-3 años después-.

Con el sol cayendo detrás de las montañas; anunciando el próximo anochecer, el escuadrón Kakashi se separó en cuatro direcciones diferentes.

HanaYasha repasó en su mente todo lo que haría al llegar a casa. Se daría un baño caliente, pasaría tiempo con su hermano menor y con Guren, comería algo delicioso preparado por su madre. Y, quizás, hasta hablaría de asuntos más serios con su padre, ahora que tenía 14 años.

Sin embargo, al llegar a la colina donde se hallaba la mansión de su familia, se percató de un extraño olor que nunca antes había percibido.

Venía del jardín.

Por precaución, tomó un kunai de su bolsa de herramientas; atada a su cintura tras su espalda, y se dirigió con cautela a la puerta de la cerca de madera. Su sorpresa creció cuando vio a su padre acompañado por el dueño del aroma... y a un toro de tres ojos.

-¡Lady HanaYasha! – bramó con alegría la voz de un hombre, pegándose a su cuello y sacándole algo de sangre.

Inexpresiva, la joven aplastó con su mano izquierda al dueño de la voz, quedándose plano por unos segundos en su palma.

-¡Cuánto tiempo sin verla! ¡Su sangre sigue siendo igual de deliciosa!

-Me da gusto verlo, señor Myoga... - comentó HanaYasha, poniendo una mueca. - pero no creo que pueda decir lo mismo sobre su modo de saludar.

Como InuYasha se acercó a ellos, la pulga saltó a su hombro derecho.

-Hija, él es el herrero Totosai.

El mencionado se rascó por detrás de la cabeza.

-Ha venido desde muy lejos para entregarte algo.

La Hanyou lo examinó de la cabeza a los pies.

Sus ojos eran grandes, saltones y redondos. Su piel era clara, pero, por lo delgado que se hallaba, resaltaban las posiciones de sus huesos. Su cabello grisáceo estaba peinado y atado hacia arriba, dejando al aire un mechón voluminoso que le recordó a la cola de un conejo.

Vestía un kimono verde oscuro, con un patrón de rayas horizontales de un tono aún más oscuro. En su mano derecha, llevaba un largo mazo metálico. Y con su brazo izquierdo, cargaba una caja de madera larga, la cual, le extendió.

Atónita por ello, la tomó y se arrodilló en la hierba, destapándola. Tanto ella como InuYasha quedaron embelesados con la espada de empuñadura negra, con bordados de rombos rojos.

La funda; del mismo color, tenía alrededor una fina cadena plateada. Y en la parte superior, cerca del borde de la funda que se separaba de la empuñadura, tenía el kanji "sangre" tallado en rojo.

-Su nombre es colmillo sangriento. – anunció Totosai.

La joven, sin quitarle la vista de encima al interior de la caja, notó que había un trozo de papel. Lo tomó y lo abrió.

-"Un recordatorio de lo que eres y de lo que siempre serás".

-La dueña anterior debió dejarlo para ti.

-¿"Dueña anterior"? – cuestionó InuYasha.

-Cuando tu padre recibió esta espada de su compañero, el guardián del sur, el zorro blanco, hizo un trato con una entidad que no pertenece a este mundo.

Padre e hija lo miraron intrigados.

-Le daría esta espada y la usaría hasta que sus poderes reales consiguieran despertar. A cambio, debía regresar y entregársela a HanaYasha, asegurándose también de evitar una terrible profecía.

La Hanyou se puso de pie y guardó el arma en su cintura.

-Colmillo sangriento es la espada que representa el amor. Usa la sangre de sus enemigos para proteger los lazos que no vemos, pero que sabemos que estamos conscientes que existen. Por ejemplo, los que tienes con InuYasha, con Kagome y con tu hermano pequeño.

-Así que, para aprender a controlarla, primero tengo que vencer a unos cuantos monstruos, he... - dijo HanaYasha.

Totosai asintió.

-Myoga, mantenme informado sobre sus avances. – pidió, subiendo al lomo del toro de tres ojos para marcharse de ahí.

PPPPP

-2 meses después-.

En la batalla que se daba en la región del agua; consecuencia de un golpe de estado contra Yagura Karatachi, los filos de las armas no dejaban de sacar chispas al chocar por los aires o por el peso de quienes las llevaban.

HanaYasha tuvo que abrirse paso en medio de ese caótico remolino de rencor y furia para llegar hasta Zabuza Momochi. El demonio oculto entre la neblina.

Aunque se había negado a vivir este momento; un conflicto de gran magnitud que la obligara a dirigir su espada y sus habilidades contra gente inocente, Danzou se encargó de recordarle que no estaba en la fundación para cumplir con su voluntad.

Sino con la suya. Y esa era, proteger a Yagura.

Formando un escuadrón de cuatro ANBU, con ella como capitana, salieron rumbo a la aldea oculta entre la neblina, antes de que el sol apareciera en el horizonte de los cinco distritos de Konoha.

La situación le resultaba más que desagradable. ¿Por qué Danzou se molestaría en ayudar a alguien tan despiadado como Yagura? A sus 13 años, ya había quebrado la mayor parte del sistema establecido en sus tierras por sus antepasados, hartando tanto a los habitantes, con la violencia y la pobreza, como para que tomaran sus armas y se fueran contra él.

Por fortuna, no estaban solos. Los siete espadachines de la niebla, conocidos por ser los guardianes del líder de la aldea; en su mayoría, miembros del clan Karatachi, se habían unido a ellos, moviendo sus grandes espadas contra quienes aún estaban a favor de Yagura y su pésima administración de recursos.

Y en medio de todo el caos, se hallaba el escuadrón ANBU dirigido por HanaYasha, con órdenes de extinguir las llamas de la rebelión. Gruñendo y apretando la mandíbula, la Hanyou presionó más a Zabuza para que soltara su Kubikiribocho.

Por desgracia, sin importar cuantas veces la golpeara con el filo de colmillo sangriento, esta no cedía, obligándola a pegar las espadas de vez en cuando, para pensar en una nueva estrategia.

-Tu mirada es como la mía.

Zabuza habló de pronto. Como la mitad inferior de su rostro estaba cubierta de vendas, no podía saber con certeza si eso había sido un cumplido o un comentario burlón.

-Un demonio que espera pacientemente la luz de la luna para moverse y matar.

HanaYasha gruñó. Dio un salto hacia atrás y levantó su arma por encima de su cabeza.

-¡Cuchillas...!

No obstante, antes de que la hoja negra se envolviera con los hilos de sangre de Youkai, para liberar su técnica, un niño apareció de repente y se colocó delante del espadachín, extendiendo sus brazos a los lados.

-¡Haku! – Zabuza lo llamó atónito.

-¡Si quieres matar a mi maestro, entonces tendrás que pasar sobre mi cadáver! – el chico retó a la joven, frunciendo el ceño.

Ella lo miró asustada. Por su aspecto, calculaba que tenía la misma edad de Sasuke. Suavizando su expresión, bajó su espada y la guardó en su funda. Su batalla era contra los siete espadachines de la niebla. No contra un niño inocente.

Para su mala suerte, Danzou jamás aceptaría ese argumento. Ya le había llamado la atención en varias ocasiones por no poder liquidar a quienes habían visto sus acciones en la oscuridad.

Los hijos de los ninjas que habían traicionado a Konoha, armando alianzas secretas con los líderes de otras aldeas.

El odio genera odio.

Si no se deshacía también de los niños, jurarían vengarse contra ella por "sus fechorías" en el futuro.

Frustrada, lanzó a la nada una técnica de estilo de rayo. ¿Qué podía hacer para no matarlos y, al mismo tiempo, cumplir con las exigencias de Danzou?

Obteniendo la respuesta, volteó de nuevo hacia ellos, asombrada. Se giró por completo. Acortó su distancia con su oponente y levantó su mano derecha, confundiéndolo.

-Dame tu banda. – le pidió.

-¿Qué harás?

-Te mataré para que sigas viviendo.

Zabuza bufó. Se quitó la banda que tenía ladeada en la cabeza; con el símbolo de su aldea en la placa unida a la tela y se la entregó a la menor. La sangre que tenía impregnada, por una herida en su sien derecha, haría más creíble su relato.

-Te debo una, demonio Higurashi. – comentó, tomando a Haku en sus brazos y retirándose del sitio con un torbellino de agua.

HanaYasha dio media vuelta y regresó al centro del conflicto.

PPPPP

-¿Se suicidó? – cuestionó Danzou, leyendo el reporte de la misión.

HanaYasha asintió, con su máscara de gato pegada al lado izquierdo de su cabeza, arrodillada frente al escritorio.
Ellos eran los únicos que se encontraban en la oficina.

Los hombres de su escuadrón fueron hospitalizados de emergencia, consiguiendo acabar con las vidas de 5 de los 7 espadachines y los cabecillas principales de la rebelión. El paradero de Yagura es desconocido.

-Nuestra batalla llegó hasta un acantilado. – explicó la joven. - Zabuza no soportó que sus compañeros estuvieran cayendo como moscas y decidió arrojarse al vacío. – hizo una pausa. – Cuando bajé a buscar el cadáver, solo encontré su banda.

El anciano vio el objeto sobre el escritorio, con la tela manchada de sangre.

-Puedes irte. – comentó, volviendo su ojo izquierdo al reporte en su mano. - Te llamaré cuando tenga listo otro encargo para ti.

HanaYasha lo reverenció. Y, utilizando una técnica de estilo de viento, desapareció.

-"Sus últimas palabras fueron: Te veré en el infierno, demonio Higurashi".

-¿Me llamó, Danzou-sama? – preguntó desde la oscuridad, un hombre con el uniforme de los ANBU, llevando en su rostro una máscara blanca de mono.

-Tengo una misión importante para ti. – dijo el anciano, arrojando el reporte en la mesa del escritorio. – Asegúrate de que todos en la aldea, sepan sobre la leyenda de la demonio Higurashi. – sonrió. – Que los habitantes de Konoha estén orgullosos de los ninjas que los protegen.

El hombre hizo una reverencia y se internó de nuevo en la oscuridad.

PPPPP

Al llegar a casa, lo primero que HanaYasha hizo fue subir al segundo piso y encerrarse en el baño, deshaciéndose con prisa de su uniforme de ANBU. Los protectores en su pecho y brazos. La camiseta de mangas cortas y los pantalones negros. Su máscara blanca de gato.

El olor de la sangre humana le asqueaba tanto que la hacía temblar de coraje.

Ya con la tina llena, entró y se sumergió en el agua caliente, cerrando los ojos y conteniendo la respiración. No sabía cuánto tiempo más soportaría este estilo de vida.

Ya habían pasado 3 años desde que se unió a la fundación con Itachi y con Taichi y en ninguno, Danzou le había dado la información que necesitaba sobre el enmascarado.

Hasta la fecha, lo único que sabían, era que había asesinado a un miembro de Akatsuki, quedándose con sus ropas y manchando la reputación de Yahiko, Konan y Nagato.

Abrió los ojos y volvió a la superficie, tosiendo por la falta de aire.Con sus brazos sujetando la orilla de la tina de madera, pensó en qué podría invertir su tiempo de descanso.

Itachi y Taichi estaban ocupados con sus propios escuadrones y Shisui tenía una misión fuera de la aldea. Con sus padres, con Guren y con su hermano, tampoco podía contar. A esa hora de la mañana, también estaban ocupados con sus propias responsabilidades.

Respiró hondo. Salió del agua, se envolvió en una toalla que tomó de una repisa y se encaminó a su habitación.

Mientras se vestía; con una blusa de mangas cortas color azul oscuro y unos pantalones negros que definían sus delgadas piernas, hizo a un lado su largo cabello plateado y miró por su espejo de cuerpo completo; colgado en una puerta de su armario, la cicatriz que tenía en su espalda.

La herida con la que el hombre de la máscara anaranjada selló una gran parte de sus poderes sobrenaturales.

PPPPP

Bajo los rayos del sol de verano, las cigarras hacían su característico sonido, acompañando a Sasuke en su atrevida travesía en solitario.

Aprovechando que no había nadie en su casa, se saltó las clases de la academia ninja y se fue a explorar el bosque que dividía los distritos Uchiha y Higurashi, llevando solo un pequeño arco y unas tres flechas.

Si quería convertirse en un excelente cazador de monstruos, como lo era su hermano mayor, debía prepararse y practicar.

De pronto, escuchó una serie de pasos. Volteando de un lado a otro, decidió esconderse detrás de unos arbustos, observando con atención a un gigantesco ciempiés. Tragó grueso. Y, con las manos temblando, posicionó una flecha en medio del arco. Respiró hondo tres veces. Frunció el ceño y se levantó de un salto, disparando.

La flecha ni siquiera rozó el cuerpo de la criatura. Pasó a su lado y se clavó en el tronco del árbol que tenía detrás. El ciempiés, al percatarse de su presencia, se abalanzó hacia él, aterrándolo y obligándolo a darse media vuelta para correr. Mientras lo perseguía, clavaba sus tenazas en diferentes partes del bosque, destruyendo árboles y rocas.

Cuando Sasuke volteó un segundo para verlo, su pie resbaló por accidente en la orilla de un terreno empinado, rodando de lado en picada. El ciempiés lo alcanzó y amenazó con clavarle una de sus tenazas. No obstante, antes de poder alcanzarlo, un brillante destello plateado lo aplastó, clavando la hoja negra de su espada en su cabeza y absorbiendo su sangre.

Escuchando su llanto, Sasuke alzó la mirada, sentándose de un respingo.
El enorme Youkai perdía color en su cuerpo, dejando de moverse unos segundos después. Encontrándose aún sobre su cabeza, HanaYasha guardó a colmillo sangriento en su funda y volteó hacia él.

-¿Sasuke? – lo llamó atónita. - ¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar en la academia?

El chico no dejaba de verla pasmado, hasta que sintió un dolor punzante en su pie derecho, tratando de levantarse.
La joven bajó de un salto de la cabeza del enorme ciempiés y se arrodilló frente a él.

Cuando lo revisó, notó que se había lastimado su tobillo, maldiciéndose para sus adentros por no saber nada de ninjutsu médico. Podría llevarlo con Tsunade Haruno. Pero, si lo hacía, lo metería en problemas por no asistir a la academia ninja.

Y, como si la situación ya no fuera lo suficientemente problemática, una repentina lluvia comenzó a empaparlos. Quitándose el haori rojo que usaba encima, para ponérselo a Sasuke, lo tomó en sus brazos y saltó hacia las ramas de los árboles, encaminándose al distrito del clan Higurashi.

-Huele a flores silvestres. – pensó el chico, cerrando los ojos.

PPPPP

SSSSS

-¿Ese es el niño?

-Sí, el que le da mala suerte a todos los que están con él.

Entrando a la puerta principal de la academia ninja, Sasuke escuchaba enojado los cuchicheos de las madres de sus compañeros. ¿Hasta cuándo debía soportar esos insoportables comentarios llenos de mentiras?

-¡Buenos días, Sasuke! – en eso, Naruto Uzumaki, se interpuso en su camino, sorprendiéndolo con su gran sonrisa. - ¡Mi mamá me preparó mucha comida! ¡Podemos almorzar juntos!

Solo él conocía su verdad. Pero no quería que los demás lo molestaran por su culpa. Ahogando un sollozo, apretó las correas de su mochila y pasó por su lado izquierdo.

-Déjame en paz.

SSSSS

Sin saber el momento exacto en el que se quedó dormido, Sasuke abrió despacio sus ojos negros, encontrándose con un gran techo de madera. Al inclinarse hacia adelante para sentarse, se talló los ojos y bostezó, antes de poner su atención en la prenda que lo cubría.

El haori rojo de HanaYasha.

Levantó la vista a otras partes de la alcoba. El armario junto a las puertas corredizas tenía sus puertas abiertas, dejando ver prendas que en su mayoría eran para una kunoichi. También estaba colgada una banda ninja, con el símbolo de Konoha grabado en la placa unida al listón negro.

Parpadeó y miró el mueble a su derecha. El escritorio estaba impecable. Tenía un soporte en la mesa con varios compartimentos, donde se guardaban pergaminos, pinceles y álbumes de fotografías. Quería levantarse para hojear uno, pero el dolor en su tobillo derecho no se lo permitió. Al verlo, notó que estaba vendado, con plantas medicinales y hielo.

En eso, la puerta se abrió. HanaYasha tarareaba una canción, dejando una bandeja con varios onigiri en su escritorio, hasta que se giró hacia la cama y se dio cuenta de que estaba despierto. Los nervios la paralizaron. Pero cuando vio el brillo en sus ojos, sonrió.

-¿Cómo te sientes?

Sasuke la vio con curiosidad.

-Todavía me duele. – se sinceró.

La joven asintió. Tomó la bandeja con los onigiri y se sentó en la orilla derecha de la cama.

-¿De qué son?

-Atún seco. – respondió, pasándole uno. - Itachi me contó que eran tus favoritos.

El niño asintió. Aceptó la comida, sosteniéndola en sus manos y le dio un mordisco. Quedó tan encantado con el sabor que empezó a comerlo con más prisa. Primero uno, luego otro.

-¡Oye, tranquilo! – exclamó HanaYasha entre risas. - ¡Te puedes ahogar!

Sasuke volvió a asentir, escuchándola antes de tomar su tercer onigiri. Mientras masticaba y tragaba, sus ojos se fijaron en un reloj colgado en la pared, arriba de la puerta corrediza. Ya eran más de las 2 de la tarde. ¡Con razón estaba tan hambriento!

-¿Hay alguien más aquí? – preguntó de pronto, tragando otro pedazo.

HanaYasha negó.

-A esta hora, mis padres están atendiendo asuntos de la aldea con los sannin y Guren y Daika deben estar haciendo las compras.

Se encogió de hombros, terminándose su segundo onigiri y quitándose los restos de arroz que quedaron en las yemas de sus dedos. Sasuke la vio preocupado. Ella también estaba sola.

-Bueno... - se levantó de la cama. Estiró un par de veces su brazo hacia el techo y se arrodilló en el piso. – Sube a mi espalda, te llevaré a casa.

El menor la obedeció en silencio, dejando en la cama la bandeja vacía, junto al haori rojo de la joven.

PPPPP

-¿Por qué estabas solo en el bosque?

HanaYasha lo interrogó de pronto, al encontrarse a pocos metros del portón de madera del distrito Uchiha. Sasuke tragó saliva y apretó ligeramente sus hombros.

-Si te lo cuento, ¿Prometes no decirle a nadie?

Al escuchar aquello, la joven detuvo su trayecto en el sendero de tierra. El chico volvió a tragar saliva.

-Yo... quiero ser tan fuerte como mi hermano.

-¿Quieres impresionarlo?

Sasuke negó.

-Quiero que dejen de burlarse de mí.

Los ojos dorados de la Hanyou se abrieron de par en par.

-Hace como 4 meses, uno de mis compañeros murió al ser atacado por un Youkai. Cuando todos comenzaron a hablar del incidente en la academia, alguien dijo que yo había sido la última persona con la que habló. – agachó la mirada. – Después de eso, empezaron a decir que doy mala suerte. Incluso los adultos. El único que no ha seguido ese juego, es Naruto. Aunque creo que no lo hace porque es un cabeza hueca.

Ni siquiera ese último comentario hizo sonreír a HanaYasha. Volviendo la vista al frente, empezó a caminar de nuevo.

-Si quieres... yo puedo enseñarte a disparar con el arco. – sugirió, llamando su atención. – Ve a mi casa después de salir de la academia y no te vayas por el bosque. Es peligroso.

El niño sonrió agradecido, abrazando sus hombros con un poco más de fuerza. La Hanyou también sonrió.

Al llegar a la residencia de Fugaku y Mikoto Uchiha, fueron recibidos por la mujer, quien miró con angustia el tobillo vendado de Sasuke.

HanaYasha le explicó que, mientras paseaba, lo había visto practicando con los shuriken en el patio de la academia, viéndolo caer al dar un paso en falso.

Mikoto le agradeció sus atenciones, reverenciándola y ayudando a su hijo a entrar a la casa. Sasuke volteó de nuevo hacia la puerta. HanaYasha le guiñó el ojo izquierdo. Sonriendo, volvió la vista al pasillo, sin revelarle lo sonrojadas que estaban sus mejillas.

Cuando desaparecieron de su vista, la joven cerró la puerta corrediza y caminó de vuelta al distrito del clan Higurashi. Sin embargo, para su gran sorpresa, al llegar al portón de madera del distrito Uchiha, Taichi apareció ante ella de un salto. Su mirada oscilaba entre la angustia y el terror.

-¡Daika...! – pronunció entre jadeos. - ¡...está en el hospital!

Fin del capítulo.