Capítulo XVII

Eventos que cambian el futuro

"Esta debería ser la noche más feliz de mi vida"

Pero no lo es.

¿Estas lista?" se escuchó del otro lado de la puerta. Suspiré antes de responder.

-Solo denme un momento, por favor- escuche los pasos alejarse, me miré nuevamente en aquel enorme espejo que me recordaba tanto al de Hinata el día que me dejó usar sus cosas en su habitación. Era ingenua, ahora comprendia muchas cosas, y dolían. Abrace mi vientre aún plano mientras admiraba aquel hermoso vestido que caia con una sutil gracia sobre mi cuerpo, nada extravagante, nada de holanes, nada que no debiera ir. "Este habría sido el sueño de aquella niña ingeniua" pensé, pero no el de la Sakura del presente.

Caminé entre los árboles que rodeaban el camino al pequeño altar, el follaje caía con gracia sobre mi y sobre los invitados quienes se giraban con sumo interés al verme pasar. Ahí estaba. Su cabello negro perfectamente acomodado, su mentón orgulloso y su mirada penetrante no se apartaba de mí. Temblé, pero supe controlarlo. Estaba aún más guapo de lo que jamas lo veria. Mi corazón se sobrecogió al pensar que él dejaba todo por mi, su hermano, sus tierras y a todos sus amigos… por absurdo que pareciera, la imagen de aquel rubio se poso como un relámpago entre nosotros, un fugaz recuerdo de mi corazón, o una llamada inconsciente de mis más profundos deseos… no les mentiré, deseaba con todas mis fuerzas que apareciera y me dijera que todo estaría bien… a pesar de que yo lo sabia, no bastaba, necesitaba escucharlo de él. La persona que me había visto luchar todas mis batallas, el hombre que me había hecho mujer y a quien amaba con lo sano que quedaba de mi corazón.

"acepto" pronuncie sin vacilar, él era más de lo que merecía. Sasuke me estaba dando su vida.

"acepto" pronunció con su voz gruesa e intimidante.

Nos regalamos un primer beso nada privado, nada íntimo, frente a personas que no conocíamos.

Esa noche bien pudo presenciarse una de las fiestas más vivarachas que pueda recordar, había alcohol por doquier, mujeres bailando y hombres por igual… todo era extraño o es que quizá yo estaba demasiado ausente para recordar.

Sasuke bebía como enajenado, no lo culpaba. Lo deje ser. Lo ayude a ir a "nuestra habitación" estaba cansada, y él completamente perdido.

Las felicitaciones fugaces que resonaban por detrás mientras nos marchábamos eran incomodas, sin embargo pude disimularlo muy bien. Como pudimos llegamos a la cama, lo deje caer y me fui con él por gravedad. Suspire cansina. Miré el techo adosado entre la penumbra y cerré los ojos reprimiendo un sollozo.

El parto demoró más de lo que normalmente duran, a manos de los mejores curanderos y parteras de la región pude sobrevivir cuando un gran porcentaje de las mujeres muere dando a luz.

La matita rubia en aquella cabecita me apretujo el corazón.

La mirada absorta de Sasuke denotaba una preocupación palpable. Yo solo podía sonreír, enamorada de mi pequeño bebe.

Desde aquel día Sasuke parecía más ausente y distraído de lo normal, podía ver el enorme esfuerzo que hacía por hacer de Shina su hijo, pero al parecer no era mi imaginación cuando pensaba que ese niño era el mismo Naruto en miniatura. ¿Qué piensas Sasuke?

Aquella tarde calurosa no supe de Sasuke en todo el día, pasaba entrenando y vagando por la ciudad seguido de una escolta que siempre lo acompañaba… cayó la noche tibia sobre aquellas tierras benditas y me preparaba para dormir, mis pechos inflamados me pedían alimentar a mi hijo pero mis piernas exhaustas me pedían dormir, me recosté en aquella enorme cama mientras veía por el enorme ventanal la enorme luna que se pintaba hacia el norte. Estaba tan embelesada con aquella misteriosa figura plateada que no escuche a Sasuke entrar, no lo sentí meterse a la cama…

-Has estado todo el tiempo aquí metida, deberías salir un poco…- pronunció vagamente. Sonreí.

-Todo lo que me importa esta en este cuarto, no tengo nada que hacer fuera de aquí- lo sentí suspirar.

-Dejaste de entrenar…- hizo una pausa- tu padre está preocupado por ti- musito cubriéndose hasta la cintura.

-Mi padre está preocupado por que ocupe su lugar, pero para eso está mi hermano-

-No tengo que recordarte lo mal rey que sería tu hermano, se tira a la perdición con mucha facilidad.-

-solo necesita tiempo…- suspire cansina.

-tengo que sacarte de aquí- lo escuche decir mientras se incorporaba, su amplia espalda marcada por sus músculos era un blanco del que difícilmente apartabas la mirada, el lo sabía.

-¿Qué piensas hacer?- lo rete, sonrió cómplice y me saco cargando de la cama. A pesar de mi estado aquella noche puedo recordar claramente lo que sucedió, por dos motivos; uno, estaba tomada, pero no demasiado, y dos, me gustaba Sasuke, era difícil mentirme a mí misma, su cuerpo, su aroma, cualquier mujer podía sentirse atraída por el, y yo, bueno, yo era una de esas mujeres… nos acostamos mientras la ropa se perdía en el suelo, su aroma a vino hacia más excitante sus besos… hacia más nítido mi estado de embriaguez trayéndome al presente…. Sabía que Sasuke nunca me amaría, por eso, tampoco me permití amarlo. Solamente no entregamos a la necesidad del cuerpo, yo era una mujer que necesitaba recordarse a si misma que aún había un presente, y que podía haber futuro…

Shinachiku aprendía a caminar y a hablar con tanta facilidad como si siempre lo hubiese sabido… inteligente y tan parecido a ti pero con ojos verdes… quería olvidarte, pensar que vivías felizmente como siempre soñaste que lo harías… pero soy egoísta al pensar que me buscas con la mirada, o me esperas en aquella pequeña colina para entrenar… estoy con Sasuke, no hace frio aquí. Soy feliz, ¿verdad, Naruto…?

¿Puedes creerlo? Estoy embarazada nuevamente… con un bebe de pocos meses de nacido mi vientre parece una blasfemia a la naturaleza tentando la suerte. Es un embarazo riesgoso, en poco tendré que compartir mi tiempo con otro bebe, un hijo de Sasuke, nuestro mejor amigo.

Aquella tarde estuve perdida entre los jardines con aquel pequeño crio de cabellos dorados gateando de aquí para allá, intentando correr cuando no podía sostenerse por completo. Mi abultado vientre me limitaba en muchos aspectos, no podía atender a mi primogénito como me hubiera gustado, con un parto complicado era echar a la suerte el destino.

Sasuke tan pronto lo supo comenzó a disculparse una y otra vez, no literalmente. Lo conocía, reconocia ese dejo de culpa en sus orbes negras como la noche, cuando me miraba no podía sostenerme la mirada. No era su culpa, pero esas no eran palabras que pudiera pronunciar si el no me decía que lamentaba lo sucedido. Solo yo y quienes se veian involucradas sabían la sombra que cargaba mi "matrimonio". Sasuke salía constantemente a apagar sus necesidades físicas en cuerpos mas accesibles que el mio. No lo puedo culpar, después de todo yo lo arrastre a todo esto, no me lo decía, y nunca lo hara por que el creía que me debía respeto. No eramos un matrimonio real. Nos queríamos, como dos amigos, como dos cómplices que guardaban los secretos del otro pero nunca nos volvimos a tocar…

Nació la pequeña Sarada, mucho más parecida a su padre que su "primogénito" inteligente y hermosa como su madre, decían muchos. Yo solo veía a la niña de sus ojos. Pronto nuestro "matrimonio" paso de ser un arreglo forzado a una convivencia agradable, era la madre de su hija después de todo. El cariño que nos teníamos nos hacia jugar un excelente papel como marido y mujer ante los ojos aún inocentes de nuestros hijos. Así era mejor.

Entre una paz silenciosa fue que se desarrollo toda esta historia confusa, matrimonios arreglados, hijos de padres desconocidos y secretos que se llevarían a la tumba.

Cuando nació Shina, muchos creían que el parecido con Sasuke sería progresivo, pero no, sus ojos verdes se volvieron azulados con el paso del tiempo, dejando atrás lo poco que tenía de mi. Sus cabellos dorados que parecían blanquecinos de niño eran ahora rubios como el sol mismo, una mezcla extraña del dorado de Naruto y mi cabello rosa pastel… No había una pizca de Sasuke en el, ni su porte, ni su voz, nada. Y eso me generaba inquietud, ver al fantasma de un amor pasado todos los días, entre mis brazos, corriendo por el jardín… cuidando a su hermana cuando ambos tenían casi la misma edad. Todo eso me hacía pensar en tantas cosas, ¿me odiarían cuando supieran? ¿Merecía tener tanta felicidad en mi vida?

Pasaron los años, uno tras otro, y sobre mi cama solo estaba yo, yo y el recuerdo de un amor imposible, de un amor tan fuerte como fugaz, como una estrella que moría lentamente en mi memoria.

Sarada pronto comenzó a cambiar, mucho antes que mi amado Shina, creció tan imponente como su padre, con un porte elegante y digno de ella, valiente e inteligente. A diferencia del sur, su cabello y sus ojos negros como la noche la hacían un espectáculo ante la vista de los extranjeros, comenzaba a ser candidata a prometida de familias importantes que hacían su fortuna de las guerrillas en la frontera, proveyendo comida y estancia. Era una locura. Sasuke por supuesto estuvo furioso durante días cuando se enteró que había jovencitos interesados en Sarada, pero ella jamás hizo mención de nada. Era indiferente a sus halagos.

Cuando cepillaba su largo cabello tan negro como la noche no podía evitar pensar que era una niña tan inteligente que era una lastima que su futuro dependiera de con quien se casara. Nunca pensé lo mismo sobre mi cuando tenia su edad, creía que podía definir mi futuro, entre mas fuerte y valiente fuera más sería mi felicidad, esperando que el futuro llegara, tal como lo había imaginado, tal como Naruto y yo habíamos imaginado. Todo ello era tan vano y ridículo ahora. Llegar al sur había sido un viaje completamente inesperado y absurdo, a pesar de tantos años y tantos nuevos recuerdos el seguía ahí, con su calida sonrisa que me decía que todo estaría bien.

-mamá- su voz me trajo al presente, la miré a través del espejo con su semblante serio, le sonreí vagamente mientras seguía con mi tarea. –¿papá no vendrá a cenar?- la mire intentando mitigar el significado de esa pregunta.

-ya sabes cómo es tu padre- sonreí mientras acomodaba su cabello a un lado. Su mirada no cambió.

-No entiendo como puedes seguir con el mamá…- parpadee nerviosa –nunca esta y todos saben…-

-te prohíbo que hables así de tu padre- me agité mientras terminaba de colocar un ramillete de flores blancas adornando su cascada de hebras negras.

Me miró dolida.

-a el no le gustan estas celebraciones ni nada por el estilo, ya deberías conocerlo- era incomodo enfrentarme a ella sola.

-mamá, mírate, eres tan hermosa, más que cualquier mujer que he conocido, y papá…-

-Sarada- alcé la voz –tu padre es un hombre increíble, te ama mas que a nada en el mundo-

-¿mas que a ti, mamá?- sus palabras fueron crueles.

-ama a su familia y yo lo amo a él-

-por favor mamá, ya no soy esa niña que se cree tus cuentos sobre lo maravilloso que es papá-

-no tienes derecho de hablar así de él- la miré dolida por el espejo.

-simplemente no lo entiendo- murmuró –lo lamento mamá- se disculpó, lo lamentaba. No dije una palabra sobre el tema.

-te espero abajo- salí de la habitación sin prisa, pensando en tantas cosas que no sentí la mirada penetrante que me seguía.

Cuando me levantaron en vuelo fue cuando reconocí los brazos que me alzaban y molesta comencé a golpearlo.

-Shina, bájame- le exigí.

-lo siento mamá- es que te eche mucho de menos, sonrió abiertamente.

-¿Cuándo llegaste?- me acomode el vestido de seda blanca que se había girado levemente.

-hoy, vine lo más pronto que pude para la fiesta de Sarada- se rasco la nuca despreocupado.

-ya veo…-

-¿Dónde está papá?- preguntó ocultando el verdadero motivo de su pregunta.

-no debe tardar en llegar- mentí sonriendo tontamente.

-ya veo… te miras hermosa mamá… papá debería cuidarte o uno de estos días alguien te robara- lo miré molesta.

-claro, sí se lo permito- bromeó y se despidió sin esperar respuesta.

Que lioso era criar a hijos de semejantes hombres, uno loco y atrabancado y el otro un completo misterio, con el ultimo desde hacía unos años la distancia entre los dos no hacía más que crecer, la camadería que nos acompañó al principio de nuestra aventura era casi inexistente. No podía culparlo de todo, jamás fui una esposa verdadera… lo menos que podía hacer era darle su espacio y libertad de hacer lo que quisiera… sin embargo me preocupaba el hecho de que Shina y Sarada ya no se conformaban con escusas baratas de mi parte justificando la extraña relación que llevábamos.

Caminé a paso raudo por sobre el jardín evadiendo miradas curiosas y lascivas por parte de los hombres que estaban sentados en el jardín cómodamente esperando a la festejada, deseando ser los afortunados en tomar su mano.

-Hija- saludo mi padre sin levantarse, la edad le hacia malas jugadas ya. –sonreí abiertamente.

-Tsunade, Jiraiya- salude, ambos seguían tan enamorados como cuando los conocí, que afortunados eran de haber encontrado consuelo junto al otro por tanto tiempo.

-Sakura, con el paso de los años simplemente te haces más y más hermosa- atendió Jiraiya, eso decían, pero lo veía como simples halagos por educación.

-¿mi hermano llegara a tiempo?- pregunte bebiendo un sorbo de vino de una copa de cristal inmaculada-

La mirada cómplice de mi padre dijo todo.

-espero que sí- bebió acompañándome.

-hay rumores de que ya sentó cabeza con una mujer del oeste- me atraganté. Desde mi llegada mi padre había dejado de presionar a mi hermano por alianzas, con la llegada de Shina mi hermano había sido liberado de su responsabilidad de reinar. Sin embargo tenia que establecer alianza con una buena familia.

-escuche que es de buena familia, influyente en la corte, prima hermana de Gaara-

-supongo que esperamos visitas en caso de ser cierto- sonreí. Mire alrededor buscándolo, pero conforme caía la noche su presencia se hacía más y más lejana. Me entristecía, no cabía duda, pero eso ya estaba fuera de mis manos, no podía obligarlo a nada. Miré a Shina, con su sonrisa cándida y noble, esperaba que fuera un gran rey, lo sería, es como si hubiera nacido para ello. Valiente, aventurero, excelente guerrero y de cabeza fría pero noble. ¿Cómo podía olvidarte Naruto? Estabas ahí, en cada gesto, la forma de reír, como te concentrabas para resolver algún problema o simplemente para responder alguna broma a tus amigos. Como desee poder hablarle de ti, de decirle quien eras y por que no se parecía a Sasuke, pero eso habría puesto en riesgo la vida de Sasuke. Suspire melancólica en el preciso momento que Sarada entraba caminando sutilmente por el amplio pasillo de piedra adornado con flores que colgaban de los árboles. Los presentes se pusieron de pie y la música comenzó a sonar al fondo, una melodía cálida y tranquila, como ella. Su vestido, como se acostumbraba en el sur por el clima cálido, de gasa perla con bordados plateados que la hacían ver como un hada brillante y exquisita, nada de holanes ni vuelos, un vestido simple y hermoso que caía acomodándose a su figura ya de mujer. Recordé mi boda con Sasuke, mi vestido era parecido, entonces mi cabello corto dejaba ver la extensión de mi espalda hasta el nacimiento de mi cadera, demasiado atrevido para una jovencita, pero lo suficientemente recatado para una dama. Lo único que Sarada tenía de mi era su rostro, era idéntica a mi, y a su edad podríamos haber sido gemelas, sus rasgos finos y delicados, su rostro estrecho y afilado. Sonreí nostálgica recordando aquellos días. Bailo con los presentes que hacían fila uno tras otro pero sus orbes ónix buscaban la figura imponente de su padre… conforme paso el tiempo sus ojos comenzaron a denotar una tristeza tangible para los que la conocen. Lo lamente. Había bebido de más y no podía siquiera consolar a mi propia hija con más mentiras… tendría que hablar con él, era verdad que Sarada no estaba planeada, pero maldición, era su hija, nadie lo obligo a procrearla. Estaba furiosa.

La fiesta terminó sin mayor preámbulo, Sarada se fue a su habitación sin despedirse de nadie.

Despedimos a los invitados cordialmente, cansada caminé a mi habitación sacándome las sandalias aperladas para sentír un poco el fresco del piso de mármol y lo ví, estaba parado fuera de la habitación de su hija, su cara decía todo. Dudaba en si entrar o no.

-¿Cuándo llegaste?- pregunté molesta.

-Sakura… - vaciló.

-estuvo esperando por ti toda la noche- murmuré intentando ocultar mi molestia.

-nunca te he pedido nada Sasuke, nada que tuviese que ver conmigo porque no tengo derecho, pero ella es tan tuya como mia- lo señale con el dedo sin dejar de mirarlo a los ojos. Esquivo mi mirada.

-he tenido que hacer misiones… sabes que estoy más preocupado por evitar una guerra que por un simple baile-

-lo entiendo, lo entiendo perfectamente… ¿pero que tal las mujeres con las que te vas y no vuelves por varios días? ¿Son ellas parte de tus estrategias de guerra?- bajé la voz. Sin saber que Sarada estaba pegada a la puerta escuchando todo.

-¿Qué quieres que haga?, sigo siendo hombre- soltó molesto.

-¿son ellas más importantes que tu hija?- reclamé. Miro hacia la puerta, -sabes que no- respondió.

-discúlpame por no ser como él, por no demostrarte lo importante que eres para mí ni poder demostrárselo a ella… yo no soy así-

-¿por qué lo mencionas siquiera?- murmuré.

-¿crees que no lo veo también en él?- reprochó -siento que le robé su vida…-

-eso no es verdad…-

-Shina es una copia idéntica a él, veo como lo miras, añorando que sea Naruto quien este en mi lugar viendo a su hijo crecer.

-no digas estupideces Sasuke, no vuelvas a mencionar su nombre en esta casa- me aleje, me aleje al tiempo que sin saber, Sarada escapaba de la casa al descubrir que Shina era hijo de otro hombre y que el matrimonio de sus padres era no más que una cortina ante los demás…

Continuara…

Gracias por sus reviews, Adrit126, Guest y Joanaygarcia. J Ya casi llego a los 100 reviews!

Lamento tanto la demora, este capítulo debió ser para el 14 de febrero pero no encontraba la forma adecuada de terminarlo.

Gracias por leerme. Y nos leemos en el próximo!