¡Buenas noches! Hoy les traje un capítulo nuevo y más corto que los anteriores, pero eso es mejor a nada, ¿no? Disfruten de la buena vibra de estas dos parejitas. Y, por cierto, si alguien se lo preguntó o le dio curiosidad, Annaisha Harada es una OC creada por NaylaKei; quien también es una ficker y ama a Miyuki Kazuya con la misma intensidad que Luffy ama su carne. Asimismo, adora a Mei y pues que se la pidió prestada. Sin más, ¡lean!
Black & White
Unas grandes y vistosas letras atraparon su atención al cruzar la gran avenida. El establecimiento que volvería realidad el segundo punto en la lista previamente elaborada por el as de Inashiro, estaba frente a ellos.
Era un lugar que conocía a la perfección a causa de sus hermanos y su mejor amigo. Mas nunca concibió la idea de asistir allí como parte de una cita romántica.
—Vamos. No te quedes mirando y entra. —Ese era Mei hablándole desde su franco derecho con un fervor que muchos envidiarían.
—No vengo vestida precisamente para acceder a un lugar como este.
—Dile a Kazuya que te dé sus zapatos. Así no habrá problema —canturreaba con chacota—. Es su culpa por no prestarme atención.
—No negaré que la idea de ver a Kazuya en tacones me seduce enormemente. No obstante, no creo que sea buena elección.
—Oh, te preocupas por la integridad de tu querido novio. ¡Eres tan tierna, Sora-chan!
—No calzamos del mismo número. Es imposible que podamos intercambiar zapatos.
Narumiya se puso a reír.
—Kazuya, ¡tu novia es muy divertida! —Su palma se estampó contra la espalda del cácher varias veces antes de detenerse—. Uno nunca deja de divertirse estando a su lado.
—Más bien están regodeándose a mis costillas.
—Bien, entremos de una vez que el tiempo es oro.
Allá iba el rubio en compañía de Anna. Ambos estaban muy entusiasmados.
—Siempre puedes quitarte los zapatos para que puedas batear.
—No me hagas quitarte esas zapatillas deportivas que traes puestas —sentenció para el gracioso.
—Desentonarán con el resto de tu ropa.
¿Le importaba el buen estilo? Claro que no. Él únicamente buscaba molestarla.
—Entremos antes de que cambie de opinión.
Se dirigieron a la recepción. Pidieron la jaula de bateo atendiendo al tiempo que la utilizarían, al número de personas que eran y al tipo de lanzamientos que deseaban enfrentar. También rentaron el equipamiento necesario para divertirse sin correr el riesgo de lastimarse o lesionarse.
Había cerca de diez jaulas de bateo, alineadas una al lado de la otra. Cada una de ellas contaba con un número, con su respectiva lanzadora y una puerta que permitía el acceso inmediato. Asimismo, había bancas frente a cada jaula para que los clientes depositaran sus pertenencias.
—Ya tenemos todo el equipo necesario. ¡Es hora de que el duelo comience! —Narumiya haría de aquella salida casual una competencia—. Y como los equipos ya están hechos. Demos comienzo.
—No hemos hecho ningún equipo —opinaba Miyuki poniéndose las coderas y el casco.
—¿Cómo de que no? —espetaba el rubio con una ceja curvándose—. Kazuya, es obvio que haré equipo con Anna y tú con Sora.
—Ella no sabe batear. Estoy seguro que nunca en su vida ha jugado béisbol —comentaba—. Hagamos equipo.
—¡¿Eh?! —Miró al cínico muchacho sin creerse que no fuera capaz de leer el ambiente—. Sé un buen novio y haz equipo con Sora.
—No será divertido.
—Lleva el apellido Yūki. Obviamente sabe batear. ¡Lo trae en las venas! —Miyuki estaba que no se creía las excusas que se inventaba para rechazarlo—. ¡Motívala y haz que batee un jonrón!
—Le diré a Harada que haga equipo conmigo.
—¡De ninguna manera! ¡Anna y yo somos el mejor equipo posible! —defendió su opinión a capa y espada.
—Con permiso. Tomaré este bate. —Annaisha pasó entre ambos chicos y agarró el objeto metálico—. Empezaré yo.
Sus palabras fueron como una ligera advertencia para quienes seguían enfrascados en una discusión que intentaban resolver con un juego de piedra, papel o tijera.
—Entonces batea conmigo.
—¡Que no! —exclamó Mei para quien seguía de necio—. ¡Anna y yo somos pareja de bateo!
—Eso no existe.
—Mientras ustedes siguen solventando sus diferencias, iré por algo de beber. —Sora pasaba monumentalmente de sus riñas y de lo que cierto receptor decía sobre su persona—. Les traeré lo que se me dé la gana. —Y se fue sin expresarles nada más.
—Mei, intenta ser discreto.
—¿De qué hablas?
—No vas a creer quién acaba de entrar. —El rubio sintió una enorme curiosidad de girarse hacia atrás, pero Kazuya le advirtió que no—. Si no lo estuviera viendo no creería que Yutaka-san está aquí... ¿Será que intenta relajarse como nosotros?
—¡¿Yutaka-san?! —Volteó inmediatamente con ilusión, con una emoción que le devoraba el corazón—. ¡Ah! ¡Kazuya mentiroso! —Cuando regresó su mirada hacia él ya no estaba—. ¡Vuelve aquí, rufián! ¡¿Cómo te atreviste a engañarme tan bajo?! ¡Kazuya! —gritó fortísimo. Estaba sulfurado.
Sora sabía que no había demorado ni quince minutos desde que fue por bebidas. Sin embargo, el ambiente que se respiraba en la caja de bateo distaba mucho del que había antes de que se fuera.
Se sentó en la banca junto a Narumiya. Y en aquel mutismo abrió su café frío para sorber un poco.
—Al final todo salió como Kazuya quiso. —El mutismo era un regalo muy preciado para ella; lo disfrutaría al máximo—. De este modo no tengo que batear ni nada parecido. Únicamente tengo que esperar a que terminen.
—¡Sora-chan!
Cierto. No podía existir silencio si tenía a ese rubio, que además de egocéntrico, estaba celoso porque alguien más que no era él estaba pasando tiempo con Harada.
—¡Sora-chan, deja de ignorarme! —Él parecía haberle cogido manía a agregarle tal honorífico bajo determinadas circunstancias.
—Toma. Es de frutos rojos. Me supongo que te gustará —expresó antes de pasarle la lata al joven que no lo consolaba nadie.
—Sora-chan, ¡dile a Kazuya que quieres batear con él! ¡Así dejará a Anna para mí! —Él veía a ese par más que centrados golpeando las rápidas que la máquina les lanzaba.
—¡Jonrón! —Se oyó decir a Annaisha con una sonrisa de plena complacencia.
—Fue un buen contacto. —Felicitó Miyuki.
—¡Sora-chan, dile que quieres batear a su lado! —Era ahora cuando entendía cómo se sentía Miyuki cuando Sawamura lo zarandeaba como si fuera un objeto de trapo.
—No quiero hacerlo. —Su respuesta lo dejó helado de la cabeza a los pies—. Si quieres batear puedes hacerlo. Te echaré porras desde aquí.
—¡Nada de echarme porras! ¡Tú vas a venir conmigo y batearás todo lo que esa lanzadora te arroje!
—Eso no va a ser buena idea, Narumiya-kun.
—Algo debiste de haber aprendido de tu hermano. Y llegó el día para aplicarlo.
—Narumiya-kun.
—¿Al fin has entrado en razón y has decidido ayudarme con mi plan maestro para derrotar a Kazuya?
—No. Quiero que me sueltes, estás arrugándome la gabardina.
—Tal vez debería advertirle a Mei sobre los modos poco ortodoxos que Sora emplea para poner en su lugar a la gente que la incordia de más. Tal vez...—mencionaba.
—¿No sería mejor que te agruparas con ella? —El turno de Annaisha había terminado por lo que podía dirigirle una que otra palabra a su actual compañero.
—¿Por qué? Ella no sabe batear. Y seguramente terminará aburriéndose.
—Narumiya-kun tiene una idea bastante diferente —expuso para quien no entendió a lo que se refería hasta que miró hacia donde yacía su amigo y su pareja.
El joven pitcher hablaba con una seriedad que solamente manifestaba durante sus partidos. Ansiaba que sus conocimientos sobre bateo llegarán hasta Sora.
—Ponte tu equipo y agarra este bate. —Le entregó el objeto metálico tras enseñarle la manera adecuada para sostenerlo—. Golpea la pelota con todo.
—Te lo advertí. No te quejes después. —Se alistó y entró en la jaula.
La joven no exageró con su advertencia. Porque, aunque abanicaba tal y como él le explicó, no lo hacía en el tiempo adecuado; la pelota pasaba sin ser tocada. Y eso significaba que alguien no iba a estar ni remotamente cerca de hacerse de la victoria.
—¡Abanica como te enseñé! ¡Hazlo antes de que la bola se acerque! —gritaba Mei desde el otro lado con la misma intensidad que un fanático lo haría con su equipo favorito—. ¡Esa estuvo cerca! ¡Un poco más y lograrás darle!
Ni todas las porras del mundo lograrían que esa joven consiguiera hacer contacto con la pelota. Y eso llevó a que Narumiya entrara en un estado muy cercano a la frustración.
—Mei, ya ríndete. Esta ronda es toda nuestra. —Miyuki sonreía ante su evidente victoria.
—Kazuya, esto todavía no se acaba. —Tenía el bat en su mano izquierda. Ardía en competitividad—. No des por sentado nada.
—Tú solo no vas a poder equiparar el tablero. —No dudaba de sus capacidades, pero ya tenía una gran desventaja encima—. Acepta que te hemos derrotado.
—Medita sobre tus errores y en un momento regreso —sermoneó a quien dejó la zona de bateo mientras él accedía.
Sus palabras no fueron meros alardes. Él golpeó cada esférico que llegó hasta su posición. Era tanto un grandioso pitcher como un buen bateador.
—¿Viste? ¡Soy impresionante! ¡Lo sé! —Narumiya pasó de su mejor amigo e interés romántico a quien había asentido con la cabeza ante sus declaraciones—. Necesitamos hacer esto más práctico para que no sólo tu cabeza lo entienda, sino también tu cuerpo.
—¿Qué quieres decir con eso? —Curiosidad y miedo es lo que sentía.
—Ya te indiqué y te mostré cómo debías pararte correctamente, ¿cierto? —Sora afirmó. Él ensanchó una sonrisa—. Muy bien, colócate en posición.
Ella iba a objetar. Pero antes de hacerlo se sobresaltó ante la accionar del rubio.
—¿N-Narumiya-kun?
El chico cruzó su espacio personal, llevando sus manos hasta sus caderas para que fuera más fácil mantener su cuerpo en línea recta.
—Hay que situar tu centro de gravedad sobre tus pies, manteniendo tus dedos, tus rodillas, las caderas y los hombros alineados —explicó.
Aun cuando estaba sujetándola por delante, no hacía ver la escena menos escandalosa.
—¿No crees que esto es demasiado?
—Quítate la gabardina para que pueda ver si lo estás haciendo bien. —Yūki de nuevo dudó, mas cuando esos dedos empezaron a hacerle cosquillas, se desprendió de la prenda—. Siempre funciona.
—Pequeño bribón.
Mei repitió su acción anterior. Y ahí estaban de nuevo en la misma escena comprometedora de hace unos segundos atrás.
—No te soltaré hasta que mantengas la postura correcta por más de diez minutos.
—¿Eh?
Era obvio que lo que esos estaban haciendo no pasaría desapercibido por nadie. Ni siquiera por los ganadores de la primera ronda. Y aunque Anna se entretenía con la pantalla de su celular, cierto receptor no hallaba interés alguno en su electrónico.
—Narumiya-kun siempre se toma muy en serio la enseñanza —pronunció Annaisha para quien estaba muy callado tras haber mandado todos los lanzamientos directo hasta el fondo—. Seguirá así hasta que Yūki-kun logre hacerlo bien.
—Incluso así no nos ganarán. —Sujetó y reposó su bate sobre su hombro derecho—. Mei en ocasiones es innecesariamente positivo.
—Los hombres tendrían menos problemas si fueran más honestos —comentaba Harada más para sí misma que para quien la había escuchado perfectamente.
Narumiya tomó distancia. Parecía estar convencido de la postura de la joven.
—Ya que tu cuerpo ha memorizado la postura para batear, debemos corregir tu agarre del bate. Eso es muy importante.
—Deduzco que quieres ganarle a Kazuya porque a él le importó un bledo que tú desearas estar con Harada-kun. —Narumiya era tan transparente que le dio la respuesta con su mirarla—. Y todo esto no hubiera pasado si yo supiera batear bien.
Él asintió más de una vez.
—No solamente ignoró mi petición, sino que también te hizo a un lado por no saber batear. Y eso es muy grosero de su parte.
No sabía si pensar que se lo decía por buena persona o porque quería ponerla en contra Kazuya.
—Eres su novia. Debe ser considerado contigo y enseñarte. No irse y burlarse.
Sora no creía que Miyuki pudiera comportarse como alguien considerado por lo que no le sorprendían las acusaciones de Mei o cómo concluyó todo. De hecho, estaba totalmente segura de que terminaría haciendo equipo con Narumiya o Harada.
—Hagamos un trato
—¿Un trato? ¿De qué tipo? ¿Y por qué?
—Batea todo lo que venga hacia ti y en cambio te daré información muy valiosa y clasificada sobre Miyuki Kazuya.
Ese pitcher era vengativo y sabía muy bien cómo usar las cartas que tenía a la mano. Era un enemigo digno de temer dentro y fuera de la cancha.
—Ninguna otra novia sabe sobre lo que yo compartiré contigo. —Tentador. Tanto que Yūki lo estaba considerando seriamente—. ¿Qué me dices?
«Kazuya, no fue muy listo de tu parte el haber provocado los celos de este chico».
El rubio esperaba por su contestación con notoria impaciencia.
—No debería ser partícipe de esta competencia. No obstante...
—¿Y entonces?
—Espero que la recompensa sea digna del Príncipe de Tokio.
—Ya verás que no te decepcionarás. —Estrecharon sus manos como señal de que el trato había sido pactado.
Narumiya se ubicó frente a la malla y observó a quien había accedido a la jaula por segunda vez. Pensó por un breve momento que tal vez estaba exagerando y llevándosela de paso. Luego se deshizo de esa pequeña culpa moral para enfocarse en lo que debía.
—Tengo un mal presentimiento...—El instinto de supervivencia de Miyuki se activó—. Mei está tramando algo.
—Narumiya-kun no es alguien con intenciones tan rastreras.
—Parece que no te has dado cuenta con la clase de novio con la que estás saliendo.
—Él no es mi novio —aclaró para quien pensaba cosas que no eran—. Además, Narumiya-kun es alguien increíble. Así que, por favor, no oses difamarlo de ese modo.
El cácher se sobresaltó ante la percepción distorsionada que esa mujer tenía sobre aquel muchacho.
—¡No olvides relajar tus músculos! —Le gritó a quien se había colocado en posición—. Espera, ¿por qué estás de ese lado?
—Soy zurda —respondió.
—¡¿Ah?! ¡¿Por qué no mencionaste eso?!
—No lo consideré necesario. —No podía ver el rostro del joven, mas sabía que manifestaba una mezcla entre enfado y puchero; algo divertido de ver.
—¡Claro que es necesario, pequeña embaucadora! ¡Hace rato bateaste del lado derecho! ¡Por eso lo hiciste tan mal! —Ya entendía mejor por qué ella y Miyuki habían congeniado—. ¡Ahora con mayor razón debes mandar esa pelota lejos!
No sabía decir si su enseñanza práctica había resultado mucho mejor de lo que él creyó que saldría o esa muchacha aprendía más rápido que el promedio. O tal vez ya poseía nociones que terminaron consolidándose con lo que él le dijo y le mostró.
Cualquiera que fuera la opción se notaba la mejora.
—Bien. Ya hace contacto con la pelota. Sin embargo, necesita potencia. Habrá que motivarla a la vieja usanza. —Sus dedos se sujetaron a la malla con firmeza mientras observaba a quien se esforzaba por cumplir con su palabra—. ¡Sora, piensa en todas aquellas veces en que Kazuya colmó tu paciencia con sus comentarios de mal gusto! O cuando se puso de bromista; o tuvo el descaro de meterse con tu persona sin tener la gentileza de disculparse.
Harada y Miyuki veían al pitcher con expectativa ante lo que pronunciaba con tanta seriedad.
—¡Imagina que la bola es Kazuya! ¡Saca toda la frustración y enfado que tu cínico novio ha generado en ti! ¡Pégale tan duro que la pelota vuele hasta el fondo!
—Mei, ¿qué demonios estás...? —Kazuya no terminó de hablar porque el seco sonido de una pelota de béisbol estampándose contra la pared lo interrumpió.
—¡Jonrón! —exclamaba Mei con el orgullo de un padre que ha visto a su hijo hacer algo increíble—. ¡Sigue así, Sora! ¡Continúa visualizando el rostro de Kazuya en cada pelota que va directo a ti y golpéala tan fuerte como puedas! ¡No olvides que es el mal hombre que no quiso tenerte en su equipo porque eras un lastre!
—¡A eso es a lo que me refiero! ¡Mei está hablando mal de mí! —objetó para la única persona que tenía cerca y que estaba endiosada con aquel embustero rubio.
—Yo no escuché nada que no fuera cierto.
—¡Por supuesto que lo has escuchado!
El turno de Mei y Sora terminó mucho mejor de lo que ambos imaginaron.
Los novedosos y poco convencionales métodos de motivación del as llevaron a la joven inexperta a mejorar considerablemente, provocando la preocupación y mesura en Miyuki; quien ahora experimentaba una mezcla de asombro y terror ante los bateos de su pareja.
—¡Nice job! —congratulaba Narumiya con un choque de puños.
—Ya me siento mucho más relajada. Gracias, Narumiya-kun.
—Es nuestro turno. —Annaisha estaba mucho más motivada tras ver la mejora de Yūki y lo apasionado que estaba siendo Narumiya, aun cuando solamente estaban divirtiéndose. Sentía que tenía que corresponderles y darlo todo—. No dejaremos que reduzcan la brecha que hay entre nosotros.
Ninguno de los dos equipos dio su brazo a torcer. Ambos se aferraron al deseo de llevarse a casa la satisfacción de la victoria. Lo entregaron todo, esforzándose mucho más con cada ronda que pasaba. Y aunque la competencia estuvo reñida, la balanza se inclinó hacia el equipo del cuarto bateador de Seidō.
—Te habrás coronado como el vencedor en esta ocasión, pero la próxima vez no te será tan sencillo. —Mei jamás podría dejar de ser competitivo y mucho menos frente a Kazuya.
—Lo podemos solucionar aquí mismo con otra ronda. —Por él podría pasarse el resto de su domingo bateando. Y con ese lanzador de adversario, la emoción se hallaba por duplicado.
—Lo siento. Tendremos que dejarlo para otra ocasión. —Esa respuesta no es la que esperaba de él—. Es una hora de bateo y nada más.
—Estás muy tacaño.
—Que a los de Seidō les guste empaparse en sudor y oler a perro mojado es su problema. No el mío —expresaba, secándose el sudor remanente con una toalla pequeña—. Ya de por sí Sora te aborrece, ahora lo hará aún más porque apestas.
—Harada no huele precisamente a rosas. ¿Quieres decírselo tú? —No iba a quedarse quieto, dejándose atacar sin misericordia.
—¿Cómo te atreves a decir que Anna apesta? —refutó, frunciendo el ceño. Se estaba metiendo en territorio minado—. ¡Ella siempre huele bien!
—Lo que tú digas.
—Mientras siguen riñendo por la trivialidad que se les haya ocurrido en esta ocasión, nosotras iremos al tocador.
Porque a diferencia de ese par que se pusieron a charlar tras el término del bateo, ellas se limitaron a tomar asiento, descansar e hidratarse un poco en silencio, conservando una distancia prudente de ese par.
—Regresamos. —Fue la última palabra de Annaisha antes de irse en compañía de Yūki.
Consideraron como fortuna que el baño de chicas se hallara vacío. Podían tomarse todo el tiempo que quisieran para estar paradas frente al espejo.
Colocaron sus bolsos sobre el área de lavamanos y sacaron todo lo que ellas consideraban necesario. Abrieron la llave y usaron la fría agua para enjuagar sus rostros. No resultaba cómodo para ninguna estar pegajosas de la cara tras el extenuante ejercicio que habían hecho. Por lo que, tras lavarse y secarse, estuvieron un poco más frescas.
«Si ese tonto hubiera puesto atención al itinerario de Narumiya-kun, me hubiera puesto algo más cómodo y deportivo».
Sora tomó unas toallas húmedas para limpiar su nuca.
«También, ¿a quién se le ocurre una caja de bateo como parte de una cita a sabiendas de que terminaríamos todos sudados? Bueno, estamos hablando de Narumiya-kun… Aunque él se ve que es vanidoso. Seguramente ya se perfumó hasta su rubia cabellera. No sé si puedo decir lo mismo de Kazuya...».
Yūki prefería creer que aquel hombre sabía mantener a raya sus olores corporales.
«Sudé más de lo que me hubiera gustado. Sin embargo, era imposible contenerse cuando todo se convirtió en una verdadera competencia».
Harada agradecía infinitamente haber metido en su bolsa una toalla facial para secarse el rostro.
—Oh, se acabaron...
—Si quieres puedes tomar de las mías. —Sora le pasó el empaque con cordialidad. Las dos eran víctimas del mismo mal.
—Gracias. Tomaré unas.
—Mi pelo es un desastre. —Cepillaba su cabellera, meditando sobre lo poco considerado que era ese cácher al que se le declaró tan ingenuamente—. Por lo menos no soy la única que está pensando en su apariencia en este momento —susurraba.
Annaisha había terminado de arreglar su pelo. Y ahora se veía muy entretenida eligiendo qué brillo labial era el mejor para aplicarse.
—Todavía quedan sitios que visitar. Un maquillaje ligero será más que suficiente. —Un suave rubor, unos labios humectados con un brillo sabor a cereza y la fragancia a peonía nacida de su botella de perfume era todo lo que necesitaba Annaisha para sentirse pulcra y femenina nuevamente.
—Va siendo hora para que regresemos o esos dos estarán fastidiados por la espera. —Guardó todo dentro de su bolso, alistándose para dejar el baño. Sin embargo, tenía que resolver un asunto antes de reunirse con esos chicos—. Harada-kun, hay algo que me gustaría preguntarte.
—Yūki-kun, quisiera hacerte una pregunta. —Había sido una extraña coincidencia que se llamaran simultáneamente mientras volteaban a verse con la misma intención—. Adelante, tú primero.
—¿Nos hemos visto en alguna otra parte antes?
Annaisha había estado en lo correcto desde que la conoció y sospechó que su rostro le era muy familiar.
—Tengo esa misma sensación. No obstante, no logró ubicarte totalmente...—Actualmente poseía dos hipótesis al respecto. Y una de ellas era menos comprometedora que la otra—. ¿De casualidad no asistías al Instituto Tsurouka-kita?
«Maldición, sí se trata de ella...».
La reserva de Sora le brindó la respuesta. Aunque con ello se vinieron muchas más interrogantes.
—Harada-kun, ya que sabes algo como eso, ¿puedo pedirte un enorme favor?
Los chicos cesaron de parlotear. Narumiya deseaba dirigirse al baño. Tal vez había bebido demasiados líquidos. Eso fue lo que Kazuya pensó hasta que fue arrastrado hasta el tocador.
—A tu edad ya deberías saber ir solo al baño. —Miyuki quería escapar, mas Mei se lo impidió.
—Idiota, te traje hasta aquí para que hagas algo con tu mal olor.
Si no fuera por los finos reflejos del receptor, aquel desodorante se hubiera estampado contra su cara.
—Si piensas que pasearé por la ciudad en compañía de un cácher maloliente estás muy equivocado.
—Herban Cowboy Mountain. —Leyó el etiquetado con una expresión que denotaba que nunca en su vida había comprado un desodorante como ese—. No lo quiero.
—Querer y necesitar son dos cosas totalmente diferentes. —Sacó un peine para desenredar sus cabellos—. Date prisa Kazuya y deja de apestar a animal en estado de descomposición.
Miyuki iba a objetar, pero fue rociado con una composición floral y marina, dulce y fresca, que recordaba a los olores del mediterráneo.
—Con esto Sora será incapaz de resistirse a ti.
—Acabo de perder el sentido del olfato. —Tosió unas cuantas veces. Sus pulmones habían expulsado toda esa fragancia de su interior—. Qué gustos tan horrendos tienes.
—Esto es lo que me gano por compartir contigo un perfume costoso. —Tantas decepciones en un mismo día y todas a mano de la misma persona—. Esta fragancia es la más vendida en todo el mundo. Fue un regalo de mi abuela por ser su nieto consentido.
—Toma. —Le devolvió la botella.
—Lo usaste, ¿cierto? No me hagas ponértelo a la fuerza.
—¡Lo hice!
Salieron renovados y oliendo a un perfume elegante y clásico. Sin embargo, no veían a las chicas por ninguna parte. Tomaron asiento y aguardaron por su regreso.
Los hombres jamás tendrían la virtud de saber esperar más allá de cierto tiempo reglamentario. Era inevitable que cierto receptor quisiera irse.
—Están demorando demasiado. —Miyuki empezaba aburrirse—. Adelantémonos.
—Kazuya, eres un idiota y un insensible. —Los insultos estaban en oferta ese día—. Ellas se están arreglando para estar impecables para nosotros. Si continúas con esa actitud le presentaré a Sora algunos chicos de mi equipo. Shirakawa o Carlos.
El cácher no tenía nada que agregar.
—Interpretaré eso como: aún puedo esperar un poco más —expresó. Y el silencio se instaló nuevamente—. ¿No te sientes más feliz cuando la ves más arreglada para ti?
—No. Es extraño verla arreglada.
Solamente llevaba dos ocasiones en las que se vistió tan femeninamente que no podía acostumbrarse y considerarlo como normal en ella. Era tan nuevo para él que le resultaba abrumador y desconcertante.
—¿Por qué tienes novia y yo no?
¿Por qué la vida recompensaba a sujetos como Miyuki y no a él que era un entendido en el tema de las mujeres?
—¿Todavía preguntas?
—¡Le diré a Sora que le dijiste fea! —Si quería continuar burlándose de él le saldría muy caro.
—Y yo le diré a Harada que piensas que se ve mal sin maquillaje. —Los dos podían jugar el mismo juego de cizaña.
—¡Ella sabrá que mientes! —aseguró confiado en la impresión que había dejado en ella—. Yo siempre le he dicho que al natural se ve mucho mejor.
—Sí, claro... ¿Entonces por qué te hace tan feliz que se maquille para ti? —Aunque sonaba serio, se estaba divirtiendo con orillar a Mei hacia un acantilado.
—¿Eres idiota o se te pegó de ese pitcher escandaloso? —espetó con una sonrisa de goce—. ¡Es obvio! Es lindo que se esmere tanto para verse bien y llamar mi atención, incluso cuando sabe que no necesita hacerlo. Tal vez tú estés dañado o algo, pero es bonito que tengan esos detalles contigo.
—¿De modo que ella debe maquillarse para satisfacer tu ego? Qué interesante, Mei. Tu ego no tiene límites. —Sus labios estaban dibujando una risueña y burlesca sonrisa. Jamás creyó tener la oportunidad de incordiar a ese nivel a Narumiya; iba a disfrutarlo hasta sus últimas consecuencias.
—¡Ja! Mejor alguien con «un ego sin límite» que valora y se emociona por el esfuerzo de alguien como Anna, a ser «humilde» y considerar un gesto como ese como algo aversivo.
Él estaba tomando muy a la ligera el tema, mas Mei no. ¿Cómo se podía seguir divirtiendo con él si se ponía en tal postura?
—Parece que das demasiadas excusas, Mei. —El mencionado no se pronunció; dejaría que continuara—. Sora no necesita hacer nada de eso para que yo reconozca sus esfuerzos. Ella es más que un rostro con maquillaje.
—¿Ves? No era tan difícil aceptarlo.
Ahora que Kazuya ponía atención, Narumiya había tenido su móvil bien sujeto en su mano izquierda desde que empezaron a cruzar palabra. ¿Por qué?
—Al fin tengo uno de los dos pagos que le prometí a Sora a cambio de que se pusiera seria a la hora de batear.
Miyuki sintió algo muy parecido al terror. Lo único que deseaba era hacerse del electrónico del rubio.
—Mei.
—¿Qué? —Sabía lo que ese cácher deseaba por lo que aguardó a que él mismo se lo dijera.
—Préstame tu teléfono. —Siendo tan bueno ofertándole excusas a medio mundo, ese día le estaba fallando la creatividad.
—¡Ah, no! ¡No borrarás nada, pequeño ingrato! ¡Se lo enviaré a Sora y a la prensa si así lo quiero! ¿Cómo la ves? —exclamó metiendo el móvil en la bolsa izquierda de su pantalón. Allí estaría seguro—. ¡Te dije que yo quería batear con Anna! ¡Te toca recibir mi venganza!
Y antes de que su pequeño conflicto de intereses escalara a otro nivel, ellas llegaron, mirando con extrañeza y curiosidad a quienes parecían estar iniciando una lucha de cosquillas.
—Nosotras pensando que estarían aburridos y mira.
—Divirtiéndose a lo grande —finalizaba Yūki.
—¡Anna, lo hiciste muy bien! No cabe duda de que has mejorado en tu bateo. —Narumiya ya estaba frente a su cita, luciendo impecable con una candorosa sonrisa—. Igualmente te ves muy bien. —No le importaba ser coqueto y directo.
—Tú también lo has hecho increíblemente bien, Narumiya-kun. —No podía despegar su atención de esos bonitos ojos azules que se habían convertido, sin desearlo, en una de sus grandes perdiciones—. Y ha sido gracias a ti que mi promedio de bateo ha mejorado.
—Sora, no creas que he olvidado mi promesa. —Se acercó a la joven, sacó su móvil y tecleó rápidamente—. Te he mandado fotografías inéditas de Kazuya. Y un bono extra por el esfuerzo de hoy.
—Oh, esto sí que es algo que no estaba esperando ver —comentaba viendo cada uno de los archivos enviados—. ¿Cómo es que conseguiste todo esto?
—Jamás revelo ni mis fuentes ni mis métodos —expuso orgulloso.
Por su parte, Kazuya no sabía qué le provocaba más terror: si el que intercambiaran números telefónicos o que su novia tuviera fotografías de las que él ni enterado estaba que existían.
—En esta se ve extrañamente tierno.
—Sí, Kazuya de niño tenía encanto. Luego creció y se amargó, quedándole únicamente el exterior. Lo cual suena bastante trágico, ¿no?
El cácher se arrepentía sinceramente de haber cedido ante el capricho del rubio.
—Sora, préstame tu celular. —Tenía que borrar la evidencia o alguna tragedia podría materializarse en el futuro.
—Ella te ignoró completamente. —A Harada le resultaba gracioso ver a Mei metiéndose con Kazuya mientras este no sabía cómo salir del apuro y salvar su pellejo.
—Lo último que te mandé es un audio. Te recomiendo que lo escuches ahora mismo. —Nadie hacía enfadar a Narumiya Mei y se iba sin pagar.
—No lo hagas. Es una broma de mal gusto de Mei. —Miyuki ya estaba entre los dos poniendo orden—. Sus compañeros de secundaria siempre se quejaban porque lo hacía.
—¡Claro que no lo es! Es sólo que Kazuya no quiere que lo escuches porque es sumamente vergonzoso para él.
—Está bien. No lo escucharé. —Su novio sentía que le habían quitado una enorme carga de encima. Se sentía tan en paz—. Lo haré cuando llegue a casa para ponerle más atención.
Narumiya pegó una sonora carcajada que se escucharía hasta media cuadra a la redonda.
—Vamos, quita esa cara. No creo que sea para tanto —decía para quien lo envolvía un aura de pesimismo y desolación. Hasta le daban ganas de consolarlo—. Ya, te compraré un delicioso helado para que te sientas mejor.
—¡No soy un niño pequeño!
¿Cuál era su manía de quejarse por todo? ¿No podía aceptar su amabilidad sin objetar ni ofenderse?
—¡Cómpramelo a mí si él no quiere! —Alguien amaba el helado y más si era gratuito—. Que sea de ron con pasas, por favor.
—Ya que tú no quieres se lo compraré a Narumiya-kun.
—Deja que se lo compre él mismo —señaló para quien estaba sacudiéndola tras sujetarla del antebrazo como si fuera un chiquillo de primaria—. Y no dije que no quisiera uno.
—En el modo en el que contestaste a mí me pareció que eso fue lo que quisiste dar a entender. ¿Verdad, Anna?
—Ciertamente despreció el buen gesto de Yūki-kun —dictaminaba Annaisha para quien se condenó a sí mismo tan trágicamente.
—Vi una heladería que tenía muy buena pinta de camino acá. Podríamos pasar y comprar. —Mei era observador para las cosas que eran de su interés—. Anna, tú también quieres un helado, ¿no?
—Caería muy bien después de todo el ejercicio que hicimos. —Nadie resistía el delicioso poder de los helados—. Uno de piñón con cubierta de chocolate sería ideal.
—Andando entonces. —Porque para Sora nunca era demasiado temprano para comer el postre y menos si este era de café—. ¿Y a dónde iremos a comer, Narumiya-kun?
—Oh, visitaremos un restaurante de ramen. El mejor que hay por estos rumbos.
—Excelente. —Harada lucía complacida y deseosa por llegar a ese establecimiento. Sentía cómo se le abría el apetito al imaginarse el tipo de ramen que pediría.
—Démonos prisa —ordenaba Narumiya para las jovencitas que estaban muy satisfechas por su elección de comida.
—¿Y de qué sabor vas a querer tu helado? —interrogó a quien avanzaba a su paso y cuyo único interés estaba enfrente, justo donde Mei y Annaisha charlaban sobre las variedades que había en el mundo del ramen.
—Dijiste que se lo ibas a comprar a Mei. Hazlo o te estará molestando con ello toda la semana.
Sabía que el rubio era caprichoso y adoraba que la gente a su alrededor lo mimara. Y eso no le molestaba; hasta le causaba gracia porque sacaba de sus casillas a quienes fueran víctimas de sus banales deseos. Sin embargo, en esta ocasión no le provocó la misma diversión que años atrás.
—Eso no responde mi pregunta. —Su actitud rozaba lo infantil y la necedad. Eran dos aspectos que ya le había mostrado, pero bajo circunstancias completamente diferentes—. Kazuya...—Él la contemplaba desde el rabillo del ojo, sin pronunciarse—. Si no aceptas mi propuesta te tomaré de la mano y la gente que pase nos verá.
—Esa es una amenaza que podría quedarte bastante grande, Sora.
En su relación existía la sana competencia. No temían desafiarse mutuamente.
—Nunca subestimes a una mujer cuando se ha empeñado en conseguir algo, Kazuya.
Aprisionó su mano con firmeza y gentileza, paralizándolo momentáneamente. Resultaba ridículo lo que un simple roce podía lograr cuando se realizaba sorpresivamente en vía pública.
Él guardó silencio, limitándose a sentir la suavidad y la calidez de su mano.
