Gracias a Li por su lectura previa.
Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.
Capítulo 20
La sostuve con delicadeza en mis brazos y la apreté junto a mi pecho cuando sentí su cuerpo laxo.
Bella se había quedado dormida en alguna hora de nuestra conversación. Entendía su agotamiento tanto físico como mental, fue una plática intensa donde prometió no reservarse nada y confío que lo hizo.
Fue una charla donde ambos nos exaltamos hasta llegar al punto exacto donde supimos que no éramos culpables.
No podía enojarme con Bella, no cuando sus años y su inexperiencia la pueden llevar fácilmente a una encrucijada.
Deslicé mis dedos en su frente para quitar algunos cabellos que cubrían sus ojos cerrados, quería apreciar sus gentiles facciones sin que rehuyera.
Era muy joven. Testaruda. Inteligente. Con un gran corazón, pero sin dejar de ser respondona y de creer que puede con todo.
¿Cómo pudiste callar lo que Irina nos hizo?
Bufé. La rabia por lo escuchado seguía latente, solo que mi coraje no era dirigido hacia Bella sino contra esa mujer ―sacudí la cabeza y me centré de nuevo en ella.
― Faltó añadir a tu lista de cualidades ―susurré― que eres muy valiente.
Exhalé suavemente mientras continuaba apreciandola.
― No debí seducirte aquella noche ―añadí con el tono más bajo para no despertarla―. Debí respetarte; razonar que eras solo una chica encandilada con un hombre mayor que tú, ¿sabes? Esa noche comprendí que estabas solo coqueteando, claro que lo noté, solo que fuiste tú quien no fue capaz de distinguir que todo el tiempo busqué llevarte a la cama, fuiste ingenua pequeña enojona. Y míranos ahora… ―levanté la vista hacia nuestra bebé que dormía en medio de la cama― tenemos una gran responsabilidad y no estarás sola, no más.
― Hay muchas cosas que también guardo, Bella ―continué. Si iba a ser una noche de revelaciones, tenía derecho―. En la soledad de mi casa he imaginado tantas veces que estás conmigo, me he soñado teniendo un hogar juntos, criando a nuestra hija, ¿puedes creerlo? Me he llegado a imaginar que discutimos por cualquier tema, probablemente por mi manía de tener todo ordenado y tú eres experta en hacer desorden, eres testaruda porque te resistes a comer lo que se te antoja y ahí es donde intervengo con mi plática sobre alimentación. Pero no todo se reduce a discusiones, por supuesto que está la parte lasciva donde la pasamos bien, mejor que bien.
― ¿Por qué te resististe tanto tiempo? ―musité―. ¿Dime cómo conquistarte? ¿Cuál es la fórmula para que una chica como tú se enamore de mí?
Se removió un poco, sin despertar se acurrucó en mí, haciéndose bolita. Era dulce tenerla así, se veía tan desprotegida y frágil que mi necesidad por cuidar de ella crecía a segundos. Quería quedarme a su lado, proponerle vivir juntos.
Luego meditaba y comprendía que todo eso asustaría a Bella. Ella necesitaba ir lento, estaba asimilando una maternidad que la desgastaba demasiado, no podía llegar simplemente y pedirle compartir su vida conmigo. No era el momento.
Besé su frente. Con mucho cuidado la dejé en la cama y la cubrí con las sábanas.
No quería irme. Solo que no había traído ropa limpia conmigo y mañana debía ir a la oficina, así que sintiéndome miserable por dejarlas solas, puse mis zapatos, acomodé mi ropa y salí de la habitación.
Anduve a tientas hasta la sala de estar donde el amigo de Bella se mantenía con el celular, veía claramente la luz de la pantalla iluminando su rostro.
― ¿Cómo está Bella? ―preguntó al verme pasar a su lado―. Espero que no la hayas hecho sentir mal.
Me detuve de golpe y lo miré, desde luego que él no volteó a verme, sino que siguió mirando fijamente la pantalla.
― Lo que suceda entre Bella y yo es nuestro, no doy explicaciones.
Él chasqueo los dientes.
― Me preocupa porque es mi amiga. Quiero saber si por la mañana voy a consolarla o la felicitaré por echarte de su casa.
― Quizá no estás informado, pero no sería la primera vez que duermo en esta casa y tampoco la primera vez que debo irme. Bella y yo estamos en una relación que ni tú ni nadie debe meterse.
― No soy tonto ―se puso de pie, enfrentándome― escuché cómo la presionaste para que aceptara darte una oportunidad. Es lo más bajo que un hombre puede hacer.
Negué. ¿Qué se creía ese imbécil?
― Te aprovechas de su vulnerabilidad ―añadió― de que está sola con su niña, por eso no la dejas en paz.
― No sabes nada ―mascullé― no tienes idea de quién soy, por eso hablas a la ligera sin conocerme. Pero tampoco me pondré a darte explicaciones, no voy por la vida diciendo la persona que soy, niño.
Me obligue a salir del apartamento. No discutiría con ese imbécil.
No armaría un escándalo y no le haría saber que estaba celoso de él.
.
.
A la mañana siguiente estaba frente a la casa de Irina, tan solo mirando hacia la enorme casa escoltada por largos pinos.
Me quedé en el auto recordando las palabras de Bella:
― Estos son los cheques que me dio ―dejó sobre la cama una pequeña caja de zapatos, supuse que eran de Nicole, sin embargo cuando la abrió supe lo que contenía―. No me gasté ninguno, bueno una vez lo hice para poder comprar la maquina sacaleches.
Me sentía decepcionado. ¿Cómo fui tan imbécil para no darme cuenta?
― No miento, Edward. Te juro que nunca lo haría.
Sujeté su rostro, repartiendo besos para calmarla.
― Esa mujer no sé cómo dio conmigo ―farfulló― desde que lo hizo me amenazaba constantemente en no acercarme a ti, decía que eras su esposo y que haría lo posible por hundir mi carrera profesional si tú llegabas a saber de mi oruga.
Froté mis manos por sus antebrazos, necesitaba que se tranquilizara.
― Para eso yo había averiguado cosas tuyas, sabía que eras dueño de Bluebonnet ―prosiguió sin aliento―. Tenía que encontrarte, mandé mi aplicación y decidí dejarlo todo para poder dar contigo, necesitaba que supieras que eras el padre de mi niña.
― Me alegro que no haya caído en sus chantajes, Bella.
― Nunca lo hice, solo fingí que le daba la razón. Tampoco nunca le conté a mi madre ―reveló―. Estoy segura que Renée hubiera barrido el piso con tu ex.
― ¿Aquí te ha molestado? ―quise saber.
― No. Aquí no lo ha hecho, entre estar en la oficina y tú en casa con nosotras, quizá no le hemos dado oportunidad.
Dejé escapar el aliento y bajé del auto. Anduve a zancadas hasta la entrada y me prometí no exaltarme ―abrí y cerré mis manos antes de presionar el timbre.
Sus ojos brillaron de emoción apenas me vio bajo el umbral.
― Querido…
― ¿Cómo pudiste pagarle a Bella para que escondiera su embarazo?
Su sonrisa se desvaneció y su nerviosismo fue evidente. Mas su rostro se mantuvo en alto, mostrándose segura.
― No sé de qué hablas.
― Lo sabes. Eres consciente de que quisiste evitar que yo supiera de la existencia de mi hija ¿sabes por qué lo sé?, porque conozco tus estúpidos conectes, sé que tienes gente siguiéndome todo el tiempo para que te sigan informando mis pasos, ¡me tienes harto, Irina! Me asquea tu obsesión conmigo, es enfermo y desmedido, ¡entiende! Nosotros tenemos años estando separados y aquí está la muestra, es mi respuesta a todos los años de acoso ―dejé en sus manos la última edición de la revista Hola―. Fui yo mismo que quise dar a conocer que tengo una hija con mi novia, no hay nada qué ocultar.
Con manos temblorosas empezó a leer.
En la revista había un artículo especial; pedí estrictamente no aparecer en la portada, así como también no publicar ninguna imagen de Nicole y Bella. Solo era una imagen mía donde anunciaba mi felicidad por ser padre nuevamente y estar en una relación con la madre de mi bebé, dejando claro que había abandonado la soltería y me encontraba viviendo una de las mejores etapas de mi vida.
Por supuesto que nunca dejaría a mis hijos mayores fuera, también estaban incluidos sus nombres en la nota, dejando claro que ellos estaban enterados del nacimiento de su hermana y que probablemente muy pronto tendríamos un viaje los cinco.
Irina al leer levantó la vista. Tenía los ojos llorosos y no dudó en golpearme con la revista.
― Te odio, te odio ―gruñó―. Eres un maldito, a mi nunca me diste el gusto de aparecer en ninguna revista, nunca quisiste que hablara de ti y a esa mujerzuela…
― Basta Irina ―sujeté sus muñecas, impidiendo que siguiera con su berrinche― tú me obligaste a esto, me llevaste al límite y aquí está mi respuesta. El mundo entero sabe que estoy en una relación y tengo una bebé. Eso querías ¿no?
Empezó a sollozar con amargura, sus lágrimas resbalaban por su pómulos sin dejar de verme.
Pude sentir un poco de pena, quizá una pizca, que fue la misma que se desvaneció al recordar que había pagado por exponer a mi hija en una revista de baja reputación. Donde la portada con letras mayúsculas: era que yo la ocultaba del mundo porque era nacida por un desliz mío, en esa nota argumentaban que no amaba a mi niña, avergonzandome de su madre y no recordaba cuántas sandeces más fue capaz de inventar.
Agradecía a James que siempre estuviera cuidándome y controlando lo que yo no podía. Ese maldito artículo nunca saldrá a la luz porque había sido más hábil y fui yo quien busqué a la revista Hola para contar la verdadera versión.
Hoy el mundo entero estaba enterado de mi situación. Sabía a lo que me exponía, y estaba dispuesto a todo, pero jamás permitiría que se ensañaran con una bebé inocente, Nicole sería protegida por mí sin importar nada ni nadie.
― No puedes ser tan cruel ―murmuró.
― Puedo ser mil veces peor.
― Es una burla para mí, debiste tener compasión.
La solté, poniendo distancia.
― Tuve la misma compasión que tuviste con mi bebé, la misma ―mascullé―. Estás advertida, no más estupideces, Irina, o lo siguiente será tú y yo en una corte peleando la custodia de Elina, no me hagas llegar a ese límite porque ahora sabes de lo qué soy capaz.
― ¡Largo! ―me empujó― no vuelvas a mi casa.
Dejé que su fuerza me llevara hasta la entrada principal. Sus manos seguían empujándome mientras se deshacía en llanto.
― ¡No quiere volver a verte en mi casa! ―exclamó― ¡vete!
Volteé mi rostro hacia ella.
― Será un gusto no verte nunca más ―articulé―. Por cierto, también vete despidiendo de la pensión que te doy, no tengo obligaciones para contigo sino para mis hijos, y eso lo estipuló un juez.
Su rostro pasmado lo dijo todo.
― Y olvídate de que Bella existe.
Con pasos decisivos salí de la casa que un día consideré hogar.
.
Miré el reloj en mi muñeca.
Eran las 8: 36 am cuando salí del ascensor, lo extraño ocurrió al pisar Bluebonnet, sentí las miradas de todos en mí mientras los cuchicheos se detuvieron, parecía que habían visto llegar al mismo demonio.
No pude evitar sonreír al ver a Bella en su cubículo; ella también me miraba de una manera distinta, tenía las mejillas sonrojadas y las comisuras de sus labios estaban elevadas en una sonrisa.
Seguí caminando a mi oficina, estaba a tres pasos de entrar cuando me detuve y me giré a todos.
No tenía caso seguir ocultando lo que ocurría, todos lo sabían. Me encargué de exponerlo en una revista y así acallar las especulaciones de mi vida privada.
Fue una bofetada con guante blanco para Irina. Un golpe bajo a su orgullo, fui consciente que había destruido su ego en simples líneas.
Me aclaré la garganta.
― Buenos días ―saludé amablemente―. No soy de dar explicaciones, pero vamos, ¿quién no habla del tema? En la radio lo hacían mientras conducía hacia aquí ―las miradas de todos seguían fijas en mí―. Bella y yo tenemos una bebé ―confirmé con absoluta tranquilidad― estamos en una relación.
Los cuchicheos empezaron a volverse más fuerte.
― Y bueno ―continué― hoy el desayuno corre por mi cuenta, pueden ir a la cafetería.
Todos se levantaron de golpe y empezaron su andar a la salida, por supuesto que seguían murmurando. Entretanto Bella y Ángela se quedaron juntas.
― Señorita Swan ―dije formal― no porque sea mi novia le pasaré las llegadas tarde ―la mayoría se detuvo, sus rostros seguían estupefactos― solo cuando te quedes conmigo.
Pude apreciar las sonrisas en todos.
Sonreí triunfal, me sentía bien conmigo mismo al bromear. Realmente me sentía más ligero y la sensación que inundaba mi ser me hacía sentir risueño.
― ¡Felicidades! ―pronunció Ángela― hacen bonita pareja.
Fue lo único que mencionó para salir corriendo con el resto de sus compañeros.
Suspiré, mirando a Bella.
Ella estaba sacudiendo la cabeza, pero no dejaba de sonreír ampliamente.
― No debiste ―se acercó, envolviendo sus brazos en mi cuello.
Besé sus labios sin ningún tipo de recato.
Sabía que era el inicio de un nuevo comienzo y estaba listo para vivirlo…
Capítulo sorpresa en agradecimiento por su apoyo. Por favor, díganme qué les pareció el capítulo.
Les invito al grupo de Facebook, ahí hago encuestas y la pasamos divertidas *😁
Gracias totales por leer 🌿
