Lo oía y no lo creía.

—¿Por qué mentiría?

—Porque eres Miyuki Kazuya. Y como tal dirías cualquier clase de mentiras con tal de no hacer algo que no quieres. —No hubo ningún sonido del otro lado de la bocina—. Y bien, ¿cómo se llama? ¿Es bonita? ¿Cómo se conocieron? ¿Asiste a la misma escuela que tú?

El cácher maldijo haberle contado la verdad.

—Estamos en la misma escuela. Es todo lo que necesitas saber. —Siempre era muy reservado con sus temas personales.

—¡No seas aguafiestas, Kazuya! —Se quejó con voz aniñada—. Dile que vaya contigo a la cita doble. Así salimos y aprovecho para conocerla.

—A ella no le gustan esa clase de cosas. —La verdad no lo sabía, pero podía deducirlo al analizar la personalidad de Sora—. Diviértete por tu cuenta

—¡Kazuya! ¡Vamos!

—Si tienes tanta energía ponte a entrenar y déjame dormir.

—Un buen novio lleva a su chica a una cita de vez en cuando. Y claramente tú debes ser uno. ¡Vamos!

A Kazuya esos temas lo tenían sin cuidado. Jamás se había preocupado por ser visto como un buen novio. Tampoco tenía un historial envidiable de relaciones sentimentales. Él era más de los que avanzaban en su vida y si algún interés se cruzaba en su camino, pues decidía si lo tomaba o no.

—Le preguntaré a ella. Si está de acuerdo, nos veremos el siguiente domingo.

—¡Aceptará, Kazuya! ¡No sólo va a salir contigo, sino que también tendrá el enorme privilegio de conocerme en persona! ¿Qué más podría pedir?

—Ya zanjado este asunto. Te dejo, Mei.

—¡Más te vale que me avises! —Lo amenazó sin sutilezas porque sabía lo mañoso que era ese amigo suyo.

—Sí. Despreocúpate. —El rubio se despidió y él finalizó la llamada. Dejó su móvil a un costado; se retiró los lentes y se puso su antifaz para dormir—. A media semana le diré que Sora tenía otros planes y no podía cancelarlos.

Tener pareja le estaba proporcionando diversos beneficios. Tal vez no había sido tan mala idea el haberse dejado llevar por su parte irracional.