Los personajes son propiedad de Rumiko Takahashi y la historia está escrita sin fines de lucro.

― ¿Ya estás lista, hija? –preguntó la señora Aiko, afuera de la habitación de su hija-.

― Sí, mamá –respondió Akane-.

La señora Aiko deslizó la puerta de la habitación para entrar. Al verla, sonrió y le dijo:

― Te ves muy hermosa, pequeña.

― Gracias, mamá –dijo, sonriendo levemente-.

― Se ve que tu prometido te quiere mucho... no escatimó gastos para mandar a traer ese yukata tan fino y caro solo para que lo uses esta noche.

― Sí, tienes razón, mamá... aunque, yo le pedí que no lo hiciera.

― Es un buen muchacho... estas semanas se ha portado muy bien contigo, ¿no es así?

― Sí, pero, no sé... hay algo que no termina de convencerme.

― Ay, hija, es que, tú jamás habías tratado tan detenidamente a un chico, por eso te sientes así –dijo sonriendo, la señora Aiko-.

― ¿Crees que llegue a enamorarme de él?

― Estoy segura que así será... así nos ha pasado a la mayoría de mujeres de este pueblo, casi ninguna se ha podido casar por amor, pero, bueno, al pasar el tiempo, eso cambia...

― Yo no lo creo –dijo la señora Cologne, entrando a la habitación- yo jamás llegué a enamorarme de mi esposo.

Akane rio al escuchar a su abuela y la señora Aiko le dijo, negando con la cabeza:

― Suegra, por favor, no diga esas cosas –después, se dirigió a Akane y le dijo:- estoy segura que tú sí te vas a enamorar de tu futuro esposo, cariño, además, van a tener algunos años para poder convivir antes de casarse, porque vendrás a visitarnos seguido, ¿verdad?

― Sí, mamá –dijo Akane, sonriendo- le pregunté a la enfermera Kasumi y me comentó que dan alrededor de un mes de descanso cada semestre.

― Ay, qué alegre, entonces, no vamos a tener que esperar tanto tiempo para poder verte.

― Así es, mamá.

― Bueno, después, hablaremos más detenidamente de eso –dijo sonriendo, la señora Aiko- ahora debemos terminar de arreglarte.

Akane asintió y después, la señora Cologne dijo, un poco triste:

― Para mí que no deberías irte, niña... me vas a hacer mucha falta.

― Suegra –dijo la señora Aiko- todos la vamos a extrañar mucho, pero solo de esta manera ella podrá cumplir su sueño... tenemos que apoyarla.

― Abuelita –dijo Akane, abrazándola- te prometo que procuraré visitarlos cada vez que pueda.

― Sí, suegra –dijo nuevamente, la señora Aiko- además, todavía falta para que Akane se vaya... apenas mañana iremos a Tokio para ver lo de su inscripción y lo del departamento donde vivirá.

― Y tú nos acompañarás, ¿verdad, abuela? –dijo Akane, sonriendo ampliamente-.

― Sí, claro que sí... no me lo perdería por nada del mundo.

Las tres rieron un poco y después, siguieron alistando a Akane para su pedida de mano esa noche.

Mientras tanto, en la hacienda Tatewaki, unas empleadas estaban ayudando a Kodachi a arreglarse y cuando ya estaba lista, fue a la sala a hablar con su hermano:

― Kuno, ya estoy lista.

― Por fin –dijo, con algo de reproche- ya te estabas tardando mucho.

― Pero, si apenas es la hora en que quedaste con "tu flamante prometida" –dijo, sarcásticamente-.

― Tengo muchas ganas de verla y de que por fin, frente a todo el pueblo se oficialice nuestro compromiso –dijo, sonriendo-.

― Kuno, te estás desviviendo demasiado por ella: le has hecho regalos muy caros todos estos días y ahora, hasta le compraste el yukata más fino de Japón... a mí nunca me compraste algo así –dijo molesta-.

― No empieces, por favor, Kodachi, que no estoy de humor para pelear.

Kodachi se le quedó viendo y después, le dijo:

― Kuno, ¿de verdad ella se merece todo eso?

― Sí, así es... para mi prometida, solo lo mejor.

― ¿Y no te importa casarte hasta dentro de cinco años?

― No, para nada... yo lo único que quiero es que ella sea feliz y si debo esperar todo ese tiempo para que finalmente sea mi esposa, lo haré.

― Pero, eso no me va a afectar a mí, ¿verdad?

― ¿De qué hablas? –dijo confundido-.

― Kuno, ya han venido varios muchachos a pedirte mi mano y tú aun no me has dicho a quién se la concediste.

Kuno empezó a reírse. Kodachi se le quedó viendo y después, le dijo:

― No entiendo de qué te ríes.

― Ay, Kodachi, no le concederé a ninguno tu mano.

― Pero, ¿por qué? –dijo sorprendida-.

― No hay nadie digno de ti en este pueblo... además, no permitiré que ningún mequetrefe se quede con nuestro dinero.

― Pero, Kuno...

― Además, si yo me voy a casar dentro de cinco años, tú también lo harás, porque yo soy el mayor, así que tendrás que esperar.

― Pero, yo creí que...

― Nada, Kodachi, te casarás hasta que yo lo diga, ¿entendiste? y no voy a tolerar ninguno de tus berrinches... no voy a permitir que me arruines esta noche tan importante.

Kodachi se enojó bastante al escucharlo y salió rápidamente de la casa, sin esperarlo.

Pasaron algunos minutos y por fin llegó la hora acordada para la pedida de mano, que se llevaría a cabo en uno de los salones más grandes del pueblo.

Akane se veía mucho más linda que otros días: llevaba puesto el fino yukata que Kuno le había regalado, que era de color amarillo con flores, combinado con blanco y negro.

La habían maquillado apropiadamente y su cabello, se lo habían recogido en un chongo elegante con una enorme rosa roja.

Kuno la observaba detenidamente y se sentía el hombre más afortunado del mundo, pues, esa chica tan hermosa que tenía enfrente, sería su esposa algún día.

La celebración empezó: los empleados sirvieron la cena y los muchachos que habían sido contratados para encargarse de la música (de esa época), empezaron a tocar los instrumentos para ambientar el lugar.

Después de algunos minutos, el momento tan esperado llegó: Akane, su padre y Kuno pasaron al frente de todos los invitados.

Kuno pidió la palabra y después de saludar a todos los presentes, dijo:

― Señor Tendo, me parece que mis intenciones son más que conocidas por usted y su familia, pues, ya hace mucho tiempo que hemos venido hablando de este asunto, así que esta noche, sin más rodeos, frente a todas estas personas, le pido que me conceda la mano de su hija en matrimonio.

― Y yo te la concedo, Kuno: Akane será tu esposa... te doy mi palabra de honor frente al pueblo, al igual que mi hija.

Akane tragó duro, muy nerviosa y Kuno sonrió ampliamente. Después, se acercó a ella y ahora sí, tuvo que aceptar que le colocara el anillo en el dedo anular de su mano izquierda.

Akane volteó a ver el anillo que ahora tenía en su mano y después, le dijo:

― Le doy mi palabra, señor Tatewaki, que al finalizar mis estudios, me casaré con usted -su padre le había dicho antes de la celebración que pronunciara esas palabras-.

Todos empezaron a aplaudirles y Kuno tomó la mano de Akane para darle un beso.

Después, Kuno pidió que todos alzaran sus copas de vino para hacer un brindis y así, sellar el compromiso matrimonial que se acababa de presenciar.

Al finalizar el brindis, el señor Tendo se acercó a Akane y le dijo al oído, bastante serio:

― No olvides la promesa que acabas de hacer, Akane: tenla siempre presente... recuerda que soy capaz de matar a quien se atreva a manchar mi honor y no estoy bromeando.

A Akane siempre le causaba escalofríos escuchar a su padre pronunciar "esa frase". Así que, asintió y le dijo:

― Sí, papá, no te preocupes... cumpliré mi promesa.

El señor Soun quedó satisfecho porque ahora sí Akane y Kuno estaban formalmente comprometidos para casarse y no había marcha atrás.

Al día siguiente, muy temprano, con el permiso del señor Tendo, Akane, su mamá, su abuela y la enfermera Kasumi, se subieron a un tren para ir a la ciudad de Tokio, a ver todo lo relacionado a su inscripción en la universidad y el departamento donde viviría durante los próximos cinco años.

Akane, a pesar de todo, estaba muy emocionada. Parecía una niña pequeña observando todo el camino hacia Tokio a través de las ventanas del tren. La señora Aiko sonreía al verla tan contenta.

Al llegar, tanto Akane, como su mamá y su abuela quedaron completamente impresionadas al ver la enorme ciudad:

― ¡Es tan hermosa e increíble! –dijo Akane, sonriendo ampliamente y por supuesto, iba a procurar no perderse ni el más mínimo detalle de todo lo que viera a su paso-.

La señora Cologne veía todo a su alrededor, con preocupación y pensaba:

Es más que seguro que después de ver todo esto, Akane no va a querer regresar al pueblo.

Mientras iban caminando para llegar a la Universidad Imperial de Tokio (pues, allí era donde había estudiado la enfermera Kasumi) Akane, sin proponérselo, atrapaba todas las miradas de los chicos que encontraba a su paso.

La señora Cologne también empezó a ver eso con mucha preocupación:

― Aiko –dijo la señora Cologne, buscando que Akane no escuchara- solo en lo que vamos caminando, ya conté quince.

― ¿Quince qué? –dijo la señora Aiko-.

― Quince muchachos que se han fijado en Akane.

La señora Aiko rio un poco y le dijo:

― Bueno, es que, Akane es una chica muy linda, eso es normal.

― Ay, Aiko, ojalá que no hayan tomado una mala decisión al permitir que la niña se venga a estudiar aquí.

― No exagere, suegra... no va a pasar nada –dijo la señora Aiko, sonriendo-.

Al llegar a la universidad, Kasumi acompañó a Akane a realizar los trámites necesarios para que pudiera ingresar a estudiar, mientras la señora Aiko y la señora Cologne las esperaban sentadas en una de las bancas que estaban en los jardines de la universidad (pues, ya se habían cansado un poco de andar caminando):

― Conté cincuenta –dijo la señora Aiko, sonriendo-.

― ¿Cincuenta qué? –dijo la señora Cologne-.

― Cincuenta chicos que observaron a Akane hasta llegar acá.

― ¿Lo ves? es peligroso que Akane se quede aquí por tanto tiempo.

La señora Aiko negó con la cabeza, sonriendo, dándole la menor importancia a eso porque pensaba que su suegra estaba exagerando.

Después de unas horas, Kasumi y Akane llegaron con ellas:

― ¿Qué pasó? –dijo la señora Aiko- ¿aceptaron a Akane?

― Bueno –dijo Kasumi, sonriendo- ya está inscrita, pero van a hacerle un examen de admisión dentro de un mes.

― ¿Un examen de admisión? –dijo la señora Cologne-.

― Sí, así es, pero no se preocupen, Akane es muy inteligente y yo le voy a proporcionar todo el material necesario para que pueda estudiar.

― Gracias, enfermera Kasumi –dijo Akane, muy contenta-.

― Se lo agradecemos mucho, señorita Kasumi –dijo la señora Aiko-.

― De nada –dijo Kasumi, sonriendo- me alegra mucho poder ayudar y me emociona que Akane haya elegido esta carrera, estoy segura que será una excelente enfermera.

La señora Cologne solo las escuchaba. Después, la señora Aiko dijo:

― ¿Qué les parece si comemos algo antes de ir a ver lo del departamento de Akane?

― Sí, me parece muy bien, mamá –dijo Akane- así también aprovecha a descansar un poco la abuela Cologne, porque ya caminó mucho.

― ¡Óyeme, niña! –dijo la señora Cologne- ¿qué estás insinuando?

― ¿Yo? nada abuelita –dijo Akane-.

Todas rieron un poco y después, fueron a un pequeño restaurante que estaba cerca de la universidad.

Por otro lado, un poco lejos de donde ellas estaban, se encontraba la tía Hinako conversando con su hermana, mientras tomaban el té, para tratar de convencerla de detener a Ranma en su decisión de querer ingresar al ejército japonés (pues, ahora sí ya faltaban solo unos días para que se fuera a Ichigaya por los próximos cuatro años y al parecer, la señora Hinako no tenía algo "más interesante" que hacer, más que intervenir en la vida de su sobrino):

― Hinako -dijo la señora Nodoka- Ranma ya tomó su decisión y a nosotros solo nos queda respetarla.

― Ay, Nodoka, entonces, ¿te vas a dar por vencida tan fácilmente?... piénsalo, es tu único hijo y vas a estar separada de él por cuatro años... si no es que más.

― Ya lo platicamos mucho con Genma y queremos que nuestro hijo sea feliz.

― Nodoka, tú y tu esposo debieron imponérsele desde un principio a ese muchacho y no permitir que tomara decisiones descabelladas.

La señora Nodoka se le quedó viendo y después, le dijo:

― Pueda que tengas razón, pero no creo que obligándolo a salir con Mariko ayude a que desista de su decisión.

― Claro que sí... solo debemos darle un empujoncito a mi querido sobrino, además, Mariko está muy enamorada de él... me lo volvió a decir hoy por la mañana.

― Pero, Hinako...

― Solo es cuestión que convivan estos días y verás que tu hijo desistirá de la decisión de irse.

― Hinako: Ranma y Mariko han convivido desde que eran niños.

― Sí, lo sé, pero, como amigos... ahora convivirán como algo más.

― No lo sé, Hinako... no quiero forzar a mi hijo.

― No lo vamos a forzar, Nodoka... ya verás que él mismo va a querer iniciar una relación con Mariko.

La señora Nodoka no estaba muy convencida e iba a decirle algo, cuando de pronto escucharon que tocaron el timbre.

Una de las empleadas fue a abrir y era Mariko (pues, la tía Hinako la había invitado a venir):

― Qué bueno volver a verte, querida –dijo la tía Hinako- viniste a muy buena hora, mi sobrino aún no ha llegado.

― Gracias por la invitación, señora Hinako.

― Ay, no, querida, solo dime Hinako, por favor.

Mariko asintió, sonriendo y se acercó a saludar también a la señora Nodoka. Después, la tía Hinako la invitó a tomar una taza de té mientras llegaba Ranma.

Pasaron algunos minutos y por fin, Ranma llegó a la casa acompañado por su padre (pues, durante todos esos días, lo había estado ayudando en el negocio de la cerámica, mientras llegaba el día de irse a Ichigaya).

Ranma se sorprendió al ver que Mariko estaba en su casa. Ella rápidamente se levantó del sillón donde estaba sentada. Saludó al señor Genma y después, se dirigió a Ranma, dándole un beso en la mejilla:

― Hola, Ranma, ¿cómo has estado?

― Bien, Mariko, gracias y tú, ¿qué tal estás?

― Un poco triste porque desde que nos graduamos de la preparatoria no nos hemos visto –dijo, con algo de reproche-.

― Bueno, es que, he estado trabajando con mi padre.

― Ya veo, ¿no te gustaría ir a tomar un helado?

― No, Mariko, gracias... tengo cosas que hacer.

― Ay, sobrino –dijo la señora Hinako- no seas así, por lo menos hoy no vayas al gimnasio... Mariko vino a invitarte a salir, no puedes ser tan maleducado, además, no creo que tus padres tengan inconveniente en darte permiso.

― Tu tía tiene razón, muchacho –dijo el señor Genma- sal a convivir con tus amigos un momento.

― Pero, es que... -dijo Ranma-.

― Ya tu padre te dio permiso, querido –dijo la tía Hinako, interrumpiéndolo-.

― Tal vez, Ranma está cansado para salir, Hinako –dijo la señora Nodoka-.

― No, qué va a estar cansado, Nodoka... además, no puede portarse descortés con esta chica tan linda, eso no sería varonil de su parte –dijo, sarcásticamente-.

Ranma se le quedó viendo a su tía, bastante fastidiado, pues, le molestaba en sobremanera que ella interviniera en su vida. Sabía muy bien por dónde iba el asunto: su tía quería a toda costa que él iniciara una relación con Mariko, pero, por supuesto que él no se lo iba a conceder:

― Está bien, Mariko –dijo Ranma- vamos por el helado que quieres.

Mariko estaba muy contenta y la tía Hinako, sonrió satisfecha al lograr su cometido.

Mientras tanto, Akane, su mamá, su abuela y Kasumi estaban en el departamento donde ella viviría durante los próximos años. Después de dejar todo arreglado, Kasumi les dijo:

― ¿No les gustaría ir a tomar un helado? está haciendo bastante calor, yo las invito.

― Ay, no, enfermera Kasumi –dijo Akane- no se moleste... se lo agradecemos mucho, pero...

― Solo dime Kasumi, Akane –dijo, sonriendo- además, tengo el deseo de invitarlas, por favor, permítanme hacerlo.

Las tres voltearon a verse y después, aceptaron. Salieron del departamento y se dirigieron a la heladería más cercana. Al llegar allá, se sentaron en una de las mesas y Kasumi y Akane se encargaron de ir a pedir los helados.

Pasaron unos minutos y quiso la casualidad (o quizás, el destino) que Ranma y Mariko también fueran a esa heladería y después de sentarse en una de las mesas, Ranma dijo:

― ¿Qué helado vas a pedir, Mariko?

― Yo, uno de cono, por favor –dijo, muy contenta-.

― ¿De qué sabor?

― De vainilla.

― Muy bien.

― Y tú, ¿de qué vas a pedir?

― Yo, de chocolate... ahora vuelvo.

Mariko se quedó esperando en la mesa, mientras Ranma fue a hacer fila atrás de Kasumi y Akane para pedir los helados.

Después de unos minutos, le entregaron dos helados a Kasumi. Ella fue a la mesa a llevárselos a la señora Aiko y a la señora Cologne, mientras Akane esperaba los otros dos. Cuando se los entregaron, ella se volteó rápidamente, no se dio cuenta que había alguien más atrás y se resbaló (pues, habían unas gotas de helado en el suelo), tirándole encima los helados a esa persona:

― ¿Estás bien? –dijo la persona, sujetándola en sus brazos, obviando que su playera estuviera cubierta de helado, pues, lo único que le importó, en ese momento, era que ella no se lastimara-.

Akane estaba muy avergonzada y levantó la mirada, encontrándose con un apuesto muchacho de hermosos ojos azules. Lo vio detenidamente, se sonrojó a tope y no pudo responderle.

Él sonrió ampliamente, pues, nunca en su vida había visto a una chica tan bella como ella. Se quedaron así solamente unos segundos, pues, rápidamente, llegó Mariko a separarlos y le dijo muy molesta a Akane:

― ¡Pero, qué torpe eres!... ¡mira cómo le ensuciaste la playera a mi novio!

― Yo... de verdad, lo siento... no fue... no fue mi intención –dijo, bastante apenada-.

― No pasa nada, Mariko –dijo Ranma- la playera es lo de menos...

― ¡¿Cómo que es lo de menos?! –dijo aún, bastante molesta-.

― Pues sí, lo importante es que ella no se haya lastimado –dijo Ranma-.

Kasumi se acercó rápidamente y le dijo a Ranma:

― De verdad, lo siento mucho... ¿cuánto cuesta su playera? se la voy a pagar.

― No, no es necesario –dijo Ranma- no se preocupe.

― ¡Seguramente son unas pueblerinas que ni siquiera saben comportarse! –dijo Mariko, insultándolas y viéndolas de una manera despectiva-.

― ¡Cállate, Mariko! –dijo Ranma molesto-.

― ¡Es la verdad!... ¡no sé cómo permiten que estas personas vengan a la ciudad!

Todos se les quedaban viendo. Akane se sintió muy mal y Kasumi dijo, dirigiéndose a Mariko:

― Ya le pedimos disculpas, señorita.

― ¡Pues, eso no basta! –volvió a decir Mariko-.

― ¡Ya es suficiente, Mariko! –dijo Ranma furioso- ¡discúlpate inmediatamente con ellas!

― ¡¿Y yo por qué tendría que hacer algo así?!

Siguieron discutiendo un momento más y Akane le dijo a Kasumi, algo desesperada:

― ¡Vámonos, por favor, Kasumi!... ¡ya no quiero estar aquí!

La señora Aiko y la señora Cologne se acercaron también. La abrazaron y después, la señora Aiko dijo:

― Akane tiene razón: vámonos ya de aquí.

Y salieron rápidamente de la heladería.

Mariko y Ranma seguían discutiendo y cuando Ranma volteó a ver para disculparse, ellas ya no estaban... ¡esa chica tan hermosa se había ido y ni siquiera supo su nombre!

Salió de la heladería, pero, ya no las vio por ninguna parte:

― Ranma, ¡¿qué es lo que haces?! –dijo Mariko, muy molesta- ¡¿no me digas que te gustó esa chica tan tonta?!

― ¡Eso no viene al caso, Mariko!

― ¡Claro que sí! ¡no creas que no me di cuenta cómo la mirabas!

― ¡Bueno y si así fuera, ¿qué?!... ¡tú y yo no somos nada, ni siquiera amigos!

― ¡¿Te vas a poner así por una chica que ni siquiera conoces?!... además, por si no lo notaste, esa chica está comprometida... ¿no me digas que no viste el anillo en su mano izquierda?

Ranma se le quedó viendo y después, le dijo:

― Esta conversación no va a ninguna parte, Mariko... fue un error haber aceptado salir contigo... adiós.

― Pero, Ranma...

Él ya no le hizo caso, lo único que quería en ese momento era encontrar a esa linda chica para pedirle disculpas y averiguar su nombre, pero, obviamente, ya no la volvió a ver... por lo menos, no durante cierto tiempo.

Mientras tanto, Akane, su mamá, su abuela y Kasumi iban llegando a la estación de trenes para regresar al pueblo, pues, solo ese día les había dado permiso el señor Tendo para ir a Tokio.

Al subirse al tren, Akane aun iba muy triste por lo que acababa de pasar y Kasumi le dijo:

― Akane, ya no pienses en eso... no vale la pena.

― Es que fue horrible, Kasumi.

― Sí, lo sé, pero, puedo asegurarte que no todas las personas de aquí son así... no te desanimes.

― Bueno –dijo la señora Aiko- al menos, el muchacho sí se portó amable con Akane.

― Sí, es cierto –dijo Kasumi, sonriendo- qué muchacho tan agradable.

― Y yo no sé cómo vamos a explicarle a mi hijo –dijo la señora Cologne- que hayamos permitido que ese muchacho estuviera tan cerca de Akane... y no quiero ni imaginarme si su prometido se entera.

― No tenemos por qué contarles, suegra –dijo la señora Aiko- no veo la necesidad.

― Además –dijo Kasumi- si sucedió solo fue porque el chico evitó que Akane se cayera... no fue intencional.

― ¡Abuelita, por favor! –dijo Akane, bastante preocupada- ¡no les cuentes, te lo suplico!... de todas formas, nunca más volveré a verlo –esto último, lo dijo con algo de tristeza-.

La abuela se le quedó viendo y después, le dijo:

― Está bien, pero, ten mucho cuidado la próxima vez... no puedes volver a verte envuelta en una situación como ésa.

― Te lo prometo, abuelita... gracias –dijo, más tranquila-.

Por otro lado, Ranma llegó a su casa (después de buscar a Akane un buen rato). Su mamá al verlo, le dijo:

― Pero, hijo, ¿qué te pasó? ¿por qué vienes tan sucio?

― Es una larga historia, mamá –dijo, sonriendo un poco-.

― ¿Y Mariko? –dijo la tía Hinako-.

― No lo sé, ni me importa –le respondió, bastante cortante y después, se dirigió a su mamá- iré a bañarme, ahora vuelvo –y le dio un beso en la mejilla-.

La tía Hinako estaba echando chispas y la señora Nodoka le dijo:

― Te dije que no era una buena idea forzar a Ranma.

― Yo solo estaba tratando de ayudarte con ese muchachito malcriado.

― No lo llames así, tiene mucha razón al estar tan molesto –hizo una pausa- ¿qué habrá pasado?

Ranma subió a su habitación, se quitó la playera que cargaba y sonrió al recordar lo que había pasado:

Creo que esta playera se echó a perder -ya que, era blanca- pero, valió la pena...

Se quedó pensando un momento, pues, definitivamente, esa chica de hermosos ojos color café y cabello de una tonalidad bastante peculiar, lo había cautivado por completo:

¡Tengo que volver a verla! –se decía, internamente- ¡tengo que volver a ver a esa hermosa mujer!... ¡a esa preciosa muñeca de porcelana!

CONTINUARÁ...