Capítulo 4: LA INEFABLE
"La grandeza inspira envidia, la envidia engendra rencor, y el rencor genera mentiras".
J.K. Rowling
"¿Estás seguro de que esto es legal?", preguntó Thomson, arrugando la frente. El auror era solo unos años mayor que Ronald Weasley, pero bastante más bajo y tembloroso, lo que ayudó al pelirrojo a infundirse valor.
Siempre había sido más fácil trabajar con aquellos que no destacaban demasiado. Por eso, hacer equipo con Harry le resultaba incómodo. Por eso, estar con Hermione nunca fue...
"¡Weasley!", lo llamó el auror, jalándolo de su capa, "¿Es legal?". En la penumbra de la sala de interrogaciones, su aguda voz hizo eco en los muros de piedra. "No pienso arriesgar mi pellejo por ti".
"Viste la autorización de Robards, ¿no es así?", expuso, aparentando más convicción de la que tenía en la firma del Jefe del Departamento de Aurores, sin aclarar que Gawain Robards había dado su venia para un interrogatorio de rutina, como tantos otros que formaban parte de una investigación, sin necesariamente estar al tanto del rol que tomaría una Inefable en este.
La mujer, a pocos pasos de ellos, dejó escapar una risa burlona, y sus ojos negros se clavaron en Ron, como si pudiera leer sus miedos y le parecieran cómicos.
Probablemente lo hace, se recordó.
Era casi tan alta como Ron, delgada, y con rasgos afilados contorneados por una impecable melena blanca partida en el centro. Y aunque esto, lejos de hacerla lucir guapa, le daba una apariencia aterradora, el pelirrojo pensó que mucho más temible resultaba lo que era capaz de hacer con su mente.
"Si alguien puede sacar los recuerdos de la cabeza de Malfoy, es ella", le había confidenciado Sven. "Pero el Ministro nunca lo autorizará".
Y era cierto. Kingsley había considerado su idea como algo abominable. Ni siquiera cuando tuvo la confesión de Eddie Carmichael respecto a la participación de Malfoy en la muerte de Zacharias Smith, consiguió hacer que el Ministro entrara en razón.
"¿Cuántos más mató, Kingsley?", le había gritado. "¿Qué tipo de atrocidades guarda en esos recuerdos como para defenderlos tanto? ¿Es que no quieres saberlo?"
"Tú no quieres saber de esos crímenes, Ronald", aún recordaba la fría seriedad en el rostro de Shacklebolt. "Tú solo quieres saber qué ocurrió contigo y con Hermione".
Y aunque el Ministro tuviera razón, Ronald consideraba injusto que no lo apoyara. Por lo que insistió por su cuenta. Por suerte para él, la Inefable había considerado la misión como un reto interesante.
"¿Puedo buscar en su cabeza lo que quiera?", le había preguntado, con media sonrisa en los labios y sus ojos brillando como dos piedras ardientes.
"Saca la información que necesito, y puedes hacer con ese monstruo lo que te venga en gana", había sido su respuesta. Al analizarlo ahora, pensó que aquella declaración se debía en parte al odio que tenía por Malfoy, pero también al alcohol que había bebido minutos antes de hacer el trato.
"Si esto sale mal, Weasley...", advirtió Thomson, alzando un dedo en su dirección, "no me vas a arrastrar contigo ¿Entiendes?".
Ron alzó una ceja sorprendido, pensando que era fácil desestimar las amenazas de aquellos que lucían tan insignificantes y temerosos como el auror. ¿Sería eso lo que había dado a Harry tanta ventaja siempre? Su irrespeto por las reglas bien podía ser producto de verlos a todos como inferiores. Incluso a sus amigos.
El ruido de pisadas acercándose hizo a Ron erguirse, alzando la cabeza e hinchando el pecho, listo para enfrentar al prisionero. Pero apenas los ojos grises de este se posaron en él, sus hombros cayeron por reflejo. Podía estar en un puto mono color naranja, esposado de manos y con dos guardias conteniéndolo por los hombros, y aún así, lograba intimidarlo.
De niño también se había sentido así con él. Inferior en apariencia, inferior en dinero, inferior en intelecto y en capacidades. Ni aún sobre la escoba tenía ventaja. Rodearse de amigos que lo defendieran había ayudado, pero era como si Malfoy pudiera traspasar todos los escudos, todas las barreras, y llegar a lo más profundo de sus inseguridades y recordárselas. Y lo odiaba por eso. Por eso y por todo lo que ese monstruo había hecho.
"Weasley", sonrió en dirección a él, e incluso antes de que el auror a su derecha apretara su hombro con más brusquedad de la necesaria para obligarlo a tomar asiento, el rubio ladeó su rostro y arqueó una ceja, con la maldita arrogancia que solo reservaba para él. "¿A qué debo el placer de tu visita?".
"¿No te has enterado? Carmichael nos puso al tanto de tu autoría en el crimen de Zacharias Smith", el rubio amplió su sonrisa. "¿Qué tienes que decir a ello?".
"Que lo tenía bien merecido", expuso el maldito, mordiéndose el labio inferior con cierto deleite. "¿Algo más que necesites saber o ya puedo regresar a mi celda? Rowle se ganó un paseo a la sala de aislamiento por lo que me gustaría aprovechar la oportunidad de dormir sin sus ronquidos por una puta noche".
Malfoy mordió sus labios, riendo de su propia broma, mientras con su mirada recorría la reacción de los presentes. Pero al llegar a la Inefable, entrecerró los ojos por reflejo.
"¿A cuántos más mataste, Malfoy?", preguntó Ron, colocando sus manos sobre la mesa que los separaba e inclinando su rostro hacia él. No tenía verdadera intención de oír una respuesta. No realmente.
"Veo que trajiste ayuda...", murmuró el rubio, sin despegar sus ojos de la bruja, que se mantenía pegada a la pared, aguardando la orden. "Me pregunto si Shacklebolt está al tanto de esto".
Por el rabillo del ojo, Ron notó cómo Thomson se rascaba la nuca, escondiendo la cabeza entre los hombros.
"Es tu última oportunidad de hacer esto por las buenas, Malfoy", siguió Ron, sintiéndose extrañamente poderoso. "¿Qué le hiciste a Hermione?"
Draco Malfoy no se giró hacia él inmediatamente. Se tomó aún unos segundos para analizar a la Inefable, antes de torcer sus labios en una sonrisa y enfrentar su mirada.
"Todo lo que tú quisiste hacer por años," dijo el rubio al fin, arrastrando cada maldita palabra. "y jamás pudiste".
Solo le tomó un instante comprender la implicancia de la horrible declaración, pero ni aún así logró lanzarse sobre él lo suficientemente rápido como para darle alcance. No porque Malfoy hiciera algún intento por esquivar el golpe- el maldito parecía desearlo incluso- sino a causa del hechizo inmovilizador que le mantuvo suspendido, a solo centímetros del rubio, y que no cedió hasta que la bruja llegó a su lado, colocando una mano en su hombro.
"Serías un estúpido al ceder a sus provocaciones", dijo la Inefable muy cerca de su oído, con su gélida voz. "El dolor que le provocarían tus golpes actuaría como un distractor poderoso que dificultaría llegar a sus recuerdos".
Ron hizo un movimiento brusco con el hombro para quitarse de encima el agarre de la bruja, y luego se giró a Malfoy. Pero este ya no lo miraba. Pese a lo impenetrable que se había vuelto su rostro, toda su atención estaba volcada ahora en la bruja, cuyos movimientos seguía con la mirada.
"Fue muy listo de tu parte", siguió la mujer, colocando sus manos sobre la mesa e inclinando su rostro hasta el mortífago. "Aunque inútil".
"¿Qué es exactamente lo que va a hacer?", preguntó Thomson, sin ocultar un cierto temblor en su voz.
Ron observó cómo los guardias que se mantenían a cada lado del rubio compartían una mirada igualmente incómoda.
¡Hipócritas!, pensó. ¡Cómo si no supiera lo que hacen con esta escoria cuando nadie los ve!
"Qué rostro tan guapo", dijo la mujer, con un dulcísimo tono en su voz. Su cabeza parecía danzar muy cerca del rubio, con una lentitud reptiliana. "Pero no te servirá de mucho sin cerebro, así que...", hizo una pausa, con sus palabras adquiriendo una frialdad que helaba la sangre, "no te opongas demasiado, ¿quieres?".
Y Malfoy entrecerró los ojos, como si se preparara para el golpe.
No se pronunció ningún hechizo, pero algo cambió en el semblante del rubio y a medida que los segundos pasaban, Ron lo vio cerrar los ojos con fuerza, como si quisiera frenar con sus párpados la dolorosa intromisión de la bruja.
Y cuando esto no pareció dar resultado, alzó sus manos esposadas para hacer como escudo, escondiendo la cabeza bajo ellas.
"¡Oh, no bonito!", rió la mujer, jalándole de los cabellos de su frente, hasta hacer que su cabeza se flectara hacia atrás. Ron pudo ver el modo doloroso en que Malfoy se mordía el labio y apretaba los párpados. "¡Me dejarás entrar!", insistió la mujer, con la frustración asomando por primera vez en su hasta entonces inexpresivo rostro.
"¡Esto no está bien!", chilló Thomson.
La sangre había comenzado a brotar del labio de Malfoy, a causa de la fuerza con que lo mordía, transformándose en un hilo de sangre que recorría su comisura hasta alcanzar su mentón.
"¿Qué le está haciendo?", preguntó el guardia de la derecha, con el ceño fruncido y los labios entreabiertos, reflejando algo muy similar al miedo.
"¡No!", gritó Malfoy logrando zafarse de su agarre, pero la bruja alzó su varita y todo pasó demasiado rápido como para que Ronald Weasley supiera en qué orden ocurrió cada evento: Thomas saliendo por la puerta a sus espaldas, Malfoy impulsándose hacia atrás hasta estrellar la silla contra el piso, y una hebra de luz escarlata escapando de la varita de la bruja.
"Creo que debemos detener esto aquí", susurró uno de los guardias, dando un paso hacia el frente, pero fue detenido por la bruja, en cuyo rostro la turbación comenzaba a tomar forma.
"¡Maldición!" gritó la Inefable, con la ira clara en su rostro.
"¿Por qué te detienes?", gritó Ron, comprendiendo, en el modo receloso en que los guardias lo observaban, que ya nadie creía que eso fuera un procedimiento normal. "¡Hazlo ahora!".
"¿Qué mierda quieres que haga?", le respondió la bruja, antes de echarse a reír, en una mezcla de frustración e histeria. "No puedo ver nada si está inconsciente".
Y pese a la penumbrosa oscuridad de la habitación, cuando Ronald Weasley miró por encima de la mesa en dirección a Malfoy, vio que la sangre no escapaba solo de su labio roto. Esta vez, también brotaba de su cabeza, empapando el piso de piedra.
"¡Llama a San Mungo!", oyó gritar a uno de los guardias.
Por el rabillo del ojo, distinguió la figura de Thomson reingresando por la puerta, acompañado de una figura imponente que conocía bien.
"Auror Weasley. ¿Qué mierda es esto?".
Frente a él, la bruja se sonrió de lado, alzando la palma de las manos en dirección a Gawain Robards, en el inconfundible gesto que usaba el ser humano para aparentar inocencia.
¡Diablos!
- Fin del Capítulo 4-
Capítulo inspirado en una escena de un excelente Dramione llamado "Bring Him To His Knees" de Musyc. Los personajes acá no tienen mucho parecido en su psique, su aspecto, ni en sus motivos, y el objetivo de esta escena puntual es muy distinto al de esa historia. Pero la idea de la Inefable surgió de ahí, y merece mención y recomendación, especialmente si buscan algo erótico con trama, que además es un Dramione, y logras soportar a Pansy Parkinson (Yo no).
