SEGUNDA PARTE
CAPÍTULO EXTRA 1
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POV Candy
La brisa que envuelve el jardín de mi casa hace que los narcisos se estremezcan a mi alrededor, y a su vez, trasladan con mayor facilidad su dulce perfume a mi dirección. Estoy sentada afuera, disfrutando del aire libre mientras tejo lo que es mi intento de una cobija.
Actualmente ya estoy cumpliendo mis cinco meses de embarazo, y realmente todavía no tengo nada preparado de ropa. Terry se ha encargado de conseguir las cosas para la habitación del bebe, pero le dije que yo quería encargarme de sus accesorios. Me ilusionaba poder hacerle sus mamelucos, sus guantes, sus botitas, y sus cobijas... Pero no creí que fuera tan difícil, ya que Annie lo hace ver como si nada. Ahora veo que me he equivocado.
Escucho un auto aproximarse, y me llena de alegría reconocer el sonido del motor. Es mi esposo quien acaba de regresar del mercado. Hace un rato le había pedido que me comprara mantequilla de maní y pepinillos, pues llevo con el antojo desde hoy en la mañana. A veces me da pena que tenga que hacer tantos viajes, pues cada día salgo con un antojo diferente. Se que a él le gusta complacerme, pero tambien sé que a veces se irrita, especialmente cuando lo levanto en horas tempranas de la madrugada para pedirle algo.
—Ya llegué, Pecosa —me saluda con esa gran sonrisa que tanto adoro, y se dobla para darme un beso en los labios.
—¿Trajiste la comida? —es lo primero que pregunto.
Él sonríe de lado y se arrodilla frente a mí.
—Si, aquí la tengo. —Levanta la bolsa de papel, y sé que mis ojos se han iluminado de alegria por la carcajada que se le acaba de escapar—. Creo que ni siquiera a mi me has mirado con tanta felicidad —bromea.
Me apresuro a soltar las agujas de tejer y hundo mis manos dentro de la bolsa para sacar los dos frascos.
El baja la mirada a mi regazo, y ahí encuentra el tejido de color amarillo que he estado haciendo.
—¿Qué es? —me pregunta, sin poder entender qué tipo de prenda estoy tratando de hacerle al bebé—. Parece una telaraña. —La honestidad se le escapa de nuevo.
—Es una cobija... Se supone —me río con nerviosismo antes de llevar el pepinillo cubierto de mantequilla de maní a mi boca. El crujido que resonó después del gran mordisco que le di, hizo que Terry apretara los labios con un evidente asco. Parecía querer vomitar.
—Hmm, creo que al bebé le dara frio —dice mas para si mismo, viendo los grandes agujeros en la supuesta cobija—. Pecosa, creo que debiste aceptarle a Annie esas clases de tejido mientras podías.
—Ya lo sé, pero hago lo mejor que puedo. —Hago cara de puchero y vuelvo a sumergir un pepinillo en el frasco de crema—. ¿Quieres?
—Estoy lleno —niega al instante.
—Vamos, sabe mejor de lo que parece. —Le acerco la comida a los labios, y él, dudosamente, toma un mordisco—. ¿Y? Sabe muy bien, ¿verdad?
Terry me mira con el destello del reproche en los ojos.
—Si, Candice, sabe tan bien que cada vez que quiero tragar, mi garganta me lo regresa para que pueda saborearlo de nuevo —me responde con su usual tono sarcástico, y seguido de eso, escupe lo que se le es imposible tragar. Yo no puedo evitar reírme, pues las muecas que hace después me resultan hilarantes—. Deja de burlarte de mí, realmente está asqueroso. —Se hace el ofendido, pero por más que me lo pide, no puedo parar. Él suspira, resignándose con una ligera sonrisa, y recuesta la cabeza en mi regazo, mirando mi vientre.
—Está creciendo muy rápido, ya son cinco meses —le digo.
—Ya quiero conocerlo —admite con dulzura, llevando su mano para acariciar mi ya redondeado abdomen. Y como si fuera una respuesta, el bebé da una patada—. Oye, sé que tambien estas ansioso por conocerme, pero no tienes que patear a tu mamá asi.
—Ha estado inquieto todo el día, pero no me quejo, está saludable mi angelito... —Acaricio mi abdomen y pienso por unos segundos—. Amor, no hemos decidido nombres.
—Tienes razon. ¿Tienes algo pensado?
—Hm... Si es niño, le pondremos Anthony —comento, haciendo mi mayor esfuerzo para no explotar a carcajadas burlonas otra vez. Terry se me queda mirando serio, sin encontrarle la gracia, pero luego tuerce la boca para formar una sonrisa falsa.
—Claro, y si es niña le pondremos Susanna.
Me rio de nuevo, pues su respuesta la veía venir.
—Está bien, está bien... ¿No quieres ponerle Allen, en honor a tu amigo?
—¿Podemos no llamar a nuestro hijo tras personas fallecidas?... Me da escalofríos.
—Bueno, ¿y Michael? —Lo provoco de nuevo.
—¿Y Karen? —responde casi al instante.
—¡Ya, está bien! Sabes que lo digo para molestarte... —Recorro mis dedos por su cabello para tranquilizarlo, pues su expresión de enfado no cambia—. No se enoje conmigo, señor celosillo.
—Pues me acabas de recordar a tu doctorcito francés, no sé qué esperabas.
Terry nunca había apreciado la presencia de Michael, y a veces, el tan solo mencionarlo lo pone de mal humor. Todo comenzó cuando Terry me acompañó a visitar la mansión Ardley en Lakewood, para cuando aún pertenecía a la familia. Allí pudimos volver a ver a Bert, quien siempre estaba ocupado haciéndose cargo de los negocios de la familia. Annie y Archie también se quedaron unos días para compartir, pero lo que nadie se esperaba, era que Michael también se apareciera para darme una visita. Él y yo habíamos mantenido una amistad desde que él regresó de la guerra, y al parecer, en medio del trayecto, desarrolló algunos sentimientos por mi, mismos que para Terry no pasaron nada desapercibidos...
Continuará...
꧁•𑁍•꧂
