¡Feliz Año Nuevo! Espero que hayan tenido una buena despedida del año viejo y sobre todo, que hayan comido hasta decir basta. Porque yo estoy que reviento jeje. Pero dejando eso de lado, les traigo la primera actualización del año. ¡Brindemos por más!
Diffuse
Desmoldar pequeños corazones rosas dejó de ser una tarea sencilla después de que fueran más de veinte moldes; los cuales debían estar listos para la siguiente tanda de chocolate derretido.
El embolsado era otra tarea descomunal que requería rapidez y organización. Involucraba el colocarles un cintillo azul rey para darles una mejor presentación.
Sora, quien estaba encargada de meter los chocolates dentro de las bolsas de celofán y atarlas con un trozo de listón, sentía respeto por aquellas tres jovencitas; ninguna había parado desde que pidieron prestado el comedor para elaborar cantidades casi industriales de chocolates.
El cansancio era palpable, mas la satisfacción que las envolvió cuando concluyeron las colmó de energía. Volvió soportable el último empujón que necesitaban para ultimar en su totalidad su labor.
—Hacerlos más sencillos nos hubiera ahorrado algunas horas —comentaba Sachiko con una pequeña sonrisa—. Pero se ven muy bien.
—El toque afrutado y ácido combinado con el chocolate de leche crea un gran sabor. ¡Son deliciosos!
Las chicas rieron cuando vieron a Sora comer uno de los chocolates sobrantes. Era tan glotona.
—¿Y qué tal van esos chocolates para Miyuki? —Codeaba Umemoto a quien hubiera preferido no ser cuestionada sobre eso.
—No es muy afecto al chocolate. Y los dulces tampoco son opción. Tuve que pensar en otra cosa.
—Sólo me da más intriga saber qué fue lo que decidiste darle. —Yui curioseaba.
—¡Quizás se trate de una cena romántica! —Los ojos de Haruno brillaban ante la posibilidad. Era una romántica.
—Considerando que después de cenar hacen sus deberes escolares, lo veo inviable. —Umemoto rompió su burbuja de melosidad—. Si fuera el plan de Sora debería realizarlo en el fin de semana. Y aun así podría no tener tiempo.
—Salir con un beisbolista es bastante complicado —opinaba Natsukawa—. Ocupan la mayor parte de su tiempo en prácticas y partidos. Y seguramente el tiempo libre piensan en béisbol.
—Eres una chica muy paciente. —Sachiko palmeó su espalda como apoyo y condolencia—. Sobre todo, porque sales con Miyuki...que posee una personalidad bastante única.
—Yo diría que lo peor de salir con él han sido sus admiradoras —hablaba Yūki recordando cómo fue acosada desde que se enteraron de aquella falsa carta de amor—. Cada una de ellas superaba a la anterior.
—Aunque...—Yoshikawa sintió la atención de sus amigas y continuó: — ya no has sido molestada... Al menos ya no me he enterado de situaciones como esas.
—Es verdad. Ya no ha vuelto a aparecer nadie que esté inconforme con su relación.
—Debieron resignarse. Y mejor así. Porque era absurdo.
Sora recién era consciente de que la última persona que la hostigó a raíz de estar con Kazuya había sido Oshiro Ena. Desde ahí todo recobró su tranquilidad usual.
—Guardemos los chocolates en las cajas que trajimos. Y busquemos el lugar más fresco para dejarlos ahí. —Umemoto habló.
—Y después vayamos a comer. —Yūki las miró y ellas asintieron—. Pueden venir a mi casa a comer.
Asombradas por su ofrecimiento demoraron en responder. Mas cuando lo hicieron capturaron su mano entre las suyas.
—¿Chicas? ¿Pasa algo?
—¡Sí! ¡Vayamos a comer!
—¡Es la primera vez que nos invitas a tu casa! —expresaba Yui—. Por eso nos hemos emocionado.
—Pasemos por un pastel para completar la comida —sugería Sachiko.
—No se preocupen. Todo está cubierto —informaba—. Mi madre ha preparado el postre también.
—Démonos prisa para irnos a comer.
Ya con un pie dentro de su casa subió a cambiarse. Su madre se encargó de llevar a las chicas al comedor y mientras servía les preguntaba sobre su situación escolar, el club de béisbol y cómo era su relación con su hija. Y todo lo hacía con una amplia sonrisa; estaba feliz de que su niña trajera a la casa a otras chicas a las que podría considerar en un futuro como amigas.
Disfrutaron de aquella deliciosa comida casera. Y se aventuraron a explorar la habitación de quien les traía té de cebada y pan de castaña para que continuaran disfrutando de su estadía.
Un cuarto tan ordenado y limpio era propio de quien dejaba las pelotas más limpias de las cuatro.
—Me sorprendió que sugirieras la idea de que les preparáramos chocolates a los chicos —hablaba Yui tomando otro trozo de pan de castaña.
—Siento que eso los animará un poco. —Sachiko sorbió de su té y le dio un mordisco a su pan—. Y sinceramente no quiero volver a escuchar sus lamentos como el año pasado...
—Es verdad. Miyuki-kun fue prácticamente el único que recibió chocolates por San Valentín. —Yui recién recordaba aquel evento dramático—. Ahora todos tendrán un delicioso chocolate.
—De amistad, pero sí —añadía la de coletas—. Más les vale que sean agradecidos.
—Seguramente Kazuya vuelva a recibir bastantes chocolates este año. —Meditaba Sora—. Aunque...si él no es tan afecto a comerlos, ¿qué les hizo a todos ellos?
—Una parte se las dio a Sacchin... El resto los dejó en el comedor para que cualquiera los tomara —contaba Natsukawa—. No recuerdo que él haya comido siquiera uno.
—Probablemente vuelva a hacer lo mismo este año...—Suspiraba Umemoto con mala cara—. Por su culpa aquella ex suya se desquitó conmigo en aquel partido de balón.
—¿Hablas del día en que formé parte de tu equipo? —Recordó Yūki. Sachiko asintió—. Con razón te lanzaba el balón con mucha saña.
—Está en el equipo de atletismo —relataba—. Se llama Mizushima Keiko...
—Se mostraba celosa hacia Sacchin porque la veía charlar con Miyuki-kun. Por lo que pensaba cosas que no eran.
—Solamente hablábamos de béisbol...
—Parece que Kazuya no tiene mucha suerte eligiendo con quien salir —mencionó Sora un tanto asombrada de que haya salido con dos chicas así de celosas.
—Bueno, ambas son muy bonitas y con curvas —mencionaba Umemoto—. No sorprende que le hayan interesado.
Yūki no quiso verlo en su totalidad como alguien superficial por preferir rostros agraciados y cuerpos atléticos. Al fin de cuentas eran gustos y los respetaba. Asimismo, creía que, si las chicas lo buscaban por su apariencia, él podría hacerlo igualmente y nadie debería ofenderse.
—Parece que le gustan las chicas que sean deportistas —concluía Haruno—. Oh, bueno, no sé si Sora practique algo...
Obviamente sentían curiosidad. Mas no iban a preguntar directamente.
—He practicado deportes de contacto físico a lo largo de nuevo años. —Confesar esa parte de su historia no le afectaba—. Cuando entré a preparatoria lo dejé.
—De modo que sabes golpear gente. —Sachiko chifló ante aquella revelación—. Miyuki tendrá que andarse con cuidado.
—Es bien portado —señalaba Sora. Las chicas rieron ante el porqué de aquel buen comportamiento.
Alimentó a Change-up y recogió sus pertenencias para dirigirse al colegio. Sobre la marcha se encontró con Kuramochi. Ninguno dijo nada durante el trayecto a la escuela.
Llegaron más temprano de lo usual. Ambos por razones diferentes. Kazuya para evitar ser abordado por alguna chica que quisiera darle un chocolate; Kuramochi porque no quería lidiar con el fanfarroneo del cácher por obtener numerosos chocolates.
Su decisión fue acertada. No se encontraron con ninguna chica y pudieron ocupar sus respectivos asientos en completa tranquilidad.
—Contaré todos los chocolates que aceptes para darle un informe detallado a Sora.
Burlón y malicioso. Qué mala combinación para alguien como Yōichi.
—El año pasado te dieron un montón. Mas no estabas saliendo con ninguna chica. —Se cruzó de brazos, bufando—. Quizás a ella no le moleste que aceptes los chocolates de otras. O tal vez sí. Lo sabremos cuando pase.
Miyuki no puso atención en la sonrisa perversa de Kuramochi porque se quedó meditando sus palabras.
No era fan del chocolate. Por ello no le emocionaba el recibirlo en grandes cantidades. Y siendo más específico, no era como si buscara que le regalaran cosas personas que no conocía ni de nombre.
El año pasado aceptó unos cuantos por educación. Sin embargo, eso únicamente provocó que más se animaran a darle. Esta vez no quería que las cosas acabaran igual. Debía rechazar el primer bombón de San Valentín para que todas entendieran el mensaje. Y si lo pensaba un poco más tampoco debía aceptarlos por respeto a la relación que tenía con Sora.
—Ella no va a golpearme.
—Te oyes tan seguro que me resulta irritable.
Pese a lo temprano que llegó no fue directo a su salón de clases. Tenía una misión que debía cumplir antes de que la escuela se llenara con más alumnos. Y estando en el piso de los de tercer año buscó el salón de su hermano; allí encontraría a otros compañeros suyos, con los que más frecuentaba reunirse.
Saludó con un suave movimiento de su mano y entró. De su amplia bolsa de papel sacó una caja rectangular de papel azul cielo que entregó a Tetsuya.
—Espero los disfrutes. Este año tienen un relleno diferente —dijo sonriente.
—Así que recibes chocolates de tu hermanita, eh —Bufó Isashiki—. Mi hermana mayor solamente me da dolores de cabeza.
—Tal vez se deba a que gritas mucho —opinaba Ryūsuke.
—No veo que a ti te hayan dado algo —contraatacó.
—Chicos, no creo que valga la pena pelearse por algo así. —Musuko llamaba a la paz.
—Gracias, Sora. —Tetsuya lucía feliz por su presente.
—También traje para todos ustedes —habló la menor para esos tres que peleaban—. Tengan.
Los tres estaban sorprendidos. Nunca se imaginaron recibiendo chocolate de su parte.
—Mira, Tetsu. Mi caja es más grande —alegaba Jun.
—No es verdad.
—Ya comenzaron otra vez. —Kominato sonrió con malicia. Algo se le había ocurrido—. Aunque todos sabemos que Jun está esperando un chocolate de cierta ex manager.
—¿De Takako-senpai? —murmuraba Sora.
—¡Claro que no, idiota! —Que se sonrojara le restaba credibilidad—. ¡Y ustedes dejen de reírse!
—Estoy segura de que si lo intentas podrías conquistarla. Se ve que eres de esos chicos de exterior rudo e interior suave.
Los chicos rieron. Jun se puso incluso más rojo.
—¡No lo soy! —gruñó.
Se despidió de su hermano y se encaminó a su salón. Las clases no demorarían en iniciar. También aprovechó para mandar un mensaje de felicitaciones.
—Es increíble que alguien tan amargado cumpla años justo en el día más meloso de todo el año. —Nunca dejaba de hacerle gracia aquella particularidad—. Dudo rotundamente que quiera celebrar o algo. Pero igualmente le preguntaré.
La algarabía que reinaba en su aula era la esperada. Los chicos presumían sobre los chocolates recibidos y las chicas cuchicheaban sobre a quiénes les dieron chocolate por compromiso, por amistad o por interés personal.
Al sentarse notó que el pupitre de Miyuki estaba vacío mientras que el de Tatsuhisa ya contaba con una pila considerable de chocolates.
No había manera de que el cácher perdiera su atractivo para el género femenino. Consideraba improbable que a sus admiradoras les importara que tuviera novia. Entonces, ¿qué había pasado? ¿Esperarían al receso o después de clases para dárselos?
—Desde temprano y ya estás de celosa viendo si a tu hombrecito le dieron chocolates. —Kuramochi la había atrapado infraganti.
—Por supuesto que no —replicó previo a cambiar el enfoque de su atención—. Solamente sentí curiosidad de que no tuviera nada...
—Eso es porque él...
—Kuramochi, aquí está lo que me pediste ayer. —Estiró hacía él un cuadernillo—. Revísalo.
—Yo no te... ¡Ey! —Había sido distraído para que no abriera la boca.
—¿Y bien? —Sus labios enmarcaron una vasta y retozona sonrisa—. ¿No hay algo que quieras darme este día?
Sora tenía pensado darle su regalo antes de las prácticas, no en el aula con todos mirando.
Podía ser tan perverso.
—Si serás...—Ya resignada se levantó y sacó el preciado regalo—. Abrirlo aquí o no dependerá de ti.
Depositó el presente sobre su pupitre. Las miradas indiscretas estaban al pendiente de lo que hacía y del contenido del regalo. Y ese era el resultado que Miyuki buscaba conseguir para su deleite personal.
Si no podía ganarle siempre en una pelea verbal movería las fichas para colocarla en una posición vergonzosa que lo posicionaría a él como ganador.
Era divertido verla un poco nerviosa por convertirse en el centro de atención de todos. Aunque si no hubiera olvidado lo vengativa que podía ser, tal vez no hubiera terminado siendo él el cohibido.
Unos cuantos gritillos. Murmullos de asombro. Miradas incrédulas. Y un sin fin de reacciones nacieron cuando Sora se agachó frente a Kazuya para besarlo.
Fue un contacto breve. Ella sonreía cínica, saboreando su travesura. Él estaba rígido y con las mejillas calientes.
—Yo gané —dijo sentándose.
Estaba sonrojada, pero más calmada que aquel cácher que veía hacia la ventana para evitar a todos.
—¿Sucede algo, Kuramochi? —interrogaba inocente.
—Eres una mujer de temer.
—Por cierto, ten. Es para ti. —Le hizo llegar una caja bermellón con moño dorado—. Chocolate por amistad.
—Yo no te pedí que me dieras algo —refunfuñó—. Lo aceptaré porque soy educado.
—De vez en cuando deberías ser sincero con tus sentimientos, Kuramochi —mencionó con una casualidad engañosa.
—Siempre lo soy.
—Eso espero.
—A veces dices y haces cosas muy raras, Sora.
El cansancio de las prácticas fue recompensado por rosáceos chocolates en forma de corazón. Lucían glamurosos en sus bolsas de celofán sujetos con un listón. Eran un pequeño obsequio que provocó sonrisas y calidez en esos ruidosos beisbolistas que los comían mientras contaban que este 14 de febrero había sido mucho mejor que el del año pasado.
Agradecieron a las managers por tomarse las molestias y el tiempo para prepararles chocolates. Era un gesto que nunca olvidarían. Incluso los dos entrenadores y el resto de la comitiva se llevó su pequeña bolsa.
Un trabajo extenuante que les fue pagado con sonrisas y agradecimientos.
—¿Y ya vas a abrir tu regalo? —Yōichi no era precisamente chismoso, pero la caja era grande y eso despertaba su curiosidad.
—Estoy ocupado. —Llevaba el bat sobre su hombro obviando lo que haría durante la noche.
—Presumido.
Kazuya no quería que nadie viera el contenido de ese regalo porque no sabía qué tan vergonzoso podría ser, no porque fuera un presuntuoso. Ya tenían suficiente material para burlarse de él hasta el día que abandonara Seidō.
—¿Y qué piensas darle por el Día Blanco? —Momento de atacar desde otro flanco—. Es técnicamente dentro de un mes.
Aquel día, los hombres que recibieron chocolates en San Valentín le devolvían el regalo a la persona que se los dio. Una regla casi forzosa para quienes eran pareja.
La última vez que tuvo que obsequiar algo por el Día Blanco fue en secundaria, para su primera novia. Y ya haría casi tres años de eso
—Un poco de comida y estará satisfecha —soltó burlonamente.
—Está bien que sea glotona. Sin embargo, no creo que sea lo que espera de su idiota novio —mencionaba—. Tal vez espere algo diferente para variar.
—Puedo cocinarle otra cosa —soltó divertido—. O dejar que te dé una buena patada.
—¡Pequeño bastardo!
En la privacidad de su habitación abrió el vistoso regalo que causó curiosidad entre sus compañeros de equipo desde que lo vieron llegando con él a los dormitorios.
Mas estaba inquieto pese a que estaba solo.
Sacudió su cabeza y miró su interior. Primero encontró bastantes tiras de papel colorido. Abajo de ese bulto de papel había un envase de ácidos grasos omega-3. Y a un costado lo que más captó su atención: un protector de pulgar para cácher.
Sacó el aditamento de su empaque para examinarlo. Negro y blanco, buena combinación. Y de una marca que se caracterizaba por productos de calidad.
—Debió ser costoso...—Por eso los pocos que llegó a tener habían sido de segunda mano. No podía exigirle a su padre uno nuevo—. Únicamente se burló de mí el domingo para su disfrute personal...
Se sentía tonto por haber caído en su trampa, pero le fue inevitable no sonreír. Se divirtió intentando dejarla a su merced.
—Ya me las cobraré, pequeña tramposa.
Bajó del taxi. Vio las lámparas de papel desfilando sobre el perímetro del izayaka y a toda esa gente bebiendo y cenando en las mesas que estaban fuera del restaurante. Entró buscando a la persona que hizo la reservación aquella noche. No era difícil localizarlo cuando su cabello rojizo resaltaba como una gota de sangre en un camino de nieve.
Saludó educadamente a quienes también fueron convocados para celebrar el cumpleaños de quien alzó ligeramente sus ojos verdes hacia ella.
—Por aquí. Kishō no demorará en llegar —habló el pelirrojo haciéndose a un lado para que pudiera acomodarse—. Puntual como siempre.
—Y tú tan eufórico como siempre, Sae —comentaba Sora ya sentada.
—Aunque no lo parezca, estoy sorprendido de verte aquí. —La veía por encima del hombro con apenas un cambio en su timbre de voz—. No eres de eventos nocturnos.
—Sabes que soy mala con las desveladas —indicó tomando el menú—. Y si estoy aquí es porque te ha apetecido celebrar tu cumpleaños. Y eso es incluso más anómalo que el que yo esté presente... Por cierto, ¿Takuya y Miu?
—Takuya está fuera de la ciudad por trabajo, junto a mi padre. Miu... Ya sabes que ella no es de visitar «esta clase» de lugares —contestó indiferente—. De cualquier forma, solamente quería una celebración con mis amigos más cercanos.
—Sí, tu hermana es algo especial... Obviamente no iba a querer venir.
—Como no funcionó con ese beisbolista —mencionó. Y Yūki se volteó hacia él—. Sabes que ama hablar sobre sí misma, Sora.
—Igualmente se lo advertí y no me hizo caso —contaba—. Por cierto, aquí tienes tu regalo.
—Espero no sea chocolate.
—Cuando lo abras sabrás qué es. —De su bolsa sacó una caja cuadrada y ancha—. No son chocolates, deja de verme así.
—Tuve que pellizcarme las mejillas para cerciorarme de que no estuviera soñando. —Un segundo pelirrojo se unió a la comitiva—. ¡Es bueno verte!
—Me lo dice la persona que, aunque viva en Tokio, no se le puede encontrar con facilidad —mencionaba Hayami—. Dejando esos inconvenientes a un lado, hoy invito yo. Pidan lo que gusten.
—Piénsalo bien. Sora es muy comilona y ama la carne.
—¡Ki-chan!
—¿Trajiste lo que te pedí, Kishō? —El otro asintió—. Con eso podrá soportar toda la fiesta.
—¿De qué están hablando ustedes dos? —Temió ante la complicidad que mostraban—. ¿Chicos...?
La mañana inició ajetreada. Las clases estuvieron llenas de ejercicios, lecturas y trabajos en equipo. El receso parecía ser el momento ideal para una reunión social entre él y su novia; sin embargo, esas dos chicas deseaban pasar más tiempo a su lado desde que comenzó febrero.
Él sólo quería un momento a solas para agradecerle por el regalo que había estrenado durante la práctica de la mañana.
Por la tarde tampoco le fue posible interactuar con ella; había mucho por hacer tanto de su lado como por el de las managers. Y para cuando estuvo libre, no la encontró.
Abandonó el gimnasio techado con la intención de ducharse. Mas sus ojos encontraron a un extraño que buscaba algo con insistencia.
—Ese es el amigo de Sora, ¿no? Cómo era que se llamaba... ¿Rokurō...? —Era pésimo con los nombres que no se relacionaban con el béisbol.
—¡Oh, Miyuki! —Se acercó—. Menos mal te encontré. Estoy bastante perdido en este lugar.
Solamente podía estar ahí por una persona. Y Sora debió marcharse a casa desde hace unas horas atrás.
—Vine por Sora. Le prometí que vendría por ella —habló—. Después de lo de anoche seguramente haya sobrevivido con dosis de café.
Kazuya no estaba entendiendo. Y su confusión se reflejaba en su rostro.
—Espera, ¿qué dijiste?
—Ah, lo siento. No me supe dar a entender —señaló—. Anoche fuimos al festejo del cumpleaños de Sae. Entonces después de la cena fuimos a un karaoke... Técnicamente no dormimos mucho.
—¿Sae? ¿Quién es Sae? —Se preguntaba. Nunca había escuchado ese nombre anteriormente.
—Sae es un amigo nuestro. Es el hermano mayor de Miu —respondió—. Ya sabes, la pelirroja que casi siempre está alrededor de Sora.
—Entiendo... Pero ella no está aquí.
—Tiene que estar —aseguraba—. Pasé a buscarla a su casa y no estaba ahí. Tampoco responde su teléfono. Y como anoche no durmió demasiado y no sabe llevar bien las desveladas debió dormirse en algún lado.
Kazuya era consciente del poco aguante que tenía su novia por la falta de horas de sueño. Mas nunca creería posible que ella se durmiera sin más en cualquier parte.
—Sé que cuesta creerlo, pero es real. —Kishō entendía su incredulidad—. Y conociéndola, debió buscar un sitio silencioso y poco concurrido.
—El almacén. —Era el lugar perfecto para no ser encontrado ni molestado—. Es el único sitio en el que podría estar.
La luz fue encendida. Y en la esquina izquierda, al lado de una estantería, yacía la joven que hacía en su casa. Aquel objeto frío y metálico era su respaldo durante su improvisada siesta.
—En verdad se quedó dormida...—Miyuki se agachó frente a ella. Notó su respiración tranquila y su sueño profundo—. Sora, despierta.
—Cuando está así su sueño se vuelve pesado. —Rokurō se colocó cerca de él—. La llevaré a casa para que siga durmiendo.
—Espera… ¿Piensas cargarla? —Su escepticismo se incrementó cuando él asintió.
—No la cargaré como princesa si es tu preocupación. —Negó moviendo sus manos—. La llevaré a cuestas, sobre mi espalda. Ya sabes, de caballito.
—En su estado eso será imposible.
—No si me ayudas con eso. —La solución era bastante práctica desde su perspectiva—. ¿Qué sucede? ¿Quieres llevarla tú? —El cácher no contestó—. Buscaré a Kuramochi. Seguramente él quiera echarme una mano.
Lo desconcertaba Rokurō, su personalidad, su comportamiento y los cuidados que tenía hacia Sora. La procuraba como lo haría un chico que está profundamente enamorado. Una actitud que podría malinterpretarse tan fácilmente. Empero, no sentía que hubiera segundas intenciones detrás de sus palabras y acciones. Únicamente se trataba del cariño y lealtad entre amigos. Un concepto, probablemente, más complejo de entender para él.
—La llevaré yo.
—Deja entonces que te ayude.
Miyuki se arrodilló frente a quien entre abrió los ojos para volverse a dormir. Kishō la acercó a su espalda y deslizó sus brazos sobre sus hombros para afianzarlos alrededor de su cuello. Con la espalda erguida y sus manos unidas por debajo de sus piernas, se levantó.
—Increíble. Ni con eso abrió los ojos. —El pelirrojo verificó que estuviera bien sujeta antes de permitirle a Miyuki el avanzar—. Quizás sientas un poco de opresión, pero es porque ella suele dormir con una larga almohada de pompompurin.
—¿Pompom qué?
—Hablo de ese personaje de Sanrio… El golden retriever con sombrero. Tiene varios peluches de él en todo su cuarto.
Al fin sabía de dónde provenían todos esos peluches. Asimismo, el imaginársela sujetando una almohada mientras dormía resultaba cómico; y quizá un poco tierno.
Mas se olvidó de ello cuando sintió sus brazos asirse mejor alrededor de su cuello. Su tibia respiración le producía cosquillas. Y la suave fragancia que combinaba la flor delicada del iris, lirio, vainilla y almizcle era suave y sutil, agradable a su olfato.
Jamás había estado tan cerca de él como para percibir la delicada esencia de su perfume.
«Huele bien».
Para alguien que tuvo que correr llevando a cuestas a alguno de sus compañeros de equipo, cargar a Sora no suponía ningún desafío. Y la distancia que separaba a Seidō de su residencia fue recorrida en menos de un cuarto de hora; un trayecto silencioso que no incomodó a ninguno de los dos.
Y antes de que pudiera completar su misión, la dormida pasajera despertó.
—¡¿Kazuya?! —gritó, tambaleándose por alterarse al notar su posición actual.
—Vas a caer. —Se las apañó para mantenerla bien sujeta y que no cayera de espaldas—. No te quejes. Fue tu culpa por no despertar antes.
Se disculpó por haber apretado con demasiada fuerza su cuello. Y escondió su rostro detrás de su nuca. Estaba abochornada por todo lo que vio sobre ella y lo que pasó gracias a que no despertaba. Se sentía patética. Y él un poco avergonzado porque debía de apestar después de sudar tanto tras su práctica y sesión de bateo.
—Y-ya puedes bajarme…—murmuraba para su novio. Él cumplió su petición—. L-lo siento mucho…
Sora subió corriendo por las escaleras, gritándoles que la esperaran porque tenía que pagarles el favor por haberla traído a casa. Rokurō reía. Kazuya parpadeaba.
—Ya debes estar al tanto de su necedad. Así que esperemos pacientemente. —El pelirrojo se sentó en el sofá. Miyuki hizo lo mismo—. Son escasos los momentos en que puedes verla tan apenada y sin saber cómo actuar. Y por ello es divertido.
Era verdad. Ella se caracterizaba por ser calmada y con limitados gestos faciales. Solamente situaciones muy puntuales la hacían romper ese estado.
—Y dime, Miyuki, ¿no te molesta que sea tan cercano a Sora? —Fue tan directo que trastocó al cácher.
Incluso las situaciones más angustiantes vividas en algún partido las confrontó con decisión y mente fría. Sin embargo, no se trababa de béisbol —lo que más dominaba en su vida—, sino de interacciones sociales; algo que nunca fue su fuerte y que por años ignoró inconscientemente.
—¿Debería? —Su boca habló antes de que su cabeza sopesara la mejor contestación.
—No.
Probablemente fue la firmeza y prontitud de su respuesta lo que le otorgó veracidad e hizo que Miyuki creyera en que no existían segundas intenciones. No era tan paranoico como para no concebir la amistad sincera entre un chico y una chica.
—Las personas creen que una chica y un chico no pueden ser amigos. Que si se cuidan y pasan tiempo juntos es porque hay otra clase de sentimientos de por medio —exteriorizaba—. Conozco a Sora desde que tenía siete años; es normal que seamos muy unidos y cuidemos el uno al otro… Es decir, la quiero tanto como se podría querer a una hermana.
Sincero. Transparente. Directo. Una persona que, a diferencia de él, no iba por la vida con ridículas máscaras tratando de ocultar lo que verdaderamente sentía y pensaba.
Y su novia poseía los mismos atributos. Porque, aunque tuviera la capacidad para embaucar a otros, no era una mentirosa compulsiva que iba creando discordia entre las personas. Y pese a que él también podía verse como alguien sincero, su franqueza era demasiado selectiva y convenciera.
—Me alegra que no haya malos entendidos. —Su alegría era genuina—. Si algún día necesitas algo, no dudes en pedirme ayuda. Estaré gustoso de echarte una mano.
Sin error a equivocarse era la primera persona que le ofertaba su ayuda de una manera tan auténtica que creía sinceramente que lo socorrería si así se lo pedía.
Se sintió contrariado ante su ofrecimiento que demoró un poco en incorporarse.
—La gente siempre pone esa cara cuando les digo algo como eso. —Sonrió divertido—. No te culpo por no creer en mi palabra. La desconfianza abunda y las personas te traicionan con suma facilidad. —La comicidad fue sustituida por una bien enmascarada seriedad—. Pero Sora me ha hablado sobre ti. Y aunque hemos hablado muy poco, me simpatizas.
Miyuki debía de estar demasiado fatigado porque ya estaba delirando.
—No te lo dicen muy seguido, ¿verdad?
No. No había escuchado mal. Estaba frente a un espécimen sumamente anómalo que no dejaba de desconcertarlo.
—He conocido a personas genuinamente desagradables. Y tú no te les pareces en nada. —Palmeó su hombro sin desbaratar su sonrisa—. Sora sería incapaz de quererte si no fueras una buena persona.
Elogiado y querido por la misma persona era en sí mismo una revolución con la capacidad de subyugar un corazón. Una pesadez que embrollaba y colmaba de gozo. Una naciente guerra que confluía dentro de él cuando pensaba en Sora y lo que realmente sentía por él.
