¡Buena tardes! Ya aparecí con actualización. Andaba perdida en otro fandom jeje. ¡Disfruten, porque see noss viene cremita de la buena!
*Guest: Gracias por leer y comentar mi historia. Ay, a mí también me va gustando cómo va cambiando y evoluciando el Bakayuki. Es, lamentablemente, un proceso lento; me saca de quicio muchass veces.
Untouched
El estadio Hanshin Koshien sería testigo del nacimiento de los campeones del invitacional de primavera. El camino sería largo y extenuante. Los treinta y dos equipos de cada prefectura y competencia regional eran poderosos rivales que no claudicarían. Mas todos ansiaban adentrarse en aquella feroz tormenta para domarla. Especialmente Seidō que había ganado un lugar en el torneo por primera vez en siete años.
Mientras varias escuelas regresaban a casa tras su corta participación, los jugadores más novatos mostraban sus grandiosas habilidades al público. La gente enloquecía ante las victorias, ante los lanzamientos increíbles y monstruosos de los pícheres. Y con el correr de los días el número de participantes se redujo.
Tras ocho días y duras batallas los equipos que conformarían los cuartos de finales fueron emparejados para su confrontación. Para continuar avanzando Seidō tenía que derrotar a Komadai Fujimaki. Superarlos era tanto una cuestión de orgullo como una forma de probar su mejora y crecimiento.
—¿Enfrió su hombro? —interrogó Kazuya.
La pregunta nació cuando escuchó la escandalosa despedida de quien sólo estuvo un par de minutos en el comedor del hotel previo a retirarse a su habitación.
—No lo iba a dejar escabullirse sin que lo hiciera —contestó Yūki, tomando asiento al lado del sosegado cácher.
—Se puede saber qué transportas en ese ridículo termo.
Sora debió seguir los pasos de Sawamura e irse a otra parte. No estaba pensando con claridad. Por ello compartía la mesa con Kuramochi y Miyuki. Y sentada entre esos dos irritantes chicos se lamentó el excesivo tiempo libre que poseían. Que no entrenaran más de dos horas diarias no era justificación para que la molestaran en cada oportunidad que tuvieran.
—Es café. La bebida de los dioses —señaló doblando los labios al acordarse de todo lo que ha tenido que soportar—. Para negarse como amigos, ustedes dos se han estado llevando muy bien durante el torneo. Todos estarán de acuerdo conmigo.
—¡Es la magia del torneo!
—Hasta los vimos intercambiando revistas deportivas.
—Kuramochi le cedió el último postre de la comida de ayer.
—Anoche estaban viendo un programa de comedia. Se rieron bastante.
Kazuya y Yōichi se giraron hacia sus compañeros de equipo que todavía permanecían allí platicando y jugando cartas. Era evidente que lo último que querían era que apoyaran con sus confesiones la conclusión de la mánager.
—¿Quién podría tener tan horrendo gusto para tener una cosa como esta? —Kuramochi se apropió del termo. Lo examinó detalladamente y continuó: —. Seguramente la misma persona que está saliendo con nuestro capitán.
—Pompompurin además de ser adorable posee una personalidad amable; expresa amor por la vida simple —dijo, arrebatándole su preciado regalo—. Descuida, en tu próximo cumpleaños puedo regalarte ropa interior con el rostro de Pompompurin. Así tendrás algo más que luchadores musculosos cubriéndote.
—¡No quiero atrocidades como esas!
El grito no fue lo importante, sino el sonrojo de sus mejillas.
—¡Y no uso ropa interior con estampados de personajes de lucha libre!
—No estaría tan segura de eso, Yōichi.
Nadie se perdería la prueba que condenaría al corredor más veloz de Seidō. Las fotos en ese celular demostraban que ella no mentía.
—¡¿C-cómo es que…?! —Un nombre cruzó por su cabeza. Debía tratarse de él—. ¡Sawamura!
Una mano sobre su hombro fue suficiente para que desistiera de levantarse. Obviamente ella no iba a dejarlo escapar.
—Miyuki, ¡dile a tu novia que me suelte! —exigía, retorciéndose como pez fuera del agua.
—Solamente te está sujetando del hombro —expresó antes de beber tranquilamente de su té—. Además, sería muy problemático que Sawamura se lesionara previo a enfrentar a Komadai.
—Yōichi —Lo llamó y él se tensó—, ¿te gustó el pastel que mi madre hizo para mí?
Los chicos no hablaban, sólo intercambiaban miradas. Estaban más atentos a lo que ellos decían que al programa que se presentaba en televisión.
—¿Pastel? No sabía que tu madre te había hecho uno.
—Pues qué extraño, ¿no? —habló, viéndolo de reojo—. Ese mismo día por la tarde escuché a Kanemaru-kun hablar de lo rico que estaba el pastel que muy amablemente compartiste con él y otros chicos.
—Entre más pronto hables, será menos doloroso —recomendó Kazuya leyendo el periódico.
— ¡Deja de fingir que estás leyendo! ¡Esa sonrisa burlona lo dice todo! —El apretón sobre su hombro adquirió un poco más de fuerza, advirtiéndole que cooperara—. Miyuki y yo vimos ese pastel en una de las mesas del comedor… ¡Entonces él me retó! ¡Me dijo que si me atrevía a llevármelo me contaría un secreto vergonzoso tuyo!
—Te dije que te lo llevaras, no que te lo comieras.
—Los dos son culpables en mayor y menor medida —departió para quienes no deberían lucir indignados—. Además, Kazuya no conoce ningún secreto vergonzoso mío, Yōichi. Te mintió desde el comienzo.
—¡Pequeño embustero! ¡No necesitamos un capitán para enfrentar a Komadai! ¡Zono y yo nos encargáremos de todo!
Los chicos suspiraron. No podían creer que disfrutaran tanto de hacerle esas jugarretas a la hermana de su ex capitán. Y por decisión unánime se dirigieron a Sora.
—Me disculpo en nombre de todos, Yūki-kun —expresó Shirasu con palpable arrepentimiento—. Si hubiéramos sabido que era tuyo nunca hubiéramos aceptado comerlo.
—Déjanos resarcir el daño —habló Watanabe.
—Ustedes dos deberían sentir vergüenza por hacerle esta clase de cosas —expuso Kawakami—. Es admirable la paciencia que les tienes, Yūki-kun.
—Cualquier otra chica ya les hubiera dejado de hablar —sentenció Kanemaru.
—Ey, ¡ustedes deberían de estar de nuestro lado! —replicó Kuramochi—. Y dicen eso porque no la conocen bien.
—¡Exacto! —apoyó Miyuki—. Pero, así como la ven, es una salvaje. Ha apaleado a innumerables chicos.
—Y se mete con nosotros cada vez que tiene la oportunidad. ¡No se dejen comprar por esa cara inocente que tiene!
—Es increíble lo que son capaces de decir para eximirse de la culpa. —Norifumi los castigó con una juzgona mirada.
—Si nuestro ex capitán los escuchara sentiría mucha decepción de ustedes. —Meazono se unió a la defensa de la mánager.
—Son muy amables por ayudarme, chicos —Yūki les dedicó una amplia sonrisa—. Cerca del parque donde entrenan hay una pastelería. ¿Qué les parece si vamos todos por alguna delicia? —propuso—. Deben comer algo rico previo a un gran partido.
Deliberaron en silencio la propuesta. Y respondieron con una entusiasta sonrisa.
—Había unos pastelillos muy apetitosos ayer.
—Será difícil elegir solamente uno.
—Vayamos de una vez para que estemos de vuelta para la cena.
El pequeño grupo se movilizó en compañía de Sora. Continuaban discutiendo sobre cuál era el mejor postre para ese día.
—De verdad se están yendo…—Era incredulidad lo que Yōichi mostraba en sus ojos.
—Los ha engatusado completamente…
—Con una facilidad aterradora.
El estadio rebosaba de aficionados. Ansiaban ver el desenlace del encuentro entre Seidō y Komadai. Disfrutarían de los monstruosos lanzamientos de sus ases, aguardando por quién de los dos se alzaría como el pícher más prometedor del invitacional.
Komadai Fujimaki defendió primero. La forma de lanzar dentro y fuera de Masamune Hongo era su fortaleza y una pesadilla difícil de confrontar para cada bateador que intentó alcanzar la primera base. Y como muchos advirtieron, Hongo no otorgó ninguna carrera.
Alta de la quinta entrada. Seidō estaba al bate. Buscarían fervientemente anotar una carrera y recuperar las dos que cedieron al comienzo del juego.
—¡Empiecen con el primero! ¡Avancen y dennos oportunidades! —gritó el capitán, motivándolos.
—¡Sí!
Masamune no estaba para divertirse jugando béisbol, había llegado para hacerse con la bandera de la victoria. Y esa insaciable hambre por ganar lo transformó en prácticamente un imbatible lanzador que ascendía al montículo para destrozar las esperanzas de sus rivales que no lograban ni un solo hit.
—¡El cuarto, Miyuki, va al bate!
Kazuya logró conectar la pelota dentro del campo de juego, moviéndose rápidamente a primera base. Y aunque Furuya consiguió otro hit fue sacado del juego; mas su sacrificio permitió a su capitán quedara en posición de anotar. Lastimosamente su último bateador fue ponchado.
—¡Hongo vuelve a blanquear a Seidō!
El público coreaba entre gritos al indiscutible vencedor. Komadai se encumbró con la victoria sin ceder ninguna carrera. Seidō aceptó la derrota, despidiéndose de Osaka con el amargo fracaso de ser incapaces de siquiera robarle una carrera a su rival. ¿Esa diferencia abismal de habilidades y potencial los abrumaría hasta aplastar sus espíritus o se levantarían una vez más para buscar la revancha en verano?
Su lucha concluyó, pero sus ansias por regresar ardían en cada corazón; tanto en los jugadores que jugaron en el Koshien como los que se limitaron a mirar y apoyar al equipo. Y esa fuerte convicción los haría trabajar más en aquello en lo que fallaron cuando buscaban la victoria del invitacional de primavera.
El comienzo del nuevo ciclo escolar también arrancó la cuenta regresiva de quienes cursaban su último año. Únicamente les restaba un verano para cumplir su sueño de ir a las nacionales.
—Es casi poético que ustedes dos continúen compartiendo la misma clase.
Sora los miraba. Ambos comían en silencio. En la azotea nadie los interrumpiría ni escucharía sus conversaciones.
—Por fin podré descansar de ti y los comentarios melosos hacia tu novio. —Kuramochi sonrió jubiloso—. Lo único que lamento es que Tatsuhisa esté en otra clase.
—Lo dices porque siempre le copiabas la tarea —compartió Kazuya—. Finalmente podrá estar en paz.
—Souh está en la clase 3-A junto a Maezono-kun —recordó—. Sacchin y Yui están juntas igualmente. Afortunadamente yo estoy en la clase 3-D, lejos de Miu. ¡Oh, sí! Hiji-kun, digo, Ayane terminó al lado de ella.
—Siento mucha pena por ti, Sora —escupió falsamente el corredor—. Te tocó la peor clase posible.
—¿Por qué lo dices? —indagó—. Esa clase no ha recibido ningún reporte.
—No le hagas caso. Solamente quiere divertirse contigo —dijo Miyuki con medio emparedado en mano.
—Bueno, con lo poco sociable que eres no creo que ocurra nada.
No iba a ofenderse por el comentario de Kuramochi porque era una verdad a medias. En su segundo año las interacciones con sus compañeros rozaron la banalidad; podría decirse que solamente Miyuki y él eran las únicas personas que existían para ella. Con Souh se trataba lo estrictamente necesario.
Y la nueva clase a la que se integró era un poco más ruidosa que la anterior. Solamente ella y un par más eran los nuevos miembros de la clase 3-D.
—Quizás no conozca a nadie, pero por lo menos no está aquella chiflada que cree que soy su eterna rival académica.
Otro problema que conllevaba no conocer a nadie era encontrar alguien con quien formar un equipo.
—¿Por qué todos los trabajos tenemos que realizarlos en equipo? ¿A dónde queda la independencia estudiantil? —musitó.
Los dos ajenos a la clase 3-D hicieron equipo. Y eso la presionó a buscar un estudiante que estuviera libre y prácticamente rogarle para que aceptara colaborar con ella.
—Este grupo tiene un número par de alumnos. Es imposible que no quede emparejada con alguien… La cuestión es que no veo a esa persona. ¿Y si no vino?
Otra inspección más detallada la llevó hasta la primera fila. En el quinto asiento encontró a un chico ajeno a la dinámica impuesta por el profesor. Se acercó, mirando accidentalmente por encima de su hombro; leía «El Gato que amaba los libros».
—Buenos días. Disculpa que interrumpa tu lectura —habló, mas no hubo respuesta.
Un par de suaves toques sobre su hombro le dieron mejor resultado. El absorto muchacho finalmente la notó.
—Quería saber si tienes compañero de equipo.
El joven de cabello castaño canela levantó su atención hacia ella. El cerúleo de sus ojos estaba enmarcado por el desconcierto. Ambos eran un desconocido para el otro.
—Mi nombre es Yūki Sora —conversó para cortar el silencio—. Soy nueva en esta clase.
—Soy Murase Takahiro. —Se presentó cortésmente—. Y referente a tu pregunta, no tengo equipo aún.
—¿Entonces te gustaría hacer una dupla conmigo?
—¿Dupla?
Sora quiso estamparse la frente cuando se percató de que empleó el término equivocado. No estaban tratando un ámbito deportivo.
—Lo siento, no es lo que quería decir… Hablaba de formar un equipo para realizar el proyecto que el profesor nos encargó.
—Me parece bien.
—¿Qué tal si elegimos el proyecto para irlo empezando?
Él asintió. Ella aprovechó que el puesto frente a él estaba desocupado para sentarse.
—Podríamos realizar un indicador de pH casero —sugirió Murase—. O demostrar que la batería de un celular se carga con energía solar utilizando un panel de 5V… Quizás fabricar algún jabón antiséptico.
No era su aportación de ideas lo que la dejó callada, sino lo interesantes que sonaban esos proyectos. Podría considerarse afortunada de encontrar a un chico tan competente para ser su pareja de equipo.
—Tengo más ideas por si esas no te convencen, Yūki-kun.
—Revisémoslas y decantémonos por la que nos asegure la nota más alta.
Los nuevos miembros del equipo de Seidō no solamente debían aclimatarse al feroz entrenamiento a nivel preparatoria, también necesitaban ser conscientes de la actitud y la postura con la que practicaba el equipo. La experiencia que cargaban sobre sus espaldas sería necesaria para todos. Buscarían y sentirían en carne propia el tipo de béisbol que querían jugar.
Con esa expectativa creciendo dentro de ellos se mantuvieron de pie en las gradas, observando a sus compañeros de equipo, siendo testigos de cómo levantaban el vuelo en el Torneo Metropolitano de Béisbol de Primavera de Tokio.
El segundo partido de la tercera ronda inició. Eigen poseía un pícher con una veloz bola rápida que buscaba acorralar a los bateadores de Seidō. Mas Kominato no estaba dispuesto a caer. La pelota cayó entre la zona izquierda y el centro.
—¡El corredor en segunda base, Kuramochi, está corriendo hacia home!
—¡Y Seidō anota otra carrera!
La buena racha alcanzó al cuarto bateador. Miyuki Kazuya logró un golpe directo al marcador trasero. Un jonrón para el capitán y otro impulso para el equipo.
—¡La alineación de Seidō está imparable!
La diferencia en el marcador era muy alta. Eigen tenía diez carreras de desventaja. Motivo por el cual se anunció un cambio de jugadore. Su rival tomó la misma decisión.
—Anuncio de cambio de jugadores por parte de Seidō. Maezono-kun sustituye a Yamaguchi-kun como primera base. Tatsuhisa-kun reemplaza a Kanemaru-kun como tercera base. Y el pícher Kawakami-kun es sustituido por Sawamura-kun.
La audiencia no estaba nada contenta con la elección del entrenador. Todos querían ver a Furuya y sus lanzamientos de más de 150 km/h. Eijun ignoró la decepción del público, centrándose únicamente en el guante de Miyuki. Sus bolas rápidas eliminaron a los tres bateadores tras subir al montículo en la séptima entrada.
—Sawamura lo está haciendo bien, ¿no? Ahora ya puede conectar con la bola —soltó Miyuki con el bate apoyando en su hombro.
—Sí. Puede batear si lo hace desde la posición de toque —comentó Kuramochi sonriente.
—Esos dos van con todo, eh.
Miyuki no era el único que notó cómo Maezono y Yamaguchi se entregaban ferozmente para mejorar su swing.
—Está en el aire quién de los dos estará ahora en la alineación inicial para el próximo partido. —Yōichi sonrió victorioso. No temía por su posición dentro del primer equipo.
—Si te confías demasiado podrías llevarte una desagradable sorpresa —dijo Sora. Había llegado junto a Umemoto.
—Será una competencia encarnizada. —Sachiko pasó de Kenta y Ken al jugador inesperado del invitacional—. Tatsuhisa también está en busca de una posición.
—Su precisión mejoró tanto como la de Maezono —aceptó Kazuya—. Aunque tuvo dificultades contra Hongo, mantuvo la concentración.
—Yakushi fue aplastado por los increíbles lanzamientos de Narumiya-kun —comentó Umemoto—. Por lo que necesitamos jugadores con altas posibilidades para anotar.
—Tu hermano menor es muy intenso —expuso Kuramochi.
—¡Está ansioso por jugar y batear! Se esforzará por ascender. Así que pónganse a trabajar.
—Tan propio de una hermana mayor que está orgullosa de su hermanito. —Sachiko estaba conmovida.
Kuramochi y Miyuki rieron.
—Estuvo abanicando durante las vacaciones de primavera. Obviamente querrá mostrar los resultados de su entrenamiento.
—¡Qué hermana mayor tan entregada! —Yōichi la codeaba desafiando su buen humor.
—Él no le tiene miedo a nada, ¿verdad? —Umemoto estaba admirada de lo cínico que era.
—La verdad es que le gusta ser maltratado. Es así como percibe el cariño.
—¡Idiota!
—¿Sabían que Yōichi tiene un lado caballeroso? —pronunció Sora, viéndolo—. Lo ven con ese aire pandillero, pero en el fondo es alguien dispuesto a ayudar a una dama en apuros.
—¡¿D-de qué estás hablando?!
—De la nueva profesora que les da clase a los de segundo año —aclaró—. Eijun-kun te vio llegando a su salón cargando con un gran bonche de hojas. Y no fue la primera ocasión.
—No debiste abrir la boca si no estabas listo para que ella te la devolviera. —Miyuki abrió los labios en una sonrisa maliciosa.
—¡Sawamura, voy a asesinarte ahora mismo! ¡¿De qué lado estás?! ¡Ya te dije que no le cuentes nada a Sora! —gritó antes de ir por el causante de todos sus males—. ¡Y todavía no te hago pagar por mandarle esas fotos!
—Haruno también me habló sobre esa maestra. Muchos chicos están embobados con ella porque es bonita, amable y bastante alegre.
—Su nombre es Amamiya Akemi, ¿no? —preguntó Sora a su amiga.
—Sí. Imparte Lengua Japonesa.
Ellas cambiaron de tema, centrándose en el próximo juego que tendrían contra Houdai. Miyuki se quedó atrapado en aquel nombre. Para ellas era una nueva profesora que llegó a Seidō, mas para él era la hermana mayor de quien consideró como una amiga cercana en el pasado; quien también poseyó el título de novia.
Habían transcurrido más de dos años desde que se despidieron frente a la entrada de su casa. Ella se fue a vivir a Akita con su familia, dejando atrás a Tokio, a sus amigos y a él. Y él vino a Kokubunji para formar parte del equipo de béisbol de Seidō para crecer como jugador.
«Entonces, ¿ella ha regresado a Tokio también?».
Ninguno de los dos había cambiado su número telefónico ni su correo electrónico desde que se dijeron adiós. Y, sin embargo, los cuantiosos mensajes que intercambiaron en sus primeros meses en Seidō fueron decayendo. Pasaron de escribirse una vez al día a cada tercer día hasta que esos textos se detuvieron. Él estuvo cada día más ocupado y ella lidió con una nueva ciudad, con nuevas personas.
Al final la distancia y sus ocupaciones los convirtieron en meros conocidos que ni en sus cumpleaños se enviaron felicitaciones.
—Kazuya, ¿sucede algo?
—Ah, no. En lo absoluto.
—Deja de bobear y ve a salvar a Eijun-kun. Yōichi lo sigue persiguiendo alrededor del campo.
—Es tu culpa el que esté en apuros. Lo convertiste en tu espía.
—No me tientes, Kazuya. Podría persuadir a Okumura-kun —advirtió sonriéndole.
—Iré a ayudarlo. Pero no porque le tenga miedo a tu amenaza, eh.
El encuentro entre Seidō y Houdai llegó. Furuya luchó por mantener el control de sus lanzamientos pese a que permitió que múltiples corredores llegaran a las bases desde la primera entrada. Mas gracias a la gran ayuda de los jardineros las pérdidas se redujeron.
Con el cuarto bateador anotando varias carreras los ánimos se calentaron. Meazono que regresó a la alineación principal finalmente consiguió una larga y esperada carrera impulsada. Sin embargo, no fue el único que recibió la atención del público. Kominato y Tatsuhisa cumplieron con su parte.
Los lanzamientos de Satoru se estabilizaron gradualmente y Houdai fue derrotado en un juego por decisión. Empero, los juegos clasificatorios continuaron.
—¿Qué es lo que te tiene tan pensativa? —preguntó Tetsuya una vez que salieron de la tienda de conveniencia—. ¿Te has peleado con Miyuki?
—No me he peleado con él, hermano. —Sacó una lata de café frío de su bolsa y la abrió—. Únicamente estaba pensando en lo que me dijo Sae hace unos días. Aunque me reconforta saber que Ki-chan está fuera de la ciudad.
—Le pediré a Masa que te espere para que regresen juntos.
—Masa siempre anda a su ritmo, Tetsu. No lo molestes con eso. —Sorbió su café. Sabía tan delicioso—. ¿Sabes lo que me dijo su primer día estando en Seidō?
—¿Que solamente puedes consumir café una vez a la semana?
—Eso me lo diría nuestra madre…—suspiró—. Me dijo: «Regresaré a casa antes. No te quedes tan tarde con nuestro capitán».
—Hizo lo correcto —asintió—. Miyuki debe descansar apropiadamente. No está bien que perturbes su descanso. Siempre pueden hacer cosas de novios en la escuela.
—¡¿Cómo que cosas de novios?! —replicó—. Ya ni siquiera vamos a la misma clase.
—Conque esa es la razón por la que has estado tan irritada desde que inició el curso escolar —dedujo, acariciando su mentón—. Es porque lo extrañas.
—No es por ese tonto —bufó—. Es por los miembros de mi clase.
—¿Tu clase? ¿Alguien te está molestando?
Pudo sentir esa aura combativa alrededor de Tetsuya. Siempre se ponía así cuando sentía que ella estaba en problemas.
—Nadie se está metiendo conmigo —señaló antes de terminar su bebida—. Más bien mis compañeros son muy estrambóticos, exceptuando claro está, a Murase-kun.
Kuramochi había tenido razón desde el comienzo. Fue su culpa por no creerle.
—Hay miembros del club de periodismo, de teatro, de fotografía, de artes, de música, convergiendo en el salón… Solamente se llevan entre miembros del mismo club y siempre están compitiendo con los demás. Es como un campo de batalla.
Un fuerte dolor de cabeza es lo que conseguía después de acabadas sus clases.
—Si eso no fuera suficiente…los que son del club de periodismo siempre me preguntan sobre la vida personal de los chicos y mi relación sentimental con Kazuya. Entre los de teatro hay una chica que me ha dicho que mi cabello es muy bonito, que estaría bien que donara un poco para fabricar una de las pelucas que requieren para su siguiente obra…
—Por eso has ido estos días a la escuela con el cabello recogido.
—Jamás pensé que diría esto, pero extraño a ese par y al resto de la clase del 3-B. —Lamentarse es lo que hacía desde que descubrió cómo eran sus compañeros—. Mi estabilidad mental y mi cabello peligran ahí. No sé cómo Murase-kun ha soportado los tres años con ellos.
—Parece que has hecho una nueva amistad.
—Lo considero más un aliado académico. No sólo es listo, sino también responsable y meticuloso. Trabajar con él es muy sencillo. ¡Ya obtuvimos una nota perfecta con nuestro proyecto de ciencias!
—También he visto que Miu viene seguido a visitarte junto a Hiji.
—Todavía sigue dolida porque no hicimos nada por mi cumpleaños. Y que tampoco haya sido invitada a lo que me hicieron en Seidō no mejoró la situación.
Estaba bastante agradecida de haber desaparecido por varios días de la ciudad. Así no tuvo que buscarse un pretexto para escapar de la fiesta orquestada por su madre. Lo único que se lamentaba era que Kuramochi se comiera su pastel junto a algunos compañeros de equipo.
—Mamá comentó que has empezado a llevarte con una nueva chica.
Se detuvieron frente al parque infantil que visitaban en compañía de sus padres cuando eran unos niños pequeños. Los juegos eran los mismos, mas sus brillantes colores se habían opacado.
—Tiene un perro muy juguetón. Y su chinchilla es adorable.
Recibió un mensaje en Line. Justamente de la persona de quién hablaban.
—Me escribe casi todos los días. A veces me manda fotos de sus mascotas o de las prendas que está elaborando —relató—. Es muy buena confeccionando ropa.
—Deberías invitarla un día a la casa. O hacer una reunión sólo para chicas.
—No sé si sea adecuado... Todas tienen gustos muy distintos. Podría suscitarse un silencio incómodo.
—Nada pierdes intentándolo.
Sora a veces se preguntaba por qué la empujaban tanto a conocer nuevas amigas. Es como si pensaran que requería de una amiga cercana para dejar de lamentarse y sufrir por la pérdida de su mejor amiga.
Aunque encontrara a alguien con quien congeniara tanto todavía seguiría recordándola ocasionalmente.
—Sabes que lo hacemos porque estamos preocupados por ti —expresó Tetsuya acariciando la cabeza de su hermanita—. Andando. Regresemos a casa.
Los colores, las lentejuelas, los diseños tanto bonitos como atrevidos. Toda esa tela transformada en una obra de arte la atraparon desde el primer vistazo. Admiraba lo bien que lucían esos portentosos vestidos sobre las pieles que los portaban con vanidad y arrogancia. Las joyas, el maquillaje y los tacones engrandecían más el conjunto, lo transfiguraban en un todo imposible de ignorar.
Ella había sido víctima de su malicioso encantamiento. Conjuro que se rompió cuando la última bailarina abandonó el lustroso piso de madera. Sin embargo, continuaba maravillada por lo que presenció.
¿Cómo es que lucían tan hermosas y vibrantes danzando al compás de la música?
—Eres muy transparente cuando algo te gusta.
No estaba sola. La persona que también formó parte de aquel alucinante y colorido baile, regresó. Ya no usaba su elegante y costoso traje negro, pero sí conservaba su cabellera peinada hacia atrás.
—Los vestidos me han gustado mucho desde pequeña… Aunque jamás me he puesto unos como los que usaron esas chicas. Eran increíbles.
—Cada bailarina decide el color y el estilo. Hay mucha libertad creativa en ese aspecto —explicó Kadenokoji—. Lo importante es que se sienta cómoda, que pueda expresarse a sí misma sin cohibiciones.
—Siento que esas chicas ya lo hacen lo suficientemente bien.
—Lo hicieron bien. Sin embargo, aún pueden mejorar.
—Es muy estricto. No lo digo yo. Los he escuchado antes de irme.
—Con mano suave no van a pulir sus habilidades.
Sora se quedó callada. Esa noche no eran los únicos que todavía permanecían en aquel salón de baile. Una de las jóvenes que participó los encontró. Por cómo la sondeó supo que quería que se fuera.
—Si me disculpan, yo…
Su hombro recibió su mano como una señal de que no tenía que marcharse.
—¿Qué es lo que necesitas? —preguntó educadamente.
—Quería saber si te encontrabas disponible este sábado por la noche.
—Si es para practicar, con mucho gusto. —Sonrió suavemente—. Si es por un tema más personal, tengo que declinar tu oferta.
Yūki elogió su comunicación asertiva. La chica no se sentía igual hacia su rechazo y terminó marchándose.
—No la conozco y ya me aborrece —comunicó Sora con guasa para aminorar el ambiente—. Parece que sí es cierto eso de que dicen que a veces la gente te odia sin motivo aparente.
—Seguramente se le ocurrió que entre tú y yo pasa algo.
—Igualmente está saliendo con…—Su boca indiscreta fue bloqueada por sus dos manos.
Se había dejado llevar por el momento sin pensar que su comentario podría ser muy impertinente. No tenía por qué mencionar su vida privada como si fueran tan cercanos.
—Ah, me disculpo por lo que dije, Kadenokoji-san.
Su madre tuvo razón en decirle que a veces debía pensar antes de hablar.
—Despreocúpate —Abrochó su reloj de pulsera y sacó su teléfono celular—. Igualmente, ya terminamos.
Colapsó. No sabía qué decir o qué hacer. ¿Le daba sus condolencias? ¿Lo reconfortaría diciéndole que hallaría a una mejor persona en el futuro?
—No tuve el gusto de conocerlo apropiadamente —Sintió esos ojos almendrados y tragó saliva dolorosamente—. O sea, físicamente hablando quizás sí lo conocí. Mas no como persona, como ser humano… Seguro tenía un gran corazón.
Quería una máquina del tiempo y rebobinarse a sí misma para no escupir esa sarta de incoherencias. Mas sólo podía darle la espalda para esconder sus rojas mejillas y el bochorno de su pecho tras recordar la escena tan comprometedora que lo hizo conocerlo a él y su ahora actual ex pareja.
«¡Sora Yūki, cállate ya! ¡Te estás hundiendo sola!».
—Ciertamente lo conociste esa noche.
Con rigidez fue girándose hacia él. Quería gritar ante el pánico y la vergüenza. Quizás de esa forma olvidaría que vio semi desnudo a la pareja de alguien mientras intentaban consumar su momento más sagrado e íntimo.
—Finalmente fue culpa de ambos. De él por sugerirlo y yo por aceptarlo —exhaló.
—Es entendible. Por eso uno termina en un sótano descubriendo que existen otros placeres terrenales…
Oficialmente se saboteó a sí misma. Y nada de lo que dijera borraría su confesión.
—Yūki, eres menor de edad, ¿no es así?
—Sí, un poquito…—balbuceo.
—No hice hincapié en eso para satanizar lo que hiciste con tu pareja —aclaró rápidamente—. Únicamente me tomaste por sorpresa.
Ella era la más asombrada de los dos. Le expuso un secreto íntimo tan deliberadamente.
—Mientras sea consensuado y se cuiden, no debería de existir ningún problema.
Si ella hubiera confesado aquel hecho a sus padres, ¿la habrían reprendido con severidad? ¿Le dirían que todavía era muy joven para que intimara con un chico? Cualquiera que fuera su reacción no sería ni cercana a la que Kadenokoji le entregó.
Él parecía poseer una perspectiva totalmente diferente para esos temas. Y quizás para muchos otros más.
—No llegamos tan lejos...—susurró muy abochornada—. Siento estar contándote esto... Una cosa llevó a la otra.
—Pensar que todo comenzó gracias a esa chica.
—Igual no iba a tener ninguna oportunidad —afirmó Sora ya más recompuesta—. Mientras no sea insistente no debería importar mucho la rabieta que hizo.
—Esperemos que la edad haga lo suyo.
—Ahora sí tengo que irme a casa. Nos vemos hasta la próxima semana.
—Te llevaré.
A Sora se le iluminó el rostro mientras asentía.
—Inesperadamente te gustó bastante viajar en moto.
—¡Es que es muy divertido! Se siente bien esa velocidad y el viento golpeando tu cara.
—Pues vayámonos de una vez.
La casa estaba completamente sola como era habitual. Sus padres continuarían en el restaurante hasta entrada la media noche y sus hermanos estarían practicando béisbol.
Tras cenar y bañarse se recostó sobre su cama. Estaba agotada entre la escuela, las actividades del club y el trabajo a medio tiempo que tenía ocasionalmente con Kadenokoji.
—Será mejor que haga esa reunión o Tetsu volverá a mencionarlo.
Creó un grupo en Line y fue agregando a cada una de las chicas que tendrían que convivir bajo el mismo techo en una noche de pijamada.
—Rogaré para que no sea un caos y todas puedan llevarse bien.
Rodó sobre su cama. Estando al borde vislumbró el paquete que no percibió al entrar. Estaba sobre su mesita de noche. Seguramente lo recibieron y lo dejaron en su habitación.
—¿Y esto?
El paquete pesaba. No traía remitente, pero sí la dirección de su casa.
—¿Quién se supone que lo envía? Está dirigido para mí.
El sonido de los mensajes que se amontonaban en la pantalla de su celular era insuficiente para causar molestia o atención. Sus oídos se habían sumergido en lo profundo del mar. Y su corazón dolía. Dolía por los latidos acelerados. Dolía por esos fragantes tulipanes amarillos. Empero, le dolían menos que aquella fotografía hundida en el fondo de la caja.
Dicha. Cariño. Promesas. Sentimientos sinceros. Un instante que se conservaría únicamente en papel. Un recuerdo que ya no tenía permitido añorar.
—¿Qué clase de broma de mal gusto es esta?
Sonreía para que su voz no temblara, para que sus ojos no se precipitaran en gruesas y calientes lágrimas. Mas ese gesto amargo se fracturó despedazando aquella foto, arrojando esas flores de primavera al bote de basura.
Si tan sólo pudiera deshacerse de todo lo que se despertó dentro de ella.
—Si has sido tú quien se ha atrevido a mandarme esto, lo lamentarás… ¡Juro que te arrepentirás!
Tuvo que advertir que su día estaba lejos de ser perfecto. Apagar su propia alarma fue el primer paso que dio rienda suelta a su catastrófico día. Lo siguiente fue enfrentar el castigo por llegar hasta la segunda clase. Y a su lista de desaciertos se anexó soportar las interpretaciones dramáticas de los miembros del club de teatro y el comprar algo en la cafetería porque olvidó su propio almuerzo.
Mordía su pan relleno de curri, concentrándose en la plática que Kuramochi compartía con Maezono. Hablaban de los villanos más poderosos del mundo Marvel. También atendía ocasionalmente a lo que decía Kawakami; él parecía inclinarse más hacia el mundo DC. Kazuya, quien estaba a su lado hacía predicciones junto a Watanabe sobre el desenlace del futuro juego entre Teito y Ugumori.
Todo era en apariencia, normal. Se trataba de un grupo de chicos disfrutando su almuerzo en el comedor. Probablemente el que ella fuera la única chica entre un montón de beisbolistas era el motivo por el que había ojos indiscretos y susurros descarados; o tal vez aquel misterioso paquete estaba despertando su lado paranoico.
—¿No nos están mirando demasiado? —Norifumi no era el único que se sentía observado.
—Puede que se deba a que estoy con ustedes —habló Sora.
—¿Por qué serías tú la culpable, Yūki-kun? —Hisashi no encontró un motivo para ello.
—Que una chica esté rodeada de tantos varones es… cuestionable. —Es lo que su abuela siempre le repitió.
Ellos no comprendían su punto. Tal vez tanto béisbol había atrofiado cierta área de su cerebro.
—Únicamente estamos almorzando y platicando —alegó Kenta.
—La gente no siempre lo verá de esa forma —suspiró—. Igualmente me tiene sin cuidado. Estoy acostumbrada a ello.
—¿Qué es lo que miran? ¡¿Eh?! —resopló Kuramochi hacia los chismosos—. Aquí no hay ningún espectáculo. Sigan comiendo.
El aire intimidante que envolvía ocasionalmente a Yōichi era lo suficientemente efectivo para que se metieran en sus propios asuntos. No por nada había sido un pandillero en sus años de secundaria.
—Así se habla —felició Kawakami.
—Es lo que un hombre de verdad haría —ponderaba Maezono.
—Lo que se supone debías hacer tú, idiota —reprendió Kuramochi al silencioso cácher.
—En el fondo eres un gran caballero, Yōichi. —Lo palmearía si no estuviera Miyuki entre ambos—. La vida te lo recompensará con buenas notas.
—¡Yo no quiero eso!
—Las necesitas. Tu promedio escolar del año pasado apesta —comentó Miyuki oportunamente—. Rei-chan te tiene en su lista de estudiantes que requerirán refuerzo en el estudio.
—Oí que Sawamura y Furuya también están ahí —mencionó Kawakami—. Me alegra haberme preparado para los exámenes.
—Kazuya, tu nombre también estaba. Debiste esforzarte un poco más en los exámenes finales —dijo Sora, mirándolo—. Inclusive el de Maezono-kun… Eso sí, los peores parados eran Yōichi y Eijun-kun.
Sora sonrió divertida. Los dos que la conocían mejor sintieron un violento escalofrío.
—Puedo ayudarlos a estudiar cuando se lleguen los exámenes —expresó cantarina—. Ya cuento con experiencia enseñando a otros.
—Nos explotaste —reclamó Miyuki.
—¡Casi nos vuelve locos!
—Quedaron dentro de los primeros cien puestos. De nada.
Kazuya y Yōichi exteriorizaban los traumas que arrastraban desde el día en que su ex capitán la convirtió en su tutora particular. Sora los escuchaba con una expresión aburrida. Los demás rieron ante lo quejosos que ese par se volvieron.
—Espero estén preparados para mi próximo curso intensivo, chicos. —Les sonrió frescamente—. Traeré un montón de frutos secos para la memoria y la concentración.
La sala de profesores continuaba pintada con aquel tono beige que armonizaba apropiadamente con los muebles caoba, las plantas sintéticas y los cuadros que retrataban a todos los ex directores del plantel. Era como si el tiempo se hubiera estancado; y, sin embargo, ya habían pasado casi tres años desde que entró ahí por primera vez.
Ignoró las conversaciones casuales de los demás profesores y se concentró en encontrar a Takashima. Quedaron de irse juntos al campo de entrenamiento.
La halló. Estaba acompañada, platicando alegremente con la nueva profesora.
—Miyuki-kun, lo siento. Perdí la noción del tiempo —dijo Reí una vez que en su campo visual entró el cácher—. Me tendrás que disculpar, Amamiya-kun.
Cualquier duda que tuviera de que se trataba de ella, se disipó.
Ahí estaban esos amigables ojos avellana resaltando aún más gracias al castaño claro cenizo de su larga cabellera. Seguía siendo tan bonita y elegante como la recordaba.
—¡Realmente eres tú, Kazuya-kun! —exclamó Akemi entre incrédula y feliz—. Tanto tiempo sin verte. ¿Cómo has estado?
—¿Ustedes dos se conocen? —interrogó Rei.
—Vivíamos en el mismo vecindario. Mi hermanita y él eran buenos amigos. Por lo que nos conocemos de algunos años.
Kazuya pudo sentir la miradilla de Rei ante aquel inesperado descubrimiento. Obviamente lo molestaría con ello más adelante.
—Me da mucho gusto volver a verte. —Le sonrió dulcemente—. Seguramente estás haciendo un gran trabajo como cácher.
—No sólo es un grandioso cácher, sino también el capitán de nuestro equipo —añadió Takashima.
—Sin duda tiene que ser un gran elemento para todo Seidō.
Kazuya tomó asiento. Sabía que su reciente plática demoraría. Akemi era de esa clase de personas que solía agradarle a la mayoría de la gente con las que hablaba. Por eso siempre se le veía hablando con alguien. Una persona en extremo extrovertida.
«Todavía estamos a buena hora».
—Cuídate, Takashima-kun. Nos vemos mañana.
La despedida de Amamiya era la luz verde que él buscaba.
—Tú también, Kazuya-kun —señaló para el muchacho que estaba ya a un lado de la profesora de inglés—. Estoy segura de que a Shio le hará mucha ilusión volver a verte.
—Entonces significa...
—Mi madre consiguió un nuevo trabajo aquí en Kokubunji. Por lo que Shio y yo nos mudamos junto con ella.
La posibilidad que emergió cuando supo que ella estaba en Seidō, se cristalizó. Sin embargo, no sabía cómo sentirse ante la noticia de que una vieja amistad estuviera de vuelta.
¿Se hablarían con la misma familiaridad y cordialidad que cuando compartieron vecindario? ¿Cuánto habrán cambiado desde su despedida?
Se deshizo de esas interrogantes y sonrió al imaginarse la reacción que Mei tendría al enterarse de que Shio regresó.
—De modo que esa niña que siempre estaba en los partidos de Miyuki-kun es tu hermanita.
—A Shio le gusta mucho el béisbol por nuestra madre. Por lo que fue inevitable que ellos dos hicieran una linda amistad.
Shio dedicó una tarde entera a hablarle sobre la carrera de softbol de su mamá. Estaba tan orgullosa de ella.
—Rei-chan, me adelantaré —expresó Kazuya como despedida—. Espero que Sawamura se comporte este día.
No fue al escandaloso lanzador al que se topó en la entrada del plantel, sino a su novia. Escribía en una pequeña libreta, contando algo con los dedos de su mano izquierda. Él, malicioso, se acercó desde atrás para asustarla. Lo logró.
Él reía fuertemente. Ella recogía su libreta de espiral, maldiciéndolo silenciosamente.
—Llegarás tarde.
—Tú también —dictaminó ella guardando su libretita en su mochila—. Vámonos ya.
El trayecto hacia los dormitorios era muy corto, pero era la oportunidad perfecta para que ella le expusiera sus dudas.
—Kazuya, ¿habría algún problema si invito a tu prima a una noche de chicas?
—¿Te refieres a Maiko?
—Sí.
«Sé que esa noche se fueron a cenar… Mas no esperé que fuera tan bien como para que Sora quisiera invitarla a dormir en su casa», pensó Miyuki.
—¿Entonces estará bien que lo haga?
—¿Por qué me lo preguntas? Si quieres hacerlo, adelante.
—Te consultaba porque es tu prima. Y también porque a esa pijamada irán las managers…y Miu. Y cuando ella conozca su relación no la dejará en paz.
Miu Hayami era la chica que le rompió el corazón a Kuramochi. La amiga de su novia que no guardaba ninguna simpatía alguna hacia él. La misma que aprovecharía la oportunidad de tratar a su prima para sonsacarle algún dato que pudiera arrojarle en la cara cuando el momento lo ameritara.
—Bastará con que Maiko no revele que somos primos.
—La llamaré para que elaboremos nuestra coartada. Debe sonar convincente para que nadie cuestione el porqué fue invitada —asentía con cada punto dado—. Tenemos fotos de lo que comimos en el café de Sanrio. Eso nos dará más credibilidad.
—N-no creo que sea necesario que hagas todo eso…
—Eso dices porque no la conoces, Kazuya. —Apretó el puente de su nariz y exhaló—. En cuanto sospeche de Maiko no se detendrá hasta estar satisfecha.
Nunca cuestionó las amistades de otras personas. No obstante, no infería cómo es que Sora se hizo amiga de alguien tan controversial como lo era Miu Hayami. Ni siquiera vino a visitarla cuando la trasladaron a Seidō, pese a que sabía que estaba a un par de salones de distancia. Y lo que acababa de escuchar solamente lo hacía preguntarse por qué seguía conservando su amistad.
En retrospectiva, el hermano mayor desempeñaba mejor su papel de amigo que su propia hermana menor.
—De cualquier forma, me encargaré de que Miu se comporte.
La relación entre Sora y Miu le dejaban ver a Miyuki que las interacciones sociales eran mucho más complejas de lo que él creía.
—Hola, chicos. ¿Listos para el entrenamiento?
Ya estaban frente a los dormitorios. Algunos chicos ya se habían cambiado para el entrenamiento de la tarde. Otros más iban saliendo de sus cuartos.
—Date prisa o serás regañado. Yo me marcho porque hoy Akane y Ana están bajo mi tutela.
Los chicos tosieron, fingiendo que no vieron cómo su capitán se paralizaba ante el beso que su cínica novia robó de sus labios.
—La hermanita de nuestro ex capitán es cosa seria...—soltó Kanemaru.
—Reacciona, idiota. —Pateó el trasero del abochornado cácher.
—Miren sus mejillas, ¡están rojas!
—Pasó igual el día que le celebramos su cumpleaños.
—Solamente que ese día también lo abrazó.
—¡Está todo apenado!
—¡Qué no lo estoy! ¡Ya váyanse a entrenar!
Miyuki se dirigió hacia las escaleras, esforzándose en ignorar los comentarios de sus compañeros de equipo. Ellos al verlo aún más sonrojado se echaron a reír.
