Sus ojos azules parpadearon con incredulidad por milésima vez en pocas horas. Todavía no procesaba la idea de que la mañana del séptimo día después de que su amiga se fue, recibiera una llamada suya donde le informaba que estaba invitado a Italia.

Y no sólo él, también Renga y Hako venían incluidos en el plan, Sarada pensó en cada detalle. Ella sólo pidió que tuviera sus maletas listas para estar una semana fuera y que esperaran por alguien que iría a recogerlos por la tarde.

Todo iba de lo más normal, por lo menos hasta que un sujeto trajeado de negro detuvo la moderna SUV frente a su edificio puntualmente y les ayudó a meter las valijas en el maletero. Después condujo tranquilamente hacia el aeropuerto más cercano, pero su sorpresa fue que entraron por una puerta diferente.

Ahí fue donde cayeron en cuenta de que no viajarían en un avión comercial. Sarada había enviado un jet privado para recogerlos, esa fue la primera sorpresa del día.

Después, al abordar se encontraron con que no eran los únicos que estaban allí. Otras dos chicas yacían situadas en sus asientos, la primera era una morena de sonrisa deslumbrante, cabellera castaña y ojos ámbar. La segunda era una rubia de cabello largo y piel clara, poseedora de unos bonitos ojos azules y aspecto desenfadado.

—Tú debes ser Hōki. —habló la castaña con entusiasmo— Por fin te conocemos. Soy Chōchō y ella es Yodo, somos las mejores amigas de Sarada.

La rubia saludó con la mano y les ofreció una pequeña sonrisa desde su sitio. No solía ser introvertida, en realidad era una chica segura de sí misma, pero tampoco era alguien escandalosa como su amiga.

—Oh, sí, Sarada me ha hablado de ustedes. —asiente él, apresurándose a ofrecerles la mano como saludo y sus otros dos amigos hicieron lo mismo para presentarse también— No mencionó que ustedes vendrían, me alegra que al menos no estamos solos en esto.

—Sus padres nos invitaron antes de la pausa de fiestas decembrinas. —contesta Yodo— Es la primera vez que iremos a su casa.

—¿Tampoco conocen nada de su mundo? Es decir... es obvio que su vida es diferente a la nuestra. —comenta Hako con timidez— La verdad es que... estoy nerviosa, no estoy acostumbrada a este trato tan cuidadoso.

—No lo había pensado así... —susurra Hōki removiéndose medio ansioso.

—¿Creen que su hermano esté también? —inquiere Renga— La última vez que lo vi me puse tan nervioso que no pude pedirle un autógrafo.

—¿Autógrafo? —balbucea Chōchō confundida— ¿De qué hablas?

—¿Acaso no lo sabías? El hermano de Sarada es corredor de la fórmula 1. —explica el pelinegro— Es Itachi Uchiha, el ganador de la copa mundial de los últimos dos años con la escudería Ferrari.

Chōchō parpadea confundida y miró a su amiga con incredulidad. Hacía poco más de dos años que conocían a Sarada, pero parecía que no tenían idea de nada respecto a su familia, muy apenas conocían a sus padres y eso era una exageración porque sólo habían hablado en un par de ocasiones de manera breve.

Quizás no conocían a Sarada tanto como creían. Y hasta ese momento, la Akimichi de verdad se cuestionó la razón por la que a su padre no le gustaba tocar el tema de la familia Uchiha. Siempre que salía el apellido a colación, él terminaba desviando el rumbo de la conversación.

¿Qué sabía su padre y por qué lo ocultaba con tanto afán? Al principio pensó que no se llevaba bien con el padre de Sarada, porque se ponía de malhumor especialmente cuando mencionaba su nombre, contrario al cariño que parecía guardarle a su esposa.

—No puedo creer que haya enviado un avión sólo para nosotros. —dijo Renga emocionado, dejándose caer en uno de los asientos— Es impresionante, jamás me había subido a uno y ahora voy a viajar en uno privado.

El vuelo duró poco menos de tres horas, tiempo que aprovecharon los cinco para conocerse un poco mejor. A Chōchō le pareció que Hōki era un chico tímido y tierno, todo lo contrario a lo que solía ser Sarada, tal vez por eso congeniaban bien como pareja de baile.

Aunque presentía que el castaño tenía sentimientos más profundos por la Uchiha, la manera en la que sonreía cada que mencionaba su nombre lo delataba.

—Nunca se habían preocupado tanto por mí. —exclamó Renga, tomando un par de bocadillos más antes de aterrizar— ¿Te imaginas vivir así todo el tiempo? Hasta nos han cargado las maletas.

—Compórtate. —dijo Hako dándole un golpe en el brazo— Al menos disimula un poco.

Hōki se movió nervioso en su asiento desde el primer minuto en el que el avión se detuvo en la pista de aterrizaje. ¿De verdad estaban en Italia? ¿Así de fácil? Nunca habían salido de su país, no podían costearse unas vacaciones fuera de Inglaterra y además pagar la renta de su apartamento.

Cada cosa que sucedió desde que conoció a Sarada ha sido como sacada de un cuento de hadas. Aunque dudaba que la Uchiha le gustaran las historias de princesas.

—Joder, mira qué bonito está el día. —exclama Chōchō al bajar por la escalerilla del avión— Aquí debe estar soleado todo el tiempo.

—Es raro no ver el cielo nublado de Londres. —le dio la razón Yodo caminando detrás de ella y seguida por los demás— Aquí parece verano todo el tiempo.

—Créeme, esta temperatura es fresca. —dice una voz femenina detrás suyo— Espera a mediados de Julio y te sentirás en un asador.

—¡Sarada! —gritó la morena en cuanto la vio recostada en el capó de una lujosa camioneta y acompañada de uno de los hombres más apuestos que ha visto en su vida.

La pelinegra llevaba puesto un conjunto fresco en color azul claro que constaba de una falda larga con ondulaciones en los bordes cerca de la rodilla y un top de mangas caídas que dejaba al descubierto parte de su abdomen plano. La cabellera la llevaba arreglada en una coleta despeinada y tenía puestas unas gafas oscuras de diseñador.

Por su lado, el hombre junto a ella vestía un conjunto de pantalón beige y camisa blanca, elegante y casual al mismo tiempo. Llevaba la cabellera oscura de aspecto desordenado y al igual que la chica traía puestas unas gafas de sol.

Chōchō sintió que se le detuvo el corazón cuando al quitárselas reveló la condición de sus ojos. Había visto pocas personas con heterocromía, pero para ese chico no resultaba ser un defecto, sino una cualidad que lo hacía ver salido de película.

Y hasta que estuvieron a un par de pasos de distancia pudo apreciar que las facciones tan agraciadas le resultaron conocidas. Sí, parece que ya lo había visto antes en alguna revista o en televisión, pero lo que de verdad le sorprendió fue el enorme parecido con su mejor amiga.

—¿Cómo estuvo el viaje? —pregunta él, con una voz aterciopelada que casi le pone a temblar las rodillas a las tres mujeres frente suyo.

—Pasó en un parpadeo. —contestó Renga al ver que ninguna de las chicas pareció ser capaz de hablar— Apenas podemos creer que ya estemos aquí.

—Chōchō, Yodo. —llamó la pelinegra y señaló al hombre junto a ella con la cabeza— Él es mi hermano Itachi.

—Sarada no nos dijo que tenía un hermano tan guapo. —exclamó la Akimichi sin una pizca de timidez, extendiendo su mano para saludarlo— ¿Por qué estabas ocultándolo de nosotras?

—Jamás lo oculté, ellos ya lo conocían. —dice mirando a los tres compañeros de piso— Es sólo que ustedes nunca lo relacionaron conmigo, no es que fueran muy fanáticas del deporte.

Itachi saludó a ambas mujeres con un suave apretón de manos y después miró directamente hacia el único que se mantenía en silencio.

—¿Has estado cuidando bien de mi hermanita? —pregunta enarcando una ceja— Más vale que sí, porque hay otros tres hermanos, un padre y un abuelo en casa dispuestos a preguntarte lo mismo.

—Eh... yo...

Hōki casi se atragantó con su propia saliva y entreabrió los ojos sorprendido, dirigiendo una mirada de pánico a la Uchiha.

—¿Y tú quién te crees? ¿Policía? —responde Sarada, codeando a su hermano— Déjalo en paz, acaba de llegar.

—Policía no, pero un hermano celoso sí, tesoro mio. —le guiña el ojo, pasando un brazo por sus hombros y plantándole un beso en la cabeza— ¿Nos vamos? Mamá debe estar impaciente.

Sarada asintió, abriendo la puerta trasera de la SUV más cercana y apuntó el interior con la cabeza para animarlos a subir. Era moderna y espaciosa, por lo tanto todos cabrían perfectamente con comodidad.

—Ya traerán el equipaje. —les hace saber Itachi subiéndose al asiento del conductor— Andando, nos esperan para comer.

La joven Uchiha se subió en el asiento de copiloto y miró a sus amigos por el retrovisor con una sonrisa tranquilizante. Sólo esperaba que su familia se comportara al menos con un gramo de decencia.

(...)

—¡Nada de amenazas! —dijo Sakura en voz alta señalando a su esposo— Guárdate tu veneno, cariño.

Sasuke puso los ojos en blanco.

—Tampoco quiero burlas. —exclama la pelirrosa dirigiéndose a los gemelos— O comentarios sarcásticos y mezquinos.

Itsuki y Daiki se encogieron de hombros, casi con coordinación.

—Y por supuesto, nada de bromas. —apunta al menor de sus hijos— Ni la más pequeñita.

Daisuke hizo un puchero de resignación.

Todos a su alrededor reprimieron las sonrisas burlonas al ver a los Uchiha siendo reprendidos por la matriarca de la familia. Para la mayoría ya era algo algo común de ver.

—Y para el resto. —gira sobre sus talones para mirar a todos y cada uno de los que estaban presentes en el vestíbulo— Nada de tocar temas referentes al negocio, los amigos de Sarada no pertenecen a este entorno y por lo mismo no quiero que se vean involucrados en nada.

—¿Terminaste, principessa? —masculla su marido de mal humor— Creo que todos aquí captaron el punto.

—Eso espero. —suspira con preocupación— No quiero que los únicos amigos de Sarada salgan de aquí despavoridos.

—¿Y nosotros que somos? —pregunta Mitsuki enarcando una ceja— ¿Estamos pintados?

—Saben a lo que me refiero. —achica los ojos— Todos aquí son como su familia, así que no es lo mismo.

Kawaki observó con aburrimiento a su alrededor. No todos estaban en la villa en ese momento, al parecer los adultos mayores se habían puesto de acuerdo para pasar la tarde en casa de los Nara.

Tal vez por eso la Uzumaki por primera vez en días se sintió más relajada por la ausencia de ambos primos Nara. En primer lugar porque no podía mirar a Shikadai sin querer cruzarle el rostro de un bofetón, y el segundo porque ni siquiera era capaz de ver a los ojos a Shinki sin que la cara se le cayera de la vergüenza por haberlo besado en un impulso.

Lo peor de todo era que no podía olvidar la sensación que despertó en su cuerpo cuando sus labios se tocaron.

(...)

—Alguien hará llegar su equipaje a la residencia de los Nara. —informó Sarada mirando a Yodo y Chōchō por el retrovisor— Pasaremos la tarde en mi casa y al final del día yo misma las llevaré con el tío Shikamaru.

—Qué servicial. —se burla Itachi, ganándose un golpe en el brazo.

Hōki observó por la ventanilla el como poco a poco iban alejándose del centro de la ciudad hasta que no hubo más que carretera al frente y campo abierto por todas partes.

—Ya casi estamos. —avisó el Uchiha al darse cuenta de la impaciencia de sus invitados— La casa ya puede verse desde aquí.

Todos miraron hacia donde estaba señalando y se encontraron con la casa que parecía pequeña desde esa distancia y que conforme iban acercándose comenzaba a verse cada vez más gigantesca.

Entraron al camino flanqueado de árboles que conducían a la entrada principal y avanzaron al menos unos doscientos metros hasta el portón que fue abierto casi al instante.

—Joder... —susurró Renga por lo bajo, siendo escuchado sólo por su mejor amigo— ¿Estoy soñando?

Todo era impresionante, la arquitectura, el amplio jardín frontal repleto de flores, la exquisitez de la fuente central, la imponente escalinata y la enorme puerta principal. Era como una mansión sacada de película, en especial con la luz del atardecer de fondo.

—Bienvenidos a nuestro humilde hogar. —sonríe Itachi, bajándose del vehículo— Siéntanse como en casa.

—Esto no tiene nada de humilde. —contesta Chōchō al instante— Me siento como en un castillo.

—Y ahí está la princesa. —responde él, señalando a su hermana— Es la única Uchiha de sangre que ha nacido en más de cuarenta años. La tía Naori fue la última antes de ella, pero murió hace veinte años, poco después de que Sarada nació.

—Demasiada información, los estás abrumando. —comenta la pelinegra poniendo los ojos en blanco— Son datos innecesarios.

—Sólo quiero que tus amigos comprendan la razón por los que van a ser asediados con preguntas. —dice el pelinegro como si nada, dirigiéndose a los dos hombres a su lado— Todos aquí suelen sobreproteger a mi hermanita, así que no se lo tomen personal.

Si quería asustarlos, lo había conseguido, porque de inmediato vio el rostro de Hōki palidecer. Ella soltó un sonoro suspiro antes de girarse a la entrada de la casa y pedirles que la siguieran dentro y ninguno de los recién llegados pudo evitar detallar el interior de la casa con fascinación. Jamás habían estado en un sitio que exudara ese nivel de riqueza.

Sarada los guió por el recibidor, esperando no tener que encontrarse con nadie hasta la hora de la comida, lo que no esperó fue la reunión orquestada en el vestíbulo esperando por ellos.

—¡Por fin están aquí! —su madre se apresura a acercarse con una sonrisa de oreja a oreja— Estoy tan feliz de que hayan podido venir.

—Hola, señora Uchiha, es un gusto verla de nuevo. —se adelanta a responder Chōchō, dejando que la pelirrosa le diera dos besos en la mejilla al igual que a los otros recién llegados.

—Sí, gracias por invitarnos. —completa Yodo, sonrojándose un poco por tanta atención.

¿Por qué Sarada no le había dicho que un montón de chicos guapos estarían allí para recibirlas? La Akimichi sintió que acababa de entrar al Olimpo con todos esos rostros perfectos.

Y durante esos cortos minutos en los que Sakura Uchiha tomó la iniciativa para hacer las presentaciones sucedieron muchas cosas al mismo tiempo.

1. Sasuke Uchiha sometió a los recién llegados bajo un cuidadoso escrutinio donde ningún dato se le escapó. Escuchó que uno trabajaba en una tienda de artículos para autos, otra dividía sus tiempos entre una repostería y una tienda departamental, y el último era la pareja de baile de su hija. Se aseguró de grabarse bien sus apellidos para poder mandar a investigarlos más tarde al igual que había hecho con las otras dos anteriormente.

Los recién llegados no sabían cómo sentirse al respecto, era como si estuvieran bajo la luz de un reflector, respondiendo pregunta tras pregunta y temiendo decir algo que le pareciera de mal gusto a la cabeza de la familia.

2. Ryōgi se fijó en la jovencita más menuda de las tres y la manera en que intentaba ocultar sus ojos violetas tras la larga cortina de cabello azul oscuro.

Parecía ser la clase de chica simplona en la que casi nadie reparaba, en especial teniendo presencias imponentes y llamativas como la de Sarada Uchiha a a un lado. Por supuesto, ¿quién iba a prestarle atención teniendo a la pelinegra en frente? Pero él la notaba.

Hako agachó la cabeza en cuanto se dio cuenta de la mirada insistente del pelirrojo y se concentró en observar el suelo bajo sus pies como la cosa más interesante del mundo, fingiendo que nadie reparaba en su presencia.

3. La usualmente extrovertida morena de ojos ámbar se sintió cohibida de un momento para otro cuando su mirada se encontró con la de un hombre de tez pálida y cabellera de un peculiar celeste claro.

Mitsuki no disimuló su curiosidad en cuanto la escuchó reír de algo que dijo la matriarca de la familia y por consiguiente ella se ruborizó hasta las orejas al fijarse en ella. Era un raro espécimen extrovertido que conseguía las miradas por su personalidad y no por el físico.

Sarada enarcó una ceja al ver eso último. ¿Desde cuando la descarada Chōchō se sentía tímida ante alguien?

4. Hōki se removió incómodo ante la mirada pesada del mismo hombre que se apareció en Londres a buscar a Sarada. Y no, no hablaba del rubio, que para variar estaba allí también.

Por lo que la señora Uchiha dijo, esos dos eran hermanos, aunque parecían muy diferentes entre sí. Mientras uno asentía con una pequeña sonrisa como saludo, el otro apenas le miró, como si fuera demasiado insignificante para obtener su atención por poco más de dos segundos.

No estaba del todo seguro de lo que había pasado entre él y su amiga, pero tenía la ligera sospecha de que nadie aquí sabía de su visita a Londres a juzgar por el comentario de la matriarca sobre su hija huyendo de Aspen y que nadie la había visto desde entonces.

5. Kawaki se dio cuenta de que de nuevo Sarada desviaba la mirada a cualquier parte cuando sus ojos se encontraban.

Durante los últimos días la chica estaba evitando mirarlo, pero esta vez se sentía diferente, como si hubiese algo que no le estuviera diciendo y tuviese miedo a su reacción.

Y todo eso a raíz del jueguito estúpido que ella abandonó a toda prisa.

—Pasemos al comedor. —dice la matriarca Uchiha en voz alta— Deben estar hambrientos.

—Creí que ustedes también irían a casa del tío Shikamaru. —menciona Sarada enarcando una ceja— ¿No están todos allá de todos modos?

—Iremos después de la cena, el festejo del cumpleaños de Temari terminará tarde. —responde la pelirrosa con una amplia sonrisa— Además, hubiera sido de mala educación no recibir a los invitados.

La joven pelinegra puso los ojos en blanco y señaló con una mano la entrada del comedor para que sus amigos supieran donde ir. Sakura dio unas palmaditas encantada y los animó a todos a seguirlos también.

Yodo osbervó fascinada cada detalle del amplio salón. El comedor era gigante, la mesa alargada podía albergar al menos unas treinta personas, tal vez más. Y el banquete frente a ellos era sorprendente, ¿así era todos los días? Por la naturalidad en que los anfitriones y sus acompañantes tomaron asiento supuso que sí, que para ellos era normal.

—Rigatoni alla zozzona. —exclama Celine con voz cantarina, dejando al frente de Sarada una mezcla de pasta carbonara y amatriciana— Una de tus favoritas, bambina, lo preparé especialmente para ti.

—En realidad, no tengo mucha hambre...

—Deberías comer. —murmura Hōki con timidez, aunque al principio dudó en hablar— No te alimentas lo suficiente cuando estás en casa.

Sarada estrechó los ojos en su dirección. ¿Cómo se atrevía a decir algo como eso delante de su familia? Joder, ahora su estadía en casa se iba a convertir en un infierno, no la dejarían en paz y vigilarían cada bocado que ingiriera.

Los ojos verdes de Sakura brillaron al escucharlo y de no haber sido porque se encontraban a varios asientos de distancia juró que podría lanzarse sobre él para achucharlo.

—Te acabas de convertir en mi nueva persona favorita en el mundo. —dijo la pelirrosa señalándolo con su tenedor— Por favor, llámame cada vez que mi hija se está mal pasando, suele ser una irresponsable.

La actitud de mamá gallina era algo de lo que no pudo deshacerse ni con el pasar de los años para el fastidio de sus cinco hijos.

—Eres una exagerada. —comenta Sarada soltando un suspiro.

—Sólo me preocupo por ti. —responde Sakura mirando a su niña con ternura— Lo entenderás cuando seas mamá.

La joven hizo una mueca y se removió con incomodidad.

—¿Tan pronto quieres ser abuela? —se burla Daiki— No creo que papá piense igual.

—¿Y qué tal tú? —interviene la madre con una sonrisa— ¿Cuándo nos presentarás a un prospecto de esposa? Quiero ser abuela pronto y tener a mis nietos para mimarlos ya que ustedes crecieron demasiado rápido.

—Soy muy joven todavía. —se queja fingiendo estar ofendido.

—Veinticuatro años y ninguna relación formal. —sacude la cabeza— A tu edad yo ya los tenía a ti y a Itsuki en brazos.

—Sí, bueno, parece que ustedes se tomaron eso de tener hijos como una competencia. —se mofa su primogénito— A los demás les bastó con dos o tres, pero ustedes...

—¡Oh, calla! —contesta la pelirrosa sonrosada— Eso es porque nos dimos cuenta que hacíamos hijos preciosos y un par no eran suficientes.

—En eso tienes razón. —concuerda Daiki— ¿Cómo iban a privar al mundo de ver semejante combinación perfecta de genes?

Kawaki disimuló la sonrisa al recordar las palabras que oyó de la propia Sarada mientras charlaba con su hermano menor en la cocina «Los genes no pueden ocultarse y los nuestros son bellísimos». En ese momento comprobó que los Uchiha tenían el ego por los cielos y no les importaba auto-alabarse.

Sin poder evitarlo levantó el rostro para verla a varios asientos de distancia y se maravilló con su perfil femenino de rasgos impresionantemente bellos.

Mierda. ¿Acaso nunca se veía mal? A sus ojos cada ángulo del que se le viese era pura perfección. Y la muy maldita lo sabía.

Sarada sintió la mirada insistente sobre ella a través de la habitación y cuando sus ojos oscuros se encontraron con los grisáceos de Kawaki no pudo sostener el contacto visual por mucho tiempo.

Estaba decidida a poner tierra de por medio. Y no por miedo a lo que él pudiera hacerle, sino por la culpa latente por lo que le había arrebatado.

Él le confesó una vez que Kokatsu no era un buen hombre, solía ser un alcohólico que lo violentaba a la menor oportunidad y lo presionaba a prepararse para el mundo cruel al que pertenecía la mafia. No era ni de cerca un buen padre, pero seguía siendo su sangre. Y ella se lo quitó.

Si alguna vez pensó que existía un diminuto rayo de esperanza de estar juntos, ahora estaba segura de que no ocurriría jamás.

¿Y si con el tiempo Kokatsu se hubiese redimido? ¿Y si pudieron haber tenido una buena relación en la actualidad así como la de ellos con su padre? Ella le arrebató esa oportunidad.

—¿Sarada? —preguntó Sasuke llamando la atención del resto— ¿Qué pasa?

La pelinegra sacudió la cabeza.

—Me distraje. —admite sin mirarlo a los ojos— Estaba pensando en tomar un par de horas al día para practicar con Hōki ahora que está aquí.

Su padre no era estúpido, sabía que algo estaba pasando con ella. Y eso era lo que odiaba de él, que ni siquiera debía ser un genio para saber que algo iba mal con ella, su conexión era tan fuerte que con sólo mirarla tenía la respuesta.

—Se supone que son vacaciones, hija, tómatelo con calma. —pide Sakura guiñándole un ojo— Ya tendrás tiempo para ensayar cuando regreses.

—El coreógrafo ha estado presionándonos para aprender la nueva secuencia de pasos. —comenta el castaño para sorpresa de los presentes— Ahora haremos El Lago de los Cisnes y Sarada interpretará tanto el cisne blanco como el negro, es mucho trabajo.

—¿Por qué no nos lo habías dicho? —pregunta Itachi a su hermana con el ceño fruncido— Eso es asombroso.

—Porque no consigo hacer el cisne negro. —contesta con el humor agriándosele— Al parecer le hace falta algo a mi interpretación.

—Ya te dije que lo harás bien, sólo es cuestión de práctica. —anima Chōchō con una sonrisa— Lo harás tan perfecto como siempre.

La Akimichi le dedicó una mirada dulce a su mejor amiga y cuando su madre intervino para pedir más detalles dirigió su atención hacia el ser despreciable que más odiaba en esos momentos.

Kawaki Uzumaki era el enemigo número uno por ahora.

El muy cínico ni siquiera disimulaba. A cualquiera podría pasarle desapercibido, pero para los que sabían la historia tras bambalinas era fácil darse cuenta de que la manera en la que la miraba era totalmente indecente y le importaba una mierda que alguien lo pillara haciéndolo.

Boruto notó la incomodidad de su amiga con el sólo hecho de mirarla removiéndose en su asiento y entonces decidió cambiar el rumbo de la conversación sin saber que sólo lo empeoraría.

—Por cierto, Kawaki, papá dijo que conseguiste la propiedad para el nuevo hipódromo. —dijo en voz alta llamando la atención de todos en la mesa— ¿Cómo lo persuadiste para que vendiera? Según me comentaste antes, el sujeto te estaba complicando las cosas.

—Obtuve ayuda de alguien. —se encoge de hombros— Supongo que al final los encantos femeninos fueron lo que terminó por persuadirlo.

Sarada por poco se atraganta con su zumo de naranja y disimuló su torpeza fingiendo que no le prestaba atención a la conversación. Sin embargo, su actitud no pasó desapercibida por Ryōgi y el pelirrojo se lo hizo saber con una mirada de cejas arqueadas.

La Uchiha sintió que el alma se le caía a los pies. ¿Él lo sabía? ¿Desde cuándo?. Es decir, no era algo descabellado que los hubiera descubierto debido a que sus hombres la seguían todo el tiempo, pero de ser así, ¿Por qué no le había dicho nada a sus hermanos? ¿Por qué callaba?

—¿Y cuándo inician los planes de construcción? —pregunta Itsuki uniéndose a la conversación.

—El próximo mes. —responde con su habitual seriedad— Se espera que esté terminado para inicios del siguiente año.

—Eso es genial. —comenta Kaede— Nos invitarás a la inauguración, ¿verdad?

—Nada de negocios en la mesa, niños. —interrumpe Sakura antes de que se les aflojara la lengua de más— ¿Por qué mejor no hablan sobre la fiesta de pasado mañana? ¿Tus amigos están al tanto, Sarada?

La joven parpadeó confundida y sólo pudo recordar al ver el semblante incrédulo de Himawari. Ya le parecía que se estaba olvidando de algo, la maldita mascarada.

—Lo olvidé. —admitió con desgana— Supongo que tendremos que ir de compras.

—¡Por fin! —chilló la Uzumaki con entusiasmo— Iremos mañana y conseguiremos atuendos para todos tus amigos también.

—Creo que ahora sí hablamos el mismo idioma. —comenta Kaede con una sonrisa— Me apunto a la misión.

Sarada puso los ojos en blanco y bufa hastiada. No estaba de humor para una fiesta, con todos los problemas que tenía en la cabeza últimamente lo último que le apetecía era estar en ambientes escandalosos.

—Por cierto, ¿dónde están Shinki y Shikadai? —pregunta Itachi desconcertado— Creí que estarían aquí.

—Fueron a las oficinas de las empresas Nara y luego al festejo de la mamá de Shikadai. —contesta Mitsuki— No creo que regresen, se irán directo al departamento.

Hacía poco menos de un año que el hijo único del matrimonio Nara se mudó por su cuenta a un complejo de departamentos cerca de sus oficinas, esa fue la razón por la que su amorío con Himawari se mantuvo oculto por tanto tiempo, porque no habría nadie que pudiera verlos estando juntos allí.

Y también es el motivo por el que Shinki era el único que no estaba alojándose con los Uchiha como el resto. Ambos Nara decidieron mantenerse lejos del drama que sabían que se desataría en la villa con tantos invitados.

—Hija, ¿por qué no les muestras la casa a tus amigos? —propone Sakura al ver que todos terminaron de cenar— Nosotros nos encargamos de llevar a Chōchō y Yodo a casa de Temari, vamos para allá de todos modos.

—Muchas gracias, señora Uchiha. —dice Yodo con las mejillas arreboladas— ¿No es mucha molestia?

—Para nada, querida. —les sonríe con cariño— ¿Están listas?

—Desde luego. —asiente Chōchō— Estoy impaciente por ver al tío Shikamaru, papá le envió una ración exagerada del café instantáneo que bebían cuando trabajaban juntos.

—Oh, echo de menos a Choji. —confiesa Sakura comenzando a levantarse de la mesa— Salúdalo por mí la próxima vez que tengan una llamada.

—Por supuesto. —responde siguiendo a la matriarca Uchiha por el pasillo tras darle un breve abrazo a Sarada y agitar la mano como despedida.

Sasuke fue el primero en adelantarse, no le apetecía seguir escuchando una conversación que no le aportaba nada, pero aún así esperó por su esposa en el umbral del vestíbulo.

—Yo puedo darles el tour. —se ofrece Daisuke con una sonrisa entusiasta en cuanto no hubo ningún adulto mayor cerca— Soy más divertido que mi hermana.

Sarada se cruzó de brazos en su asiento y resopló cuando su hermano menor se volvió hacia ella poniendo ojos de cachorro.

—¿Puedo?

—Como sea. —se encoge de hombros— Si tanto te emociona, hazlo.

Daisuke se pone de pie y anima a los tres recién llegados a seguirlo hacia el exterior donde aún había la suficiente luz para que pudieran ver perfectamente.

—¿No deberías hacerlo tú? Son tus invitados. —comenta Itsuki enarcando una ceja— Es muy descortés de tu parte.

—¿Y? —le mira con aburrimiento— ¿Quieres que los arrope antes de dormir también? No van a perderse si no estoy con ellos todo el tiempo, al menos quiero pensar que no son tan estúpidos.

—Sarada es Sarada, pierdes tu tiempo intentando que sea la anfitriona amable y hospitalaria que no es. —se burla Itachi— Como si no conocieras ya su naturaleza.

—¿Entonces por qué alguien la querría como esposa? —añade Daiki fingiendo estar pensativo— ¿El tipo que le envió las flores estará bien de sus facultades mentales?

—Soy guapa, talentosa, inteligente... —dice ella encogiéndose de hombros— La lista podría seguir y seguir...

—Sólo te hace falta ser humilde. —se mofa Mitsuki, sacudiendo la cabeza.

—Sin embargo, lo soy. —sonríe de medio lado— ¿Acaso no les doy la dicha a diario de contemplar mi belleza aunque no lo merezcan?

El resto sólo se ríe por lo bajo, incapaces de sentirse siquiera un poco disgustados por ese enorme egocentrismo al que ya estaban acostumbrados. Sarada no tenía filtro, decía lo que pensaba aún si su opinión era potencialmente censurable y eso era lo que les agradaba de ella.

Entonces la Uchiha se puso de pie con la intención de salir de allí. Y nadie se lo impidió.

(...)

Los tres chicos miraron impresionados la pista de karting frente a ellos. Era una especie de circuito de carreras a una escala menor, con curvas abiertas y cerradas, e incluso tenía una zona de boxes.

—Es increíble. —comenta Renga impresionado, sus ojos brillando de ilusión.

—Mi hermano aprendió a conducir su primer kart aquí mismo. —explica Daisuke con una sonrisa— Papá lo mandó a construir exclusivamente para él.

—Guau. —exclama Hako sin dejar de grabarse cada detalle— Y pensar que ahora es piloto profesional...

Ya habían pasado por las caballerizas, la pista en la que Itsuki solía practicar equitación. También les mostró el gimnasio de la casa, la piscina, el cuarto de cine y el campo de tiro donde practicaban con el arco.

—Su casa es impresionante. —agrega Hōki— ¿Vivieron toda su vida aquí?

—Bueno... esta es la villa familiar donde crecimos, pero no es nuestra única casa. —se encoge de hombros— Aunque las demás son un poco más pequeñas a comparación de esta.

No había rastro de presunción en su voz y fue algo que ellos notaron de inmediato. No parecía estar presumiendo que tenían múltiples propiedades, su tono era tan afable que en ningún momento se sintieron minimizados.

Daisuke continuó explicándole cosas a Renga con todo el entusiasmo existente, mientras Hōki y Hako se quedaron unos pocos metros por detrás.

—No puedo creer que estas personas tengan tanto dinero... —susurra Hako tragando saliva— ¿Cómo es posible que Sarada aceptara ir esa noche con nosotros a un sitio que podría comprar con un chasquido de dedos?

—Supongo que no le toma mucha importancia a las diferencias sociales. —contesta Hōki ligeramente desconcertado— Al menos eso quiero creer.

—Eso creo. —asiente la peliazul— De lo contrario no nos habría invitado a venir.

Se quedaron callados unos segundos, observando a Renga recorrer cada rincón del circuito de karting acompañado del joven pelirrosa.

—Jamás podría ofrecerle algo así. —dice el castaño en voz baja— ¿Cómo... pude considerar que ella podría fijarse en mí?

—Oye... —acaricia su brazo con suavidad— Eso tú no lo sabes.

Hōki sonrió por lo bajo casi con melancolía. Eso sólo sucedía en las películas, ¿no? La chica de clase alta jamás se atrevería a renunciar a una vida de lujos sólo por amor. Y aún si fuera posible, para eso primero tendría que estar enamorada de él.

—En realidad... —desvía la mirada hacia el cielo que comenzaba a oscurecer frente a sus ojos— Creo que tiene sentimientos por alguien más.

—¿De verdad? —la peliazul finge sorpresa, a pesar de que ella también tiene sus sospechas— ¿Quién crees que sea esa persona?

—El sujeto del rooftop. —contesta con un suspiro— Fue a buscarla a su camerino en otra ocasión y parecía... haber una vibra rara entre ellos.

Hako jamás mencionó que también se los había encontrado en Harrods y que ambos parecían estar en una especie de cita. El hombre incluso gastó miles de dólares en ropa para ella. Eso no lo hace cualquier persona, ¿verdad? Por no mencionar que estuvieron en el mismo probador.

—Aunque también está el chico rubio que fue a recogerla al estudio y que se comportó como si estuviera interesado en ella. —añadió la peliazul— Se supone que esos dos son hermanos, ¿no?

—Eso creo...

—Como sea, no pienses en eso. —sacude la cabeza y pone una mano sobre su hombro— Tal vez estemos equivocados y ninguno de los dos sean más que sus amigos. No sabrás si tienes una oportunidad hasta que lo intentes.

Era una mínima, pero ahí estaba.

—¿De verdad piensas que puede fijarse en mí? —la mira de reojo— ¿Aún después de escuchar sus conversaciones sobre negocios millonarios y ver la manera en la que viven? Cualquiera de esos dos tiene más posibilidades que yo.

—Jamás te menosprecies. —frunce el ceño— Eres un hombre increíble y Sarada sería muy afortunada de tenerte.

Hako le sonrió con ternura y vio en la mirada zafiro de él que sus palabras le habían subido el ánimo. Quería a Hōki y Renga como sus hermanos, prácticamente eran familia después de haber crecido juntos y si estaba en sus manos ofrecerle un poco de apoyo emocional, no dudaría en ser su animadora número uno.

Al final, la esperanza es lo último que se pierde.

(...)

—Eres precioso. —susurra con suavidad, acariciando el pelaje del caballo árabe frente a ella— Y creo que me caes mejor que todos en esta casa.

El animal relinchó haciéndola reír por lo bajo mientras continuaba con su trabajo de cepillado del crin oscuro. Ya estaba por terminar.

Sacó el móvil del bolsillo de su pantalón luego de escuchar el sonido de una notificación y puso los ojos en blanco al ver un mensaje confirmando su cita médica al día siguiente. Esa debía ser su madre programando una visita con el nutricionista. Pulsó el botón de postergar la alarma y de nuevo se centró en acariciar el lomo del caballo.

—¿Te apetece dar un paseo al amanecer? —continúa hablando, como si de verdad pudiera entenderla— Te prometo una buena ración de zanahorias.

De nuevo relinchó.

—De acuerdo, también llevaré fresas. —pone los ojos en blanco— Pero tendrás que compartir conmigo.

Acabó lo que estaba haciendo con una sonrisa relajada y sale del box individual de su caballo. Fue un regalo de su padre el año pasado al que le dio por nombre Susanoo, igual que el protagonista de la historia antigua que dio origen a las camelias y que su tío le contó hace tiempo.

—¿Debería preocuparme por verte hablando con animales?

Su cuerpo se tensó al instante al escuchar la voz masculina a poca distancia. No había que darse la vuelta para saber que era él, así que hizo acopio de toda su fuerza de voluntad para no mirarlo.

—¿Y yo debería preocuparme por ser acosada? —se mofa ella, dejando los utensilios en su sitio y aparentando indiferencia total.

Kawaki estrechó los ojos al verla pasar por su lado con la intención de salir de las caballerizas, pero alcanzó a tomarla del brazo en el último momento.

—Estás evitándome.

—No me digas, Sherlock. —apunta con ironía— ¿Qué esperabas que hiciera? No voy a estar detrás de ti como un perrito faldero.

—No me refiero a eso. —frunce el ceño— Mírame a los ojos cuando te hablo.

Pero no podía, su estúpido sentido de culpabilidad le impedía levantar el rostro en su dirección.

—Nunca bajas la mirada, ¿Por qué lo haces ahora?—su tono era molesto— Furiosa conmigo o no, es algo impropio de ti.

—No sé de lo que hablas. —pero seguía sin poder hacer que sus ojos encontraran los suyos— Esto es una ridiculez.

No podía decir que no esperaba lo que sucedería a continuación, así que cuando Kawaki tiró de ella dentro de uno de los boxes vacíos no la tomó por sorpresa.

—¿Qué haces? —intenta zafarse del agarre— Alguien puede vernos y malinterpretar la situación.

—No estarían malinterpretando nada. —responde con ironía— Estarían pensando exactamente lo que es.

El Uzumaki terminó por acorralarla contra la pared de madera detrás suyo y levantó su mano para tomar el rostro femenino. Su piel suave lo distrajo por unas milésimas de segundo, pero su objetivo lo devolvió a la realidad.

—Mírame a los ojos, bambi. —eso sonó como una orden más que una petición.

Sarada tragó saliva, resistiéndose al principio a elevar la mirada y cuando finalmente lo hizo pudo distinguir una chispa de algo que no supo identificar.

—¿Qué es lo que estás escondiéndome? —pregunta sin poder ocultar el enojo en su voz— ¿Qué es lo que no me has dicho?

—No tiene nada que ver contigo.

Pero él sabía que mentía. Aprendió a conocerla más de lo que le gustaría, porque eso mismo era lo que no le permitía sacársela de la cabeza. Podía ver el fuego en sus ojos y eso lejos de hacerlo querer alejarse, le hizo desear apretarse contra ella. Y lo hizo.

—¿Qué es lo que quieres ahora? —se removió molesta en sus brazos— ¿Por qué no me dejas en paz?

—Porque no puedo. —susurró cerca de sus labios, pero parecía estar hablando consigo mismo— Lo intento, pero soy incapaz de alejarme de ti.

Acarició su mentón con el pulgar y sus ojos grises se fundieron en los suyos. Sarada sintió que el corazón se le detuvo en ese momento, ¿Cómo podía decirle esas cosas sabiendo que sólo la estaba lastimando? ¿Por qué era tan cruel?

—Te detesto. —musita ella con la mirada acuosa.

Él acortó la escasa distancia que aún los separaba hasta que ninguno de los dos sabía dónde terminaba uno y empezaba el otro.

—Tú no me detestas. —niega él con una sonrisa, tomando su rostro entre sus manos— Tú me amas, Sarada Uchiha.

Entonces la besó.

La joven tembló contra su cuerpo, derramando las lágrimas que tenía acumuladas y al mismo tiempo aferrándose a sus brazos para no caer debido a la fuerza con la que la estaba besando.

Su mente se puso en blanco en cuanto se abrió paso en su boca y fue como si su cerebro hiciera corto circuito porque no podía pensar en nada, sólo sentir. Así era cuando se trataba de Kawaki.

Dejó que sus manos se deslizaran por su cuerpo hasta llegar a sus muslos y levantarla para que rodeara su cintura con sus piernas, provocando que su falda se enrollara en su cintura.

Odiaba no poder resistirse a él. Odiaba que sus pensamientos se vieran nublados por su toque. Odiaba que su existencia se convirtiera en su debilidad.

—Buena chica. —susurró contra sus labios mientras palpaba la humedad de sus bragas con una mano— Siempre lista para mí.

No era un momento romántico. Era lo contrario, se trataba más del ansia por perderse en su lujuria. Todo eran toqueteos desesperados y besos candentes. Sus cuerpos se reconocían entre si.

—¿Cómo esperas que te deje en paz si eres la única capaz de ponerme así? —gruñe tomando su mano y guiándola hacia el bulto duro en sus pantalones.

La respiración de Sarada se volvió errática. De pronto no era la chica sensata de momentos atrás, lo único que quería era sentirlo dentro. Él lo sabía, los ojos no mentían, y ella lo estaba mirando con un deseo ardiente que podía incinerarlos a ambos.

Hizo a un lado la pequeña braguita de encaje y de un momento a otro ya estaba sumergido en ella hasta el fondo. Sarada se mordió los labios para no gritar y pronto sus gemidos murieron en la boca de Kawaki.

—Joder, me tomas tan bien. —jadeó en su oído— Tu coño se ha vuelto mi sitio favorito.

Cada vez que pensaba haber superado su deseo por ella, le bastaba sólo un segundo en su presencia para recordar que no había manera de sustituirla. Y eso comenzaba a asustarlo.

—Kawaki...

Las palabras sucias, las estocadas fuertes e inclementes la estaban haciendo ver manchas brillantes. No le daba tregua y tuvo que taparse la boca con la mano para evitar hacer mucho ruido.

—Oh, mierda... —gime bajito— Estoy a punto de...

—Déjalo salir, bambi. —hundió el rostro en su cuello, masajeando su clítoris con el pulgar para acercarla todavía más— Me gusta verte mientras te corres.

Sarada era un placer visual y un estímulo sexual, no había nada en el jodido mundo más hermoso que ella.

Un orgasmo demoledor arrasó con los dos, demostrando que no importaba cuantas veces lo hicieran, la intensidad siempre era la misma. O cada vez mejor.

Esperaron en silencio hasta que sus respiraciones volvían a la normalidad, pero durante esos cortos minutos no dejaron de mirarse fijamente. Kawaki la dejó en el suelo sobre sus pies sin soltarla del todo, vigilando que pudiera mantenerse por si sola debido a sus piernas temblorosas.

—¿Vas a decirme lo que ha rondado por tu cabeza desde aquella noche de verdad o reto?

Sarada le ignoró mientras se acomodaba su ropa lo mejor posible para no dar el aspecto desaliñado de recién follada. El Uzumaki dio un paso atrás con el ceño fruncido y ella aprovechó la apertura que le dio para escabullirse hacia el ancho pasillo.

El pelinegro tiró de su brazo de nuevo para obligarla a darse la vuelta y enfrentarla de una vez por todas antes de que huyera como solía hacer. Sus rostros estaban peligrosamente cerca, pero en esta ocasión no había nada de sensualidad de por medio.

—Puedes fingir que no acabo de follarte contra la pared, pero no vas a ir a ningún lado hasta que me digas lo que tanto temes decirme.

Un grito ahogado se escuchó a sus espaldas y Sarada se giró de inmediato con el corazón latiendo desbocado en su pecho y el aliento escapándosele de golpe al sentirse descubierta.

—¿Acaso... ustedes...

Los ojos oscuros se abrieron por la sorpresa ante la escena que estaba presenciando y lo peor de todo fue lo que acababa de escuchar.

—Namida. —susurró la Uchiha perdiendo todo color en su rostro— No es lo que te estás imaginando, nosotros no...

La castaña parpadeó sin saber cómo reaccionar y retrocedió hacia la salida con pasos torpes. Debía estar soñando, ¿no? ¿Desde cuándo esos dos se estaban escabullendo bajo las narices de todo el mundo?

La idea era demasiado surreal, nunca hubiera pensado en la posibilidad de ellos involucrándose en algo más que en una conversación de dos minutos. ¿Acaso no eran conscientes de todos los problemas que desencadenaría este enredo?

Y durante los pocos segundos que le tomó alejarse de las caballerizas, lo único en lo que pudo pensar era en la reacción de Boruto cuando se enterase de que su propio hermano le había robado a la chica.