Los personajes son propiedad de Rumiko Takahashi y la historia está escrita sin fines de lucro.
― Ya... ya tengo que entrar a mi casa, Kuno -dijo Akane, bajándose del carruaje-.
Kuno se le quedó viendo, un poco decepcionado, pero, no se iba a dar por vencido... de alguna manera lograría que ella se enamorara de él:
― Nos vemos pronto, Akane... -hizo una pausa- mañana le ordenaré a mis trabajadores que traigan el caballo que te gustó.
― Pero, Kuno...
― Y no voy a aceptar una negativa de tu parte, de una vez te lo digo... por lo pronto, te dejaré estudiar estos días para que ganes tu examen -dijo, en tono de resignación-.
Akane sonrió levemente al escucharlo y le dijo:
― Gracias por entenderme, Kuno.
― Yo solo quiero que seas feliz, Akane y que me abras tu corazón.
― Kuno, yo...
― No digas nada... estoy seguro que con el tiempo, llegarás a amarme tanto o más que yo -hizo una pausa- seré paciente, te lo prometo.
Ambos se quedaron viendo un momento y después, se despidieron.
Al irse Kuno, Akane dio un pequeño suspiro, se quitó sus zapatos y entró a su casa. Fue a la sala y ahí estaban su mamá y su abuela tejiendo:
― Hija, ¡qué bueno que ya hayas regresado! -dijo la señora Aiko, sonriendo ampliamente al verla-.
Akane se acercó a saludarlas y su abuela le dijo:
― Ya te estabas tardando mucho... se suponía que solo estarías con Kuno hasta el mediodía y ya casi está oscureciendo.
― Lo siento -dijo Akane, algo apenada-.
― Suegra -dijo la señora Aiko, con reproche- no exagere: apenas van a dar las cuatro de la tarde... además, lo importante es que Akane se la haya pasado bien.
Akane sonrió levemente y la señora Aiko continuó:
― Dime, hija, ¿qué te pareció la hacienda de tu prometido?
― Pues, muy linda -dijo nada más-.
― Y ¿platicaste con Kodachi?
― Sí -dijo, mintiendo- platicamos bastante.
― Me alegro mucho... estoy segura que pronto se harán muy buenas amigas.
― Sí, ya lo creo -dijo de manera irónica, al recordar que Kodachi ni siquiera bajó de su habitación a saludarla-.
La señora Cologne se le quedó viendo y después, le dijo:
― Y Kuno, ¿cómo se portó contigo?
― Muy bien, abuelita -dijo, obviando que había intentado besarla varias veces- y mañana vendrán a la hacienda algunos de sus trabajadores a dejar un caballo que quiere regalarme.
― ¿De verdad? -dijo la señora Aiko, sonriendo- ¡qué lindo es ese muchacho, se ve que está muy enamorado de ti!... y ¿saldrán mañana nuevamente?
― No, mamá, tengo que estudiar para mi examen y él está completamente de acuerdo en que no nos veamos por algunos días.
Tanto su mamá como su abuela voltearon a verse y antes de que pudieran decir algo más, Akane les dijo:
― Si me disculpan, voy a ir a estudiar a mi habitación... con permiso.
Pero, antes de que pudiera irse, su mamá le dijo:
― Hija, ¿por qué no vienes a estudiar aquí con nosotras?
― Sí, Akane -dijo su abuela- prometemos que no vamos a distraerte... nos quedaremos calladas, de verdad.
Akane no estaba muy convencida, pero, al ver su insistencia, aceptó. Fue a su habitación. Tomó sus libros y volvió con ellas a la sala.
Pasó una hora y la señora Aiko, sonrió al ver a Akane tan concentrada estudiando: estaba muy orgullosa de ella, al ver el empeño que estaba poniendo para ganar ese examen.
Pasaron unos minutos más y la señora Aiko terminó de tejer:
― Muy bien, ya está lista -dijo, extendiendo la bufanda que había estado tejiendo hacía ya algunos días-.
Akane volteó a verla y ella le dijo:
― Es para ti -y se acercó para entregársela- para que ya no sigas usando esa bufanda que ya está muy vieja.
― Mamá -dijo Akane- no era necesario que lo hicieras.
― Claro que sí, hija... ya que, por lo visto, te gusta usar siempre una bufanda, pues, por lo menos, quiero que uses una nueva.
Akane se le quedó viendo. Sonrió e iba a decir algo, pero, de pronto, su papá y su hermano ingresaron a la sala.
La señora Aiko se acercó a saludarlos:
― ¡Qué bueno que ya estén aquí!... ¿cómo les fue?
― Pues -dijo el señor Tendo, en un tono insolente- por lo menos, tu hijo supo comportarse y no dio un espectáculo como el que dio su hermana aquella vez.
Akane escuchó perfectamente lo que su papá había dicho. Inclinó la cabeza y se sintió muy avergonzada.
Hubo un corto silencio y después, Ryoga dijo, en un tono triste:
― Nos fue muy bien, mamá, gracias.
La señora Aiko se le quedó viendo un momento y después, le dijo:
― ¿Qué te pasa, mi amor?
― Nada, mamá, no te preocupes... creo que solo estoy un poco cansado, es todo -hizo una pausa- iré a mi habitación... con permiso.
Todos se le quedaron viendo. Akane se levantó rápidamente del sillón donde estaba sentada para seguirlo, pero, su papá le dijo:
― Déjalo... no quiero que hables con él y lo mal aconsejes.
Akane se quedó estática al escuchar a su papá:
― ¡Eres una mala influencia! ... ¡así que, te prohíbo terminantemente que te acerques a él!, ¡¿me escuchaste?!
― Pero, papá -dijo Akane, con ganas de llorar- ¿por qué me dices eso?
― Soun -dijo la señora Aiko, interviniendo y abrazando a Akane- ¿cómo puedes ser tan cruel con nuestra hija?
― Hijo -dijo la señora Cologne- me parece que estás siendo muy injusto con la niña: si Ryoga no se comportó como tú esperabas, no es para que te desquites con ella.
El señor Soun se les quedó viendo un momento y después, dijo:
― Solo dije la verdad: Akane se ha vuelto muy rebelde y le ha dado un mal ejemplo a su hermano.
― ¡Eso no es verdad! -dijo la señora Aiko, bastante molesta- ¡Akane es una excelente hija y estoy muy orgullosa de ella!
― Hijo -dijo ingresando a la sala, el señor Happosai, que había escuchado todo- Akane ya aceptó el compromiso matrimonial con Kuno Tatewaki y lo hizo frente a todo el pueblo, además, él está completamente de acuerdo en que ella vaya a estudiar a Tokio... ¿qué es en realidad lo que te molesta?
El señor Soun se quedó callado. No supo qué contestar y mejor se fue a su oficina. Al llegar, se sentó en la silla que estaba junto a su escritorio, vio hacia el techo y pensó:
¡Ya no soporto más esta situación!... ¡no entiendo por qué cada día los negocios en la hacienda en lugar de mejorar, empeoran y mientras tanto, mis deudas con Kuno siguen creciendo!... -dio un largo suspiro, con frustración- sé que Akane no tiene la culpa, pero es mi única salida... todo sería tan fácil si se casara con Kuno lo más pronto posible...
Akane estaba muy triste y su mamá le dijo:
― Ignora las palabras de tu padre, pequeña... últimamente lo he visto muy tenso, seguramente debe tener algunos problemas en la hacienda y por eso, lo dijo sin pensarlo.
― Quizás -dijo Akane, con voz algo entrecortada- debí haber renunciado a mi sueño desde un principio y no insistir...
― No digas eso ahora, mi amor -dijo la señora Aiko, desconcertada- tú irás a estudiar y cumplirás tu sueño.
― Pero, es que...
― Nada, hija: si hasta ahora, las mujeres de esta familia no habían podido hacer realidad sus sueños, déjame decirte que eso se acabó, porque tú sí lo harás, ¿me escuchaste?
Akane inclinó su rostro y la señora Aiko continuó:
― Y ni siquiera consideres prestar atención a lo que tu padre te dijo, porque tú eres la mejor hija del mundo y un excelente ejemplo a seguir para tu hermano.
Akane la abrazó fuertemente y sus abuelos, ni siquiera intentaron contradecir lo que había dicho la señora Aiko, porque estaban completamente de acuerdo con ella.
Por otro lado, Kuno se encontraba en su oficina, hablando con alguien que le había ayudado en su cometido para orillar al señor Tendo a que le concediera la mano de su hija en matrimonio:
― Y bien, Gosunkugi -dijo Kuno- ¿cómo van los negocios en la hacienda Tendo?
― Cada día peor, señor -respondió el administrador de la hacienda del señor Soun: un chico alto y delgado... demasiado delgado, de veintisiete años de edad, de cabello corto color negro, ojos del mismo color y no considerado atractivo por las mujeres de ese pueblo. Por supuesto, él también había estado interesado en Akane, pero, era consciente de que ella estaba fuera de su alcance-.
Kuno sonrió ampliamente al escucharlo y le dijo:
― Muy bien, así deben seguir las cosas: quiero que cada día que pase, el señor Tendo necesite de mi ayuda para sacar adelante su hacienda -hizo una pausa- has hecho un buen trabajo.
― Gracias, pero, no sé cómo fue que me presté para esto, porque usted sabe muy bien que le he estado presentando informes contables erróneos al señor Tendo desde hace ya algún tiempo, porque su hacienda no está en una situación tan crítica como usted le quiere hacer creer.
Kuno se enojó y le dijo:
― ¡Te estoy pagando muy bien, así que no me vengas con remordimientos!
― Pero, señor, ¿qué va a suceder ahora que el hijo del señor Tendo se está involucrando más en los negocios de la hacienda?
Kuno rio sarcásticamente y le dijo:
― ¿Te preocupas por ese niño?... por favor.
― Pero, es que...
― Ryoga no va a ser ningún problema, puedo asegurártelo, además, el señor Tendo confía ciegamente en ti.
― Es que, si se llegan a enterar de lo que he estado haciendo... no me quiero ni imaginar lo que pasará conmigo.
Kuno bufó fastidiado. Iba a decirle algo más, cuando de pronto, escucharon que alguien tocaba a la puerta:
― Adelante -dijo Kuno-.
Era una de sus empleadas que les llevaba té:
― Con permiso - dijo, ingresando a la habitación. Les sirvió el té y después, se retiró-.
Gosunkugi y Kuno platicaron un poco más. Pasaron unos minutos y después, llegó otra chica a avisarles que la cena ya estaba lista.
Kuno invitó a Gosunkugi a quedarse a cenar y él aceptó. Fueron al comedor, se sentaron y rápidamente, se acercaron las empleadas a servirles la cena. Después de unos cuantos minutos, Kodachi apareció. Kuno se sorprendió al verla y le dijo, sarcásticamente:
― ¡Vaya, hermanita! ¡hasta que decidiste bajar de tu habitación!
― Señorita -dijo Gosunkugi, levantándose rápidamente y haciendo una reverencia-.
― ¿Ya se te quitó la migraña? -dijo Kuno, de manera irónica-.
Kodachi se le quedó viendo. Se sentó y después le dijo, en el mismo tono:
― Sí, gracias por preocuparte, hermanito querido... eres tan lindo.
Kuno sonrió sarcásticamente y les pidió a las empleadas que le sirvieran la cena a su hermana.
Cuando ya le habían servido, Kuno le dijo a una de las chicas:
― Ve a llamar inmediatamente a Mousse, necesito hablar con él.
La chica hizo lo que él le había ordenado y Kodachi volteó a verlo, muy sorprendida:
― ¿Para qué quieres hablar con él a estas horas?
― Ya lo verás... no comas ansias: estoy seguro que te encantará lo que voy a pedirle.
Kodachi se le quedó viendo desconcertada y Gosunkugi solo estaba de espectador. Después de unos minutos, Mousse llegó con ellos al comedor. Se quitó el sombrero que traía puesto y humildemente, hizo una reverencia:
― Buenas noches... ¿en qué puedo servirle, señor Tatewaki?
Kuno sonrió con autosuficiencia. Volteó a ver a Kodachi y luego, se dirigió a Mousse:
― Mousse, quiero pedirte un favor.
― Usted dirá, señor.
― Quiero que te encargues de llevar mañana a la hacienda Tendo el caballo blanco que mi prometida y yo montamos por la tarde.
Mousse se sorprendió mucho, Kodachi se quedó estática y Kuno continuó:
― A Akane le gustó mucho ese caballo y yo quiero regalárselo, así que, mañana a primera hora se lo llevarás.
Kodachi se levantó rápidamente de la mesa y le dijo, muy molesta:
― ¡Ese caballo es mío, Kuno: papá me lo regaló poco antes de morir!... ¡¿cómo te atreves a decidir algo así?!
Kuno la ignoró y volvió a dirigirse a Mousse:
― Eso era todo, ya puedes retirarte.
― ¡No, Kuno! -volvió a decir Kodachi- ¡no lo voy a permitir!
― ¡Aquí se hace lo que yo digo! ¡¿entendiste?! -dijo Kuno furioso, levantándose también de la mesa y encarándola-.
― Pero, Kuno...
― ¡¿Creíste que no tendría consecuencias tu actitud de hoy con mi prometida?! ¡pues, déjame decirte que estabas muy equivocada y esto apenas es el principio de lo que puede seguir pasando si no cambias tu comportamiento con ella!... ¡¿me escuchaste bien?!
Kodachi empezó a llorar e inclinó su rostro. Mousse se sintió muy mal al verla así:
― Lo siento mucho, señorita -dijo, en un tono triste-.
― Dije que ya podías retirarte -dijo Kuno con insolencia, dirigiéndose a Mousse- ¿qué haces aquí todavía?
― Perdón, señor -hizo una reverencia y se fue-.
Kodachi volteó a ver a Kuno y le dijo:
― Te detesto.
― El sentimiento es mutuo, hermanita -le dijo, sarcásticamente-.
Gosunkugi se sintió incómodo por la escena que acababa de presenciar. Se levantó de la mesa, se aclaró la garganta y dijo:
― Será mejor que me retire... con permiso -hizo una reverencia y se fue-.
Kodachi le dio una última mirada a su hermano y después, subió a su habitación.
Por otro lado, en la hacienda Kuonji, Ukyo se encontraba en su habitación, alistándose para ir a dormir. Estaba muy contenta por haber platicado con Ryoga (aunque solo hubiera cruzado una que otra palabra con él), pues, ella únicamente lo había visto de lejos y jamás imaginó que su papá la comprometería con él.
Estaba sumida en sus pensamientos, cuando de pronto, escuchó que tocaban a su puerta. Se acercó a deslizarla para abrirla y era su madrastra: la señora Atsuko Ishino, una señora de cuarenta años de edad, que tenía el cabello castaño claro, piel blanca y ojos verdes (ya que, la mamá de Ukyo había fallecido hacía ya algunos años atrás y su papá se había vuelto a casar).
La señora Atsuko quería mucho a Ukyo y la consideraba como si fuera su hija:
― ¿Puedo pasar, linda? -dijo la señora Atsuko, sonriendo-.
― Claro que sí, mamá -pues, así se había acostumbrado a llamarla Ukyo-.
La señora entró a la habitación de Ukyo. Se sentó en su cama y le dijo:
― Ya no pudimos platicar hace un rato y quiero saber cómo te fue con tu prometido.
Ukyo se sonrojó y le dijo, muy nerviosa:
― Pues... bien.
― ¿Solo bien? -dijo la señora Atsuko, sonriendo- ¿de verdad?... creo que me estás mintiendo.
Ukyo rio un poco y después, le dijo:
― Bueno... -tomó aire- ¡muy bien! -dijo después, muy emocionada- ¡mamá, es tan lindo! ¡Ryoga es el chico más atractivo que jamás había visto!
La señora Atsuko la observó con ternura:
― Seguramente él estará diciendo lo mismo de ti.
― ¿Tú crees?
― Claro que sí, querida... sin duda alguna, él se estará sintiendo el chico más afortunado por tener a la prometida más bonita del pueblo.
Ukyo sonrió ampliamente. Estaba muy ilusionada y esperaba con muchas ansias el día en que volvería a verlo.
Mientras tanto, en la hacienda Tendo, un chico de cabello negro y de ojos color miel, se encontraba en la habitación de su hermana, hablando con ella, muy desesperado:
― ¡Akane, no creo poder con esto! ... ¡de verdad, no puedo!
― Trata de tranquilizarte, Ryoga.
― ¡No puedo, Akane!... ¡esto es horrible!... ¡perdóname por no haberte comprendido el día que te enteraste que papá te había comprometido con Kuno!
― No te preocupes por eso, Ryoga.
― ¡Es que, me niego a aceptar que papá decida de esta manera por nosotros!... -hizo una pausa- ¡¿por qué tuvimos que haber nacido en este pueblo?! ¡¿por qué?!
Akane se acercó a abrazarlo y después, le dijo:
― No digas esas cosas... mira, apenas hoy empezaste a tratarla, ¿por qué no te das la oportunidad de conocerla?
― ¡No, Akane, no tiene caso!
― Te aseguro que sí.
Ryoga se le quedó viendo y después le dijo, en un tono un poco irónico:
― A ver, ¿acaso tú ya empezaste a sentir algo por tu prometido? -hizo una pausa- dime, ¿te ha servido de algo la convivencia con él?
Akane lo observó un momento. Tragó muy duro y recordó lo que su papá le había dicho hacía apenas algunas horas, asegurándole que ella era una mala influencia.
Tomó aire y tratando de mostrar firmeza, le dijo:
― ¡Sí, Ryoga, sí me ha servido la convivencia con él, aunque no lo creas!
Ryoga se sorprendió mucho y después, le dijo:
― Estás diciendo que tú...
― Sí, Ryoga: ¡me estoy enamorando de Kuno!
Ryoga no salía de su asombro. Se sentó en la cama, tratando de asimilar lo que acababa de escuchar y ella continuó:
― Estoy segura que tú también te vas a enamorar de tu prometida.
― ¿De... de... verdad lo crees? -le dijo dudoso-.
― Sí, Ryoga, así será -y se acercó a abrazarlo, fuertemente. Se sintió muy mal al mentirle así, pero, de alguna manera tenía que animarlo. Además, no quería que su papá siguiera pensando que ella lo estaba mal aconsejando. Se le salieron unas pequeñas lágrimas- ya lo verás, hermanito: vas a ser muy feliz.
Por otro lado, después de unas semanas, en Tokio, una chica llamada Asami, revisaba el buzón de correos de la casa de la familia Saotome:
― ¡Una carta del joven Ranma! -exclamó muy feliz al leer el remitente-.
Acercó la carta a su pecho, con mucha alegría y después, fue rápidamente a la sala donde estaban las señoras Nodoka y Hinako:
― ¡Llegó carta del joven! -dijo, casi gritándolo-.
― ¡¿De verdad?! -dijo la señora Nodoka, muy emocionada-.
La señora Hinako hizo una expresión de fastidio y Asami se acercó a entregarle la carta a la mamá de Ranma.
La señora Nodoka empezó a abrirla rápidamente y Asami se quedó esperando ansiosamente a que la leyera, pero, la señora Hinako, al verla ahí parada, le dijo:
― ¿Y qué haces aquí todavía, Asami?... ya cumpliste con el encargo, ahora retírate a la cocina... esto solo le incumbe a la familia.
Asami se sintió muy avergonzada. Hizo una reverencia y se fue. La señora Nodoka ya estaba leyendo la carta solo con la vista y por eso, no se percató de la manera en que la señora Hinako le había hablado a Asami.
― ¿Y qué cuenta mi querido sobrino? -dijo la tía Hinako, de manera irónica-.
― Dice que todo va muy bien con su entrenamiento -leyó muy contenta, la señora Nodoka- que Shinno y él ya hicieron nuevos amigos y que los han felicitado sus superiores por su desempeño...
― Bueno, lo de ese huérfano no tiene por qué interesarnos, ¿no lo crees?
La señora Nodoka iba a decirle algo, cuando de pronto, escucharon que sonó el timbre. Una de las empleadas fue a abrir la puerta y era el señor Genma que venía cargando una caja.
La señora Nodoka se puso muy feliz al verlo y se acercó a saludarlo. Le contó rápidamente de la carta que Ranma les había enviado y después, él le dijo:
― Me alegra que Ranma se haya comunicado para que ya no estés tan triste por él.
La señora Nodoka sonrió con nostalgia y él continuó:
― Además, hay algo que quiero mostrarte y que sé que te alegrará saber que fue idea de nuestro hijo.
Asami andaba por ahí cerca. Se escondió y se quedó a escuchar.
La señora Nodoka se le quedó viendo a su esposo, con curiosidad:
― ¿Idea de Ranma?
― Sí, así es... es sobre el negocio que tenemos y debo decirte que a los empleados les pareció muy bien esa idea.
La tía Hinako solo los observaba sin decir nada. El señor Genma abrió la caja que traía y sacó una muñeca de porcelana muy bonita.
La señora Nodoka se quedó viendo muy sorprendida y él se la entregó:
― ¿Qué te parece? todos dijeron que se venderán rápidamente.
La señora Nodoka la sostuvo en sus manos, sin decir nada y la tía Hinako se acercó a ver:
― ¡Vaya! -dijo, riendo irónicamente- ¡al parecer tu hijo quedó obsesionado con esa mujer casada! Jajajaja -ya que Mariko le había descrito cómo era esa chica y la muñeca que el papá de Ranma había traído tenía los ojos color café y el cabello azulado-.
El señor Genma se le quedó viendo y después, le dijo:
― ¿Mujer casada? ¿de qué hablas, Hinako?
― Comprometida -dijo la señora Nodoka algo molesta, volteando a ver a su hermana-.
― ¿Tú qué sabes? -dijo la señora Hinako- quizás en estas semanas se casó jajajaja.
― ¿De qué están hablando? no entiendo nada -dijo el señor Genma, muy confundido-.
La señora Nodoka le contó todo y al terminar, el señor Genma rio, muy divertido. Ella se molestó un poco y él le dijo:
― Nodoka, no te preocupes, no creo que sea para tanto...
― Pero, Genma...
― Mira, comprendo que te sientas así porque es la primera vez que nuestro hijo demuestra interés por una chica, pero, eso es muy normal a su edad, además, es casi imposible que vuelva a verla y peor aún, estando en Ichigaya por los próximos cuatro años... tranquilízate.
― Es que, yo nunca consentiré que mi hijo llegue a tener una relación con una mujer comprometida.
― Casada -volvió a decir, solo para molestarla la señora Hinako-.
Ambos voltearon a verla y después el señor Genma dijo, dirigiéndose a su esposa:
― Estoy seguro que Ranma está consciente de eso, Nodoka: él sabe muy bien que en nuestra familia jamás se toleraría algo así... te aseguro que solo fue un sentimiento pasajero... ahora quizás ni la recuerde.
― Pero, si se fabrican esas muñecas, volverá a recordarla.
― Puede ser, pero, solo la recordará como la primera vez que sintió algo por una chica -hizo una pausa- ya verás que cuando regrese conocerá a una chica linda, sin ningún compromiso, de la cual se enamorará perdidamente.
― Como Mariko -dijo interviniendo nuevamente, la señora Hinako-.
La señora Nodoka volteó a ver nuevamente a su hermana. Dio un pequeño suspiro y después, se dirigió a su esposo:
― No lo sé, Genma... es que, no me convence la idea de fabricar esas muñecas.
― Fue idea de nuestro hijo, Nodoka, deberías darle una oportunidad... además, estoy seguro que Ranma se alegrará mucho al enterarse que tomamos muy en cuenta su sugerencia.
― Lo voy a pensar -dijo, algo seria-.
― Bueno, es que -dijo el señor Genma, sonriendo algo nervioso- ya... ya recibí algunos pedidos jajaja.
― ¿Qué? -dijo la señora Nodoka, muy sorprendida- ¿por qué no me lo consultaste antes?
― Porque pensé que estarías de acuerdo y más aún, tratándose de una idea de Ranma jajajaja.
Asami había escuchado todo y se puso muy triste, porque aunque estaba consciente que su amor por Ranma era imposible, le dolía enterarse que él se hubiera fijado en alguien más.
Por otro lado, después de algunos días, en Ichigaya, siendo ya de noche, tres chicos se encontraban estudiando en su habitación, pues, muy pronto tendrían exámenes:
― ¡Matemáticas! -decía Sentaro, bastante frustrado- ¡¿por qué matemáticas?!... ¡si por eso fue que no quise seguir estudiando en la universidad! ¡y ahora resulta que para ser soldado, ¿necesitas saber de matemáticas?!
Shinnosuke y Ranma solo reían al escucharlo:
― Las matemáticas van a servir siempre para cualquier ámbito, Sentaro... prácticamente, debes acostumbrarte a vivir con ellas -dijo Shinnosuke, sonriendo-.
― ¡Es fácil para ti decirlo, Shinno, porque a ti sí te gusta el estudio! -volvió a decir Sentaro-.
Shinnosuke solo negó con la cabeza, sonriendo y le dijo:
― A ver, te lo voy a explicar otra vez, pero esta vez sí presta atención, por favor.
― ¡Quién sabe dónde tiene la cabeza! jajajaja -rio Ranma-.
― ¡No te burles, Ranma! -dijo Sentaro ofendido- ¡que tú también estás en la misma situación que yo!
― Jajajaja -volvió a reír Ranma- pero, a mí, Shinno me va a dar copia en el examen, ¿verdad, Shinno? jajajaja.
Shinnosuke iba a responderle, cuando de pronto, tocaron a la puerta. Sentaro fue a abrir y era el Teniente Picolette, el encargado de su entrenamiento: un hombre de veinticinco años de edad, de cabello corto y rubio, piel morena clara y ojos azules.
Los tres rápidamente hicieron el saludo respectivo al verlo:
― ¡Teniente Chardin! -dijeron al unísono-.
Él también los saludó y les dijo (en japonés, pero, con acento francés, ya que, su mamá era francesa y él hablaba ambos idiomas):
― Mañana el entrenamiento iniciará media hora antes de lo habitual, así que, nada de llegar tarde, ¿me escucharon?
― ¡Sí, señor!
Él se les quedó viendo y después dijo, dirigiéndose a Ranma:
― Saotome, esto es para ti, te lo envían de correos -y le entregó un paquete compuesto por aproximadamente quince cartas-.
Ranma lo recibió y él le dijo:
― Veo que eres muy popular con las chicas, Saotome... eres el que más cartas recibe aquí.
Ranma se avergonzó al escucharlo y Sentaro se dirigió al teniente:
― Disculpe, señor, ¿no hay alguna carta para mí? -pues, tenía la esperanza de que su ex novia Satsuki le escribiera-.
― ¡Yo qué sé! -dijo, bastante molesto- ¡ésta fue la única ocasión en la que acepté hacer ese favor! ¡no está entre mis atribuciones hacerle de cartero! ¡¿me escuchaste?!
― Sí, señor, disculpe -dijo, algo avergonzado-.
El Teniente Chardin les dio una última mirada y después, se fue de ahí. Sentaro cerró la puerta y Shinnosuke le dijo:
― ¡Qué carácter!... ¿será posible que, al salir de aquí, también nosotros nos volvamos amargados?
Ranma y Sentaro empezaron a reírse y después, Sentaro dijo:
― Yo no me quiero volver así, además, no comprendo su actitud, porque según andaban comentando por ahí, una chica es la que ahora está trabajando en correos y al parecer, ella y el teniente Chardin tienen una relación.
― Ya entiendo por qué aceptó hacer ese favor -dijo Shinnosuke divertido-.
Todos rieron nuevamente y después Shinnosuke dijo, dirigiéndose a Ranma:
― Oye y a todas éstas, ¿quiénes te escribieron cartas esta vez?
― Pues, además de mis padres, también me escribió: Mariko, para variar... -dijo Ranma, fastidiado-.
Shinnosuke sonrió con tristeza, porque él sí se pondría muy feliz si recibiera una carta de Mariko.
Ranma continuó:
― Hiroko, Miyo, Lychee, Kogane, Midori, Hanako, Hayami, Chiasa, Emiko...
― Jajaja -rio Sentaro, interrumpiéndolo- tienes de donde escoger cuando regreses jajajaja.
― No, no lo creo -dijo serio-.
― Otra vez con lo mismo -dijo Shinnosuke- Ranma, ¿no me digas que aún no has olvidado a "tu muñeca de porcelana", como la llamas?
― No, Shinno, no la he olvidado -hizo una pausa- tal vez les parezca que soy muy cursi o que es una tontería, pero, daría lo que fuera por volver a verla o por recibir una carta suya.
― ¿Y cómo vas a recibir una carta suya si ni siquiera se conocen? -preguntó Sentaro- además, ella quizás ni se recuerde que existes jajajaja.
Ranma vio hacia el techo y Shinnosuke le dijo:
― Ranma y... ¿no has considerado que, a estas alturas, tal vez ella ya se casó? porque me contaste que Mariko vio que tenía un anillo de compromiso.
― Eso dijo ella, pero, yo no le creí... no me consta.
― ¿Y si fuera así? ¿qué harías? -dijo Shinnosuke- si volvieras a verla y te dieras cuenta que está casada, ¿te atreverías a intentar algo con ella?
Ranma volteó a verlo. Después, dio un largo suspiro y le dijo:
― Por supuesto que no, Shinno... jamás le haría algo así a mis padres.
Al día siguiente, en Nerima, Akane se encontraba despidiéndose de su familia en la estación de trenes, pues, su examen sería en dos días y quería estar a tiempo en Tokio, para alistarlo todo. Se quedaría en el departamento que habían alquilado para ella y al finalizar su examen se regresaría inmediatamente a su pueblo, a esperar los resultados correspondientes del mismo, pues, todo dependía de ese examen para saber sí la aceptaban finalmente en la universidad:
― Ten mucho cuidado por favor, hija -dijo la señora Aiko-.
― Así lo haré, mamá -dijo Akane, sonriendo-.
La abrazó y después, se despidió de sus abuelos y de su hermano:
― Te encargo mucho a Koko, por favor, Ryoga -dijo Akane, refiriéndose al caballo blanco que Kuno le había regalado-.
― Sí, hermanita, yo me haré cargo de él estos días, no te preocupes -y la abrazó fuertemente- te deseo muchos éxitos en tu examen.
― Muchas gracias, Ryoga, eres tan lindo -dijo, dándole un beso en la mejilla-.
La enfermera Kasumi y su esposo, el doctor Tofu, se habían despedido de Akane el día anterior.
Kuno había querido ir a despedir a Akane, esa mañana, pero, tuvo asuntos que atender en su hacienda y ella solo podía agradecer internamente por eso, ya que, para Akane era mejor no tener que tratar con él lo más que se pudiera.
Su papá no había ido a despedirla, porque aún no aceptaba que ella saliera del pueblo para ir a estudiar a Tokio.
Akane se subió al tren muy emocionada y a la vez nerviosa. Al llegar a su asiento, se despidió de su familia a través de una ventana.
Pasaron las horas y por fin, llegó a Tokio. Nuevamente, le pareció magnífica esa gran ciudad y sonrió ampliamente.
Empezó a caminar para llegar al edificio donde estaba su departamento, pero, al hacerlo, pasó por la heladería donde había ocurrido "aquel incidente". Dio un pequeño suspiro al recordar lo que había pasado en ese lugar y por supuesto, de nuevo se hizo presente la imagen de ese chico que no podía apartar de su mente:
Él ni siquiera debe acordarse de mí -pensó, con tristeza- tenía novia y yo... yo estoy comprometida -dijo internamente, viendo el anillo que estaba en su mano- no es justo que le haga esto a Kuno: aunque no lo ame, no está nada bien que piense en otro hombre... ¡ay, tengo que olvidarlo!
Siguió caminando y al llegar al edificio respectivo, se acomodó en su departamento.
Cuando por fin llegó el día tan esperado, Akane salió a buena hora, para estar en la universidad a tiempo.
Dejó su largo cabello azulado suelto y se maquilló un poco. Se puso un yukata color azul, su infaltable bufanda favorita, unas zapatillas blancas y se llevó un bolso vintage, de cuero suave, estilo cocodrilo, color negro, donde había depositado todo lo que necesitaría para su examen.
Iba muy contenta, caminando por las calles y nuevamente, todos los chicos que la veían quedaban cautivados por su belleza natural.
Al llegar e ingresar a la universidad, Akane sacó una hoja de su bolso que le habían entregado el día que hizo su solicitud y que tenía el número de salón en el que le harían el examen:
― Muy bien, salón 215 -y empezó a caminar por los pasillos para ir al salón respectivo-.
Pasaron algunos minutos y no lo encontraba. Estaba algo nerviosa:
Debí haber preguntado, desde que entré, por ese salón -y se quedó parada un momento para pensar bien en lo que haría-.
De pronto, unas chicas aparecieron en el pasillo donde ella estaba. La observaron de abajo hacia arriba, un momento y después, una chica de cabello largo y ondulado, color castaño claro, de ojos verdes y piel blanca, llamada Azusa Shiratori, dijo:
― Y ésta, ¿de qué caverna habrá salido?
Sus amigas se rieron y después, ella volvió a decir:
― Vean esto -y se acercó a Akane. Ella estaba dando la espalda y Azusa hizo como que se había topado sin querer con ella, provocando que botara su bolso al suelo y que parte de sus cosas se salieran de él-.
Las amigas de Azusa empezaron a reírse. Akane se agachó rápidamente para recoger sus cosas y Azusa le dijo:
― No esperes que te pida perdón, ¿eh? porque no fue mi culpa: tú te quedaste ahí parada y yo no te vi.
Akane siguió recogiendo sus cosas y Azusa y sus amigas se fueron de ahí, riéndose y murmurando:
― ¡Qué tonta es!
― ¡De seguro viene de alguno de esos puebluchos recónditos! jajaja.
― ¡Qué forma de vestir tan anticuada! jajajaja.
Akane se sintió muy mal, pues, las escuchó perfectamente. De pronto, vio que alguien más se agachaba también para ayudarle a recoger sus cosas:
― ¿Estás bien? -dijo una chica china, muy bonita, que tenía el cabello largo, color violeta, piel blanca, ojos color carmesí y que gustaba vestir blusas de algodón sin mangas, con botones y estampado de lunares, pantalones cortos, tipo falda y zapatos con adornos perforados (como se vestían la mayoría de chicas de su edad en esa época)-.
― Sí, gracias -dijo Akane, con voz algo apagada-.
― ¿Cómo te llamas?
― Akane Tendo.
― Mucho gusto, Akane, yo soy Shampoo Zheng -dijo, sonriendo- ¿vienes a algún examen de admisión?
― Sí, pero, no encuentro el salón y ya casi es la hora.
― ¿Qué salón buscas?
― El 215.
― ¡¿En serio?! -dijo Shampoo, muy emocionada- ¡yo también voy a ese salón!
― ¿De verdad?
― ¡Sí! ¡ven conmigo! -Akane sonrió y se fue con ella-.
Llegaron al salón y al entrar, Akane pudo darse cuenta que ahí estaban también esas chicas que se habían burlado de ella, pero, trató de ignorarlas.
El examen empezó. Después de una hora, Azusa y sus amigas entregaron su examen y salieron del salón. Pasaron unos minutos más y Shampoo también salió.
Akane se tardó media hora más. Al terminar, entregó su examen y también salió del salón.
Shampoo estaba afuera, esperándola y Akane se sorprendió al verla:
― ¿Cómo te fue? -dijo Shampoo, muy contenta-.
― Pues, venía difícil -dijo Akane, algo decepcionada- lo respondí todo, pero, quién sabe si lo aprobaré.
― Ya verás que sí... a mí tampoco me fue muy bien que digamos, pero, traté de dar mi mejor esfuerzo... a ver qué pasa -dijo, tranquilamente-.
Akane se le quedó viendo y después, le dijo:
― Bueno, creo que debo irme ya, para no llegar tan tarde a mi pueblo.
― ¿No eres de aquí?
― No, soy de Nerima.
― Ya veo, pero, ¿no te gustaría acompañarme a una fiesta que dará mi novio Kirin en su casa esta noche?
― ¿Qué? -dijo Akane, muy sorprendida-.
― Sí, es que, me has caído muy bien y así aprovechas a conocer a más personas... acepta, ¿sí?
― Shampoo, es que, yo...
― Anda, di que sí... hasta te podría presentar a los amigos de mi novio y quien quita que de repente...
― No, Shampoo, gracias, pero, no puedo -dijo, interrumpiéndola-.
― ¿Por qué no?... ¿no te gustaría conocer chicos?
― Shampoo, estoy comprometida -dijo Akane, mostrándole el anillo que tenía en su mano izquierda-.
― Sí, me di cuenta, pero, eso se puede arreglar -dijo, tranquilamente-.
― ¿A qué te refieres? -preguntó, desconcertada-.
― Te lo quitas y ya.
Shampoo era una chica muy extrovertida y arriesgada. Tenía ya varios años de haber llegado a vivir a Tokio con sus padres y sus dos hermanas: Rin y Ran.
No era una mala persona, pero, para habitantes, como los de Nerima, siendo tan conservadores, Shampoo podía ser catalogada como una mala influencia para Akane.
CONTINUARÁ…
Muchas gracias por leer. Espero poder ponerme al día con esta historia lo más pronto posible :)
