¡Muy buenas tardes! Esta vez no demoré tanto en traer actualización. Espero que la inspiración siga tan aferrada a mí como los fans de Jujutsu Kaisen están aferrados a la idea de que Gojo volverá a caminar entre los vivos. Pero dejando de lado mis tontas ocurrencias, disfruten del capítulo. Este romance se cuece lentamente, no entren en desesperación (como yo). ¡Gracias por sus lecturas y comentarios! Se agradece. Hacen feliz a mi oscuro corazón.
P.D. Según la wilki en inglés de DnA, en el apartado de trivia de Miyuki, The Back Horn es su banda favorita. Lo mencionó porque hice mención de ellos en este capítulo.
Guest: Créeme, yo tengo muchas ganas de ver cómo Miyuki se traga su ego. Pero demorará un poquillo eso. Al final el que Kazuya se complique tanto la vida ha sido gran parte mi culpa, no debí ponerle traumas alrededor de las relaciones sentimentales, debí dejarlo sano de esa parte XD.
Unbalance
La olla caliente hervía sobrada de vegetales y carne, esperando a que los comensales decidieran servirse y adquirir un poco de calor durante aquella tarde fría de febrero.
El pequeño bowl que le fue entregado seguía medio lleno con apenas caldo y algunos acompañamientos. El de sus acompañantes rebosaba gracias al evidente apetito que tenían.
Los escuchaba hablar sobre la noche anterior. Habían tenido una competencia en el karaoke donde Kishō barrió con ellos. Hubo una escala en un puesto ambulante de ramen y una reta de juegos de mesa. Una salida sana donde todos se divirtieron y comieron abundantemente.
Sora estaba sentada a su costado, alternando entre comer y hablar sobre su festejo nocturno. Sonreía y reía esporádicamente con una naturalidad contagiosa. Y aquella mirada chispeante dotaba de una mayor beldad al grisáceo de sus ojos.
La Sora seria, inmutable, casi taciturna. La Sora alegre y emocional. Ambas versiones eran como la noche y el día. Ambos lados de su persona le gustaban.
—No seas tímido y sírvete otra porción —habló para su silencioso novio—. No olvides la carne.
—Ah, sí. —Se sirvió un poco más antes de comer con cierta timidez—. Por cierto...
Aprovecharía que el pelirrojo se levantó al baño.
—¿Qué sucede? —Se volteó hacía él, expectante.
—Gracias por el protector de pulgar —Por fin veía cumplido el objetivo que se planteó desde ayer—. No necesitabas gastar tanto... No era necesario, Sora.
—¿Te gustó?
—Sora, eso no es lo...—Ella volvió a preguntar. Él sabía que no avanzaría la conversación si no respondía—. Sí. Me quedó perfecto. Lo usé desde hoy.
Fue testigo de cómo esos labios le regalaban una de las sonrisas más francas y dulces que se hayan originado gracias a él
Se sentía abochornado. Mas se negaba a admitir que se debía a ella y a su bonita sonrisa.
—No sabía qué podría darte considerando que no eres fanático de las cosas dulces y el chocolate tampoco te emociona —hablaba—. Supuse que algo relacionado con el béisbol estaría bien. Aunque con eso también tuve un predicamento...
No podía seguir ignorando que ella siempre pensaba en él y lo que le gustaba. Y ese cuidado se notaba con cada presente que recibió de su parte.
Negar su apoyo y su preocupación era como seguir creyendo que ella solamente le gustaba un poco y que no estaba de acuerdo con su trato especial.
—Como te decía, no es...
Sus labios fueron sellados por su dedo índice. Era una tramposa.
—No me importa gastar dinero en ti, Kazuya —confesó, mirándolo fijamente—. Si te he comprado esas cosas es porque así lo he querido. Nada ni nadie me ha obligado.
Maldecía y bendecía su seguridad y sinceridad al hablar.
—No te quejes y acéptalo. O me enfadaré.
Suspiró. Prefería no enfrascarse con su terquedad.
—Ahora come. Ya pedí tus tres tazones de arroz... Que no estés en Seidō no es pretexto para no comer tus raciones recomendadas.
Los tazones fueron colocados sobre su puesto junto a unos trozos de carne y guarniciones.
Él sonrió.
—Estos tienen más que los que me sirven en el comedor.
—No seas quisquilloso o te pondré más acompañamientos —amenazó—. Por cierto, te agradecería que no le contaras a nadie sobre lo del almacén... Ya de por sí es vergonzoso que me hayas encontrado así.
—El costo por guardar un secreto nunca es barato —señaló—. Un día se me podría escapar mientras practicamos.
—Si tú lo haces, entonces les mostraré ese audio que Mei me envió.
—Espera, ¿cuál audio? ¿Como que Mei te envió un audio?
—Cuando fuimos a las jaulas de bateo, tuviste una charla con Mei. Y él grabó lo que dijiste. Y me obsequió la grabación por haber bateado bien.
—Dime que no escuchaste eso... Bórralo mejor. —Pese a que lo había olvidado, el pánico que estaba sintiendo era muy real—. Exclusivamente está ocupando espacio en tu celular.
—No lo he escuchado. Por alguna razón lo había olvidado... Y ya que me he acordado le echaré un vistazo.
Si hubiera sido más rápido y diestro no se encontraría escuchando su propia voz recitando que Sora no necesitaba de maquillaje y bonita ropa para ser apreciada por él.
No quiso verla porque estaba apenado por su yo del pasado. Pero quizás ansiaba observar su reacción.
—Sabes ser atento de vez en cuando... Ese aspecto de ti también me gusta.
Él optó por comer para quitarle peso a su desinhibida confesión.
—¿Te dio pena lo que te dije?
—¡No!
La limpieza y el orden se convirtieron en su especialidad desde que llegó a aquel salón de baile. Cualidades que fueron bien recibidas tanto por los bailarines que asistían como por quien fungía como dueño e instructor.
Solía ir a trabajar los viernes. Y aunque no gozaba de un sueldo se entretenía con las prácticas de aquellos talentosos bailarines. Era como una bocanada de aire fresco; un ambiente que le era desconocido y simultáneamente llamativo. Por eso llegaba puntual para ver sus entrenamientos mientras se cuestionaba cómo podían danzar tan elegantes y gráciles mientras sonreían candorosamente.
Todavía se arrepentía por haber entrado en aquella propiedad y conocer, sin desearlo, un secreto tan sustancial en la vida de aquel hombre que instruía cuidadosamente a sus alumnos.
Le había jurado nunca confesar aquello. Sin embargo, entendía su desconfianza. ¿Quién creería en la palabra de una extraña? Por eso le había pedido apoyo. Más que por necesitarlo, era para vigilarla. Y aunque podría ser muy alarmista, ella actuaría igual de estar en su posición.
—Por cierto, sabías que Re: write se presentará este domingo en Shibuya —expuso Sora para quien no apartaba la vista de sus alumnos—. En un club de la calle Center Gai.
—Algo así había leído en su página web.
—Me gustaría ir, pero...
—El club en el que se van a presentar únicamente permite el acceso a mayores de edad —dictaminó—. Y dudo que tengas los dieciocho.
—No cumpliré la mayoría de edad hasta el próximo año...
—Siempre hay formas para entrar a esos lugares —expresó por encima del hombro—. Todo se trata de tener las conexiones correctas.
—Ese es el problema: no conozco a nadie que me pueda facilitar entrar...—suspiró—. Es su primera presentación. No quiero perdérmela... Si le digo a Sae tal vez él pueda ayudarme.
—Si consigues los boletos puedo encargarme de que te dejen entrar.
—¿Eh? ¡¿En serio?! —Quizás estaba escuchando mal—. ¿Seguro?
—No me ofrecería a hacerlo si no pensara hacerlo.
—¿Va a ir alguien más usted o solamente compro su entrada y la mía?
—Únicamente seremos nosotros dos.
—Entendido. —Estaba tan feliz que no pudo ni esconderlo—. Saliendo de aquí pasaré a comprarlas. ¡Oh, también le diré a Ki-chan que iré a verlo!
—Quizás salgamos ahí a media noche —meditaba.
—Descuide. Ya encontré algo más efectivo que el café para mantenerme despierta —aseguraba—. Lo usaré para resistir.
—Vas por buen camino. Necesitarás del café y todo lo que puedas para atravesar la universidad —sentenció.
—Por cierto, Kadenokoji-san... ¿El baile de salón tiene alguna especie de competencia?
—El baile de salón también posee una modalidad deportiva —respondía—. En este tipo de baile se respetan direcciones y se siguen unas normas establecidas aplicadas a nivel mundial.
—Nunca imaginé que tuviera tanto alcance... Bueno, en realidad no conocía el baile de salón. Suena interesante.
—Se práctica en cerca de setenta países. Los cuales se hallan representados por la World Dance Sport Federation.
—Hasta su propia federación... Las competencias deben ser muy vistosas, elegantes...
—Definitivamente lo son —reiteró—. Lo mejor del Baile de Salón es que cualquiera puede practicarlo.
—Por eso he visto personas de diferente edad viniendo aquí.
—Mucha gente lo práctica porque le gusta o se ve bonito. No todos lo hacen para competir —hablaba—. Este es un deporte que no castiga el comenzar a practicarlo tardíamente.
—Usted debe estarlo practicando desde niño.
—Desde los cinco años. Pero más que nada por mi madre... Seguramente sin su influencia hubiera acabando practicando cualquier otra cosa.
—Y debe apasionarle mucho, hasta el punto en que ahora imparte clases.
—Tengo dos pasiones en mi vida. El baile es una de ellas.
Sora sentía genuina envidia por él. Ella ni siquiera había encontrado algo que verdaderamente agitara su corazón. No conocía ese regocijo que emocionaba y provocaba entregarte ciegamente.
Los números le gustaban mucho porque le resultaban fáciles de entender. Mas no le entregaban más que una mundana satisfacción cuando resolvía algún problema matemático complicado. Y el que, prácticamente, tuviera un talento nato para los deportes de contacto no significaba que la apasionaran. Simplemente había aprendido por la vía lógica, no por la irracional.
—A veces las cosas demoran en llegar.
—¿Cuánto tiempo más tendré que esperar? —Era su frustración hablando—. Lo siento. No debí decir eso —Se lamentó inmediatamente.
—Si quieres apresurar las cosas debes salir de tu zona de confort. Probar con cosas nuevas que nunca antes consideraste.
—Lo he intentado. Sin embargo...
—Sigue haciéndolo. Ve más allá de lo que consideras convencional. Podrías sorprenderte.
—Gracias. Lo tendré en cuenta, Kadenokoji-san.
Febrero todavía no terminaba, mas los chicos solamente podían pensar en el invitacional de primavera que se celebraría a finales de marzo. Tanto porque ansiaban participar como porque buscaban asegurar su puesto dentro del primer equipo.
Pasaron del fildeo a una intensiva sesión de bateo. La concentración de quienes estaban al bate se igualaba con la de los pitchers que se ofrecieron a lanzar para ellos.
Se escuchaban los gritos de los chicos, ante cada golpe que conectaban, ante las bolas que impactaban hasta la red. Los espectadores empezaban a hacer sus apuestas sobre quiénes serían elegidos. Y aquel par de entrenadores hacían exactamente lo mismo.
—¡Nuestro capitán está en racha!
—Si tan sólo bateara de ese modo durante un partido oficial.
—¡Ey, los estoy escuchando!
—¡Zono tampoco se quiere quedar atrás!
—¡Esa llegó hasta el fondo, Tatsuhisa!
—¡Recogeremos las pelotas para traer la máquina de bateo! —anunciaba Sachiko para que los chicos se detuvieran—. Haruno, Yui, ayúdenme por favor.
Algunos chicos tuvieron la gentileza de socorres a las managers con su ardua labor. Otro pequeño grupo se encargó de traer la lanzadora.
—Tu bateo se volvió un poco más rápido —comentaba Yōichi secando su nuca del sudor—. Se nota que estuviste practicando, Tatsuhisa.
—Después de que me llevaron de vacaciones contra mi voluntad, se compadecieron de mí y me permitieron escabullirme por las tardes para rentar jaulas de bateo.
—La ventaja es que aquí en Tokio hay varios centros de bateo. No batallaste por esa parte —indicaba Kenta.
—Hubiera preferido estar en Tokio. No obstante, mis vacaciones invernales incluían una visita a mi tío materno del otro lado del océano —contaba atosigado—. Pasé esos días en Boston.
—Es allí donde se encuentra el Fenway Park, ¿no? —interrogaba Kanemaru.
—La casa de los Boston Red Sox —añadía Kazuya—. El estadio más viejo de la MLB.
—Recibió la Serie Mundial unas once veces —dijo Souh para los dos.
—Sé que aman ponerse a hablar sobre la Serie Mundial. No obstante, la máquina de bateo ya está instalada. Sino se dan prisa serán los últimos en usarla. —Sora interrumpió su amena conversación—. Otros más serán apoyados por los pitchers.
—Golpearé más bolas que tú, Tatsuhisa —afirmaba Yōichi.
—Eso me huele a una apuesta. ¿Qué quieres perder? —interrogó desafiante.
—Kuramochi, deja de proponerle a Souh apuestas. Él no conoce el autocontrol. Es un adicto.
—Las apuestas son divertidas —indicaba el francés—. Es una forma amena de convivir.
—Menos cháchara y más acción —demandaba.
—Mandona —soltó Miyuki.
—Tú también deja de hacer el tonto. —Y su descarado novio rio.
Mas los chicos no pudieron encender la máquina. El entrenador les pidió su atención; tenía un anuncio que darles. Y seguramente estaba relacionado con aquel hombre de traje beige, cabellera oscura y ojos grises.
Toshio Kurofuji era el nombre de aquel personaje que se había presentado con cortesía. Les hablaba de su pasión hacia el deporte y cómo gustaba de apoyar a equipos prometedores. Y les mostró el verdadero motivo para visitar Seidō.
—¡¿Esas son máquinas de bateo?!
—¡Son tres!
—¡¿De verdad las va a donar?!
La conmoción era genuina. Consideraban como inverosímil lo que estaba pasando.
—Sé que muchos de ustedes deben estar sorprendidos. No obstante, únicamente se trata de un viejo ex alumno que quiere regresarle un poco de ayuda a su antigua escuela. —Kurofuji platicaba con fluidez y porte. Era un hombre acostumbrado a estar ante la mira pública—. Son chicos talentosos que lograrán conducir a Seidō hacia el camino de la gloria. Estaré viendo muy de cerca su crecimiento en los subsiguientes partidos.
Agradecieron al unísono, intercambiando sonrisas sinceras y miradas llenas de optimismo y motivación.
—Les deseo mucho éxito en el torneo de primavera, Tesshin.
—Gracias a usted por todo el apoyo brindado. —Con una suave reverencia mostró su agradecimiento y respeto—. Ya nos había ayudado anteriormente para conseguir muestra primera máquina de bateo. Y ahora usted...
—Hace muchos años atrás yo también formé parte del equipo de béisbol de Seidō. Y al igual que tus chicos, aspiraba a ir a las nacionales junto con mi equipo. Comprendo su devoción y la pasión con la que entrenan... Y me gustaría verlos en ese monstruoso escenario. Y sé que ese camino podrá ser trazado con tu diligencia, Tesshin.
Para cuando las máquinas estuvieron listas para ser usadas, los chicos se fueron turnando para usarlas. Todos querían estrenarlas.
—Me sorprende que no hayas sido de los primeros en pedir usar una —comentaba Kuramochi para el francés.
—Todos pasaremos. No hay razón para tener prisa.
—¿Y tú por qué estás tan seria? —Su pregunta sonaba más a un reclamo.
—Me quedé pensando en que al rato me veré con Ki-chan y no sé qué atuendo ponerme. Tengo un armario amplio, pero las opciones no me convencen —decía—. Podría mandarte fotos de los conjuntos que más me gusten para que me ayudes a decidir.
—Olvídalo. No perderé mi tiempo en esas tonterías —gruñó—. Pídeselo al tanto de Miyuki —sentenció previo a marcharse.
—Ambos sabíamos que su padre había sido ex alumno y gran fanático de Seidō. Era inevitable que algún día lo viéramos por aquí. —Puso su mano sobre su hombro, palmeándolo suavemente—. No necesitas pensar más en lo que pasó aquella primavera. Debes continuar como hasta ahora.
—Lo intento. Mas es complicado —confesaba—. Ese día perdí a dos personas muy importantes para mí.
Se apartó para reunirse con las managers. Prefería estar con ellas que seguir pensando en todo lo que le evocaba el apellido Kurofuji.
Ellas hablaban sobre la increíble donación que recibió la escuela y lo mucho que eso les beneficiaría a todos para mejorar su bateo. Ella, por su parte, se había enfocado en Miyuki, quien disfrutaba de molestar a los dos lanzadores de primero.
Unos meses atrás había dudado en convertirse en su novia porque era consciente de que todavía no se había conciliado con el pasado que la unía a Tatsuhisa Souh. Sin embargo, dio el paso para avanzar, para romper el estancamiento en el que permaneció desde finales de marzo del año pasado.
Llegar a Seidō, unirse al club de béisbol, relacionarse con aquellos enérgicos beisbolistas y dejarse llevar por su atracción hacia Miyuki Kazuya fueron los detonantes perfectos que le permitieron volver a ser ella misma, a reencontrarse con la persona que era antes del inicio de aquella primavera.
Estaba agradecida por lo que todos hicieron por ella sin siquiera ser conscientes de ello. Pero también se había sorprendido de sí misma, del rumbo que había tomado el gustar que lo inició todo.
Kazuya no había dejado de gustarle ni siquiera un poco. La atracción física que la arrojó a él seguía vigente con mayor fuerza que al inicio. No obstante, ya no sólo le gustaba, también le guardaba cariño.
Aquel cambio en sus sentimientos no fue perceptible hasta aquel domingo en que intentó animarlo tras abandonar la casa de su madre.
¿Cómo pudo pensar que aquella preocupación nacía de un básico gustar?
«Supongo que no es tan malo saber que me provoca algo más...».
Después de la comida los chicos se apresuraron a dirigirse al campo A. Aquella tarde tendrían un partido de práctica; una oportunidad para probar la alineación temporal que tenían en mente ambos entrenadores.
El equipo visitante era conocido por su buena ofensiva; característica deseable si buscaban poner a prueba a sus jugadores. Los pitchers tendrían que enfrentar a chicos que no temían batear lanzamientos malos. Y los bateadores lidiarían con la bola curva de su as.
Furuya abrió la primera entrada. Su slider vertical permitió acabar la primera ronda sin ninguna carrera cedida. El lanzamiento rompiente en descenso del pitcher rival logró un hit entre primera y segunda base.
Una carrera en la alta de la tercera entrada, un jugador en segunda base y el capitán y cuarto bateador, situado a la izquierda del plato de home, se preparaba para traer otra carrera para Seidō.
El roletazo de Kazuya no fue el causante de los gritos y murmullos de ambos equipos. La conmoción no se originó gracias a las habilidades del cuarto bateador, sino al animal que interrumpió el juego.
—¡¿Un gato?!
—¡¿Qué está haciendo ese gato en el campo de béisbol?!
—¡Qué alguien lo agarre!
«¡¿Change-up?! ¡¿Cómo llegó hasta aquí?! ¿Y si no cerré bien el cuarto antes de salir?».
El partido entró en pausa. No podían seguir con un pequeño animal yendo entre las bases; podrían herirlo de gravedad.
La minina maullaba. Estaba asustada y lo último que permitiría sería que alguien la agarrara.
Contrario a su nombre, la gata era rápida, grácil y con unos reflejos envidiables. Todo aquel que se le acercaba con intenciones de sujetarla terminaba agarrando el aire o estampándose contra el suelo u otro jugador.
Change-up era mansa. Todos quienes eran conscientes de su estadía en Seidō la habían acariciado. Mas ahorita, víctima del pánico, probablemente sólo accedería al contacto de Kazuya.
—¡Hay que evitar que trepe por el enmallado!
Miyuki se acercó cuando la vio escalando por el enmallado, aferrándose con sus pequeñas garras. Subir e intentar agarrarla era una locura casi tan grande como esperar por su descenso.
—¡Ya está muy arriba!
—¡Se está balanceando!
—¡Hay que traer algo para evitar que caiga!
El dicho popular aseguraba que los gatos siempre caían de pie. Pero, que los gatos tengan la capacidad para sobrevivir tras la caída desde una gran altura, no significa que siempre se levanten ilesos.
La minina no pudo resistir más tiempo y cedió ante la gravedad.
El maullido que emergió durante la peligrosa caída, pereció cuando el animal estuvo a salvo, en el guante del cácher.
«Eso estuvo cerca...», pensaba Kazuya asegurándose de que no volviera a escapar.
El entrenador demandó saber de dónde había salido aquel felino. Y todos mostraron su solidaridad aludiendo que lo habían visto cerca de los dormitorios, que quizás pertenecía a algún vecino de la zona.
—Sora —pronunció cuando la chica se acercó a él, aliviada de que salvará a Change-up.
—Descuida. Yo me haré cargo de ella. —Tomó a la gata en brazos. Ya estaba más calmada desde que Miyuki la atrapó—. ¿Tu cuarto estará abierto? —susurraba a su oído.
—Seguramente. Que por algo escapó.
—Aprovecharé que estarán centrados en la reanudación del partido para meterla.
—Te lo encargo.
Yūki se excusó alegando que devolvería el animal a sus dueños aprovechando que tenía placa con la dirección y número telefónico del dueño.
La escondió dentro de su sudadera y se apresuró a dejarla en la habitación del cácher. Y mientras le daba de comer y beber aprovechó para acariciarla.
—Eso fue muy arriesgado, Change-up. No debes darnos esos sustos.
La gata se estiró y se fue directo a la cama de su dueño. Se enroscó antes de dormir.
—¿Un reproductor de música portátil?
El aparato estaba a un lado de Change-up, por ello la pantalla se encendió cuando su pata se movió en su dirección.
—Es táctil.
La pantalla activada mostraba una canción en pausa.
—¿The Back Horn? ¿Será la banda favorita de Kazuya?
Pensaría en ello después. Ahora precisaba salir para evitarse más problemas.
El partido amistoso concluyó 3-1 a favor de Seidō. La charla de retroalimentación llegó después de la cena. Y las managers se despidieron a la salida del campus.
Sora caminaba sobre la calle Center Gai. El punto de encuentro era el establecimiento frente al club en el que Kishō tocaría esa noche.
Se miró al espejo. Su maquillaje no era excesivo; sólo necesitaba que la hiciera ver un poco más mayor de lo que era.
—Kadenokoji-san, buenas noches.
—Espero no hayas esperado demasiado.
—No.
Si algo tenía que reconocerle a ese hombre era su puntualidad y su impecable gusto al vestir.
—Andando.
Sora, siguiendo sus consejos, pudo entrar sin ser cuestionada por la identificación falsa que portaba.
—Es bastante amplio. —Nunca había estado en un club nocturno. Todo era nuevo para ella—. Oh, tiene hasta una zona para venta de bebidas.
—Busquemos un lugar donde sentarnos.
La oscuridad cobijaba a todas las personas que se habían reunido allí para escuchar al carismático vocalista que había hablado hacia el público agradeciendo su asistencia y apoyo.
Había sido testigo de sus mejoras y evolución. De cómo tocaba en algún parque o cerca de la estación; y lo mucho que luchó contra la opinión y prejuicios de su propia familia.
Si estaba en aquel escenario era porque se había esforzado y luchado para alcanzarlo. Merecía ese reconocimiento.
—Es su nueva canción —expresaba Kadenokoji—. Empiezo a creer que tu amigo es un romántico sin remedio.
—Diría más bien que tiene mucha gente a su alrededor que le cuentan sus anécdotas de amor y desamor —soltaba divertida—. Esta canción podría estar inspirada en un amor que no estaba destinado a ser...
Él disfrutaba de la canción. Ella solamente podía evocar un nombre cuando prestaba atención a la letra:
«Todo lo que queda son vestigios de los animados días que vivimos. Y se convierten bruscamente en cenizas».
La canción hablaba de un dulce primer amor y lo difícil del olvido. Mencionaba la culpa que persistía aún tras el rompimiento por los temas que quedaron sin resolver.
—Casi parece que Ki-chan se ha inspirado en mi primera relación para crear esta canción —soltó con humor y amargura.
—Si todavía no estás inmiscuida en una nueva relación no encuentro el problema... Toda relación maneja sus tiempos para el duelo.
Lo que ella sentía cuando evocaba su relación con Yū no era los momentos felices que pasaron juntos, su primer beso, los nervios que sintió por estrechar la mano de quien la hizo enamorarse por primera vez o su corazón roto cuando terminó con ella. No. Lo que él le despertaba era culpa.
Culpa por forzarse a sí misma a actuar libremente por temor a su rechazo y abandono.
