—Buenas noches —ella le sonríe a su hermano y ahí se va.

Azirabelle le sonríe de vuelta un segundo antes de girarse otra vez a Croulieau.

—¿Entonces miras el cielo?

—¿Quieres verlo? —propone haciendo un gesto con la cola.

—Sí, a ver si es mejor que leer —sonríe de ladito, retándole.

—Ay, claro que lo es, por favor —pone los ojos en blanco.

—¡Que va! —sonríe.

—Ni punto de comparación entre gigantescas bolas de gas explotando en el espacio contra árboles muertos tatuados —responde mirándole de reojo mientras se baja de la silla y se arrastra por el suelo.

—¿Árboles que? —Azirabelle parpadea con esa forma de ponerlo.

—Muertos y tatuados —repite, mirándole de reojo.

—¿Tatuados, como los marinos?

—Pues sí... es un concepto bastante rudo puesto así —valora.

—Eso veo —Azirabelle sonríe—. Me gusta.

Croulieau le sonríe de vuelta de una manera un poco distinta. Hay algo en él…

—Quizás de ahora en adelante hable de los "árboles tatuados" más a menudo —valora el rubio.

—¿Con quién? ¿Con los muebles? No creo que te entiendan —le mira de reojo.

—Con… pues la gente del pueblo.

—Ah, sí. Tus amigos.

—No, no son mis amigos —baja un poco el tono.

—¿Ninguno?

—No en realidad, no —admite, mirándose las manos.

—Uhm... ¿Por?

—No me llevo bien con la gente del pueblo.

—Yo tampoco, obviamente —se encoge de hombros.

—Bueno pero porque tú… tú —le mira de reojo y se muerde el labio para no hacer notar otra vez el motivo obvio.

—¿Yo... qué? —le fulmina.

—Pues eres una serpiente, es lógico que sea difícil.

—Algunos piensan que tengo bastante carisma a pesar de ello—no sé cómo te atreves a decir eso en plural cuando es una sola persona y eres tú mismo.

—Ah ¿sí? En realidad, sí que lo… —Azirabelle se calla a sí mismo, Croulieau le mira de reojo mientras se desliza hacia arriba de las escaleras de caracol de la torre—. Ehm… entonces, ¿qué hay en el cielo hoy?

—Con suerte, nubes —responde irónicamente.

—¿Así de suerte tienes? No sé si lo consideras bueno o malo.

—¿Que haya nubes o tener mala suerte? porque ambas son bastante malas.

—Depende de para qué pero verás que tendremos buena suerte. Uff… Esta torre… Es muy alta —protesta porque los escalones no son lo nuestro.

—Tal vez buena suerte fuera que sí hubiera nubes y una tormenta de nieve que renueve el bosque.

—Una tormenta de nieve ya había cuando venía yo acá.

—Pues por eso.

—Es muy raro todo lo que pasa en este sitio. Supongo que ustedes ya están habituados.

Croulieau suspira abriendo la puerta de las escaleras llegando arriba de la torre, porque él no quería que lo maldijeran... solo se juntó con la gente equivocada.

—Yo… Nunca acabas de acostumbrarte a esto, pero supongo que algunas ventajas sí tiene, aun si la maldición nunca se rompe —le mira, entrando a una sala con grandes ventanales, donde hace un frío terrible porque hay una chimenea pero no está encendida porque si el amo Croulieau quiere fuego ahí arriba que nos devuelve los brazos y piernas a todos y con gusto subiremos los tres mil quinientos escalones de Casa Madrigal a encender la bloody chimenea.

Por otra parte hay un armario con capitas negras que Croulieau procede a abrir y a tomar una para atársela al cuello con bastante gracia para tener solo la cola para ello.

Los cristales son simples y grandes, vibran con el viento que aúlla con fuerza.

Hay algunas velas por ahí, todas apagadas, catalejos, sextantes, astrolabios y papeles que parecen mapas esparcidos por el suelo o colgados en las paredes. También hay un par de estantes con libros junto a la puerta y junto al ventanal del centro, sobre un trípode, en madera caoba y rebordes dorados, la joya de la corona.

—¿Será que puedo tomar una de estas capitas? —Azirabelle empieza a temblar casi al instante con el frío.

—Ah, sí, claro. No te cortes.

—¡Hace muchísimo frío aquí! —se la pone, agradecido.

—Siempre pienso en si me la estoy atando al cuello porque soy una cabeza con una laaarga cola o una cabeza y un cuello largo largo.

—Te la tendrías que atar de tutu para atártela al cuello, quizás.

—Pero los tutús van en la cintura. ¿Tengo cintura realmente?

—Parecería un tutu.

—Tal vez por encima de los penes, esa sería mi cintura.

—Ay, ¡ese tema otra vez! ¡No me pongas nervioso!

—¿Te lo pone? —se ríe con la protesta.

—¡Sí! Yo soy un caballero respetable —carraspea y se arregla un poco el nudo de la capita.

—Pues para serlo tanto, tú sacaste el tema en la cena —le mira de reojo.

—¡Me estaba yo quejando! —se defiende.

—Empiezo a pensar que esa es la forma habitual en la que te expresas en todos los casos, sí.

—¿Cuál forma?

—Con quejas.

—¡El exagerado! —se queja de nuevo.

—No es exagerado, tal cual parece —se acerca al telescopio. Azirabelle hace los ojos en blanco, acercándose también.

—Así que… Aquí ves las nubes.

—A veces sí. Y si hay suerte, algún pájaro. Alguien decía deberíamos usarlo para intentar ver mujeres desnudas, pero eso parece ser poco probable con lo lejos que estamos de todo el mundo.

—Mujeres. Desnudas. Qué bonito. Sería más útil y romántico ver estrellas.

—Sí, pero estás tú aquí, no tu hermana.

—Bueno, ¡es algo a donde podrías traerla! Solo te estoy dando ideas.

—Probablemente lo haga.

—Así con velitas y algo de cenar, algo de beber. Un postre —nadie sabe quién va a subir todo esto aquí.

—¿En serio? ¿Cenar aquí arriba? —le mira de reojo porque con el puto frío que hace…

—Pues con una manta, por qué no.

—Uhm... está bien. La invitaré a cenar aquí mañana.

—Jum…. —Azirabelle tuerce un poco el morro—. Por lo pronto enséñame a mí.

—Pero tú tendrás que cenar solo... ven. A ver, hay que ver lo que hay y luego ajustar las lentes —empieza a trastear con las ruedecitas.

—Ah, cenar solo además —se queeeeeja

—¿Quieres cenar aquí tú también? —le mira de reojo parando con el telescopio un momento.

—Sí.

—¿No te parece que eso es un poco anticlimático?

—Mi hermana necesita un chaperón.

—¿Por?

—¡Porque es mil setecientos cincuenta!

—Si lo que insinúas es que tengo que pagarte una dote, es algo que podemos negociar.

—No estoy diciendo eso, ¡estoy diciendo que no puede tener citas a solas!

—Pues no puede si esta soltera, para que nadie le quite la virtud pero si ya te he pagado una dote... tal vez haya que organizar una boda, ¿estarías así más tranquilo?

—¡No es el dinero!

—¿Entonces?

—Hasta que no se casen, nada.

—Entonces ¿quieres organizar una boda?

—Solo si ella quiere, y para que quiera tienen que conocerse.

—¡No va a estar tranquila si estás tú siempre por aquí!

—Si lo va a estar, ¡así son las citas en esta época!

Oooojos en blanco de la serpiente.

—Pues ¡aunque pongas esa cara!

—Pues aunque así sean las cosas en esta época. También los hombres compran y venden a las chicas en esta época para que se casen con mucha menos parafernalia.

—Pues ¡te has conseguido al hombre incorrecto!

Croulieau bufa porque no es que tenga muchas opciones de todos modos.

—¿Qué prisa tienes?

Otraaaa vez esta preguntaaaa. ¿Sí le estás viendo? ¡No tiene brazos!

—¡Vas muy rápido para mí, Croulieau!

—¿Así lo haces tú cuando tienes citas? Vas con las mujeres con ¿tres personas más?

—P-Pues, a-a lo mejor.

—¿Cómo a lo mejor? ¿Vas o no?

—¡No me sorprende si alguien me lo pide en lo absoluto!

—Ya, seguro te sientes muy cómodo hablan... protestándole a la chica en cuestión. Muy romántico —protesta sarcásticamente.

—Pues quizás. ¿Ahora vas a quejarte de MIS citas? —ojos en blanco.

—No, porque apuesto a que son inexistentes —le fulmina.

—¡No más que las tuyas! —se defiende.

—¿Perdona? —frunce el ceño, tan escandalizado.

—Vale, te perdono. ¿Vas a enseñarme las nubes o qué?

—¡No te estaba pidiendo disculpas! —protesta.

—Está bien, las acepto —le mira, sonriendo de ladito él esta vez.

—Tampoco te las estaba dando —ojos en blanco, bufando un poquito y se vuelve al telescopio murmurando algo inteligible sobre lo muy insufrible que es esta persona y que ojalá se le pegue la conjuntivitis ahora que mire por el telescopio detrás de él.

—¿Qué vamos a ver entonces? ¿Seguro que sabes enfocarlo bien?

—¿Siguiri qui sibis infiquirli biin? —le imita burlonamente sin dejar de hacerlo.

—¡Es una pregunta lícita!

—No, lo tengo aquí porque me gusta estéticamente, en realidad subo aquí a usarlo de perchero —replica sarcásticamente separándose y haciendo un gesto para que mire él.

—Pues si dices que con suerte esta nublado, quizás es que no sabes usarlo.

—Obviamente no subo si esta nublado.

Ojos en blanco del rubio, pero se acerca a mirar y ahí se ve media esfera un poco desenfocada.

—¡No se ve nada!

—¿Cómo no? ¡Claro que se ve! ¡Lo has tocado! —le acusa.

—No lo he tocado, no se ve más que… nada —sigue mirando a ver.

—A ver, quita. Tienes que haberlo tocado. ¡Un solo milímetro de variación y obviamente se desvía infinitamente!

—Pues no he tocado nada, es que tú no lo sabes usar —igual se aparta para dejarle.

—Claro que lo sé usar —replica mirando a ver si lo ha movido y notando que no—. ¡Si se ve! ¿No ves la esfera amarillenta?

—Se ve una cosa desenfocada —Azirabelle parpadea.

—Eso es porque tus ojos están mal —se aparta del telescopio y hace un gesto doblando su cuerpo como si se cruzara de brazos.

—¿MIS ojos? ¡Yo veo perfecto! —se defiende.

—Seguro necesitas unas gafas —pone los ojos en blanco.

—¡No! Seguro necesito enfocar esto bien—ahora si lo mueve un poco.

—¡No lo toques aleatoriamente o lo vas a perder! Es esta rueda de aquí —le señala cual.

—¡Pues no me explicas!

—¡Pensaba que serías lo bastante listo para imaginarlo solo! ¿No que has leído tantos libros?

—¡No sobre cómo usar un telescopio! ¡Y sí lo estaba tocando donde debía!

—Pues menuda mierda de libros más inútiles eliges leer. Bueno, ¿ves algo o no?

—Ahora un poquito. Se ve una bola.

—Exacto. Como la luna. Con un tono más amarillo.

—Un poco, sí.

—Pues ahí lo tienes.

—¿Y qué es?

—Venus. La estrella vespertina. También es el lucero del alba. En cómo una hora dejará de verse y aparecerá de nuevo por ahí sobre las cuatro de la mañana aproximadamente.

—Oh ¿de verdad? —lo mira de nuevo.

—Sep. Es el segundo astro más brillante del cielo nocturno después de la luna. Se ve a simple vista como una estrella, pero no lo es.

—Oooohhhh

—Es el sol reflejándose en él y haciéndolo brillar, como hace con la luna. Y como está muy cerca de la tierra es fácil verlo.

—No me gustan tanto los libros científicos —confiesa aunque asiente un poco, interesado en ello.

—Marte también está muy cerca, así que es fácil de ver, pero es más pequeño y Júpiter y Saturno, que son grandes también. ¿Por qué no te gustan?

—Prefiero las historias ¿has visto todos esos sitios?

—Sí. A ver si encuentro Júpiter.

—Vale —Azirabelle sonríe.

—Entonces, historias. Supongo que no sobre citas —ahí va a mirar sus cartas celestes.

—¡Sí sobre citas! —Ojos en blanco.

—¿Sí? ¿De ahí estás sacando las ideas preconcebidas que te haces? —le mira de reojo.

—Pues… También.

—¿Y cómo se enamoran los personajes de tus libros?

—Pues con paciencia. Eso para empezar. Yendo lentamente.

—He visto algunos libros de esos, ¿sabes? Y no tienen tantas páginas para ir tan lentamente.

—Los habrás visto por fuera nada más.

—¿No era que Romeo y Julieta pasaba todo en seis días?

—Pues tú llevas uno.

—Bien como para el martes esto debería estar resuelto entonces.

—¡Y no funciona así! ¡Deja de presionar a Muriel!

—Muriel ni siquiera está aquí.

—¡Pues imagina tu que tanto estás presionando que no tiene ni que estar!

Hace ñañañaña yendo a mirar por el telescopio otra vez.

—Solo hay que ir poco a poco.

—No sé si te han contado lo del árbol.

—¿Qué del árbol?

—El árbol que hay en la entrada. Un día va a romper el castillo. Y si eso pasa, ya no hay vuelta atrás. Maldición para siempre.

—Ohhh! El… que es, ¿cómo un peral?

—Es un manzano.

—Pero no entiendo.

—Cuando llegó la bruja, le ofrecí una manzana para el camino y... no sé, debía creerse Blanca Nieves, porque fue como si hubiera ofendido a toda su familia. La convirtió en ese manzano en mitad del hall y dijo que tenía que romper la maldición antes de que el manzano rompiera el castillo. Pero las putas manzanas están buenas, las condenadas. Hacemos mermelada.

—¿Y no te dijo cómo romperla?

—Sí me dijo cómo romperla —suspira.

—¿Y qué te dijo?

—Pues lo que estamos haciendo.

—¿Ver estrellas en la torre con un telescopio y pelear?

—Con tu hermana —le fulmina.

—Pelear con mi hermana no es recomendable.

—¿Por? ¿Tiene mal carácter?

—No, en realidad no lo tiene. Es dulce y buena y paciente.

—Entonces no es un problema, deberías pasar quince minutos con mi tetera...

—Me hablan y me hablan de la tetera.

—Es que es tremenda la tetera.

—¿Y qué hacía la tetera antes de ser tetera?

—Era el ama de llaves.

—Ah, y ¿qué hacía el ama de llaves? ¿Confiabas en ella ciegamente y organizaba toda tu casa?

—Sí, básicamente.

—Bueno, eso siempre es útil. ¿Y ahora es una pesadilla?

—Siempre lo fue —suspira.

—¿Y por qué la tenías? ¿Te gustaba?

—Yo era un niño cuando mis padres murieron y ella... —vacila—. Mira, ahí está Júpiter.

—Ohh… ¿Ella te crio? A ver… —ahí va a mirar.

—Más o menos entre todos, sí —suspira, dejándole espacio.

—Eso es bonito en realidad.

—¿Júpiter?

—No, que te hayan criado. Júpiter es otra bola rara.

Suspira con eso.

—Nuestros padres también murieron hace tiempo. No tanto.

—¿Y? ¿Por eso esa forma de cuidar de Muriel?

—Pues no tenemos padres, solo nos tenemos uno al otro.

—¿Qué harás cuando ella se case?

—Pues, supongo que seguir trabajando con ella y no sé si… Conseguirme una esposa, quizás.

—Oh. ¿Tienes a alguien en mente?

—No. Sinceramente, no es algo en lo que quiera pensar.

—¿No? ¿Ni siquiera en alguna de tus múltiples citas?

—Ah, e-eso… Mmm.

Croulieau se ríe un poco con eso porque empieza a ver por donde va ese asunto.

—Y-Yo solo pienso que algún día quizás sería necesario buscar una esposa.

—Así que tantos libros de romance y eres tú el que nunca...

—¡No he dicho yo eso!

—Pues cuéntame tu gran historia de amor —sonríe de lado, tan confiado.

—Ehm… —Azirabelle traga saliva—. Te, te… Te la… Yo…

La miradaaa

—No tengo una historia de amor, ¿vale? —admite en una protesta.

—¡Ja! —se ríe triunfador porque él tenía razón.

—¡Y no veo que tengas que hacerme sentir mal por ello!

—No es... lo único que digo es que si no tienes tú una, no sabes cómo se siente.

—Puedo imaginarme cómo se siente —ojos en blanco.

—A lo mejor puedes buscar por aquí y haya alguien que te guste —propone de manera más amable.

—A-A lo mejor —Azirabelle suspira.

—Lo que digo es que una cita doble es menos rara.

—Ah, mmm eso… Ugh, no sé si estoy listo.

—¿Por?

—No sé si mentalmente lo estoy.

—¿Por qué ibas a no estarlo? ¿Has tenido un desengaño con tu mano derecha?

—¿Mano derecha? —parpadeo.

—Pues si dices que no has tenido historias de amor...

—Sí he vivido historias de amor solo… No mías.

—¿Y esas son las que te han roto el corazón para pensar que no estás preparado?

—Sí.

—Oh, Julieta, mi Julieta, renuncia a tu nombre... —se burla teatralmente sin estar seguro que esa sea el texto porque no se la sabe, pero levanta la cola y la cabeza dramáticamente—. Entiendo, puede ser muy duro.

—No te inventes diálogos, ¡Romeo no dice eso nunca! —protesta—. ¡Y si es duro!

—Ese no es el punto.

—A ver, Romeo, cuéntame TÚ tu graaaaaaan historia de amor.

—Eeeeeeh...

Azirabelle se cruza de brazos.

—¿No hace como mucho frío aquí? Vamos abajo si ya no planeas ver más estrellas.

—¡Ja!

—Mira, solo digo que al menos yo estoy intentando algo —sentencia yendo a la puerta.

—Porque no te queda otra —se gira hacia las escaleras.

—¿Crees que si yo tuviera tu aspecto estaría encerrado todo el día viviendo a través de los demás? Enamorado del amor, pero demasiado aterrado para realmente vivirlo. Por favor —ahí se va para abajo.

—Es muy fácil decir qué harías si tuvieras algo que no tienes —Azirabelle frunce el ceño

—"No le caigo bien a nadie", "Todos son malos conmigo", "Me paso el día leyendo" —le imita en falsete.

—Pues así es —Azirabelle frunce más el ceño bajando tras él.

—A nadie le sorprende —le mira de reojo.

—Pues ¡qué bueno que no te sorprenda! — Ojos en blanco otra vez. No es como que no TODO EL MUNDO suela tener estas ideas. Azirabelle refunfuña bajito, bajando, que haga equipo con Gabriel si él también piensa lo mismo.

Croulieau hace eso de la lengua porque esta conversación está siendo un desastre y no sabe ni cómo han llegado a esto.

—Quizás sería mejor ir a dormir.

—Muy bien —responde Azirabelle sentándose a mitad de las escaleras porque es ETERNA esta torre.

La serpiente pone los ojos en blanco con esa respuesta pensando que realmente es insufrible este hombre.

Solo quería mostrarle... ni siquiera le ha impresionado un poco ver Venus, como si fuera algo que viera todos los días el muy idiota. Y no ha parado de decirle que no puede acercarse a su hermana como si fuera un depredador sexual. ¡Hasta ha sacado el tema de los dos penes!

Quizás sería mejor si ambos se escapaban durante la noche y ya. Él no había pedido que vinieran. Sigue bajando sin notar que se ha parado por estar enfrascado en sus pensamientos.

Azirabelle suspira, preguntándose si realmente todo mundo estaba bien y él estaba mal solo porque le gustaba leer.

Quizás debería tener menos miedo de "tener una relación" con un plumero o con un mueble de esta casa. Si igualmente les caía mal a todos siempre, el reloj era un ejemplo muy claro de ello. Y este hombre que pensó podría ser su amigo pensaba LO MISMO QUE TODOS de él, que era aburrido y solo leía.

Le había enseñado Venus y le había gustado mucho. Hubiera querido ver más cosas y que le explicara cosas pero él solo quería acostarse con Muriel y no ser su amigo en realidad.

Se acurruca un poco en la capa que huele a polvo, porque es que ¡ni siquiera se ha detenido a esperarle!

Croulieau se va a ir a su cuarto un poco de malas, con suerte alguna cajonera se encargaría de sacarlo de en medio haciendo que pareciera un accidente o algo así.

Si no quería estar aquí, pues que se largara. No es como que él no tuviera un montón de cosas que hacer súper importante e interesantes para parar su vida por un idiota que se creía tan listo porque había leído un par de cosas y era un arrogante insoportable y... su hermana también. Claro. O lo que sea. Ugh.

Azirabelle se levanta después de descansar un poco y sigue bajando. Debería hablar con Muriel, que está en su cuarto durmiendo con la cama, que ya ha intentado frotarse infructíferamente con ella, no creas que no.

Ugh. Azirabelle tendrá que abrir como diez puertas antes de encontrarla.

Por lo visto Azirabelle es bastante afortunado si solo son diez.

Ugh. Finalmente la encuentra de manera casi milagrosa, entrando a la habitación, cerrando la puerta tras él y poniendo una silla. Como se haya colado al cuarto de Croulieau…

Eso sería terrible, pero no Muriel duerme en la cama tan plácidamente, como si ella si hubiera tenido una buena sesión de lo que todos esperaban que pasara en la torre de astronomía. ¿Habrá algún sirviente convertido en juguete sexual?

Wtf.

Croulieau, de verdad, vete a beber. O a dormir. O ambas.

—Muri?

—Mmmm... —Ella se mueve un poco.

—Muri, tenemos que hablar —Azirabelle se acerca a la cama y se sube a ella, quitándose los zapatos y sentándose en los pies de la misma.

Muriel protesta y piensa que porque no se metió al estúpido cuarto de Croulieau a jugar al "maldita sea, solo hay una cama disponible" como si esta fuera una historia interesante o algo.

—Muriel, no puedo hacer nada más que ser directo contigo. Croulieau quiere… Él quiere cortejarte.

Muriel bufa.

—Ya, ya. Ya lo sé. La verdad, tenía más optimismo de esto hace un rato y ahora he tenido una conversación rara con él y…. —suspira.

La verdad, ella está durmiendo otra vez.

—No parece ser muy distinto al resto. Pero, él… —suspira—. Bueno, por un momento sí parecía serlo y depende de ti, si tú quieres que él siga con ello o podemos decirle que no, que no quieres y volver a casa.

—Nooo, yo quiero quedarme aquí —responde la cama haciendo voz en falsete fingiéndose Muriel para que no se vayan. Haciendo que Azirabelle pegue un SALTO.

—Ugh! ¿¡Quién eres!?

—Soy tu hermanita Michael... —sigue la voz en falsete.

—Muriel se llama! Ugh, debes ser el armario.

—Muriel, Muriel... eso.

Ooojos en blanco de Azirabelle.

—Ehm… quizás sea mejor que hablemos mañana. Piensa en esto, Muri.

—Yo estoy enamorada del amo Croulieau y no quiero que nos vayamos hasta que se acueste conmigo por todos los orificios y se rompa la maldición por fin... —asegura la voz chillona.

—Ugh! Paraaaa!

—Oh, venga, me estaba saliendo de puta madre, ¿qué te pasa? —protesta la cama ahora sí con su voz.

—¡Ni siquiera te sabes su nombre!

—Porque es un nombre súper raro.

—Sea como sea, para hacer eso hay que saberse los nombres.

La cama bufa e igual se calla.

—Vamos a deshacernos de la cruel maldición. De alguna forma —susurra Azirabelle después de un par de minutos de pensarse que tan horrible debe ser, ser una cama.

Nadie le contesta, porque que te jodan, sabelotodo. Que solo estas aquí poniendo problemas.

Sigh.

Fundido en negro