Un Juego de Manipulación
Siento como si mi alma se desprendiera de mi cuerpo; sin embargo, de repente, una intensa luz encandila mis ojos. Tras acostumbrarme a la luminosidad, lo veo: un extenso campo que se extiende hacia el infinito.
El cielo azul y la calidez del ambiente lo hacen perfecto para una fiesta de té.
Frente a mí, una pequeña colina se erige, y en su cima, una persona. Está sentada en una silla de metal, degustando lentamente una taza de té.
Incitándome a avanzar, y yo respondo a su deseo, caminando con determinación.
Sé lo que debo hacer; en este momento, debo obtener a Echidna a como dé lugar. Es la pieza clave para resolver este rompecabezas, la llave para desentrañar a Roswaal, y la esperanza de recuperar a Beatrice.
—Sentí tus profundas ansias de adentrarte en este humilde lugar —son las primeras palabras que dirige Echidna. Su sonrisa revela un profundo interés por la situación.
Cierro los ojos unos segundos, mientras camino en su dirección. Debo controlarme, si quiero manejar a alguien como ella debo evitar mostrar mis emociones.
Ella puede leerme, probablemente también puede sentir mis emociones.
«En este momento debes ser un robot,» repito dentro de mí, dándome fuerzas para avanzar. Abro los ojos, fijando su mirada fría y sonriente en mis ojos. Es hermosa, sin duda alguna, su mera presencia se siente como un veneno al cual volverse adicto.
—En este momento, nadie desea hablar más contigo que yo. —Me coloco a su lado, extendiendo mi mano sin temor alguno—. Soy Marco Luz.
Ella debe saber muy bien quien soy, de alguna forma, debe estar interesada en el poder en mi interior. Si ya me ve como un candidato a sabio entonces podrá llegar a la conclusión que ese es el motivo por el cual ya la conozco.
Ahora, la única forma que tiene ella de preservar ante el poder del cambio temporal es aquí; en este espacio ilusorio, o como mi contratista.
Echidna sonríe, tomando mi mano y estrechándola con delicadeza.
—Yo soy... La bruja de la avaricia, Echidna. —Sus ojos parecen querer devorarme, intentando engullirme en un abismo.
Pero ya estoy dentro, así que, debo ser yo quien la obtenga.
«Esto no es más que una batalla por ver quien posee a quien.» Suelto su mano, mirando el té en la mesa.
Tomo asiento, y ella me sirve una porción de té. Lo miro por unos segundos, siento un aroma ligeramente amargo; como si de una hoja de té verde se tratase. Miro su espesor, y veo que parece realmente un té normal.
«Esto será de ayuda para estabilizar la autoridad de la pereza; debo aprovecharlo a como dé lugar.» Tomo la taza con firmeza y la dirijo a mi boca. Siento rápidamente el calor invadir mis labios. Su sabor; ligeramente amargo con toques florales, lo hacen una experiencia realmente agradable.
Bueno, realmente está muerta, asi que no importa lo que haya en este espacio ilusorio no es más que su maná, e incluso, puede ser su mismo odo. Si este té me ayuda a estabilizar las autoridades es porque específicamente viene de su odo.
«Ya he consumido el de Beatrice, si consumo también el de Echidna en su máximo debería poder usar mejor las autoridades.» Mi conclusión es clara: no debo desaprovechar las oportunidades que se me presentan.
—Pareces un poco emocionada. —Sonrío, esforzándome por mantener las apariencias.
Si deseo manipular a Echidna, necesito adentrarme en las complejidades de su personalidad. ¿Es una sociópata, una psicópata o alguien que carece de emociones?
El primer paso para manipular a alguien es usar tu propia personalidad para activar facetas de la otra persona. Si quieres averiguar qué clase de persona es entonces debes actuar como diferentes personas.
Si estás solo es la única forma.
—No he tenido un invitado en mucho tiempo, así que estoy bastante emocionada —Sonríe mientras señala el té—. Ese té, no pensé que lo tomarías.
Debo mantener la calma antes de actuar de forma especial. Mostrarle que quien dirige el juego soy yo.
—Bueno, ciertamente estamos en un mundo... ¿Ilusorio? No importa qué clase de cosa tome, dudo que me haga daño —la misma conclusión que pensé, pero vamos a añadir un poco más—. Aunque fue un sabor curioso, realmente me gustaría probarlo un poco más.
Ella cierra sus ojos, su sonrisa filosa sigue en su rostro, sus manos fijas en la mesa y su cuerpo inalterable.
—Ciertamente, aunque todo aquí es parte de mi ser. —Abre sus ojos, para luego darme una mirada penetrante—. Incluso, ese té que estás tomando podría decirse que es parte de mí.
Me sirve otro poco, y yo abro mis ojos en sorpresa. Miro el té y finjo que mi mano tiembla. Hago que mis cejas se arqueen y mientras mantengo mi mirada en el té hago que una leve sonrisa aparezca.
—¿Eh? —Toco mis labios y la hago desaparecer, tosiendo para acomodar mis palabras—. Esto es…
Echidna me mira con una sonrisa placida, divirtiéndose con mi supuesta vergüenza. Entonces le lanzo una mirada penetrante, y tomo un gran sorbo del té.
Tras un gran suspiro la miro a los ojos, para luego decirle sin vergüenza alguna:
—Con razón sabe tan bien, gracias por servirlo. —Sonrío, haciendo que Echidna se sonroje y me mire con sorpresa.
Ella pestañea rápidamente, y su boca se abre un poco. Puedo ver que sus cejas tiemblan levemente, asi como dirige su mirada fuera de mis ojos. Es un acto, claramente está fingiendo.
—Gracias… —toma su cabello, haciendo círculos con su dedo y luego mirándome y sacando su mirada.
Veamos hasta dónde puede llegar su acto.
—No, a ti. Verdaderamente, si este té tan delicioso es solo una parte de ti… —extiendo mis manos, tomando las suyas y obligándola a centrar su mirada en mí—. Me da curiosidad lo bien que debe saber tu cuerpo.
La miro fijamente, buscando un cambio en su actitud.
Sus manos se tornan calientes, sus dedos se empiezan a enrojecer. ¿Podría esta ser su verdadera actitud? Si lo que ella hace ahora no es un acto, entonces, ¿quién es Echidna?
—Mi… ¿Mi cuerpo? —Echidna pestañea varias veces, mirando de un lado a otro, a la vez que su respiración incrementa.
No sabe cómo reaccionar ante palabras tan atrevidas. Entonces, más que fingir, solo sigue un libro de cómo cree que debería reaccionar alguien. No siente nada, así que debe fingir como actuar.
Habrá aprendido a reaccionar de esa forma ante el coqueteo; sin importa que tan asqueroso sea.
«Necesito comprobarlo.» Pongo más firmeza en mi agarre, y ella levemente reacciona, mirándome de reojo.
Sonrío, mirándola con suavidad.
—Si, eres realmente hermosa, Echidna —siento como al decir eso mi corazón intenta decir algo, pero rápidamente diluyo esa sensación entre el odio que hay en todo mi ser.
Esto es solo un acto, un repulsivo e incómodo acto.
—Her... ¡Hermosa! —Echidna reacciona fuertemente, soltando mis manos y tapando su rostro.
«¡Demasiado actuado!» Grito en mi interior, pero entonces confirmo mis sospechas. Ella no siente las emociones como alguien normal, quizás ni siquiera las puede sentir.
«Como una sociópata, podría ser.»
Ella se cubre con su cabello, mientras pienso en lo que puedo recordar de aquella novela. Sus reacciones más sabias, sus momentos más inocentes.
Simplemente se ajusta a la persona que tiene en frente.
—Sin duda, usted es una dama muy bella —recalco, y antes que ella pueda reaccionar preparo la última bomba.
Hay algo que debo comprobar, un hueco en sus emociones del que no puede escapar.
—Sí, su belleza tan ilustre es como la de la señorita Emilia —formalmente, suelto la bomba, cerrando mis ojos y afirmando orgulloso.
Doy unos leves segundos de espera y ante su silencio abro mis ojos.
Sus cejas intentan sostenerse en una sonría, puedo ver que sus pestañas se fuerzas a mantener la expresion. Ella sonríe, pero su rubor ha desaparecido por completo.
Podrías decir que es una sonrisa amable, o una reacción normal al ser comparada con una desconocida.
Pero la realidad que veo es que ella ya conoce a Emilia.
«Entonces debió ser hace más de cuatrocientos años, pero ¿cómo es eso posible?». Echidna entonces arquea sus labios, y responde ante mis palabras.
—Vaya, debe ser una mujer muy hermosa entonces —responde, mientras toma un sorbo de té.
Yo asiento, buscando ver más respuestas.
—Y lo es. —Termino mi taza de té, viendo que está se llena por sí misma de nuevo.
«Esta vez no me lo sirvió.»
Emilia es su punto débil, por algún motivo puedo afirmar que ya la conocía. No es por su aspecto, de eso estoy seguro. Alguien como Echidna no es tan superficial.
Hay algo, algo que sucedió que no puedo descifrar.
—Ya que viniste a buscarme, debes estar desesperado —afirma. Su mirada vuelve a la normalidad, como si nada hubiese sucedido.
Echidna mueve su brazo lentamente, apuntado hacía mí, concretamente al collar en mi cuello. De su dedo empieza a salir un brillo azulado, para luego desvanecerse igual de rápido como vino.
—Pensar que se apegaría tanto para sacrificar su alma, dando su Odo a una persona. —Echidna se levanta y camina hacia mí—. Esa niña te debió amar mucho.
Mirándome fijamente, es ahora ella quien busca una reacción en mí.
Claramente no voy a reaccionar, de alguna forma siento que tengo un pleno control de mi cuerpo. Siento el dolor, las ganas de matar, pero puedo manejarlo.
Quiero sufrir, pero ahora mismo no hay tiempo para ello.
Todavía tengo toda una vida para sufrir por delante, que me lo pierda ahora no importa realmente.
Echidna y yo nos parecemos bastante, realmente, ambos somos de la misma calaña.
Somos monstruos, al fin y al cabo.
Este mundo ilusorio se siente como si yo fuese la representación más pura de mi alma. Como si mis deseos convergieran, pero a la vez está esa fuerza que me obliga a estar bajo control.
Eso en mí alma que quiere que sea un monstruo sin sentimientos.
Siempre lo rechazo, puesto que me gustaría ser un ser humano. Sin embargo, ahora no me queda de otra que aceptarlo.
—Me ama, y yo la amo a ella. —Sonrío plácidamente, tomando el collar entre mis manos e intentando sentir una conexión con ella. Tras varios segundos de no sentir nada Echidna sus pira y se levanta.
El viento ondea con suavidad, y lo único audible son sus pasos y el sonido de la brisa pasando por el césped. Me giro y Echidna, en frente mío, pone su mano en mi pecho.
Siento una energía caliente recorrer mi cuerpo, similar a cuando Puck me inspeccionó antes.
—El Odo en ti parece estar estable ahora, pero el miasma que posees es bastante denso. Tu cuerpo debe estar luchando por contener ambas cosas. —Echidna sonríe, su mirada parece disfrutar de la situación—. El Odo de mi hija parece mantener a raya el miasma, sin embargo, la autoridad de la pereza se activó y no sabes cómo controlarla.
Asiento con la cabeza, mientras pienso en los dolores de cabeza cada vez que la uso.
Echidna deja mi pecho, y se gira lentamente, dándome la espalda mientras veo sus manos entrecruzarse. Ella gira su cabeza un poco, mirándome de reojo.
—Para controlarla necesitas aceptar el poder, hacerlo tuyo. —Da unos pasos hacía el basto campo, y siento como mi puerta reacciona, sintiéndose más estable que antes—. El miasma es una fuerza opuesta al maná, pero también es posible tener el control de ella y hacerla parte de ti.
Eso es una verdad inmutable, tal como el maná podría considerarse una energía pura, algo impuro como el miasma también es una energía. Ambos tienen la misma categoría, aunque sean considerablemente repelentes entre sí.
—Sin embargo, no quiero usarlo demasiado. Pierdo mucha estabilidad mental cuando la uso —respondo, consciente de las consecuencias de usar la autoridad. Cada vez que hago uso del miasma, mi mente se siente como si entrara en caos, como si no pudiera reprimir mi odio. Por eso no me pude controlar.
Aunque debo agradecer que gracias a eso puedo ser quien deseo ser.
—A diferencia de una bruja como tú, yo solo soy un ser humano. —Por ahora, lo mejor es ver las cosas con claridad—. Ser un monstruo como lo eres es algo difícil, bella dama.
Es una verdad, una verdad que ella reconoce muy bien.
Puedo ver que ella también lo reconoce, es tan claro con tal sonrisa.
—Pero sigues siendo un candidato a sabio, sin duda, habrá un futuro en el que adquirirás las autoridades y usarás su poder. —Haciendo una sonrisa macabra, pone su dedo en su boca—. Si puedes soportarlas o no será cosa de ti.
Un candidato a sabio… ya lo suponía, si vine a este mundo entonces estoy implicado en las mismas causalidades. Aunque agradezco tener el retorno por muerte, odio que solo por ser yo sea tan limitado.
—Entonces tendré que seguir esforzándome. —Termino de tomar otra taza y la miro pisoteando el suelo con suavidad—. ¿Cómo recupero a Beatrice?
Ella sonríe, caminando de vuelta y sentándose. Su mirada no refleja emoción alguna ante la situación de Beatrice. Y sé que si Beatrice puede ver esto debe estar sufriendo.
Un sufrimiento que yo mismo he causado.
—Su propósito en este mundo fue completado, así que sería algo complicado. —Echidna suspira, mordiendo una de sus galletas—. Al dar su odo Beatrice dio la esencia de su alma; su vida, todo lo que es y la conforma. Aunque queden remanentes de odo no tiene objetivo volver con alguien quien ya no es útil.
Entrecruzo mis manos, mirándola fijamente con una sonrisa determinada.
—Pero no imposible, ¿cierto? —No debo dejarme llevar por sus comentarios filosos. Debo ser superior a ella y mantener la calma en todo momento.
—Sí, sin embargo, es un poco complejo de realizar. —Echidna señala hacia el collar en mi pecho nuevamente—. Ese collar no la mantuvo con vida, sino que la mantiene aprisionada. Es interesante, el miasma en el collar es fuerte, pero que un espíritu se mantenga ahí resultará en algo desconocido para mí.
Miro hacía mi collar, pensando en las palabras de Beatrice antes de irse.
—Podría ser que muera hoy, que muera mañana. Realmente lo único que puedes hacer es imbuir maná y rezar porque no suceda pronto. —Echidna se ríe un poco, para luego tocar sus labios—. Lo que resulte será el destino que está impuesto para ella.
Aprieto mis manos, sintiendo mis ganas de asesinar a Roswaal. Ella pudo entrar en mi cuerpo, pero por algún motivo entró al collar. Hay algo oculto, algo que no me dijo ni Roswaal, ni Beatrice.
—¿Cómo la saco del collar? —pregunto, sabiendo que su respuesta será una negativa.
Echidna se encoge de hombros, suspirando con calma.
—Mis investigaciones al respecto fueron cortadas cuando morí, lamentablemente solo podría dar una pista. —Ella hace que nieve salga de su mano—. Quizás, en Gusteko tengas respuesta.
Gusteko... En la novela nunca fueron a ese lugar, sin embargo, sé que es peligroso.
¿No había alguien de Gusteko que estaba interesado en nosotros?
«Hermod, sí, deberé preguntarle por información.»
—Por mi parte, lo máximo que podría hacer es disminuir los efectos del collar en ella, sin embargo, mis manos se encuentran atadas. —Ella suspira, mirando hacia el collar—. Mi hija se encuentra en peligro y no puedo hacer nada, supongo soy una mala madre.
Una vil mentira, una mentira que hace que mi alma arda en furia. Mis piernas me levantan un poco hacía ella, pero rápidamente me termino de levantar con calma, fingiendo que no pasó nada.
«Aguanta Marco Luz, lo has hecho todo este tiempo, no puedes dejarte llevar.»
—Bueno, resulta que también es mi hija, solo que a diferencia tuya yo sí puedo intentar hacer algo. —La miro con una sonrisa, intentando entender sus intenciones.
Ella sonríe, con una mirada pícara que parece querer jugar con mis palabras. Antes de que diga algo, camino hacia ella, aprovechando la altura la tomo de las barbillas.
Ella se sonroja, sin embargo, yo no cambio mi expresión.
—¿Qué podrías hacer para recuperar a Beatrice? —pregunto y ella sigue visiblemente ruborizada.
Un acto estúpido, sus ganas de tener control sobre la situación, sobre comprender las reacciones de los demás.
—Tomar a una dama de esa manera, ¿no temes que conquistes mi corazón? —parpadea levemente, mientras parece aumentar su frecuencia cardiaca.
Sonrío, acercándome a ella. La observo de cerca, sus pestañas blancas como la nieve, su aura misteriosa y piel casi perfecta. Sin duda, es un acto solo para estar acorde a lo que piensa que me gusta.
Siento su respiración rápida, mientras sigo manteniendo la mirada. Tomo mi mano y acaricio su mejilla, para luego poner mi pulgar en sus labios, jugueteando con ellos.
—¿Será? ¿No está bien? —pregunto, manteniendo mi actitud y acercándome a sus orejas rojizas—. Quizás deberíamos salir y sorprender a Beatrice cuando la recuperemos.
Si metiéndome en su juego puedo lograrlo, entonces lo haré.
—Esa propuesta... —Ella parece sorprendida, sus labios tiemblan levemente. Sus ojos viajan por todos lados mientras yo la miro fijamente. No tiene escape, asi como ambos actuamos buscando dejar al otro sin opciones.
Me siento asqueado.
Completamente asqueado.
De ella.
De mí.
—Hagamos una apuesta. —Presiono levemente su labio, bajándolo y sintiendo su suavidad casi mágica. La suelto de repente, mirándola fijamente mientras limpio mi pulgar sin que lo note.
La propuesta que el protagonista rechazó, la propuesta de tener una mente como Echidna trabajando para ti.
Tendré que jugármela si quiero traer a Beatrice.
Echidna no me va a dar la información que quiero, especialmente porque sé que ella también desea algo de mí. Quiere saber sobre el poder que tengo, tener acceso a los poderes del sabio; poderes que le permitirán saberlo todo.
—Hace mucho tiempo que llevo queriendo verte, Echidna. ¿Qué tal si hacemos una apuesta?
Ella pone su mano en sus labios, exactamente donde la toqué antes. Puedo ver en su mirada la sorpresa, pero también sé que todo eso es fingido.
—¿Una... apuesta? —pregunta, mientras con ambas manos acomoda su cabello.
Asiento, reconociendo el paso a seguir.
—Sí, como te he dicho, te quiero a ti. —La señalo mientras me dirijo a la mesa y tomó nuevamente el té—. Quiero todo de ti: tu mente, tu cuerpo, tus recuerdos, lo anhelo todo.
Un esclavo, sería la palabra más adecuada.
—Pero, en mi estado actual, la única salida sería convertirme en un espíritu dentro de tu ser. —Sonríe, como si ya supiera algo—. Romper tu contrato con ella significaría el fin de su existencia, no encuentro otra vía.
Sí, en este momento ella no tiene acceso a mis recuerdos. Así que la mejor manera de hacerlo es según lo tengo planeado. Me acerco a ella, casi tan cerca que puedo sentir su respiración, la tomo de la barbilla y levanto su mirada.
Hago una sonrisa, para demostrarle que quien tiene el control soy yo. En este momento no importa lo que deba hacer.
Obtendré a Echidna.
—Ryuzu Meyer.
Mis palabras provocan un cambio en la expresión de Echidna. Ella se acomoda y me mira con seriedad. Yo tomo asiento, apreciando con gracia el pastel de fresa que acaba de aparecer en frente de mí.
—Parece que he captado tu atención. —Sonrío mientras saboreo el pastel que Echidna ha preparado.
Ella entrelaza sus manos, mirándome con una sonrisa.
—Interesante, ¿me podrías decir cómo lo descubriste? —su pregunta me llena de placer, puesto que probablemente es algo que nunca había planeado decir.
Cierro mis ojos mientras sonrío, pienso un segundo y luego los abro con calma.
—Quizas es porque soy un candidato a sabio, o porque soy bastante bueno resolviendo misterios. —Suspiro, encogiéndome de hombros igual que lo hizo ella— ¿Por qué no apuestas también? De esta manera, podrás descubrirlo.
—¿Estás tratando de amenazarme? —Echidna me mira con un aura amenazadora, el mundo empieza a temblar mientras mantengo mi sonrisa.
Parece entenderlo, parece saber lo que tengo en mente.
Supongo que en algo nos parecemos.
—Aunque me mates aquí, hay alguien que te quitaría la vida al instante. —Sonrío, viendo que estoy a punto de obtenerlo—. Y si no me matas, tal vez, después de que se superen las pruebas del santuario, algo le suceda a las Ryuzu.
El cuerpo de una Ryuzu será poseído por Echidna. Si no estoy equivocado, fue el cuerpo de aquella que habla con Garfield sobre no liberar el santuario, aquella de traje blanco.
—Amenazar a una bruja. —Echidna sonríe, mientras se sirve un poco de té—. Debo admirar tu valentía.
Echidna toma un sorbo y coloca la taza en la mesa. Parece haber llegado a una respuesta.
—Está bien, aceptemos la apuesta. —Cierra sus ojos, y yo sonrío orgulloso. Ella alza su mano, señalando hacía el cielo para añadir—: no obstante, también debo imponer mis condiciones.
Echidna sonríe mientras yo mantengo la calma.
—La apuesta será sencilla. La persona que intentará liberar el santuario es ella, ¿verdad? —Echidna me mira fijamente, y rápidamente entiendo de quien habla.
Asiento, viendo que ha caído en mi trampa.
Echidna sonríe, como si fuera a disfrutar el momento. Ella asiente con alegría mientras se acerca a mí. Me levanto en consecuencia. Ambos estamos frente a frente.
En este instante, la apuesta lo es todo, así que no hay necesidad de prolongar esto.
—Entonces, le daré cinco intentos como máximo. —Echidna me mira con una sonrisa—. Apuesto a que no podrá superar todas las pruebas en cinco intentos. Te regalo dos fallos, solamente dos.
Emilia debería poder hacerlo en el primer intento, pero si me ha dado cinco no voy a rechazarlos. Al final, ella debe saber que sé el contenido de las pruebas. Supongo que intentará hacerlas más fuertes.
«Debo preparar a Emilia para que esté lista para las pruebas.»
Echidna es inteligente, pero ella no tiene información de ese futuro oculto entre las sombras, ese futuro que está en mi cabeza ahora mismo. No debo tener, ha caído completamente en mi trampa.
Esto será el primer paso hacia la victoria.
—Si gano, serás mía; si ganas, seré tuyo. —Sonrío, aceptando sus términos.
Ella asiente, pero levanta su dedo índice.
—Entonces, como apostaste tú, permíteme obtener algo para que esta apuesta sea justa.
Echidna coloca su mano en mi pecho, y una luz incandescente nos rodea. Siento un fuerte calor en mi pecho mientras Echidna sella el pacto. Su pecho también brilla, formando así el contrato de alma.
—Te he dado mayor compatibilidad con los genes de la bruja a cambio de una pequeña cosa. —Echidna me guiña el ojo, pero realmente no estoy interesado en saber.
Más que un pacto espiritual, solo es un acuerdo para obtener algo.
—Espero que no te arrepientas de esto —dice Echidna con una gran sonrisa—. Es la primera vez que un hombre interesante me propone algo así.
«Ojalá Roswaal pudiera escuchar esas palabras; sería un deleite ver su rostro al escuchar semejante afirmación.» Ahora que he dado ese paso, solo me resta guiar a Emilia a través de las pruebas.
—¿Cuándo tenga a una hermosa bruja a mis pies? No veo por qué debería arrepentirme de ello —afirmo, pero ella no reacciona.
Echidna mantiene su mano en mi pecho, y detrás de mí se forma un portal.
—Planeaba otorgarte el derecho a desafiar las pruebas, pero ahora tendrás que observar cómo ella las enfrenta, sí, cómo ella las enfrentará. —Echidna continúa sonriendo, su mirada fija en mis ojos—. Para mí, también será un placer tenerte.
Con un empujón, soy absorbido por el portal.
Antes de que todo desaparezca, sus labios se mueven.
—Disfruta viendo su reacción.
Echidna guiña un ojo, y todo se desvanece a mi alrededor.
