Los personajes son propiedad de Rumiko Takahashi y la historia está escrita sin fines de lucro.
― ¡¿Y dices que además de ser una pueblerina, estaba comprometida?! –preguntó "muy sorprendida", la tía Hinako-.
― Sí –confirmó Mariko, con voz apagada y después, le dio un sorbo al té que estaba bebiendo-.
― ¡Qué escándalo! –volvió a decir de "forma dramática", la tía Hinako- ¡¿cómo es eso posible?! ¡¿mi único sobrino enamorado de una mujer comprometida?! ¡ay, no!... ¡no quiero ni imaginar qué van a decir nuestras amistades!... peor aún, ¡¿qué tal si lo vieron en esa situación tan comprometedora?!
― Hinako –dijo la señora Nodoka, que solo había estado escuchando la conversación entre ambas- me parece que Mariko y tú están exagerando.
― ¡¿Cómo puedes decir que estoy exagerando?! ¡tú misma acabas de escuchar a Mariko! –dijo ofendida, la tía Hinako-.
― Ranma jamás haría algo así –dijo la señora Nodoka- además, como bien nos acaba de contar Mariko: es posible que sea una chica de algún pueblo y que solo haya venido de visita... quizás Ranma ni siquiera la vuelva a ver.
― No estés tan segura, hermana –dijo la tía Hinako- para mí que debes tomar cartas en el asunto: esto es muy grave.
― Por favor, Hinako –dijo ya algo molesta, la señora Nodoka- creo que es mejor que dejemos esta conversación sin sentido hasta acá... además, Ranma se va pasado mañana a Ichigaya por cuatro años.
― Sí, pero... -dijo la tía Hinako-.
― Pero nada, Hinako... ya no quiero seguir hablando de este asunto –después, la señora Nodoka se dirigió a Mariko y le dijo:- creo que es mejor que te vayas, ya es tarde.
Mariko se ofendió, pero trató de tranquilizarse:
― Sí, tiene razón, ya no tengo nada más que hacer aquí... lamento haberla importunado.
― No me refería a eso, Mariko –dijo la señora Nodoka-.
― Es la verdad, señora Saotome... discúlpeme –hizo una pausa y después dijo, con lágrimas en los ojos:- discúlpeme por haberme enamorado de su hijo.
― Lo siento, Mariko –dijo la señora Nodoka al verla así- te agradezco mucho que quieras a mi hijo, pero, como bien sabes: él se irá por algunos años y creo que es mejor que te olvides de él... -hizo una pausa- ¿por qué mejor no consideras hacerle caso a Shinno? Ranma me ha contado que ese muchacho está muy enamorado de ti.
Mariko sintió que la sangre le estaba hirviendo por el enojo, pues, ¿cómo podía la señora Nodoka aconsejarle que le hiciera caso a un huérfano, sin un apellido de renombre?... y peor aún, sin pasado ni futuro.
La tía Hinako se dio cuenta y dijo, dirigiéndose a su hermana:
― Nodoka, ¿cómo puedes decirle algo así a Mariko?... ese muchachito no es de su clase social y en ningún sentido le conviene.
― Shinno es un buen chico: humilde, inteligente, muy trabajador... -dijo la señora Nodoka, pero Mariko la interrumpió:-
― Sí, gracias, señora Saotome –dijo, en un tono un tanto irónico- lo tendré en cuenta...
― Lo lamento tanto, Mariko –dijo la tía Hinako- te aseguro que si Ranma fuera mi hijo...
― ¡Dejemos ya este tema por la paz, por favor! –dijo la señora Nodoka, bastante molesta-.
Ambas voltearon a verla y después, Mariko le dijo:
― Ya me voy, señora Nodoka... disculpe que le haya ocasionado tantas molestias.
La señora Nodoka no le respondió y Mariko se despidió. La tía Hinako la acompañó hasta la puerta y le dijo:
― No le hagas caso a mi hermana: si tú de verdad quieres a mi sobrino, no te des por vencida.
― Pero, ¡¿qué puedo hacer?! –dijo, algo desesperada- ¡Ranma se irá pasado mañana!
― Sí, lo sé... yo tampoco estoy de acuerdo, pero, al final, creo que servirá de mucho que ingrese al ejército porque te aseguro que solo de esa manera madurará y aprenderá a ser disciplinado... además, estará lejos de cualquier mujer que quiera interponerse entre ustedes.
― Pero, ¡van a ser cuatro años!
― Sí, cuatro años que servirán para que él se olvide de "esa pueblerina" –dijo, despectivamente- y tú puedes aprovechar para escribirle cartas todos los días.
― No lo sé, es que siento que es mucho tiempo.
― Hazme caso, yo sé lo que te digo –hablaba por experiencia propia porque sintió que ella no luchó lo suficiente por el amor del señor Genma-.
Mariko se quedó pensando y la tía Hinako, continuó:
― Mira, hasta puedes ir a despedirte de él a la estación de trenes ese día.
― Pero, Ranma aún está muy molesto conmigo.
― Ya pasaron algunos días... además, podrías aprovechar para hacer las paces con él.
Platicaron un momento más y después, Mariko aceptó hacer lo que le propuso la tía Hinako.
Al irse Mariko, la tía Hinako regresó nuevamente a la sala donde habían estado conversando y vio a su hermana muy pensativa:
― Nodoka, fuiste muy grosera con Mariko... ¿qué culpa tiene la pobrecita niña de haberse enamorado de tu hijo y que él no le corresponda por haberse fijado en una mujer comprometida? –hizo una pausa- bueno, hasta quizás, casada.
― Hinako, ya no quiero hablar de eso, por favor –dijo, cansada del tema-.
― Ay, Nodoka, allá tú... solo espero que después no te arrepientas por no haber corregido a tu hijo a tiempo... ojalá no sufras cuando veas que cometió un error muy grave, porque no es nada propio de un muchacho de su alcurnia verse envuelto en un escándalo como ése -a la tía Hinako le gustaba meter cizaña cada vez que podía-.
La señora Nodoka iba a responderle, pero, la tía Hinako ya no se lo permitió porque se fue de ahí.
La mamá de Ranma se quedó un momento sentada en uno de los sillones:
Estoy segura que tanto Mariko como Hinako están exagerando: mi hijo jamás haría algo así... debo confiar en él, en su versión de los hechos... -dio un largo suspiro al recordar cuando su hijo les relató, muy alegre, cómo había evitado que esa chica se cayera y se lastimara- bueno, sí lo vi con un brillo diferente en sus ojos cuando nos contó lo que había pasado con esa chica... pero, no es posible que mi niño se haya enamorado de ella: solo la vio una vez –dijo en su mente, tratando de convencerse- creo que, al final, sí le hará bien alejarse de aquí por algún tiempo para olvidarse de ese incidente... para olvidarse de ella.
Mientras tanto, Ranma venía de regreso del gimnasio, donde asistía por la tarde-noche, después de haber trabajado con su padre en la fábrica de cerámica durante el día. Pero, antes de tomar el rumbo para ir a su casa, pasó por la heladería donde sostuvo en sus brazos, solo por unos momentos, a aquella hermosa "muñeca de porcelana", pues, aunque habían pasado ya algunos días de lo ocurrido, ella no había salido de su mente:
Soy un iluso al creer que volveré a encontrarla por acá –pensó y luego negó con la cabeza, sonriendo- si por lo menos supiera su nombre –dio un largo suspiro- daría lo que fuera porque la vida me permitiera volver a verla tan solo una vez más...
Estaba ensimismado, cuando de pronto, unas chicas que habían sido sus compañeras de clases (y que eran algunas de sus admiradoras) lo vieron y se acercaron a hablarle:
― ¡Hola, Ranma! –le dijeron, muy contentas-.
― Hola, ¿qué tal? –les dijo, tratando de ser amable y ellas lo saludaron con un beso en la mejilla-.
― Muy bien, gracias –dijo una de ellas llamada Hiroko, un poco sonrojada. Hiroko tenía el cabello corto, color castaño claro, ojos negros y piel morena clara-.
― A ti mejor ni te preguntamos cómo estás –dijo sonriendo, una chica llamada Lychee, que tenía el cabello rojizo, no muy largo, ojos grisáceos y piel blanca- porque se nota que muy bien.
― Ranma –dijo otra llamada Miyo, que tenía el cabello largo y ondulado, color castaño oscuro, ojos verdes y piel blanca- ¿es cierto que te irás a Ichigaya muy pronto?
― Sí, así es, chicas –dijo él, tranquilamente-.
― ¿Por qué, Ranma? –dijo Lychee, un poco triste-.
― Te vamos a extrañar mucho –dijo Hiroko-.
Ranma rio un poco y después, les dijo:
― Gracias, yo también las voy a extrañar.
― Mentira –dijo Miyo, con algo de reproche- ni siquiera al parque aceptaste ir conmigo en todo el tiempo que fuimos compañeros.
― Es cierto, Ranma –dijo Lychee- nunca aceptaste salir con nosotras.
Ranma volvió a reír y Hiroko le dijo:
― ¡Te vas a ir y no me pediste que fuera tu novia!
― ¡Hiroko! –le dijeron las otras dos-.
― ¿Qué? ¡es la verdad! –dijo Hiroko-.
Ranma sonrió y negó con la cabeza:
― A ustedes siempre las consideré como mis hermanas pequeñas y claro que sí las voy a extrañar... les tengo un gran aprecio, de verdad.
― ¡Ay no, Ranma! ¡eso es muy cruel! –dijo Miyo-.
― ¿De verdad no hay alguna chica de la que te hayas enamorado alguna vez? –dijo Lychee-.
― Sí, Ranma –dijo Hiroko- no es posible que en todos estos años no te hayamos conocido alguna novia.
Ranma iba a responderles, pero Miyo dijo antes:
― Bueno, aunque te vayas por mucho tiempo, te estaré esperando para que te decidas por mí.
― ¡No, eso no sucederá, Miyo! –dijo Hiroko- ¡él se decidirá por mí!
― ¡Por supuesto que no! –dijo Lychee- ¡Ranma me pedirá a mí que sea su novia cuando regrese!, ¿verdad, Ranma?
Ranma solo les sonreía. Platicaron un poco más y después, se despidieron de él.
Cuando ya se habían ido sus amigas, Ranma se quedó parado un momento más enfrente de la heladería. Dio un pequeño suspiro con tristeza, pues, era imposible volver a encontrar a esa chica tan hermosa ahí, sobre todo, si no era de Tokio y menos aún, sin saber su nombre. Dio una última mirada y después, empezó a caminar para llegar a su casa.
Mientras tanto, la señora Nodoka había entrado a la habitación de su hijo. Vio que ya tenía listas sus maletas y le entró una tristeza muy grande al recordar que no lo vería por algunos años.
De pronto, entró también a esa habitación, Asami (una de las chicas que ayudaban con la limpieza de la casa):
― Ay, perdón, señora Nodoka –dijo apenada- no sabía que usted estaba aquí.
La señora Nodoka se limpió algunas lágrimas que habían salido de sus ojos involuntariamente y Asami volvió a decirle:
― Es que, venía a dejar la ropa limpia del joven.
― No te preocupes, Asami, pasa adelante.
― Gracias –y se acercó a la cama de Ranma para dejar ahí la ropa-.
Iba a retirarse, pero recordó algo:
― Señora, disculpe.
― Dime, Asami.
― Es que, hay una playera blanca del joven que lavé muchas veces, pero no le salieron las manchas por más que lo intenté.
La señora Nodoka se le quedó viendo un momento y después, le dijo:
― Debe ser la playera que se manchó con helado... no te preocupes, creo que será mejor que se vaya a la basura, porque mi hijo ya no podrá usarla así.
― ¿De verdad, señora?
― Sí, Asami.
― Bueno, entonces me la llevaré –dijo, acercándose nuevamente a la cama de Ranma y tomando la playera entre la ropa limpia que ya había lavado y doblado- con permiso -y salió de la habitación-.
Mientras bajaba las escaleras, Asami dio un largo suspiro y se dijo, internamente, con algo de tristeza:
Voy a extrañar mucho al joven –ya que, Asami estaba enamorada de Ranma-.
Asami tenía el cabello un poco corto y ondulado, color castaño oscuro, ojos negros y piel blanca (al parecer, sin buscarlo, Ranma atraía, en su mayoría, a las chicas de cabello castaño). Era dos años más grande que él y apenas tenía un año de haber ingresado a trabajar a esa casa, pero sabía muy bien que jamás tendría una oportunidad con Ranma, siendo de clases sociales muy distintas y peor aún, sabiendo que él se iría por algunos años.
Sujetó muy fuerte la playera de Ranma y la acercó a su pecho. Por supuesto que no la tiraría a la basura, sino que la guardaría como un tesoro muy grande.
Iba para su habitación, pero, de pronto, escuchó que tocaron el timbre. Fue rápidamente a abrir y era el muchacho que le había robado el corazón:
― ¡Hola, Asami! –dijo Ranma saludándola, alegremente-.
― Joven –dijo, algo sonrojada- buenas noches, pase adelante.
― Gracias.
― Su mamá está arriba en su habitación.
― ¿En mi habitación? –dijo, sorprendido-.
― Sí.
― Bueno, iré con ella –pero, de pronto vio que Asami tenía en sus manos su playera blanca... "su valiosa playera"- oye, ¿por qué tienes esa playera?
Asami se puso un poco nerviosa y después, le dijo:
― Es que, su mamá me pidió que la tirara a la basura, porque en las condiciones en las que está, usted ya no podrá usarla.
― ¿A la basura? –dijo, un poco molesto- dámela, por favor.
― Pero, joven, es que... -él la interrumpió:-
― Esa playera no se irá a la basura, así que, entrégamela ahora mismo.
Asami no quería hacerlo, pero, al verlo molesto, se la dio. Ranma ya no le dijo nada y subió a su habitación.
Su mamá aún estaba ahí y al verlo, se acercó a saludarlo:
― ¡Hijo! ¡qué bueno que ya estés aquí!... le pediré a Asami que nos sirva la cena.
Ranma estaba un poco serio y le dijo:
― Mamá, ¿por qué le dijiste a Asami que tirara a la basura esta playera?
La señora Nodoka se le quedó viendo y después, le dijo:
― Bueno, cariño, es que, así como está ya no podrás ponértela de nuevo... además, tienes mucha ropa, no la necesitas.
― Quisiera conservarla, si no te molesta.
― ¿Por qué, hijo? –dijo, un poco sorprendida- ¿qué es lo que sucede?
― Es que, bueno... es una de mis playeras favoritas –dijo, un poco nervioso-.
La señora Nodoka se quedó observándolo y recordó todo lo que había hablado con su hermana y con Mariko.
Ranma guardó rápidamente la playera en una de sus maletas y después le dijo a su mamá, cambiando de tema:
― Oye, creo que ya tengo algunas ideas para tus muñecas de porcelana.
― ¿De verdad? –dijo la señora Nodoka, con entusiasmo- ¿se te ocurrió algo?
― Sí, mamá... estaba pensando en que se podrían fabricar muñecas con ojos color café y cabello azulado –dijo, sonriendo-.
La señora Nodoka se le quedó viendo, muy sorprendida y después, le dijo:
― ¿Con cabello azulado? ¿de dónde sacaste esa idea?
― No sé... solo se me ocurrió –dijo, riendo un poco-.
― Pues, nunca había visto algo así.
― Precisamente se requiere que sea algo nunca antes visto, ¿no crees?... te aseguro que se venderán muy rápido.
La señora Nodoka se quedó pensando:
¿Será que así era la chica que él ayudó? –iba a preguntárselo, pero, Ranma continuó:-
― Como dijiste que necesitabas ideas y como muy pronto me iré, pues, creí que...
― Me parece muy bien hijo –dijo, no muy convencida- lo tendré en cuenta.
― ¿De verdad?... bueno, ojalá que sí te animes a fabricarlas –dijo, sonriendo nuevamente-.
― Ya veremos... ahora bajemos a cenar.
Ranma asintió y ambos salieron de la habitación.
Mientras bajaban las escaleras, la señora Nodoka iba pensando:
Creo que sí conviene que mi hijo se aleje de aquí por algún tiempo... no puedo permitir que vuelva a encontrarse con esa chica.
La señora Nodoka trataba de convencerse que solamente eran "sentimientos pasajeros" los de su hijo hacia esa chica y que poner distancia ayudaría a que la olvidara.
Pasaron dos días y en el pueblo de Nerima, por la mañana, Akane se encontraba en su habitación alistándose para salir con Kuno.
Se puso un yukata color verde y empezó a cepillar su largo cabello azulado. Pero, mientras lo hacía, vino a su mente aquel chico que la había sujetado para no caerse en la heladería, hacía ya algunos días:
¿Por qué no he dejado de pensar en él? –se dijo internamente y luego, se sonrojó al recordar lo cerca que estuvieron- hasta he soñado con él... jamás había sentido algo así: era tan apuesto y sus ojos... -sin darse cuenta, estaba sonriendo. Pero, luego, reaccionó, se regañó mentalmente por estar pensando en otro hombre que no fuera "su prometido" y agradeció que su abuela no le hubiera contado nada a su padre sobre lo ocurrido-.
Empezó a maquillarse. Al terminar, se vio en el espejo y bajó al comedor. Saludó a su familia, se sentó a la par de su hermano y luego, los sirvientes le llevaron rápidamente su desayuno.
Mientras todos comían tranquilamente, el señor Tendo rompió el silencio y dijo:
― Ayer fui a la hacienda de la familia Kuonji.
Todos lo escuchaban atentamente y él continuó:
― Ya lo arreglé todo: el señor Riku Kuonji está de acuerdo en que su hija Ukyo y Ryoga se comprometan en matrimonio.
Todos se sorprendieron y la señora Aiko le dijo:
― Pero, querido, Ukyo apenas tiene trece años y Ryoga tiene quince.
― Sí, lo sé –dijo, muy tranquilo- pero, no estoy diciendo que ya se vayan a casar, Aiko.
― Entonces, ¿por qué lo hiciste? –volvió a decir la señora Aiko-.
― Porque no quiero que nadie más se vaya adelantar... solamente me estoy asegurando que Ryoga quede en una de las mejores familias del pueblo.
Akane volteó a ver a Ryoga y él estaba sin ninguna expresión, sin quitar la vista de su plato. Puso una de sus manos en su hombro. Él volteó a verla y le sonrió con tristeza. Después, el señor Tendo se dirigió a él y le dijo:
― Ryoga hoy por la tarde irás conmigo a la hacienda Kuonji para que conozcas a tu futura esposa.
Ryoga apretó los palillos que tenía en su mano y después, le dijo:
― Como tú ordenes, papá.
El señor Soun sonrió satisfecho y le dijo:
― Bueno, entonces no hay más que hablar: te casarás con Ukyo cuando cumpla dieciocho años –hizo una pausa y después dijo, sarcásticamente:- si no es que se le llegue a ocurrir "la brillante idea" de ir a estudiar a Tokio también... espero que no –y volteó a ver a Akane-.
Akane también volteó a verlo y no dejó de sentirse mal por ese comentario. Después, se levantó del tatami y dijo, con voz un poco entrecortada:
― Muchas gracias... creo que iré a mi habitación y ahí esperaré hasta que venga el señor Tatewaki... con permiso -hizo una reverencia y se retiró del comedor-.
Todos se le quedaron viendo y después, la señora Aiko le dijo a su esposo:
― Creo que no venía al caso ese comentario, Soun.
― Es la verdad, Aiko... todavía no estoy de acuerdo en que hayamos aceptado ese berrinche de Akane, pero, bueno, ¿qué se puede hacer? –se levantó de la mesa y volvió a dirigirse a Ryoga:- apresúrate a terminar de desayunar porque nos espera mucho trabajo en la hacienda.
― Está bien, papá –dijo resignado-.
Akane subió a su habitación. Cepilló sus dientes y después, se puso a estudiar un poco para su examen de admisión. Pero, obviamente no estaba concentrada, porque la tristeza empezó a invadirla: su padre también había comprometido a su hermano en matrimonio.
Pobre Ryoga, yo quería que él sí fuera feliz –se dijo, internamente- y ahora hasta con mucha anticipación papá lo comprometió con esa niña.
Dio un largo suspiro y trató de poner atención a lo que estaba leyendo, pues, debía dar todo de sí para poder ganar ese examen de admisión en la universidad.
Después de algunos minutos, una de las empleadas subió a su habitación a avisarle que su prometido ya había llegado y que la estaba esperando en la sala. Akane dio un pequeño suspiro, con algo de frustración, pues no le hacía ninguna ilusión salir con Kuno. Le agradeció, se vio en el espejo, maquilló un poco sus labios y bajó para ir con él.
Kuno estaba sentado en uno de los sillones, conversando con el abuelo de Akane. Ella llegó con ellos y él, al verla, se levantó rápidamente para saludarla:
― Buenos días, señorita –dijo, acercándose a ella y tomando una de sus manos para darle un beso-.
― Buen día, señor Tatewaki –dijo Akane, sin mucho ánimo-.
Kuno sonrió ampliamente y se le quedó viendo detenidamente: sentía que cada día se enamoraba más y más de ella.
El señor Happosai los observó a ambos. Se aclaró la garganta y después, les dijo:
― Creo que deberían dejar de tratarse con tanto formalismo... son jóvenes y están comprometidos, deben empezar a tener más confianza entre ustedes.
― Por mí no hay ningún inconveniente –dijo Kuno, sonriendo aún más-.
Akane se le quedó viendo y después dijo, resignada:
― Yo... tampoco tengo ningún inconveniente.
― Bueno, entonces –dijo Kuno, muy feliz- ¿qué te parece si nos vamos ya para que puedas conocer mi hacienda?... hay tanto que debo mostrarte, Akane, además, me gustaría que tú y mi hermana se conozcan mejor y se hagan muy buenas amigas.
― Claro, ¿por qué no, Kuno? –dijo, sin mucho interés-.
― Así está mejor –dijo el señor Happosai-.
Akane sonrió levemente y después, fue a la cocina a despedirse únicamente de su mamá y de su abuela, pues, su padre y su hermano, habían ido a trabajar a los cultivos de la hacienda.
Luego, volvió a la sala. Se despidió de su abuelo y se fue con Kuno, en uno de sus "lujosos" carruajes.
Por otro lado, en la ciudad de Tokio, en la estación de trenes, se encontraba Ranma despidiéndose de sus padres, pues, había llegado el día de partir a Ichigaya.
Su mamá lo abrazó muy fuerte y no pudo evitar empezar a llorar. La tía Hinako bufó fastidiada y se dijo internamente, al ver esa escena:
¡Cuánto drama! ¡por favor!...
El señor Genma también abrazó muy fuerte a su hijo.
Después de unos minutos, Ranma se acercó a su tía para despedirse de ella:
― Adiós, tía –dijo un poco serio, dándole un beso en la mejilla-.
― Adiós, querido –dijo, sarcásticamente- al final, lograste que se te concediera "ese capricho"... espero que no te arrepientas después de la decisión que tomaste.
― Eso no sucederá, tía –le dijo en el mismo tono- porque jamás he estado más seguro de algo en mi vida, sobre todo, si "ese capricho" implica no verte por un buen tiempo.
La tía Hinako se molestó bastante e iba a decirle algo más, pero, Mariko se lanzó a abrazarlo fuertemente, llorando a mares (pues, le había hecho caso a la tía Hinako y había ido a despedirlo a la estación de trenes):
― ¡Ranma, te voy a extrañar mucho!
― Yo también, Mariko –dijo, no muy convencido-.
― ¡Te escribiré todos los días y no me importa el tiempo que tardes en regresar! ¡yo te voy a esperar!
― Mariko... es mejor que no lo hagas –dijo, bastante serio-.
― ¿Por qué?... ¿aún estás molesto por lo que ocurrió el otro día?
― No, no es eso, es que... creo que deberías considerar darle una oportunidad a Shinno... él te quiere sinceramente.
¡Otra vez con eso! –pensó furiosa y después le dijo, tratando de tranquilizarse:-
― No, Ranma, eso no es posible, porque yo te amo a ti y no me voy a dar por vencida, hasta lograr que te fijes en mí.
― Mariko, yo... -y ya no pudo terminar, porque llegó el tren en el que se iría a Ichigaya-.
― Ya tienes que irte, sobrinito –dijo la tía Hinako, de manera irónica-.
Ranma volteó a verla, un poco molesto y le dijo:
― Sí, tía, gracias, ya voy –luego, se dirigió a Mariko y le dijo, dándole un beso en la frente:- adiós y piensa en lo que te dije.
Mariko se molestó, pero ya no le dijo nada.
Ranma volvió a despedirse de sus padres y después, fue a hacer fila para subir al tren. Pero, mientras iba caminando, empezó a ver a todos lados, ya que, desde aquel incidente en la heladería, guardaba la esperanza de encontrar, en cualquier parte de Tokio, a la chica que no abandonaba sus pensamientos (pues, sin saberlo, lo que sentía por ella no era algo común ni mucho menos, pasajero) y solo con verla una última vez, antes de partir, era más que suficiente... no pedía nada más.
Cuando ya iba llegando a la entrada del tren, escuchó que alguien le habló:
― ¡Ranma!
Él volteó a ver rápidamente y era su amigo Shinnosuke:
― ¿Shinno? ¿qué haces aquí? –preguntó Ranma, muy sorprendido, pues, el día anterior se habían despedido-.
― Pues, ¿qué crees? –dijo, acercándose a él- yo también iré a Ichigaya.
― ¿Y eso?
― ¿Creíste que te ibas a quedar con toda la acción? pues, déjame decirte que no... porque yo también hice mi solicitud para ingresar a la Academia del Ejército Imperial Japonés.
Ranma rio un poco, negó con la cabeza y después, le dijo:
― ¿Y por qué no me lo habías contado?
Los padres de Ranma, la tía Hinako y Mariko se dieron cuenta que Shinnosuke se había acercado a hablarle a Ranma:
― Al parecer, Shinnosuke también irá a Ichigaya –dijo el señor Genma-.
― Ojalá que así sea, porque me alegraría mucho que alguien conocido vaya con él –dijo la señora Nodoka, sonriendo levemente-.
La tía Hinako solo se quedó viendo fastidiada, al oir que nombraban a Shinnosuke y después se dijo, internamente:
Bueno, mejor para mí si ya nunca regresan: ni el muchachito insolente ése, ni el huérfano... sí, eso sería muy bueno... al final me están haciendo un gran favor al irse.
Ranma y Shinnosuke siguieron platicando, cuando de pronto alguien los interrumpió:
― Oigan, jovencitos –dijo una señora mayor- ¿van a subir al tren o qué?
Ranma y Shinnosuke voltearon a verla y se dieron cuenta de la larga fila de personas que iba atrás de ellos:
― Discúlpenos, por favor –dijo Ranma sonriendo y haciendo una pequeña reverencia-.
― Sí, perdón, señora –dijo Shinnosuke e ingresaron al tren-.
La señora solo negó con la cabeza y dijo:
― ¡Estos jóvenes de ahora!
Ellos la escucharon y empezaron a reírse. Después, cuando ya todas las personas que irían a Ichigaya se habían subido, el tren empezó a echar humo y a mover sus ruedas.
Ranma y Shinnosuke dijeron adiós a través de una de las ventanas y entonces, el tren empezó lentamente a alejarse para llevarlos a su destino... un destino que ambos habían elegido voluntariamente por algunos años.
CONTINUARÁ...
