Capítulo 1 – "La Solitud del Lobo y la Calidez del Viajero"


- Y con eso está… *Tok* ¡listo! – exclamó el albino en lo que terminaba de fijar la última herradura del caballo que le habían dejado a su cargo. ¿Cómo te sientes, amigo?

El mencionado animal dio un par de pisadas en su sitio y relinchó satisfecho.

- *¡Neigh!*

- Jaja, sólidas, ¿eh?, son del mejor acero que logré conseguir. Esas molestas rocas ya no te darán problemas en el camino. Pero, por si acaso, cuídate de los baches, ¿de acuerdo? – expresó Horatius, acariciando, gentilmente, el lomo de su "cliente". Gesto que éste último retribuyo, frotando su nariz contra el fornido alienígena.

- Oh, casi lo olvido. Ten, te prometí una más de éstas, si te mantenías quieto durante el proceso.

El complacido peliblanco procedió, entonces, a tomar una brillante manzana de cáscara amarillosa de entre sus prendas y se la ofreció al castaño equino.

El animal devoró, rápidamente, su premio, relinchando, enérgicamente, ante el delicioso sabor de la misma.

- *¡Neigh!*

- Bien, estás listo. Ahora sólo hay que esperar a que tu dueño te recoja.

Y así lo hizo.

Pasados un par de minutos de entrada la mañana, un joven de elegante chaqueta de cuero y camisa blanca se acercó al puesto donde se realizaban los herrajes.

Sus filosos ojos grisáceos, su cabello plateado y su sonrisa paciente, lo volvían la viva imagen de un talentoso comerciante.

- ¡Horatius-san! ¡Buenos días! ¿Confío en que mi caballo no le causó problemas? – dijo, acercándose al dúo.

- Para nada, Lawrence-san y buen día a usted también – respondió el Paramita, con su tradicional tono amistoso. Este chico malo, se comportó como todo un noble pura sangre.

El joven mercader juraría que vio al cuadrúpedo, inflar el pecho en señal de orgullo.

- Pero… es un mestizo – alcanzó a murmurar Lawrence, recibiendo un sutil golpe de parte de su equino compañero.

- ¡Oe!

- Jajaja, cuidado con lo que dice. No querrá ofender a su principal medio de transporte. Tal vez no lo parezca, pero estos chicos son muy inteligentes.

- Si… lo único que le falta es hablar – pensó el comerciante con cierto aire de tristeza, aunque al instante, disipó el pensamiento, concluyendo que, si el animal le conversara, seguramente, acabaría cobrándole por sus servicios.

Un escenario demasiado contraproducente para un comerciante de su tipo.

En ese momento, mientras ambos hombres debatían, el dueño de la herrajería se acercó a saludar a ambos.

- Jo… veo que has terminado con el encargo, Horatius.

- Si, Señor Monrow. Quería tener todo listo antes de marcharme.

El pelirrojo hombre de bigote no pudo evitar suspirar de manera emotiva.

El albino había llegado un día a su tienda buscando trabajo por la temporada.

Era sabido que los soldados de la Iglesia Católica tendían a hacer sus recorridos con relativa frecuencia por esas rutas, anexando aldeas paganas y todas esas extrañas actividades que los creyentes del único Dios solían realizar en su tiempo libre, por lo que, el viejo Finnegan Monrow, siempre procuraba contar con algún empleado disponible como refuerzo. Desgraciadamente, el sujeto que solía ayudarlo en esas fechas había sufrido un accidente, lo que lo dejaba a él sin personal disponible.

La aparición de Horatius acabó siendo como una señal de los mismos Cielos.

Una lástima que tuviera que marcharse ese mismo día.

Iba a extrañar mucho al albino.

Como un padre que debe ver marchar a un querido hijo…

- *Sigh* ¿Sabes qué? Nunca llegaré a entender como lo haces, muchacho pero, creo que tienes un don para todo lo que tenga que ver con animales – dijo el veterano viendo la forma en que su empleado interactuaba con el animal del comerciante.

- No es para tanto – respondió, jocosamente, el albino mientras era lamido de manera cariñosa por el equino de antes. Sólo me tomo el tiempo de escucharlos. Aquellos que viajan siempre cuentan las mejores historias.

- Ja, un herrador que le habla a los caballos jajaja. Ahora lo he visto todo – rio el viejo Finneas, no olvidándose de lanzar su tradicional escupitajo. Sólo asegúrate de no "contarles" demasiado en presencia de otras personas o la Iglesia terminará tildándote de loco, hijo.

- *Laugh* Lo tendré en mente, señor.

- En cuanto a ti, muchacho – dijo entonces, el herrador volteando a ver al mercader de plateados cabellos. ¿A dónde te dirigirás ahora? ¿Irás a Ruvinheigen?

- Si. Planeo llevar un cargamento de pieles hasta allá lo antes posible – le contestó Lawrence, enseñando la abundante carga que descansaba sobre el carro.

- Ya veo…

- Pero antes, pienso pasar por la Villa de Pasloe, para estas épocas siempre celebran su festival de la cosecha. Uno de mis conocidos vive allí, y siempre aprovecho para comprarle a sus allegados algo de trigo cada año – declaró el peliplateado con alegría.

Fue, entonces, que la expresión en el rostro del experimentado herrador se tornó sombría.

- De modo que… ¿no has oído las noticias?

- ¿Huh? ¿Noticias?

Horatius giró la cabeza para escuchar, en lo que volvía a colocar la silla y arneses que unían el caballo con la carreta.

- Hace más de un año atrás, la aldea de Pasloe fue azotada por una extraña y misteriosa enfermedad. Nadie sabe exactamente cuál fue su origen pero, causó enormes estragos para el pueblo…

- ¿E-Estragos…?

- Así es. Los habitantes afectados por los síntomas morían en cuestión de semanas. Al enterarse, la Iglesia decidió involucrarse, prohibiendo todo tipo de interacción con el sitio. Nada entraba y nada salía.

- Una cuarentena... pero, eso significa que…

- Me temo que sí, muchacho – agregó el anciano con pesadez en su tono. Ningún mensaje ha venido desde ese sitio en mucho tiempo. Probablemente, ya todos sus residentes hayan fallecido para este punto. *Sigh* Pobres almas desafortunadas, no le desearía a nadie una muerte así…

- No puede… ser…

La imagen de un joven de personalidad extrovertida, cabello rubio y ojos color esmeralda, invadió, repentinamente, la mente de Lawrence.

- ¡Yoh, Lawrence! ¡Cuando nos veamos de nuevo! ¡Te demostraré que puedo ser tan buen comerciante como tú lo eres! ¡Es una promesa!

- Yarei…

- Es la realidad de hoy día – continuó el viejo Finneas. La aldea de Pasloe no debe ser más que un pueblo fantasma…

- ¿Y nunca hallaron la causa de dicha enfermedad, Sr. Monrow? – preguntó el albino, uniéndose a la charla.

- Algunos se lo atribuían a algún tipo de hongo que pudiese haber contaminado el agua de sus pozos. Otros más delirantes decían que pudo haber sido "la ira de un Dios pagano". Lo cierto es que, sin sobrevivientes, jamás obtendremos respuestas claras.

- Entiendo…

- Si… Pero bueno, todo este ambiente melancólico no va a revivir a los muertos – clamó el herrador, dándose la vuelta. Si planeas visitar Ruvinheigen, Lawrence muchacho, te convendría hacerlo ahora. Al parecer, la Iglesia ha decidido no hacer sus pequeñas "excursiones" esta temporada, así que no te encontrarás con controles molestos de ningún tipo.

- ¿Huh? ¿No? – preguntaron ambos jóvenes al mismo tiempo.

- Es lo que oí de los mensajeros que venían de paso pero, quién sabe, realmente, lo que pasa por la cabeza de esos necios…

- Jeje, disculpe Lawrence-san- susurró alto el albino. Como ve, el Sr. Monrow no es alguien muy devoto a la palabra de Dio…

*¡Tuck!*

Su apreciación fue correspondida con un veloz zapatazo a la cabeza.

- ¡Retráctate de eso, mocoso! – clamó el anciano agitado (y algo divertido) por el comentario. Para que lo sepas, ¡Finneas Monrow siempre será un fiel seguidor de las enseñanzas de Dios! Es sólo que… esos Obispos avariciosos y yo no vemos las cosas de la misma forma… digo… si nuestro Dios es tan humilde y misericordioso, ¿para que querría que lo colmásemos de alabanzas? Con recibirlo como a un fiel amigo debería ser suficiente, ¿no?

- Y concuerdo con usted, jefe pero… por si acaso, no hable tan alto de ello durante la misa, ¿de acuerdo?

- Condenado, muchacho impertinente… – murmuró el viejo pelirrojo. ¡Toma tus cosas y vete, antes de que cambie de parecer y te haga trabajar en la tenería por un mes!

- ¡Jajaja está bien está bien!

Horatius centró su atención, entonces, en el joven comerciante que miraba la escena con expresión de sorpresa y algo de nostalgia.

- Lawrence-san, ¿puedo hacerle una proposición si no le es molestia?

- ¿Mmm? Ah, claro. ¿Qué podría ser?

- Si tiene pensado dirigirse a Ruvinheigen… ¿podría llevarme lo más cerca posible de la Aldea de Miland?

Lawrence intentó recordar el lugar mencionado.

- Miland, ¿eh? ¿No era esa villa un tanto alejada hacia el oeste, próxima a las montañas?

- Es correcto. Verá, le prometí a un conocido que visitaría el sitio, algo sobre una posible oferta de trabajo. Debí salir para allá ayer en la noche pero, no quise dejar al Sr. Monrow sólo con el resto de encargos así que pensaba ver si podía viajar con alguien. Naturalmente, pagaré por las molestias - dijo el peliblanco tomando un par de monedas de su bolsillo y depositándolas en las manos de Lawrence.

Los ojos del mercader, al verlas, se ensancharon de repente.

- ¿¡Ci..Cinco Oros Lumione!? Horatius-san, ¿e-está seguro? Esto es demasiada remuneración por un simple viaje.

- ¿Lo cree así? Mmm… Por mí no es problema, además pensaba darle 5 como adelanto y 5 en cuanto arribemos.

Lawrence luchó para no atragantarse, ahí mismo, con su saliva.

- ¿¡Di-Diez Monedas de Oro Lumione!? Horatius-san, ¿no estará escapando de alguien peligroso, cierto?

- ¿Eh? Oh no, jajaja, para nada- aseguró el albino. Sólo pensaba en que se trata de un trayecto un tanto largo y empinado. Tendríamos que acampar en el bosque al menos una noche y necesitaríamos provisiones para dos personas.

- Eso… es cierto – murmuró el mercader, luego de volver a poner su cabeza en frío.

- Sin mencionar que he oído rumores de que un Dios de la Montaña ronda esos lares. Varias caravanas han asegurado haberlo visto durante las noches de luna. Así que piense en esas 5 monedas extra, también, como un seguro, ya sabe, en caso de que las cosas se tornasen complicadas.

Un Dios… ¿eh?

- Entonces, que me dice, Lawrence-san. ¿Aceptará el trabajo? – preguntó el extraterrestre ofreciendo su mano para sellar el trato.

- Por supuesto, un buen comerciante nunca rechaza la oportunidad de hacer fortuna – respondió éste, aceptando el gesto con total confianza.

- Bien, será un placer estar a su cuidado. Ahora, si me disculpa, iré a recoger mis cosas, ¿le parece si nos reunimos a las afueras del pueblo en media hora?

Lawrence asintió, viendo al peliblanco desaparecer en la misma dirección en que había visto partir al Sr. Monrow.

No tenía problema con esperar a quién seria su nuevo compañero de viaje.

De hecho, le emocionaba el prospecto de no cabalgar sólo, aunque sea por una parte del tramo.

Tal vez, la fortuna les sonreiría a ambos al llegar a sus destinos…


Opening "Tabi no Yukue" by Hana Hope (English Ver.)


La carreta se detuvo a un costado del camino, próximo a un calmo valle que bordeaba el ingreso al monte.

La noche se hallaba bastante iluminada y aunque llegaba a sentirse un tanto fría por momentos.

Lawrence y Horatius, al notar este oscilante cambio de temperatura, comenzaron el tradicional rito de preparar una fogata y cocinar la cena buscando calentar el ambiente.

Una vez sentados ambos frente al fuego, el albino vertió un poco del contenido del humeante caldero en uno de los platos y se lo acercó al agradecido comerciante.

Una simple cucharada fue suficiente para que su expresión cambiara súbitamente.

- ¡Mmm! ¡Umai! ¡Esto es delicioso, Horatius-san! No sabía que un simple guisado podría saber tan bien.

- Jaja, agradezco el cumplido – respondió el Behemoth, tomando asiento sobre uno de los troncos de junto, con su ración a un lado. Me la he pasado aprendiendo todo tipo de recetas durante mis viajes. Cocinar siempre ha sido una de las cosas a las que más tiempo le he dedicado.

- *Nom* Pues déjeme decirle que todo ese esfuerzo ha rendido frutos. *Gulp* ¿Ha considerado abrir un restaurante en alguno de los pueblos? Ganaría mucho dinero si ofreciera platillos tan buenos como estos.

El extraterrestre no pudo evitar llevarse una mano al mentón.

- Mmm… a decir verdad, Lawrence-san, si he llegado a pensar algo parecido a eso. Tal vez no un restaurante, pero si una posada.

- ¡Ohh!

- Por mi apariencia, algunos llegan a confundirme con algún tipo de noble o persona importante pero, nada más lejos de ello. Me gusta considerarme alguien de corazón humilde y gustos sencillos. Disfruto oír a las personas que hablan sobre sus viajes, ver sus caras sonrientes mientras comparten entre ellas una buena comida o un buen trago de vino, y todas las risas y charlas que aquello trae consigo. Siento que, una posada sería la forma perfecta de mezclar todo eso…

- Es una buena meta, Horatius-san.

- Supongo que si… - contestó el albino degustando su propia creación culinaria. ¿Y usted, Lawrence-san? ¿Tiene algún objetivo que desee cumplir a futuro?

El joven comerciante hizo a un lado su plato y observó la fogata con pasión escondida.

- Si, tengo uno de hecho…

- ¿Mmm?

- Busco poder abrir mi propio establecimiento algún día. Un lugar donde poder vender mis productos y al que acudan personas de todos los tipos y rincones. Ese es el sueño al que aspiro.

- Ya veo, con que un gran negocio… ¿Qué piensa vender allí?

- Aún no lo decido pero, no es una de mis preocupaciones. Confío en mi capacidad para conocer el mercado de los diferentes productos. Siempre y cuando sea un bien con demanda, me traerá ganancia.

- Jajajaja, la vida del comerciante no es para cualquiera, ¿eh? – rio el cocinero, juntando la vajilla ya usada.

- Sólo para aquellos que pueden soportar el reto – respondió Lawrence, dándole un buen trago a la bolsa de vino. *Gulp* *Gulp* *Gulp* ¡Ahh! Cada moneda ganada me acerca un paso más a ese sueño. Brindaré para que pueda visitarme cuando haya alcanzado mi meta, Horatius-san. Me encantaría tenerlo presente en mi inauguración – declaró el pelicenizo, ya un poco pasado de copas.

- ¡Ayee! ¡Brindemos por ello! ¡Donde quiera que sientes cabeza, prometo estar allí!

- ¡Kan-pai! Jajajaja. (Ambos)


Tarde esa noche…


*Owl sounds*

Horatius no podía dormir. No aún al menos.

Había prometido que haría guardia hasta muy entrada la noche.

Al ser un ser de contextura superior al resto, el descanso era algo, meramente, optativo.

Podía durar semanas enteras sin pegar un ojo, si así lo requería.

Ahora mismo, era una de esas situaciones.

El albino no había querido dar muchos detalles pero había estado sintiendo un extraño aire desde que el dúo dejó la arrumbada aldea de Pasloe.

Los trigales habían sido "purgados" mediante fuego, suponía que para prevenir lo que fuera que hubiese infectado los pozos.

No quería ni pensar como se habrían deshecho de los cuerpos, puesto que el abandono del sitio no era una opción viable.

Horatius no quería admitirlo, pero estaba preocupado.

No por su integridad, sino por la de su nuevo amigo y transportista.

Los caminos podían ser crueles para los viajeros solitarios.

Si no era un grupo de bandidos, usualmente, eran jaurías de lobos buscando probar bocado.

Aún así, nada de esas cosas lo habían motivado jamás a montar guardia.

No. Esta vez era algo mucho más serio.

El ambiente era distinto.

Fue, entonces, que cierto sonido característico interrumpió el silencio …

*Awooooooooooooooooooooo*

Si, aquello parecía el aullido de un lobo ordinario.

Más el experimentado Behemoth no se fiaba de las apariencias.

Sus instintos eran mucho más avanzados que los de cualquier animal rastrero.

La bestia responsable… se hallaba varios peldaños más arriba de la cadena alimenticia.

¿Sería, ese, el supuesto Dios de la Montaña que había mencionado el Sr. Monrow?

Desde lo profundo de su corazón, agradecía el haberle dado un somnífero potente a Lawrence durante la cena. De lo contrario, ese lamento canino de antes habría activado sus traumas.

Porque si, el joven mercader había tenido una mala experiencia con esos "perros" en el pasado.

Y Horatius no deseaba que el pobre se llevase un mal recuerdo.

Durante toda la noche, el albino estuvo al tanto de que algo "sobre-humano" rondaba ese valle.

Si tenía que recurrir a su Forma Híbrida (Segunda Forma) para bajarle los dientes a una Deidad lugareña, lo haría, si es que eso ponía en peligro a los individuos a su cargo.

Pero tampoco, deseaba que le temieran por ello.

Sólo esperaba que, su improvisado arco y un par de reforzadas flechas, fueran suficientes para alejar al enemigo, por el bien de su tranquilidad y la de su acompañante…

Lenta pero progresivamente, Horatius se desplazó por el sitio en completo silencio.

Una serie de gruñidos lo alertaron de que la bestia se dirigía a ellos.

Con rapidez, caminó hasta el caballo de Lawrence, asegurándose de que no despertara al igual que su dueño. No necesitaba relinchos nocturnos, alterando a todos.

Una vez hecho esto, el peliblanco aguardó en su sitio.

No había escondite visible para tan tamaña criatura a excepción de…

¡La arboleda! – pensó, viendo a la hilera de árboles que descansaba en un extremo próximo a su campamento.

Aquel era el único espacio que ofrecía penumbra y cobijo a lo que sea que deambulara allá afuera.

No había tiempo para pensamientos.

Haciendo gala de una velocidad y fuerza inhumanas, el Behemoth transformado cargó tanto al corcel como a su amo sobre sus hombros.

Su plan: ocultarlos, tras las sombras de la carreta y colocarse él como el único ocupante de ese monte.

Está hecho… murmuró. Ambos se hallaban cubiertos y a salvo. Tan sólo quedaba preparar todo para recibir a su "invitado".

Con un simple ademán, el cabizbajo fuego de la fogata ardió con más fuerza.

Una que no debió ser posible dadas las condiciones en que se hallaba.

Estaba claro que, Horatius no estaba siendo todo aquello por mero teatro.

Para nada.

Él era un maestro en el arte de la cacería.

Lo que estaba haciendo el albino era tender una trampa.

Una con el fin de probar que tan grandiosa era la astucia del dichoso "Dios" de esos montes.

Ya preparado su pequeño escenario, Horatius tomó asiento alrededor de las llamas y aguardó pacientemente.

Al cabo de unos momentos, una serie de guturales gruñidos, fueron audibles desde su posición en el camino.

Podía sentir como un par de ojos vigilaban, intensamente, su espalda.

El peliblanco esperaba que moridera el anzuelo, que se acercara a su persona.

Pero, este jamás lo hizo.

Pasado un par de minutos, sintió como el intruso se alejaba.

¿Habría descubierto su pequeña artimaña?

O quizás, ¿habría venido a vigilar a quién perturbaba la paz de su territorio?

Horatius decidió no pensárselo demasiado.

El peligro había pasado y ya podía descansar tranquilo.

Claro que… primero…

Tendría que poner todo y a todos, en la posición original en la que estaban antes del incidente.

*Sigh*

Con suerte, lo dejarían dormir, al menos unas dos horas…


Al día siguiente…


- Bueno, aquí es, Horatius-san. Si continúa por este camino, llegará a Miland para antes del atardecer – exclamó Lawrence, mientras señalaba la senda empinada a un costado de la ruta. Lamento que tenga que despedirlo de esta manera pero, debo llegar lo antes posible a Ruvinheigen y entregar este encargo de pieles.

- No cuidado, este pequeño viaje ha sido lo más entretenido que he hecho en mucho tiempo. Siempre estaré agradecido – expresó el albino, entregándole las últimas 5 monedas doradas del acuerdo. Espero que nos veamos de nuevo y por cierto, procure cubrir muy bien esas pieles, observé nubes formándose por el horizonte. La lluvia va a estar fuerte.

- Gracias, lo tendré en cuenta – respondió el mercader y, al instante, se despidió, arriando las cuerdas de su caballo y reiniciando su viaje.

Horatius, por otro lado, respiró profundo y observó el trayecto, ligeramente, en ascenso.

- Bien, veamos que tiene Miland para ofrecerme…


Pueblo de Miland


- ¡Oee! ¡Horatius!

El robusto albino detuvo su andar, al notar la persona que le hacía señas desde una de las mesas externas de la taberna.

- ¡Con que al fin te dignaste a aparecer! ¡Ya pensaba yo que ibas a dejarme plantado! – rio el desconocido.

- Jajaja, no acostumbro romper mis promesas- contestó el alienígena, con el mismo tono jocoso. ¿Cómo haz estado, Randal? ¿Has logrado un buen negocio, recientemente?

El joven de cabello castaño y atractivas facciones le dio un gran trago a su bebida, mientras le ofrecía el asiento de junto.

- ¡Ahh! Bueno, algo así. Digamos que ciertas negociaciones resultaron bastante producentes. Pero no hablemos sobre mí, dime, no te esperaba aquí, hasta dentro de, al menos, una semana, tal vez más conociendo tu inexistente horario de trabajo. ¿Cómo llegaste tan pronto?

- Jajaja. Digamos que… tuve la fortuna de que otro joven comerciante andaba de paso.

- ¿No habrás amenazado a alguien o sí? *Grin*

- ¡Claro que no! Le pagué cada centavo que valía mi viaje.

- ¿Oh? ¿Y cuando exactamente, costó el trayecto?

- 10 monedas de Oro de Lumione.

- *Pfff*

El mercader, prácticamente, escupió su bebida.

- *Cough* Creo que… *Cough* resultaste estafado, viejo amigo.

- Naa, tu descuida -. Aseguró el peliblanco. Todo terminó bien, el arreglo nos alegró a ambos. Además, el muchacho necesitaba ese dinero. Luego de enterarse de la muerte de uno de sus conocidos, era lo menos que podía hacer por él. Confía en mí, era un chico confiable.

- Mmm… *Gulp* *Gulp* ¿te dijo su nombre? Tal vez, me lo tope en algún momento durante mis recorridos.

- Kraft Lawrence. Cabello grisáceo cenizo, chamarra de cuero, chaleco verde, camisa blanca. Estimo que debe tene años menos que tú, ahora.

- Bien, me fiaré de tu palabra. Después de todo, es difícil encontrar socios confiables en estos días.

- A propósito, Randy. ¿Cuál era esa gran oferta que mencionaste para mí en este pueblo? Espero valga la pena, casi nos come un lobo de camino hasta aquí.

Randal Schmidt tan sólo soltó una carcajada.

- Descuida, valdrá la pena. Siento que serás el indicado para este trabajo. Eso te lo garantizo – concluyó el pelicastaño.

Horatius tan sólo se levantó del asiento y observó el paisaje.

- Si tu lo dices. Ahora, ¿con quién tengo que hablar para establecer el contrato?

- *Gulp* *Gulp* ¡Oh, cierto! Continúa desde aquí derecho. Al llegar al centro, verás un almacén especializado en especias. Pregunta allí por el dueño, el te dirá los detalles.

- Gracias, Randy – contestó el albino con un apretón de manos.

- No hay de qué. Oye, si esta noche estás libre, unos cuantos comerciantes y yo nos daremos un banquete, por supuesto, eres libre de acompañarnos. Habrá vino a todas horas.

- Creo que te convendría dejar el vino, un tiempo – bromeó el Behemoth.

- Imposible. Siempre es tradición de un comerciante, el celebrar con un vaso luego de haber logrado un excelente trato.

- ¿Es por eso que cada vez que nos topamos te encuentro bebiendo?

- Que puedo decir, mi reputación me precede…

- …

- …

- Pfff… jajajajajaja (Ambos)

- Cuídate, Randy. Te avisaré si se concreta la oferta – clamó Horatius, alejándose de la cantina.

- ¡De acuerdo! ¡Así habrá otra razón más para brindar!

El alienígena tan sólo rio por lo bajo, ante las ocurrencias de su amigo.

Había conocido a Randal hace tiempo.

Lo había ayudado a salir de un percance y desde, entonces, el astuto comerciante lo había puesto bajo su ala. Cada vez que se encontraban, le proponía algún negocio o trabajo.

Y esta ocasión no había sido la excepción.

Claro que, no siempre, resultaba en actividades muy glamorosas.

Una vez, lo reclutó para limpiar establos.

Ese día si que el coqueto bromista recibió un escarmiento.

Me pregunto… Qué habrá preparado esa perversa mente suya, para esta ocasión…

Sólo espero que no me haga tener que luchar desnudo contra el Dios de la otra noche o algo alocado como eso o me aseguraré de infestar con hordas de pulgas inmortales cada centímetro de su bendito carro…


Almacén de Víveres de Don Bernard.


*Cling*

La pequeña campanilla alojada en la puerta, hizo saber de la presencia de Horatius en el recinto.

Segundos después de su ingreso, un hombre mayormente calvo, con un poco de cabello castaño a los lados, lo recibió con tono amistoso.

- Bienvenido, ¿qué puedo ofrecerle, viajero?

- ¿Oh? ¿Cómo supo que acostumbro viajar? – preguntó el albino, semi-sorprendido.

- Es por su aspecto, señor – respondió el sujeto. De haber alguien con sus rasgos viviendo en Miland, me habría enterado. Estoy al tanto de casi todos los chismes y rumores que circulan por este pueblo. Por cierto, perdone mis modales, soy Bernard Clement, orgulloso dueño de este establecimiento. ¿Qué puedo hacer por usted?

- Pues… vine por una oferta de trabajo. Mi nombre es Horatius, Horatius Ad Astræ pero, acostumbro usar el apellido "Sørnes" cuando se trata de empleo.

- Horatius… Sørnes, ¿eh? Nunca había oído de una familia con ese apellido. Pero bueno, estamos aquí para hablar de trabajo, no de relaciones familiares – exclamó el Sr. Bernard, despejando su garganta y tomando un papiro de detrás del escritorio. Éstos son los términos del encargo. Por favor, écheles un vistazo.

Horatius tomó el pergamino y leyó cuidadosamente cada renglón del contrato.

La tarea no era difícil en sí.

Consistía en un viaje del tipo escolta, hacia las tierras del Norte.

El empleador proveería a quién aceptara el empleo, de un carro y un caballo como medio de transporte.

Eso sí, el empleado debía de costear todos los gastos que pudiesen producirse durante el recorrido bajo la promesa de que, al finalizar, éste recibiría los dos bienes antes mencionados (carro y caballo) como recompensa por el cumplimiento del acuerdo en tiempo y forma.

Porque sí, este encargo debía de ser realizado, además, dentro del plazo estipulado de un año y respetando los intereses del empleador.

De no alcanzar los requerimientos, tanto la carreta como el corcel entregados en calidad de préstamo, serían decomisados.

Honestamente, Horatius no sabía que pensar sobre aquel trato.

Para una persona con sentido común, la petición era una soberana estafa.

Quién la aceptase perdería más dinero del que recuperaría, aún si lograba acabar todo dentro del plazo pactado.

Para colmo, cualquier interesado debía de ser evaluado por el propio empleador.

¿Además de éstas disparatadas condiciones, debía de dar una entrevista?

El fornido albino ya se estaba imaginando la cara que pondría su amigo, al ver su carruaje lleno de grandes y gordas pulgas hambrientas.

Aún así, por alguna razón, sentía que debía haber algo más detrás todo eso.

¿Quizás lo plantearon de esa manera para espantar a los más avariciosos?

¿Tal vez, por eso Randal quiso que la aceptara?

¿Sería algún tipo de misión secreta encubierta?

Bueno, sólo había una forma en que el experimentado Behemoth podía descubrirlo.

- Mmm…

- ¿Qué decidirá, entonces, Sr. Horatius? – preguntó el dueño del local, cruzando miradas con el Paramita.

- Le seré franco, Sr. Bernard, por como el empleador lo plantea, el pedido hace aguas por todas partes. Quién quiera que acepte este contrato tiene grandes probabilidades de acabar en la banca rota. Sería el equivalente a un suicidio económico…

- Oh… lo comprendo – dijo el anciano cabizbajo, ya oliendo el inminente rechazo.

- Por eso, he decidido aceptarlo.

- …

- …

- ¿Eh…?

- ¿No me oyó? Dije que estoy aceptando esta oferta de trabajo.

El dueño del almacén miró a Horatius como si le hubiese crecido otra cabeza.

- P-Pero, ¿no dijo usted que aceptar el contrato sería el equivalente a un suicidio económico?

- Ajá…

- Entonces… ¿Por qué lo hace?

- No lo sé - respondió el Behemoth con actitud risueña. Quizás sólo busco darle emoción a mi vida. La fortuna no es lo que me mueve, Sr. Bernard. Lo que más me gusta es visitar lugares y conocer personas. Y esta petición me da la excusa perfecta para hacer, exactamente, eso y en un sitio que aún no he explorado. ¿Cómo podría decirle que no a eso?

Bernard Clement se quedó pensando en las palabras del peliblanco por unos segundos, hasta que un súbito ataque de risa invadió su persona.

- Jajajaja. Eres interesante, muchacho. Todos aquellos antes que tú, que intentaban postularse, lo hacían pensando en como maximizar sus ganancias. Querían negociar más cláusulas y condiciones con tal de acolchonar sus pérdidas. Supongo que, con esto, has pasado la primera prueba.

- ¿Era una prueba?

- No una como tal pero, si es verdad que la jovencita que me entregó este documento especificó que descartara a todos aquellos que intentaran anular sus demandas.

- Ya veo…

Entonces, mi corazonada era correcta…

- Ahora, si bien has logrado superar este pequeño filtro, todavía debes contar con la aprobación de la señorita. Ella es quien tiene la última palabra en este asunto.

- Oh, claro, supongo… ¿sabe dónde puedo hallar su paradero?

El vendedor procedió a enrollar el escrito y a entregárselo a Horatius.

- Sólo tiene que llevar el contrato al bosque que se encuentra a las afueras del pueblo. Intérnese en el hasta que de con un viejo carro a la mitad de un descampado. Oh y por favor, vaya sólo y al caer la noche.

El Behemoth arqueó una ceja ante esto.

- ¿Es necesario?

- Son comparto las instrucciones que me fueron dadas, joven Sornes.

- De acuerdo, haré eso, entonces – contestó el albino. Gracias por su tiempo, Sr. Bernard.

- Y a ti, por la visita, vuelve cuando quieras, muchacho – se despidió el anciano, viendo al peliblanco dejar su negocio.

*Sigh* Espero que este exótico muchacho sea, por fin, la persona que logre salvarla de sí misma…– pensó el dueño, volviendo a su rutina de ordenar cajas. Dudo que su corazón resista más de aquella soledad a la que se ha mantenido expuesta durante tanto tiempo…


Bosque a las afueras de Miland.


La noche de ese día, a diferencia de aquella en la que acampó con Lawrence, se sentía… mucho más "ruidosa" por decirlo de algún modo.

Para esa hora, Randal y sus colegas debieran estar en la taberna disfrutando de su banquete.

Horatius, siendo la persona que es en lo referente a compromisos, se tomó la molestia de declinar la invitación en persona, puesto que debía cumplir con los requerimientos de quién sería su futura empleadora. Cosa que su amigo, comprendió al instante.

Después de todo, la confianza y la palabra de uno, eran las cosas más valiosas para cualquiera que buscase cerrar un trato o acuerdo.

Nadie volvería a contratarle si no fuera capaz de seguir ni siquiera la más sencilla de las indicaciones.

Fue con esa actitud, que el fornido albino se adentró en las profundidades de aquella arboleda.

No le emocionaba mucho el trabajo, realmente.

La idea de tener que cuidar a una dama, que probablemente, era demasiado exigente para su propio bien, le provocaba intensos deseos de mandar todo al diablo.

No quería tamaña responsabilidad pesándole sobre los hombros.

Pero, aun así, la curiosidad por descifrar el significado oculto de aquella petición, era mucho más fuerte que su sensación de desagrado.

Si su hermana llegase a enterarse de que estaba dejando que su curiosidad lo guiara antes que su barbárico (en palabras de ella) y "poco confiable" instinto, seguramente, le entregaría un ramo de flores y una placa diciendo algo como "felicidades, hermano, oficialmente te has convertido en todo un miembro honorario de la raza homo-sapiens-sapiens"

Si…

Su hermana siempre tuvo una forma demasiado "anormal" de publicitar su cariño.

Pero bueno, volviendo al tema tratado…

Era más que obvio que aquella oferta laboral tenía demasiados filtros como para tratare de un simple viaje en carro hasta el norte, y Horatius quería averiguar el por qué.

Tal vez, ¿consistía en escoltar a una princesa perdida de algún reino?

Tendría sentido, dada la cantidad de secretismo con el que se trataban ciertos detalles.

Sin mencionar que, aún desconocía el nombre de quien sería su jefa.

Podría haberlo preguntado en el momento pero, algo dentro de él, le decía que el Sr. Bernard se habría abstenido de revelarle más datos.

Sólo esperaba que el todo este jueguito de ocultar las cosas, valiese la pena.

Luego de una moderada caminata, el albino, por fin, logró arribar al descampado que se le había indicado. Notando a unos cuantos metros, el susodicho carro que le sería dado como "premio" por su esfuerzo, descansando bajo la penumbra de un solitario roble.

Sin mas tiempo que perder, se acercó a éste.

No tenía nada destacable. De hecho, se hallaba un tanto deteriorado y eso sólo le decía que iba a necesitar realizarle arreglos.

Por un momento, su atención se centró en sus alrededores.

Horatius deseaba conocer a su cliente. Pero no parecía haber nadie cerca u oculto siquiera.

¿Iban a tenderle una emboscada para robarle o algo de esa índole?

Para ese punto, era una explicación bastante plausible aunque… no justificaba tantos requerimientos innecesarios.

Un tanto decepcionado, el Paramita procedió, entonces, a retirar la enorme lona que cubría la mayor parte del vagón de carga.

Topándose con una imagen que lo dejaría sin palabras.

Sobre aquella carreta, descansaba una joven.

Una cuyo principal rasgo distintivo, además de la ausencia de ropa, eran un par de orejas y una cola. Ambas de origen canino (o cánido si eres 100tífico)

Horatius se quedó allí, un par de segundos, contemplando a lo que su hermana describiría como un "furro" en toda regla, durmiendo, cómodamente, sobre un colchón hecho de algún material felpudo.

Acaso… ¿era este el gran secreto?

¿Se había tomado tantas molestias sólo para observar a una mujer-lobo desnuda?

Bueno, al menos la vista que estaba teniendo justificaba un poco la caminata.

La fémina poseía una atractiva figura. Diseñada más para ser más ágil que fuerte.

Sus caderas eran de un saludable ancho, sin abusar demasiado y sus medianos pechos parecían gozar de una firmeza que…

- Mmm… Está haciendo frío… – oyó decir a la susodicha, viendo como ésta comenzaba a despertar de su letargo.

Luego de una serie de extraños estiramientos, la bella licántropa, por fin, cruzó miradas con el expectante Paramita.

- ¿Se te ofrece algo? – expresó esta con cierto, aire de desagrado en su tono. ¿O sólo has venido a observarme mientras duermo?

Horatius, al notar que había sido descubierto, simplemente, exhaló un suspiro, optando por mirar a la mujer directo a los ojos, sin vacilaciones o remordimiento.

- Disculpe, ¿es usted la persona que fijó el encargo con el Sr. Bernard? – preguntó el alienígena, sacando a relucir su carismático "modo chamba".

- En efecto, yo sería esa persona – contestó la lupina, adoptando una posición de loto sobre el asiento mientras usaba su cola para cubrir sus partes más íntimas. ¿Debo intuir que, por fin, alguien cumplió con los mínimos requerimientos de mi propuesta?

- Si, yo decidí aceptar su pedido.

- Y puedes decirme, ¿qué motivos, te llevaron a solicitar tan injusto contrato? ¿Qué esperas obtener, acaso, de este trabajo?

El peliblanco pudo notar todos los sentimientos ocultos tras la intensa mirada de la chica lobo.

El más predominante era desapruebo, cómo si ella aguardara a que él se equivocase o le diera una respuesta de manual o ya utilizada por otros.

El segundo más notable era cautela. Era como si la lupina intentase leer su postura, sus movimientos. Cualquier cosa que él hiciera sería juzgada por ella, sin importar la respuesta que diese verbalmente.

Y, por último, oculto detrás de toda esa muralla negativa había… esperanza, anhelo, pero sobre todo… una sensación de soledad incalculable.

Fue allí que el Behemoth logró hacerse una idea de aquello que parecía estar aquejando a la persona/criatura que tenía en frente.

Desgraciadamente, Horatius nunca había sido de los que practicaban el arte de la sutileza.

Su estilo era más próximo a… decir lo primero que se le viniese la mente, aún si eso implicaba cosas bastante complejas como estados o situaciones emocionales.

Y este caso no sería la excepción…

- Lo hice porque… deseo curar el sentimiento de soledad que ocultas tras esa mirada…

- …

- …

- ¡¿HUUUH…?!

El viento, que digo, el bosque, no, descarten eso… prácticamente todo sonido y movimiento en un radio de kilómetros a la redonda decidió ocultar su existencia luego de aquella bizarra, penosa y atrevida frase.

Incluso la persona a la que le fue dirigida, no pudo evitar guardar un funesto silencio o ensanchar sus ojos ante tales palabras.

Oh, pero la mejor parte de toda esa situación (o la peor dependiendo de a quién preguntasen…) era que… estaba lejos de terminarse…

- Al principio, creí que lo hacía por simple curiosidad o porque sentí que debía de haber algo más oculto tras tanto secreto pero… en cuanto pude verte a los ojos… comprendí el verdadero significado de mi presencia en este sitio. No me interesa el dinero o el carro que ofreces. Lo que quiero, es borrar ese sentimiento de soledad que sé que escondes muy en el fondo y no pienso retractarme de ello. Esa es mi respuesta.

Ambos individuos permanecieron en completo silencio durante largos y sepulcrales segundos, no fue hasta que uno de ellos produjo un familiar sonido que la tensión del ambiente se vino abajo.

- Pfff… ¡ajajajajajajajaja! *Gasp* *Huff* *Gasp* ¡Jajajajajajajajaja!

- ¿Dije algo malo…? – atinó a preguntar el Behemoth, viendo como la fémina era consumida, una vez más, por una oleada de cacofónicas carcajadas.

Para cuando las risas, por fin, cesaron, la intrépida mujer lobo tenía una sonrisa brillante y juguetona plasmada en sus facciones.

- En todo mi tiempo conviviendo con los humanos, nunca pensé que encontraría alguien lo suficientemente valiente y sincero como para recitar tan emotivas palabras hacia mi persona sin algún tipo de vacilación aparente.

- ¿Huh?

- Ne… Nushi-o. Dime una cosa… en verdad, ¿piensas poder lograr lo que acabas de decirme hace un momento? – preguntó la lupina, esta vez, moviendo su cola de un lado al otro, de forma alegre y juguetona.

- Hai – respondió Horatius, una vez más sin dejar lugar a la duda. No sé por qué evento hayas pasado para tengas ese tipo de sentimientos pero… prometo que daré lo mejor para que te sientas a gusto durante nuestro recorrido. Si es que me lo permites, claro. A fin de cuentas, tu aprobación es la última cosa que sella el acuerdo.

La sabia y ancestral loba sintió los bellos de su cuerpo erizarse ante las palabras de aquel hombre.

No porque fueran, exactamente, lo que le hubiese encantando oír recitar a alguien hace más de medio siglo, sino, más bien, por la emoción y convicción que éstas transmitían.

Este humano, en verdad, estaba seguro que podría rescatarla de aquella angustiante soledad a la había sido expuesta durante tantos años y que tanto había llegado a temer y repudiar con toda su alma.

Y eso, contrario a toda expectativa, la había provocado una felicidad enorme.

Esta persona... este macho de aspecto "exótico" pero atractivo, no la había mirado como tantos otros. En su rostro, ella no pudo percibir ni una sola pisca de rechazo, de temor o de alabanza. Él la veía como a una igual, incluso, se atrevía a decir que su forma humana le atraía, por las miradas que sintió que recorrían su figura.

Sin duda alguna, ella deseaba conocer más sobre él.

Ver si era capaz de cumplir con lo prometido y en que sitio pondría su límite.

Pasara lo que pasara a futuro, la astuta "deidad" de las cosechas, sabía que un viaje con él, sería mucho muy divertido…

- Siento ser yo la que te diga esto pero…

*Sigh* Abrí la boca de más, ¿cierto? – pensó el peliblanco. Bueno, al menos tendré una historia para contarle a Randy cuando regrese.

- Estoy encantada de que sea alguien como tú, quién haya decidido escoltarme.

Un minuto… ¡¿Aceptó mi respuesta?!

- ¿Huuh? ¿Hontou (desu) ka? – no pudo evitar soltar el albino, al ver que su honestidad bruta había tenido un efecto positivo. Usualmente, era a la inversa…

- *Giggles* Esa expresión tuya de absoluta sorpresa, si que es todo un espectáculo – opinó la loba, habiendo bajado la guardia. Espero que no estés considerando rechazar el contrato… después de todo, aceptaste el acuerdo en el momento en que decidiste venir aquí a buscarme. Es muy tarde para retractarse.

Bueno, Horatius no tenía forma de refutarle eso.

Ya había dejado en claro, dos veces, que estaba más que de acuerdo con todos los términos y condiciones estipulados, por más opresivos que estos fuesen.

Además, su empleadora resultó ser una bella mujer licántropo, ¿qué más genial que eso?

- Dudo que pueda hacer algo como eso a estas alturas, señorita…

- ¡Oh! ¡Cierto!, jamás nos presentamos formalmente… puedes llamarme Holo, "Holo la Loba Sabia." Y tú, ¿Nushi-o?

- Horatius, Horatius Ad Astræ, aunque, mientras estoy de servicio o en algún empleo, prefiero que se refieran a mi bajo el apellido "Sornes".

- Ho… ¿Una doble identidad? Suena misterioso…

- Jaja, no realmente, sólo que prefiero separar algunos asuntos de otros. A propósito, Holo-san.

- Con "Holo" a secas, esta bien, la cortesía no es necesaria.

- Si usted lo dice… lo que deseaba preguntar es que… su oferta mencionaba un viaje hacia el Norte. Deseaba saber, ¿a qué punto del norte nos dirigiremos exactamente?

- A mi tierra natal, desde luego – contestó la Deidad con elocuencia. A un lugar conocido como "El Bosque de Yoitsu". ¿Has oído hablar de él?

- Mmm… lo siento, no realmente – expresó el Paramita. Jamás he puesto un pie en la zona Norte.

- Entonces, ¡dependerá de nosotros el investigar toda pista posible sobre el paradero de Yoitsu! – declaró Holo, como quien le entrega una orden a su oficial a cargo. Considéralo, como parte de tu trabajo como escolta.

¿Acabamos de conocernos y ya me está dando más quehaceres…? *Nervous laugh*

- Pero, es tu lugar de origen, ¿no? ¿No deberías de conocer ya su ubicación exacta?

Al oír esto, las orejas sobre la cabeza de la joven se aplanaron.

- La verdad es… que he pasado un buen tiempo lejos de ese sitio. El mundo cambió demasiado en mi ausencia. No recuerdo, exactamente, que camino fue el que tomé cuando abandoné los bosques…

Viéndola en ese estado, Horatius no pudo evitar palmear el espacio entre sus orejas, de manera suave.

- Ya ya, no importa, seguro que lo hallaremos tarde o temprano.

- Si… lo haremos. Oh, antes que lo olvide, necesito darte una última cosa -dijo Holo buscando algo entre la pila de pieles.

- ¿Mmm?

- Ten, lleva esto siempre contigo.

De un momento a otro, la bella loba procedió a entregarle al albino un pequeño monedero, repleto hasta el tope con granos de trigo.

- Esto… es…

- Mi vida se encuentra atada a ese trigo. Por favor, cuídalo bien y procura que nada le pase.

El joven Behemoth no ofreció opinión alguna, optando únicamente por asentir, prometiéndose así mismo, cumplir con lo dicho mientras colocaba la cuerda del objeto alrededor de su cuello.

Me aseguraré de reforzar sus cualidades, cuando ella no me esté viendo- dijo para sí, el alienígena. Para cuando termine, ni siquiera una bomba atómica podrá hacerle nada a este diminuto paquete.

- Bueno, con eso resuelto. Creo que lo único que queda por hacer es buscar algo de comer. Ando sintiéndome un poco hambrienta…

La insinuación de la muchacha no pasó desapercibida para el albino extraterrestre.

Uno de los requisitos era costear sus gastos durante el recorrido.

Ahora que lo pensaba con detenimiento… ¿aplicaba esa cláusula, aún si no dejaban el punto de partida?

- Supongo que aún queda tiempo para que visitemos la taberna – respondió el peliblanco. Un conocido mío dijo que habría un banquete y…

- ¡¿Hontou-kaya?!

La cola de Holo comenzó a agitarse de un lado al otro con fuerza.

Graciosamente, le recordaba a uno de esos perros domésticos que suelen tener en las granjas, cuando es hora de almorzar…

- Si, no tendría razón para mentirte.

Mmm… creo que terminaré asistiendo a la celebración después de todo…

- Entonces, ¡no perdamos el tiempo y partamos ya mismo! ¡Antes que la lluvia nos atrape a la intemperie! – declaró la lupina con ahínco.

Horatius, oyó lo dicho, percibiendo la elevada humedad en el ambiente, nuevamente.

En efecto… iba a diluviar pronto.

Sólo esperaba quem de camino a la taberna, su exhibicionista empleadora, recordase que no llevaba prenda alguna que la cubriera…


Esa noche, en la Taberna…


- ¡ESCUCHEN! ¡QUIERO PROPONER OTRO BRINDIS! – exclamó un miembro del grupo de comerciantes allí reunidos, ganándose la atención de todo mundo.

- ¿¡Otro más!?

- ¡Ya suelta esa jarra, anciano!

- ¡Que aún soy joven, bastardo!

- ¡Si, no llegará a viejo, si sigue bebiendo así!

- ¡Al menos, déjenme acabar mi frase, malagradecidos!

- ¡JAJAJAJAJA!

En lo que los compañeros de Randal, competían por quién obtenía una cirrosis en el menor tiempo posible, Horatius se hallaba sentado junto a Holo a una distancia considerable de todo ese espectáculo.

- Parece que son muy animados por aquí – opinó la loba, viendo la ridícula escena en la que veían involucrados los adultos mayores. ¿No piensas unírteles?

- Bajo otras condiciones, tal vez, lo hubiera hecho – admitió el albino. Pero, ahora, mi deber es contigo. Mi política personal es, no descuidar un trabajo hasta que haya sido completado con éxito.

- ¿Ohh? *Grin* Para alguien que luce tan joven, pareces poseer cierto grado de sabiduría y etiqueta. Al menos entiendes, que no debes dejar a una hermosa doncella sola, a la vista de tantos depredadores – teatralizó la divertida pelicastaña. Ahora bien, Nushi-o, ¿qué deberíamos de probar primero del menú? Tal vez, ¿seguir el ejemplo de los demás machos en la habitación y comenzar con una buena ronda de bebidas?

- No sería mejor si preguntásemos sobre Yoitsu a estas personas. Todos son comerciantes viajeros, Alguno debe de saber algo.

Las orejas de la muchacha descendieron.

- ¿Ohh? ¿Piensas arruinar tan sonora algarabía para interrogar a los presentes? ¿No ves lo ocupados que se hallan en estos momentos?

Horatius observó los alrededores. Todos parecían estar disfrutando de la velada. Las mozas y el cantinero continuaban llevando plato tras plato y jarrón tras jarrón a las distintas mesas.

En verdad, era una noche ocupada para todo mundo.

- *Sigh* Tú ganas, no intentaré sacarles información a desconocidos. ¡Pero! Al menos, haré el esfuerzo de preguntarle a mi amigo Randal, al respecto. ¿Estarás bien si te dejo sola por unos pocos minutos?

- No me molesta – respondió la "diosa".

- Entonces, volveré pron…

- ¡Después de todo! ¡¿No fuisteis vos?! ¡El hombre que prometió que jamás dejaría mi lado!

¿Huh?

- ¿No fuisteis vos acaso quien aseguró que extinguiría las ardientes llamas de mi soledad, en el momento en que posasteis vuestros ojos sobre mi esbelta figura?

- ¡No fuisteis vos quien…!

- Okay, okay, no necesitas hacer teatro – interrumpió el albino, algo irritado por tanto circo. No era necesaria toda esa pantomima… Sabes muy bien que no pienso dejarte, sólo intento recopilar información para nuestro viaje.

- Oooh, soy muy consciente de que eres un macho leal, que valora sus compromisos – respondió Holo con una sonrisa pícara y de ¿victoria? Pero, debes saber, Nushi-o… que mis oídos son capaces de captar todo tipo de conversaciones en este sitio… Nunca está de más para uno, el ser precavido…

- De… ¿acuerdo? – atinó a decir el peliblanco, no captando por completo la indirecta de su acompañante. Iré a hablar con mi conocido ahora, ¿quieres que te pida algo antes de que me vaya?

La loba se llevó un dedo al mentón.

- Mmm… sería bueno poder degustar un buen vaso de cerveza, además de probar algo de su vino. Oh, y acompañarlo con un entremés sería delicioso…– expresó, dándole varios vistazos seguidos al menú. ¿Debería pedir el Bistec o el pollo?

- *Sigh* Okay okay, pídele lo que quieras al cantinero, pero no te excedas demasiado. No quiero tener que lidiar con una persona ebria… (de nuevo).

- Soy Holo, La Sabia Loba del Bosque, no conozco alcohol que pueda vencer mi temple – declaró la pelicastaña.

Horatius, por su parte, tan sólo asintió y partió en busca de su amigo Randy.

- ¡Ohh! ¡Horatius, viniste! Pensé que tenías un compromiso.

- Algo así – respondió el albino. De hecho, mi "trabajo" aún no termina, vine acompañado de alguien.

- ¿Oh? ¿De quién?

El Paramita, entonces, señaló a la "delicada" doncella, que se estaba engullendo porción tras porción de un enorme cerdo ahumado, bebiendo largos tragos de vino para no atragantarse.

Mientras murmuraba frases como "¡Condenadas mejillas humanas, son demasiado estrechas!"

- Jaja, parece que te has conseguido toda una "dama de sociedad", ¿eh, Horatius? – expresó el mercader dándole otro trago a su Ale. *Gulp* Fua… De sólo pensar en tener una señorita como esa a mi lado, siento un escalofrío en mi billetera…

- *Sigh* No es mi pareja, Randy. En realidad, es la persona a cargo de la oferta de trabajo que querías que aceptara.

- ¿Ohh, de modo que descifraste el secreto de esa ridícula proposición? Debes decirme.

- No fue nada emocionante, realmente – mintió un poco el Behemoth. Se trata de un trabajo como escolta. Debo llevarla a ella – dijo volviendo a señalar a la "diosa" glotona en el fondo. De vuelta a su pueblo de origen, un lugar al norte llamado "Yoitsu"

- Con que, Yoitsu, ¿eh? ¿Dónde te dijo que queda, exactamente?

- Sinceramente, no tengo la menor idea – contestó el Paramita. Ni siquiera ella recuerda el camino para volver al sitio. Esperaba que tú o alguno de tus conocidos pudiera darme un indicio o algo de lo que poder aferrarme.

Luego de pensarlo un momento, Randal Schmidt negó con tristeza.

- No realmente. Lo siento, Horatius, dudo mucho que alguien pueda darte la información que buscas. – contestó. Ninguno de aquí ha querido poner un pie en las tierras del Norte.

Aquel detalle llamó la atención del extraterrestre.

- ¿Mm? Y eso, ¿por qué?

- Dos palabras: La. Iglesia. Han estado realizando muchos controles por aquellos rincones. Incluso llegaron a encarcelar a comerciantes bajo sospechas de actividad pagana. Oh no, ninguno de nosotros quiere tener a esas personas respirándoles en el cuello.

- Supongo…

Me pregunto qué tendrá tan alterados a esos fanáticos…

- Por cierto…

- ¿Sí?

- Aun si no puedo ayudarte a conseguir la información que buscas, si puedo darte el mismo consejo que le doy a todo comerciante novato que aspira a construir su propia red de contactos en los distintos pueblos: Presta especial atención a los rumores que circulan en lugares como éstos – expresó el muchacho, ofreciéndole una jarra con vino a su amigo. A veces un rumor, puede ayudar a desestabilizar todo un mercado. Y de paso, asegúrate de corroborar si algún informante no ronda por la ciudad en la que te encuentras. Esas personas pueden darte todo tipo de información, siempre que pagues su precio al contado.

- Gracias, Randy, aprecio la ayuda.

- Cuando quieras, amigo. Por cierto, creo que deberías volver con tu simpática empleadora – dijo, señalando él, esta vez, a la licántropa que parecía estar tambaleándose en su sitio. A este paso, no podrás despertarla de la resaca que tendrá mañana.

- *Sigh* Loba Sabia, mis cojones…

- ¿Mmm? ¿Dijiste algo?

- Nada, nada. Cuídate, Randy – dijo Horatius estrechando su mano. Te contaré todas las novedades respecto al viaje, la próxima vez que nos encontremos.

- ¡Y estaré ansioso por oírlas! ¡Que Dios te otorgue paciencia, Horatius!

- ¡Si, y a ti un poco de Templanza para con la bebida!

Habiéndose despedido de su viejo amigo, el Behemoth marchó hasta la mesa que había estado compartiendo con la poco juiciosa demi-humana y procedió a observarla con una expresión de reproche y cruzado de brazos.

- ¡Oh! ¡Al fin regresas, Nushi-o! – dijo ésta, notando al albino parado a un lado de ella. Ven, bebe un poco conmigo. El vino está *Hic* muy bueno…

- Pensé que acordamos que no te embriagarías – presionó el albino, manteniéndose firme.

- En mi de *Hic* fensa, mis exactas palabras fueron "que no había conocido alcohol que pudiese conmigo…" Claro que *Hic* mi último trago fue hace muuuucho, mucho *Hic* tiempo. Y el mundo ha cambiado tanto desde entonces… ¿no estás enojado, cierto? – preguntó esta, dedicándole una mirada de ojos de perro (lobo) triste.

*Sigh* Comienzo a pensar que atraigo los líos…

- Al menos dime que eres capaz de caminar hasta las habitaciones sin caerte.

- ¡Claro que puedo! Soy Holo, La Sabia Loba de ¡Woah!

Sep, es oficial, está jodidamente intoxicada.

- Sólo espera aquí, iré a pagar lo que te comiste y rentaré un cuarto para que durmamos.

- ¿Ohh? ¿Tan pronto quieres compartir cama conmigo? *Hic* Por el amable trato que has tenido para con mi persona, tal vez te lo permita – soltó la muchacha intentando seducir al fornido caballero, con muy poco éxito.

- Conozcámonos mejor primero y luego hablemos de los placeres del apareamiento, ¿de acuerdo?

Inocentemente, aquello sirvió para dibujar una sutil línea de sonrojo en el rostro de la Loba.

Su acompañante, realmente, era un individuo muy honesto.

- Pediré una habitación con dos camas. Saldremos mañana temprano, rumbo al siguiente poblado. Ahora, sujétate fuerte y no te sueltes.

- ¿Oh? ¿A que te refieres con… ¡ehhh!?

Holo se mostró, completamente, perpleja al sentir como los brazos del albino la sujetaban, cargándola como si de una princesa se tratase.

Irónicamente, Horatius, quien había llevado a cabo el "incidente" acto, no tenía ni la más mínima pizca de vergüenza en su rostro.

Cómo si estuviera haciendo lo más normal del mundo.

Ante aquella escena, varias de las parejas, allí presentes, comenzaron a murmurar.

- ¿P-Por qué estas…?

- No eres capaz de caminar por tu cuenta y no quiero arriesgarme a que caigas al subir por las escaleras hacia el piso de arriba. Esta es la solución más práctica y sencilla.

- ¡Hmm! ¡No necesitas tratarme como a una niña! – protestó la loba, aún siendo cargada por el fornido gigante.

- No lo hago, realmente – contestó el joven Behemoth. Si lo hiciera, te hubiera hecho sentar sobre mis hombros en vez de mis brazos.

Al decir esto, la mente de Holo imaginó dicho escenario y dio gracias que no hubiese sido ese el caso. Había límites en cuanto a la cantidad de humillación que podía recibir alguien con su trasfondo y orgullo.

- ¡C-Como sea! ¡Si tanto deseas ser mi escolta, cumple con tus deberes y llévame arriba!

- Hai hai… respondió el albino, sin más pretextos.

Holo, por otra parte, mientras era cargada por Horatius, aprovechó para dedicarles una mueca de triunfo a cierto grupo de campesinas que la miraban con odio y celos.

Antes muerta que permitir que un simple par de vulgares "canes", husmeen en los territorios de un lobo…

Y con eso... las aventuras del viajero y del lobo, oficialmente, daban comienzo…