Los personajes son propiedad de Rumiko Takahashi y la historia está escrita sin fines de lucro.
Por otro lado, después de dos semanas, en Ichigaya, en la oficina principal de la Academia del Ejército Imperial Japonés, se encontraba el ahora Capitán Chardin, junto a su nueva "conquista", pues, desde que obtuvo ese ascenso y quedó al frente de dicha academia, hizo todo lo que se le dio la gana, sin que nadie lo supervisara (incluyendo, ingresar mujeres a esa oficina cuando él así lo dispusiera).
Parecía que todo le estaba saliendo mejor de lo que esperaba, porque había logrado expulsar a "ese novato" que llevaba años ocasionándole problemas, había conseguido el ascenso que tanto deseaba y ahora, también había logrado quedar como la autoridad máxima en esa academia...
Se podría decir que lo tenía todo, pero, aun así, él mismo sabía que le hacía falta algo más y quizás era lo más importante: conseguir, a como diera lugar, a esa chica que se había vuelto una obsesión para él, desde aquella vez en que se dio el lujo de rechazarlo y que ahora, sentía que hasta que no la tuviera con él, estaría incompleto, porque quizás, le sobraban las mujeres, pero, no una como ella, que además de ser muy hermosa, era decente, pura e inocente y eso era lo que más le atraía:
― ¿Te pasa algo, Picolette? últimamente, te he visto muy cambiado conmigo... -le dijo con reproche, la chica que estaba con él en ese momento en su oficina, mientras se encontraba sentada en su regazo y acariciaba su cabello rubio-.
Picolette se había quedado perdido en sus pensamientos al recordar a Akane (pues, ella era la chica con la cual estaba obsesionado):
― ¿Tienes algún problema, cariño? -continuó ella- es que, no me gusta verte así, tan de malhumor todo el tiempo y...
― No me pasa nada, mujer -le dijo al fin, entre dientes- deja de decir esas cosas, ¿quieres?
― ¡Ay, ¿por qué no me cuentas?! -le dijo en tono de súplica, acariciando su rostro- te aseguro que te vas a sentir mejor si lo haces.
― Ya te dije que no tengo nada -le dijo, algo molesto-.
― Cuéntame ¿sí?... o es que, acaso, ¿no me tienes confianza?...
― ¡Dije que no me pasa nada! -le volvió a decir, aún más molesto- ¡deja de insistir con eso!
Ella se le quedó viendo un momento y después le dijo, bastante ofendida:
― ¡¿Lo ves?!: ¡sí te pasa algo! -dijo, levantándose rápidamente de sus piernas- ¡tú nunca me habías hablado de esa manera tan grosera y no lo entiendo!: ¡yo no te he hecho nada!, ¡¿cuál es tu problema?!
El Capitán bufó fastidiado, mientras la escuchaba:
― ¡¿Por qué rematas conmigo?! yo solo quiero ayudarte, para que te sientas mejor y...
― ¡Muy bien!, ¡ya es suficiente! -le dijo furioso- ¡lárgate de aquí ahora mismo, que no estoy de humor para escuchar tus reclamos!
― ¡¿Me estás echando?! -le preguntó, muy sorprendida-.
― ¡Sí, así es!... ¡ya me tienes harto y de una vez te informo que lo nuestro se acaba de terminar en este mismo momento, ¿escuchaste bien?!
Ella se quedó estática al escuchar eso último y le dijo, con voz entrecortada:
― Pe... pe... pero... Picolette... tú... tú no me puedes hacer esto...
― ¡Claro que puedo!... ¡yo siempre decido cuando terminar una relación y contigo ya no quiero nada!
― ¡Pero, creí que me querías! -le dijo, casi llorando-.
― Por favor -le dijo, sarcásticamente- yo no quiero a nadie, únicamente me divierto y punto.
― ¡¿Cómo puedes decirme algo así?! -le dijo, bastante molesta- ¡yo sí estoy enamorada de ti!
― Pues, qué lástima, porque yo no... -dijo, de manera tajante- ya me aburrí de ti o mejor dicho, ya me aburrí de mujeres fáciles como tú...
Ella se sintió demasiado ofendida e iba a darle una bofetada, pero, él le detuvo el brazo antes de que lo lograra:
― ¡Qué ni se te ocurra! -le dijo furioso, sujetando fuertemente su brazo-.
Ella se le quedó viendo, muy asustada y él continuó:
― ¡Ya terminé contigo, no quiero volver a repetírtelo, ¿está claro?!... ¡ahora, vete de aquí! -le dijo, sacándola de la oficina-.
― ¡Te odio!, ¡eres de lo peor! -le gritó, todavía llorando-.
El Capitán le cerró la puerta en la cara y bufó fastidiado:
¡Mujeres! -dijo internamente, mientras se acercaba a su escritorio y se dejaba caer pesadamente en la silla que estaba junto al mismo:- ¡ya me cansé de todas ésas que solo sirven para el rato! -pensó después, sin ninguna consideración, mientras subía los pies al escritorio- ¡y lo que más me enoja aún, es no poder tener a la que sí me interesa! -dijo internamente, mientras pasaba una de sus manos por su cabello- ¡Akane, Akane!, ¡¿por qué no puedo sacarte de mi mente?!... ¡te necesito y no voy a descansar hasta que seas mía!... -hizo una pausa- ¡por todas las responsabilidades que me ha implicado el cargo que asumí, no he podido ir a buscarte, pero, espero que en estos días se me presente la oportunidad de hacerte una visita a Tokio y ahora sí, no vas a escapar de mí!... ¡eso te lo puedo jurar!: ¡vas a ser para mí, solo para mí o me dejo de llamar Picolette Chardin! -pensó, con mucha convicción- ¡muy pronto estaremos juntos, hermosa, te lo prometo!... ¡no importa el costo, no importa si tengo que matar para conseguirte, pero, cuando lo logre, jamás, jamás permitiré que nos volvamos a separar!
Mientras tanto, muy lejos de ahí, en el pueblo de Wazuka, Shinnosuke y Sentaro se encontraban almorzando, luego de haber estado trabajando muy duro en los cultivos de una hacienda donde habían conseguido empleo como peones:
― Oye, Shinno –dijo Sentaro, mientras comían- ¿cómo te has sentido trabajando aquí?
― ¿Por qué me lo preguntas? –le dijo Shinnosuke-.
― Bueno, es que, de repente este trabajo no era lo que esperabas y es demasiado pesado para ti.
― Para nada –dijo, sonriendo levemente- me siento muy bien aquí, además, yo estoy acostumbrado a trabajar de lo que sea jajaja: he trabajado como lustrador de zapatos, limpiador de ventanas, aprendiz de mecánico, carpintero, soldador, fontanero, pintor... -se detuvo un momento, dio un pequeño suspiro y después, le dijo- hace unos meses fui cadete y ahora soy peón de una de las haciendas más grandes del pueblo de Wazuka jajaja.
Ambos rieron un poco:
― Me gusta mucho este lugar –continuó, Shinnosuke- solo tengo poco más de un mes de estar aquí y he encontrado una gran tranquilidad que jamás imaginé que volvería a tener después de... -se quedó callado al recordar aquella situación bastante dolorosa para él y luego, volvió a dar un pequeño suspiro con tristeza-.
Sentaro se le quedó viendo un momento y completó la frase:
― Después de lo de esa chica que solo jugó contigo, ¿no es así?
Shinnosuke volteó a verlo y asintió levemente:
― Sí... así es –dijo, después-.
― Ay, hermano –dijo Sentaro, negando con la cabeza- de verdad, lamento mucho lo que te pasó con ella, pero, tienes que sobreponerte de alguna manera...
― No sé si lo logre algún día, Sentaro... -dijo, dando nuevamente un pequeño suspiro- lo que viví con Mariko fue demasiado profundo e intenso y es muy difícil de olvidar de la noche a la mañana...
Iba a seguir hablando, pero de pronto, una chica que también trabajaba ahí, se acercó a ellos y los interrumpió:
― Disculpen la intromisión, es que, quise traerles un poco de agua para que se refresquen –dijo algo sonrojada, entregándoles un pequeño jarrón con agua a cada uno-.
― Gracias, Kumiko –dijo Shinnosuke, recibiendo el jarrón- eres muy amable.
― No te hubieras molestado –dijo Sentaro, agradeciéndole también-.
― No, no es ninguna molestia –dijo, con voz casi inaudible-.
Ambos la bebieron rápidamente y después, le devolvieron los jarrones:
― Muchas gracias –volvió a agradecerle, Shinnosuke-.
― De nada, Shinno –dijo, aún más sonrojada y después, se atrevió a decirle- a ver si un día de estos, me invitas a un helado.
Shinnosuke se sorprendió un poco al escucharla y Sentaro rio disimuladamente:
― Sí... eh, a ver cuándo se puede –dijo después Shinnosuke, sonriendo nerviosamente-.
― ¡Ay, pero, que sea verdad, por favor! –dijo Kumiko-.
― Sí, te lo prometo.
― Bueno, eso espero... -dijo sonriendo, también- nos vemos después –dijo despidiéndose, para regresar a su trabajo-.
― Adiós –dijeron ambos-.
Al irse Kumiko, Sentaro le dijo:
― Deberías darte una oportunidad para tratarla, Shinno: se ve que la traes loca jajaja.
Shinnosuke volteó a verlo, aún más sorprendido:
― ¡No, Sentaro!, ¡¿cómo se te ocurre?!, ¡en estos momentos, no estoy para algo así!
― Bueno, porque tú así lo quieres jajaja...
― No es tan fácil como lo pintas.
― Por lo menos, deberías intentarlo, hombre.
― ¡No! -le dijo ya algo molesto, al ver su insistencia- ¡comprende, por favor, que no es tan sencillo que un hombre vuelva a abrirse en asuntos del corazón, después de haber amado y sufrido tanto por una mujer!... ¡tú deberías saberlo mejor que yo por lo que te pasó con Satsuki!: ¡a pesar de los años, no pudiste olvidarla, porque solo la amabas a ella!
Sentaro bufó fastidiado, al escucharlo y después, negó con la cabeza:
― Bueno, bueno, no te me pongas cursi, ¿quieres?... además, en todo caso, lo mío con Satsuki fue muy distinto a lo tuyo con Mariko, porque ella y yo jamás llegamos a... -hizo una pausa y después, dio un pequeño suspiro- bueno, como sea, pero, lo que sí puedo decirte es que, seguramente, Mariko debe estar muy tranquila ahora, mientras que tú, te sigues mortificando y...
― Puede que tengas razón, pero, a pesar de todo... -le dijo, interrumpiéndolo- yo solo quiero que sea feliz.
― Ajá... ¿con Ranma?
Shinnosuke se le quedó viendo un momento:
― Pues, sí... ella siempre ha estado enamorada de él.
― ¿Y no crees que es injusto que no le hayas dicho a Ranma lo que pasó entre tú y ella? -le preguntó, con reproche-.
― Bueno, quizás, pero, no quiero arruinar su reputación... además, no por lo que pasó entre nosotros, ella tiene que perder el derecho a ser feliz con el hombre que ama.
― ¡De verdad, no puedo creer que digas eso, después de lo que te hizo!... -dijo, muy sorprendido- ¡ella no merece que le tengas ni la más mínima consideración!
― A lo mejor -dijo, entre dientes- pero, no voy a ser yo quien destruya su felicidad.
Sentaro volvió a negar con la cabeza y después, dio un pequeño suspiro:
― Sigo pensando que esa mujer no se merece que la consideres ni una pizca, pero, allá tú.
Shinnosuke se le quedó viendo un momento y después, inclinó el rostro.
Sentaro pasó una de sus manos por su cabello y de pronto, se le vino algo a la mente que no había considerado antes:
― Oye, Shinno... -le dijo, después-.
― ¿Qué? -le dijo, sin ganas-.
― Y... ¿no te has puesto a pensar que quizás lo que hubo entre tú y ella...?
― ¿Qué? -le volvió a preguntar-.
Sentaro se le quedó viendo y después, negó con la cabeza:
― No, nada, olvídalo... solo es una tontería que se me ocurrió.
― ¿Qué ibas a decir?
― No es nada, de verdad, no importa... mejor regresemos a trabajar ya.
Shinnosuke asintió, no muy convencido y Sentaro se quedó pensando:
Solo espero que de verdad haya sido una tontería lo que se me vino a la mente, porque de no ser así, Shinno podría tener graves problemas si... -hizo una pausa- si... si esa mujer estuviera esperando un hijo suyo.
Por otro lado, después de algunas horas, en la ciudad de Tokio, dos amigas venían caminando y platicando, mientras se dirigían a la salida de la Universidad Imperial de Tokio, luego de haber finalizado las clases correspondientes a ese día:
― Hay que empezar a realizar cuanto antes ese trabajo de investigación que nos dejaron en equipos, Shampoo -le decía Akane con preocupación, a su amiga- porque es bastante y no tenemos mucho tiempo para hacerlo.
― Akane, ¡tenemos un mes! -le dijo Shampoo, con reproche- no te preocupes demasiado por eso.
― Shampoo, es mejor que empecemos a hacerlo ya, porque después se nos van a juntar otras tareas.
Shampoo dio un pequeño suspiro y después le dijo, resignada:
― Bueno, está bien: cómo digas.
― Podemos reunirnos mañana en mi departamento después de salir de clases, para repartirnos los temas de investigación.
― Sí, me parece bien, hay que avisarles también a las otras compañeras que están en nuestro equipo de trabajo.
― Y para adelantar un poco, voy a ver si hoy aún me da tiempo de pasar a la biblioteca por algunos libros que nos pueden ser de mucha utilidad.
― ¿Hoy? -le preguntó, muy sorprendida- no creo que a esta hora esté abierta, además, está lejos y no podría acompañarte, porque nuevamente mi mamá me pidió que pasara a recoger algunas cosas que le van a servir y...
― No te preocupes, Shampoo -le dijo, sonriendo- puedo ir sola, no hay ningún problema.
― ¡Ay, no, Akane!... ¿qué tal si mejor vamos todas juntas mañana?, ¿sí?
Akane rio un poco al escucharla:
― Hay que adelantar lo más que se pueda, no te preocupes, de verdad, voy a estar bien... además, me puedo ir en taxi para llegar más rápido.
Shampoo no estaba muy convencida e iba a responderle, pero, de pronto, vio de lejos a alguien muy conocido:
― Creo que lo del taxi no va a ser necesario, amiga -le dijo después, sonriendo con algo de picardía-.
― ¿Por qué lo dices? -le preguntó, confundida-.
― Bueno, porque "cierto chico atractivo y muy especial", vino por ti... mira -le dijo, señalando hacia la salida de la universidad-.
Akane volteó a ver y se puso muy rígida, al darse cuenta de quién se trataba:
― Es Ra... Ranma -dijo después, en un susurro-.
― ¡Ay, qué lindo! -exclamó, Shampoo- ¡de verdad, no piensa darse por vencido contigo!
― Pe... pe... pero, yo creí que ya no me vendría a buscar -dijo, con voz casi inaudible-.
― ¿Solo porque no vino en tres días a buscarte, dices eso? -le preguntó, divertida-.
Akane se sonrojó bastante al escucharla y no pudo evitar emocionarse al verlo de nuevo, pues, de verdad había pensado que él ya no la buscaría más (aunque ella misma se lo había pedido) y eso, por supuesto, por más que lo negara, la había puesto muy triste:
― ¡¿Qué estás esperando para darle ya el "sí"?! -continuó Shampoo- ¡es tan apuesto, además de ser un buen chico, porque tú misma lo has podido comprobar y se ve que te quiere de verdad!
― Pero, es que, yo... -dijo, muy nerviosa-.
― A ver, o es que, acaso, ¿puedes atreverte a negarme que es encantador?
Akane se sonrojó mucho más al escuchar eso último e inclinó el rostro:
― A ver, Akane, niégamelo -le insistió Shampoo, sonriendo-.
Akane sonrió nerviosamente:
― Akane, estoy esperando -continuó, Shampoo- ¿puedes negarlo?
― Tú sabes que no, Shampoo -le dijo al fin, sonriendo aún- sabes que no puedo hacerlo, porque ésa... ésa es la verdad: es encantador, muy encantador... -hizo una pequeña pausa y después le dijo, bastante nerviosa:- Ranma... Ranma es como un sueño hecho realidad para mí.
Shampoo dio un pequeño grito, muy emocionada y Akane se ruborizó aún más:
― ¡Shampoo, por favor, contrólate!
― Jajaja bueno, entonces, ¡¿qué esperas para darte una oportunidad con él?!
― Es que, yo... yo... no... no puedo... -dijo después, cambiando su expresión- aunque lo ame, no puedo... tengo miedo... mucho miedo.
― Claro que sí puedes y tienes que dejar de tener miedo, ¿de acuerdo? -le dijo, tomándola por los hombros- sé que lo que te detiene a aceptarlo, es la reacción que podría tener tu padre y tu prometido, pero, ya verás cómo van a terminar aceptándolo cuando les platiques sobre tus verdaderos sentimientos, además, no vas a estar sola, porque Ranma ya te ha dicho en más de una ocasión, que está dispuesto a hablar con ellos en cuanto le des el "sí" -aunque Ranma aún ignoraba todo lo referente al "compromiso impuesto" a Akane con Kuno, por su padre-.
Akane inclinó su rostro un momento y después, le dijo:
― Sí, ya me lo ha dicho como cinco veces desde que me siguió buscando, a pesar de que le pedí que no lo hiciera, pero, yo... yo de verdad, tengo miedo de lo que pueda pasar... -hizo una pausa- ¡¿y si mi papá no lo acepta o si Kuno quiere hacerle algo?!... ¡ay, no, yo no podría soportarlo!... ¡primero me muero, Shampoo, me muero si intentan algo en contra suya! -dijo después, con mucha preocupación-.
― Akane, no te adelantes a los hechos, ¿quieres? -le dijo, tranquilamente- nada de eso va a pasar.
Akane se le quedó viendo un momento y después, volteó a ver hacia donde estaba Ranma.
Él le sonrió ampliamente y movió una de sus manos en señal de saludo. Shampoo se dio cuenta y respondió al saludo, agitando también su mano:
― Bueno, ¡ve ya con él y deja de pensar en todas esas cosas! -le dijo, después- ¡además, aprovecha que tu prometido te va a dejar en paz por algún tiempo, por tener que cuidar de su hermana que está enferma!... ¡él mismo te escribió pidiéndote disculpas por eso, ¿no?!
― Sí, pero...
― ¡Pero nada, Akane!... ¡ve con Ranma y sé feliz con él! -le dijo en un tono aparentemente de regaño, despidiéndose de ella con un beso en la mejilla- ¡nos vemos mañana! -y se fue rápidamente de ahí-.
― Shampoo, escucha... -le dijo todavía, pero, ella ya no le hizo caso-.
― Hola, muñequita... -le dijo alguien de pronto, provocando que diera un pequeño brinco por el susto... ¿en qué momento se había acercado sin que ella se diera cuenta?
Akane se puso muy nerviosa (mucho más de lo que ya estaba) y él volvió a decirle:
― ¿Cómo has estado?
― Bi... bi... bien... gra... gracias -dijo tartamudeando, sin verlo a los ojos-.
Él sonrió ampliamente al verla siempre tan nerviosa:
― Me alegro mucho... -le dijo después, atreviéndose a darle un beso en la mejilla-.
Akane se sonrojó aún más y lo único que deseaba en ese momento era salir corriendo de ahí, porque de no hacerlo, era probable que se lanzara a abrazarlo y besarlo, por haberlo extrañado mucho esos "tres días" en que no se vieron (parecía que lo que sentía por él, ya no iba a poder contenerlo más):
¡¿En qué estás pensando, Akane?! -se dijo internamente, regañándose a sí misma- ¡contrólate!
― Disculpa que no haya podido venir a buscarte antes – continuó Ranma, sacándola de sus pensamientos- es que, ha aumentado el trabajo en la fábrica de mi padre y como podrás ver, ahora me encargo de realizar algunas entregas de los productos... -le dijo, señalando hacia un pequeño camión que estaba parqueado enfrente de la universidad y que tenía el logo de la fábrica de cerámica de la familia Saotome (Ranma le había pedido a su padre que le permitiera encargarse ahora de realizar las entregas, para evitar tener que tratar con Toma lo más que se pudiera, después del fuerte enfrentamiento que habían tenido)-.
Akane volteó a ver hacia el camión y sonrió levemente:
― Qué bueno que le esté yendo muy bien a su papá con su negocio de cerámica -se atrevió a decirle después, tímidamente-.
Ranma se le quedó viendo un momento, sonrió aún más al escucharla y después, tomó una de sus manos para besar sus nudillos:
― Gracias, Akane, pero, de verdad me gustaría que dejaras de hablarme de usted... por favor.
Akane volvió a sonreír nerviosamente y después, ambos se quedaron viendo detenidamente un momento:
― ¿Sabes cuál es el producto que más han solicitado y que más me ha tocado estar entregando? -le dijo Ranma, después-.
Akane negó con la cabeza, aún sonrojada:
― ¡¿De verdad, no lo adivinas?! -le preguntó él, con fingido asombro-.
― No... -le dijo, con voz casi inaudible-.
Ranma volvió a sonreír y después le dijo, lentamente:
― Bueno, pues, la respuesta es demasiado fácil: las muñecas de porcelana de cabello azulado y de cautivadores ojos color café...
Akane inclinó su rostro mucho más sonrojada, al escucharlo. Él, entonces, tomó su mentón suavemente para que lo viera:
― ¿Y cómo no va a ser así? -continuó, Ranma- si esas muñecas son... son tan hermosas como la chica de quien tomé la idea... -y diciendo esto último, le entregó una de esas muñecas, que traía escondida detrás de su espalda y que venía sujetando con su mano derecha-.
― ¡Es muy linda, Ranma! -dijo Akane al recibirla y observarla un momento, sin poder evitar emocionarse, porque, efectivamente, la muñeca se parecía mucho a ella: hasta estaba vestida con un yukata color celeste, como el que ella llevaba puesto aquel día cuando se conocieron. Sintió que el corazón se le iba a salir del pecho al escuchar de él y comprobar, finalmente, que sí había sido de ella, en quien se había basado para fabricar esas muñecas y una inmensa alegría la embargó por completo-.
Ranma la contempló detenidamente y se atrevió a acariciar un poco su cabello azulado:
― Me alegra que te guste, Akane... -le dijo después, casi en un susurro- porque en cada una de esas muñecas, va reflejado todo lo que significas para mí.
Akane volteó a verlo, aún sonrojada y él empezó a inclinarse lentamente para besarla (y por supuesto, ella no hizo nada para impedírselo), pero, mientras ellos compartían ese hermoso momento, alguien los estaba observando con mucho egoísmo:
¡Sigo sin creer que un hombre como Ranma se haya fijado en una mujer tan simple como la anticuada! -dijo internamente Azusa, con mucha envidia- ¡¿qué pudo haber visto en ella?!, ¡¿qué?!... ¡yo soy mucho mejor, no sé cómo pudo atreverse a despreciarme aquel día! -luego, se quedó un momento ensimismada- pero, bueno, eso no me va a impedir que pueda divertirme ocasionando un "pequeño" malentendido entre ellos jajaja... -pensó después, cubriendo su boca con una de sus manos, mientras reía con malicia, pues, se le acababa de ocurrir una excelente idea-.
― ¿Ahora sí me vas a aceptar una invitación a cenar? -le preguntó Ranma a Akane, mientras la abrazaba por la cintura y juntaba su frente con la de ella-.
Akane sonrió nerviosamente y le dijo:
― Se lo agradezco mucho, Ranma, pero...
― A ver, ¿en qué quedamos? -le dijo interrumpiéndola, fingiendo que estaba molesto- ¡ya no me hables de usted, por favor! -le dijo después, en tono de súplica-.
Akane rio un poco al escucharlo:
― Está bien: "te lo agradezco mucho, Ranma"
― Así está mejor.
Ambos rieron nuevamente:
― Yo... de verdad, te lo agradezco... -repitió Akane, después- pero, debo ir a la biblioteca...
― ¿A la biblioteca? -le preguntó sorprendido-.
― Sí, es que, nos dejaron realizar un trabajo de investigación en equipos y quiero ir a ver si consigo algunos libros que nos pueden servir.
Ranma sonrió al escucharla y le dio un pequeño beso en la nariz:
― Bueno, entonces, vamos, te llevo en el camión.
― No... no es necesario, gracias -le dijo nuevamente, un poco nerviosa- debes estar muy ocupado y...
― Para ti, nunca -le dijo, aun sonriendo- además, por hoy, ya terminó mi jornada laboral... vamos -le dijo después, tomándola de la mano para llevarla al camión y ayudarle a subir-.
Mientras tanto, después de unos minutos, en el pueblo de Nerima, Nabiki se encontraba cenando con su hijo en el cuarto que alquilaban:
― Mami, ¿cuándo me vas a comprar unos zapatos nuevos? -le preguntó Tacchi a Nabiki- es que, los que siempre me llevo a la escuela ya los siento un poco apretados.
Nabiki volteó a verlo un momento y le sonrió con tristeza, porque sabía muy bien que le hacían falta muchas cosas a su hijo, pero, no había podido comprárselas porque su sueldo no le alcanzaba:
― No te preocupes, cariño, mañana te los voy a comprar, ¿sí? -y después, pensó- no me gusta estar molestando a Kasumi, pero, tendré que pedirle que me haga un pequeño préstamo y al recibir mi sueldo, se lo voy a pagar.
El niño le sonrió y siguió comiendo. De pronto, se escuchó que tocaban a la puerta:
― ¿Quién será a esta hora? -dijo Nabiki y después, se dirigió a su hijo:- tú, termina de comer, mi amor y luego, te vas a cepillar los dientes, ¿de acuerdo?
― Sí, mami.
Nabiki acarició su cabeza, sonriendo y después, fue a abrir la puerta:
― Hola, nena, ¿cómo has estado? -le dijo con una sonrisa sarcástica, la persona que estaba parada en su puerta-.
Nabiki se quedó estática un momento, pues, no imaginó que tanta fuera la obsesión de ese ser tan despreciable en querer atormentarla, que ahora hasta había averiguado donde vivía... ¡¿por qué no la dejaba tranquila?!
Al reaccionar, intentó cerrar la puerta:
― ¿Así tratas a tus visitas, hermosa? -le volvió a decir esa persona, fingiendo estar ofendida, mientras sostenía la puerta-.
― ¡Vete de aquí! -le dijo, tratando de no alzar mucho la voz para que su hijo no la escuchara-.
― No, eso no será posible... -dijo, ingresando y cerrando la puerta-.
― ¡Por favor, Tacchi, vete! -le dijo, en tono de súplica-.
Kuno sonrió aún más al escucharla:
― Me encanta que me llames así, ¿sabes? -le dijo, tomándola por la cintura y acercándola a él- pronunciado por tus labios, siempre se oyó tan bien ese apodo que mi padre me puso desde que era un niño, porque yo odiaba que él me llamara así, pero, cuando te conocí y te di ese nombre, me acostumbré tanto a él, que terminó por gustarme...
Nabiki se puso muy nerviosa, no solo por su cercanía, sino porque temía que su hijo apareciera en cualquier momento y se enterara de todo:
― Déjame en paz, por favor, ¿qué es lo que quieres de mí?... -le dijo, muy asustada- yo no voy a interferir en tu vida, si eso es lo que te preocupa...
Kuno solo la observaba detenidamente, mientras la escuchaba:
― No voy a decir nada de lo que pasó entre nosotros, te lo juro... -continuó, Nabiki- cásate, si estás muy enamorado de tu prometida, que yo no voy a ser un obstáculo para...
― Quiero que te encargues de cuidar a mi hermana -le dijo en un tono imponente, interrumpiéndola-.
― ¡¿Otra vez con eso?! ¡ya te dije que no me interesa trabajar para ti, entiéndelo!... ¡ya no insistas con eso, por favor!
Kuno la acercó aún más a él y le dijo:
― Pues, vas a tener que hacerlo, por las buenas o por las malas, porque no te estoy preguntando, te lo estoy ordenando y ahora mismo te vienes a vivir conmigo.
― ¡¿Estás loco?!... ¡por supuesto que no!... ¡jamás! -e iba a decir algo más, pero, él ya no la dejó hablar, porque se inclinó para besarla intensamente-.
Nabiki no sabía cómo reaccionar y empezó a luchar para zafarse de sus brazos:
― ¡Suéltame, por favor! -le pidió, con dificultad- ¡suéltame!
Al fin, logró separarse de él y le dio una bofetada:
― ¡Se me acabó la paciencia contigo, Nabiki! -le gritó furioso- ¡ya te di demasiado tiempo, así que, te vienes conmigo en este instante, aunque no quieras!
Iba a seguir hablando, pero, como era de esperarse, alguien más se hizo presente en ese momento, donde ellos estaban:
― ¿Mami?... -era la voz de Tacchi-.
Kuno se sorprendió mucho al ver al niño y Nabiki sintió el verdadero terror de solo imaginarse que el niño había visto y escuchado todo:
― ¡¿Mami?! -repitió Kuno, bastante molesto y a la vez con sarcasmo- ¡¿qué rayos sucede aquí, Nabiki?!... ¡¿tienes un hijo?!
Mientras esto ocurría, en otra parte del pueblo de Nerima, Kasumi se encontraba cargando a su pequeña hija Hana, mientras cenaba con su esposo:
― Oye, Tofu... -le dijo Kasumi, mientras le daba a su hija un poco de papilla, con una pequeña cuchara- estoy muy preocupada por Nabiki.
― ¿En serio?, ¿por qué?
― Es que, la he visto muy triste últimamente, también algo decaída y distraída: hoy casi se equivoca al inyectar a uno de los pacientes... -hizo una pausa, dio un pequeño suspiro y después, le dijo- ¿qué le estará pasando? me gustaría que me lo platicara.
― Bueno, debe ser porque aún tiene algunos problemas económicos -le dijo su esposo- ya ves que tiene semanas de estar trabajando horas extras.
― Pero, yo siempre le he ofrecido mi ayuda en ese aspecto... no sé, pero, creo que debe ser algo más... algo que la está atormentando y que no nos ha querido contar.
El doctor Tofu se le quedó viendo un momento:
― ¿Y cómo qué podrá ser? -le dijo, después- solo que sea algo referente a que Kuno le ha seguido insistiendo para que se encargue de cuidar a su hermana jajaja -dijo, riendo un poco-.
Kasumi se quedó pensando un momento:
― Bueno, ahora que lo mencionas, eso también lo he visto muy extraño: parece como si la estuviera acosando.
El doctor rio un poco nuevamente, al escucharla:
― ¡Estás exagerando!, ¡no es para tanto! jajaja.
― Pero, Nabiki ya me dijo varias veces que ella no quiere trabajar para él.
― Sí, es cierto, pero, para mí que hace muy mal, porque ahí ganaría mucho más de lo que está ganando en el puesto de salud.
― Pero, ¿por qué le insistirá solo a ella?... no, eso está demasiado extraño y creo que es mejor que de buena manera, se le pida a Kuno que la deje tranquila, aunque sus intenciones no sean malas -hizo una pausa- mañana mismo hablaré con él.
Su esposo se le quedó viendo, muy sorprendido:
― Kasumi, no exageres, no creo que sea necesario.
― Claro que sí: Nabiki es mi amiga y le he tomado mucho aprecio y si es eso lo que la está atormentando, aunque tenga que ofrecerme en lugar suyo para ir a cuidar a la hermana de Kuno, lo voy a hacer, con tal de que ella esté tranquila.
El doctor se sorprendió aún más:
― Oye, eso sí que no lo voy a permitir, ¿eh?... en todo caso, preferiría encargarme yo de ir todos los días a ponerle las inyecciones a Kodachi, con tal de que Kuno ya no las moleste a ustedes.
― Pero...
― Nada de peros, mañana mismo me encargaré de ese asunto, ¿de acuerdo?
― Está bien, Tofu, como digas -le dijo Kasumi, sonriendo- te lo agradezco mucho.
Mientras tanto, nuevamente en el cuarto que alquilaba Nabiki con su hijo:
Ella se había quedado helada y unas pequeñas lágrimas empezaron a asomarse en sus ojos después de lo ocurrido, pues, jamás imaginó que Tacchi se enteraría de todo de una forma tan desagradable:
― Mami, ¿estás bien? -le volvió a preguntar su hijo y ella no pudo responderle-.
Tacchi se le quedó viendo un momento al no obtener respuesta y luego, volteó a ver a Kuno:
― ¡Señor Cacahuate! -dijo después muy contento, al reconocerlo- ¡es usted!
Tanto Nabiki como Kuno se sorprendieron mucho al escucharlo:
― Tú... tú... -le dijo al fin Nabiki, a su hijo- ¿lo... lo conoces?... ¿cómo?... ¿de dónde lo conoces?
― Yo... -dijo el niño, un poco nervioso, porque había quedado con la señorita Ishikawa (la encargada de la guardería) de no contarle a su mamá lo que había sucedido en aquella ocasión- yo... eh...
― Así que tú eras el mocoso que se iba a atravesar sin ver a los lados aquella vez y que por poco lo atropella un carruaje, ¿eh? -dijo Kuno, al reconocer también al niño-.
― ¡¿Qué?! -dijo Nabiki, muy asustada y después, se dirigió a su hijo- ¡¿cómo que te iba a atropellar un carruaje?!
El niño inclinó su rostro y Kuno volvió a decir, con mucho sarcasmo, colocando una mano bajo su mentón:
― ¡Quién iba a decir que el mocoso que salvé aquel día de que lo lastimara un carruaje, era tu hijo!, ¿eh?
― ¿Tú... tú... tú lo salvaste? -le preguntó Nabiki, con voz apagada-.
― Sí, así es... -dijo, con mucha prepotencia- creo que me debes mucho, ¿no te parece?... porque de no haber sido por mí, tu mocoso no estaría aquí contigo en este momento.
― Discúlpame, mami... -le dijo el niño a Nabiki, muy avergonzado- es que, la pelota se salió de donde estaba jugando con mis amigos y yo quería ir por ella... lo siento.
Nabiki se agachó para abrazarlo fuertemente:
― Lo bueno es que no te pasó nada, mi amor... no te preocupes -y le dio varios besos en todo su rostro-.
― ¿No estás molesta conmigo? -le preguntó, aún avergonzado-.
― No, cariño... claro que no -le dijo, sonriendo levemente-.
Kuno solo estaba observando la escena y después, dijo:
― Bueno, Nabiki, creo que sí estás en deuda conmigo, así que ya sabes lo que tienes qué hacer.
― ¿Deuda?... ¿qué deuda, señor Cacahuate? -le preguntó el niño a Kuno-.
― No le hagas caso, cariño... -le dijo Nabiki, rápidamente- ve a cepillarte los dientes: ahorita te alcanzo.
― Oye, enano -le dijo Kuno, después- ¿cómo es que te llamas? te salvé la vida y ni siquiera sé tu nombre.
Nabiki se puso muy nerviosa y antes de que pudiera evitar que su hijo respondiera a esa pregunta:
― Tacchi -dijo el niño, tranquilamente- me llamo Tacchi.
Mientras tanto, en la ciudad de Tokio:
― Gracias, Ranma -le dijo Akane, sonriendo- gracias por haberme llevado a la biblioteca y por traerme a mi departamento... eres muy amable.
Ranma también sonrió al escucharla:
― De nada, Akane, aunque, me hubiera gustado que aceptaras mi invitación a cenar...
― Te lo agradezco, pero, de verdad, tengo muchas cosas que hacer -le dijo, un poco nerviosa y sonrojada- tal vez, otro día.
― Bueno, pero, que sea cierto, ¿eh?
Akane solo asintió, sin verlo a los ojos:
― Me alegra que ya vayas tan avanzada en tu carrera -continuó Ranma- y que le estés poniendo tanto empeño.
― Gracias, es que, éste siempre fue mi sueño, desde que era una niña -le dijo, con voz casi inaudible-.
Ranma volvió a sonreír al escucharla. Después, acercó una de sus manos para acariciar un momento una de sus mejillas y luego, acomodó un mechón de su cabello atrás de una de sus orejas. Akane se ruborizó al instante y él volvió a decirle:
― De verdad, me alegra mucho que estés a punto de cumplir tu sueño y de una vez te digo que, yo voy a estar ahí para acompañarte cuando recibas tu título de enfermera...
Akane volteó a verlo y él continuó:
― Porque quiero ser parte de tu vida, Akane... -le dijo después, suavemente- quiero acompañarte en este gran sueño que tienes y en los muchos otros que vendrán después... -hizo una pausa- dame una oportunidad, muñequita, solo una, por favor, para demostrarte que, por ti, soy capaz de cualquier cosa.
Akane se le quedó viendo detenidamente, mucho más sonrojada y no pudo evitar ilusionarse al escucharlo hablar así y sentir lo que sentía por él: era algo tan profundo, tan fuerte, tan hermoso, que era ya incontenible. Lo único que deseaba en ese momento era gritar a los cuatro vientos que sí quería que fuera parte de su vida, porque él ya se había convertido en uno de sus sueños... en el más hermoso y maravilloso de sus sueños:
― Ranma, yo, es que... -le dijo después, un poco nerviosa- es que, son muchas cosas las que nos separan.
― ¿Cómo cuáles? -le preguntó, rápidamente-.
― Bueno, yo... yo estoy comprometida y ya en unos meses, me voy a casar... -le dijo, con algo de tristeza- además, arruiné tu carrera en el Ejército -le dijo, inclinando su rostro- por defenderme de aquel soldado, te expulsaron de esa Academia... -dio un pequeño suspiro- yo... yo solo te he ocasionado problemas y...
Ranma colocó un dedo en sus labios, interrumpiéndola, provocando que se sonrojara aún más y se pusiera mucho más nerviosa de lo que ya estaba:
― No sigas, por favor... -le dijo, después- tú no tuviste la culpa de nada, ¿de acuerdo?
― Pero...
― No quiero que te sientas responsable de algo que no ocasionaste.
― Pero, era más que seguro que te esperaba un brillante futuro en el Ejército y yo te lo eché todo a perder... -hizo una pausa- jamás... jamás debí haber aceptado ir a trabajar a ese lugar, porque de no haberlo hecho, en estos momentos, tú tendrías un puesto importante y...
― Muñequita, deja de decir todas esas cosas, por favor -le dijo desconcertado- tú no me echaste a perder nada, por el contrario, llegaste a alegrar y a darle sentido a mi vida y lo de pertenecer al Ejército, quizás fue mi sueño en otra época, pero, ahora... -dijo, viéndola detenidamente- ahora, mi mayor sueño o mejor dicho, mi único sueño eres tú...
Akane nuevamente se sonrojó al escucharlo e inclinó su rostro:
― Y en cuanto a lo de que estás comprometida, preciosa, no es ningún obstáculo para mí -continuó Ranma, tomando su mentón- como ya te he dicho en otras ocasiones, yo estoy dispuesto a hablar con tu familia, con tu prometido, incluso, con el Emperador, si es necesario... -le dijo, sonriendo- estoy dispuesto a lo que sea, si tú me dices que me quieres y que también estás dispuesta a luchar conmigo, por lo que sentimos.
Akane se le quedó viendo detenidamente un momento y él iba a atreverse a besarla de nuevo, pero, de pronto, el temor volvió a apoderarse de ella, al recordar las palabras que le dijo su padre el día que se comprometió con Kuno:
"No olvides la promesa que acabas de hacer, Akane: tenla siempre presente... recuerda que soy capaz de matar a quien se atreva a manchar mi honor y no estoy bromeando".
Akane se sobresaltó y le dijo, rápidamente:
― ¡De... debo entrar ya a mi departamento! -e iba a bajarse del camión-.
― Espera, yo te abro la puerta -le dijo, algo sorprendido por esa reacción tan repentina-.
Ranma se bajó del camión, para abrirle la puerta del copiloto y darle la mano para ayudarle a bajarse también:
― Gra... gracias -dijo muy nerviosa, sin verlo a los ojos- gra... gracias por todo...
― No tienes nada qué agradecer, preciosa -le dijo, dándole un beso en la mejilla- nos vemos el lunes.
Akane se sorprendió mucho al escucharlo y levantó la mirada:
― ¿Ha... hasta el lunes? -le preguntó con algo de tristeza y decepción, pues, serían tres días en que nuevamente no se verían- pe... pe... pero, ¿por qué?
Ranma sonrió ampliamente, al escucharla:
― Bueno, es que, tengo que viajar mañana a Kyoto, a ver algunos locales donde mis padres piensan abrir más tiendas de cerámica y también voy a ir a visitar a mis abuelos, porque ya se acostumbraron a que me quede con ellos los fines de semana -dijo, riendo un poco-.
― Ah, ya veo... -dijo aún, en el mismo tono-.
Ranma volvió a sonreír, al ver su actitud:
― ¿Qué?, ¿no quieres que me vaya? -le dijo, después-.
― Eh, no... no... no es eso -dijo, bastante nerviosa- yo... eh...
Ranma negó con la cabeza y después, tomó una de sus manos para besar sus nudillos, con delicadeza:
― No te preocupes, Akane -le dijo, después- que el lunes estaré puntual esperándote cuando salgas de la universidad, porque no creas que porque voy a viajar ya te liberaste de mí, ¿eh?
Akane se sonrojó aún más y sonrió, levemente:
― Te dije hace unas semanas que no iba a desaparecer de tu vida -continuó Ranma- y voy a cumplirlo, porque no pienso darme por vencido contigo.
Se quedaron viendo detenidamente y Ranma nuevamente, se atrevió a besarla en los labios:
― Nos vemos muy pronto, preciosa -le dijo, después-.
Akane le sonrió:
― A... a... adiós, Ranma -le dijo después, aún sonrojada e ingresó rápidamente al edificio donde vivía-.
Ranma negó con la cabeza, sonriendo también y luego, se subió al camión, para marcharse de ahí.
Cuando ya se había ido, Akane se acercó a la entrada del edificio. Dio un pequeño suspiro y después, pensó:
¡¿Qué debo hacer?!... ¡lo amo con todas mis fuerzas y de verdad, me gustaría darle esa oportunidad que tanto me ha pedido, pero, tengo miedo!... ¡mucho miedo! -hizo una pausa y después, recordó todo lo que su amiga le había dicho hacía unos minutos- ¿y si me arriesgo? ¿y si Shampoo tiene razón y mi padre sí acepta a Ranma?... pero, ¡¿qué hay de la reacción de Kuno?!: ¿será que aceptaría terminar nuestro compromiso?... ¡ay, no sé qué hacer! -pensó, con mucha frustración-.
Estaba ensimismada, cuando de pronto, el señor Watanabe (el encargado del edificio) se acercó a ella, al ver que ya había regresado de estudiar:
― Buenas noches, señorita Tendo.
― Señor Watanabe -le dijo rápidamente, al verlo- buenas noches.
― ¿Cómo ha estado?
― Bien, muchas gracias -le dijo, sonriendo-.
― Me alegro mucho -hizo una pausa y después, le dijo:- si no está muy ocupada, me gustaría platicar un momento con usted.
― Ah, sí, claro, usted dirá -le dijo, aun sonriendo-.
― Bueno, mire, es sobre unas quejas que he recibido de algunas inquilinas.
― ¿Quejas? -le preguntó, muy sorprendida- no comprendo.
― Sí, es que... -hizo una pausa nuevamente- me da de verdad, mucha pena con usted, pero...
― ¿Qué sucede?
― Bueno, es que, me han estado solicitando desde hace ya algunas semanas que le pida que desaloje el departamento donde está viviendo por su conducta abiertamente inmoral.
Por otro lado, nuevamente en el pueblo de Nerima:
― Entonces, ¿cómo dijiste que te llamas, mocoso? -le dijo Kuno al niño, mientras lo tenía cargado en sus piernas y el niño bebía un vaso con leche-.
― Tacchi.
― ¡Oh, qué lindo nombre! -dijo, en un tono algo sarcástico- ¿y... por qué te pusieron así, eh?
― Porque así se llamaba mi papi -dijo muy seguro, el niño-.
Nabiki solo los observaba, mientras sentía que todo se le desgarraba por dentro, por no haber podido evitar que Kuno se enterara de la existencia del niño (pero, si había decidido quedarse en ese pueblo, era más que seguro que en algún momento tendría que suceder):
― ¿De verdad? -continuó Kuno, fingiendo sorpresa- ¿así se llamaba tu papá? ¿y cuál era su apellido?
― Furinkan.
― Ya veo... ¿y cuántos años tienes?
― Seis, pero, en unos meses cumpliré los siete.
― Así que siete años, ¿eh?... ya eres todo un hombre.
El niño sonrió ampliamente al escucharlo y Nabiki le dijo, interviniendo:
― Eh... cariño, creo que es mejor que te vayas a acostar: ya es tarde.
― No, todavía no -le dijo Kuno- esta plática está demasiado interesante, ¿verdad, Tacchi?
El niño asintió, mientras seguía bebiendo su leche:
― ¿Y ya vas a la escuela? -continuó Kuno-.
― Sí... ya estoy en primero primaria.
― Tacchi, por favor -dijo Nabiki algo molesta, acercándose a ellos- vete a dormir ya, hazme caso.
― Pero, mami...
― Déjalo un momento más conmigo -le dijo Kuno a Nabiki- así nos seguimos conociendo... -y después, se dirigió al niño- oye, Tacchi, ¿te gustan los caballos?
― ¡Sí, mucho! -dijo el niño, muy ilusionado-.
― ¿Y no te gustaría ir a vivir a mi hacienda? ahí hay muchos caballos y podría regalarte uno.
― ¡Sí! -volvió a decir, muy emocionado-.
― ¡Muy bien, ya es suficiente! -dijo Nabiki, tomando a su hijo de la mano- ¡ve a cepillarte los dientes ahora mismo y te vas a la cama, sin protestar!
El niño bufó algo molesto, pero, le obedeció. Al irse Tacchi, Nabiki se dirigió a Kuno:
― Yo... debo reconocer que tengo que agradecerte que hayas salvado a mi hijo de que un carruaje lo lastimara, pero...
― Eh, eh, eh... -dijo Kuno, interrumpiéndola- no basta solo con que me lo agradezcas.
Nabiki se le quedó viendo un momento y él continuó:
― ¡Esto sí que es fascinante, muy fascinante! -volvió a decir, con sarcasmo- así que, tengo un hijo, ¿eh?... un hijo, ¿quién lo diría?
― ¡No es tu hijo, Kuno o como te llames!
― ¡Ja!, ¡¿es en serio?! -le dijo molesto- ¡¿me crees idiota o qué?!: ¡hasta le pusiste mi supuesto nombre!
― Baja la voz...
― ¡Ese niño es mi hijo!
― ¡No, es solo mío, ¿me oyes?!... ¡no tienes ningún derecho a decir que es tuyo, después de haberme abandonado!
Kuno no le hizo caso y dijo, más para sí mismo:
― Tengo un hijo... jamás lo hubiera imaginado...
― ¡No es tu hijo, ahora, por favor, vete de aquí y no nos vuelvas a buscar!...
― Jajaja ¿crees que te voy a hacer caso? -le dijo, sarcásticamente- eso no va a suceder, nena.
Nabiki se le quedó viendo, muy sorprendida y asustada a la vez:
― Pero, ¿por qué, Kuno?... ¿por qué? déjanos tranquilos, por favor... tú muy pronto te vas a casar y seguramente, tendrás muchos hijos con tu esposa y...
― Eso no está a discusión -le dijo algo molesto, interrumpiéndola- por supuesto que tendré muchos hijos con Akane, pero, debo asegurarme que tú y ese niño, no arruinen mis planes, así que, ve por él en este instante, porque nos vamos a ir a mi hacienda en cinco minutos.
― ¡¿Qué?! -dijo, mucho más sorprendida-.
― ¿Qué no me oíste? -le dijo en el mismo tono- dije que nos vamos a mi hacienda, porque tú y el niño, vendrán conmigo.
― ¡Estás loco! -le dijo, aun sin poder creerlo- ¡nosotros no iremos a ninguna parte contigo!
― ¿Ah, sí? -le preguntó, retándola- bueno, entonces, creo que lo mejor será que Tacchi se entere de una buena vez que tú le has estado mintiendo todo este tiempo diciéndole que su padre está muerto.
― ¿De... de qué hablas? -le preguntó, aún más asustada-.
― Que en este mismo instante le diré a Tacchi que yo soy su padre.
― ¡No te atrevas! -le dijo, casi llorando-.
― Bueno, si insistes en no venir conmigo, sí me voy a atrever a hacerlo y sería una lástima, porque quedarías como una mentirosa frente a Tacchi y frente a toda esta gente, por haberles asegurado que eres viuda.
Nabiki se puso furiosa e iba a darle nuevamente una bofetada, pero, él le detuvo el brazo y después gritó fuertemente para que el niño escuchara:
― ¡Tacchi!, ¡¿puedes venir un momento?!
― ¡No lo hagas! -le suplicó-.
― ¡Tu mamá y yo queremos decirte algo importante!
― ¡No! -le volvió a suplicar, Nabiki-.
― Entonces, ven conmigo a mi hacienda.
El niño llegó con ellos nuevamente:
― ¿Quieren decirme algo?
― No, no, cariño... -le dijo Nabiki, con voz apagada-.
― Claro que sí, Tacchi -le dijo Kuno, acercándose a él y luego, se agachó para estar a su altura- ve a recoger todas tus cosas porque nos iremos ahora mismo a mi hacienda.
― ¡¿De verdad?! -dijo, muy contento-.
― Sí, date prisa.
― ¡Qué bien! -dijo el niño, yendo rápidamente a su habitación-.
A Nabiki se le empezaron a salir muchas lágrimas y Kuno le dijo:
― Tú también ve por tus cosas y más te vale no volver a contradecirme, ¿de acuerdo? -le dijo, tomando su mentón para besarla-.
― Te detesto... -le dijo, separándose de él rápidamente- jamás creí que podría llegar a odiarte mucho más de lo que ya te odio.
Kuno sonrió sarcásticamente y después, le dijo:
― Yo sé que nada de eso es verdad, nena... sé que me sigues amando y que deseas tanto como yo, que estemos juntos... -dijo, volviendo a besarla rápidamente-.
Nabiki se separó de él, bruscamente y él volvió a decirle:
― ¡Más te vale que cambies esa actitud de ahora en adelante conmigo!, ¡¿me oyes?! ¡o si no, me encargaré de hacerte la vida insoportable, porque todavía no sabes de lo que puedo ser capaz!...
Nabiki no podía creer todo lo que estaba escuchando:
― No sé cómo pude haber estado enamorada de un monstruo como tú...
Kuno se le quedó viendo y después, le dijo:
― Bueno, si eso es lo que piensas de mí, hubiera sido mejor que nunca me encontraras, pero, como tuviste la "brillante idea" de venirte a vivir precisamente a este lugar, tendrás que hacer todo lo que yo te ordene, porque créeme: no querrás verme de verdad enojado, ¿eh? -le dijo, con una sonrisa sarcástica- tienes tres minutos y no más, para recoger tus cosas.
Nabiki le dio una última mirada, con desprecio y se fue de ahí. Kuno sonrió con autosuficiencia y después, pensó:
¡Así es como tienen que ser las cosas, porque a mí nadie me desafía!... ¡nadie!
Por otro lado, nuevamente en la ciudad de Tokio:
― ¡Pero, eso es muy injusto, señor Watanabe! -le gritó Akane muy molesta, después de escucharlo- ¡yo no he hecho nada malo!
― Cálmese, señorita -le dijo el señor Watanabe- yo sé muy bien que usted sería incapaz de algo así y por eso, solo le pido que ya no vuelva a ingresar muchachos a su departamento.
― ¡Pero, eso lo hice solo una vez, porque necesitaba curar a un amigo!
― Y puedo entenderlo perfectamente e incluso, yo mismo le aconsejé hace tiempo que no se cerrara solo a su novio y que conociera a más muchachos, pero, ellas dijeron que en total han visto ingresar a su departamento a tres jóvenes...
― ¡Aun así, eso no les da derecho a inventar de mí todas esas cosas tan horribles! -dijo todavía, muy molesta- ¡pero, si de verdad, quiere correrme injustamente de este edificio, hágalo, ya veré donde encuentro otro lugar para vivir!
― No, no, señorita, no la estoy corriendo, porque tengo años de conocerla, solamente le estoy platicando lo que me comentaron las inquilinas... yo lo único que le pido, es que, evite ingresar muchachos a su departamento, nada más.
Akane se le quedó viendo un momento, aún molesta:
― De cualquier manera, voy a empezar a buscar donde vivir a partir de mañana... -le dijo, bastante reseca- buenas noches, señor Watanabe -y diciendo esto último, se fue de ahí rápidamente, sin importarle si él tenía algo más que decirle-.
¡No puedo creer que hayan inventado algo así, solo porque ingresé a Ranma a mi departamento para curarlo! -pensó, todavía molesta y desconcertada, mientras ingresaba a su departamento- ¡pero, no me arrepiento, porque no hice nada malo!... -luego, se ruborizó un poco al recordar que se había besado con él por segunda vez en esa ocasión. Dio un pequeño suspiro y después, colocó todas las cosas que traía sobre una mesa- ¡ay, Ranma! -pensó, después (dejando de lado lo que acababa de hablar con el señor Watanabe)- ¡te amo tanto y eso me asusta mucho, porque, si no nos va a ser posible estar juntos, ¿cómo voy a poder vivir sin ti? -luego, tomó en sus manos la muñeca que él le había regalado. Sonrió al observarla nuevamente y empezó a acariciar su cabello- ¿y si Shampoo tiene razón y yo únicamente me estoy adelantando a los hechos, imaginándome la reacción de mi padre cuando le platique sobre mis verdaderos sentimientos?, porque es cierto: no hay "ningún pero" que pueda ponerle a Ranma... -se detuvo un momento- al... al menos... al menos, creo que... creo que... debería intentarlo, ¿no?... -hizo una pausa- ¡sí!, ¡debo intentarlo!... -pensó después, decidiendo correr el riesgo- ¡hablaré con mi padre en la primera oportunidad que tenga y cuando vuelva a ver a Ranma, le diré que sí acepto darle una oportunidad!
Al día siguiente, siendo ya mediodía, en el pueblo de Nerima:
― ¿Ya tienes todo listo, hijo? -le preguntó la señora Aiko a Ryoga-.
― Sí, mamá -le respondió Ryoga, muy contento- ya tengo lista una pequeña maleta para el viaje... solo voy a ir a despedirme de Ukyo y regresaré rápidamente para que podamos partir a Tokio.
― Bueno, no te tardes mucho, ¿eh?
― Sí, mamá -le dijo, dándole un beso en la mejilla-.
Al irse, la señora Aiko dio un pequeño suspiro y después, pensó:
Por lo menos, las cosas han estado un poco más tranquilas desde aquel enfrentamiento que tuvo con su padre... -hizo una pausa- solo espero que ya no vuelvan a discutir así nunca más.
Después, decidió ir a buscar a su esposo a su oficina. Tocó suavemente a la puerta y escuchó:
― Adelante.
― Soy yo, Soun -dijo, ingresando a la oficina-.
― ¿Qué sucede, Aiko? -le dijo, sin muchas ganas-.
― Solo vine a decirte que ya estamos listos para partir a Tokio, en cuanto Ryoga regrese de ir a despedirse de Ukyo.
El señor Soun dio un pequeño suspiro y después, le dijo:
― ¿Quiénes van a ir, al fin?
― Tu mamá, Ryoga y yo.
― Muy bien... tengan mucho cuidado.
La señora Aiko se le quedó viendo un momento y después le dijo, acercándose un poco más a él:
― Y tú, de verdad, ¿no quieres acompañarnos?
― No, Aiko, gracias.
― Deberías ir, Soun: estoy segura que a Akane le alegrará mucho verte a ti también.
El señor Soun volteó a verla y después le dijo, bastante reseco:
― Yo... tengo muchas cosas qué hacer y no puedo ausentarme, Aiko.
― Pero, por lo menos esta vez, deberías hacerlo: así aprovechas para convivir un poco con ella.
― ¿Convivir, dices? -le preguntó, con algo de sarcasmo- yo no fui quien decidió alejarse de su familia por cinco años para seguir un capricho, Aiko.
Ella se le quedó viendo nuevamente y después, negó con la cabeza, demostrando decepción:
― Es muy triste que a pesar de los años que han pasado, sigas en la misma actitud: que solo te importe casar a tus hijos y no compartas sus sueños -dio un pequeño suspiro y después, le dijo- ojalá no sea demasiado tarde cuando te des cuenta de que cometiste un grave error.
― ¡¿Qué cometí un grave error?! ¡¿cómo me dices eso, Aiko?! -le preguntó, sintiéndose ofendido-.
― Adiós, Soun... nos vemos el lunes -pues, iban a quedarse con Akane durante el fin de semana-.
Y diciendo esto último, salió de la oficina, dejando a su esposo muy pensativo.
Por otro lado, nuevamente en la ciudad de Tokio, Akane venía saliendo de la universidad donde asistía para dirigirse a la cafetería más cercana, para ir a almorzar (iba sola, porque Shampoo se había quedado hablando con una de las profesoras).
Cuando ya se iba acercando a la salida, alguien le apareció de frente:
― Hola, Akane -le dijo esa persona, algo avergonzada- ¿cómo has estado?
― Bien, gracias, Toma -le respondió ella, un poco reseca- ¿y tú?
― Bien, también...
― Me alegro -le dijo, en el mismo tono-.
Toma se le quedó viendo un momento y después, le dijo:
― ¿Aceptarías ir a almorzar conmigo?
― No, Toma, gracias.
― Por favor, Akane, te lo suplico.
― Gracias, pero, no tengo mucho tiempo, debo volver rápidamente... tal vez otro día -y diciendo esto último, iba a seguir su camino, pero, él la tomó del brazo:-
― Akane, sé que tanto tú como Shampoo, aún están molestas conmigo por lo que pasó hace unas semanas -pues, Shampoo, al enterarse de que Toma había golpeado a Ranma, había ido a reclamárselo- y por eso, quiero pedirte disculpas... -hizo una pausa- yo... yo... yo no soy así, de verdad, es que, me sentí tan decepcionado, herido y hasta utilizado por ti.
― ¿Utilizado? -le preguntó, muy sorprendida- y eso, ¿por qué? -dijo, cruzándose de brazos-.
― Bueno, es que, debes reconocer que me utilizaste como medio para acercarte a él... me mentiste diciendo que no lo conocías, cuando te invité para que me acompañaras a aquella fiesta que dieron para celebrar el regreso del "hijo pródigo" -le dijo, con algo de sarcasmo- ¡no sabes cómo me dolió cuando me enteré de todo!
― Toma, yo... siento mucho haberte mentido, pero...
― ¿Lo amas? -le preguntó, interrumpiéndola-.
Akane se le quedó viendo y después, inclinó el rostro:
― Akane, dímelo, por favor -le insistió, Toma- sé sincera, te lo suplico... ¡tengo derecho a saberlo! -le dijo después, algo molesto-.
― ¿Cómo que "tienes derecho" a saberlo? -le preguntó, también molesta-.
― ¡Sí, tengo el derecho a saberlo por el simple hecho de estar enamorado de ti!
Akane se sorprendió mucho al escucharlo:
― Yo... lo lamento, Toma y de verdad, agradezco mucho tus sentimientos, pero...
― No me quieres -le dijo tajante-.
― Te equivocas, Toma: claro que te quiero y mucho, pero, como un amigo.
― ¡Como un amigo! -repitió, con mucho dolor-.
― Sí, Toma...
― ¿Y qué vas a hacer con tu prometido? -le preguntó, después- porque, según me habías contado, tu compromiso con "Kuno" había sido impuesto por tu padre, ¿o no?, ¿o es que, también me mentiste en eso?
― Toma, no quiero ser grosera contigo, pero, ése es un asunto que solo me compete a mí -le dijo después, bastante reseca-.
― Así que finalmente piensas revelártele a tu padre, pero, lamentablemente lo vas a hacer por alguien que no vale la pena -le dijo, sarcásticamente-.
― No sigas con eso, por favor.
― Claro que sigo con eso, porque no quiero que juegue contigo.
― ¡Ranma no está jugando conmigo, Toma! -le dijo al fin, bastante molesta-.
― ¡¿Entonces, aceptas que sí tienes una relación con él?!
― ¡Te repito que es asunto mío, si tengo o no tengo una relación con él y si solo viniste a hablarme mal de él, te pido que te vayas!
― ¡Yo lo único que quiero evitarte es que sufras por un mujeriego como él, que no toma a nadie en serio, porque, así como te está engañando a ti, también está engañando a la señorita Konjo y quién sabe a cuantas chicas más!... ¡Akane, él no te merece!
Akane se le quedó viendo y después, negó con la cabeza:
― Y yo que creí que venías a pedirme una disculpa por tu comportamiento de aquel día -le dijo después, con algo de sarcasmo-.
― Claro que sí vine a disculparme por las cosas tan inapropiadas que te dije a ti ese día, pero no por haberlo golpeado a él, porque de eso no estoy arrepentido... ¡se lo tenía muy bien merecido por engañarte de esa manera y si es necesario que lo vuelva a hacer para que te deje en paz, lo haré!
― No sé cómo puedes decir eso así nada más -le dijo desconcertada- se supone que es tu jefe.
― ¡Mis jefes son sus padres, no él! -dijo, en un tono bastante rencoroso-.
Akane no podía creer lo que estaba escuchando:
― Te desconozco, Toma... pareciera que fuera otra persona la que está hablando conmigo en este momento y creo que lo mejor será que ya no me vuelvas a buscar, nunca más.
― Pero, Akane, yo...
― Adiós, Toma -y diciendo esto último, se fue rápidamente de ahí-.
Por otro lado, después de unas horas, en el complejo deportivo de la familia Konjo, Mariko se encontraba en uno de los vestidores, cambiándose el uniforme que utilizaba para jugar tenis por un traje de baño, para nadar un rato en la piscina olímpica y mientras lo hacía, pensaba muy preocupada:
¡Ya pasaron unas semanas más y no he logrado nada con Ranma!... ¡¿qué voy a hacer?! ¡mi embarazo ya muy pronto se va a empezar a notar y la señora Hinako no ha dejado de preguntarme si no me he sentido mal en estos días, que si no he tenido antojos, náuseas o mareos!... ¡si supiera que sí he tenido todas esas molestias, pero, no es porque vaya a tener un hijo de su sobrino!... ¡ay, algo tengo qué hacer, ¿pero qué?, si ahora Ranma se mantiene mucho más ocupado con eso de haberle pedido a su papá encargarse de hacer entregas de los pedidos que realizan los clientes, como si fuera un "empleaducho" más de esa fábrica!... ¡piensa, piensa, Mariko!: ¡algo se te tiene que ocurrir!
Mientras ella estaba en los vestidores, sus amigas: Lychee, Hiroko, Kogane y Miyo, se encontraban sentadas en unas butacas que estaban cerca de la gran piscina olímpica, esperando a que ella terminara de ponerse su traje de baño, para luego, poder meterse a nadar un rato:
― Oigan -dijo Hiroko- ¿no creen que Mariko ha estado demasiado extraña últimamente?
― ¿Extraña? -preguntó Miyo-.
― Más de lo que ya es, no lo creo posible -le respondió Lychee-.
Las demás rieron un poco:
― No, chicas, hablando en serio -dijo nuevamente, Hiroko- ha estado muy extraña.
― ¿A qué te refieres, realmente? -le dijo Kogane-.
― Bueno, es que, he visto que se cansa muy rápido, al punto de no lograr movilizarse muy bien en la cancha cuando estamos jugando y ella ha sido por años la campeona en los torneos de tenis -dijo Hiroko-.
― Pues, si eso es cierto -dijo Lychee- dudo mucho que siga siendo la campeona.
― Hmmmm... yo creo que debe ser porque ahora le ha dado por comer más -dijo Miyo, con una pequeña risita-.
― ¡Eso sí es cierto! -secundó Lychee- ¡ha engordado mucho, ¿no se han dado cuenta?: la ropa le queda apretada! jajajaja.
Todas volvieron a reír:
― Por eso, es que ya no aguanta a correr jajaja -dijo Miyo-.
― ¡Y ahora tampoco le interesa mucho cuidar su figura por la decepción de haber terminado su relación con Ranma! jajajaja -volvió a decir, Lychee-.
― ¡Eso también es cierto! -dijo Kogane- ¡desde que terminó con él, está que no la calienta ni el sol!
― Pues, yo me alegro mucho -dijo Hiroko- creo que Ranma tomó una buena decisión al terminar con ella, aunque, no me haya buscado a mí sino a aquella chica de la fiesta, para reemplazarla -dijo, fingiendo tristeza-.
Todas volvieron a reír una vez más:
― Sí, creo que esa chica me cae mejor -dijo Miyo- no la he tratado, pero, parece decente.
― Yo, desde que los vi bailar en esa fiesta, me di cuenta de que hacían una linda pareja -dijo Kogane-.
― Y no podemos negar que la chica es bonita -habló nuevamente Hiroko- me gusta mucho su cabello largo y azulado.
― Sí y se le veía muy bien ese yukata que traía puesto ese día cuando la vimos salir de la universidad tomada de la mano con Ranma -dijo Kogane- ¿creen que sea de algún pueblo?
Iban a seguir platicando, pero de pronto, escucharon una voz furiosa, que las interrumpió:
― ¡¿Por qué rayos no me habían contado que Ranma estaba saliendo con otra mujer?!
Todas voltearon a verla, muy sorprendidas:
― ¡Contéstenme! -volvió a gritar- ¡¿cuándo lo vieron con esa mujer?!
― Hace... hace unas semanas, Mariko -le dijo Hiroko, algo asustada-.
― ¡¿De qué Universidad iban saliendo?!
― No lo recordamos -dijo Kogane, tratando de no complicar más las cosas-.
― ¡Claro que sí lo recuerdan y más les vale que me lo digan en este momento si no quieren meterse en un grave problema conmigo!
― De verdad, no lo recordamos, Mariko... -dijo Miyo-.
― Creímos que tú ya sabías que Ranma estaba saliendo con alguien más -le dijo Kogane, nuevamente-.
― ¡Por supuesto que no, porque eso jamás lo voy a permitir, ¿me escucharon?!... ¡así que quiero que me digan en donde los vieron! -y diciendo esto último, tomó fuertemente a Hiroko del brazo-.
― ¡Está bien, está bien! -le dijo Hiroko- ¡los vimos saliendo de la Universidad Imperial de Tokio!
― ¡¿Y de verdad era la mujer que bailó con él en la fiesta?!
― Yo... no lo sé -le dijo asustada-.
― ¡¿Sí o no?! -le gritó, nuevamente-.
― ¡Suéltala, Mariko! -le dijo Lychee- ¡la estás lastimando!
― ¡Sí, sí era ella! -le dijo Kogane- ¡ahora, suéltala!
― ¡¿Y estaba vestida con un yukata?! -volvió a preguntarles, Mariko-.
― ¡Sí, sí, Mariko! -le dijo Hiroko- ¡ya déjame, por favor!
― ¡Lo sabía!, ¡lo sabía! -gritó después Mariko desesperada, soltando a Hiroko- ¡desde que la vi en esa fiesta, supe que era ella!: ¡la mujer de la heladería!... -gritó, fuera de sí- ¡ahora sí me va a conocer esa tal Akane y va a saber de lo que soy capaz, porque Ranma es mío, solo mío y de nadie más!...
Sus amigas se le quedaron viendo, entre asustadas y sorprendidas:
― ¡Me las va a pagar muy caro!... -continuó Mariko- ¡haré que se arrepienta de haberse interpuesto en mi camino!
CONTINUARÁ...
Muchas gracias por acompañarme a leer un capítulo más :)
Manu Teorias: te dejé un review en tu historia "Amor puro". Espero que ya lo hayas visto :)
Chica Tendo: me alegra mucho que me sigas acompañando en esta historia. Agradezco mucho tus reviews :)
Guest: gracias por tu mensaje, me alegra que te guste. Ojalá puedas seguir acompañándome en esta historia :)
¡Saludos para todos!... ¡hasta pronto!
